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El Periodista de Tres Arroyos

 

El Periodista

 

Ilustración Mariano Lazcano

 

 


UN FENOMENO DE LAS GRANDES CIUDADES
QUE YA ESTA EN TRES ARROYOS

Tribus urbanas

El fenómeno de las tribus urbanas no es nuevo en el mundo, pero sí en Tres Arroyos. Y por eso llama la atención. Coexisten aquí floggers, cumbieros, góticos, emos, maggots, otakus y cosplayers. ¿Quiénes son? ¿Cómo piensan? ¿Qué hacen? "El Periodista", que entrevistó a integrantes de todos los grupos, trae las respuestas en un exclusivo informe especial

Ellos dicen que no se enfrentan. Que son más las cosas que los unen que sus diferencias. Que todos pueden convivir y que, más allá de que rechazan algunas cuestiones de la cultura dominante, prefieren la adaptación a la violencia. Otros sustentan su posición en la imagen. Algunos hablan a través de su música, y cuando lo hacen, nos recuerdan que la exclusión, el delito, la cárcel, el sexo casual y la droga están aquí nomás, a la vuelta de la esquina. Son las "tribus urbanas", que por efectos de la mentada globalización, el acceso a Internet y la omnipresencia de los medios de comunicación audiovisuales, también llegaron a Tres Arroyos.
El fenómeno no es nuevo. Como suele ocurrir con la dinámica propia de la sociedad, detrás de un cambio de nombres o de una elección estética hay modos de vivir que son tan viejos como el mundo. La aparición de géneros musicales, la consagración de artistas con determinados estilos y el uso que de ellos hizo la cultura de masas siempre generó, de diferentes formas con el correr del tiempo, la existencia de grupos con códigos propios. Hipsters, hippies, punks, heavys, darks, grunges, son apenas modos de nombrar -nótese el común origen inglés de los vocablos-, distintas formas de posicionarse, en general a partir de una creación artística, frente al "otro", identificado sin lugar a equívocos con lo "normal" (otorgándosele a la palabra la doble significación de común y habitual y también, de alguna manera, de sujeto a las normas).
Una simple indagación entre los protagonistas de este fenómeno que hoy los medios denominan "tribus urbanas" basta para advertir que, más allá de estudiadas diferencias en el discurso, la similitud entre los actuales integrantes de algunas de ellas y los miembros de grupos de otras épocas -surgidos entre los '70 y los '80, por ejemplo, como los punks, darks y new romantics, entre otros-, es útil para advertir que se trata de una movida más que, a fuerza de presencia mediática, parece cobrar una mayor dimensión en el imaginario social pero que en realidad no representa nada nuevo bajo el sol.
Conversar con aquellos jóvenes que -vestidos de negro y con buena parte del rostro cubierto por el cabello, o con colores estridentes y una cámara fotográfica en la mano-, pasean por el centro de la ciudad, para ver que en realidad lo único que quieren es pasarla bien entre los que disfrutan de gustos parecidos, puede resultar "tranquilizador". Y tener en cuenta que lo que tienen en común se parece bastante a nuestra propia juventud, nos ayuda sobre todo a ver que detrás de sus "raros peinados nuevos" (¡De los que Charly García habló hace 24 años!) está siempre la búsqueda de la identidad y la necesidad de ser mirados como sujetos.
Visibles
Lo que constituye una novedad, en torno a las tribus urbanas, es que se han hecho visibles para la sociedad tresarroyense. Este es un fenómeno que no se registró antes, salvo con la adaptación de algunos íconos contraculturales como ítems de moda, por ejemplo las túnicas, el pelo largo y los pantalones pata de elefante de los hippies en los '70, o algunas prendas del look rockero (camperas motoqueras) o new wave (mucho negro) en los '80 y '90.
Pero como un aspecto central para estas nuevas tribus es, precisamente, que para existir uno debe ser mirado y reconocido por el otro, los chicos han copado el centro de la ciudad y, cada fin de semana, distintos espacios -todos ellos con alta rotación de público-, sirven de escenario para que exhiban sus particularidades.
Hay cuatro pilares, dijo la docente María José Hooft, autora del libro "Tribus urbanas", que sustentan la identidad de una tribu: una estética, el estilo de música, los lugares frecuentados y un lenguaje. "Eso, sobre la base de una ideología en común, que aunque muchas veces se enmascare como falta de ideología, siempre está allí, subyacente, ya que la no ideología es una ideología", apuntó.
Fabio Rey, un tresarroyense que se define como gótico pero aglutina a su alrededor un grupo integrado también por emos, maggots y punks, le dio la razón. "Todas las tribus tenemos nuestra propia ideología. Y eso es lo que queda después de la moda, lo que podemos dejarle a la cultura", consideró.

En busca de ser
Lo cierto es que tanto las elecciones estéticas como la conformación de una ideología (aún cuando se exprese como de total indiferencia), por más extrañas que sean las formas que adopten, son propias de la búsqueda de los jóvenes, a excepción de aquellos que por su circunstancia son compelidos a ingresar en el mundo de los adultos. En este sentido se expresó Marcelo Urresti, sociólogo, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Instituto Gino Germani. "La juventud no es un todo homogéneo. Por un lado, están los jóvenes no juvenilizados, los provenientes de los sectores populares, obligados a tomar responsabilidades adultas. Los jóvenes juvenilizados son los de extracción media y las tribus urbanas pertenecen a esta última categoría: adolescentes de entre 14 y 18 años, estudiantes de colegio secundario, que dependen económicamente de sus padres", señaló el profesional.
Y cuando tanta diferenciación da lugar al enfrentamiento y a la violencia -cosa que, coinciden las tribus locales, no se da en Tres Arroyos-, lo que está en juego para Urresti es, nuevamente, lo que define esencialmente a estos grupos: la adquisición de un reconocimiento simbólico, la disputa por la identidad.
Según expresó el sociólogo, las tribus representan "un estilo de diferenciación en el interior de la cultura juvenil rockera y, además, manifiestan una relación crítica con cualquier figura de autoridad. Se oponen al formalismo del mundo adulto, que siempre puso trabas a los canales de liberación juvenil. En un principio, las tribus plantearon formas alternativas de vida. Las más antiguas están vinculadas con fuertes ideas políticas, convicciones radicales y en algunos casos sectarias. En cambio, las tribus modernas no comparten una cosmovisión de lo público ni de lo político. No son una contracultura sino una subcultura antiautoridad. Se quieren diferenciar del mundo de los adultos ya que perciben que la sociedad está monopolizada por una visión adulta de la vida. Representan gestos de rebeldía estetizados".
Algo de esta observación profesional puede rastrearse en la posición que fijara nuestro entrevistado, Fabio Rey. "Se habla de movimientos contraculturales, pero yo lo diría de esta manera: hay partes de la cultura de un país que estos grupos rechazan, pero esto no significa que sean totalmente enemigos. A veces varían eso que no les gusta, y lo adaptan. Estas adaptaciones no son malas, como la mayoría cree, sino que agregan a través del arte su granito de arena a la cultura. Un ejemplo son los hippies, que dejaron al arte mundial su contribución en el uso del color y la abstracción", consideró.

Contra lo establecido
Finalmente, lo que se puede advertir en el contacto con los chicos que integran cualquiera de estas tribus, es su deseo de derribar los prejuicios que la comunidad suele enarbolar cuando se habla de la juventud. Por eso, la pertenencia a estos grupos tiene como objetivo establecer lazos con sus pares, hacer amigos, relacionarse, pero también fijar una postura en torno al mundo adulto que los rodea. El sociólogo Urresti lo expresó claramente. "La tribu no es sólo una moda o apariencia. Es una postura relacionada con el mundo adulto y con los lazos con los pares. Representan valores románticos, filosóficos, mezclados con una sensación de inadecuación en el tiempo contemporáneo, un extrañamiento de su presencia en un entorno que perciben como insensible y en el que sienten que no encajan".
Otro investigador, Mario Margulis, habló de "organizaciones fugaces, inmediatas y calientes, en las que priman la proximidad y el contacto, la necesidad de juntarse por el solo hecho de estar, como si se tratara de un refugio antes que de una empresa, de una estación en la que se reposa antes que de un camino que conduce hacia una meta clara". Y en este aspecto, es bueno señalar que en la conformación de las tribus urbanas en Tres Arroyos, se percibe con claridad la integración de adolescentes y jóvenes que no suelen superar los 20 o 22 años. Es que en aquellos espacios como el trabajo o el ejercicio de una profesión donde se imponen las reglas del universo adulto, la iconografía tribal ya no tiene cabida y todos están obligados a dejarla en el pasado.
En definitiva, la pertenencia a una tribu urbana es, de alguna manera, un modo de rebelarse contra la misma globalización que paradójicamente ha favorecido la difusión de estos núcleos de jóvenes. Lo que quieren decir, con su diferenciación, es que no aceptan la masificación de las costumbres, la imposición de un modelo de juventud "ganadora" y la extensión de los imperativos estéticos que unifican a todo el mundo dentro de una marca, una prenda o una bebida, y que generan desazón entre quienes por distintas circunstancias miran estas cosas de afuera. Aunque nuestros jóvenes no exhiban, como en otras épocas, banderas anarquistas o el signo de la paz, lo que quieren mostrar -apenas con un lenguaje distinto-, no es más que la vieja rebeldía contra el orden establecido.

Floggers, instantáneas de la vida adolescente
En principio los unió su adscripción al Fotolog, el sitio web donde creando su propio blog, los chicos suben fotos digitales, en general tomadas de su vida cotidiana, para que otros usuarios "firmen", es decir, lo visiten y dejen algún comentario escrito en un metalenguaje apenas comprensible. La cámara fotográfica en mano también fue uno de sus primeros elementos distintivos. Hoy, ya comparten su propia forma de vestir, música, paso de baile, glosario y lugares de encuentro.
El look flogger (suerte de apócope de fotologger) es muy fácil de reconocer: peinado con un largo flequillo hacia el costado, con patillas también largas y enmarcando el rostro, pantalones "chupin" (los antes conocidos como "bombilla", ajustados hacia los tobillos) de variados colores sin distinción de sexo, remeras con estampas que pueden llegar a una verdadera explosión cromática y generalmente con escote en V, camperitas de onda deportiva pero estampadas, tiradores sueltos, grandes anteojos de sol e infaltables zapatillas de lona.
El Fotolog tiene, registrados como tresarroyenses, unos 4450 usuarios. Si se consulta cuáles son los más activos, en los primeros puestos están los floggers, aún cuando son apenas un 2 por ciento de los que tienen una cuenta en el sitio. El resto son, en general, chicos y chicas que lo usan como una red social más y que no adhieren a los postulados de la tribu urbana.
Los verdaderos floggers, según ellos mismos, son alrededor de 60. Han fijado su punto de reunión en el acceso al Solar del Tortoni, en calle Colón, y cada viernes y domingo desde las 18 no hay quien pase por esa concurrida cuadra sin echarle un vistazo a esta curiosidad. Ya tuvieron su bautismo de fuego en un encuentro con la ultra mediática Cumbio (Agustina Vivero, de 17 años) que fue contratada por La Barra Disco para su primera fiesta flogger. La joven, oriunda del conurbano bonaerense, se ha convertido en un ícono de esta movida, con unas 30.000 visitas diarias a su fotolog y más de 2 millones desde que lo creó, hace algo menos de dos años. Tiene decenas de clubes de fans en todo el país, y su impacto sobre buena parte de la adolescencia es tal que fue elegida por Nike como modelo de su campaña de sportwear. Le pagan por asistir a fiestas y boliches y ha pasado por varios programas de televisión. Varios floggers tresarroyenses se fotografiaron con ella en La Barra y, claro, las imágenes ya están en sus respectivos fotologs.
"Arrancamos con un meeting -explicaron los floggers en su lugar de reunión, en un encuentro con "El Periodista"-, una reunión, vinimos unas 17 personas, y unos días después ya superamos los 30. Cuando vino Cumbio hicimos una fiesta, una previa, que estuvo muy buena, en la que aprovechamos para conocernos". Mientras se armaba la movida y en muchos casos antes de verse las caras por primera vez en vivo -claro que ya se "conocían" por Internet-, los chicos se comunicaban a través del mail y el mismo Fotolog.
La llegada de Cumbio a la ciudad fue la oportunidad para que pudieran juntarse todos, o al menos los que tuvieron acceso al VIP de la disco donde la flogger más conocida compartió la noche con sus pares locales. "Calculamos que somos unos 60 los verdaderos floggers de acá, porque somos los que pagamos para ver a Cumbio en la disco", graficó uno de los chicos. Esa noche se eligieron los mejores looks, hubo desfile de modas y por supuesto, miles de fotos que hoy se pueden encontrar en los fotologs de todos los participantes.
¿Qué comparten, además de los pantalones de colores y los "raros peinados nuevos"? Todos coincidieron: buscan hacer amigos, conocerse, en un espectro de edad que va desde los 11-12 hasta los 25 años. Casi todos escuchan la misma música, 'electro' (nica) y house. "Es un gusto común, que se relaciona con un baile típico que tenemos, pero fuera de eso cada uno escucha el estilo que quiere. Muchos dicen que para ser flogger hay que escuchar electro, pero creemos que no es así", advirtieron. El baile típico, como dicen, es un pasito imposible para el que es indispensable contar con la agilidad y coordinación de un adolescente. Adultos abstenerse.
También hablan el mismo idioma, en el que un "gold" es el flogger capaz de subir más fotos y recibir más comentarios de otros por día, y "effear" significa agregar a otro a la sección favoritos/friends (F/F) del Fotolog. Además de usar, en las "firmas" que dejan a su paso por los fotologs elegidos, curiosas formas de escritura tales como "naa ak me pase Agus"; "kajskajskasj (N. de la R: un saludo frecuente) un bezo i wena foto" o "weno me ic la cuenta para firmar!! sueño asi re bum q me firmes mi flog!! weno tmb comerte la boca pero algo tan imposible no pido!!" (frase extraída del fotolog de Cumbio).
Entre los floggers, además, reina la transversalidad. Hay chicos de todos los colegios, de todos los sectores de la ciudad, y la única consigna parece ser responder a las características comunes de la tribu. No obstante, como advirtió Flor, una de las chicas que parece representar con mayor soltura esos postulados, para la gente de Tres Arroyos todavía son una novedad que genera las reacciones propias de lo desconocido. "Hay quienes pasan y nos insultan, por la ropa, por los colores, por los peinados", sostuvo. Y si bien es cierto que aquí no han existido enfrentamientos como las bataholas que se han visto por todos los medios en Buenos Aires, alguna vez los floggers locales han sido objeto de burlas por parte de "cumbieros que pasan y te dicen algo, a nosotros o a los góticos, pero nosotros no tenemos ningún problema con ellos. La televisión crea enfrentamientos que acá no son reales", aseguraron.
La intolerancia pasa especialmente por casa, según confiaron. "Mi papá me dice que soy ridículo; mi abuelo cree que soy maricón, a mi viejo no le gusta mucho, pero esto no es nada raro…Mi vieja sí, mi viejo más o menos", fueron las frases que, como despedida, dejaron escuchar José, Juan, Nico, Germán, Leo, Josefina, Alexis, Brian, Alan y Camila mientras posaban para algunas imágenes con sus gestos habituales y planeaban la noche del viernes.

Los cumbieros y la cultura del aguante
El nombre del cuarto disco de Damas Gratis, grabado en vivo en el año 2002, se repite como un mantra en remeras, tatuajes, calcos pegados sobre los cristales de los autos. "100 % Negro Cumbiero" se llama el canon de la tribu, compuesto e interpretado de principio a fin por Pablo Lescano, el creador de la cumbia villera que a su alrededor construyó este populoso espacio de pertenencia, quizá el mayor en número de integrantes de Tres Arroyos.
Y si ese "negro cumbiero" es toda una declaración de principios, mucho más lo son la elección de un lenguaje propio y una estética que son pioneras en la diferenciación de tribus a nivel local y son imposibles de confundir con otras. Allí donde hay un "pibe" (vocablo infaltable) con ropa deportiva holgada, gorrita y "llantas" (zapatillas) de valor proporcional a sus ornamentos y colorido, hay un cumbiero dejándose llevar por la cadencia del ritmo pergeñado por Lescano.
Como género musical, la cumbia es tan antigua como conocida y no hay nadie que se haya sustraído a su propuesta zumbona en alguna celebración familiar o para las fiestas de fin de año. Pero la cumbia villera, epicentro de la movida, apareció a fines de los '90, y hay quienes señalan como su origen un tema que también sienta buena parte de las bases de la tribu: el hit de Flor de Piedra, "Sos botón".
Es que para ser cumbiero hay algunas cuestiones a las que no se puede renunciar, y que forman parte de la cultura del "aguante": es imperdonable "botonear" y no "bancar" al amigo que está en la mala; es indispensable adoptar el "bardo" como religión y diferenciarse de la manera más clara y gráfica del resto de la sociedad, que alternativamente pasarán a ser "chetos putos", "caretas" o "vigilantes" y se medirán en función de la capacidad que tengan o no de repeler los embates de los "pibes".
En este aspecto, como coinciden el resto de las tribus, los cumbieros son de alguna manera los que más resisten las posibilidades de convivir con otros grupos, y en ese afán suelen mostrar cierta agresividad con el resto. "Somos negros villeros y eso no es una ofensa…. No me molesta que me digan así. Somos negros ¿Y qué? Peor sería que me digan cheto, esos sí que son todos putos, eso sí que es una ofensa", dice Chelo. Y el propio sacerdote del culto cumbiero, Pablo Lescano, le da la razón cuando comienza cada show de su banda Damas Gratis con la frase "Las palmas de todos los negros arriba y arriba..." La adhesión del público es inmediata, y por eso todos los animadores la repiten en los boliches destinados al género en todo el país y, por supuesto, en Tres Arroyos. Inmediatamente todos comienzan a gritar y levantar las manos al ritmo de la música, como una forma de afianzar ese "nosotros" construido fuera de los límites de la bailanta pero ritualizado en ese ámbito. Más tarde, surgirán naturalmente las frases "El que no salta es un cheto"... "El que no salta es un político"...
Otro condimento que no falta en los rituales cumbieros es la resistencia militante a la autoridad policial. La letra de "Juan Pérez", de Los Pibes Chorros, es una buena muestra: "Siempre queres ser más, / bardeás a los vagos, no te la aguantás. / Creés que tu traje impone respeto, / que podés pegarme si no me quedo quieto. / Decís que te llame oficial Juan Pérez, / pero vos a mí me llamás delincuente, / que robo, que mato, que soy asesino. / Yo estaba en la esquina chupándome un vino, / se me acercó el oficial Juan Pérez / diciéndome documento, si tienes".
No faltan las desprejuiciadas referencias explícitas a una sexualidad tan caliente como casual, como esta letra de "María Rosa", por cierto una de las más "publicables": "Ay, cómo se mueve María Rosa/ Con su baile te provoca/ Está esperando que le pagues una copa/ Ella es una chica así de fácil/ Es de bombachita floja/Si al hotel no la llevás no sabés como se enoja/ Bombachita floja es María Rosa/ Bombacha floja como se goza…". Y la omnipresencia de la droga: " Dejaste la cocaína, dejaste la marihuana, largaste a todas tus minas y el vino en damajuana, perdiste toda tu guita y te fuiste a la villa pero nunca dejarás de tomar pastillas. Alucinado todo el día, siempre reloco de la cabeza, estás mas duro que una mesa porque vivís empastillado, alucinado todo el día siempre reloco de la cabeza", dice "Empastillado".
Finalmente, para encontrar un lugar de pertenencia del cumbiero en Tres Arroyos hay que remitirse a la movida que organizan, desde hace al menos una década, Mario Rodríguez y su gente. Por años organizaron los bailes de fin de semana de Colegiales, allí en la calle 25 de Mayo, hasta que el club decidió vender las instalaciones, y desde entonces Rodríguez regentea su propio local: La Catedral de la Cumbia. Allí se baila cumbia villera, romántica y otros representativos del género tropical.
Otros productores locales han presentado, a lo largo de los años, varios artistas y grupos del género con gran aceptación de parte del público. Y la movida no termina ahí: la ciudad tuvo su propio grupo de cumbia villera, denominado Tumba2, y desde hace años se escucha en Radio Comunidad un programa destinado también a este público, "Sabrosón tropical", que conduce Mario Rodríguez y que arde, cada tarde, por la cantidad de llamados y mensajes de los oyentes.

Emos, maggots y góticos, algo más que raros peinados nuevos
Sin duda hay muchas diferencias entre estas tribus, pero en Tres Arroyos son alrededor de 28 chicos los que, identificados con alguno de los grupos, se concentran en una única movida que tiene como referencias visibles a la Galería Tres Arroyos -punto de reunión para luego salir a pasear por el centro-, y el local Bunker, donde adquieren indumentaria, accesorios y buena parte de su iconografía que incluye mucho negro, maquillaje, piercings y remeras con referencias obligadas a bandas como Nightwish o From First to Last.
Aún cuando los emos (de emotional), darks (dark: oscuro), góticos y en otra época los new romantics tienen en común el uso de indumentaria de color negro, casi en su totalidad, entre una y otra tribu parece haber cuestiones ideológicas bien distintas. En este aspecto, Fabio Rey comentó a "El Periodista" que "los emos propiamente dichos surgieron a finales de los '80, en torno a un género musical basado especialmente en sentimientos y emociones pero musicalmente duro, y no tuvieron relación directa con los darks. Los emos actuales, en cambio, han tomado un poco de cada cultura, de los punks, de los darks y de aquellos originales".
En torno a esta nueva tribu, que en Tres Arroyos tiene varios representantes -la mayoría, adolescentes-, lo que sorprende es la aparición, sobre todo en la televisión y medios gráficos de alcance nacional, de la tendencia a la autoflagelación. Para Fabio, estos chicos que se producen cortes en los brazos para traducir al dolor físico su sufrimiento interior no son otra cosa que "extremistas. Son una deformación. Como ocurre en cualquier ideología, siempre aparecen los extremos. Tampoco el suicidio es algo que esté presente en los grupos, sin embargo algunos lo proponen. Cuando un grupo se forma, va tomando elementos de alguno anterior pero también marca sus diferencias agregándole cosas propias. Cuando se tiene tendencia al extremo, aparecen estas deformaciones", explicó.
Fabio desmintió también que la pertenencia a alguna de estas tribus en particular guarde relación con problemáticas familiares o violencia. "La violencia y los problemas familiares afectan a toda la sociedad, y no por eso todo el mundo pertenece a un movimiento subcultural", señaló.
Un elemento distintivo de estos grupos es la música, porque aunque la mayoría se manifiesta abierta a distintos géneros, lo cierto es que esa apertura se reduce a elecciones estéticas bastante parecidas. En este sentido, quizá haya que diferenciar a los maggots, como se llaman así mismos los fanáticos de la banda Slipknot, que han conformado su propia tribu urbana. Seguidores de este grupo de rock cuyos integrantes han permanecido siempre ocultos tras máscaras de aspecto bastante terrorífico, los maggots adhieren a los postulados de la banda que "critica a las grandes corporaciones y a la gente perversa", puntualizó Fabio.
Sus elecciones musicales y estéticas los sitúan fuera del circuito tradicional de los jóvenes, no van a los boliches y habitualmente se reúnen en la calle para pasear por el centro y recibir, en algunos casos, comentarios reprobatorios o agresiones. "Hay de todo. Algunos nos devuelven una agresión, otros se acercan y nos preguntan por qué somos así. Esta sociedad se basa en estereotipos. Pasa con los colores: mientras que para algunos el negro es el color de la violencia, o de la depresión, para nosotros es un color que da elegancia, que es neutral", sostuvo Fabio.
En torno a la percepción que la comunidad tiene de ellos, los chicos tienen claro que los prejuicios están allí, pero el grupo es el espacio de contención para canalizarlos. De hecho, mientras todos comparten una charla tranquila en la Galería, sus peinados y su indumentaria oscura atraen la atención de transeúntes que, en algunos casos, les dirigen miradas recelosas o no ocultan comentarios. "Nos contenemos entre todos, y no descuidamos ni la parte académica ni el trabajo. El que no estudia está trabajando, y algunos hacen las dos cosas, no es cierto que para pertenecer a una tribu no hay que trabajar o dedicarse al abandono. Habrá extremistas que lo hagan, pero nosotros tenemos que subsistir", aseguró. También desmintieron las versiones que les atribuían la realización de reuniones o rituales en el cementerio local, algo que de hecho la propia administradora de la necrópolis dijo desconocer. "No tenemos nada que ver con eso. Puede haberse tratado de cualquier grupo de personas que fue allí a tomar algo o por algún desafío, pero no fuimos nosotros. Era fácil, por la aparición de las tribus, que nos atribuyeran ese tipo de cosas. Pero no son más que prejuicios. Nuestra única forma de protesta simbólica grupal contra los prejuicios es pasear por el centro", aseguró el entrevistado.
"Nuestro mensaje es simple: en contra de los prejuicios, en contra de la discriminación, no compartimos para nada la violencia, protestamos en contra de la droga y en contra de los deformantes típicos de esta sociedad", concluyó Fabio Rey.

Otakus y cosplayers, juegos de niños
Aún cuando no formen parte de una tribu urbana específica, porque puede haber otakus en cualquiera de ellas como también los hay que no se identifican con ninguna, estos fanáticos de la cultura japonesa de los mangas y animé (historietas impresas y películas de animación de ese origen) protagonizan en Tres Arroyos una movida que va consolidándose de la mano de Bunker, el local de Mariano Lazcano y Andrea Centeno que hizo punta en la venta de comics y merchandising vinculados con este tema. Los otakus encuentran allí no sólo un lugar donde adquirir productos relacionados con sus preferencias, sino también un punto de encuentro y de referencias en torno a esa cultura apasionante que tiene sus propios canales de televisión, publicaciones, películas y reuniones multitudinarias sobre todo en Japón, pero también en el resto del mundo. Hay otakus de todas las edades, desde niños pequeños hasta adultos, y en la vida cotidiana no hay maneras concretas de distinguirlos porque hay fans de la historieta entre los profesionales, los oficinistas, los estudiantes y hasta las amas de casa.
Al parecer, el término otaku no refiere únicamente el gusto por el animé o el manga. En japonés, otaku viene de o, una partícula honorífica, y taku, casa. Es decir, hace referencia a alguien que pasa gran parte de su tiempo en casa producto de su fanatismo por un determinado hobby. En este aspecto, un otaku no sería únicamente alguien con una preferencia excluyente hacia la animación japonesa y su cultura, sino que intenta explorar otras opciones vinculadas a esa cultura, como el karaoke y el cosplay, del que también hay cultores en esta ciudad.
Este subgrupo integra a quienes fanáticos de los superhéroes, protagonistas de mangas o animés o videojuegos, eligen caracterizarse como sus personajes favoritos para compartir distintos tipos de encuentros. Hay cosplayers en todo el mundo, se los puede ver en los estrenos de películas vestidos como sus protagonistas, reunidos en diferentes espacios públicos -sobre todo en las grandes ciudades-, o en eventos organizados en torno a esta cultura.
Y merced a la iniciativa de la gente de Bunker, Tres Arroyos tuvo su primer encuentro de cosplayers, el Harajuku Cosplay 2008, que se realizó hace un par de meses en el Club Municipal y reunió a más de 100 personas. Allí, los cultores del cosplay pudieron participar de un certamen y recibieron premios a los mejores looks, con la condición sine qua non de armarse ellos mismos sus trajes y no utilizar ningún tipo de arma ni elemento cortante.
En esa oportunidad, los organizadores pudieron comprobar cómo va creciendo la curiosidad por este tipo de propuestas entre los tresarroyenses, y al mismo tiempo ofrecieron un lugar de encuentro para otras tribus urbanas, donde las diferencias quedaron ocultas bajo las ganas de pasarla bien y disfrutar de una diversidad de atractivos que incluyó también música.
En este sentido, tanto otakus como cosplayers tienen a su alcance tanto bandas japonesas como los soundtracks de las series que habitualmente siguen, pero al igual que en su aspecto exterior, no es posible distinguirlos por estas preferencias como sí es factible hacerlo con otras tribus urbanas.

 
 
El Periodista de Tres Arroyos
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina