.
9.- El reino visigodo de Toledo.
Como ya he dicho antes, en Hispania
existían varias guarniciones godas desde años antes. Sin embargo, eso no quiere decir
que los visigodos se asentaran por esas mismas fechas en la Península. A lo que parece,
los visigodos civiles, esto es, visigodos que buscaban un asentamiento con intención de
población definitiva, no entraron en la península hasta el 494-497. Se asentaron en la
Tarraconense, sobre todo en lo que hoy es Cataluña, y en el valle del Ebro. Asimismo
entraron en la Cartaginense, estableciendo poblamientos en la Meseta Norte, desde Soria
hasta Ávila. Estos primeros colonos visigodos seguramente serían los familiares de los
soldados que mantenían el poder visigodo en Hispania, más los clientes, siervos y
esclavos de los señores visigodos que mandaban esas tropas.
Por supuesto, la cosa cambió radicalmente
a raíz de Vouillé.
A partir de esa fecha el pueblo visigodo
se traslada masivamente de la Galia a Hispania, y al hacerlo llevan consigo su estructura
de Estado.
El asentamiento visigodo no fue
homogéneo. No podía serlo dado su escaso número. La mayor densidad de asentamientos se
da en la Cartaginense, en concreto en la Meseta Norte, en un triángulo delimitado
aproximadamente por las ciudades de Palencia, Sigüenza y Toledo. Los siguientes
asentamientos en número se dan en la Tarraconense, desde la costa hasta la tierra
fronteriza que ya se llamaba Vardulia [1]. Según se remontaba el curso del Ebro la
densidad de población visigoda disminuía. Y por supuesto, en la Septimania (o Galia
Gótica), de la que los francos no llegaron a echarlos.
De este modo el Norte de la Cartaginense,
la Tarraconense y Septimania eran provincias godas, mientras que los reductos
romanos (entiéndanse por tales a los hispanorromanos) eran la Bética (sobre
todo), Lusitania y la parte Sur de la Cartaginense [2]. Gallaecia era en ese momento
sueva con un toque céltico alrededor de Mondoñedo, habitado por bretones de
origen y cultura céltica. Pero mientras que godos y romanos deben
entenderse más como conceptos culturales antagónicos (los bárbaros por un lado; los
herederos del Imperio por otro) que a veces degeneraba en enfrentamiento político, los
conceptos suevo y godo son desde un principio sinónimo de
trinchera política, porque ni suevos ni godos iban a tolerar que en Hispania hubiera un
reino dominante que no fuera el suyo. Y, en cualquier caso, el término suevo
ha de tomarse con mucho cuidado ya que la mayor parte de la población bárbara de
Gallaecia se había fundido con los nativos hispanorromanos, incluso hasta el punto de
borrar las diferencias religiosas casi por completo. La cornisa cantábrica permanecía de
momento independiente al poder de los reyes visigodos y a causa del retroceso de la
romanización en la zona, más bárbara aún que la antigua Gotia [3].
Este es el escenario étnico que se
presenta a principios del siglo VI. Sobre este sustrato humano los visigodos trasladan a
Hispania las formas de gobierno que ya habían tenido en la Galia. Esto es, una monarquía
electiva basada en la aristocracia visigoda, organizada conforme a la legalidad del
código de Alarico. En ningún momento los visigodos se consideraron a si mismos invasores
ya que su asentamiento en Hispania había sido legalizado por el difunto y no llorado
Imperio de Occidente. La población hispanorromana tampoco los vio como invasores, sino
como vecinos molestos y groseros, gente con la que había que acostumbrarse a vivir,
aunque nunca de rodillas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que los
visigodos no cambian de modo alguno las formas de gobierno de los hispanos. Los
gobernantes visigodos se superponen a los funcionarios de la administración romana sin
que haya (en principio) interferencia. Las dos poblaciones estaban segregadas desde el
punto de vista legal. Los visigodos tenían sus propios jefes militares, que ejercían de
jueces. La máxima autoridad civil de los hispanorromanos, cuando existe, es el obispo de
la ciudad o el rector nombrado a efectos de gobernarlos. Los hispanorromanos
asimismo tenían jueces (iudices) propios, y además casi toda la administración
económica estaba en sus manos, aunque sometida al tesoro del reino, es decir, al tesoro
visigodo.
Por lo que toca a la política, dejábamos
a los visigodos tras Vouillé con un rey menor de edad (Amalarico, hijo de Alarico II),
con el ostrogodo Teodorico como regente y protector del reino (con un poder delegado en
Teudis, un ostrogodo pariente del difunto Alarico que actuaba como su hombre de confianza
entre los visigodos), y en poder del tesoro real de los visigodos.
De momento la corte visigoda se mantuvo en
Narbona, pero el centro de poder se desplazaba a la Península según lo hacía el
contingente humano de los godos. Teudis dio un giro a las relaciones de los visigodos con
los romanos. Practicó una política de tolerancia con la Iglesia católica.
Él mismo se casó con una noble hispanorromana y católica, y arregló el matrimonio de
Amalarico con una princesa franca. De este modo los visigodos comenzaron a buscar alianzas
con la nobleza local, fuera gala o hispana.
Hasta 530 reinó la paz. Una paz a lo
bárbaro, eso sí, nada de la pax augusta que Roma había procurado a todas
sus provincias.
En este intervalo pacífico (para lo que
era la época) Teudis puso un poco de orden en Hispania nombrando condes (comes) y
jueces (iudex). Además organizó varios concilios eclesiásticos en Tarragona,
Gerona y Toledo, lo que prueba que políticamente la Iglesia católica estaba subordinada
al trono visigodo y que además no era, al menos de momento, hostil a Teudis.
Por esas fechas Amalarico llegó a la mayoría de edad y tomó
posesión de su reino. Entonces cometió el error de tratar de llegar a una alianza con
los francos. Estos interpretaron tal oferta como una señal de debilidad de los godos y no
sólo rechazaron la oferta, sino que se inventaron un casus belli asegurando
que Amalarico intentaba convertir a su esposa, católica, al arrianismo. Con semejante
pretexto atacaron a los visigodos y los derrotaron. Los francos se hicieron con el control
de Narbona y obligaron a la corte de Amalarico emigrar a Barcelona con el tesoro real.
Allí, en Barcelona, Amalarico fue asesinado en 531.
Entonces Teudis se hizo con el poder asumiendo el título de rey.
Sin embargo no hubiera tenido trono en que sentarse si de nuevo la intervención del rey
ostrogodo Teodorico no hubiera salvado a los visigodos del desastre total. Como ya dije, a
Teodorico, convertido en el señor de Occidente, no le interesaba que los francos fueran
muy poderosos.
Teudis estableció su sede
provisionalmente en Barcelona. Nunca más la corte visigoda tendría asentamiento
permanente fuera de Hispania. El cambio del centro de gravedad del reino visigodo fue
deliberado. Teudis buscó la amistad con los hispanorromanos para asentar su reino, y lo
consiguió.
En 533 tropas bizantinas al mando del
general Belisario destruyeron por completo el reino vándalo en el Norte de África. Se
hicieron también con el control de las Baleares y Pitiusas, además de Tánger y
Ceuta.
Teudis se sintió amenazado y por ello
destacó guarniciones a la costa levantina y de la Bética, levantando fortificaciones y
otras obras defensivas. Con ello los godos asentaban sus reales en la zona más romanizada
de Hispania, que antes había estado en un estado de semiindependencia. Sin embargo los
bizantinos prefieron atacar Italia (para entonces Teodorico había muerto), por lo que la
mayor amenaza para los visigodos siguieron siendo los francos.
En 541 se reanudaron las hostilidades
entre visigodos y francos. Los francos atacaron Septimania, y, cruzando los Pirineos,
también Zaragoza, que resistió un asedio de más de un mes. Pero al cabo Teudis pudo
rechazar a los invasores, mitad por la guerra, mitad por negociaciones. Quizá por ello se
sintió lo bastante fuerte como para intentar tomar Ceuta, en un momento en que las
conquistas bizantinas parecía que iban a esfumarse. Sin embargo, Ceuta resistió a los
visigodos, y como consecuencia de este fracaso militar, Teudis fue asesinado en Sevilla en
548.
Esta fecha marca un hito en la historia de
los visigodos. Si los lectores han sido capaces de llegar hasta aquí habrán notado que
una misma dinastía gobernó a los visigodos desde Alarico hasta Teudis. Con la muerte de
este último, se extingue dicha dinastía. Y no sólo eso, sino que en lo sucesivo no
habría ya más dinastías reales visigodas. Hubo reyes visigodos que lograron dejar el
trono a sus hijos, pero para hacerlo tuvieron que dejar asegurada la sucesión otorgando
poder a nobles (clientes) que luego apoyasen al presunto heredero. Esto, a la larga,
debilitó la autoridad de los reyes, y causaría de forma directa el fin de la monarquía
visigoda.
Pero mientras celebraban los funerales de
Teudis esto no importaba mucho a la nobleza visigoda, que eligió rey a Teudiselo, otro
ostrogodo. Teudiselo fue asesinado en Sevilla a finales de 549. El siguiente rey electo
fue Ágila, un visigodo.
Ágila era el representante del partido
nacionalista de los visigodos, es decir, la facción partidaria de la
segregación entre romanos y visigodos, y de la preferencia de la Iglesia
arriana (considerada como iglesia nacional de los godos) frente a la Iglesia
católica [4].
Semejante política no le hizo ganar
muchos amigos entre los hispanorromanos. Además, Ágila instaló su corte en la ciudad de
Sevilla, que era de lejos la ciudad más romanizada de Hispania. Por ello su corte pronto
se llenó de conspiradores deseosos de echarlo del trono. Uno de ellos, Atanagildo, fue
más listo que los demás y, tras asegurarse el apoyo de los católicos hispanorromanos,
pidió ayuda militar a los bizantinos (finales de 553).
Varias ciudades de la Bética se
sublevaron contra Ágila, que tuvo que huir hacia Mérida mientras Atanagildo se hacía
con el control de la provincia con ayuda bizantina. En Mérida Ágila fue asesinado en
554. Sus asesinos eran nobles del bando nacionalista que se apresuraron a
cambiar de chaqueta. Como he dicho, su corte estaba repleta de conspiradores. Atanagildo
se hizo con el trono de esta manera.
Apenas llegado a él quiso quitarse de
encima a los bizantinos, pero ya era tarde. Los bizantinos se hicieron con el control de
una franja de terreno que iba desde Elche hasta casi Cádiz. Esta franja incluía la
ciudad de Cartagena (que acabaría convertida más o menos en la capital de la
Hispania bizantina), y llegaba hasta Córdoba, donde se asentaron al principio
los gobernadores llegados de Oriente.
Atanagildo estableció su capital en
Toledo, dejando el Sur, tan peligroso políticamente hablando. Peligroso primero, porque
una vez sentado en el trono siguió la política nacionalista de Ágila (de
ahí la conspiración que le costó la vida, en la que estaban implicados todos los nobles
que antes apoyaban a Ágila), y segundo, porque con los bizantinos de vecinos cualquier
conjura era posible. En cambio, Toledo estaba en la zona de mayor asentamiento de los
visigodos, tenía buenas comunicaciones con el Sur y el Este, y además, por la
configuración de la ciudad, se encontraba mejor defendida que Sevilla. Para un rey como
él, Toledo era la capital idónea.
El nuevo rey guerreó varias veces contra
los bizantinos, a los que no logró arrebatar ninguna porción significativa de terreno.
La guerra entre visigodos y bizantinos se recrudeció a partir de 565 (fecha en la que
muere el emperador Justiniano), pero no debió de prolongarse más allá de 567, fecha en
que Atanagildo muere de causas naturales (para variar).
La ciudad de Toledo, capital del reino visigodo, en el siglo VII, en que llega a su esplendor. Los concilios y las coronaciones reales se hacían habitualmente en la iglesia de San Pedro y San Pablo, situada en los terrenos en los que se levanta hoy la catedral de Santa María.
Respecto a los otros enemigos externos,
los francos, Atanagildo inauguró con ellos una política de alianzas y pactos
matrimoniales con los que pretendía mantener el equilibrio de poder entre las distintas
cortes francas, neutralizando así el peligro sobre Septimania [5].
Muerto Atanagildo fue nombrado rey Liuva
I, que debía ser el duque (dux) de Septimania, ya que fue proclamado en Narbona y
no en Toledo.
Liuva debía ser ya de edad avanzada, o no
gozar de buena salud, porque en 568 asoció al trono a su hermano Leovigildo, en el que
delegó poderes casi absolutos para gobernar desde Toledo, mientras él seguía en
Septimania con un ojo puesto en los francos. La asociación de Leovigildo era un truco
legal para que a la muerte de Liuva sus clientes y fieles (la comitiva regia,
en palabras de la época) encontraran a Leovigildo en las gradas del trono y en
consecuencia no tuvieran mejor candidato al mismo. Además, Leovigildo tenía de su parte
fama de buen guerrero, y eso era importante para la nobleza visigoda. Por si fuera poco,
Leovigildo se casó con la viuda de Atanagildo hacia 568, con lo que debió sumar a sus
clientes los del difunto rey. Esta asociación fue la mejor obra política de Liuva en su
corto reinado. Liuva falleció en 572, posiblemente en Narbona.
Tal como estaba previsto, tras su muerte fue elegido rey Leovigildo. Y con él se abría otro capítulo en la historia de los visigodos.
[1] Este topónimo ha dado muchos quebraderos de cabeza a los historiadores. Por Vardulia se entendía en tiempos prerromanos a la tierra habitada por los várdulos, unos primos lejanos de los vascones. La Vardulia prerromana se extendía más o menos por lo que hoy es la provincia de Soria. El nombre desaparece de los mapas hasta principios del siglo V, en que empieza a llamarse Vardulia a esa esquina de España en la que se juntan Álava, La Rioja y Burgos y que se prolonga hasta los primeros Montes Cantábricos. En esta fase de la historia los várdulos ya no existían o estaban completamente fusionados con los vascones. Precisamente la confusión entre la Vasconia (la tierra habitada por los vascones) y la Vardulia hace que no pueda delimitarse con exactitud el alcance geográfico de Vardulia. En época de los visigodos, Vardulia era una tierra de frontera entre su reino y los dominios de vascones y cántabros más al Norte.
[2] Por estas fechas y a causa de esta división étnica los hispanorromanos empiezan a distinguir entre Carpetania, denominación que cubre la mitad Norte de la Cartaginense, cuya capital sería Toledo, y la Cartaginense propiamente dicha, cuya capital sería Cartagena.
[3] El asentamiento de los godos en las zonas indicadas tuvo como efecto el desplazar aún más gente desde el valle del Ebro hacia Vardulia, Cantabria y Vasconia, agravando la situación de una zona ya de por sí inestable y que nunca llegó a recuperarse de los bagaudas. En consecuencia los visigodos se craron a sí mismo un problema permanente de rebeldía en el Norte, problema que aún no estaba resuelto cuando llegarón los musulmanes a la Península.
[4] Este término de partido nacionalista o sector nacionalista aparecerá muchas veces en lo sucesivo. Ojo con él y con su significado, que va evolucionando con el tiempo para pasar de describir a los visigodos partidarios de la segregación y dominio de los romanos a aplicarse a los nobles visigodos más reaccionarios, esto es, más godos que hispanogodos.
[5] Los francos tenían un sistema monárquico hereditario. Además, los francos consideraban al reino propiedad del rey (a diferencia de los visigodos, para los que el reino era patrimonio del pueblo), por lo que éste podía dividirlo para legarlo a sus hijos. En la época de Atanagildo había tres reinos francos en la Galia, uno con capital en París, otro en Metz y el tercero con capital en Chalons-sur-Saone.