La Destilería rocks; La Mansión… sucks

Comí en la sucursal de La Mansión de la T2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México al inicio de la primavera. Una decepción total.

Carlos Mota
Ignacio Huízar

Recuerdo los tiempos en los que pedir un jugo de carne en algún buen restaurante significaba recibir un tazón con nutritivo y espeso caldo, acompañado de ingredientes de sazón: cebolla, cilantro, aguacate, chile serrano. Transpirar después de la tercera cucharada era cosa común; signo del poder del caldo ingerido.

Ya no. O por lo menos ya no es así en La Mansión, el otrora restaurante de postín, que, adquirido por Advent, sufrió la intervención de algún gerente preocupado por los costos y la rentabilidad, que ha dado al traste con el concepto que le originó. Una pena.

Comí en la sucursal de La Mansión de la T2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México al inicio de la primavera. Decidí entrar ahí para evitar el inhóspito espacio donde se ubica el patio de comidas (llamado fast food). Una decepción total. Mi jugo de carne apareció en una pequeña taza. ¿Habré pedido un espresso?, me pregunté, para luego probar el débil sabor que mejoró poco al añadir sal y cebolla. Una calamidad. Lo recuerdo y me arrepiento. Bua.

Luego llegó la carne que, oh maravilla de la gestión eficiente y productiva, ahora la venden en una pequeña e individual porción de 200 o 250 gramos, en filete. No se le ocurra a uno pedir algo para dos personas porque los meseros le conminan a adquirir una cosa de 800 gramos, al precio correspondiente. Algo me decía que mi pequeña porción me haría sentir como si estuviese dentro del community shelter de algún suburbio en Kansas, recibiendo los beneficios del social welfare: carne más una cucharada de arroz, patatas, lentejas o cous cous.

El filete llegó. Sus cualidades y textura me hicieron valorarlo para entregarlo como regalo a una amiga que practica triatlones.

Yo no sé qué ha ocurrido en la mente de los gerentes de estos lugares. Habiendo tenido una fórmula de éxito, la desperdician en pos del crecimiento. Yo también fui a la escuela de negocios y recibí

los mismos cursos: que el ROI; que el valor presente neto; que la estrategia de salida; que la eficiencia. Sí, pero, ¿y el sabor y la satisfacción del cliente?

Pero caray, no sé de qué me quejo, si ellos mismos lo decían cuando compraron La Mansión y la empezaron a hacer crecer: “Aunque La Mansión es reconocida en todo México, los restaurantes están principalmente concentrados en la Ciudad de México y sus alrededores. La estrategia es crear valor en la empresa institucionalizando las operaciones, invirtiendo en sistemas de TI y racionalizar la estructura del grupo y al mismo tiempo desarrollar nuevos conceptos…”

Tiempo después de mi fracasada experiencia tuve que subir al tercer piso del edificio multipropósitos conocido como Reforma 222. Ahí, buscando con afán donde comer rápido, eliminé la posibilidad de hacerlo en Chili’s, porque había unos fanáticos del club de fútbol Barcelona mirando cómo fallaba Messi un tiro penal, y tenían abarrotado el lugar donde yo quería comer una hamburguesa. De tal suerte me metí a La Destilería, donde también había pantallas de TV con el mismo partido, aunque con fanáticos más tranquilos.

Ahí, en La Destilería, pedí una arrachera bien cocida. Antes de que llegara la proteína, el mesero puso en mi mesa un mousse, creo que de salmón. El tío percibió que yo estaba apresurado, y velozmente trabajó mi petición, que vino acompañada de frijoles y papas fritas. Mmmm, una delicia. Cada bocado parecía un corte de Kobe (o, más precisamente, Wagyu). Quizá era mi hambre y estoy ahora exagerando, pero no pude evitar recordar en ese momento el episodio de La Mansión. Indudablemente el servicio era superior, la comida ni qué decirlo, y la experiencia se volvía integral para lo que yo requería en ese momento. No pagué más de trescientos pesos en La Destilería.

Regresé a La Destilería semanas después, y la experiencia se repitió. Mesero amable; carne suave y rica; tortillas calientes; mousse de frijoles. Esta vez pedí postre: ate con queso.

No he regresado a La Mansión. Me da miedo. Además, ya me di cuenta de que estos señores de Advent no traen buen tino restaurantero recientemente: su Bistrot Mosaico de Masaryk ya tuvo que ser evolucionado hacia el concepto de Casa Ávila. De tin marin.

 

Perfil

Carlos Mota

Carlos Mota

Periodista especializado en negocios, economía y finanzas. Es editorialista fundador del periódico Milenio Diario con la columna Cubículo Estratégico. Es titular del programa Imagen Empresarial de Grupo Imagen; conductor titular en Milenio TV y Proyecto 40; y analista regular en Azteca 13. Es columnista de la revista GQ y conferencista constante. Ha sido director del MBA del ITAM.

¿Te gustó? 1

Contenido relacionado