martes 26 de febrero de 2008

3

Malas referencias

3 comentarios
Cuando llegaron los poetas colombianos se estacionaron en el centro. Preguntaron por mí. Traían pocas referencias. Le preguntaron a un tal señor Toledo. Después de algunas vacilaciones de parte del tal señor Toledo, le dio el dato preciso. "Tiene que ser un huevón que se cree poeta y que vive porallárriba".

lunes 25 de febrero de 2008

0

La muerte de un vagabundo

0 comentarios
Se llamaba Tito. Y eso fue suficiente. No necesitaba más. Fue su elección. Lo conocí de joven cuando yo era niño. Era alto y de complexión atlética. Tenía padre y madre, tres hermanos. Como casi todo el pueblo trabajó en el frigorífico. Luego en una empresa expendedora de combustibles. Tenía una bicicleta con la cual se dirigía al trabajo. Era un tipo aplicado. Un caballero. De pocas palabras. En cierta medida siempre fue un ser enigmático antes que se dedicara al vagabundaje. Era un hombre en el sentido estricto del término de aquellos tiempos. Un hombre de pocos amigos. Frente a su casa vivía La Cañe. Con ella tuvo cuatro hijos. Tres mujeres y un hombre. Nunca nadie lo vio con ella. Con La Cañe. Se cruzaban apuestas en cómo y dónde Tito se juntaba con La Cañe para procrear. Nadie, reitero, los vio jamás juntos. Nunca. Y tuvo cuatro hijos con ella. Ninguno obviamente, reconocido. Y se fue quedando solo. Completamente. La Cañe a la cual nunca vimos junto a Tito, se murió. Los hijos que nunca jamás hablaron con su padre, con Tito, se desperdigaron por parajes lejanos y el barrio poco a poco fue cambiando su fisonomía. Y Tito celosamente se fue quedando solo. Se volvió un ermitaño. Y pasó la barrera. La barrera que separa la vida de su vida. Y cortó casi todo vínculo exterior. Ingresó a la delgada línea que separa la obviedad de las cosas establecidas a un mundo interno al cual se nos hace difícil acceder. A un mundo que vislumbramos lejano pero que está ahí. Al alcance de la mano. Se recluyó. Se aisló. Atisbó un mundo mejor para él en donde el frenesí de querer tener y no ser, no tenía importancia alguna. Y se hizo vagabundo. Ya nada necesitaba. Por lo tanto nadie necesitaba de él, de Tito. Cortó amarras. Deambulaba por el pueblo a pasos apresurados. A ninguna parte. La osquedad era su emblema. No retribuía saludos. Cerró puertas y ventanas. Puertas y ventanas que al final utilizó para calentarse. Por último una maldita enfermedad se lo llevó. De noventa kilos llegó a pesar treinta. Y se fue. Se fue de una forma que seguramente a él no le hubiese gustado. Completamente rasurado en su ataúd, él que tenía una barba blanca de filósofo griego. Con un traje que nunca le perteneció y a un cementerio quieto indigno de su estirpe de ermitaño apresurado. Pero el fantasma de Tito seguirá rondando por el barrio. Volverá a juntarse con La Cañe en ignotos lugares desconocidos y reclamando para sí, ser llamado el protector de todos aquellos vagos natalinos que están por venir.

jueves 21 de febrero de 2008

0

Karina

0 comentarios
Te voy a contar de Porvenir. Todas las viejas miran por la ventana. Los viejos se juntan en el Club Croata a jugar al truco. Si vas a comprar a un almacén te dicen: "Usted no es de acá". Hay cinco cabaret para una población de cinco habitantes. Hay un Pub que vivas donde vivas siempre está a tres minutos de tu casa. La mayoría de la gente se cree croata o cuico. La mitad de las casas están abandonadas. Hay dos tiendas de ropa fea. Un día salí con mini y tacos y se armó un revuelo. Chocaron autos, etcétera. Las noches son eternas y los días interminables. Hay pájaros que cantan todo el día y la noche, no te dejan dormir. Todas las casas en donde dormí penaban. No vuelvo nunca más a Porvenir. Ni cagando.

sábado 16 de febrero de 2008

3

Lalo

3 comentarios
Oye parece que los chilotes están celebrando su fiesta costumbrista, no es pornaa nanito pero puta los chilotes que la weean. Mira mi papa es chilote pero el otro día nomás le preguntaba a ... cómo es que se llama este cabro... Rubén. Le preguntaba a Rubén como andaba la cosa por Río Gallegos y me decía que antes andaba bien hasta que llegaron los chilotes, porque los chilotes se comen una empaná y se guardan la otra pa la casa.

jueves 14 de febrero de 2008

0

Irene

0 comentarios
Fue una tremenda operación la que le hicieron a mi marido. Le sacaron un pedazo de acá y se lo pusieron acá. Luego le sacaron el tripal y le cortaron más de medio metro y lo cosieron, cuando lo estaban cosiendo vieron que tenía una cosa como un tumor o algo así una cosa negra y aprovecharon de sacársela. Pobrecito él no se daba ni cuenta porque estaba con la anastesia y así uno no se da cuenta dime tú cómo se iba a dar cuenta. Ahora hay que esperar nomás que serreponga y que vuelva a trabajar el pobre porque tu sabes que en el trabajo no esperan.

sábado 9 de febrero de 2008

3

Vidal

3 comentarios
Mejor ni te cuento lo que me pasó. Volví del campo y la puta de mi mujer se había ido con mi compadre, con Lucho, yo hace tiempo que las venía parando pero como siempre uno que no cree en una cosa así. Me dejó toos los cabros tiraos. Se fue a Punta Arenas y yo no sé qué voy hacer ahora. Yo tengo que volver al campo y no sé con quién dejar a mis cabros. Voy a ir a la muni a ver si medan alguna solución o algo así. Puta que cagá weon y justo ahora que me encontraron una wea en el estómago. Uno pa quemao. Voy a tener que seguir aelante nomás qué se le va hacer. Y mis cabros son chicos y yo al campo no lo voy a llevar la otra es irme a Calbuco de nuevo. Tú qué opinái.

viernes 8 de febrero de 2008

3

Sofía

3 comentarios
Y todos los días la misma historia. Que la gata hizo esto que la gata hizo lo otro. Llegaba yo y empezaba la función. Que la gata se meó en el sillón. Que la gata descansa en el aserrín y se caga en el diván. Muchas veces salía de carrete con amigas y amigos, llegaba a los tres días y comenzaba el reclamo. No hay nada más de fastidioso que una salga de carrete y llegue a la casa y comiencen a hincharte las pelotas, porque en esas condiciones lo que una quiere es descansar, ¿o no crees tú?. Mi marido decía; claro tú, la linda de carrete y nosotros tenemos que soportar esta gata. Que la gata rompió una copa. Que la gata rompió un cuadro. Que la gata arañó al cabro chico. Hasta que un buen día me hartaron. Había llegado borracha y dale que dale con la gata. Les dije; tráiganme a la gata y pónganla acá arriba de la mesa. La pusieron. Ahora estírenla, tú y la Helena de cada lado. La estiraron. Agarré el cuchillo y la corté por la mitad. Les dije, ahora terminó el hueveo con la gata. Todos se pusieron a llorar. La verdad que una no puede entender qué chucha quiere la gente.

domingo 3 de febrero de 2008

1

En el karaoke con Ginger Rogers

1 comentarios


Seguramente debe existir un lugar más aburrido en el mundo que asistir a un karaoke. Lo desconozco. Pero anoche fui a uno con Cristina. Ella tiene un cuerpo fenomenal y veintidós años por cumplir. Blusa roja, faldita corta de jeans, medias caladas y botas de cabretilla marrón. Estaba sensacionalmente espectacular. Yo con mi abrigo largo negro y mi boina de poeta para ocasiones especiales. Me veía como siempre, mal. Entre canción y canción hubo un ínterin de canciones bailables y bailamos. Cristina se convirtió en Ginger Rogers. Yo no me convertí en Fred Astaire. Seguí siendo el mismo tipo de siempre que desde pequeño nunca aprendió a bailar. Ella me daba indicaciones precisas que nunca entendí. Me movía a ritmo de tortuga antidiluviana. El ritmo era frenético. Gingers, o sea Cristina, movía el culo como poseída. Todo el mundo pendiente del culo de Cristina. Giraba a una velocidad vertiginosa y sorprendente. Todo el local se calentaba con los movimientos de las medias caladas. Todas las miradas estaban puestas en ella.
Mis movimientos eran pausados y desordenadamente arrítmicos. En determinado momento pensé que se me había desprendido una cadera. No podía coordinar mis brazos, mis piernas ni mi cerebro. Solamente pensaba que aquel infierno parase. No era de mi agrado caer muerto en un miserable karaoke. Mientras tanto Ginger giraba y giraba. La concurrencia comenzó a batir palmas y Cristina se convirtió en la estrella de la noche. Aquello era indudable. Dos minutos antes de mi muerte terminó la música y nos fuimos entre aplausos a nuestra mesa. Mientras tomaba de parado mi botella de cerveza, pensé en la conveniencia de que en los karaokes debieran tener balones de oxígeno. Nos sentamos y Cristina Ginger Rogers me dijo: "Bailamos bien. ¿Viste cómo nos miraban?".

Ultimos Post

 

Copyright 2008 All Rights Reserved Milodon City Cha Cha Cha by Brian Gardner Converted into Blogger Template by Bloganol dot com Free Blogger Templates