sábado 22 de marzo de 2008

CABALLERO, JOSÉ SEVERO, compilado por Enrique Pereira

CABALLERO, Dr. José Severo ( 1917-2005) Fue, sin duda uno de los más destacados penalistas argentinos del último tercio del siglo XX.

De arraigadas convicciones democráticas, actuó en la Unión Cívica Radical, llegando a representar a su provincia en la Convención Nacional partidaria a partir de 1973.

Se doctoró en Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, fue miembro de número de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y un prestigioso miembro del foro, además de un profesional de relevantes condiciones y un recordado catedrático universitario.

Al producirse la restauración democrática uno de los jueces nombrados para integrar la Corte Suprema por el Presidente Raúl Alfonsín, con acuerdo del Senado con mayoría opositora, fue el doctor José Severó Caballero, que tras el alejamiento en 1985 del Dr. Genaro Carrió accedió a la presidencia del mas alto tribunal argentino, dunciones de las cuales procedió con la misma rectitud y dignidad que en todos los actos de su vida. El acuerdo senatorial fue dado el 21 de diciembre de 1983, a escasos diez días de haber asumido las autoridades civilizas y por unanimidad del Cuerpo.

El doctor Caballero había ocupado ya diversos cargos judiciales, y al producirse el 24 de marzo de 1976 el golpe totalitario llamado “proceso” era miembro del Superior Tribunal de Justicia de Córdoba y lógicamente, como Caballero era un juez capaz y democrático fue destituído por los usurpadores, al negarse, obviamente, a jurar por un papelucho llamado "estatuto de la revolución argentina", que como todo sabemos no era ninguna de las tres cosas.
Cuatro años permaneció en dicho cargo, hasta 1989, en que renunció, para dedicarse al ejercicio privado de su profesión, radicándose en la ciudad de Buenos Aires.

Esta dignísima figura del Derecho y la democracia falleció en Buenos Aires el 27 de febrero de 2005.
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A raíz del fallecimiento del gran jurista argentino, en la página web del Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires se publicó la siguiente semblanza: “BIOGRAFIAS JURISTAS
Dr. José Severo CABALLERO.El autor: Dr. Luis María Cipollone*

Con la reciente desaparición física del Dr. José Severo Caballero, acaecida el 27 de febrero de 2005, a los 87 años, se ha ido un jurista caracterizado por su calidad humana, probidad, laboriosidad, creatividad intelectual, humildad y sinceridad. Cualquiera fuere su intervención, tanto desde la función judicial como en la docencia universitaria, académica y en el ejercicio de la abogacía, había congruencia con los principios y convicciones en los cuales militó desde su juventud.
Sus conocimientos estaban al servicio del bien común. Consagró su vida a su vocación por el estudio e investigación de las ciencias jurídicas, especialmente en el derecho penal. Destacado y reconocido penalista, se proyectó en el saber jurídico en su Córdoba natal, habiendo reflexionado desde muy joven con juristas de la talla de los Dres. Sebastián Soler, Ricardo Núñez, Alfredo Vélez Mariconde, Jorge A. Claria Olmedo y Alfredo Orgaz, entre muchos otros. Doctorado en derecho y ciencias sociales en la Universidad Nacional de Córdoba, honró y prestigió las funciones que desempeñó en la administración de justicia, a las que fue convocado durante períodos democráticos.
Fue fiscal de la Cámara del Crimen en Córdoba y, posteriormente, vocal del Superior Tribunal de la misma provincia, llegando en 1966 a desempeñar la presidencia de esa alta magistratura, cargo del que fue destituido por el golpe de Estado encabezado por el Gral. Onganía. Accedió por concurso a la cátedra de Derecho Penal de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
Fue director del Instituto de Derecho Penal de la misma facultad desde 1971, habiéndose renovado su designación por elección de los profesores de diversas cátedras de dicha especialidad. Fue miembro del Instituto de Estudios Legislativos de la Federación Argentina de Colegios de Abogados y director de la Sección Penal de ese instituto, y también miembro honorario del Departamento de Derecho Penal de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Durante el llamado Proceso militar ejerció activamente la profesión de abogado. En 1976 se incorporó como académico de número a la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, ocupando el sillón Dr. Manuel Lucero. En el acto de su incorporación, el Dr. Sebastián Soler destacó: “Con respecto al doctor José Severo Caballero, el acto me brinda la oportunidad de participar de una tarea a la vez justa y grata, en tiempos en que por desgracia y con demasiada frecuencia, la Justicia muestra un rostro adusto, pues su solo pronunciamiento puede implicar un acto de heroicidad. Aquí cumplimos un acto de justicia serena y tranquila, llega el Dr. José Severo Caballero a esta Academia después de haber cumplido una obra ejemplar a través del desempeño impecable de las más altas funciones a las que un jurista pueda ser llamado: la magistratura y la cátedra, y de haber labrado en horas de trabajo intenso y escrupuloso una larga serie de obras en las que la investigación está siempre guiada por el amor a la verdad”.

En 1983 fue elegido por su trayectoria, fundada en su reconocida capacidad, probidad y seriedad, para integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación, llegando posteriormente a ocupar el más alto sitial al que puede aspirar un hombre del derecho en función judicial, la presidencia del máximo tribunal, cargo al que renunció posteriormente por las divergencias que suscitó en el seno del tribunal la histórica acordada 44/89, con motivo de la inconsulta elevación de la cantidad de miembros del mismo dispuesta por el Congreso de la Nación a iniciativa del Poder Ejecutivo Nacional durante la presidencia del Dr. Carlos Saúl Menem.
En setiembre de 1989 renunció al tribunal. Ya radicado definitivamente en Buenos Aires, ejerció libremente la profesión de abogado, labor que realizaba con total entrega. Transmitía el entusiasmo de un novel abogado, pero con la sabiduría de un hombre de su valía. Jamás imponía, sino que sugería, reflexionaba, meditaba, y recién se expedía en el consejo técnico sin dejar de considerar principalmente la cuestión humana o institucional que el caso importaba.

Vivía de proyectos y no de recuerdos. Su proceder inspiraba confianza, credibilidad y el respeto característico de aquellas personalidades que forjaron el progreso con esfuerzo consagrado a su vocación de servicio inclaudicable de la vida argentina superior. En las sentencias que dictó como juez han quedado también las huellas indelebles de su pensamiento, un garante de la realización plena de la justicia como instrumento de paz para los pueblos.
Era de aquellos que al alba ya iniciaban su tarea, su dedicación al análisis de las cuestiones vinculadas con la ciencia jurídica, y su jornada de trabajo se extendía hasta entrada la noche. Si había un deber que cumplir, allí estaba. Conmovía con su entrega, era contrario a toda conducta que pudiese significar privilegios y no era de resaltar méritos ni diplomas. Cada análisis realizado sobre temas del derecho positivo lo trasladaba en la investigación a los antecedentes legislativos, doctrinarios y judiciales, y posteriormente, concluida dicha tarea, se expedía con la solidez de su vasto conocimiento y experiencia. Desarrollaba la visión sustancial del caso, dejando esbozadas las alternativas procesales que se debían recorrer, para cuando la cuestión llegara al conocimiento de los jueces. Sabía con certeza cuándo la misma iba a llegar indefectiblemente a la resolución de la Corte Suprema.
Fiel defensor de las instituciones de la República y de la vida democrática, meditaba sobre la juventud argentina y su proyección hacia el futuro. Tenía a los jóvenes en su corazón como destinatarios de sus numerosas publicaciones, creando inquietud por el saber de excelencia.
Reflexionaba con prudente apreciación crítica y se expresaba con sencilla claridad. Tenía la convicción de que el abogado reflexivo, estudioso, consagrado al saber de la ciencia jurídica, contribuía a motorizar la búsqueda de aquellos cambios que necesariamente se debían realizar para el progreso del sistema de justicia en beneficio de la sociedad. Realizó numerosas publicaciones, entre otras en la Revista Jurídica La Ley, tratando distintos temas de actualidad, especialmente vinculados con el derecho penal, constitucional y procesal constitucional. No es motivo de este pequeño homenaje el análisis de su obra, que es vasta y fecunda. Citaba en sus trabajos a cada uno de los autores de doctrina nacional y luego desarrollaba su posición personal. No había obra de derecho en materia de derecho penal que editada no fuese incorporada a su biblioteca. En sus publicaciones era cita permanente el pensamiento de sus colegas y discípulos de la Universidad de Córdoba. Además del afecto que tenía por ellos, reconocía y respetaba la creatividad intelectual, el esfuerzo personal, la calidad humana, a muchos de los cuales había acompañado en su formación. Autor de distintas obras, como El embargo y sus efectos en la defraudación; artículo 173 inciso 9 del Código Penal, Librería Jurídica Omeba, Córdoba-1963; El significado doctrinario y jurisprudencial de la libertad condicional regulada por el Código Penal, Editorial Lerner, 1964; Acciones privadas de los hombres y autoridad de los magistrados, Editorial La Ley, 1989, entre otras. También dictó numerosas conferencias en el país y en el extranjero.
Auspició la colegiación profesional del abogado. Ejerciendo la abogacía en esta Ciudad, se matriculó como abogado en nuestro Colegio. Participaba de cada acto electoral en que se convocaba la elección de sus autoridades. Fue miembro del Tribunal de Disciplina. El día de los comicios era un abogado más, y no había impedimento de ninguna naturaleza que obstaculizara su presencia. Desde muy temprano concurría a cumplir con lo que consideraba un deber profesional, y se acercaban los colegas para saludarlo afectuosamente, importando ello un homenaje sincero en reconocimiento a su trayectoria. Hombre de diálogo permanente, de trato cordial, afectuoso con sus seres queridos, su estilo de expresión era sencillo pero profundo, cada término empleado era una definición. Sus consejos eran de esperanza. Tenía también su corazón en la función judicial, sabía de la excelsa y silenciosa tarea de aquellos que diariamente prestan un servicio de justicia y le infligía dolor todo episodio irregular que afrentara la fecunda labor de magistrados, funcionarios y empleados del Poder Judicial, máxime si provenía de personas que no honraban la función para la que fueron convocados. Circunstancias éstas que meditaba silenciosamente, no lo expresaba en palabras, sólo en el gesto de su rostro había prudencia, equilibrio y fortaleza espiritual ante cualquier adversidad. Su capacidad de dominio y su fe lo identificaban como un ser humano extraordinario. Vivía informado y actualizado de todo aquello que vinculara intelectualmente la vida y el desarrollo de la Nación, estaba atento, alerta, a los temas de trascendencia institucional y, principalmente, a aquellos vinculados con el derecho y la Justicia, asuntos por los cuales se lo convocaba permanentemente.
Su figura representa a una inmensa cantidad de hombres que amaron y respetaron las instituciones de su Nación y a su gente, y tuvieron el honor de ejercer las más altas responsabilidades, prestigiándolas con honradez ejemplar. Por ello, un merecido aplauso. *El autor: Dr. Luis María Cipollone
Es abogado, docente de la Universidad de Buenos Aires y miembro de la Comisión de Defensa del CPACF

OÑATIVIA, ARTURO, por la Dra. María Elena Storani


OÑATIVIA, Dr. Arturo (1914-1985) El texto siguiente fue extraído de interneT, se títula “BIOGRAFIA DEL DR. ARTURO OÑATIVIA” Escribe: Dra. María Elena Storani, Médica endocrinóloga, Hospital Central de San Isidro, Prov. de Buenos Aires, Argentinae-mail: mestorani@fibertel.com.ar :” El doctor Oñativia tuvo una personalidad multifacética. Fue un hombre que no sólo se destacó como médico, docente e investigador, sino también como político. Fue capaz de generar y gestionar, a través de la función pública, obras trascendentes de enorme envergadura y beneficio para la sociedad argentina. Fue un hombre que comprendió que el "bien común" es una causa por la que vale la pena luchar aunque se corra el riesgo de perderlo todo. Tuvo sueños grandes, los supo compartir, sembró su trabajo y cosechó esperanza.El hombre que venía del norte


Nació en Salta el 16 de abril de 1914. Cursó la escuela primaria y secundaria en esa ciudad y se recibió de bachiller en 1932. Continuó sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, allí obtuvo su doctorado con la calificación de sobresaliente.El joven médico.


Su actividad médica asistencial comenzó en Clínica Médica en el Hospital Torcuato de Alvear y en 1942 concursó y ganó un cargo como médico endocrinólogo en el Hospital Rivadavia, donde su jefe fue el doctor Enrique del Castillo. Completó su formación de postgrado en endocrinología a través de innumerables cursos de capacitación y de intensos trabajos científicos. También se desempeñó como docente en ese mismo hospital y compartió esta actividad con el doctor Tobias en Clínica Médica y con el doctor del Castillo en Endocrinología.


Algunos compañeros de hospital recuerdan su destacada capacidad de observación, su prolija minuciosidad en el exámen clínico que realizaba a sus pacientes, sin perder nunca de vista que el enfermo es una persona cuya unidad psicofísica debe ser comprendida en forma integral. Este abordaje pone de manifiesto su profunda formación humanística.


Como investigador realizó treinta y dos trabajos que fueron publicados en revistas nacionales y extranjeras. Participó, además, de la redacción de libros sobre endocrinología y también en traducciones al castellano de varios libros de la especialidad.
De regreso a Salta


Durante 15 años, el doctor Oñativia trabajó en distintos centros de salud de Buenos Aires hasta que en 1955, regresó a su Salta natal. Volvió decidido a volcar toda sus capacidad y energía en la creación y en la puesta en marcha del Instituto del Bocio y luego, el de Endocrinología . Toda su labor, junto con los trabajos del doctor Perinetti en Mendoza, fue pionera en la erradicación del bocio endémico en el país.


Por aquellos años, las estadísticas señalaban niveles altísimos en el impacto del bocio en la población del Noroeste Andino (NOA). En ese momento la prevalencia del cretinismo bocioso era del 41 por ciento, y en algunas regiones, como en el Valle Lema, era del 100 por ciento. Esta enfermedad afectaba de manera definitiva el desarrollo intelectual de las personas en una muy extensa región argentina que abarcaba casi todo el NOA. Eso tenía repercusiones no solo individuales sino sociales: una gran porción de la población de nuestro país estaba virtualmente "condenada" al subdesarrollo intelectual y económico debido a una deficiencia en el tratamiento del bocio.


Ante perspectivas tan dramáticas, la creación del Instituto del Bocio contó con múltiples apoyos: con el de la población de la región, el de la Universidad de Tucumán, el de los gobiernos de las provincias afectadas y el de la Nación, pero por sobre todo con la inquebrantable fe, perseverancia y la capacidad de trabajo del doctor Oñativia. El Instituto fue modelo hospitalario, por su atención al enfermo, por su producción científica, por la formación de médicos y paramédicos especializados y por la interrelación y la sinergia que se generó con otras instituciones del país y del extranjero.


Como Ministro de Salud Pública


En 1963, durante el gobierno del doctor Arturo Illia, fue convocado para ejercer el cargo de Ministro de Salud Pública. El ex senador Adolfo Gas, señaló en un discurso de homenaje, realizado en esa Cámara en 1985 para recordar al doctor Oñativia que para éste, "la salud era uno de los hechos primordiales en todos los actos de gobierno".


Desde ese cargo, Oñativia complementó su tarea de erradicar el cretinismo bocioso a través de la promulgación de la ley 17259 de "Obligatoriedad del uso de la sal enriquecida con yodo como profilaxis del bocio endémico". Con esta ley, se reglamentó el enriquecimiento de la sal con yodo para uso alimentario humano y animal. Esta ley se fundamentó en estudios realizados en diferentes provincias, como Catamarca, Chaco, Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Misiones, Neuquén, San Juan, San Luis, Salta, Tucumán y Tierra del Fuego, en las que el índice de bocio oscilaba entre el 12 y el 50 por ciento. También se consideró el uso de sal enriquecida para la alimentación animal, ya que al tener la carne un muy alto consumo en nuestro país, era bueno que la sal enriquecida llegar al ser humano a través de esa vía. Además, se detectó que en el ganado lanar, vacuno y porcino, la carencia de yodo alteraba su reproducción y su pelaje, acarreando consecuencias adversas incluso desde el punto de vista económico.


En 1997, a la ley 17.259 se le agregó una especificación en el artículo 10 que señalaba que las sales producidas con disminución de sodio para el consumo en personas con hipertensión, también debían ser enriquecidas con yodo.Importantes iniciativas


Oñativia impulsó toda una serie de iniciativas fundamentales como la ley de Reforma del Sistema Hospitalario Nacional y de Hospitales de la Comunidad, amén de la creación del Servicio Nacional de Agua Potable, que garantizaba la provisión de la misma a las comunidades rurales.


Asimismo, fue de importancia estratégica la ley de Medicamentos -la 16.462 y 16.463-conocida como ley Oñativia que le daba al medicamento un carácter de "bien Social" al servicio de la Salud Pública y de la Sociedad. Esta ley, promulgada en 1966, reglamentaba un estricto control técnico de las drogas sujetas a la experimentación humana, además del control de precios, según la demanda de las mismas.


Ahora bien, si se tiene en cuenta que los medicamentos insumen el 50 por ciento del costo total de Salud de la población, y que el 95 por ciento de ese costo está determinado por el valor de insumos, drogas y tecnología de la industria internacional de los medicamentos, entonces se comprende de qué manera esta ley tocó intereses económicos de espectacular magnitud. Algunos historiadores consideran que esta ley fue uno de los ingredientes que llevó al golpe de Estado de 1966. Esta fisura en el orden Institucional hizo que la visión de Oñativia de "poner los medicamentos al servicio de la Sociedad", quedara truncada, ya que esa ley fue derogada inmediatamente tras la caída del gobierno de Illia.


Salta fue la opción


En ese mismo año (1966), regresó a Salta, desoyendo los consejos y pedidos, que, entre otros, le daba el propio Bernardo Houssay, que al igual que él había pasado por situaciones adversas y, en alguna medida, similares a las que había tenido que atravesar Oñativia. Houssay intentó convencerlo que se quedara en Buenos Aires, para contribuir desde allí a la ciencia médica argentina. Sin embargo, prefirió volver a su provincia sin un centavo en sus bolsillos. Sus amigos coprovincianos, lo recibieron con el mejor homenaje que puede hacérsele a un hombre público, intachable e invalorable: se hizo una suerte de colecta para conseguirle una vivienda y un automóvil a fin de que pudiera ejercer su profesión en su tierra natal.


Fue perseguido políticamente, calumniado, y dejado cesante en el Instituto del Bocio que él había creado con tanta eficiencia. Sin embargo, continuó trabajando. Sucede que es muy difícil detener a un hombre con una visión y una capacidad de trabajo como la de él. La perspectiva del tiempo demostró que sus detractores sólo lograron poner obstáculos en su camino, pero nadie lo detuvo.


Una vez encaminado el Instituto del Bocio, su siguiente objetivo fue tratar de resolver en parte, los graves problemas de desnutrición que padecía la población del NOA, lo cual generaba una alta morbimortalidad infantil. Con la misma metodología empleada para la organización del Instituto del Bocio, creó el Instituto de Investigación en Enfermedades Nutricionales, la carrera de Licenciatura en Nutrición, y de Enfermería Universitaria.

Conjuntamente con la Universidad de Salta y el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se elaboraron alimentos de alto valor nutritivo y de bajo costo para distribuir entre la población de menores recursos.

Lamentablemente, este proyecto tampoco se prolongó en el tiempo debido a la particular situación política que vivía el país en ese momento.Mucho más que un maestro y un investigador
Paralelamente a todas sus actividades, el doctor Oñativia nunca abandonó la docencia. Fue profesor titular de la Cátedra de Problemas Socioeconómicos de la Región del NOA y presidió la Comisión de Factibilidad de la Universidad de Salta.


Por su gran capacidad analítica, siempre desarrolló en sus proyectos una detallada metodología, documentó sus observaciones clínicas y epidemiológicas, las que se traducían en trabajos científicos e informes técnicos de suma relevancia para el desarrollo de políticas públicas de salud. Fue, además, miembro de la Academia Nacional de Medicina y de la Academia de Medicina de Córdoba.


Epílogo


El doctor Arturo Oñativia, a pesar de todos los avatares, disfrutó de un gran reconocimiento por parte de la comunidad científica y de la población en general. Recibió innumerables premios, como el otorgado por la Sociedad de Medicina Interna de Buenos Aires al mejor trabajo científico realizado en 1954. Obtuvo el Premio Mariano Castex entregado por la Academia Nacional de Medicina en 1970, el Premio Essex de la Sociedad Argentina de Progresos en Medicina Interna en 1975, el Premio al Mérito Distinguido del Círculo Médico de Salta en 1984, la Medalla de Oro otorgada por el Servicio Nacional de Agua Potable(SNAP) al cumplirse los veinte años de su creación. También la Fundación Konex le entregó en diploma de Honor y el Konex de platino en 1983, en la especialidad de bromatología.


En 1983, el 3 de abril y a los 69 años de edad, cuando se aprestaba a competir en las elecciones de octubre como candidato a gobernador por Salta, cayó abatido por su enfermedad que le costó la vida.


Arturo Oñativia representa, en gran medida, lo mejor del ser humano. Simboliza el idealismo, la vocación, la entrega absoluta y desinteresada, el amor verdadero y palpable hacia el otro. Pudo unir, en perfecta armonía, su formación médica con su vocación política y en consecuencia su obra trascendió y sirvió para mejorar los niveles de salud de millones de hombres y mujeres de nuestro país. Aparece, sin duda, como un modelo de generosidad para recordar y exhibir ante las nuevas generaciones de argentinos. Buenos Aires, diciembre de 2004”
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Cabe agregar a esta magnfíca semblanza de Oñativia escrita por la Dra. Storani, que el fervoroso militante radical don Arturo Oñativia fue presidente de la Unión Cívica Radical de la provincia de Salta, delegado a la Convención Nacional y al Comité Nacional de la UCR, dos veces candidato a gobernador de su provincia, mas no caben dudas que su nombre ha pasado a la historia nacional por su lucha como médico solidario, como científico, y por llevar a la práctica, junto con su colega y correligionario Arturo Íllia, los principios radicales, “delito” que los intereses sucios no podían permitir. Esas luchas fueron las que tramaron y armaron la infame y demencial aventura profascista llamada, sarcásticamente “revolución argentina.”

El trabajo de la Doctora Storani se incorpora con su expresa autorización, que que mucho agradecemos y valoramos.
La fotografía del Dr. Oñativia fue facilitada, hace avarios años, por elcorregionario convencional nacional constituyente (mc) y ex Presidente de la Federación Universitaria Argentina, doctor Pedro Perette.

BISBAL, JUAN ROBERTO, por Enrique Pereira


BISBAL, Escr. Juan Roberto (1903-1982) Dirigente de San Isidro, desempeñó diversos cargos partidarios desde su juventud, siendo elector de presidente y vicepresidente y delegado a la Convención del partido.

Se desempeñó, a partir de 1963, como Secretario de Gobierno del Municipio de San Isidro. En dos oportunidades fue el candidato radical a intendente.

Profesional respetado, actuó intensamente el ámbito deportivo, cultural y religioso de su comunidad, llegan do a ser presidente del Club Acassuso y del Centro de Ex Alumnos de Don Bosco de San Isidro.

Su constante militancia quedó patentizada al fallecer el 2 de enero de 1982, despidiendos sus restos en nombre de la Unión Cívica Radical el ex intendente municioal de San Isidro don Juan Miguel Basso.(1)

(1) S/ J.R. Bisbal, cfr. “la Prensa” del 2 de enero de 1982, e información facilitada por el ex gobernador de Buenos Aires doctor Alejandro Armendariz.
on emoición, hemos reibido la siguiente carta por correo electrónico:

Estimado Enrique:
Grata fue la sorpresa al ver la referancia biográfica de su blog sobre mi abuelo Juan Roberto Bisbal, le escribo con el objeto de hacerle un pequeño aporte, mi abuelo fallecióo el 25 diciembre de 1981 por la madrugada de un ataque cardiaco, luego de la cena familiar de Nochebuena. Le adjunto una foto dando un discurso en su querido Club Atletico Acassuso y desde ya muy agradecido por el recuerdo.
Saludos.
Arq. Mariano Juan Bisbal

Le agradcemos la correción de la fecha, que es precisamente la imprescindible ayuda que necesitamos