Una excelente biografía de Alekhine


Alexander Alekhine (1892-1946)


"El rey que murió sentado en su trono"

por David Llada

www.davidllada.com

"Muchas cosas distinguen a Alexander Alekhine entre el resto de las grandes figuras de nuestro juego. Fue el primer Campeón del Mundo ruso, y también el primero que consiguió recuperar la corona en un duelo de revancha tras haberla perdido. Se trata además del único Campeón Mundial que falleció en posesión del título. Pero por encima de todo, Alekhine será siempre recordado por sus combinaciones antológicas, que todavía despiertan admiración entre los mejores jugadores de la actualidad"


Alexander Alekhine vino al mundo en Moscú, el 31 de octubre o el 1 de noviembre de 1892; depende de si tomamos como referencia el calendario juliano, o bien el gregoriano, que era el vigente en Rusia hasta 1918. Personalmente, prefiero tomar como fecha más adecuada el 1 de noviembre, por ser la que aparece inscrita en su tumba en el cementerio parisino de Montparnasse.

Tal parece que este hombre fue dotado por la providencia con un inmenso talento ajedrecístico, para compensar de alguna forma todas las desdichas que atravesó a lo largo de su vida. Pero para comprender mejor su controvertida personalidad, que describiremos más adelante, es necesario detenerse en las circunstancias de su infancia.

Alekhine nació en el seno de una familia más que acomodada. Su padre, Alexander Ivanovich, era Licenciado en Historia de la Filología en la Universidad de Moscú, y miembro de la Duma; su madre, Agnesa Prokhorovna, hija de uno de los industriales más ricos de la época. Sin embargo, no podemos hacernos un retrato muy favorable de los progenitores del ajedrecista a través de los testimonios que se conservan sobre ellos. De su padre se dice que derrochaba cantidades ingentes de dinero en los casinos de la Costa Azul; de su madre, que era alcohólica y adicta a los narcóticos, motivo por el cual nunca se ocupó realmente del cuidado de sus hijos. Alexander caería años después en los mismos errores.

Una muestra de las pequeñas excentricidades de la señora Prokhorovna fue el hecho de bautizar a sus retoños con nombres de los personajes de las obras del gran dramaturgo ruso A. Ostrovsky. El primogénito fue llamado Alexei, la única hija, Varvara, y el futuro campeón mundial... fue bautizado como "Tisha". No fue sino hasta 1907 que su padre le cambió el nombre por el de Alexander, con el cual pasó a la historia.

De forma parecida a lo que sucedió con uno de sus predecesores, E. Lasker, fue Alexei, el hermano cuatro años mayor que él, quien enseñó las reglas del juego a Alexander, cuando éste tenía siete años de edad. Hacia los 11 o los 12 empezó a jugar un poco más en serio, y también por entonces empezó a exhibir sus habilidades para jugar 'a la ciega'.

Alekhine era además un buen alumno -aunque distraído-, que destacaba en todas las materias, excepto, curiosamente, en las matemáticas. También es cierto que sus profesores le trataban con cierta permisividad desde que, siendo aún estudiante, se convirtió en Campeón de San Petersburgo. Después, continuó los estudios en la Escuela Militar de esta ciudad y en la Escuela Imperial Superior de Leyes para Nobles, y se graduó como abogado en 1914, homologando este título 11 años después en París. También se atribuyó a sí mismo durante mucho tiempo un doctorado en la Sorbona, pero es muy probable que fuera una invención suya, y ninguno de sus biógrafos ha conseguido pruebas de ningún tipo que demuestren su paso por esta institución parisina.

Los primeros éxitos en el tablero los consiguió Alekhine a orillas del río Neva: En San Petersburgo logró en 1909 el título de Maestro de Rusia, a los 16 años, y tras un par de pruebas menores en Hamburgo y Estocolmo, en esa misma ciudad consiguió en 1914 su primer gran triunfo, empatando con el primer puesto con Aarón Nimzovich.

Apenas unos meses después tuvo ocasión de enfrentarse a los mejores jugadores del mundo, de nuevo en San Petersburgo, y con ello refrendaría su fuerte nivel: Si bien el triunfo fue para Lasker, y el segundo puesto para Capablanca, Alekhine consiguió situarse ya como el tercer hombre del ajedrez mundial, aventajando a jugadores consagrados como Tarrasch y Marshall. Estos cinco jugadores que ocuparon la cabeza de la clasificación, fueron los primeros ajedrecistas en la historia en recibir la distinción de "Gran Maestro", que les fue otorgada por el Zar Nicolás II de Rusia.

Los 5 primeros clasificados del torneo de San Petersburgo 1914

De pie, de izquierda a derecha: Alekhine, Capablanca y Marshall

Sentados: Lasker y Tarrasch

Tras ese éxito la fatalidad se cruzó por primera vez en su vida: mientras disputaba -exitosamente- el torneo de Mannheim (Alemania), se declaró la primera guerra mundial, y tanto él como algún otro de los participantes, como Bogoljugov por ejemplo, fueron hechos prisioneros. Sólo gracias a la influencia de su familia y a diversas artimañas pudo eludir la cárcel y regresar a Rusia.

Por desgracia, tampoco en su país encontró la paz: en 1917 se produce la revolución bolchevique, y en esta ocasión, a Alekhine le perjudicó el pertenecer a una familia noble. Toda su fortuna fue confiscada, y el Maestro dio de nuevo con sus huesos en la cárcel. Cuenta la leyenda -sólo Alekhine sabía lo que realmente ocurrió, y sobre esta historia ha dado testimonios contradictorios-, que llegó a serle anunciada su ejecución, pero que al final pudo ser liberado gracias a la actuación en su favor del mismísimo Leon Troski, quien se personó en su celda para jugar una partida con él. Sea verdad o fantasía, Alekhine consiguió salir del país y encontrar asilo en Francia, cuya nacionalidad adquirió.

Aunque Alekhine ya había lanzado sus primeros desafíos al Campeón Mundial, José Raúl Capablanca, aún no había sido tomado en consideración por éste. Pero en esta época, en tres años sucesivos, Alexander consiguió tres notorios éxitos: Venció claramente en Baden-Baden (1925), derrotó por primera vez a Max Euwe en un encuentro particular (1926), y por último, y mucho más importante, consiguió el segundo puesto en el torneo de Nueva York, sólo superado por el cubano. Esto obligaba a Capablanca a aceptar su desafío, ya que se había comprometido públicamente a poner su título en juego ante el jugador mejor clasificado en ese torneo.

Alekhine (izquierda) frente a Capablanca, en Buenos Aires 1927


El encuentro se celebró en Buenos Aires entre septiembre y noviembre de 1927, y la verdad es que nadie apostaba por el aspirante. Capablanca le había aventajado en Nueva York por 2'5 puntos, y el aura de imbatibilidad del cubano aún se mantenía. Pero Alekhine había estudiado a fondo las partidas de su rival, sabía que su juego no era tan perfecto y que a veces cometía pequeñas imprecisiones. Asombrando a medio mundo, el gran Alekhine se coronó como el cuarto Campeón Mundial de la historia.

Hay que decir aquí que las relaciones entre ambos ajedrecistas eran pésimas, y de hecho se evitaron hasta el punto de no volver a enfrentarse entre sí hasta nueve años más tarde. El motivo de esta enemistad eran las condiciones excesivamente duras que, según Alekhine, Capablanca había establecido para quien quisiera desafiarle. Como venganza, Alekhine se negó a aceptar cualquier petición de revancha por parte del cubano si no se daban las mismas condiciones que éste le había exigido anteriormente a él.

En cambio, Alekhine sí aceptó defender su título, en condiciones menos estrictas, frente a otros jugadores. El primero de ellos fue Efim Bogoljubov, al que se impuso fácilmente en 1929 (Weisbaden) y en 1934 (Baden-Baden). También, sin la competencia de Capablanca, Alekhine logró importantes triunfos en esta época, como sus aplastantes victorias en los torneos de San Remo en 1930 o de Bled en 1931.

Precisamente en Bled trascendió por primera vez el hecho de que Alekhine tenía serios problemas con la bebida, lo que sacó a relucir lo peor de su carácter, bastante agriado ya tras los numerosos infortunios sufridos. El ilustre historiador Ricardo Calvo, con su fino humor, lo definía así: "Alekhine era realmente un caso: obseso, egoísta, infantil, bebedor, y excluido definitivamente de todas las antologías de vidas ejemplares".

Estos problemas con la bebida tendrían sus consecuencias en su siguiente defensa del título, ante el holandés Max Euwe. "Alekhine comenzó a beber a partir del primer momento crítico, en la partida 18", cuenta el propio Euwe. La situación se fue agravando conforme avanzaba el encuentro, y sin que podamos aventurar si la bebida fue la consecuencia o más bien la causa de su mal juego. Lo que es un hecho es que Alekhine jugó varias partidas bastante ebrio y fue derrotado.

Muy dolido, Alekhine hizo propósito de enmienda y trató de poner un poco de orden en su vida. "Así no puedo volver a Moscú. Lo haré sólo como campeón del mundo", dijo en alguna ocasión. Dejó la bebida, y abandonó también por un tiempo el tabaco. De nuevo se enfrascó a estudiar en profundidad el juego de su adversario, y en cuanto tuvo ocasión de obtener el desquite, en 1937, recuperó el trono que según muchos nunca debería haber perdido. Kotov, en su biografía sobre el Campeón, señala: "Alekhine sorprendió tres veces al mundo del ajedrez: al ganar contra Capablanca, al perder contra Euwe, y al recuperar el título contra Euwe".

Poco le duraría la alegría. Al año siguiente de que Alekhine recuperase su título, Hitler se anexionaba Austria, y la guerra era una realidad inevitable. En 1939, aunque Alekhine ya tenía apalabrado su próximo duelo con el joven Botvinnik, el inicio de la segunda guerra mundial impidió su celebración.

Nuestro biografiado estuvo en Alemania en mitad de estos acontecimientos, y optó por hacer lo que siempre había hecho: jugar al ajedrez. Los torneos no abundaban precisamente, y muchos de los antiguos compañeros ajedrecistas, por ser de origen judío, o bien habían tenido que exiliarse o bien habían sido hechos prisioneros. Pero Alekhine pudo participar en varios torneos entre 1941 y 1943: Munich, Salzburgo, Cracovia, Praga... Todo ellos aparte de varias exhibiciones de simultáneas en acuartelamientos militares, y alguna que otra partida amistosa con Hans Frank, el sanguinario gobernador que Hitler dispuso para la Polonia invadida.

Alekhine en Praga, 1942

Esta aparente indiferencia de Alekhine ante lo que sucedía a su alrededor, o incluso su aparente connivencia con el régimen nazi, derivó en una fuerte polémica tras la aparición de unos artículos publicados en un diario que editaban los alemanes en el París ocupado, el "Pariser Zeitung", que llevaban su firma, y que tenían un marcado todo antisemita. Es una evidencia que varias de las afirmaciones que aparecen en ellos, en lo relativo a conceptos ajedrecísticos, pertenecen a Alekhine, pues eran ideas particulares que ya había expresado con anterioridad; por ejemplo, sus apreciaciones sobre Steinitz y Lasker. Lo que es discutible es la interpretación racial que se le dio a estas opiniones meramente ajedrecísticas. "No hay en esos artículos una sola palabra mía", dijo en años a posteriores a la guerra a cuantas personas quisieron escucharle, o bien por escrito. Se le reprocha a Alekhine que si los artículos no eran suyos, no hubiese protestado por su publicación. Pero como el propio campeón explicó con toda lógica, estando él en ese momento en mitad de la Alemania nazi, haber hecho eso hubiera sido una auténtica temeridad, por no decir que un suicidio.

Aunque todo son conjeturas, lo más creíble es que diversos trabajos y puntos de vista expresados por Alekhine hayan sido utilizados como herramienta de propaganda, añadiéndoles a posteriori todo el contenido racista. Ricardo Calvo apuntaba en uno de sus artículos hacia la posible responsabilidad de Alfred Brinckmann, al que define como "el referente de ajedrez del aparato hitleriano", y que ya conocía a Alekhine desde mucho tiempo atrás (Haciendo gala de su enorme perspicacia como historiador, Ricardo aportaba como prueba una partida entre ambos fechada en 1921). Este siniestro personaje participó, vestido de uniforme militar, en el torneo de Madrid de 1943.

La cuestión es que, a pesar de que Alekhine no sufrió el mismo trágico destino que muchos de sus compañeros judíos, al finalizar la guerra era una persona física y anímicamente destruida. La revolución de octubre le había privado de su herencia. La segunda guerra mundial le hizo perder todo lo que había ganado como campeón mundial. "Me han destruido las dos guerras", fue el título de un artículo que escribió por entonces.

En esas condiciones llegó Alekhine a nuestro país, en 1943, y pasaría prácticamente el resto de sus días en la península. Subsistía dando continuas exhibiciones de simultáneas, una tras otra, y alimentando su esperanza con la posibilidad de retomar el suspendido match frente a Botvinnik, o de partir rumbo a América y terminar allí sus días, lejos de la derruida Europa. De estos años por España nos quedaron multitud de anécdotas impagables, algunas bonitas y otras ciertamente tristes, pues el Campeón estaba ya en su ocaso y el alcoholismo y sus conocidas consecuencias se habían acentuado.

El inolvidable historiador Pablo Morán recogió multitud de historias y también datos sobre las simultáneas en una de sus grandes obras, "A. Alekhine, la agonía de un genio", y como continuador de esta tarea podemos citar a Miguel Ángel Nepomuceno, quien precisamente hace unos días me hablaba acerca de lo mucho que aún queda por documentar respecto a las andanzas de Alekhine por España.

Pero no poco lo que ya se conoce bien. Por ejemplo, de su participación en el torneo de Gijón de 1944, dio la vuelta al mundo su partida con Arturito Pomar, en la que el joven prodigio consiguió hacerle tablas cuando sólo tenía 13 años. También en Gijón, en 1945, recibió Alekhine la confirmación de que su estado de salud era grave, y su hígado, afectado por una cirrosis extrema, amenazaba con explotar en cualquier momento. Todo ello no impedía a Alekhine irse a la cama cada noche con una botella de coñac.

Aún la vida le tendría reservadas un par de puñaladas a este desdichado genio. Cuando más activamente estaba trabajando para retomar el suspendido match frente a Botvinnik, se le empezaron a pedir explicaciones acerca de sus "coqueteos" con los nazis durante la guerra. Se le negó incluso la invitación solicitada para participar en torneos en los Estados Unidos. Se cuestionaba que su enfrentamiento con Botvinnik resultase oportuno.

Un absurdo y trágico accidente puso fin a su vida y a todas esas incertidumbres: Alekhine, solo en la habitación de su hotel en Estoril, se atragantó con un trozo de filete, y murió asfixiado [1]; casi podría decirse que lo mató la soledad. Un fotógrafo inmortalizó el escenario de su muerte, logrando una estampa que es uno de los documentos gráficos más importantes y estremecedores de nuestro deporte. En la imagen vemos a Alekhine derrumbado sobre el sillón; a menos de un metro suyo, un tablero de ajedrez, hacia el que pende su mano inerte, como si hubiera querido aferrarse a él en el último momento. Y delante suyo [2], un libro de versos de Margaret Sothburn: "Ése es el destino de todos los que viven en el exilio..." Era el 25 de marzo de 1946; el rey del ajedrez fallecía sin que nadie le hubiera arrebatado el trono.


Su personalidad

La personalidad de Alekhine era ciertamente conflictiva, por muchos motivos más que por su mencionada ambigüedad u oportunismo hacia el régimen nazi. Prepotente, déspota, colérico, alcohólico, o engreído, son sólo algunos de los calificativos que se le adjudicaron. Pero todo ello es comprensible si nos remontamos a los problemas descritos en su infancia.

¿Hasta qué punto dejó todo aquello huella en Alekhine? en opinión de todos sus biógrafos, mucha. Para empezar, es una evidencia que repitió los mismos errores que sus progenitores. Por ejemplo, cuando se alzó con la victoria en el torneo de Baden-Baden en 1925, el Gran Maestro no tardó más que unas horas en jugarse el premio a la ruleta, perdiéndolo todo. Por otro lado, el alcohol se convirtió pronto en su compañero de penurias, buscando en él una forma de evasión a sus preocupaciones.

La práctica ausencia de su madre durante la infancia es interpretada por muchos de sus biógrafos como el origen de sus particulares relaciones con las mujeres. Se casó en cuatro ocasiones, y todas ellas con un factor en común: todas sus esposas le superaban de largo en edad. Su primer matrimonio fue con la baronesa rusa Sergewin (1920), con quien ya tenía una hija ilegítima. Después, tras abandonar a la baronesa, se casó en París con una periodista suiza, Anna Rüegg, con quien tuvo un hijo, Alexander. Más tarde, se casó con Nadiezda Fabritzky, viuda de un importante general ruso, y que incluso tenía una hija un par de años menor que el propio Alekhine. Y por último, volvió a emparejarse con otra viuda, Grace Wishar, que resultó ser la mujer de su vida: aficionada al ajedrez, de nacionalidad americana, respetablemente adinerada, y dieciséis años mayor que él.

Alekhine con su tercera esposa, la condesa Nadiezda Fabritzky Vasiliev, (1928)


Alekhine en las novelas

La arrogante personalidad de Alekhine ha seducido a muchos escritores, que se inspiraron en él y le convirtieron en un personaje de sus obras. Así que podríamos decir que no sólo sus combinaciones le han hecho inmortal.

Otro ilustre emigrante ruso que también tuvo que abandonar su país tras la revolución bolchevique, Vladimir Nabokov, conoció personalmente a Alekhine y se inspiró en él para crear "La Defensa Luzhin", retratando la obsesión por el ajedrez (aunque, gracias a esas licencias que sólo pueden permitirse los novelistas, hay que decir que el entrañable Luzhin también tenía rasgos de Rubinstein).

Por su parte, Robert Brasillach, en su novela "El hijo de la noche", narra una visita de Alekhine a un joven enfermo. Un retrato ciertamente mucho más amable.


NOTA IMPORTANTE SOBRE LA MUERTE DE ALEKHINE:

El historiador leonés Miguel Ángel Nepomuceno ha tenido la cortesía de leer este artículo (y algún otro sobre el que le he pedido consejo) y hacerme llegar sus comentarios y correcciones. Entre ellas, una de cierta importancia, referente a la muerte de Alekhine, que es imprescindible recoger aquí:

Yo asumí en mi artículo la hipótesis de que Alekhine había muerto asfixiado, que es la que Bjelica recoge en su biografía sobre este maestro. El periodista yugoslavo sostenía esta tesis basándose en el relato de un testigo presencial de la autopsia, y yo di esta fuente por buena.

Sin embargo, Nepomuceno me avisa de que ha aparecido hace unos años el informe completo de dicha autopsia, documento del cual él ha recibido una copia por medio de Alexander, el propio hijo de Alekhine. Y este certificado esclarece que Alekhine murió por una ataque al corazón, provocado por la alta presión arterial que sufría el campeón. Con lo cual, una vez aparecida esta prueba documental, podemos dar por prácticamente por zanjada las controversias sobre su muerte.

Nepomuceno también me hace otra puntualización: "delante" de Alekhine (como yo he escrito) no aparece ningún libro de versos. Lo correcto es decir que el mencionado libro estaba "cerca de él, a su lado". Puede parecer un detalle sin importancia, pero yo coincido con Nepomuceno en que sí que la tiene. Como él suele decir: "no dejemos que la historia se convierta en un cuento de hadas".

Así fue hallado muerto, el campeón mundial Alekhine en su hotel de Estoril

Con mi agradecimiento expreso a Nepo concluyo estas notas al pie. Por desgracia sus acertados comentarios no me llegaron a tiempo para rectificar el artículo en la revista (ya estaba en imprenta), pero espero haber puesto remedio a este error desde aquí.


Con mi agradecimiento a David Llada por haber cedido su excelente artículo a esta web

Richard Guerrero, director de "¡Ajedrez Espectacular!"


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