(Este texto fue publicado
por la Asociacion "Jovenes contra la intolerancia".)
Al principio de su llegada a la Península
Ibérica, los gitanos son bien acogidos. Vivían con libertad
y no sólo no eran rechazados, sino que los campesinos y aldeanos,
les miraban con simpatía y comerciaban con ellos. Sus habilidades
artesanas, su facilidad para entretener y divertir, eran apreciadas.
Y es que la sociedad que los gitanos encuentran
a su llegada era muy distinta a la que luego se conformó con el
fin de la reconquista y la consiguiente unificación de los reinos
de Castilla y Aragón. La hegemonía del cristianismo acaba
con la convivencia más o menos armoniosa y pacífica entre
diversas culturas y religiones (judíos, árabes y cristianos)
que es sustituída por el fanatismo y la represión.
Ya no hay lugar para la tolerancia, ya no
se acepta a los que piensan, hablan, visten o se comportan de forma distinta.
Así, en nombre de la fe, los Reyes Catolicos (en adelante RR.CC.)
y la Iglesia a través de su "policía política", la
Inquisición, ponen en pie los que han sido hasta hace poco los pilares
ideológicos de las clases dirigentes españolas: "Un único
y absoluto poder político, una única religión, una
única lengua, una única cultura y por consiguiente una única
manera de ser y sentir".
En esa situación, los gitanos aparecen
entonces como gente peligrosa, difícil de domesticar y de controlar.
Su forma libre de vivir y su apego a sus propias costumbres y tradiciones,
no sólo no encajaban en la sociedad férrea y homogénea
que pretenden los RR.CC. y posteriormente sus sucesores, sino que eran
mal ejemplo para unos campesinos y aldeanos reducidos todos a la categoría
de vasallos, más o menos resignados a vivir bajo el peso de la cruz
y la espada, identificadas entre sí como una única cosa.
A partir de ahí, comienza la represión
política contra nuestro pueblo que ha durado hasta hoy.
Una
represión sin límites
Dice el historiador George Borrow que "quizás
no haya un país en el que se hayan hecho más leyes con miras
de suprimir y extinguir el nombre, la raza y el modo de vivir de los gitanos
como en España".
Un conjunto de leyes, disposiciones reales
y decretos que inauguran los Reyes Católicos con una pragmática
fechada en Medina del Campo en 1499, que dice: "Mandamos a los egipcianos
que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus
mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y pregonada
en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de
partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por
oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares
donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan,
y los den lo hubiese menester y no anden más juntos vagando por
nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros
siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna,
so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin
señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno
cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos;
y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta
días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y
por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la
vida".
(Isabel y Fernando, Medina del Campo, 1499,
recogido en la Novísima Recopilación, Libro XII, título
XVI).
Esa pragmática y todas las que le
siguieron hasta nuestros días han sido la cobertura legal de una
represión sin límite que los gitanos hemos sufrido durante
más de cinco siglos.
Hasta tal punto esto es así que, incluso,
las técnicas de esterilización que durante la Segunda Guerra
Mundial los nazis practicaron con los gitanos del Este y del Centro de
Europa ya las presagiaron las Cortes de Castilla en 1594, con una disposición
legal tendiente a separar a los "gitanos de las gitanas, a fin de obtener
la extinción de la raza".
No habrá en la historia de la humanidad
un caso tal de persecución contra un pueblo que haya durado tanto
y que haya quedado tan impune. Hemos sido, y somos aún, una especie
para la que no hay veda.
La
"memoria colectiva"
A pesar de la represión, los gitanos
logran a partir de la primera mitad del siglo XIX un cierto acomodamiento,
y comienza una época que constituye la base de la "memoria colectiva"
del pueblo gitano en España.
Las familias gitanas asentadas en las ciudades
como dijimos anteriormente, más obligados que por propia voluntad,
comienzan a cubrir un espacio económico en la agricultura y la ganaderia,
el de comerciantes de ganado de labor. Los gitanos se convirtieron por
méritos propios en los abastecedores de ganado tanto de los terratenientes
como de los pequeños propietarios agrícolas. De hecho, durante
una centena de años (1850-1950) podemos decir que los gitanos fueron
imprescindibles en la economía agrícola y ello trajo consigo,
por primera vez, el reconocimiento social y el respeto. No exento de una
represión paralela que aunque mitigada nunca ha dejado de existir.
Dice Francisco Suárez Montaño
en su ensayo "Gitanos Extremeños" refiriéndose a esa época,
que "... al reunirse de ese modo la producción agrícola se
planteó la inminente demanda de un nuevo sistema de abastecimiento
de recursos ganaderos para su desarrollo. Los gitanos ocuparon rápidamente
ese peldaño que hasta entonces era escaso y mal organizado, ofreciendo
un abaratamiento de costos y creando toda una infraestructura mercantil
de amplias redes regionales. Por toda Extremadura se desplegaron las familias
gitanas. Con su incorporación demográfica se perdió
el carácter nómada que los definía, iniciándose
de este modo un trasvase que iba a ser definitivo en su comportamiento
social. Con estos asentamientos comenzó un intercambio económico,
social y cultural de gran transcendencia para la comunidad gitana".
Podemos decir que este proceso se produce
en toda la península, pero fundamentalmente en Andalucía
y Extremadura, donde viven un notable porcentaje de la población
gitana española actual.
Los gitanos no sólo destacan como
tratantes de ganado durante esa época decisiva, sino que además,
muchos de ellos son consumados herreros, a los que se debe una parte fundamental
de la herrería artística andaluza y de otras regiones españolas.
Otros se dedican a la reparación de calderas, de aperos de labranza,
etc.
Todo lo anterior explica la breve historia
de los gitanos en España, desde un punto de vista económico.
A su llegada en el siglo XV se niegan a ser vasallos de los señores
feudales tal y como exigían las pragmáticas reales y les
empujaba la misma realidad social y política, son años de
persecuciones, cárceles y exterminio. Sin embargo, en la medida
en que la agricultura feudalista anquilosada va dando paso a nuevas explotaciones
más productivas y el consiguiente desarrollo de los pueblos y ciudades,
los gitanos o al menos la mayoría de ellos, ocupan espacios en el
sistema de producción. Son espacios en los que ellos se mueven como
peces en el agua. No están sometidos a nadie, mantienen lo esencial
de sus ansias de libertad de movimiento, pero al mismo tiempo les permiten
vivir dignamente y mantener lo más profundo de sus raíces
culturales: la unidad de la familia.
Como no podía ser de otra forma, la
cultura gitana se adapta a la nueva situación y se enriquece, al
tiempo que influye en la cultura general de los españoles, especialmente
en Andalucía y Extremadura.
Es en esa época fundamentalmente cuando
los gitanos conforman lo que hoy en día se conoce, o mejor dicho
se desconoce, como "Leyes Gitanas".
Abocados
a la marginación
En los años 50 se vuelve a repetir
la historia, pero esta vez en sentido contrario. En esta época se
produce una verdadera transformación de la agricultura y la industria
en general que de nuevo sitúa a los gitanos "fuera de juego", y
de pronto se encuentran de nuevo fuera del sistema productivo. Sus oficios
y habilidades ya no son necesarios. La incorporación de la maquinaria
a la agricultura les pone en la tesitura de cambiar o marginarse. Pero
ellos no estaban preparados para la nueva realidad o ¿quizás
no querían estarlo?
El caso es que el progreso de los demás
significó el hundimiento, apenas comenzando, de una incipiente "clase
acomodada" gitana, de la que de no detenerse ese progreso hubiesen surgido
las vanguardias intelectuales y técnicas que toda minoría
necesita para seguir existiendo en medio de una sociedad mayoritaria que
no domina.
Los gitanos se ven arrastrados por la industrialización
y la modernización de las estructuras productivas que trajo consigo
nuevos comportamientos sociales.
En la medida que comenzaron a competir por
los puestos de trabajo, comunes a los demás, en la medida que la
nueva situación les obliga a convivir con los no gitanos, en los
barrios, en los bloques de piso, etc., se encuentran con el rechazo de
una sociedad que no los aceptaba y cuyas frustraciones cada día
más agobiantes, encuentran en el desprecio a los gitanos una válvula
de escape.
A pesar de todo, y como única herencia
de esa "Edad Dorada" de los gitanos en España, hoy existen un buen
número de descendientes de aquellas familias que tienen formación
universitaria, otros que son profesionales en diversos sectores y una mayoría
que lucha cada día por ganarse la vida de la forma más digna
posible, en medio de un sin fin de dificultades de todo tipo, fruto todas
ellas de los recelos, de los prejuicios y de las discriminaciones que sufren
en todos los ámbitos de la vida. De ellos una buena parte se dedican
a la venta ambulante en los mercadillos que cada día mueven una
cuota mayor del comercio interior.
Esa es una cara de la realidad de los gitanos
españoles, la otra, la más conocida, es la que habla de miseria,
de chabolas, de marginación total y absoluta, esa también
existe, pero como consecuencia directa de un sistema económico y
social que hace convivir el lujo más exagerado con la miseria más
absoluta. Un sistema que hace compatible obras faraónicas de grandes
museos y palacios de congresos con barriadas de chabolas donde las personas
duermen junto a las ratas. Un sistema en fin que condena a millones de
personas a vivir en la pobreza sin perspectiva ninguna de mejorar sus condiciones
de vida. Entre esos millones de pobres hay muchos gitanos, y lo que es
un verdadero milagro es que no estemos todos los que somos, pues todo nos
empuja hacia ese lugar.
Leyes
gitanas
Como decíamos anteriormente, el Pueblo
Gitano, se ha dotado de una serie de normas propias que regulan nuestra
convivencia y que son la base de nuestra identidad colectiva y la garantía
de permanencia como pueblo.
Esas normas constituyen un verdadero "cuerpo
legislativo" no escrito jamás, pero no por ello menos completo y
útil. Son un conjunto de normas que gozan del respaldo y la aceptación
absoluta del conjunto de la población gitana, cuyo espíritu
ha sido y es hacer posible la convivencia pacífica entre los miembros
de la comunidad, regulando los aspectos fundamentales de la vida social
y económica de sus miembros, siempre que esas relaciones sociales
o económicas afecten a otros gitanos.
Al dotarnos de esas reglas no hemos actuado
de forma distinta a como lo hacen otros Estados. Estos son comunidades
humanas más o menos numerosas que dentro de un territorio determinado
se rigen por un conjunto de normas y leyes que son de obligado cumplimiento.
Su fundamento es una determinada concepción del bien y del mal,
que responde a los tiempos y a las culturas y por consiguiente varía
con estos. Lo que para los occidentales es lógico e indiscutible,
para los orientales es absurdo o negativo y viceversa. Pero lo común
es la obligación de los miembros de la comunidad de respetar y cumplir
las leyes. El acatamiento de estas tiene su última garantía
en la violencia que el Estado puede ejercer contra el individuo; violencia
que será siempre más o menos proporcional a la gravedad de
la infracción cometida contra esas leyes.
Para ello, el Estado crea la legislación,
los jueces que son los encargados de interpretarla y la policía
como última garantía de que las normas serán aplicadas.
La comunidad gitana, al dotarse de unas normas
propias que regulen la convivencia de sus miembros entre si, está
actuando como un pueblo consciente de que esas normas son necesarias para
mantener su carácter de tal. Sin embargo, lo peculiar y diferenciado,
es que ese pueblo no está constituído como Estado y por lo
tanto carece de los medios coercitivos que este tiene para obligar al cumplimiento
de las reglas.
Efectivamente, carece de esos medios, pero
cuenta con uno que se ha demostrado como mucho más eficaz y que
no es otro que el consenso de la comunidad con relación a esas normas;
la conformidad del conjunto de lo individuos con las "Leyes Gitanas". Hasta
tal punto esas normas gozan del respaldo y la aceptación, que la
misma presión social de la comunidad sobre el que no las cumple
es la mejor garantía.
Uno es gitano en la medida que acepta y cumple
las leyes gitanas, porque esas leyes han probado ser buenas y positivas
para el conjunto del pueblo. Son leyes que nos han permitido vivir en medio
de una sociedad hostil, manteniendo nuestra cohesión de grupo.
Todo lo que significa desprestigio y daño
para nuestro pueblo está fuera de las leyes gitanas, y los que lo
provoquen se excluyen automaticamente.
Porque el Pueblo Gitano es un pueblo desprestigiado,
difamado y calumniado por la sociedad mayoritaria hasta extremos increibles,
nuestras "leyes" también sufren esa difamación. Estas son
presentadas como costumbres bárbaras, violentas y vengativas. Sin
embargo, eso no sólo es mentira, sino que la verdad es justamente
la contraria.
Las "leyes" gitanas tienen su razón
de ser en hacer posible la solución de los conflictos lógicos
en cualquier grupo por la vía pacífica. Cuando se produce
la violencia entre gitanos es cuando o bien la "ley gitana" no ha intervenido
o bien cuando lo ha hecho es incapaz de imponerse. La violencia no es patrimonio
de los gitanos, como tampoco lo es de ningún grupo específico,
si no que es patrimonio de la especie humana. Por tanto, cuando se producen
enfrentamientos entre gitanos, no es como consecuencia de las normas, sino
como consecuencia del fracaso de éstas en un conflicto concreto.
Cultura
gitana
La cultura es la expresión más
genuina de la cohesión de un grupo humano, de un Pueblo.
Pueden existir pueblos que no tengan territorio,
que no tengan ni siquiera la pretensión de tenerlos, pero si mantienen
su cultura, su "sentirse pueblo", pueden existir durante siglos. El mundo
está lleno de ejemplos que nos demuestran hasta que punto eso es
así; los gitanos somos uno de esos pueblos; no somos más,
pero tampoco menos.
Nuestra propia historia ha ido moldeando
los rasgos más característicos de la cultura. Entre ellos
destaca el hecho de la ausencia de literatura, propiamente gitana; en el
sentido que podríamos hablar de literatura española o francesa.
La nuestra por lo tanto es una cultura ágrafa,
hablada, transmitida de generación en generación y como consecuencia
de ello, posiblemente mas viva y representativa del conjunto del pueblo,
que otras culturas que tienen su máxima expresión en las
creaciones de las vanguardias intelectuales.
En ese sentido, para los gitanos lo que conforma
la cultura es la lengua, las leyes gitanas y el compendio de tradiciones,
costumbres y ritos y expresiones artísticas que el conjunto de los
gitanos reconocen y aceptan como propias, en la medida que son expresiones
de su vida cotidiana.
Pero la cultura es algo vivo, dinámico
que se nutre del ambiente en donde se desenvuelve. Por eso también
la cultura gitana esta influída por el resto de la española
y a su vez, al menos así se reconoce en sus expresiones más
universalmente conocidas, mantiene influencias gitanas; aunque rara vez
sea reconocido por el conjunto de los españoles.
En realidad, alguna de las señas de
identidad de la cultura gitana son valores aceptados como comunes de los
españoles hasta hace muy poco tiempo, pero que el desarrollo de
la sociedad y la misma homogeneización de la llamada civilización
occidental se ha encargado de relegar a un segundo plano.
Los tópicos y falsedades sobre los
gitanos que la sociedad mayoritaria ha mantenido durante los siglos como
cobertura para las persecuciones y el racismo han creado una verdadera
"leyenda negra" sobre nuestro pueblo. De tal forma que cuando desde fuera
se habla de cultura gitana, no se hace más que insistir sobre esos
mismos tópicos, atribuyéndonos ritos exóticos y barbarismos
que no son más que un puñado de mentiras.
Esta "leyenda negra" no sólo ha sido
creada por la ignorancia y los prejuicios de la gente corriente, sino que
forman legión los seudointelectuales metidos a "gitanologos" que
han escrito y escriben cada día interminables sartas de mentiras,
atribuyéndonos costumbres y comportamientos que no existen más
que en sus mentes calenturientas y racistas. Hasta los que se dicen defensores
nuestros, en la mayoría de los casos nos tratan con un paternalismo
trasnochado que nos sitúa en el papel de inadaptados, ignorantes
y medio salvajes.
Mientras esta sociedad utiliza el término
"gitano" como sinónimo de ladrón, vago y conflictivo; para
nosotros ser gitano conlleva el respeto a una serie de valores y comportamientos
éticos que son universalmente aceptados como signo de civilización
y madurez y que son entre otros, los siguientes:
-
El respeto a la familia como institución
suprema de la sociedad gitana.
-
El cuidado de los hijos y de los ancianos que
gozan del respeto y la consideración máxima.
-
La hospitalidad como obligación que debe
manifestarse con agrado y la máxima atención.
-
Tener honor, que significa el cumplimiento de
la palabra dada y la fidelidad a la "Ley Gitana".
-
El sentido de la libertad como condición
natural de la persona.
-
El sentido de la solidaridad y la ayuda para
con los miembros de la etnia como obligación.
-
El cumplimiento de las decisiones tomadas por
los mayores cuando éstos las toman en cumplimiento de la Ley Gitana.
¿Que tenemos nuestros defectos? Pues
claro, no faltaría más. Como individuos aislados, cada uno
de nosotros podemos tener todos los defectos que pueda tener cualquier
persona, de la misma forma que podemos tener todas las virtudes, y posiblemente
como grupo tambien tengamos algunos; pero de eso, ya se habla y escribe
bastante para que yo tenga que repetirlo. En esta ocasión, nos vamos
a permitir ser un poco parciales en el sentido contrario, aunque sólo
sea para variar.
La
lengua gitana, el romanò
Como todo lo relacionado con los gitanos,
también nuestra lengua sufre las consecuencias de la difamación
y las falsedades. Para el común de la gente, la lengua gitana no
es más que una jerga de maleantes, compuesta por un conjunto de
barbarismos más o menos conocidos.
Nada mas lejos de la realidad. El idioma
gitano, el romanò, es una de las lenguas más antiguas del
mundo, de raíces sanscritas, que hablan en el mundo más de
quince millones de personas. Es cierto que los gitanos españoles
junto con los portugueses somos los que peor conocemos nuestro propio idioma,
ya que ha ido desapareciendo en la medida que nos hemos hecho sedentarios
y hemos carecido de los medios necesarios para poder cultivarla y enseñarla
a nuestros hijos. Sin embargo, millones de gitanos de todos los países
de Europa hablan entre ellos perfectamente por medio de esa lengua común
que por razones históricas han podido mantener a lo largo de los
siglos.
Precisamente, la lengua común de los
gitanos del mundo entero ha sido el principal elemento de investigación
que se ha utilizado para determinar el origen geográfico de nuestro
pueblo.
Algun día, cuando consigamos el respeto
y la consideración a los que tenemos derecho como pueblo, podremos
plantearnos metas más ambiciosas, entre las que deberá figurar
la recuperación de nuestra lengua y la enseñanza de la misma
en las escuelas a los niños gitanos.
Que
se cumpla la Constitución
La Constitución de 1978 instauró
en España un régimen político democrático que
hoy día cuenta con el consentimiento y el apoyo de la inmensa mayoría
de los ciudadanos.
La democracia afrontó con éxito
la resolución de conflictos seculares de los españoles que
durante nuestra historia más reciente habían sido motivo
de enfrentamientos, y que parecían irresolubles. Estos eran entre
otros, las relaciones Iglesia-Estado, etc.
La Comunidad Gitana, o al menos los grupos
más conscientes y comprometidos, vieron que por primera vez en mucho
tiempo, se abrían unas posibilidades reales de solventar otra de
las grandes cuestiones pendientes, como era la normalización de
la presencia de la minoría gitana en el seno de la sociedad española.
Para nosotros, los gitanos, esa normalizacion
significaba antes, y significa ahora, hacer compatible el mantenimiento
de nuestra identidad diferenciada con el reconocimiento de hecho y en la
práctica de nuestra condición de ciudadanos españoles
con todo lo que ello conlleva. Considerábamos que las instituciones
democráticas y el nuevo espíritu de tolerancia y apertura
que parecía impregnar a la sociedad española serían
nuestros mejores aliados para cambiar el curso de nuestra propia historia,
que hasta la fecha no había sido sino la historia de una lucha por
la supervivencia.
Ahora, después de más de quince
años de democracia, el balance que podemos hacer no sólo
es desconsolador sino que nos abruma la sensación terrible de estar
perdiendo una oportunidad que puede que no se vuelva a presentarse en muchos
años si es que se presenta.
El discurso que Juan de Dios Ramirez-Heredia
pronunció en el Congreso de los Diputados el 6 de junio de 1985
podría repetirse hoy mismo sin que hubiera que cambiar ni una sola
coma. Todos los agravios, todas las injusticias sangrantes que él
denunciaba en aquel discurso, continúan existiendo en la actualidad,
posiblemente con nuevos elementos que las agravan.
Ocurre que los gobernantes de nuestro país
no han acabado de comprender que la cuestión gitana no es una cuestión
de caridad ni de asistencia social. Que, aunque sea verdad que hay una
parte importante de esa comunidad que vive en la indigencia, no vive así
como resultado automático de su condición de gitanos, sino
por su condición de pobres y que la resolución de sus necesidades
se tiene que plantear dentro de un marco general de justicia social dirigida
al conjunto de la población más necesitada en unas condiciones
de igualdad y de integración social y no de segregación.
La
negación de la realidad gitana
En la práctica, la política
llamada de integración de población marginal se ha convertido
de hecho en una política de segregación racial dirigida hacia
los gitanos, puesto que no sólo no se ha terminado con la situación
de marginación y de guetos, sino que en cierta forma se ha perpetuado
a base de crear unas condiciones de subsistencia mínimas que condenan
a esos gitanos a un conformismo pesimista y a la escasa autoestima.
Pero los guetos, en cuanto espacios de aislamiento,
tanto físico como social, no sólo no han desaparecido, sino
que por el contrario se han perpetuado mediante la construcción
de grupos de vivienda que, reuniendo unas mínimas condiciones de
habitabilidad, condenan, sin embargo, a las personas a las que se les facilita
a la marginación perpetua.
Ocurre que la política llevada a cabo
por todos los ámbitos de la administración, tiende a globalizar
a la población gitana como grupo marginal, cuya identidad colectiva
se basa más en sus condiciones materiales de vida que en su identidad
cultural. Se niega, en la práctica, el hecho de que en nuestro país
la mayoría de la población gitana, no vive en los barrios
marginales, ni necesitan de la caridad, sino que, por el contrario, desarrollan
su vida en condiciones de normalidad en base a sus trabajos y oficios.
En España hay gitanos aportando su
esfuerzo en todas las actividades económicas y profesionales; los
hay médicos, abogados, profesores, empresarios, obreros cualificados,
artistas, etc. Sin embargo, el estereotipo o imagen común que se
proyecta desde todos los medios, sigue siendo incomprensible el del gitano
indigente y analfabeto, cuando no delincuente.
Así nos encontramos que para el común
de la ciudadanía es incomprensible la existencia de gitanos que
no respondan a los estereotipos establecidos. De tal forma que el peso
de esa imagen es el principal obstáculo que nos encontramos para
poder desenvolvernos en nuestra vida cotidiana. La sociedad nos exige tener
que demostrar lo que a los demás se les supone, esto es, la honestidad,
la laboriosidad y la cualificación profesional y humana. Y lo peor
de todo es que rara vez se nos da la oportunidad de demostrarlo.
Programas
inoperantes
Todos los planes llamados de integración,
de inserción, de promoción y demás galimatías
técnicos, se han hundido en la inoperancia, porque todos ellos tienen
un denominador común: considerar a los gitanos como objetos a los
que reformar desde fuera, sin tener en cuenta los más elementales
derechos de las personas a mantener su propia identidad cultural y su dignidad
humana. En estos años ha surgido una nueva clase profesional que
se podría situar entre seudomisioneros y maestros rurales (dicho
sea con todos los respetos) llamados animadores sociales, educadores de
calle, orientadores de familia, etc., que se han instalado en la tarea
redentora de "reformarnos" hasta convertirnos en "integrables" según
los cánones de la sociedad mayoritaria.
Pero todos estos esfuerzos, que empezando
por la propia administración que los subvenciona se realizan de
buena fe, en absoluto están siendo ni serán válidos
para conseguir las condiciones objetivas que hoy por hoy hacen imposible
la solución positiva de la cuestión gitana.
Esto es así porque todo lo que se
hace salvo excepciones que las habrá, tendentes a la llamada integración,
tienen el error de fondo de considerar que los cambios sociales que hagan
posible dicha integración se tienen que producir unilateralmente
en el seno de la comunidad gitana. Y ello porque se parte de la base de
que son las costumbres y la forma de ser gitanas las que provocan la falta
de sintonía con la sociedad mayoritaria.
Se hace un planteamiento contrario al que
se utiliza para el común de la política social en lo que
se refiere a los derechos de las minorías sociales o grupos desfavorecidos,
mujeres, jovenes y otros colectivos. Mientras, en relación a estos,
lo que se busca es un cambio en los comportamientos sociales de las mayorías
o los grupos de poder, en el caso de los gitanos no se actúa sobre
estas mayorías, y se pretende cargar toda la responsabilidad sobre
las espaldas de los mismos gitanos.
La
incapacidad del sistema
De tal forma esto es así, que en el
campo laboral por ejemplo, se insiste una y otra vez en la necesidad de
que los jóvenes gitanos se integren en los planes de inserción
laboral, y, sin embargo, no se hace nada para cambiar el hecho objetivo
de que los empresarios no contratan a jóvenes gitanos por mucha
capacitación laboral que éstos puedan tener.
En el terreno del fracaso y el absentismo
escolar de los niños gitanos se achaca toda la culpa al ambiente
familiar y a la indolencia de los padres gitanos, pero se disculpa a la
clase docente y a los mismos planes de estudio que son incapaces de integrar
en la enseñanza los elementos culturales diferenciadores que los
niños gitanos aportan a la escuela, y ni siquiera evitan el vacío
y el rechazo que los alumnos gitanos sufren en muchas ocasiones por parte
de los demás niños. Y, en todo caso, se enmascara la incapacidad
del sistema de hacer cumplir la obligatoriedad de la educación escolar,
que debería de disponer de los mecanismos adecuados y pertinentes
para que ese precepto legal se cumpla, como se hacen cumplir otros, a veces
de mucha menor importancia.
En estos últimos tiempos, se está
poniendo en evidencia hasta qué punto los gitanos sufrimos la peor
de las discriminaciones, que no es otra que la indiferencia. Resulta que
mientras en España se han dado casos gravísimos de racismo
contra nuestro pueblo con intentos de linchamientos y con asalto e incendios
de viviendas, parece, sin embargo, que hasta que los inmigrantes pobres
no han sido víctimas de actos racistas, en España no existia
racismo. De hecho hasta que no fue asesinada la trabajadora dominicana
Lucrecia Perez, ni un sólo partido político denunció
las agresiones racistas, que de forma cotidiana y "normalizada" sufren
los gitanos en nuestro país.
Todos estos elementos conforman un panorama
sombrío desde todos los puntos de vista de cara a la resolución
de los problemas de fondo, que sufrimos los gitanos en general.
Hace falta que la sociedad tome conciencia
que, a pesar de la gravedad de los problemas de los inmigrantes de los
países pobres, el racismo, propiamente dicho, lo sufren cada día
cerca de un millón de españoles que viven como exiliados
en su propio país, y que mientras no se consiga cambiar esa realidad,
la solidaridad con las personas que vienen de fuera, siendo necesaria,
se puede convertir en un ejercicio de hipocresía social que pasará
de moda con el tiempo, como todas las modas.
Una
nueva política social
Pero ese cambio de actitudes frente a los
gitanos, pasa hoy por planteamientos concretos y medidas legales que deben
asumir el movimiento ciudadano solidario y los partidos políticos
democráticos. Planteamientos que pasan en primer lugar por el desarrollo
de una nueva política social que contenga un conjunto de medidas
útiles, tanto en sus consecuencias específicas como para
situar la cuestión gitana en una dimensión distinta a la
habida hasta ahora.
Quiero exponer aquí algunas propuestas
que hoy día son asumidas por la mayoría de las organizaciones
gitanas y que no son más que aplicaciones de nuestra Constitución.
Medidas tendentes a eliminar los obstáculos que impiden la igualdad
real para la comunidad gitana. Estas son las siguientes:
- Creación de una Fiscalía
General para delitos de racismo, con la misión específica
de actuar, bien de oficio o por solicitud de parte interesada, en todos
aquellos casos en los que se puedan sentir agredidos los derechos de los
individuos o los grupos en razón a su pertenencia a una minoría
étnica.
-
Creación de una Oficina de Defensa de
las Minorías Etnicas, adjunta al Defensor del Pueblo.
-
Inclusión en los libros de texto de todos
los niveles educativos, de los elementos históricos y sociales que
proporcionen a los estudiantes un conocimiento objetivo y serio de la presencia
de la comunidad gitana en la sociedad española.
-
Diseño de un plan de erradicación
del chabolismo en un plazo de tiempo máximo de dos años,
a partir de una nueva política de vivienda para estos colectivos
llamados marginales radicalmente distinta a la seguida hasta la fecha.
Es evidente que los pésimos resultados
alcanzados por la política de realojamiento, no sólo no ha
servido para romper las condiciones de marginación, sino que incluso,
en muchos casos, ha provocado situaciones de abierto enfrentamiento entre
colectivos de vecinos y los grupos objeto de realojamiento.
La concesión de viviendas dignas a
grupos con especiales dificultades debe tener como objetivo servir también
como vehículo de integración social y de normalización
y no de mecanismos de segregación. Para ello, es necesario poner
fin a la política de construcción de grupos de viviendas
para colectivos marginales y como alternativa poner en marcha otras líneas
de actuación tendentes a facilitar a estas familias de forma individual
la adquisición de viviendas normales, siendo ellas mismas las que
decidan el lugar de residencia.
Se trataría de regular unas condiciones
especiales para la adquisición de viviendas en base a:
-
Subvenciones a fondo perdido de una parte importante
del precio de la vivienda, mínimo del 50% a cargo de las distintas
administraciones que hoy financian las viviendas sociales.
-
Líneas de créditos avalados con
un periodo largo de amortización y a un bajo interés.
-
Inclusión de una representación
de las asociaciones gitanas en el Consejo Económico y Social.
-
Promover desde el Gobierno el compromiso de
todos los medios de comunicación de no mencionar en sus informaciones
el origen étnico o racial de las personas en contextos peyorativos
o que puedan favorecer los prejuicios de la sociedad con respecto a determinados
grupos. Dicho compromiso debería ser inmediato en lo que se refiere
a los medios de propiedad estatal, como es el caso de Radio Nacional de
España (RNE) y Television Española (TVE).
-
Creación en TVE de un programa semanal
dedicado a las minorías étnicas, con el objetivo de eliminar
los prejuicios y los estereotipos y que ayuden a la convivencia entre todos
los ciudadanos.
-
Elaboración y puesta en marcha de una
campaña pública de sensibilización ciudadana que proyecte
una imagen digna y respetable de la comunidad gitana como ciudadanos de
este país.
Estas son, a mi juicio, entender un conjunto
de medidas que verdaderamente interesarían a la totalidad de la
comunidad gitana, que, como ciudadanos de este país, verían
que al fin el Gobierno trata esta cuestión con la profundidad necesaria.
Epílogo
Estas páginas sobre los gitanos que
acabas de leer, posiblemente tengan una cierta carga de parcialidad. No
han sido escritas desde la neutralidad ni desde ninguna "atalaya de observación"
de la realidad humana.
Por el contrario, son páginas escritas
desde dentro, desde el compromiso personal y vital. Son sobre todo una
defensa pública de nuestra dignidad y de nuestros derechos, y como
toda defensa tampoco es imparcial, como tampoco lo es la acusación.
Barcelona, 13 de febrero de 1997 Barcelona
13 kotar februàra kotar 1997 bersh
Barcelona, February 13th, 1997 |