AS.com Opinión

Un gol de Cebolla en el descuento le dio al Atlético su decimoquinta victoria europea consecutiva. Cuando vino Cebolla al Atlético, su apodo hizo felices a los madridistas, porque el chiste salía solo: "Invitan a cata de cebolla en el Manzanares". Pero según transcurren las semanas este jugador se va convirtiendo en cierto modo en el mejor ejemplo de las virtudes del Atlético de este nuevo curso: un equipo que no es de once, sino de dieciocho o más, todos útiles, todos enchufados. Unos entran, otros salen, según sea Liga o Europa, en casa o fuera, pero todos valen y los resultados llegan.

Con el Barça-Madrid ahí mismo resulta estimulante este momento del Atlético de Madrid, que por fin tiene en el banquillo una mano firme, capaz de navegar las olas que este club tradicionalmente genera contra sí mismo. Las cosas salieron bien el curso pasado a partir de su llegada y ahora parecen ir mejor todavía. Tanto que ya veo a mi alrededor atléticos (no todos tampoco, no exageremos) que verían bien una victoria blanca en el Camp Nou, porque eso les pondría el liderato a tiro. Aunque para ello tendrían que vencer al Málaga, cosa nada fácil. Pero el Atlético empieza a concebirse como alternativa.

¿Puede serlo? Un equipo no lo componen once, decía antes, sino dieciocho o veinte, y eso es lo que tiene ahora el Atlético. También lo componen la fe y ese punto de suerte final que va cargando el convencimiento propio. Es pronto, pero hay permiso para hacer cálculos. Este Atlético que se asoma a la parte alta de la tabla y ese Málaga que se pasea por Europa como Pedro por su casa son las grandes novedades de la temporada. Ellos, con el Sevilla de Míchel y la insistente lucha del Valencia por mantenerse ahí representan la rebelión creciente contra el duopolio que amenaza con ahogar nuestra Liga.