¿Para
ti escribir que es: una afición, un oficio, una profesión...?
Primero,
escribir es una necesidad de mi organismo. Es una función
de mi propio cuerpo. Desde muy niña me di cuenta que
era una vocación, que estaba llamada para escribir. Conté
con ayuda en familia, su comprensión y su apoyo para
poder escribir. Posteriormente se convirtió en un oficio
y después en una profesión. Así que escribir,
en mi caso, ha dado la vuelta: desde una necesidad de mi organismo
hasta una profesión gracias a la cual vivo.
¿Cómo
relacionas la escritura con la lectura?
Son
las dos caras de una misma moneda. De hecho uno aprende a leer
y a escribir al mismo tiempo; no se concibe una sin la otra.
Leer y escribir son como los dos asientos de un sube y baja,
sube y baja... y ahí están los dos niños
subidos. Se necesitan los dos para que funcione, para que haya
juego. Leer
y escribir son también como los latidos del corazón:
sístole y diástole, y diástole y sístole,
para que el corazón bombee la sangre. Leer y escribir
también es eso.
Cuándo
estás escribiendo, ¿piensas
en el lector?
Sí...
Pienso en el lector, porque somos también las dos caras
de una misma moneda: yo les digo algo y espero que me escuchen
y me respondan. Es un diálogo que establecemos: el autor
y el lector estamos dialogando. Imagínate que le hablara
a la pared, sería como hablar al vacío. Pienso
en mis lectores y espero que me den una respuesta. Hay muchas
formas de dar una respuesta: con lo que se imaginan, me están
dando una respuesta; si se enojan por lo que escribí,
también me están dando una respuesta; si se conmueven,
si lloran, si ríen...;si tiran el libro a la basura porque
no les gustó, ¡también es una respuesta!
A veces los amigos se pelean, y a veces se contentan. El autor
y el lector también tienen ratos buenos y ratos malos,
pero la amistad es permanente.
¿Cómo escribes?,
¿haces un esquema previo?
Cada
cosa que escribo es diferente. Es como cuando uno tiene hijos.
Cada hijo, sale diferente. No hay un solo patrón, uno
tiene que ver el carácter del niño, su personalidad,
y así es como uno lo trata. Cada poema, cada cuento,
cada novela, cada ensayo que surge dentro de mí, quiere
ser urdido con palabras; tiene su propio código y me
dice como debo tratarlo. A veces, ya tengo en la cabeza el tema
que quiero tratar, incluso, casi desarrollado. Cuando me siento
a escribir, es porque tengo ya todo pensado; pero otras veces
es al reves: simplemente siento como si tuviera hormiguitas
en los dedos, cosquillitas, y quisiera tomar una pluma, porque
a veces escribo con pluma, otras veces en la computadora. No
importa con qué. Lo que importa es que los dedos me empiezan
a cosquillear... Y ya que escribí, me doy cuenta de lo
que estaba escribiendo. Pero no hay reglas, no hay métodos.
Hay que seguir una especie de llamado interior y serle fiel
a esa sabiduría que tenemos todos los seres humanos.
Uno ha nacido con una especie de vocecita interior que nos dice
lo que nos gusta, lo que necesitamos, por dónde debemos
ir y creo que debemos serle fieles a ese llamado a la hora de
escribir. Cada vez que escribo (aunque ya tengo veintitantos
libros publicados), siento la aventura de algo nuevo. Es como
una nueva exploración. Me emociono, me entusiasmo, ¡y
me lanzo a vivirla!
¿Tienes
alguna hora predilecta para escribir?
Ha
variado mucho. Según la épocas de mi vida. De
niña y después adolescente, escribía en
el baño. Me encerraba con llave cuando todos estaban
dormidos y escribía mi diario. En los horarios de la
escuela, durante el recreo, me metía al baño a
escribir. Hasta la fecha mi marido me dice:
¿ Quieres que te ponga una biblioteca en el baño?
¡Te la pongo!...Para mí es un lugar de gran privacía.
Cuando era ya una joven mujer y vivía sola escribía
por las tardes. Ahora que tengo una hija pequeña escribo
por las mañanas, cuando ella está en el kinder.
Cada quien encuentra a lo largo de las diferentes etapas de
su vida, un momento adecuado para escribir.
¿
Haces manuscritos o trabajas en la computadora?
Primero
trabajé en manuscrito; con la pluma. Me encanta...Después
di el salto: ¿o me quedaba en el siglo XX o pasaba al
XXI? Y comencé a usar la computadora... Pero si no la
tengo a la mano, no creas que me preocupo. De hecho uno de mis
libros lo escribí en un momento muy crítico: estaba
sentada en la banqueta, escribía en pedacitos de papel
que me encontraba, pedía plumas prestadas a la gente
que estuviera cerca.
No me parece fundamental decidir con qué vas a escribir.
Lo importante es sentir ese llamado y encontrar su cauce.
¿Hay
algún suceso o personaje que te haya gustado o impresionado
de tal manera que tuviste que escribir sobre éste?
Miles...
Escribo de todo lo que me impresiona. Siempre... siempre estoy
escribiendo sobre cosas que me impresionan, que me duelen, que
me dan alegría. Me enamoré perdidamente a los
treinta y ocho años de edad, cuando creí que ya
había vivido todas las etapas amorosas de mi vida. Y
ahí tienes, que ya entrada en madurez, me enamoro como
una adolescente. Llevo tres o cuatro libros sobre esos momentos.
También, una enfermedad muy importante en el seno familiar,
me cimbró hasta la médula. Estaba en un pozo,
me quería morir, pero sabía que mientras estuviera
escribiendo no me podía morir.
Para ti, ¿escribir
es una forma de conocimiento?
Más
que eso: es una forma de respirar, es como los latidos de mi
corazón, pero a fin de cuentas termina siendo una forma
de conocimiento, sólo que es mucho más amplia:
es un conocimiento vital de la condición humana, de la
existencia. Además es una forma de acercarme a las vivencias
de una manera mística entre mi ser y mi entorno.
¿Qué
piensas de la inspiración?
No
creo que la inspiración sea esa especie de señora
que nos viene a tocar a la puerta, y que algunas veces es rejega
y que tiene uno que andar pagando renta para que se aparezca.
Uno es quien la provoca. Creo que la inspiración la tenemos
dentro. Es ese apetito creador, esa fuerza vital, esa chispa,
esa energía de polvo de estrellas... La inspiración
es eso... Lo que pasa es que la tenemos escondida. Hay que quitarle
las cobijas y decirle: ¡Eh!, ¡despierta!... ¡y
van a ver cómo se despierta! Al saber que la tenemos
dentro, somos capaces de dejarla vivir plenamente.
¿Alguna
vez has tenido atorones o problemas para escribir?
Si,
claro que sí. Vivo con las palabras, bailo con ellas,
canto con ellas y me baño con ellas. ¿Qué
piensan de un matrimonio que lleva treinta años?, ¿que
no va a tener atorones? ¡A veces hay unos pleitos hasta
con amenaza de divorcio! Se separa uno un tiempo de ellas, pero
entonces pensamos: Si nos queremos, mejor vamos a regresar...
Así pasa también con las palabras.
Recuerdo que cuando estaba escribiendo mi primera novela, que
era una novela de amor: no sabía cómo hacer bien
el final. Había escrito ese capítulo cómo
cinco veces, y no me salía. Dije: ¡Se acabó!...
Tiraba el cuaderno al suelo, y al día siguiente la persona
que hacía el servicio en mi casa, lo volvía a
poner en el escritorio porque pensaba que se había caído,
y yo lo volvía a poner en el suelo. Hasta que le dije
a la señora: ¡Se queda en el suelo!, estoy enojada
con él, y quiero sentir esa humillación. Tengo
que aprender y el cuaderno también (yo no sé que
tenía que aprender el cuaderno), pero según yo
me estaba desquitando. ¡Santo remedio! Funcionó..
. Hubo un momento en que dije: Bueno, voy a recoger el cuaderno.
Como magia, empecé a redactar ese capítulo y hasta
la fecha me satisface.
He querido incluso tirar la máquina de escribir por la
ventana, pero no he roto papeles ni los he tirado a la basura,
porque la literatura es muy noble. Lo que tachas se puede volver
a corregir veinte veces, y veinte veces más. Aconsejo
ésto sobre los textos que escribas: guárdalos
o castígalos, pero no los rompas ni los quemes; porque
si no, si te arrepientes después, ya no hay remedio.
Muchas veces me he peleado con lo que escribo, como en mi crisis
del año pasado, a los cuarenta y cinco años de
edad y con veinticinco años de trabajo profesional. Fue
una crisis muy fuerte: conmigo misma y con la obra literaria...Tuve
que reconocer que yo estaba mal; que tenía que oír
mi propia voz interior en vez de cumplir lo que otros querían.
Me había desviado de mi verdadero llamado a la literatura.
Pero, ¿cual es el chiste de eso?, que uno vuelve a dialogar
con las palabras..., que te reconcilias con ellas. La vida está
hecha de eso: de pleitos y reconcialiaciones. Uno se cae y se
levanta... Esa es la vida, y esa también es la relación
con las palabras.
¿Cuándo
escribes te retroalimenta la lectura de otros autores?
Sí...
Es como un atleta que va a competir en los juegos olímpicos,
y tiene que hacer ejercicio, y más ejercicio: esa es
la escritura. El alimento es la lectura. Imagínate que
estás preparando a un atleta y lo tienes todo el día
haciendo ejercicio, pero lo traes a pan y agua. No puede seguir
adelante, pierde, se desmaya...Necesita que le den una alimentación
bien estudiada. Debe tener a su cuidado a médicos y nutriólogos:
que le den carne, huevos y leche; también vitaminas,
minerales y proteínas. Házte de cuenta que para
un escritor y para cualquier persona que escriba, aunque no
sea un profesional de la literatura, la lectura es ese alimento.
¿Si? En vez de huevos están los poemas, en vez
de la carne están las novelas, en vez de la leche están
los cuentos, y las vitaminas y minerales son los ensayos y las
crónicas. Es decir, todos esos géneros literarios
van directo a la sangre; a esa sangre interna, a esa sangre
de emoción que está nutriendo a tu organismo.
Por eso, cuando acabo de terminar una obra que me ha llevado
un tiempo: una novela o un libro de poemas, me dedico a leer
a diferentes autores, porque es mi etapa de alimentos. ¿No?
Ya quedé flaca, destrozada..., ¡y terminé
mi novela!. Es como ir a mi hospital para que me atiendan muy
bien. ¿Qué quiere decir eso? Que me pongo a leer...Y
de ahí empiezo a alimentarme de la visión que
tienen otros autores, y otras autoras; de las palabras que resuenan
en la voz de otra gente que escribe y eso me va alimentando...¡Claro
que sí!
Una vez que consideras que tu texto está terminado,
¿lo revisas?,
¿se los das a leer a otros? ¿qué piensas
de la autocorrección?
Creo
que hay tres fases en el proceso de creación:La
primera fase es una delicia, porque es la parte de la expresión
libre; es una fase íntima: estás contigo mismo
y no le haces caso a nadie. Sacas todo lo que tienes que decir,
te viertes plenamente en el papel. Hay quienes dicen: Es como
un vómito. ¿Por qué? ¿Por qué
pensar en un vómito? Es cochino eso. ¿Por qué
no pensar que es como una catarata de agua fresca y cristalina
que se sale, o como una carcajada; como un suspiro de alivio,
o como ese desfallecimiento gozoso y sensual del cuerpo: como
un orgasmo, ¿Por qué no pensar así? Escribir
es todo eso. Bueno, a veces también puede ser una vomitada.
Esa es la primera parte de la creación, cuando se es
libre, y se escribe ¡lo que a uno le da la gana!
Viene la segunda parte, que es en la que te das cuenta de que
es lo que estás escribiendo...Es donde ya hiciste tu
primer borrador: ¿es poesía, es novela, o un cuento?
Es una toma de conciencia de lo que uno está haciendo.
Ese primer borrador comienza a tener estructura...
Y ahora viene la tercera fase: la autocorrección, que
ya es una una autocrítica. Con ojos críticos te
pones a ver si el lector o lectora lo puede captar. Si le faltó
ésto o aquello... Esta fase última fase es difícil,
pero importante. Además, hay que hacerla bien... aprender
a hacerla bien, pues uno va a entregar al público lo
que escribió. Y ese público es tu vecino, tu mamá,
tu compañero de escuela. El público es el otro,
la otra.
Pero ¡ojo!, puede haber muy buenas opiniones, pero si
no eres lo suficientemente fuerte, y por otro lado, los críticos
no son los adecuados, nos podemos desviar de ciertos lineamientos.
Aconsejo por eso que el texto se de a leer a maestros o a escritores
en quienes uno confíe.
¿Qué
opinas de los talleres de escritura?
Son
un punto de encuentro para toda la gente que siente la necesidad
de usar las palabras de una manera más trascendente que
va más allá de cubrir las necesidades básicas.
Hay mucha gente que siente ese llamado: ¡Benditas palabras,
aquí están, quisiera aprender a usarlas y aprender
a escribir! Esos lugares son un oasis para muchas personas.
Y para niños y jóvenes son un alimento para su
espíritu. Los talleres literarios nos permiten, de una
manera no formal, no académica, tener acceso al mundo
de la literatura en horarios que están fuera de las actividades
obligatorias de la escuela, si es que estás estudiando.
Pueden asomerse. Son una forma de ver la literatura con gozo,
con gusto.
Ahí tienes a las mujeres abogando porque haya cocinas
económicas y guarderías en cada cuadra. Si yo
fuera gobernadora del Distrito Federal, me gustaría que
hubiera también un taller literario en cada manzana.
Participar en él es una higiene para nuestro espíritu...Así
como lavarse los dientes todos los días, les enseñan
además a lavárselos bien; se busca una salud bucal.
Uno debería llevar un diario y escribir...¡Todo
eso haría que este país fuera otro!
¿Cuál
es la obra literaria que más te ha dejado huella?
El
poema de San Juan de la Cruz: "En una noche oscura".
Cuando lo leí por primera vez tenía trece años
y pensaba que era un poema amoroso. Pensaba: ¡quiero amar
así, y que me amen así!... Ya de grande supe que
era un poema místico.
¿Que
opinas de la relectura?
Siempre
lee uno por primera vez. Es como decir: ¿qué opinas
de volverte a enamorar? Uno siempre se enamora virgen, ¿no?
Todo es como por primera vez. También la relectura, porqueuno
está en otro momento de su vida, ha vivido otras cosas.
Entonces lee uno por primera vez. Es muy gozoso porque un libro
tiene muchas, muchas variantes... que deben releerse.
El Cantar de los Cantares de la Biblia está escrito para
ser releído. Es como un círculo. El último
versículo anuncia el primero. Cada vez que uno lo lee
es como si fuera la primera vez.
¿Cuál
es tu experiencia más afortunada y la más desafortunada
en la literatura?
La
más afortunada es haber soñado un cuento completo,
con todas las palabras. Es : Historia de peluche, y lo publiqué
el año pasado.¡Todo lo soñé...todo!
Se lo dediqué a mi hija. Yo no trabajé, el sueño
trabajó por mí.
La experiencia más desafortunada fue cuando estaba escribiendo
el año pasado esa novela y tuve una crisis. No me hice
caso y tampoco escuché a mi voz interior.
Ethel, ¿quisieras dar
un mensaje para los jóvenes?
Tengo
muchos mensajes para los jóvenes, pero uno es fundamental:
Hablar, escribir, y leer son los latidos del corazón,
son la respiración. Son el sentido de la vida que tú
le quieras encontrar. Te ayudan a saber quien eres; te acompañan
siempre en la vida siempre. Nunca estarás solo, jamás
estarás solo. Por más mal que te sientas, y más
abandonado, o más confuso, o confusa...(me gusta hablar
a niños y a niñas, a jóvenes mujeres y
a jóvenes varones); por más perdido o perdida
que te sientas, la escritura y la lectura son tus hadas madrinas,
tus amigos, tus compañeros, tu padres, tu dios personal.
¡No los abandones! A la lectura y a la escritura ¡házles
un huequito, en tu tiempo, en tu vida!; porque andando el tiempo
verás de qué manera esa semillita que sembraste
va creciendo como un árbol frondoso, que permanecerá
además cuando ya estés en el más allá.
Lo que escribes se queda en el más acá y ayuda
a otros. Te invito entonces a que te asomes a ese mundo.
Escribo
porque sí ...
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