EDITORIAL Diez años de paz firme y duradera
Los 36 años de enfrentamiento armado interno terminaron oficialmente hoy hace 10 años, con la firma de los acuerdos de paz firme y duradera, negociados durante varios años, tanto por representantes de las partes directamente implicadas en el conflicto, como por ciudadanos guatemaltecos y personas e instituciones de otros países que aceptaron trabajar para que terminara el derramamiento de sangre.
A 10 años de distancia, se puede intentar hacer un análisis sereno no sólo del conflicto en sí, sus causas y desarrollo dentro del marco de la realidad nacional e internacional, sino de la forma en que se desarrollaron las conversaciones de paz.
Pasado ese tiempo, sobresale el hecho de que fue adecuado firmarlos porque ponían fin a una virtual guerra civil cuya peor característica fue el haber corroído al país durante dos generaciones completas.
Este tiempo tan prolongado estuvo relacionado con que fue una lucha sorda, casi desconocida para muchos guatemaltecos, porque no involucró a la totalidad del territorio y porque la capital no fue por mucho tiempo el escenario de la guerra.
La mayoría de las víctimas de ambos bandos residía en pequeños poblados, en aldeas, y fueron las que integraron el éxodo de refugiados que abandonaron el país. Esta guerra es uno de los capítulos históricos que aún falta por escribir con serenidad y con la idea de reconocer los abusos de los dos bandos, así como las diversas circunstancias del mundo bipolar que terminó con la desintegración de la Unión Soviética.
Los acuerdos de paz deben ser considerados como un esfuerzo para que Guatemala dejara atrás las tristes huellas de la guerra y sus efectos en todos los campos. Entonces y ahora han sido criticados, porque se les considera demasiado optimistas y casi irreales en muchos casos. Con un espíritu fundamentalista se puede decir que no han sido cumplidos en su totalidad, o que no han sido respetados.
Eso puede ser verdad al analizarlos en su conjunto, pero tampoco se pueden negar los avances, aunque pudieron haber sido más amplios.
En ese sentido, estos acuerdos marcaron el ingreso oficial de Guatemala en la realidad mundial posterior al fin de la Guerra Fría, ingreso que se había retrasado porque pareció como si nadie hubiera recordado que ya no tenía sentido una lucha que giraba alrededor de tratar de imponer o de intentar impedir el establecimiento de un gobierno con bases ideológicas ya superadas por la historia.
Pasados 10 años, la tarea principal debe tener dos fines: el primero es avanzar en aquellos temas que ya están encaminados e iniciar los que faltan, y el segundo es realizar una amplia campaña de explicación, tanto acerca del enfrentamiento armado interno como de los acuerdos de paz, dirigida a toda la población, pero en especial, a quienes tienen menos de 35 años, que por ello constituyen el segmento mayoritario y no han podido conocer esa importante parte de la historia guatemalteca, por la simple razón de no haber sido escrita con rigor científico y fuera de la presión de las pasiones ideológicas.
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