Una
mexicana en la historia
En la búsqueda constante de la identidad categórica
de B. Traven, alguno periodistas han afirmado dos posibilidades: una, la
de que Traven fuera, en realidad, un equipo de personas muy conocedoras
de los ambientes mexicanos, puestas de acuerdo para representarla bajo
un solo nombre, común a todas. No existe ningún testimonio
que pudiera acreditar esa supuesta asociación. Sus seguros sostenedores
se han basado en lo que estiman un estilo diferente, un nivel literario
distinto entre unas y otras obras, que nace sobre todo de la traducción,
no del original, que ellos no conocen. Es una suposición crítica
literaria. La prueba tendría que resultar de una investigación
científica o paleográfica con manuscritos de Traven correspondientes
a los diversos períodos de creación. La suposición
nace, por lo tanto, de apreciaciones subjetivas que prescinden, en todo
caso, de las diferentes situaciones externas e internas en que se halla
todo creador.
La otra posibilidad que se ha extendido en México, también
sin demostración, es que una parte de las obras se deban, exclusivamente,
a Esperanza López Mateos, que fue traductora y representante de
Traven hasta su infortunada muerte; bien como parte de ese supuesto equipo,
o simplemente como autora. Y, en fin, que el hombre de la gran aventura
mexicana que en cualquier caso es Traven, diera a Esperanza López
Mateos las primicias de sus relatos extraordinarios, y que ella resultara
ser la verdadera constructora literaria de los fascinantes relatos y novelas.
La circunstancia de que años más tarde, un hermano de la
valiosa intelectual mexicana, el licenciado Adolfo López Mateos,
fuera presidente de la República Mexicana -del primero de septiembre
de 1958 al primero de diciembre de 1964-, reactualizó esa versión.
Un hombre con el poder que tuvo Adolfo López Mateos, pudo haberla
comprobado. Por el contrario, el Presidente López Mateos visitó
en alguna ocasión a Traven Torsvan, tratándolo como el escritor
del cual su hermana fue secretaria, traductora y representante ante las
editoriales. A mayor abundamiento, el presidente López Mateos dijo
en conferencia de prensa que dio en Buenos Aires en 1960, respondiendo
a preguntas sobre el caso Traven: "Una leyenda se ha formado alrededor
de B. Traven. Se ha dicho en México que mi hermana Esperanza, desgraciadamente
ya fallecida, era B. Traven y que ella había escrito los libros,
siendo que ella solo fue su secretaria y traductora. También se
ha dicho que yo soy B. Traven. Ninguna de estas dos cosas son ciertas.
El primer libro de Traven fue publicado cuando yo tenía cuatro años
y mi hermana cinco. En realidad Traven existe, tiene ese nombre y continúa
escribiendo. Mi hermana lo representó por muchos años en
México, al mismo tiempo que traducía sus libros al español."
He manejado documentos que demuestran la imposibilidad de la versión
de Esperanza López Mateos como autora, ya que busca la relación
con B. Traven, cuando han sido publicadas algunas de las obras, que ella
misma tradujo.
Después de la aparición de El barco de los
muertos en Alemania, comenzaron a publicarse ediciones piratas
de la obra de Traven en Argentina y en Chile. Un día, Esperanza
López Mateos encontró un ejemplar de El barco de
los muertos en una librería de la capital mexicana. Eran
las nueve de la mañana. Se quedó todo el día en ese
establecimiento leyendo la novela. Después leyó otras. Y
quiso encontrar a Traven. Al fin, lo encontró en 1941 y fue la traductora
y el vehículo de la difusión de las obras en México.
Esperanza López Mateos era entonces gerente de una editorial,
Masas. En una carta bajo el membrete de esa editorial, con
domicilio en la calle Donceles, número 30, con Apartado Postal 8092,
y teléfono 2-04-03, fechada en la ciudad de México el 8 de
agosto de 1939, escrita en inglés, se dirige a Alfred A. Knoff,
Inc., con domicilio en el 501 de Madison Ave., Nueva York, que aparecía
como editor de Traven. Le dice que está buscando a B. Traven, autor
de las novelas Puente en la selva y La rebelión
de los Colgados, para adquirir sus derechos y poder hacer dos
películas, a cuyo fin pide precio y condiciones. De haber sido ella
Traven, ¿cómo podía estar haciendo esas gestiones
para encontrarlo?
La apreciación de puro subjetivismo literario en el sentido
de que la misma Esperanza López Mateos fuera por lo menos la autora
de Puente en la selva o La carreta, está
dentro de igual contradicción cronológica. Pretender que
fue la autora de La carreta, por ejemplo, conduce
al absurdo, ya que la primera edición de esa obra fue hecha el año
1930, en Berlín por la Büchergilde Gutenberg, y la carta dirigida
a Alfred A. Konff, Inc. es de nueve años más tarde.
Traven y Esperanza López Mateos hicieron comunicación.
A través de terceras personas quedaron en verse en un pueblecito
de Michoacán, estado del occidente mexicano. Debían tomar
el mismo tren. Viajaron en él sin conocerse. Bajaron del tren y
luego se conocieron. Hablaron. Debieron causarse un súbito impacto
recíproco y convinieron en que ella se haría cargo de los
asuntos literarios de Traven.
No puede negarse que Esperanza López Mateos puso pasión
en la tarea. Sus traducciones tienen el cuidado de una persona que conoce
el idioma y que fue, ante los editores y el público, fiel al compromiso
de no revelar el secreto bajo el cual quería continuar amparado
B. Traven.
La entrada de la obra de Traven a la industria cinematográfica
lo hicieron, sin embargo, emerger con los riesgos del descubrimiento de
su persona. Fue entonces cuando Traven, bajo el nombre de Hal Croves -Hal,
en honor a su abuelo Halward, cuyo origen se señala como escocés-,
empieza a tener tratos con actores y ejecutivos de Hollywood y aparece
en los lugares del rodaje, que la terminología cinematográfica
llama "locaciones" y que estuvieron necesariamente en México.
Así trató durante meses a Humphrey Bogart, primer actor
de la película El tesoro de la Sierra Madre,
rodada en 1948. Se vieron en San José Purúa, un balneario
del Estado de Michoacán. Para los cortes de la edición, Traven
viajó a Hollywood, donde conoció el ambiente de poderío
y de vanidad de la industria y de los estudios y laboratorios del imperio
del cine, lo cual le dejó una no oculta antipatía por el
medio. Allí trató con "ejecutivos" actores y directores de
fama. Desde luego, como Hal Croves, trató a John Huston, que dirigió
esta cinta, cuyo destino fue ganar cuatro óscares de premios cinematográficos
en los Estodos Unidos.
La
nebulosa española
En la vida que trata de introducirse en B. Traven, siempre con la
nebulosa que lo envuelve para hacer más fantástica la realidad,
existe un capítulo español. Según ciertos indicios,
Traven participaría en la guerra civil española. El reportero
Heidemann me ha contado sus pesquisas en España y las vagas conclusiones
obtenidas. Según éstas, entre los combatientes internacionales
de la República Española, y en la 26 División, hubo
un voluntario amparado con el nombre de Ziegelbrenner, una
vez más el del periódico de Ret Marut, en Munich, y obviamente
un seudónimo de aquel soldado.
En el grupo más próximo al personaje, según
los elementos reunidos por el reportero de Stern -hasta la
fecha ignoro si los ha dado a conocer o no-, se leían capítulos
de El barco de los muertos. Se le atribuye haber dicho
"Traven no es una misma persona". También que el comandante del
batallón dijo a Ziegelbrenner en España: "Tú
eres Ret Marut", y que el aludido respondió: "Eres tú quien
lo dice, no yo."
También le preguntaría el jefe de aquel grupo internacional:
"¿O Ret Marut y Traven son una misma persona?", recibiendo esta
respuesta de Ziegelbrenner: "No puedo revelar el secreto."
Los datos de Heidemann añaden que Ziegelbrenner
murió en Tardienta el 31 de diciembre de 1937, durante la famosa
batalla de Teruel. En la prensa mexicana de la época, en algún
pequeño periódico sindical o político adicto a la
República Española, debió de publicarse una carta
que el reportero alemán supone escrita por Ziegelbrenner, en relación
con la guerra española. Pero existe también una carta de
Traven dirigida desde México al Batallón Lincoln, de las
Brigadas Internacionales, en la cual expresa su disposición de "vender
hasta su último libro- según Traven me dijo el día
de 1966 en que lo entrevisté- para ayudar a los republicanos españoles".
De esa carta tiene conocimiento una de aquellos voluntarios norteamericanos
internacionalistas, Bill Miller, actualmente radicado en México.
Leamos
a Traven
Traven ha vivido en la jungla, en los desiertos, en las sierras,
en los puertos mexicanos. Con los indios y con los capataces, con los mestizos
ladinos y junto a los extranjeros exploradores. Ha trabajado, ha cruzado
los ríos, ha estado inmerso en la prisión vegetal del sudeste
mexicano. En su casa de la ciudad de México hay una pequeña
porción de estela prehispánica, traída por él
de esa jungla chiapaneca, antes de que el esplendor del centro arqueológico
de Bonampak fuera oficialmente descubierto como una revelación del
arte pictórico de los mayas incrustado en las tres cámaras
sagradas que hoy son famosas en el mundo.
En los libros que aquí se publican y en otros, está
la verdad más grande e irrebatible de su vida; la verdad del escritor.
Traven es un escritor de tendencia. Ésa es la fuerza que puede abrirle
luces de dramas y de victorias en el intrincado mundo de los sufrimientos,
los sueños y los encantos de la selva mexicana, como un gran abdomen
del contexto social en proceso volcánico para el tiempo en que Traven
sitúa la acción. Es interesante observar que sus novelas
figuran en un ciclo anterior, pero inminente, hasta el comienzo del mismo,
de la convulsión revolucionaria mexicana de 1910. ¿Es que
todo cuanto relata Traven ha ocurrido aún bajo la dictadura de Porfirio
Díaz, y solo entonces? Es probable que no. Aquella conmoción
revolucionaria atacó en sus orígenes más inconfundibles
la causa de muchos males. Pero los problemas de los indios, elevados formalmente
por las nuevas leyes a la condición ciudadana, no desaparecieron
del todo. Se han prolongado y recreado en algunos aspectos y zonas del
país, que en su pujante desarrollo conviven con el marginalismo
de la comunidades indígenas, donde no se han derribado todos los
muros externos ni internos de un mundo específico que sigue siendo
diferente. No obstante, Traven coloca casi todas las injusticias dentro
del tiempo en que eran más notorias, cruentas e intolerables; en
los años, mese y días previos a la Revolución Mexicana.
El detractor de los nacionalismos y de los orígenes de cada hombre,
que en él no importan, se afilia literariamente, en cambio, al nacionalismo
y al origen del hombre mexicano por sus derechos.
Sus personajes de Gobierno y La carreta
se convierten en La rebelión de los colgados
y en otros dos libros de la serie de la jungla no incluidos en esta edición,
en caoberos o soldados prófugos, metidos en las monterías
para eludir la justicia de entonces, y se prolongan hasta el último
ciclo, El General (Tierra y Libertad). Sobre estos
seis libros dice Gastón García Cantú en la Revista
de la Universidad de México, Volumen XXII, número 1º
septiembre de 1967:
"Traven parece retomar el hilo dejado por los cronistas del siglo
XVI, en el esfuerzo consciente de describir el padecimiento de los indios,
anudarlo en nuevos episodios y llevarlo a extremos magníficos de
ira colectiva. No evoca sucesos, los comparte; advertimos sus solidaridad
con los protagonistas que se mueven en la selva con mansedumbre y, al fin,
irrumpen contra los muros de las haciendas.
"Si en literatura es frecuente amar las letras de otros países
y aun forjarse patrias ideales, lo es también asimilarse a la propia
mediante obras que enriquecen su compresión. No será posible
entender al México contemporáneo sin la lectura de Traven."
En el primer tomo de esta edición, el lector encuentra tres
novelas: El barco de los muertos, publicada por primera
vez en Alemania, en 1926; El tesoro de la Sierra Madre
(1928) y Rosa Blanca (1928).
En el segundo tomo: Puente en la selva (1929);
Gobierno, La carreta, La rebelión de los Colgados y El
General (Tierra y Libertad). Estas últimas cuatro, relacionadas
entre sí, reproducen a los mismo personajes, y convencionalmente
las podríamos llamar la serie de "indios de Chiapas". Cronológicamente
habríamos de considerar la serie con este orden: Gobierno,
La carreta, Hacia el imperio de la caoba (excluida de esta edición
de AGUILAR), La Troza (excluida), La Rebelión
de los Colgados y El General (Tierra y Libertad).
Todas estas novelas fueron publicadas por primera vez en Alemania durante
los años 1929 a 1937.
He esbozado en este prólogo la vida de Traven con todas las
interrogantes y no con todas ellas desvanecidas. Como resumen de este trabajo
presento a Traven Torsvan, un hombre de setenta y ocho años, que
vive en la ciudad de México, cuyos ojos de vista limitada se encandilan
siempre que se habla con él sobre los indios. Pero su faz se ensombrece
siempre que se le habla de su origen extranjero, y sobre todo cuando alguien
le dice que es alemán. Imperturbable a cuanto se diga fuera de su
presencia, Traven vive sin mayor comunicación con el mundo llamado
social, y rara vez asiste a reuniones o espectáculos. Cuando alguien
logra escucharlo, sus relatos son como novelas: claros dibujos de realidad
sobre su vida pronto cubierta por la imaginación cautivadora.
Por eso la vida y la historia verdadera de Traven es la que ahora
tiene el lector por delante: sus libros, la parte más importante
de los diecisiete que ha escrito.
LUIS SUÁREZ
Cuernavaca y Cuidad de México,
noviembre de 1968
Cinco meses después de escrito este prólogo, Traven
Torsvan moría en su casa de la calle Mississippi. Eran las 18:20
horas del 26 de marzo de 1969. El 3 de mayo de mayo cumpliría setenta
y nueve años. Un mal canceroso en los riñones produjo el
colapso de su corazón y su inteligencia. cuando lo vi sobre la cama,
tenía aún abierta la boca en un gesto de resistencia a la
muerte. Había dejado de existir el Hal Croves de sus amigos mexicanos,
el Traven Torsvan de los papeles, el B. Traven del gran público.
El 4 de ese mismo mes, Traven Torsvan había dejado constancia de
su identidad, al declarar ante notario, en un breve testamento, que había
utilizado los pseudónimos literarios de B. Traven y de Hal Croves.
Era una declaración terminante para ser conocida solo después
de la muerte. Ese documento confirmaba la revelación de mi entrevista
con él, en 1966. La muerte descubría casi toda la verdad
de una vida. El día 27, el cuerpo de B. Traven, - enflaquecido por
la enfermedad, fue convertido en cenizas dentro del crematorio del panteón
de Dolores. Días después, una parte de esas cenizas fueron
esparcidas sobre la selva de Chiapas. El misterio se había desentrañado
cuando ya nadie necesitaba acechar al personaje tan real y fantástico
como los personajes de sus novelas.
L.S.
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