Sólo dos porteros en la historia
de los campeonatos mundiales han tenido la ocasión de levantar
la Copa del Mundo. Y ambos son italianos: uno, Giampiero Combi,
lo hizo en 1934 ante el Duce Benito Mussolini; el otro,
Dino Zoff, lo consiguió en el año 82, cuando contaba cuatro
décadas de vida.
Fue esa la última competencia en
que intervino Zoff. Frío, con una calma inglesa, perfecto en la
colocación, autoritario con su defensa y acertado en las
salidas, este hombre nacido el 28 de febrero de 1942 en Mariano
del Friuli, es uno de los arqueros imprescindibles en cualquier
libro de fútbol.
Su carrera empezó en la campaña
1961-62 con el Udinese, y dos años más tarde resultó transferido
al Mantova. En 1967, ya con más relevancia en el Calcio,
pasó al Nápoli, donde jugó durante cinco temporadas, y en 1972
comenzó a defender los colores de la Juventus.
Ahí se consagraría. En once años
con la vecchia signora, Zoff se tituló campeón de Liga en
1973, 1975, 1977, 1978, 1981 y 1982; ganó la Copa de la UEFA en
el 77 y la de Italia en el 79 y el 83. Su récord de mantener la
valla invicta por más de mil minutos –hazaña que rubricó en
1973-, todavía está vigente en los campeonatos de su país.
Tanta fue su grandeza, que ningún
otro azzurri ha vestido más veces que él la casaca de la
selección. En 112 oportunidades, Dino lució en la cancha su
tradicional sueter gris, y su maestría incidió en los éxitos de
la Eurocopa de 1968 y el ya referido Mundial de España’82.
Suplente en la cita universal de
1970, las tres citas siguientes le vieron debajo de los palos,
incansable y atento, persiguiendo su sueño de levantar la Copa.
Ni el vicecampeonato obtenido en suelo mexicano, ni el cuarto
escaño del certamen efectuado en Argentina, pudieron
complacerlo.
Ya con cuarenta años, Dino Zoff
se convertiría en el jugador más longevo en escalar al trono del
fútbol mundial. Su sueño estaba cumplido.