25 enero 2010

De Hoover a Roosevelt: transición en un momento de crisis

Donald A. Ritchie

 
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El presidente Herbert Hoover y el presidente electo Franklin D. Roosevelt se encuentran frente a la Casa Blanca el 4 de marzo de 1933. (© AP Images)
El presidente Herbert Hoover y el presidente electo Franklin D. Roosevelt se encuentran frente a la Casa Blanca el 4 de marzo de 1933.

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Donald A. Ritchie es historiador del Senado de Estados Unidos y autor de varias obras, entre ellas las recientemente publicadas Electing FDR: The New Deal Campaign of 1932 (Eligiendo a FDR: La campaña para el Nuevo Trato en 1932) (2007), y Reporting from Washington: The History of the Washington Press Corps (Reportando desde Washington: la historia del cuerpo de prensa en Washington) (2005).

La transición de la presidencia de Herbert Hoover a Franklin D. Roosevelt fue una de las más difíciles desde el punto de vista político, pero fue pacífica, y sus lecciones han influido en subsiguientes transiciones presidenciales del país.

Pocos acontecimientos han sometido a la democracia a tan dura prueba como la Gran Depresión. Algunas democracias no sobrevivieron a ella. En Alemania, la república de Weimer, que contaba con escasas simpatías, dio paso a la tiranía nazi. Menos de dos meses después, la presidencia estadounidense pasó de Herbert  Hoover  a Franklin D. Roosevelt. Ninguna transición estadounidense había tenido lugar en circunstancias más difíciles. La democracia estadounidense salió más fuerte de la prueba.

La economía de Estados Unidos, que se había hundido en la Gran Depresión a raíz del colapso de la bolsa de 1929, cayó aun más durante e inmediatamente después de la campaña presidencial de 1932. A lo largo del invierno siguiente a las elecciones, millares de bancos quebraron, negocios cerraron y una cuarta pare de la fuerza laboral  del país quedó en situación de paro. El electorado culpó de su angustiosa situación al presidente Hoover y eligió a su adversario por una abrumadora mayoría de votos. Pero, si bien una enmienda constitucional pendiente reduciría más tarde a la mitad el período de transición entre gobiernos, el sistema vigente a la sazón, preveía un período de cuatro meses antes de que el nuevo presidente pudiera tomar posesión del cargo.

En ese largo intervalo, el presidente Hoover invitó a su sucesor a la Casa Blanca para tratar de las problemáticas condiciones económicas. Roosevelt aceptó y se reunió personalmente con Hoover en tres ocasiones antes de tomar posesión de su cargo. No obstante, los dos protohombres tenían ideas totalmente distintas sobre cómo abordar la crisis. Hoover había patrocinado algunos programas innovadores en respuesta a la depresión, pero permanecía tenazmente opuesto a la concesión de ayuda oficial directa a los desempleados. FDR (como le nombraban los titulares de los periódicos) prometió un “Nuevo trato” (New Deal) al pueblo estadounidense, y una manera más pragmática de resolver la crisis económica y establecer una sociedad más segura. Hoover dijo a los votantes que la campaña no era entre dos hombres, sino entre dos conceptos de gobierno, y advirtió de que el proyecto de Roosevelt de depender de soluciones gubernamentales conduciría a una regimentación.

En sus reuniones, Hoover trató de obtener el compromiso de Roosevelt con las políticas económicas del gobierno saliente, aun cuando Roosevelt había ganado las elecciones al declararse opuesto a ellas. Roosevelt explicó que había acudido a aprender, no a dar su consentimiento a determinadas políticas. Consideró que carecía de autoridad para responsabilizarse de medidas de gobierno  antes de asumir la presidencia. Al agravarse la crisis de la banca, los dos se reunieron de nuevo el último día de la presidencia de Hoover. Roosevelt se abstuvo de aceptar la solicitud de Hoover de firmar una declaración conjunta para cerrar todos los bancos de Estados Unidos. Hoover podía haber emitido la proclama por su propia autoridad, pero, derrotado políticamente y personalmente poco popular, no lo hizo. FDR decidió postergar su actuación hasta ser presidente al día siguiente.  Roosevelt vio en la insistencia de Hoover en una acción conjunta, una prueba de su incapacidad de comprender de qué distinta manera se proponía actuar el nuevo gobierno.

No obstante, al mismo tiempo, Roosevelt aceptó una oferta de los principales funcionarios de Hoover en el Departamento del Tesoro de permanecer en sus cargos con el fin de redactar legislación bancaria de emergencia para el nuevo gobierno. Con arreglo a ese plan, Roosevelt decretó dar vacaciones a los bancos, los cerró todos y volvió a abrir los que eran solventes después de someter sus libros a un escrutinio gubernamental. La indecisión de Hoover puso en manos de su sucesor un triunfo, justo al comienzo de su presidencia. Para los partidarios del Nuevo Trato de Roosevelt  la vacación de la banca marcó el momento decisivo de la salida de la Depresión. La confianza pública renació con la apertura de los bancos en condiciones sólidas.

La transición de Hoover a Roosevelt fue  pacífica, pero no productiva. Los observadores culparon de ello a ambos: a Hoover, por pedir a Roosevelt que hiciera más de lo que debía haberle pedido; a Roosevelt, por no hallar ningún margen de cooperación. Las lecciones aprendidas de aquella experiencia han afectado de un modo u otro a todas las transiciones presidenciales siguientes, incluida la de 2009 entre George W. Bush y Barack Obama. Los presidentes salientes procuran ahora facilitar la transferencia del poder a sus sucesores, a al ofrecerles ayuda  y recomendaciones, pero sin tratar de forzar su futuro curso de acción.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente el punto de vista ni la política del Gobierno de EE.UU.

(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://www.america.gov/esp )

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