29 de enero de 2012

Etiopía, el país de la reina de Saba

En 2001, ya había intentado visitar Etiopía pero un problema logístico le desvió a Vietnam, desde donde vivió (o mejor, no vivió) los atentados del 11-S.
Ni se enteró.
En 2003 leyó “El safari de la estrella negra” que le devolvió, de nuevo, la vena etíope.
  • Etiopía se distinguía en el África negra por disponer de guión propio y, por consiguiente, de su propia historia escrita y un poderoso sentido del pasado. Los etíopes son tan conscientes de sus vínculos culturales antiguos con India y Egipto, y la fuente religiosa de Oriente Medio, que a menudo afirman ser los primeros cristianos. Cuando antepasados bárbaros corrían por Europa con el culo al aire y con el vientre pintado con glasto azul, los etíopes, ataviados con ropajes elaborados, criaban ganado, utilizaban la rueda y defendían su civilización del ataque del islam, mientras cumplían con devoción los Diez Mandamientos”, decía Paul Theroux, en su libro “El safari de la estrella negra”.
Y si lo decía Theroux, que era, y es, uno de los escritores viajeros por excelencia, ¿qué iba a hacer el viajero insatisfecho?.
Pues,….., prepararse -otra vez- para ir.
Hasta ahora, y han pasado varios años, no puede decir que el viaje está hecho, que no lo está, pero será inminente.
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21 de enero de 2012

Un poco de arte tradicional del Sahel

Desde la ciudad de Bolgatanga (Ghana), la intención del viajero insatisfecho era visitar el Palacio Paga Pía, en la frontera de Burkina Faso [su fotografía era portada del libro-guía de cabecera]. Un taxi/compartido -medio de transporte barato para realizar movimientos de unos pocos kilómetros en el norte de Ghana- le acercó a la ciudad de Paga. Allí, nada más descender, fue recibido por dos jóvenes salidos de entre las casuchas aledañas. Lo primero que hicieron: reclamarle el ‘impuesto revolucionario’.
Este leonés siempre se queja, de estas forzadas dádivas, pero debe reconocer, y lo hace, que no suelen ser excesivas y, al fin y al cabo, ellos enseñan lo poco que tienen, pero que constituye su cultura, y además tratan de explicar sus históricas realidades o sus invenciones.
Se decía que aquel extenso complejo fue fundado por Naveh Kampala. De él sólo mostraban alguna casa tradicional. El resto, más parecido a los pobres arrabales chabolistas de un pueblucho, nada tenía que ver con lo que en los países europeos se conoce como palacio. Los descendientes del tal Kampala vivían ahora allí, distribuidos en docenas de casuchas, con su rango, con sus más de 300 parientes, esposas e hijos. Alrededor de tres cuartas partes de aquellos pequeños edificios del complejo se habían construído -ya quedaba poco cosa- en el estilo tradicional del Sahel, varios atractivamente pintados y algunos, los más antiguos, conteniendo cerámica y otros artilugios, todos ellos artesanales [ver fotografía].
El diseño de las puertas de las casas [ver fotografías] era una reliquia de la época esclavista, según algunas fuentes. La baja entrada y un alto murete que por el interior la bordeaba, hacía imposible que alguien, no bienvenido, entrara en casa sin que el ocupante tuviera un montón de tiempo para darle un golpe en la nuca.
Comprobado.
El muchacho que ejerció entonces de guía le contó, además, otra versión: ese particular, raro y original diseño de las entradas impedía el acceso de animales salvajes.
¿Cuál sería la historia real y cuál la invención?.
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15 de enero de 2012

Unas frases sacadas a un escritor africano

  • Durante más de un mes, ella se resistió completamente a que la tocara. Él le suplicó. Incluso intentó encandilarla ofreciéndole dinero y regalos. Pero su revulsión era incontrolable. Él acabó por enfadarse. La pegó. La castigó. La mataba de hambre. Aquello se convirtió en una guerra absurda entre la voluntad del hombre y la ausencia de deseo de la mujer. Algunas noches, él se le acercaba, desnudo, y la obligaba a contemplar su erección. Ella nunca podría olvidar la primera vez que le vio desnudo. El tamaño de su miembro la dejó horrorizada. Le recordaba a un llantén alargado y curvado. Ifeyiwa escapó a todo correr y gritando de la habitación. Un día él no la dejó escapar, la agarró, la sujetó a la fuerza, forcejeó sobre ella y de repente se desplomó encima, maldiciendo, agotado. Su esperma se había desparramado sobre el vientre de Ifeyiwa y su vestido rasgado. Ella salió rodando debajo de él, se envolvió en un paño y salió al patio, donde vomitó. Aquella noche se baño tres veces”.(Okri, Ben. Amor peligroso. Ediciones del bronce. Barcelona, 1998, pag. 115-116).
¡Qué oscura es África!, pero qué brillos de cordura y repulsa surgen a veces. Son destellos de esa natural sabiduría en un escritor africano, como el de este texto, de cierto inconformismo y denuncia de la dura vida real y cotidiana.
Esta fotografía [oscura en la noche, con brillos imprevistos] tomada en Mozambique le viene al pelo, pensó este viajero insatisfecho.
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7 de enero de 2012

Había que amortizar el tique

Ufffff. ¡Qué pereza -pensaba entonces- visitar en aquellos momentos Vimanmek Mansión Museum, muy distante de donde el viajero insatisfecho se encontraba!.
El tique de entrada lo tenía. Iba incluido por no sabe qué razón en el tique conjunto que vendían en el Gran Palacio de Bangkok ya visitado.
¡Había que amortizarlo!
Sorprendentemente, la mansión -muy turística para los visitantes locales que deseaban ver donde veraneaba su venerado y antiguo rey Rama V- era una belleza, cuidada, inmensa, relajante, delicada y considerada la vivienda de madera de teca más grande del mundo.
Era difícil escuchar a la guía -obligatoria para la visita- aunque su inglés no era tan malo con el del mequetrefe mochilero, pero era fácil sentir descalzo la madera de teca, toda ella; admirar las estancias, con sabor del siglo XIX, las antecámaras y maquesinas de diferentes tamaños; las vitrinas repletas de objetos de cristal, de porcelana, oro, plata y marfil; el mobiliario artesano europeo, o chino, de maderas nobles y bellas incrustaciones de piedras de colores; la sala de la reina; el cuarto de baño del rey y, en fin, multitud de recuerdos personales que la bella guía thai se esforzaba en detallar al son de su rítmica cantinela en inglés.
Al salir, después de calzarse las zapatillas, era el momento de buscar la cámara, guardada a buen recaudo por imperativo thailandés, y hacer la fotografía de rigor ante la casa (prohibido en su interior).
Siempre un ‘pelín’ renegado, el mochilero no quiere mostrarse en ella.



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30 de diciembre de 2011

El V(B)iajero Insatisfecho bajo el ‘efecto Scarlett’

Este año, que finaliza, ha sido el año del ‘efecto Scarlett’ [primera fotografía].
- ¿No recordáis?.
- Si. Si, cuando le robaron las fotos íntimas a Scarlett Johannson.
No quiere este viajero insatisfecho dejar que este ‘importante-acontecimiento’ pase sin ser tratado en este blog de viajes con varios ejemplos.
- ¿Qué no tiene nada que ver con los viajes?.
- Si. Es un viaje a la oscuridad mental humana.




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23 de diciembre de 2011

Los viajes no son lo que eran

© Aventuras de Tiburcio y Cogollo, por Trapiello
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Los viajes no son lo que eran”. Esta frase ha pasado muchas veces por la mente del viajero insatisfecho. Aunque pareciera una remembranza tierna y melancólica de un momento que este mochilero no conoció, no hay duda de que, antes, el viajero en general se enfrentaba a civilizaciones, pueblos, regiones o individuos opuestos a su mundo cotidiano que evocaban exotismo por sus extrañas y ajenas cualidades. Piénsese en los primeros exploradores de tierras africanas: abordaban un mundo extraño, hostil, diferente y dañino.
Ahora, la búsqueda de lo exótico o de lo desconocido tiene que ser interior, debe ser razonada en las entrañas, mezclada, eso sí, con los pequeños retazos de cierta antigüedad que vayan apareciendo en el camino.
El fósil aquel, visto; el tatuaje aquel, grabado a fuego en el cuerpo de aquel, en apariencia, aborigen; el movimiento hace mucho observado, o el monolito desconocido son imprescindibles para hacer sentir al viajero, viajero, y constituyen su galería de objetos e imágenes que podrían ser la ‘negra-habitación’ de las vanas aspiraciones por enfrentarse a pueblos antiguos o civilizaciones ancestrales.
El viajero de hoy debe conformarse con pisar terrenos únicamente que él no había pisado, con vivir situaciones imprevistas y congratularse de descubrir y tocar lo que otros ya le han enseñado mediante imágenes, palabras o, quizás, cuentos inventados.
No importa.
A este leonés, le gustan las casuchas de chatarra desvencijadas que nadie mira, los tranvías rojos y oxidados, los bares de madera con balaustrada de latón y las calles silenciosas azotadas por el viento barredor. Y así, no son necesarios ni los brotes de historia, ni las catedrales del siglo XVI, ni las civilizaciones babilónicas, y mucho menos la búsqueda permanente de lo terrenal exótico.



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13 de diciembre de 2011

Cocobolo

¡Vaya paliza!, y qué sudada, por ayudar a cargar troncos de cocobolo en un cuatro por cuatro panameño. Aquellos troncos, serrados para seleccionar el verdadero corazón de la madera, pesaban más que ‘un matrimonio a la fuerza’. Y todo ese sufrimiento del viajero, por encomendarse a un ganadero de Quintín para, así, conseguir transporte desde La Palma a ese lejano poblado. Al ‘joío’ muchacho no se le ocurrió otra cosa que hacer un flete a medio camino, antes de llegar al destino.
Y ahí estaba el viajero insatisfecho dispuesto a ayudar y a cargar si hiciera falta con todo el cocobolo de la zona del Darién.
[En su descargo, habrá que decir que no supo hasta después, qué especiales tocones ayudaba a cargar].
Si bien hay varios tipos de estos árboles, la talla más generalizada es la de uno que puede alcanzar los 20-25 metros de altura. Debido a su gran belleza y alto valor, se ha sobreexplotado y está ahora en peligro de extinción fuera de parques nacionales y reservas. Su textura es muy densa y aceitosa, a la vista y a la sensación. Con esta hermosa y carísima madera (que lo es) se hacen guitarras, oboes, piezas de ajedrez, manillas de cuchillo y artesanía animal, en general.
Probablemente aquello era una pequeña ilegal tala o, quizás, no muy justificada.
Tal vez, no.
No lo supo.
Ante el desconocimiento de la madera que le estaba agotando, este mochilero preguntó al ganadero/conductor por qué era tan valiosa.
- No lo sé. Es muy escasa, de buenísima calidad y la compran los chinos –contestó el joven ganadero.
¡Vaya, otra vez los chinos!.


PD.: En la foto aparece la dueña del cocobolo (al fondo), su hijo y el ganadero/conductor.
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2 de diciembre de 2011

Bangkok también tiene otro-Bangkok

Bangkok (Thailandia) era algo más que el conocido Gran Palacio/Wat Phra Kaeo, que el Museo Nacional, que la gran ciudad del sureste asiático, o el barrio de Chinatown, o sus modernos ‘scalextric’ viarios y aeropuerto.
Era más.
[¡Qué mal lo ha pasado el pueblo 'thai' hace unos días: lluvias torrenciales, inundaciones, penalidades, muertos,…!].
La capital de Thailandia era también una compleja red de canales, khlongs, de imprescindible visita. Muchos de ellos ya cegados o convertidos en calles, la ciudad conservaba los suficientes para ver aquella ‘otra urbe’. A orillas de estos khlongs había cientos o miles de embarcaderos particulares, accesos habituales a viviendas privadas de madera sobre pilotes, a templos más modestos, a pequeñas industrias familiares y tiendas minúsculas.
Allí era donde había otra vida cotidiana, otro Bangkok de olores y sabores, donde a veces la piel se vestía de torbellinos de flores y plantas flotantes y vegetación exuberante. Mientras el pequeño bote tronaba por el estrecho canal central, el que surgía como una rama a la derecha, parecía no tener fin a lo lejos; el que surgía a la izquierda, simulaba estar abandonado aunque, en uno de sus laterales, varios niños saltaban el agua y reían el paso de la ‘longtail boat’.
Aún se resistían algunas mujeres a abandonar su mercadeo flotante en sus pequeñas piraguas, pero se veía falso y turístico al orillarse, con la complicidad del piloto, al taxi-boat en que viajaba el viajero insatisfecho y ofrecer al escaso pasaje (dos personas) un sombrero pai-pai, la cerveza de lata ‘Chang’ (carísima), las especias plastificadas y otra talla de madera más del siempre ‘afeminadoBuda.
Sin embargo, aquella última mañana de la estancia en Bangkok fue un bonito postre de vida tailandesa, flambeado por la antigua y casi extinta llama de una ciudad con diferente buqué oriental.






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20 de noviembre de 2011

Una viñeta del humorista preferido

Las insistentes noticias e informaciones sobre la expansión china en el mundo en desarrollo están apoyando antiguas teorías de este mochilero sobre el peligro chino, en especial, el de los ‘timoneles’ chinos, sus aspiraciones dispersionistas, su exportación del esclavismo laboral y sus pretensiones de anegar al mundo.
En charlas de amigos, nadie quiere entender estas teorías, pero al volumen informativo se remite. Al reportaje (doble página) sobre el desembarco de estos asiáticos en África, publicado por ‘El País’ hace ya algunos días, habría que añadir el que sacó recientemente este mismo medio sobre la presencia china en América Latina.
Pekin ha encontrado al otro lado del Pacífico la importante fuente de materias primas que precisa para alimentar la locomotora de su desarrollo y se ha lanzado sin reparos a su conquista. El desembarco chino, sin embargo, comienza a crear resquemor […]’, señala Georgina Higueras en su crónica.
Dícese: A los países en desarrollo les compran/esquilman las materias primas y a Europa le compran la deuda. ¡Cuidadín, cuidadín!.
Y le viene a la cabeza a este viajero insatisfecho el desasosiego y resentimientos de los panameños de Yaviza [población del Darién], visitados el pasado febrero después de unas terribles inundaciones, con los chinos que acaparan desde hace años el negocio de los supermercados en aquel apartado territorio. Estos no compartieron sus pertenencias, salvadas entre todos de las temibles avalanchas de agua, con el resto de los habitantes y vecinos. Los yaviceños pasaron verdaderas penurias y necesidades, sobre todo en el primer momento, hasta que el gobierno y algunas ONG’s pudieron socorrerles y apoyarles.
Los chinos tenían de todo y mi familia, que no pudo salvar nada, pasó más que hambre. No repartieron nada, guardaron todo y, posteriormente, incluso maltrecho, lo vendieron’, le dijeron entonces a este curioso visitante.
Una oscura falta de solidaridad, en vida cotidiana y, más, en situaciones extremas.

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Forges (El País, 14 de noviembre de 2011):
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Forges (El País, 24 de noviembre de 2011):

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11 de noviembre de 2011

Good night, good night

A este blogger le llegan ecos de nuevas votaciones para elegir ahora (después de pasar el tormento de las 7 Maravillas del mundo) las 7 Maravillas de la naturaleza. Entre las 28 finalistas que han pasado la criba de expertos viajeros esta el río subterráneo de Puerto Princesa que en realidad no se encuentra en la ciudad de este mismo nombre, capital de la isla de Palawan (Filipinas), sino alejada a dos horas de jeepney o minibús.
Como no había hablado de él, hoy dará unas pequeñas notas.
Cuando este viajero insatisfecho lo visitó, la carretera estaba medianamente cuidada, con tramos de trayecto de tierra pedregosa aunque gran parte de ella, por culpa del turismo, estaba siendo cementada (esa especial manera que tienen algunos países de construir las carreteras, ayudándose de hormigón en lugar del más popular asfalto).
La experiencia de aquel famoso río subterráneo fue una internada, después de atravesar en apariencia una inmensa y dentada boca rocosa, a una oscura cueva navegable donde las impresionantes paredes de piedra y el río parecían adentrarse como Julio Verne nos relató en Viaje al fondo de la Tierra. La longitud era de aproximadamente 8 kilómetros, aunque lo que se podía visitar era la mitad. A lo largo del recorrido el barquero se encargaba, ayudado por un pésimo foco, de enseñar las ya habituales, aunque siempre diferentes, formas contruidas por la caprichosa naturaleza y de explicar, acompañado del eco y el chapoteo del agua, las historias de su descubrimiento e inicial exploración.
Tales explicaciones eran interrumpidas, de vez en cuando, por los gritos de ‘¡good night, good night!', en la oscuridad reinante, de barqueros y guías, correspondidos estos desde la otra barca que cruzaba, en un ir y venir permanente, con otro similar ‘¡good night!’ mezclado con risas y bromas de sus ocupantes.
¡Qué cretino y estúpido es a veces el turista, turisteando!.




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