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El Congreso de la República inauguró fiesta del centenario de su nacimiento. Participaron Gustavo Gutiérrez, Máximo Damián, Jaime Guardia, entre otros.
Claudia Berríos Campos.
El espíritu de José María Arguedas brilló ayer por todo lo alto en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República, lugar en el que se le rindió un merecido homenaje, “Poética de un demonio feliz”, por el centenario de su nacimiento, pero también por la trascendencia de su obra y la relevancia que cobra hoy su figura como peruano ilustre.
Todas las sangres del Perú
El presidente del Congreso de la República, César Zumatea, inauguró el evento en nombre del Presidente de la República. Él, Bernardo Roca Rey, viceministro de Cultura, y Eduardo Zegarra, teniente alcalde de Lima como representante de la alcaldesa Susana Villarán, resaltaron la importancia de Arguedas en la misión de acercar y valorar las culturas de nuestro país.
Especialmente emotivo fue el discurso que envió la alcaldesa, en el que se recordó que el genio de danzak que portaba Arguedas era el espíritu de un Perú de todas las sangres. En la ceremonia también participó la congresista Elizabeth León Minaya, presidenta de la Comisión Especial del Congreso de la República, destacó la figura de Arguedas en un proceso de lucha continua contra el racismo y el menosprecio de nuestras culturas originarias.
La música andina, una de las grandes pasiones del Tayta Arguedas, estuvo representada por el charango y el violín de los maestros Jaime Guardia y Máximo Damián, íntimos amigos de Arguedas, quienes interpretaron carnavales de Andahuaylas, tierra natal de Arguedas, y de la zona de Parinacochas, Ayacucho, otro espacio representativo en la obra de nuestro escritor.
El genio de un danzak
La magia del magistral cuento de Arguedas “La agonía de Rasu Ñiti” se transportó al hemiciclo en la interpretación de danzantes de tijeras de Lucanas y Cotahuasi. Ambos grupos se enfrentaron en una competencia de danza que puede representarse como un tinkuy, un intercambio de la diferencia, un encuentro tensivo que llevó a los danzantes a demostrar su arte y pericia a través de malabares con los músicos. La expresión poética estuvo a cargo de las niñas Carmen y Emily Cuadros Rayme, quienes ofrecieron una emotiva interpretación en quechua y español de “Katatay”.
La fiesta terminó con el violín de Máximo Damián y la voz de su esposa. El espíritu del Tayta Arguedas cerró su fiesta cantando y bailando, como le gusta.
Recuerdos y valoraciones
Carmen María Pinilla, especialista en Arguedas, evocó al maestro a partir de su compromiso con la literatura y las culturas vivas, un testimonio y una contribución constante a lo largo de su vida, una ofrenda que se mantiene y se mantendrá viva.
El padre Gustavo Gutiérrez destacó la imagen de los marginados en la obra de Arguedas, pero sobre todo la importancia de su mensaje de esperanza. Finalmente, el ministro de Cultura, Juan Ossio, y el antropólogo José Matos Mar resaltaron su enseñanza en el respeto de la diferencia.
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