El reto del socialismo francés
Pese al éxito logrado, el partido de Hollande debe reinventarse
Para comprender el momento histórico en que se encuentra el Partido Socialista, hay que desconfiar de las ilusiones ópticas. En apariencia, este partido ha alcanzado su cénit. Nunca antes en la V República había logrado tantos diputados. Irresistible máquina de ganar, el PS ha conquistado todos los poderes, una actuación tanto más meritoria cuanto que los franceses se han deslizado ideológicamente hacia la derecha, a veces incluso muy a la derecha. Los socialistas han asumido también el riesgo de innovar, con la organización de unas primarias ejemplares que han propulsado a su ganador al Elíseo. Pero es de temer que el ritual de La Rochelle (...) quede reducido, tres meses después de la victoria de François Hollande, a un ejercicio de autocomplacencia.
El PS se ha convertido en un sindicato de cargos electos, un club de barones regionales, un aparato envejecido y conservador que lucha por abrirse a la modernidad, a la juventud y a las nuevas ideas. Hay un dato que no engaña: los ministros han tenido grandes dificultades para componer sus equipos y hacer emerger caras nuevas.
La crisis y la victoria han enmascarado el agotamiento ideológico del partido y su empobrecimiento intelectual, como si hubiera decidido externalizar la indispensable reinvención de la política a los think-tanks amigos. El reto del sucesor de Martine Aubry (...) es pues considerable. Deberá lograr que el partido arraigue en el mundo que se está gestando, decir que es lo que quiere cambiar, inventar nuevas solidaridades y demostrar finalmente que el PS tiene otro destino que el de navegar entre Guy Mollet y Mitterrand.