jueves, 9 de septiembre de 2004

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Osvaldo Bayer: La Patagonia no se rinde

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Por Luis Bruschtein

A treinta años de la edición original sale La Patagonia rebelde ("trágica" en la versión de 1972) en un solo tomo revisado y compendiado por el autor, con la generosa intención de hacer más accesible su adquisición al amable lector. A continuación, Osvaldo Bayer recuerda la historia de una accidentada investigación que sirvió para acabar con la leyenda negra de los anarquistas y empezar con la difusión histórica de los hechos. "Es un momento importante en la Argentina", afirma Osvaldo Bayer. "La gente busca señales de rebeldía como fue la huelga en la Patagonia, una historia épica que parece salida del realismo mágico." Los grandes luchadores anarquistas, sus sueños y sus logros habían sido sepultados en la historia de la misma forma que los obreros muertos en la Semana Trágica y en las huelgas de la Patagonia. Denostados por el sistema y por las izquierdas, habían llegado a convertirse en una suerte de gran demonio para unos y otros. La tergiversación y el olvido, como en otras etapas de la historia argentina, habían hecho su trabajo de zapa sobre un tema considerado tabú. La publicación de La Patagonia Trágica en 1972 sirvió para "terminar con la leyenda negra y empezar con la difusión histórica", señala Bayer. Al cumplirse treinta años de la salida del libro, el autor reunió en un solo volumen los cuatro tomos de la saga de los anarquistas argentinos que llegará a las librerías bajo el título de La Patagonia rebelde. -Ya cuando regresé a la Argentina salió con ese nombre, igual que el film. El nombre Patagonia Trágica había sido usado por un libro de José María Borrero de la década del '20, que hablaba de los estancieros y los indígenas. El hijo del escritor me llamó y no tuve inconveniente en cambiarlo. Ahora va a salir en un solo tomo, con fotos y todo, para que pueda comprarlo la gente que no puede acceder a los cuatro tomos. Es un compendio con mejoras y nuevas cosas. Para mí es una alegría porque fue difícil toda la edición del libro. La investigación fue muy difícil porque se trataba de un hecho tapado, escondido, del que nadie quería hablar. Pero la suerte fue que estaban todos vivos, los soldados intervinientes, los políticos, los estancieros, menos los fusilados. El gallego Soto, uno de los principales dirigentes de la huelga, había fallecido unos años antes de que empezara la investigación pero pude hablar con la viuda y la hija. Hace poco le hicieron un homenaje en Galicia. -Sí. Cuando escapó de los fusilamientos, fue a Santiago de Chile, donde siguió como dirigente obrero, y terminó en Punta Arenas, donde falleció en 1966. Yo empecé en 1968. Los gremios gallegos han puesto su nombre a una calle en el Ferrol, que es donde nació. Y también pusieron una placa en la casa donde nació, en el barrio pobre. También se ha levantado un monumento a Facón Grande, otro de los dirigentes de la huelga, inclusive hay una escuela que lleva su nombre. A pesar del olvido y todo lo demás, los libros sirvieron para terminar con la leyenda negra y empezar la difusión histórica. ¿Cuántos libros se vendieron en estos treinta años de "La Patagonia rebelde"? -Han sido tiempos muy distintos. Cuando salió el primer tomo, en 1972, se vendieron 200 mil ejemplares. Hoy es una cifra impensable. Los best sellers están en 12 mil, 13 mil ejemplares. Había un gran interés. Después salió el segundo tomo. Ya se puso difícil la situación. El tercer tomo salió cuando las Tres A andaban por las calles. Mientras tanto, salió la película en 1974, que fue prohibida por Isabel. Me costó el exilio porque salí en la lista de las Tres A. Y el cuarto tomo ya es una historia de realismo mágico, una historia de la Patagonia que tuvo que salir en Alemania y escrita en castellano. ¿Cómo tomaron los militares a "La Patagonia rebelde"? -Fue prohibida por la dictadura y quemada en la hoguera. Un comunicado del teniente coronel Gorleri, en Córdoba, con Menéndez, dice que lo hace por Dios, Patria y Hogar. Fue publicado en los diarios. Cuando Alfonsín envió la lista de ascensos al Senado, yo mandé un comunicado, pero igual lo ascendieron. Pareciera que quemar libros no es un crimen. Ahora es general retirado. Así que el libro tuvo una historia paralela al film. Fue la marca de los anarquistas. -Sí. Los libros sirvieron para una gran discusión, un gran debate. A mi regreso fui muchas veces invitado a la Patagonia a discutir esta temática.Es un poco el hecho máximo que sucedió allá. La democracia no creyó necesario investigar el porqué de esta masacre. Es algo que se repite en la historia argentina... -Pero es grave que haya ocurrido en el primer gobierno democrático, que la Justicia no se diera por aludida a pesar de las publicaciones, que la presidencia no respondiera nunca. La única que reaccionó fue la oposición en el Congreso, pero la bancada radical lo dejó sin quórum por lo que no pudo formarse la comisión investigadora. La oposición era socialista y conservadora. Dos años antes se había producido la Semana Trágica. El Partido Radical jamás se dio por aludido. He tenido por costumbre cada vez que asume un presidente del Comité Nacional escribirle una carta preguntando cuándo se va a hacer la autocrítica con respecto a la Patagonia. Nunca me han contestado. Ni Ricardo Balbín, ni siquiera Rodolfo Terragno, que fue amigo y periodista conmigo. Me encontré con él en el velorio de Osvaldo Soriano y le dije: "Rodolfo, no me contestaste la carta que te escribí" y me dijo: "Lo que pasa es que justo ahora, con los problemas que tengo en el partido, no me voy a meter con Yrigoyen". ¿Cuándo se van a meter con Yrigoyen, cuando pasen tres siglos? Le recordé a Willy Brandt, cuya primera acción de gobierno fue ir al monumento al Holocausto, arrodillarse y pedir perdón en nombre del pueblo alemán. El silencio los hace más cómplices con el hecho... -No hubo un solo historiador radical que tratara de aclarar desde el punto de vista del partido por qué se hizo esa represión... Es paradójico porque muchos anarquistas, cuando tenían que votar a veces dudaban entre algún candidato socialista o radical, había vasos comunicantes, más allá de las diferencias. -Lo que pasa es que no hay peor enemigo que los del propio palo. Los anarquistas odiaban a los socialistas porque los acusaban de haber dividido al movimiento obrero. Porque la primera gran corriente del movimiento obrero fueron los anarquistas. Y fueron los socialistas alemanes del club Vorwërts los que empezaron a enseñar marxismo, y con los socialistas franceses fundaron el Partido Socialista, que empieza a tener importancia en la clase trabajadora y llevará a la división del movimiento obrero: la FORA del quinto y la FORA del noveno. Al final apoyarán a los radicales por antiperonistas. Ellos eran profundamente antiperonistas. Aun así, los radicales y los peronistas toman muchas cosas de los anarquistas. -Lo que pasa es que el radicalismo en sus comienzos fue tan populista como el peronismo. Pero hubo bronca con Yrigoyen y con Alvear por Simón Radowitzki, al que dejaron en la cárcel durante 21 años. A Radowitzki lo largó en el '30 Yrigoyen porque los molineros estaban haciendo una huelga fortísima. Los radicales los llamaron y les dijeron que si levantaban la huelga liberaban a Radowitzki. Hicieron una asamblea y la levantaron, pero no dijeron que lo hacían por Radowitzki. Los tres dirigentes molineros renunciaron para siempre, como diciendo "ése fue nuestro pecado". Pero liberaron a Radowitzki, aunque Yrigoyen traicionó, porque cuando el barco que lo traía estaba en el Río de la Plata viene el vapor de La Carrera y la policía lo embarcó a Montevideo. Todavía le tenían miedo. -Era una especie de mártir de la anarquía. Dominaba el penal, era delegado de los presos comunes, y pese a que estaba tuberculoso, aguantó 21 años en el sur. Para los presos tenía una aureola sobrehumana. La pena decía que cuando se acercaba la fecha del asesinato del coronel Ramón Falcón, esos siete días, lo ponían en un calabozo a la intemperie, sin calefacción. Se salvó de la muerte porque tenía 18 años en 1910, cuando lo procesaron. La Patagonia es un libro sobre la rebeldía. ¿Volver a publicarlo después de 30 años de su aparición tiene alguna relación con que en el país parece terminar un largo ciclo con respecto al miedo? -Creo que tiene que ver, hay mucho interés en la gente por conocer estas señales de rebeldía. La huelga patagónica es épica, increíble. Quien viaje por Santa Cruz no se explica cómo recorrían a caballo estos gauchos, las peonadas, para levantar a la gente. Si lo hace en auto, tardan todo un día. Además, el sentir de la camaradería, lo hermoso de los comunicados, la existencia de esa sociedad de oficios varios. Ya en la primera década del siglo pasado, los anarquistas se organizaron en esos pequeños puertos. La historia tiene la fuerza de una epopeya. ¿Cuál le resultó el personaje más atrapante? Le pregunto porque hay una reconstrucción muy detallista de los personajes. -Porque después de tantos años, el relato de los compañeros que se habían salvado era muy épico sobre esos personajes. Contaban todas las anécdotas, por ejemplo el caso de Argüelles. Estaba acá en la Semana Trágica, se fue perseguido a San Julián y allí pasó a ser secretario general del sindicato. Hace tres meses me llamó una mujer y me dijo que era la hija de Argüelles. Nos juntamos y me contó una historia fantástica de amor. Los dos eran obreros y la madre quedó embarazada, no se casaron nunca y él tuvo que salir huyendo al sur. Le mandaba poesías desde San Julián. Esta mujer creció como hija natural, y ahora, ya con 81 años, me recitaba las poesías del padre. Por otro lado, tres días antes me había atacado la hija del general Anaya, diciendo que me iba a fulminar. Se podría escribir otro tomo de la saga con las peripecias que se derivaron del libro... -Sí, sería el quinto tomo. ¿Qué fue lo que más lo atrajo de la historia de los anarquistas? -Todo ese altruismo de la gente que se sacrificaba por sus compañeros. De todos modos, quise ser muy preciso, porque no se pueden ocultar cosas ni mentir en la investigación histórica, así que cuando hubo una traición o alguna forma de tergiversar la huelga, yo lo puse. Como pasó con el Consejo Rojo, un grupo de nueve o diez huelguistas que formó el Consejo Rojo, aprovechando la huelga, y empezó a robar e incendiar estancias. ¿Y eso tuvo alguna repercusión? -En esa época los Montoneros se enojaron porque decían que lo había puesto para joderlos. Pero no era así, era la verdad histórica. Y cuando se estrenó la película, la única crítica en contra fue del diario Noticias, de los Montoneros. Fue una vergüenza, se lo dije a Juan Gelman, a Bonasso y a Verbitsky y a tantos otros. Qué cosa. Cuando vino un periodista alemán, los Montoneros le dijeron que era una película socialdemócrata y lo publicó allá. Eso demostraba que la película y el libro hablaban de la realidad y generaban una polémica. -Claro, no iba a adaptar la realidad al gusto de ellos, ni de nadie. Fue tremenda la crítica. Por eso me llamaban "el burguesito", decían que era la versión burguesa de los anarquistas. Después hice Severino Di Giovanni y me causó pena de que el ERP lo tomara como libro de cabecera. Yo lo escribí para que aprendan cómo un hombre se pierde en la violencia. En esa época podía explicarlo mil veces, pero en ese aspecto todo estaba muy revuelto... -Los anarquistas violentos tenían siempre una frase de un francés que decía "no hay inocentes", porque hacían un atentado y por ahí moría un pibe. Y sí hay inocentes. Era raro en Severino, porque él siempre se exponía más en todo sentido. Fue un período muy difícil y pagué con el exilio la escritura de Severino que ya fue prohibido por el gobierno de Perón con un decreto muy cómico, porque prohibía la exportación del libro, así que nosotros protegíamos a otros países. No querían decir que lo prohibían acá para no aparecer como autoritarios. Por supuesto, las librerías dejaron de venderlo. Después se completó con Los anarquistas expropiadores que ya lo prohíbe la dictadura. Lo que hice fue mandar los originales a través de la embajada alemana aquí. El agregado cultural los mandó escondidos cuando viajó su hija. Y yo después pude hacerlos imprimir para terminar la obra. Solamente se hicieron mil ejemplares. En la figura de Facón Grande se entronca la tradición anarquista de los inmigrantes con el criollo. Surge como una figura emblemática del proceso de mixturación del movimiento. -Esa es la grandeza de la figura de Facón Grande. Eran todos gallegos en general, polacos y alemanes también. Y el que representa al criollo es Facón Grande, que viene de Entre Ríos y no era obrero, tenía seis carros que traían la lana de la cordillera. Pero era muy querido y los obreros lo consultaban. Cuando se inicia la huelga, él se pone al frente. Y tiene cosas hermosas, en las respuestas al teniente coronel Varela, que una de las primeras cosas que hace es fusilarlo. Cerca de donde cayó, hay un monumento en su memoria que levantó el sindicato de obreros rurales y estibadores. Representa la nobleza gaucha. Cuando hablaba no tenía mucha ideología anarquista y se pone del lado de los obreros porque le parecía justo el reclamo. También era más grande que los demás dirigentes, tenía 41 años cuando lo mataron, en cambio el gallego Soto tenía 23. Entre todos los personajes del libro, ¿por qué el prólogo toma la figura de Kurt Wilkens para el prólogo? -Porque era el prototipo del anarquista duro, él espera que se haga justicia y no se hace, entonces habla del derecho de matar al tirano, que ya era cosa de los estoicos griegos y que los anarquistas lo toman a pecho. Lo toma él. Estuve con los dos que lo acompañaron en la preparación de la bomba porque Wilkens no sabía prepararlas. Me contaban que calculó todo y cuando lo quisieron acompañar, les dijo: "No señor, para una persona, una sola persona, ustedes no se metan". Primero arrojó la bomba porque era el símbolo de la justicia del pueblo y después le pegó seis balazos a Varela. Era de familia adinerada en Alemania pero se vino porque creyó que en la Patagonia se podía construir el paraíso anarquista. Lo que agranda su figura también fue la forma pusilánime como lo mataron. Wilkens estaba durmiendo en su celda cuando lo mató por la espalda uno de los carceleros, Pérez Millán Témperley, que era medio pariente de Varela. ¿Nunca se preguntó la razón de que una corriente que influyó tanto en el movimiento obrero haya quedado tan circunscrita a una época? -Yo tengo una teoría, pero cuando la digo, me califican de gorila, así que dejémoslo ahí... Pero ya antes del peronismo el movimiento anarquista venía muy en decadencia. -El anarquismo empezó a decaer en la década del '20 por los anarquistas expropiadores. La gente se asustó. Los anarquistas hacían las huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno. Y los que van aplacando la lucha revolucionaria son los socialistas, más negociadores, y luego los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato. Después, con la Guerra Civil española, los mejores anarquistas se van. Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior. Pero en los grupos sindicales del peronismo combativo, sobre todo en la época de la resistencia, siempre hubo un sector que recogió el legado de los anarquistas... -Con sus excepciones, el peronismo es otra forma de ser, otra forma de acumular poder... ¿Cuál le parece que es el legado más importante que dejaron los anarquistas? -He investigado libros de las sociedades de oficios varios de la provincia de Buenos Aires y hay actas impresionantes. Un día anuncian que llamarán a los 200 anotados a asamblea general para discutir los nuevos jornales de la cosecha. Al día siguiente dicen que se reunieron 198 y se vuelve a convocar a los compañeros hasta que estén todos. Claro, en el medio llegaba la policía. Tan distinto de los comunistas, donde decidíandos, o uno. La democracia de base, del socialismo libertario tiene una nobleza increíble, pero chocaba con las cosas prácticas de la vida. No quiero decir que hay que ser oportunista. Los comunistas eran muy oportunistas "por razones tácticas" y combatieron mucho a los anarquistas, sobre todo después de la revolución rusa. Los anarquistas habían participado en la revolución, pero después Trotski los liquidó en Kronstadt por orden de Lenin. Acá se produjo también esa división. Yo diría que el principal legado es la conducta, el sentido de lucha y el antiautoritarismo.

  Artículo extractado del diario argentino Página 12

miércoles, 28 de julio de 2004

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Osvaldo Bayer: Qué fue de Antonio Soto en Chile

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Huelguistas apresados por las tropas de Varela.

El 14 de diciembre (de 1921), luego de cinco interminables días perseguido por el ejercito argentino y los carabineros chilenos, el desmembrado grupo entra en Puerto Natales. Allí, los compañeros de la Federación Obrera esconden a Soto. Pero en ese villorrio, corre peligro de ser descubierto. Los carabineros no se chupan el dedo y saben que el único lugar donde puede haber ido Soto es precisamente Puerto Natales. Por eso hay que sacarlo de Allí. Los sindicalistas chilenos hablan entonces al chofer Ramón Magdalena para que lo lleve en auto hasta Punta Arenas. Pero este se niega. Soto es mala palabra y justamente ese camino está muy vigilado. (Después, el chofer Magdalena confía todo a los carabineros).

Ese mismo día, 23 de diciembre, Soto es escondido en una goleta y llevado a Punta Arenas donde encuentra refugio en el propio edificio de la Federación Obrera Magallánica. Soto quiere a todo trance llegar a Buenos Aires para explicar su actitud en el movimiento patagónico. El escondite de Antonio Soto es denunciado por el señor Eduardo Rodríguez, quien viaja desde Punta Arenas a Río Gallegos y allí hace un escrito al comisario, inspector Fernando Wells, informándole detalladamente acerca del paradero "del sujeto Antonio Soto, conocido como cabecilla del movimiento actual".

El señor Rodríguez sabe mucho, ya que dice que desde el local de la Federación pensaban embarcarlo en el vapor Argentino para Buenos Aires, pero no habiendo llegado a tiempo han resuelto embarcarlo para el norte de Chile a objeto seguramente que dicho sujeto pueda pasar a Mendoza y de ahí a la Capital Federal donde se encuentran sus padres. No bien registrada la alcahuetearía, el gobernador Iza ordena telegrafiar al Prefecto de policía de Punta Arenas. El mismo día 6 de enero se remite el siguiente cable: "Prefecto Policía Punta Arenas. Por informes fidedignos tienese convencimiento de que con procedencia de Natales ha llegado a esa Antonio Soto, cabecilIa principal del movimiento sedicioso. Que se halla refugiado en el local de Federación Obrera, esperando pueda embarcarse para el norte de ese país. Con cargo de reciprocidad encarezco y ruego a usted quiera interesarse en su captura. Saludo a Ud. Atte.

Pero los datos que obtiene posteriormente la gobernación de Santa Cruz, señalan que Soto viaja a Buenos Aires en el "Argentino. Por eso, el capitán Iza remite un urgente telegrama al Prefecto General de Puertos de Buenos Aires: "Por datos confidenciales policía esta se ha informado que en Punta Arenas embarcóse en vapor Argentino, con destino a esa, ocultado por tripulación, sujeto Antonio Soto Canalejo, a quien policía investigaciones esa capital conoce. Este sujeto es principal cabecilla del movimiento sedicioso ocurrido este territorio y cuya detención se procura. Solicito V.S. quiera impartir órdenes del caso, a fin que referido sujeto no eluda vigilancia y pueda ser aprehendido. Agradeciendo cooperación saluda a V.S. Atte".

El gobernador Iza no quiere dejar escapar a Soto, un hombre que podría traer graves perturbaciones al territorio. Por eso, remite otro telegrama a un hombre de confianza de los radicales: el jefe de Investigaciones de la policía de la capital, don Eduardo I. Santiago, donde dice: "Por datos confidenciales tengo conocimiento que en vapor Argentino embarcóse en Punta Arenas con destino a esa Antonio Soto Canalejo, cabecilla principal del movimiento sedicioso en este territorio. Ruego recomendar muy especialmente vigilar la llegada de dicho vapor a fin de ser detenido sujeto aludido y en caso de ser aprehendido enviare en su búsqueda brevedad posible. Encareciéndole a la vez el secuestro de toda la correspondencia que tenga en su poder".

Lo del vapor "Argentino" era una versión que lanzaron los federados chilenos para despistar, pero la situación de Antonio Soto en Punta Arenas se hizo insostenible y los compañeros de la Federación Obrera magallánica le aconsejaron buscar refugio en una zona más alejada. De acuerdo al relato de su viuda, doña Dorotea Cárdenas, los marítimos lo escondieron en un canasto de ropa y así pudo huir de Punta Arenas a Valparaíso en un buque. De allí continuó viaje hasta Iquique, donde trabajó en las salitreras como obrero. Pero lo persiguió la mala suerte, ya que meses después cayó en una olla de caliche sufriendo graves quemaduras en la pierna izquierda. Fue hospitalizado y luego de seis meses de cama, como veía que su cuerpo no sanaba, escapó de allí porque lo tenían inmovilizado.

El sostenía siempre que "la función hace al órgano". Viajó a Valparaíso, donde se puso a trabajar de camionero. En este puerto formó pareja con Amanda Souper y tuvo cuatro hijos: Alba, Antonio, Mario y Amanda y vivió en calle Morus 246. En los primeros años de la década del treinta tiene su domicilio en Santiago y sigue trabajando de camionero. En 1931 su camión fue atropellado por un tren y Antonio Soto sufrió fracturas múltiples de las que también se repuso, aunque por años quedó afectado del pie izquierdo.

En 1933 viaja a Punta Arenas, donde ejerce su oficio de camionero y aguarda tener la oportunidad para regresar a la Argentina. Lo intenta el 5 de julio de 1933. Ese día pasa la frontera y se hospeda en el hotel Miramar, de Río Gallegos. Desde Allí toma contacto con antiguos compañeros y así se prepara el acto que fue un rotundo fracaso. Además de ese puñado de viejos compañeros no había nadie más que policías, que lo vigilaban de cerca. Había más policías que compañeros.

La cosa no anduvo. Es que se vivían otros tiempos. Ahora había que marchar derecho; después del militar Uriburu otro militar estaba en el poder: Agustín P. Justo. Se había iniciado lo que después se conocerá en la Argentina como la Década infame. En Santa Cruz había también un militar: el teniente de corbeta Gregores que movilizó el territorio tras un solo objetivo: trabajar. Todo lo demás sobraba. Cada uno en su puesto: el obrero como obrero, el empleado como empleado, el patrón como patrón. Ideas como igualdad, solidaridad. liberación de la clase trabajadora, no; estaba todo muerto, la revolución rusa había quedado atrás. El anarquismo se había enredado en su propia ingenuidad, en su principio de que el hombre es bueno, en su incapacidad organizativa. El socialismo se había conformado con sus bancas parlamentarias. El comunismo marxista trataba de ubicarse y entender los cambios tácticos ideológicos de Moscú y había caído en poder del zar más poderoso de la historia rusa: Stalin.

¿Qué hacía Soto allí frente a ese muro de cemento que había puesto el tiempo entre las heroicas huelgas que había protagonizado y ese ambiente ordenado semicastrense que reinaba ahora hasta en el ultimo rincón del sur patagónico? El de Soto era nada más que el acto de un desesperado. Y eso que habló como en su mejor discurso. Venía a dar cuenta. "Y todo aquel que perdió un hermano, un hijo o un padre en la huelga y que crea que yo soy el culpable aquí tiene mi pecho, puede sacarse el gusto".

Apostrofó a los policías, señalándoles que ellos eran hijos del pueblo y no debían oponerse a la lucha de los trabajadores por sus reivindicaciones. Por último exhortó a que se volvieran a reunir todos los trabajadores en una sociedad obrera sobre bases anarco-sindicalistas. Estuvo brillante. Era el discurso que había pensado y rumiado durante más de diez años, desde cuando, vencido, pasó a Chile por el Centinela. Pero lo expulsaron sin pena ni gloria. Fue una derrota moral más grande que la de diez años atrás. Más grande porque era la derrota definitiva. Muy atrás habían quedado aquellas interminables columnas huelguistas que el había conducido en las inmensas soledades patagónicas.

Publicidad del teatro Libertad de Antonio Soto.

El minucioso gobernador Gregores no se contentó con echarlo sino que alertó a todas las estancias para que denunciaran si el sujeto Antonio Soto aparecía de nuevo en territorio argentino.Soto enviudará al poco tiempo y se irá a vivir a Puerto Natales. Allí instaló un cine al que puso el nombre de Libertad. Pero como no tenia mucho sentido de los negocios debió dejar el cine porque le tocó un invierno muy nevado y durante siete meses no pudo recibir películas de Santiago. Hasta que volvió a ser lo que era antes: durante muchos años los trabajadores rurales y de los frigoríficos lo eligieron su asesor sindical.

Es interesante el recuerdo que tiene de Soto el señor Federico A. Mau, actual propietario de la Estancia La Querencia. Reproducimos textualmente los párrafos de una carta que envió al autor de esta investigación: "Es cierto, señor Bayer, para contestar a su pregunta, he tenido muchos contactos con el provocador de las huelgas patagónicas, que según recuerdo se llamaba Antonio Soto. Desde el año 1932 al 1942 he sido gerente de la Compañía Frigorífica Natales Ltda., y en esos años se fijaban los Convenios de Trabajo mediante largas discusiones con los representantes del Sindicato de Campos y Frigoríficos de Natales en forma anual. En dichas tratativas conocía al aludido Soto, quien era uno de los dirigentes máximos del aludido sindicato. Me resulta imposible recordar en qué años fue que actuó en el Sindicato, pero quisiera creer que fue entre 1932 y 1935. En las frecuentes y largas discusiones sostenidas con él me daba la impresión de una persona que se manejaba con cautela, como si hubiera estado quemado como gremialista agresivo y fanático, como se lo recordaba en la huelga del 21. Debo decir que en realidad prefería discutir los convenios con Soto antes de muchos otros del Sindicato, pues era mesurado en su conducta y aceptaba razones y se podía llegar a conclusiones. Sin embargo, mi colega, el señor Tomás Dick, gerente del Frigorífico Bories no lo podía ver, pues Antonio Soto le hacía la vida imposible. lgnoro las causas, que conmigo se portaba aceptablemente correcto y con el señor Dick todo lo contrario".

El señor Manuel Enrique Callahan, viejo periodista de Puerto Natales - fue director del diario de esa ciudad durante muchos años - conoció profundamente a Antonio Soto y nos dijo: "era un autodidacta con ideas realmente visionarias, fue siempre consejero del Sindicato de Campos y Frigoríficos y los viejos gremialistas tienen el mejor recuerdo de él. Predicaba el anarcosindicalismo como medio de lucha obrera y filosóficamente era partidario de las ideas anarquistas".

En el mismo Puerto Natales visitamos a don Severo Benítez Olguín, porteño, a quien la huida de estancia la Anita significó un cambio definitivo en su vida. Huyó a Chile el mismo día en que lo hizo Antonio Soto y desde entonces quedó para siempre en esa pequeña ciudad del seno de Ultima Esperanza. Nos relata la ultima asamblea, los esfuerzos que hizo Antonio Soto para que la gente no se rindiera: "Antonio Soto les habló claro de los peligros -nos dice- de pactar con Varela, pero la gente quería rendirse y terminar con la huelga. Después comenzaron a desparramar la versión de que Soto había entregado a sus compañeros. Nada más infame. Fue siempre un hombre bueno, honrado y trabajador, querido por sus compañeros. Pregunte usted en Puerto Natales y en Punta Arenas a todos los que le conocieron, verá con qué cariño le van a hablar de él. En la huelga era un hombre muy joven y tal vez no calculó que todos los intereses se le iban a echar encima. Hay que remarcar que fue una huelga de solidaridad por los presos. Ese fue el verdadero motivo y no otro. El nos decía siempre: Cuando suelten a nuestros presos vamos a entrar a conversar sobre el cumplimiento del convenio.

Pero Varela no permitió dialogar en ningún momento. Entró matando, fusiló a mucha gente de campo que no había cometido absolutamente ningún delito. Se lo digo como argentino. Desde aquel entonces me quedé en Puerto Natales y ya no quise volver".

Isabel Soto Cárdenas durante la inauguración oficial de la sala 
Antonio Soto. Buenos Aires, diciembre del 2011.
En 1936, cuando se declara la guerra civil española, la pasión de Antonio Soto fue ir a España para luchar contra las huestes de Francisco Franco. Pero no pudo ser, su salud no le daba para tanto y debió quedarse. El 5 de marzo de 1938 se casó con una chilota, Dorotea Cárdenas, con quien tendría una hija, Isabel Soto. El matrimonio se traslada en 1945 a Punta Arenas, donde Antonio Soto trabaja como obrero en una fundición donde se arreglaban motores de barco. Luego instaló un puesto de frutas en el mercado. De allí volverán a Punta Arenas para posteriormente trabajar de lo mismo en estancia Penitentes. Su espíritu inquieto lo llevó por fin a radicarse definitivamente en Punta Arenas, donde instaló el restaurante Oquendo.

En ese tiempo fundó el Centro Republicano Español, el Centro Gallego y la filial de la Cruz Roja Internacional. En su restaurante y en su casa, todos los republicanos españoles que fueron llegando después de la segunda guerra mundial encontraron un lugar donde pasar sus primeros días.El periodista de Punta Arenas Osvaldo Wegmann Hansen conoció mucho a Antonio Soto y nos hizo una larga descripción de su carácter y de los últimos años de su vida.

Lo conoció en 1935, en Puerto Natales, cuando tenía el cine Libertad. Nos dice que Soto siempre siguió fiel a sus ideas anarquistas -más bien para el lado del anarco sindicalismo- y tenía una característica especial al hablar: se lo pasaba echando "garabatos"; es decir, maldiciones, que siempre empezaban con "me cago en-...", que afectaban siempre al buen Dios. Luego, ya en Punta Arenas, lo visitaba a menudo en el Oquendo, que se caracterizaba por la buena comida, pero Soto, el dueño, se lo pasaba en una mesa leyendo diarios, revistas y libros o discutiendo sobre política, de modo que por lo general los clientes se servían por su cuenta, como en una comuna anarquista. "Como era antifranquista a muerte le hacíamos bromas con Franco que como él, había nacido en el Ferrol.

Una vez estuvo en Punta Arenas el historiador español Leopoldo Castedo, gallego como él y republicano, y los presenté. Nos reímos porque casi se pelean entre ellos, en circunstancias en que estaban de acuerdo. Pero se trataba de gritar, como buenos españoles. El restaurante de Soto era algo así como una peña de periodistas y escritores cuando llegaban por Punta Arenas, porque los pocos que escribimos en esta ciudad los llevábamos a lo de Soto y el viejo los atendía como a reyes. Soto era un hombre de muy buen humor, se lo pasaba haciendo chistes pero era más cerrado que una ostra y nunca hablaba de su pasado. Rara vez me dijo: el año tal, en la Argentina... o en el norte de Chile, ocurrió tal cosa. A menudo echaba un trago de tinto con un porrón de vidrio, al estilo español. Era sobrio pero le gustaba tomar su trago sobre todo al almuerzo.

También conocí a dos huelguistas que se refugiaron en Chile: Abelardo Riera y Joaquín Argüelles, eran unos españoles alegres y charladores, pero tampoco nunca hablaron de los sucesos del 21. Soto era un entusiasta de los pic-nics al aire libre. Varias veces salimos con periodistas amigos y él. y charlábamos y reíamos con sus continuas bromas. Íbamos a las tierras donde estuvo Puerto Hambre. Yo le puse su nombre a uno de los personajes de un libro que escribí sobre la colonización española del Estrecho de Magallanes. El libro se llama "El camino del hambre" y Allí describo la personalidad de Antonio Soto, figurándomelo en otro tiempo, con sus salidas, sus puteadas, su carácter rebelde y su hombría sobre todo en los momentos difíciles. Pero Soto no alcanzó a leer mi libro porque falleció antes de su publicación". Pero su salud precaria no le permitió seguir adelante con el restaurante y dejó este por un pequeño hotel, la pensión Soto, en la calle Ecuatoriana.

Al mismo tiempo se ayudaba haciendo fletes con un camión desde el muelle.En 1962 dejó todo trabajo y un año después, el 11 de mayo de 1963 fallece en Punta Arenas por una trombosis cerebral, a los 65 años de edad. He tenido en mis manos las fotos del sepelio. Una verdadera multitud lo acompañó, encabezando el cortejo las banderas de la Cruz Roja, el Centro Republicano y del Centro Gallego. Columnas de estudiantes les seguían, ya que Soto había sido un hombre muy querido en el ambiente estudiantil, una especie de consejero político siempre dispuesto a aconsejarlos.Con su muerte se perdió un valioso testimonio de las huelgas patagónicas. Sabemos por su viuda que él había escrito pacientemente un libro sobre los sucesos, pero el original se le quemó en el incendio de su cuarto en Puerto Natales, donde perdió todas sus pertenencias. Y esto lo desalentó tanto que no quiso volver a reconstruir lo escrito.

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