El mecenas
por Eloy Gómez Rube


Cádiz. Enero, 1981.

ALVAREZ CASCOS
Muchos de los grandes artistas de todos los tiempos para triunfar, además de su arte han tenido que apoyarse en la fi­nanciación de los llamados mecenas, es decir, de una persona poderosa que protege a literatos y artistas en general. Esta es la acepción aséptica que ofrece el diccionario de la voz Mecenas. En el Renacimiento sobresalen los Médici, hoy son las instituciones bankarias y los políticos locales, en muchos casos, los que han sustituido a los antiguos mecenas clásicos. Existen mecenas legales que emplean su dinero e influencias para apoyar jóvenes artistas por mero amor al arte, otros simplemente se adjudican este título por vanidad y conveniencia política. Este es el caso de este mecenas, mejor expresado, aspirante a mecenas sureño con tinte de señorito andaluz pero con la etiqueta " progresista" del socialismo.

Su casa es un bello palacio urbano de estilo romántico con fachada de azulejos rosa y que asoma sus elegantes balcones a la azul bahía trimilenaria de Nancoa (ciudad ficticia, situada en el Sur de Andalucía). Él es un conocido cardiólogo y su hermano ocupa una cartera ministerial en el gobierno central. El país acaba de salir de una larga dictadura y, sin cultura democrática ni de partidos, éstos han debido crearse de la noche a la mañana y ¡ válgame el cielo la chusma que en muchos casos se han afiliado a estos!. Gracias a su hermano, el señor ministro, nuestro mecenas ha tenido la oportunidad de codearse con la alta sociedad española e internacional, de otra mane­ra nuestro mecenas no habría salido del circulo local de sus amistades, una clase media-alta con algo o muchas pelas pero bastante cateta. Además, el mecenas quizá para resarcirse de la fama de su hermano y no caer en el anonimato, es un sagitario necesitado de notoriedad, se ha afiliado al partido contrario, y que se prevé que pronto va a tomar el poder, y se ha hecho con la presidencia del Aula Socialista de Cultura local.

Como gran burgués que es, él cree que puede ir por ahí dando patadas a diestro y siniestro, jugando con las ilusiones y esperanzas de cuantos artistas acuden a su casa en busca de ayuda. Pero la verdad es que el tipo ayuda poco, su título es mas ficticio que real, y sólo da para una foto y un pie de página en el periódico local. Y fruto de su malsano juego es la triste histo­ria de un escritor que, frustrado con este juego, se colgó agobiado una noche de un árbol frente a la casa-palacio del jodido mecenas.

Enrique, el joven escritor y sujeto principal de esta historia, conoció a Miguel de Cies y Beltrán, que así se llama el mecenas, por mediación de un conocido escritor local que vive en Madrid pero que cada año veranea en la vieja ciudad de Nancoa, una tarde en la recoleta playa local de La Ventolera. Atardecía y, en la playa, el Sol en su casi retirada había pintado el cielo con variados colores, la avenida de oro palpitante que dibuja el Sol sobre las aguas aún cegaba la vista de quien osara mirarla mas de un par de minutos. Enrique estaba absorto contemplando el mar y el baile en circulo de las gaviotas mientras unos jóvenes bañistas jugaban en las templadas aguas atlánticas. El aguardaba sentado en una rústica silla del chiringuito al conocido escritor local que le había citado allí sobre esa hora. Con la aparición de Venus en el cielo llegó Antonio Ruiz el escritor, que venía acompañado por un tipo alto, delgado, algo bebido y de elegante porte.

—Hola Enrique, voy a presentarte a Miguel de Cies, el podrá ayudarte bastante en tu carrera profesional -dijo Antonio Ruiz sin aún haber tomado asiento.

—Hola, encantado, soy Enrique -se presentó nuestro escritor estrechando la mano del tipo elegante y futuro protector.

—Estupendo Enrique, Antonio me ha hablado muy bien de tí diciéndome que posees madera de excelente narrador.

El camarero trajo dos sillas mas y una mesa, los tres hombres tomaron su primer vaso de tinto fresco, luego otro y otros hasta que la mesa estuvo repleta de vasos que el camarero no se molestó en retirar. Enrique, alentado por An­tonio, comenzó a explicarle a su futuro mentor sus proyectos y biografía.

—Lo primero que deseo hacer es un trabajo sobre música garnati en Marocco.

— ¿Música gamati? -preguntó extrañado don Miguel.

—Si -afirmó Enrique para pasar a explayarse:

—Mire usted, durante años me he recorrido casi todo Marruecos haciendo comercio y conociendo aspectos culturales de ese país que me fascina. Invertía dinero en cerámica, vestidos, orfebrería y cosas así, luego me recorría todas las ferias de Andalucía vendiendo estos originales productos, sacaba lo invertido y algo mas, y volvía a marcharme de nuevo. Como soy un tipo bastante curioso y comunicativo fui tomando notas sobre el idioma, costumbres populares y religiosas, métodos de medicina islámica, en fin, cualquier cosa que me llamara la atención. Y una noche de Ramadán, en Xauen fui invitado a una fiesta, en ella se tocaba una músika tan genial que quedé enamorado de ella y al preguntar por su origen me respondieron : " jai, es música de tu país andaluz, esta se interpretaba en las cortes de Córdoba y Granada cuando el imperio islámico de Al-Andalus”. He tomado notas y consultado libros pero aún me falta mucho por hacer.

A don Miguel le pareció un proyecto interesante, prometiéndole su ayuda por mediación de su hermano el ministro. Mientras Enrique desgranaba otros proyectos, Miguel echaba oblicuas y sátiras mirando a unas jovencitas morenas que estaban sentadas próximas a su mesa. Al cabo de un buen rato, Antonio Ruiz el escritor y su amigo se excusaron ante Enrique aduciendo que debían marcharse, pues tenían una cita inaplazable. Al despedirse de Enrique, don Miguel le dijo a este: “¡toma mi tarjeta, ahí está mi número de teléfono, llámame cuando te apetezca y concertamos una cita mas tranquilo! ¿vale?”

—Sí claro, lo haré y no tardaré mucho en hacerlo, ese trabajo me fascina y no necesito mucho dinero -prometió Enrique lleno de esperanza y satisfacción.

Ambos hombres desaparecieron en la principiante oscuridad de la noche desdibujándose sus figuras en la lejanía. Enrique estaba contento ya que parecía haber encontrado un brazo en el cuál apoyarse pues sin padrino no hay quien se bautice, dice el refrán. Y en el mundo de el arte, como en cualquier otra actividad, sin una buena tarjeta es difícil sobresalir. Sobre todo en este mundo de farándula, donde tanto te juegas las traiciones y planchas, son de cuidado.

Aquella noche Enrique estaba contentísimo con su buena estrella. Con algo de dificultad, pues su situación económica es desesperante, consiguió algunas pelas y comprándose algunas cervezas se encaramó en lo alto de su torreón. Allí, contemplando la ciudad con sus intrincadas y laberínticas calles, las antiguas iglesias y el cielo bordado de estrellas azules y rojas, se entregó a poéticas ensoñaciones por las fundadas esperanzas que aquella tarde había recibido, y así, en lo alto, pasó toda la noche.

Los días fueron sucediéndose y ,casi sin caer en la cuenta, el final del verano había llegado. La ciudad quedó como siempre un poco mas vacía pues los turistas retomaron a sus lugares de origen. También el famoso escritor local volvió a su Madrid de su sufrimiento para buscarse la vidilla en un circo donde el no tenía ningún papel destacado. Lo de la fama era un pegote que se tiraba en su pequeña ciudad provinciana. La ciudad en fin volvió a su calma. Enrique, durante todo el verano, no había parado de producir nuevas historias y poemas a pesar de no poder publicar nada por falta de dinero y apoyo de las instituciones por su estilo ácido y poco amigo de engordar tópicos. El hambre achuchaba y no solo eso, sino que además necesitaba arreglar tres cristales rotos de su balcón por donde penetraba un frío mas hiriente que cuchillos bien afilados. La única posibilidad para remediar ambas situaciones era publicar, vender algunos ejemplares, quizá así alguna editorial le descubriría, y con ello cambiar su suerte. O que un director de ci­ne o teatro encantado con el texto quisiera llevarlo a la pantalla o a la escena, un escritor desea vivir de su arte y soñar le está absolutamente permitido.

Primeramente Enrique hizo una selección de sus muchos textos que dormían el sueño de los justos en cantidad de carpetas, y es que Enrique, sin contar con el apoyo moral que todo artista necesita para animarse a crear, era un tipo bastante prolífico. Cuando hubo escogido aquellos que le parecieron los mejores, después de ardua selección ayudado por el parecer de algunos amigos, eligió tres relatos cortos: La casa roja, Extorsión y Vivir o el limbo. No había desestimado la idea de trasladarse a Marruecos para realizar su trabajo de investigación musical pero, mientras llegaba esa ayuda económica, lo mas prioritario era publicar esos relatos. Ya estaba cansado del frío y los bocadillos que sus colegas le llevaban a casa, su salud estaba seriamente resentida. Así que fue a visitar a don Miguel el socialista. Llamó al timbre, una voz preguntó:

— ¿ quién es ?

— ¡ Soy Enrique !

— ¿ qué deseas ?

— ver a don Miguel.

— aguarda un segundo, voy a ver si está.

Pasaron un par de minutos y por el telefonillo sonó la voz:

- Empuja y cierra la puerta. Sube al primero y espera un segundo.

- Vale, gracias.

Abrió la puerta, subió como le habían indicado y aguardó la presencia de don Miguel. Este apareciendo le invitó a que pasase al pequeño saloncito con jarrones y armaduras chinas. Don Miguel vestía elegantemente enfundado en un batín de Cachemira.

—Tú dirás, Enrique, qué te trae por aquí.

—La verdad, don Miguel, que dos necesidades.

— Háblame de tú por favor -rogó el burgués.

— Está bien Miguel. Primeramente deseo explicarte como pienso desarrollar mi trabajo musical y cuanto dinero necesitaría para ello. Lo segundo es dejarle estos tres relatos, léelos y si te parecen buenos y publicables podrías sacarlos con fondos del Aula de Cultura. Mientras no me llegan noticias de Madrid podría vender ese libro y obtener algunas pelas, mi situación es de extrema penuria Miguel, apenas dispongo de dinero para comer y sobre todo me muero de frío, necesito arreglar unos cristales.

—Bien, explícame sobre ese trabajo musical -atajó el tipo que no estaba dispuesto a escuchar los problemas de Enrique.

—Mira, quiero estructurarlo en tres capítulos. El primero sería realizar una breve historia de Al-Andalus; el segundo trataría de la historia de la Música Árabe/Persa, su traslado a Córdoba y Granada donde se transformó en una música propia, su estructura, horarios para interpretarla y asuntos así, vamos, anecdóticos. La última parte consistiría en una selección de textos. Ya dispongo de muchos datos recopilados de anteriores viajes y por libros estudiados aquí. La verdad que para llevar a cabo mi proyecto no necesito mucho dinero, solo para pensión y comida, que son baratas, y además yo me busco bien la vida, a veces limpiando la pensión obtengo reducción de precios y cosas así. Fotocopias de textos, para no estar mucho tiempo en Marocco gastando pelas y que luego puedo estudiar de vuelta a España, algunos desplazamientos entre Tetuán, Tánger, Xauen y Rabat, fotos y cintas para el cássete.

—Me parece una idea muy buena, muy interesante, creo que no existen muchas publicaciones sobre este tema en nuestro país. También su estructura me parece perfecta y se nota que has estudiado bastante el tema, la verdad es que si realizas un buen trabajo puedes dar un campanazo y creo en tu capacidad para este trabajo.

-La verdad es que sí –respondió Enrique -que he estudiado y escuchado mucha música en mis viajes por Marruecos. Soy un tipo bastaste intrépido y no me corto un pelo para meterme donde sea, en la misma boca del lobo. Además allí me visto como un musulmán y eso me abre muchas puertas.

-¿ Y lo de tus relatos ? -preguntó a Enrique.

-Pues mira Miguel, son tres relatos, bastante cortos, me gustan así, sin emplear muchas páginas para contar una buena his­toria. Normalmente son relatos sobre vidas duras, golpeadas por la marginación y la droga. La idea -prosiguió- es publicarlos con fondos del aula que tu presides. Su publicación no será muy costosa, acostumbrados como estáis a pagar un pastaje a un menda por una conferencia, además me echáis un cable. Todos ganamos, yo con su publicación y venta, vosotros cumpliendo como organismo cultural de izquierda.

-Me parece buena idea. Mira Enrique, esta noche voy a llamar a mi hermano a ver bajo que fondos de su ministerio podemos conseguir dinero para ese trabajo en Marruecos, y mañana enviaré tus relatos a la Comisión del Aula. Si les gusta preguntaremos cuanto vale imprimir 2500 ejemplares

¿que te parece?

-Hombre, sería cojonudo.

-Pues bien, déjame los textos y pásate dentro de cuatro o cinco días por aquí ¿vale?

-Vale, y gracias Miguel, necesito ese cable de verdad, creo que soy buen escritor y, con un poco de ayuda podría vivir de este arte y estarte eternamente agradecido.

-Para eso está el Aula Enrique, para ayudar a gente que vale.

Enrique y Miguel se despidieron con la promesa de volver a verse dentro de algunos días mas tarde. Enrique estaba exultante y lleno de esperanzas. Si ambas cosas salían eso podría significar un giro de 360° en su vida, adiós a la indigencia, al frío , al silencio, tenía fe en su valía como poeta y escritor. Se encontró en el bar Ángelus de su barrio con algunos colegas a los cuales hizo partícipes de su alegría. Y así pasaron los cuatro días que don Miguel el mecenas le había dado de plazo para informarle de la resolución de ambas propuestas. Llegado el día de la cita volvió Enrique de nuevo a golpear el timbre de la lujosa mansión rosa.

—Si, ¿ quién es ? -preguntó una voz por el telefonillo.

—Soy Enrique, tengo cita con don Miguel.

—Si, sube al primer piso y aguarda un poco. Don Miguel no se hizo mucho esperar.

—Hola Enrique ¿ que tal estás ?

—Expectante.

—Tengo buenas noticias para ti. A mi hermano le ha encantado la idea y me ha prometido que en quince días tendrás noticias que casi seguro van a ser positivas. Y sobre la Comisión del Aula te diré que le han parecido muy buenos tus relatos, van a pedir varios presupuestos para su edición, y en una semana a mas tardar te diré si hay dinero o no para publicar, parece que todo va a tu favor ¿ no te parece ?

—La verdad que si, y no sé como agradecértelo.

—Pues cuando te den el premio Cervantes o el Novel acuérdate de mi -dijo bromeando don Miguel.

—Me acordaré de usted y de su inicial apoyo toda mi vida.

—Ya sabes, pásate de nuevo por aquí, lo mas tardar dentro de una semana, y te diré definitivamente si vamos a publicarte esos relatos o no, aunque te anticipo que tienes el 100% a tu favor.

Enrique no cabía en si de felicidad. Estaba seguro, le habían ofrecido toda la seguridad del mundo de que sus relatos se publicarían y que pronto en todas las librerías de su ciudad aparecerían las estanterías con su libro. Y, conociendo Enrique a tanta gente, estaba seguro que en un mes o dos tendría vendida la primera edición, esto alentaría a las instituciones o a otras editoriales que publicarle era una buena inversión. Al sexto día de su entrevista con don Miguel volvió para conocer las últimas noticias Enrique a la mansión rosa, timbreó.

—Si, ¿quién es?

—Soy Enrique, tengo cita con don Miguel.

—Mira Enrique, Miguel me ha dicho que vengas mañana.

Así lo hizo, timbreó y la voz preguntó:

—Si ¿ quién es ?

—Soy Enrique, don Miguel me dijo que viniera hoy.

—Enrique, Miguel ha salido de viaje, dice que la próxima semana puedes venir a verlo.

La duda comenzó a hacer mella en él. No creía que don Miguel le hubiera mentido y mantenido sus ilusiones en valde, pero la duda ya estaba planteada. La semana pasó expectante para Enrique y de nuevo volvió a la casa de don Miguel. De nuevo la voz del telefonillo le dio largas, esta vez que don Miguel estaba en una reunión y que dentro de cuatro o cinco días volviera de nuevo. Así lo hizo, y la voz volvió a citarle para dentro de una semana alegando otra historia. Pero esta vez Enrique pudo observar que don Miguel estaba en la casa y se ocultaba detrás de los visillos. Estaba claro, el tío le había mentido, se había tirado el rollo de hombre importante, mecenas socialista y progresista, pero todo había sido un farol, un engaño, un vacilar, un jugar con las esperanzas, sueños y futuro de un joven escritor que le había creído y puesto sus esperanzas en él. No había nada que hacer, adiós a su viaje de estudios a Marruecos y aquella idea tan formidable de realizar un trabajo de investigación tan interesante. Ahora vendría otro tipo con mas apoyo y le robaría la idea, quizá el ministro le soltó a algún listillo de universidad ese proyecto y la gloria sería para otro. Anteriormente también le había robado alguna historia el famoso escritor local al cuál le sopló la idea de un relato ¿pero quién le iba a creer a él contra el escritor famoso?. Adiós a la publicación de sus primeros relatos que tan importante eran para él, adiós a todo.

El bajón moral fue absoluto, se sintió engañado, tirado, sin ilusiones para proseguir. Su futuro estaba por el suelo. Los amigos trataron de animarle, diciéndole que aquel tipo no era todo el mundo ni el único que podría ayudarle, que quizá no le estaba dando el esquinazo, que solo se trataba de esperar un poco, que aunque hubiera visto al pendejo escondido tras los visillos eso no significaba nada, quizá simplemente ese día no estaba bien dispuesto. Lograron serenarle y animarle. La semana pasó y volvió a insistir ante don Miguel.

—Si, ¿ quién es ?

—Soy Enrique, tengo una cita con don Miguel.

—Enrique, Miguel me ha dicho que vuelvas dentro de unos días, que está en Madrid arreglando unos asuntos de su aula.

Esta vez para Enrique no hubo mas dudas, descaradamente don Miguel se estaba cachondeando de él. Se marchó a casa y se encerró, esta vez no buscó consuelo en sus amigos, la depresión fue total, se emborrachó, buscó una cuerda en su buhardilla, tomó dirección a la casa de aquel hijo de puta que se había reído de él. Subió a un árbol y fijó la cuerda en un brazo fuerte del mismo, otro extremo a su cuello y saltó al vacío.

Al rato un fuerte viento se abatió sobre la ciudad, el balcón del piso principal del mecenas se abrió de par en par. Don Miguel se puso su elegante batín de Cachemira y dirigiéndose al balcón lo cerró. Sin embargo, al cerrar el balcón observó un cuerpo colgando de un árbol, llamó a la policía para que descolgaran tan poco estético fruto del árbol y se acostó.

A la mañana siguiente, al leer el periódico supo la identi­dad del suicida. Le comentó irónicamente a su esposa: "fíjate Margarita, ¿ has visto ? ¡que poco aguante tiene la gente! ¡la verdad es que no siento el menor remordimiento!". Bajó a su consulta a trabajar y estuvo muy amable con su clientela. Aquella misma tarde don Miguel pronunció una conferencia como presidente del Aula Socialista de Cultura : Moralidad en política. Mas cínico imposible.