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UN FENOMENO DE LAS GRANDES CIUDADES
QUE YA ESTA EN TRES ARROYOS
Tribus
urbanas
El fenómeno
de las tribus urbanas no es nuevo en el mundo, pero sí en Tres
Arroyos. Y por eso llama la atención. Coexisten aquí floggers,
cumbieros, góticos, emos, maggots, otakus y cosplayers. ¿Quiénes
son? ¿Cómo piensan? ¿Qué hacen? "El Periodista",
que entrevistó a integrantes de todos los grupos, trae las respuestas
en un exclusivo informe especial
Ellos dicen que
no se enfrentan. Que son más las cosas que los unen que sus diferencias.
Que todos pueden convivir y que, más allá de que rechazan
algunas cuestiones de la cultura dominante, prefieren la adaptación
a la violencia. Otros sustentan su posición en la imagen. Algunos
hablan a través de su música, y cuando lo hacen, nos recuerdan
que la exclusión, el delito, la cárcel, el sexo casual y
la droga están aquí nomás, a la vuelta de la esquina.
Son las "tribus urbanas", que por efectos de la mentada globalización,
el acceso a Internet y la omnipresencia de los medios de comunicación
audiovisuales, también llegaron a Tres Arroyos.
El fenómeno no es nuevo. Como suele ocurrir con la dinámica
propia de la sociedad, detrás de un cambio de nombres o de una
elección estética hay modos de vivir que son tan viejos
como el mundo. La aparición de géneros musicales, la consagración
de artistas con determinados estilos y el uso que de ellos hizo la cultura
de masas siempre generó, de diferentes formas con el correr del
tiempo, la existencia de grupos con códigos propios. Hipsters,
hippies, punks, heavys, darks, grunges, son apenas modos de nombrar -nótese
el común origen inglés de los vocablos-, distintas formas
de posicionarse, en general a partir de una creación artística,
frente al "otro", identificado sin lugar a equívocos
con lo "normal" (otorgándosele a la palabra la doble
significación de común y habitual y también, de alguna
manera, de sujeto a las normas).
Una simple indagación entre los protagonistas de este fenómeno
que hoy los medios denominan "tribus urbanas" basta para advertir
que, más allá de estudiadas diferencias en el discurso,
la similitud entre los actuales integrantes de algunas de ellas y los
miembros de grupos de otras épocas -surgidos entre los '70 y los
'80, por ejemplo, como los punks, darks y new romantics, entre otros-,
es útil para advertir que se trata de una movida más que,
a fuerza de presencia mediática, parece cobrar una mayor dimensión
en el imaginario social pero que en realidad no representa nada nuevo
bajo el sol.
Conversar con aquellos jóvenes que -vestidos de negro y con buena
parte del rostro cubierto por el cabello, o con colores estridentes y
una cámara fotográfica en la mano-, pasean por el centro
de la ciudad, para ver que en realidad lo único que quieren es
pasarla bien entre los que disfrutan de gustos parecidos, puede resultar
"tranquilizador". Y tener en cuenta que lo que tienen en común
se parece bastante a nuestra propia juventud, nos ayuda sobre todo a ver
que detrás de sus "raros peinados nuevos" (¡De
los que Charly García habló hace 24 años!) está
siempre la búsqueda de la identidad y la necesidad de ser mirados
como sujetos.
Visibles
Lo que constituye una novedad, en torno a las tribus urbanas, es que se
han hecho visibles para la sociedad tresarroyense. Este es un fenómeno
que no se registró antes, salvo con la adaptación de algunos
íconos contraculturales como ítems de moda, por ejemplo
las túnicas, el pelo largo y los pantalones pata de elefante de
los hippies en los '70, o algunas prendas del look rockero (camperas motoqueras)
o new wave (mucho negro) en los '80 y '90.
Pero como un aspecto central para estas nuevas tribus es, precisamente,
que para existir uno debe ser mirado y reconocido por el otro, los chicos
han copado el centro de la ciudad y, cada fin de semana, distintos espacios
-todos ellos con alta rotación de público-, sirven de escenario
para que exhiban sus particularidades.
Hay cuatro pilares, dijo la docente María José Hooft, autora
del libro "Tribus urbanas", que sustentan la identidad de una
tribu: una estética, el estilo de música, los lugares frecuentados
y un lenguaje. "Eso, sobre la base de una ideología en común,
que aunque muchas veces se enmascare como falta de ideología, siempre
está allí, subyacente, ya que la no ideología es
una ideología", apuntó.
Fabio Rey, un tresarroyense que se define como gótico pero aglutina
a su alrededor un grupo integrado también por emos, maggots y punks,
le dio la razón. "Todas las tribus tenemos nuestra propia
ideología. Y eso es lo que queda después de la moda, lo
que podemos dejarle a la cultura", consideró.
En busca de ser
Lo cierto es que tanto las elecciones estéticas como la conformación
de una ideología (aún cuando se exprese como de total indiferencia),
por más extrañas que sean las formas que adopten, son propias
de la búsqueda de los jóvenes, a excepción de aquellos
que por su circunstancia son compelidos a ingresar en el mundo de los
adultos. En este sentido se expresó Marcelo Urresti, sociólogo,
docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Instituto
Gino Germani. "La juventud no es un todo homogéneo. Por un
lado, están los jóvenes no juvenilizados, los provenientes
de los sectores populares, obligados a tomar responsabilidades adultas.
Los jóvenes juvenilizados son los de extracción media y
las tribus urbanas pertenecen a esta última categoría: adolescentes
de entre 14 y 18 años, estudiantes de colegio secundario, que dependen
económicamente de sus padres", señaló el profesional.
Y cuando tanta diferenciación da lugar al enfrentamiento y a la
violencia -cosa que, coinciden las tribus locales, no se da en Tres Arroyos-,
lo que está en juego para Urresti es, nuevamente, lo que define
esencialmente a estos grupos: la adquisición de un reconocimiento
simbólico, la disputa por la identidad.
Según expresó el sociólogo, las tribus representan
"un estilo de diferenciación en el interior de la cultura
juvenil rockera y, además, manifiestan una relación crítica
con cualquier figura de autoridad. Se oponen al formalismo del mundo adulto,
que siempre puso trabas a los canales de liberación juvenil. En
un principio, las tribus plantearon formas alternativas de vida. Las más
antiguas están vinculadas con fuertes ideas políticas, convicciones
radicales y en algunos casos sectarias. En cambio, las tribus modernas
no comparten una cosmovisión de lo público ni de lo político.
No son una contracultura sino una subcultura antiautoridad. Se quieren
diferenciar del mundo de los adultos ya que perciben que la sociedad está
monopolizada por una visión adulta de la vida. Representan gestos
de rebeldía estetizados".
Algo de esta observación profesional puede rastrearse en la posición
que fijara nuestro entrevistado, Fabio Rey. "Se habla de movimientos
contraculturales, pero yo lo diría de esta manera: hay partes de
la cultura de un país que estos grupos rechazan, pero esto no significa
que sean totalmente enemigos. A veces varían eso que no les gusta,
y lo adaptan. Estas adaptaciones no son malas, como la mayoría
cree, sino que agregan a través del arte su granito de arena a
la cultura. Un ejemplo son los hippies, que dejaron al arte mundial su
contribución en el uso del color y la abstracción",
consideró.
Contra lo establecido
Finalmente, lo que se puede advertir en el contacto con los chicos que
integran cualquiera de estas tribus, es su deseo de derribar los prejuicios
que la comunidad suele enarbolar cuando se habla de la juventud. Por eso,
la pertenencia a estos grupos tiene como objetivo establecer lazos con
sus pares, hacer amigos, relacionarse, pero también fijar una postura
en torno al mundo adulto que los rodea. El sociólogo Urresti lo
expresó claramente. "La tribu no es sólo una moda o
apariencia. Es una postura relacionada con el mundo adulto y con los lazos
con los pares. Representan valores románticos, filosóficos,
mezclados con una sensación de inadecuación en el tiempo
contemporáneo, un extrañamiento de su presencia en un entorno
que perciben como insensible y en el que sienten que no encajan".
Otro investigador, Mario Margulis, habló de "organizaciones
fugaces, inmediatas y calientes, en las que priman la proximidad y el
contacto, la necesidad de juntarse por el solo hecho de estar, como si
se tratara de un refugio antes que de una empresa, de una estación
en la que se reposa antes que de un camino que conduce hacia una meta
clara". Y en este aspecto, es bueno señalar que en la conformación
de las tribus urbanas en Tres Arroyos, se percibe con claridad la integración
de adolescentes y jóvenes que no suelen superar los 20 o 22 años.
Es que en aquellos espacios como el trabajo o el ejercicio de una profesión
donde se imponen las reglas del universo adulto, la iconografía
tribal ya no tiene cabida y todos están obligados a dejarla en
el pasado.
En definitiva, la pertenencia a una tribu urbana es, de alguna manera,
un modo de rebelarse contra la misma globalización que paradójicamente
ha favorecido la difusión de estos núcleos de jóvenes.
Lo que quieren decir, con su diferenciación, es que no aceptan
la masificación de las costumbres, la imposición de un modelo
de juventud "ganadora" y la extensión de los imperativos
estéticos que unifican a todo el mundo dentro de una marca, una
prenda o una bebida, y que generan desazón entre quienes por distintas
circunstancias miran estas cosas de afuera. Aunque nuestros jóvenes
no exhiban, como en otras épocas, banderas anarquistas o el signo
de la paz, lo que quieren mostrar -apenas con un lenguaje distinto-, no
es más que la vieja rebeldía contra el orden establecido.
Floggers, instantáneas de la vida adolescente
En principio los unió su adscripción al Fotolog, el sitio
web donde creando su propio blog, los chicos suben fotos digitales, en
general tomadas de su vida cotidiana, para que otros usuarios "firmen",
es decir, lo visiten y dejen algún comentario escrito en un metalenguaje
apenas comprensible. La cámara fotográfica en mano también
fue uno de sus primeros elementos distintivos. Hoy, ya comparten su propia
forma de vestir, música, paso de baile, glosario y lugares de encuentro.
El look flogger (suerte de apócope de fotologger) es muy fácil
de reconocer: peinado con un largo flequillo hacia el costado, con patillas
también largas y enmarcando el rostro, pantalones "chupin"
(los antes conocidos como "bombilla", ajustados hacia los tobillos)
de variados colores sin distinción de sexo, remeras con estampas
que pueden llegar a una verdadera explosión cromática y
generalmente con escote en V, camperitas de onda deportiva pero estampadas,
tiradores sueltos, grandes anteojos de sol e infaltables zapatillas de
lona.
El Fotolog tiene, registrados como tresarroyenses, unos 4450 usuarios.
Si se consulta cuáles son los más activos, en los primeros
puestos están los floggers, aún cuando son apenas un 2 por
ciento de los que tienen una cuenta en el sitio. El resto son, en general,
chicos y chicas que lo usan como una red social más y que no adhieren
a los postulados de la tribu urbana.
Los verdaderos floggers, según ellos mismos, son alrededor de 60.
Han fijado su punto de reunión en el acceso al Solar del Tortoni,
en calle Colón, y cada viernes y domingo desde las 18 no hay quien
pase por esa concurrida cuadra sin echarle un vistazo a esta curiosidad.
Ya tuvieron su bautismo de fuego en un encuentro con la ultra mediática
Cumbio (Agustina Vivero, de 17 años) que fue contratada por La
Barra Disco para su primera fiesta flogger. La joven, oriunda del conurbano
bonaerense, se ha convertido en un ícono de esta movida, con unas
30.000 visitas diarias a su fotolog y más de 2 millones desde que
lo creó, hace algo menos de dos años. Tiene decenas de clubes
de fans en todo el país, y su impacto sobre buena parte de la adolescencia
es tal que fue elegida por Nike como modelo de su campaña de sportwear.
Le pagan por asistir a fiestas y boliches y ha pasado por varios programas
de televisión. Varios floggers tresarroyenses se fotografiaron
con ella en La Barra y, claro, las imágenes ya están en
sus respectivos fotologs.
"Arrancamos con un meeting -explicaron los floggers en su lugar de
reunión, en un encuentro con "El Periodista"-, una reunión,
vinimos unas 17 personas, y unos días después ya superamos
los 30. Cuando vino Cumbio hicimos una fiesta, una previa, que estuvo
muy buena, en la que aprovechamos para conocernos". Mientras se armaba
la movida y en muchos casos antes de verse las caras por primera vez en
vivo -claro que ya se "conocían" por Internet-, los chicos
se comunicaban a través del mail y el mismo Fotolog.
La llegada de Cumbio a la ciudad fue la oportunidad para que pudieran
juntarse todos, o al menos los que tuvieron acceso al VIP de la disco
donde la flogger más conocida compartió la noche con sus
pares locales. "Calculamos que somos unos 60 los verdaderos floggers
de acá, porque somos los que pagamos para ver a Cumbio en la disco",
graficó uno de los chicos. Esa noche se eligieron los mejores looks,
hubo desfile de modas y por supuesto, miles de fotos que hoy se pueden
encontrar en los fotologs de todos los participantes.
¿Qué comparten, además de los pantalones de colores
y los "raros peinados nuevos"? Todos coincidieron: buscan hacer
amigos, conocerse, en un espectro de edad que va desde los 11-12 hasta
los 25 años. Casi todos escuchan la misma música, 'electro'
(nica) y house. "Es un gusto común, que se relaciona con un
baile típico que tenemos, pero fuera de eso cada uno escucha el
estilo que quiere. Muchos dicen que para ser flogger hay que escuchar
electro, pero creemos que no es así", advirtieron. El baile
típico, como dicen, es un pasito imposible para el que es indispensable
contar con la agilidad y coordinación de un adolescente. Adultos
abstenerse.
También hablan el mismo idioma, en el que un "gold" es
el flogger capaz de subir más fotos y recibir más comentarios
de otros por día, y "effear" significa agregar a otro
a la sección favoritos/friends (F/F) del Fotolog. Además
de usar, en las "firmas" que dejan a su paso por los fotologs
elegidos, curiosas formas de escritura tales como "naa ak me pase
Agus"; "kajskajskasj (N. de la R: un saludo frecuente) un bezo
i wena foto" o "weno me ic la cuenta para firmar!! sueño
asi re bum q me firmes mi flog!! weno tmb comerte la boca pero algo tan
imposible no pido!!" (frase extraída del fotolog de Cumbio).
Entre los floggers, además, reina la transversalidad. Hay chicos
de todos los colegios, de todos los sectores de la ciudad, y la única
consigna parece ser responder a las características comunes de
la tribu. No obstante, como advirtió Flor, una de las chicas que
parece representar con mayor soltura esos postulados, para la gente de
Tres Arroyos todavía son una novedad que genera las reacciones
propias de lo desconocido. "Hay quienes pasan y nos insultan, por
la ropa, por los colores, por los peinados", sostuvo. Y si bien es
cierto que aquí no han existido enfrentamientos como las bataholas
que se han visto por todos los medios en Buenos Aires, alguna vez los
floggers locales han sido objeto de burlas por parte de "cumbieros
que pasan y te dicen algo, a nosotros o a los góticos, pero nosotros
no tenemos ningún problema con ellos. La televisión crea
enfrentamientos que acá no son reales", aseguraron.
La intolerancia pasa especialmente por casa, según confiaron. "Mi
papá me dice que soy ridículo; mi abuelo cree que soy maricón,
a mi viejo no le gusta mucho, pero esto no es nada raro
Mi vieja
sí, mi viejo más o menos", fueron las frases que, como
despedida, dejaron escuchar José, Juan, Nico, Germán, Leo,
Josefina, Alexis, Brian, Alan y Camila mientras posaban para algunas imágenes
con sus gestos habituales y planeaban la noche del viernes.
Los cumbieros y
la cultura del aguante
El nombre del cuarto disco de Damas Gratis, grabado en vivo en el año
2002, se repite como un mantra en remeras, tatuajes, calcos pegados sobre
los cristales de los autos. "100 % Negro Cumbiero" se llama
el canon de la tribu, compuesto e interpretado de principio a fin por
Pablo Lescano, el creador de la cumbia villera que a su alrededor construyó
este populoso espacio de pertenencia, quizá el mayor en número
de integrantes de Tres Arroyos.
Y si ese "negro cumbiero" es toda una declaración de
principios, mucho más lo son la elección de un lenguaje
propio y una estética que son pioneras en la diferenciación
de tribus a nivel local y son imposibles de confundir con otras. Allí
donde hay un "pibe" (vocablo infaltable) con ropa deportiva
holgada, gorrita y "llantas" (zapatillas) de valor proporcional
a sus ornamentos y colorido, hay un cumbiero dejándose llevar por
la cadencia del ritmo pergeñado por Lescano.
Como género musical, la cumbia es tan antigua como conocida y no
hay nadie que se haya sustraído a su propuesta zumbona en alguna
celebración familiar o para las fiestas de fin de año. Pero
la cumbia villera, epicentro de la movida, apareció a fines de
los '90, y hay quienes señalan como su origen un tema que también
sienta buena parte de las bases de la tribu: el hit de Flor de Piedra,
"Sos botón".
Es que para ser cumbiero hay algunas cuestiones a las que no se puede
renunciar, y que forman parte de la cultura del "aguante": es
imperdonable "botonear" y no "bancar" al amigo que
está en la mala; es indispensable adoptar el "bardo"
como religión y diferenciarse de la manera más clara y gráfica
del resto de la sociedad, que alternativamente pasarán a ser "chetos
putos", "caretas" o "vigilantes" y se medirán
en función de la capacidad que tengan o no de repeler los embates
de los "pibes".
En este aspecto, como coinciden el resto de las tribus, los cumbieros
son de alguna manera los que más resisten las posibilidades de
convivir con otros grupos, y en ese afán suelen mostrar cierta
agresividad con el resto. "Somos negros villeros y eso no es una
ofensa
. No me molesta que me digan así. Somos negros ¿Y
qué? Peor sería que me digan cheto, esos sí que son
todos putos, eso sí que es una ofensa", dice Chelo. Y el propio
sacerdote del culto cumbiero, Pablo Lescano, le da la razón cuando
comienza cada show de su banda Damas Gratis con la frase "Las palmas
de todos los negros arriba y arriba..." La adhesión del público
es inmediata, y por eso todos los animadores la repiten en los boliches
destinados al género en todo el país y, por supuesto, en
Tres Arroyos. Inmediatamente todos comienzan a gritar y levantar las manos
al ritmo de la música, como una forma de afianzar ese "nosotros"
construido fuera de los límites de la bailanta pero ritualizado
en ese ámbito. Más tarde, surgirán naturalmente las
frases "El que no salta es un cheto"... "El que no salta
es un político"...
Otro condimento que no falta en los rituales cumbieros es la resistencia
militante a la autoridad policial. La letra de "Juan Pérez",
de Los Pibes Chorros, es una buena muestra: "Siempre queres ser más,
/ bardeás a los vagos, no te la aguantás. / Creés
que tu traje impone respeto, / que podés pegarme si no me quedo
quieto. / Decís que te llame oficial Juan Pérez, / pero
vos a mí me llamás delincuente, / que robo, que mato, que
soy asesino. / Yo estaba en la esquina chupándome un vino, / se
me acercó el oficial Juan Pérez / diciéndome documento,
si tienes".
No faltan las desprejuiciadas referencias explícitas a una sexualidad
tan caliente como casual, como esta letra de "María Rosa",
por cierto una de las más "publicables": "Ay, cómo
se mueve María Rosa/ Con su baile te provoca/ Está esperando
que le pagues una copa/ Ella es una chica así de fácil/
Es de bombachita floja/Si al hotel no la llevás no sabés
como se enoja/ Bombachita floja es María Rosa/ Bombacha floja como
se goza
". Y la omnipresencia de la droga: " Dejaste la
cocaína, dejaste la marihuana, largaste a todas tus minas y el
vino en damajuana, perdiste toda tu guita y te fuiste a la villa pero
nunca dejarás de tomar pastillas. Alucinado todo el día,
siempre reloco de la cabeza, estás mas duro que una mesa porque
vivís empastillado, alucinado todo el día siempre reloco
de la cabeza", dice "Empastillado".
Finalmente, para encontrar un lugar de pertenencia del cumbiero en Tres
Arroyos hay que remitirse a la movida que organizan, desde hace al menos
una década, Mario Rodríguez y su gente. Por años
organizaron los bailes de fin de semana de Colegiales, allí en
la calle 25 de Mayo, hasta que el club decidió vender las instalaciones,
y desde entonces Rodríguez regentea su propio local: La Catedral
de la Cumbia. Allí se baila cumbia villera, romántica y
otros representativos del género tropical.
Otros productores locales han presentado, a lo largo de los años,
varios artistas y grupos del género con gran aceptación
de parte del público. Y la movida no termina ahí: la ciudad
tuvo su propio grupo de cumbia villera, denominado Tumba2, y desde hace
años se escucha en Radio Comunidad un programa destinado también
a este público, "Sabrosón tropical", que conduce
Mario Rodríguez y que arde, cada tarde, por la cantidad de llamados
y mensajes de los oyentes.
Emos, maggots y
góticos, algo más que raros peinados nuevos
Sin duda hay muchas diferencias entre estas tribus, pero en Tres Arroyos
son alrededor de 28 chicos los que, identificados con alguno de los grupos,
se concentran en una única movida que tiene como referencias visibles
a la Galería Tres Arroyos -punto de reunión para luego salir
a pasear por el centro-, y el local Bunker, donde adquieren indumentaria,
accesorios y buena parte de su iconografía que incluye mucho negro,
maquillaje, piercings y remeras con referencias obligadas a bandas como
Nightwish o From First to Last.
Aún cuando los emos (de emotional), darks (dark: oscuro), góticos
y en otra época los new romantics tienen en común el uso
de indumentaria de color negro, casi en su totalidad, entre una y otra
tribu parece haber cuestiones ideológicas bien distintas. En este
aspecto, Fabio Rey comentó a "El Periodista" que "los
emos propiamente dichos surgieron a finales de los '80, en torno a un
género musical basado especialmente en sentimientos y emociones
pero musicalmente duro, y no tuvieron relación directa con los
darks. Los emos actuales, en cambio, han tomado un poco de cada cultura,
de los punks, de los darks y de aquellos originales".
En torno a esta nueva tribu, que en Tres Arroyos tiene varios representantes
-la mayoría, adolescentes-, lo que sorprende es la aparición,
sobre todo en la televisión y medios gráficos de alcance
nacional, de la tendencia a la autoflagelación. Para Fabio, estos
chicos que se producen cortes en los brazos para traducir al dolor físico
su sufrimiento interior no son otra cosa que "extremistas. Son una
deformación. Como ocurre en cualquier ideología, siempre
aparecen los extremos. Tampoco el suicidio es algo que esté presente
en los grupos, sin embargo algunos lo proponen. Cuando un grupo se forma,
va tomando elementos de alguno anterior pero también marca sus
diferencias agregándole cosas propias. Cuando se tiene tendencia
al extremo, aparecen estas deformaciones", explicó.
Fabio desmintió también que la pertenencia a alguna de estas
tribus en particular guarde relación con problemáticas familiares
o violencia. "La violencia y los problemas familiares afectan a toda
la sociedad, y no por eso todo el mundo pertenece a un movimiento subcultural",
señaló.
Un elemento distintivo de estos grupos es la música, porque aunque
la mayoría se manifiesta abierta a distintos géneros, lo
cierto es que esa apertura se reduce a elecciones estéticas bastante
parecidas. En este sentido, quizá haya que diferenciar a los maggots,
como se llaman así mismos los fanáticos de la banda Slipknot,
que han conformado su propia tribu urbana. Seguidores de este grupo de
rock cuyos integrantes han permanecido siempre ocultos tras máscaras
de aspecto bastante terrorífico, los maggots adhieren a los postulados
de la banda que "critica a las grandes corporaciones y a la gente
perversa", puntualizó Fabio.
Sus elecciones musicales y estéticas los sitúan fuera del
circuito tradicional de los jóvenes, no van a los boliches y habitualmente
se reúnen en la calle para pasear por el centro y recibir, en algunos
casos, comentarios reprobatorios o agresiones. "Hay de todo. Algunos
nos devuelven una agresión, otros se acercan y nos preguntan por
qué somos así. Esta sociedad se basa en estereotipos. Pasa
con los colores: mientras que para algunos el negro es el color de la
violencia, o de la depresión, para nosotros es un color que da
elegancia, que es neutral", sostuvo Fabio.
En torno a la percepción que la comunidad tiene de ellos, los chicos
tienen claro que los prejuicios están allí, pero el grupo
es el espacio de contención para canalizarlos. De hecho, mientras
todos comparten una charla tranquila en la Galería, sus peinados
y su indumentaria oscura atraen la atención de transeúntes
que, en algunos casos, les dirigen miradas recelosas o no ocultan comentarios.
"Nos contenemos entre todos, y no descuidamos ni la parte académica
ni el trabajo. El que no estudia está trabajando, y algunos hacen
las dos cosas, no es cierto que para pertenecer a una tribu no hay que
trabajar o dedicarse al abandono. Habrá extremistas que lo hagan,
pero nosotros tenemos que subsistir", aseguró. También
desmintieron las versiones que les atribuían la realización
de reuniones o rituales en el cementerio local, algo que de hecho la propia
administradora de la necrópolis dijo desconocer. "No tenemos
nada que ver con eso. Puede haberse tratado de cualquier grupo de personas
que fue allí a tomar algo o por algún desafío, pero
no fuimos nosotros. Era fácil, por la aparición de las tribus,
que nos atribuyeran ese tipo de cosas. Pero no son más que prejuicios.
Nuestra única forma de protesta simbólica grupal contra
los prejuicios es pasear por el centro", aseguró el entrevistado.
"Nuestro mensaje es simple: en contra de los prejuicios, en contra
de la discriminación, no compartimos para nada la violencia, protestamos
en contra de la droga y en contra de los deformantes típicos de
esta sociedad", concluyó Fabio Rey.
Otakus y cosplayers,
juegos de niños
Aún cuando no formen parte de una tribu urbana específica,
porque puede haber otakus en cualquiera de ellas como también los
hay que no se identifican con ninguna, estos fanáticos de la cultura
japonesa de los mangas y animé (historietas impresas y películas
de animación de ese origen) protagonizan en Tres Arroyos una movida
que va consolidándose de la mano de Bunker, el local de Mariano
Lazcano y Andrea Centeno que hizo punta en la venta de comics y merchandising
vinculados con este tema. Los otakus encuentran allí no sólo
un lugar donde adquirir productos relacionados con sus preferencias, sino
también un punto de encuentro y de referencias en torno a esa cultura
apasionante que tiene sus propios canales de televisión, publicaciones,
películas y reuniones multitudinarias sobre todo en Japón,
pero también en el resto del mundo. Hay otakus de todas las edades,
desde niños pequeños hasta adultos, y en la vida cotidiana
no hay maneras concretas de distinguirlos porque hay fans de la historieta
entre los profesionales, los oficinistas, los estudiantes y hasta las
amas de casa.
Al parecer, el término otaku no refiere únicamente el gusto
por el animé o el manga. En japonés, otaku viene de o, una
partícula honorífica, y taku, casa. Es decir, hace referencia
a alguien que pasa gran parte de su tiempo en casa producto de su fanatismo
por un determinado hobby. En este aspecto, un otaku no sería únicamente
alguien con una preferencia excluyente hacia la animación japonesa
y su cultura, sino que intenta explorar otras opciones vinculadas a esa
cultura, como el karaoke y el cosplay, del que también hay cultores
en esta ciudad.
Este subgrupo integra a quienes fanáticos de los superhéroes,
protagonistas de mangas o animés o videojuegos, eligen caracterizarse
como sus personajes favoritos para compartir distintos tipos de encuentros.
Hay cosplayers en todo el mundo, se los puede ver en los estrenos de películas
vestidos como sus protagonistas, reunidos en diferentes espacios públicos
-sobre todo en las grandes ciudades-, o en eventos organizados en torno
a esta cultura.
Y merced a la iniciativa de la gente de Bunker, Tres Arroyos tuvo su primer
encuentro de cosplayers, el Harajuku Cosplay 2008, que se realizó
hace un par de meses en el Club Municipal y reunió a más
de 100 personas. Allí, los cultores del cosplay pudieron participar
de un certamen y recibieron premios a los mejores looks, con la condición
sine qua non de armarse ellos mismos sus trajes y no utilizar ningún
tipo de arma ni elemento cortante.
En esa oportunidad, los organizadores pudieron comprobar cómo va
creciendo la curiosidad por este tipo de propuestas entre los tresarroyenses,
y al mismo tiempo ofrecieron un lugar de encuentro para otras tribus urbanas,
donde las diferencias quedaron ocultas bajo las ganas de pasarla bien
y disfrutar de una diversidad de atractivos que incluyó también
música.
En este sentido, tanto otakus como cosplayers tienen a su alcance tanto
bandas japonesas como los soundtracks de las series que habitualmente
siguen, pero al igual que en su aspecto exterior, no es posible distinguirlos
por estas preferencias como sí es factible hacerlo con otras tribus
urbanas.
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