Cerámica
árabe II
CERAMICA ABASI
Las vasijas de uso doméstico,
dejaron paso a un tipo de vajilla de lujo que tuvo gran demanda. La primitiva
técnica del esgrafiado perdió su tosquedad al darse una
segunda capa de arcilla (engobe) sobre el barro. En esta capa se grababan
los dibujos y luego se recubría todo con un vidriado transparente
de plomo, acabado que podía salpicarse con pinceladas de colores
amarillos, verdes o púrpuras que se fusionaban con el fondo.
El gusto por el lujo y la voluntad de imitar los utensilios de oro, hizo
que en diversas regiones apareciesen casi simultáneamente la cerámica
lustrada o de reflejo metálico. Sobre la vasija, ya cocida y vidriada,
se aplica una segunda capa muy tenue, mezcla de óxido de cobre
y otras materias y luego se vuelve a cocer la pieza a baja temperatura.
El resultado es una cerámica que, según la temperatura de
cocción y los materiales añadidos al óxido de cobre,
puede ofrecer los más variados matices y tonos: oro, rubí,
púrpura, amarillo, castaño, etc. La novedad de este tipo
de cerámica no residió solo en la aportación técnica,
sino en los motivos decorativos, entre los que empezó a tener gran
importancia la escritura cúfica, con unos caracteres lineales de
gran plasticidad.
El centro productor más renombrado de este tipo de cerámica
fue Bagdad, si bien los principales yacimientos se han encontrado en Samarra,
con piezas de todo tipo (bandejas, cántaros, escudillas, etc.)
entre las que destacan las de lustre rubí, de una gran delicadeza
cromática.
La cerámica superó su aplicación al utensilio doméstico
y se empleó en baldosas y azulejos para revestir paredes, innovación
que, especialmente en el occidente islámico (Al-Andalus), alcanzó
un auge excepcional.
Recipientes de los siglos XII-XIII. Loza con vidriado azul
procedente de Rai (Irán)
CERAMICA SELYUCIDA
Los selyúcidas volvieron a dar un nuevo período de esplendor
a la cerámica persa en ciudades como Rai y Kasan. Se fabricaron
diversos tipos de cerámica, desde vasijas con vidriado monocromo
a semejanza de modelos chinos, hasta la cerámica llamada lakabi
(pintada), con un tipo de decoración que recuerda las labores de
cloisonné, el más notable de ellos fue el de reflejos metálicos.
La calidad decorativa de esta cerámica no reside únicamente
en sus representaciones de figuras aisladas o en sus animadas composiciones
(soberano entronizado, procesiones, animales, signos de los meses, etc.)
en blanco sobre un fondo lustrado, o las realizadas a la inversa, sino
en las orlas caligráficas que constituyen el marco de aquellas.
De la experimentación, o tal vez de los hallazgos casuales, surgieron
importantes variantes de la técnica de la cerámica lustrada,
como el minai (esmalte), variante en la que por encima y por debajo de
un vidriado transparente se aplicaban siete colores, con una gran brillantez
cromática.
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