lunes, 21 de noviembre de 2005

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Juan Pablo Miranda

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La truqueada

Eran solo las cinco de la tarde y en la soledad de la estepa se dejaba ver la tenaz luz que emitía el puesto de La Tercera Barranca. Las velas del puesto, como una ceremonia prevista, confundían las sombras con sus verdaderos dueños, que tempranamente se refugiaban condicionados por el tiempo.

Aquí vivió solo por más de cuatro años Antonio Santos, y hoy con un poco más de un mes vivía junto a Pedro Mancilla, nuevo puestero de la estancia Maria Mercedes. En la rusticidad del puesto trataban de acortar las largas horas de invierno, Antonio se dedicaba a trenzar un lazo de cuatro tientos, mientras Pedro tomaba ginebra.

- ¿Que tal la ginebra compañero?..... Cierto que está como pa' sobar correas.
- No hay como la ginebra Bools.
- Ahora que estamos en confianza amigo. Déjeme contarle algo que lo tengo atragantao. Cuando llegue a la estancia escuche puros comentarios malos de usted. Y me daba cosa tener que ser su compañero.
- Es que el ocio hace hablar a la gente.
- Pero por algo debe tener mala menta.
- Debe ser por que a una le gusta la tranquilidá y no habla mucho solo hace su pega, ahí ya empiezan con los pelambres
- Bueno mejor le sirvo más ginebra y ¡Salud!
- ¡Salud!
- Bueno, ahora que ya sé que no estoy con el coludo, Don Antonio alcánceme mi jarro. Y dígame. ¿Lleva mucho tiempo por estos pagos?
- Como cinco años.
- ¿Y antes dónde?
- En la Argentina.
- ¿Y por que se vino?
- Problemas personales y ¿usted?
- Yo soy de Puerto Cristal. Allá en el lago General Carrera. Y ahí tuve en la Estancia La Tapera, pero tuve problemas con el capataz. "Pal' hombre que sabe sus obligaciones, es mala educación que lo anden cabresteando". "Y como yo soy potro que no me junto con los domados a palenque". Ahí no mas pedi las cuentas, agarré los Bastos, y por aquí me pillo la cerrazón, pero... ¡Salud don Antonio! Y Usted ¿Por alguna hembra habrá vuelto a cruzo el alambre! Don Antonio?
- "Creerle a las mujeres es como creerle la cojera al perro".
- Que le parece si jugamos una manito de truco Antonio
- No truco no; no juego.
- ¡Que le hace uno no más!
- Ya me cabrió el truco amigo.
- A ver... tráigame su jarro Toño pa' que no se me acobarde. ¿Porque no creo que tenga miedo perder con un forastero? ¿O el hombre piensa que no soy parejero pa' uste?
- Ya te dije que no quiero.
- Capaz al hombre le gusta ponerle peso a la timba, a mí me gusta su caballo El Moro.
- No eres el único.
- Entonces cerremos trato. El moro por el sueldo, que me dejo el capataz, ¿si es que no tiene miedo?....

Una antigua sensación se apoderó de Antoño. La cual combatía con el deseo de no jugar. El truco en la Patagónia tiene muchos códigos que se defienden muchas veces de forma trágica donde la mentira se confabula con la sangre fría al apostar. Pero esta lucha interior que el creía olvidada ganaba a cada minuto mas terreno potenciada por la ginebra.

- Un treinta seco y nada más.
- Bueno que se haga.
- Ese hombre es de los míos. ¡Salud! ¿Con flor?
- La suerte es carta, tú las das.
- Falta envido los primeros tantos.
- Quiero veinte seis.
- Veinte ocho son mejores.
- Truco.
- Quiero
- Toma al que quiere se le da.

Así el ambiente empezó a tornarse temerario. En un juego hostil que Pedro iba enardeciendo cada vez más, con sus versos ofensivos.

- " Envido rojo, si me reviras té cojo".
- Envido dice cualquiera.
- Real envido.
- Quiero Treinta.
- Treinta son las mías toño, siete por una.
- "Una morena me dijo, arreglándose los rulos, tengo tres tantos de flor y dos del truco seguro".
- Paso y quiero.
Poco a poco Pedro comenzó a sacar ventaja en el juego invadido por una fuerte excitación producto de la ginebra, ya se había acabado la camaradería y el juego congelaba el aire de la húmeda pieza.
- ¿Cómo vamos Pedro?
- "Parejo como lomo e camello". Yo a tres pá salir y usted a siete. "Me gusta la araña negra porque pica y deja roncha, pero más me gusta tu hermana Toño que tiene flor de concha. Listo amigo "a lo perro galgo canto mi flor y me salgo".
- Gané Toño, Traiga los papeles del moro. ¿Que le pasa Antonio?, ¡le gane!
- "Yo gasto de mi dinero y no me asusto por eso, si hay flor contra flor arresto y si hay punto a puntos quiero. Todavía no se va el partido Pedro, si agarra la flor se va usted, o me voy yo……
- Y uste' cree que yo voy arrancar si es que tiene algo son puros monos, ¡Quiero treinta!
- Treinta son las mías, yo soy mano, hay esta véala bien pedro.

El rostro de Pedro palideció, bebió un sorbo de ginebra y se encamino a pagar su apuesta busco el cinto en su pieza, pero antes encontró el cuchillo que prendía de él, acaricio la hoja y lo puso bajo la faja y se encamino hacia la mesa.

- Con que tapao el hombre ¡Tramposo e` mierda!

Pedro atacó con su cuchillo a Antonio el cual rápidamente se llevó la manta al brazo y se puso en posición de defensa, el corte no era profundo. Pedro nuevamente lanzo un segundo ataque que Antonio atrapó en la manta resistiendo el dolor del cuchillo prisionero en su brazo. Y con la otra mano asestó un fuerte golpe bajo la oreja de Pedro, mientras las cartas bailaban la danza de muerte. Desvanecido Pedro cayó sobre una ruma de leños, tiñendo de sangre aquel viejo puesto de invernada.

- Hasta que me hiciste jugar maldito. ¡Ya lo había dejado! Por eso me vine de descapando de Argentina. Allá me eché a un compadrito pero con veintinueve de mano.

sábado, 28 de mayo de 2005

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Juan Pablo Toloza: No llores por mí Puerto Natales

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Por Juan Pablo Toloza

No llores por mi Natales, ni por tu hermosa decrepitud. No llores por el invierno insistente que congela las apariencias, no llores por no ser la perla austral, ni la ciudad más austral del mundo, ni por cuanto inepto a pasado a dirigir vuestro destino. No llores por la angustia ni la incertidumbre que conlleva vivir a tu lado. No llores por no creer en tus hijos porque ellos tampoco creen en ti, no llores por tu pasado glorioso de altivos obreros, de luchas campesinas y viejas cantinas. No llores por tus bellezas naturales al convertirte en dormitorio de miles de gringos yeah yeah. No llores por la rutina cancina de vieja meretriz insomne que día a día nos regalas.
Natales es hoy un recuerdo tinto con la hoja del calendario siempre quieta. Desde ayer hasta mañana nada cambiará en Natales, ni la incertidumbre de la angustiada gente, ni la dicha efímera del vuelo del gorrión. Ya no me reconocerá la noche, así por ella vaya, las gaviotas se han olvidado de mí. Algún día nadie quedará en Natales, hasta el tren de la plaza habrá de marcharse y el último en irse silbará un bolero triste cerrando la puerta para siempre. Los amaneceres otrora tan dignos, se ha trocado por el filo de los puñales. La fugitiva sombra del viajero llora arrodillada, el mar exhala su último suspiro, los niños ya no juegan a nada, los abuelos en el cementerio, y los estudiantes lloran en las plazas.
Esas callecitas leales al recuerdo, ya no acunan nuevos amantes al amanecer. El viejo bailarín del mosto se fue a buscar nuevas historias. Los poetas están muertos. Un fantasma recorre el pueblo, el invierno indica que tenemos que buscar una nueva canción, un lugar en donde un sol más grande nos cobije y se acabe para siempre el desamparo. No creas que soy injusto Natales, porque te pida que no llores por mí, Solo te pido que estemos alejados. Ya que una mañana gris cuando tuve que marcharme, yo sé que nadie lloro por mi.

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