PATRIMONIO ARTISTICO


Iglesia de Santa María de Puerto.


Monumento Nacional. Obra principal de los siglos IX al XII, con elementos posteriores. Iglesia de tres naves, la central más ancha y alta, separada por pilares cilíndri- cos. EI crucero (s. XVI) se cubre con bóvedas nervadas de una gran riqueza decorativa considerada la obra más bella del gótico clásico de Cantabria. A un lado y otro de las naves laterales se añaden capi- Ilas durante los siglos XVI y XVII. Hay que destacar en su interior la excelente pila bautismal de una sola pieza románica del siglo XII, así como los capiteles y la puerta de la fachada sur que es de estilo románico y bellísima. De gran interés artístico son: el retablo de San Bartolomé (s. XVI) con pinturas flamencas, el retablo plateresco del altar principal, con relieves policromados; el retablo de San Pedro en nogal, sin policromía, la Virgen del Puerto, imagen gótica del siglo XII; la Inmaculada de Galeón, policromada (s. XVII); y el Cristo y el Nazareno, ambos de Cacicedo. EI órgano neumático del coro es uno de los mejores de la región.

Monasterio de Montehano.


Monasterio Monteano

A 4 km. de Santoña. En él se halla la tumba de Bárbara de Blomberg, madre de Juan de Austria. Fué fun- dado por Ordoño I en el año 859.

Casa Palacio de Chiloeches.


Construcción del siglo XII de origi- nal y extraordinaria fachada. Declarada Monumento Histórico Artístico Provincial en 1977.

Palacio del Duque de Santoña.


Mandado construir por el Primer Duque de Santoña, Juan Manuel Manzanedo. Es una obra de estilo neoclásico finalizada en 1873.

Instituto Virgen del Puerto.


Centro de enseñanza creado en 1960. Es adaptación de un edificio militar de la época de Felipe V.

Instituto Marqués de Manzanedo.


Edificio construido entre los años 1861 y 1871. Donado por el Marqués de Manzanedo. Es de estilo ecléptico, con fachada en piedra de sillería. A destacar la Capi- Ila-panteón de los Duques.
Arco del Hermanamiento.
Construído en el año 1990 en conme- moración del Hermanamiento entre Santoña y Palos de la Frontera, con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América.

Monumento a Juan de la Cosa.


Obra en piedra de A. Hernández Morales (1949). Sobre dos columnas dóricas que representan a las de Hércules, se apoya un bloque con la nao Santa María, que era pro- piedad del santonés Juan de la Cosa, piloto y cartógrafo, codescubri- dor de América y autor del primer mapamundi o carta del año 1500.

Monumento a Carrero Blanco.


Obra de Juan de Avalos (1976). Tiene 20 metros de altura. Representa un gran timón en cuya cúspi- de hay un ángel oferente y la rosa de los vientos. Las figuras de la base representan las cuatro virtudes cardinales.
Monumento al Progreso.
Obra de José Má Porta de Lama (1996). Bron- ce dedicado a las personas que contribuyeron al progreso de Santoña.

Monumento a la Virgen de Puerto.


Obra de Víctor Orizaola (1996). Imagen de 10 m. de altura que sirve de faro-guía para las embarcaciones en sus entradas y salidas del puerto,
Plaza de Toros.
Construida con piedras de las antiguas murallas y baluartes que rodeaban y defendían Santoña. Inaugurada en 1907.

LOS FUERTES DE SANTOÑA EN EL SIGLO XVIII


Santoña ha sido a lo largo de la Historia un enclave de gran valor estratégico; esta importancia llegó al máximo en la Epoca Moderna, cuando la navegación se efectuaba a vela y la falta de recursos técnicos obligaba a seguir derrotas costeras. Nuestra villa se constituía de esta manera en un punto situado entre puertos como Vigo, Ferrol, Santander, Bilbao, Pasajes o San Sebastián, es decir, puente entre el Cantábrico occidental y el oriental. Su disposición casi insular y sus excelentes fondeaderos capaces para grandes armadas, el de El Fraile y el interior del abra, la convertían en un objetivo militar de primer orden.
Sin embargo, no sería hasta el siglo XVIII cuando la Corona Española tomó conciencia de este hecho y comenzó a ejecutar diversos proyectos de fortificación de la villa. Pero la Bahía ya había pagado un duro tributo, sufriendo en 1639 el asalto de la armada al mando del Arzobispo de Burdeos que arrasó Santoña y Laredo y en 1719 de una flota anglo-francesa que destruyó el astillero donde se construían tres navíos de guerra, situado en el actual Pasaje y que estaba mal protegido por dos baterías artilleras, las de San Miguel y Nuestra Señora.
La intención de Felipe V era establecer en Santoña un astillero permanente para la botadura de las principales unidades de la Marina Real, como se puede apreciar en este plano cuyo original está depositado en el Servicio Histórico Militar de Madrid. Por ello se encargó al ingeniero Próspero Verboom la redacción de un ambicioso proyecto de fortificación de toda la villa en 1726. Su plan consistía en aislar toda la península mediante una trinchera con tres baluartes artillados a lo largo del itsmo, y defender la entrada a la canal ampliando las baterías de San Martín y San Carlos (construidas en el siglo XVII) y levantando dos fortificaciones más: una junto al astillero, en la punta de Hernán García, y otra en el Puntal (que en gran parte pertenecía a Santoña en aquella época). Sin embargo, el traslado del astillero a Guarnizo hizo que este proyecto no se ejecutara.
De este modo, en 1731 sólo estaban listos para la defensa San Martín, con tres cañones, y San Carlos, con nueve. Pero en 1739 se comisionó a Leandro Bachelieu para que visitara la localidad y propusiera un adecuado sistema defensivo. Fruto de esta visita fue la construcción de la batería de San Felipe, que tenía la misión de proteger el fondeadero de El Fraile y a la que se armó con doce cañones de a 24 libras (iguales al que se ubica en la Plaza de San Antonio).
Sin embargo, el paso de los años acarreó la desidia de las autoridades por el mantenimiento de los fuertes, por lo que en 1755 un informe daba cuenta de la penosa situación en que se encontraban San Martín y San Carlos, expuestos a actos vandálicos al no tener puertas ni cerrojos, con los cañones tirados en el suelo, sin cobertizos y con las explanadas para el juego de la artillería destrozadas.
Puestas así las cosas, ocho años más tarde se decidió la reparación de todas las baterías de la costa de Cantabria, encargándose de ello Joaquín del Pino, quien realizó los detallados planos que aquí reproducimos y cuyos originales se encuentran en el Archivo General de Simancas. En primer lugar, se construyó una pequeña batería en el itsmo de Berria, llamada de la Calzada, y que protegía la villa de una invasión por tierra. También se reparó San Felipe enlosándose con sillería sus explanadas para cañones y estableciendo una dotación de un sargento, cuatro artilleros y dieciséis soldados.
San Martín se reparó totalmente aprovechando para almacén la ermita que le da su nombre. Su aspecto era muy diferente al poderosísimo fuerte que hoy podemos contemplar, pues sólo ocupaba una superficie cercana a los 320 m2 y era capaz para ocho cañones, teniendo una guarnición de un sargento, tres artilleros y quince soldados.
Otro tanto podemos decir del fuerte de San Carlos, por aquel entonces una modesta fortificación de unos 310 m2 situada en un abrupto terreno (más o menos donde hoy se alza la batería cubierta), dotada con seis cañones de a 24 libras y atendida por un sargento, tres artilleros y quince soldados.
El peligro no volvió de nuevo a nuestras costas hasta 1793, fecha en que España declaró la guerra a la República Francesa y Santoña, con la ayuda de la Merindad de Trasmiera, construyó en Berria las baterías de la Cantera (situada al pie de El Brusco) y del Cañaveral (más o menos en el lugar que ocupó "El Barco"), además de otras como las de El Brusco y Suaces en Noja, o la de Galizano.
Rafael Palacio (Texto para Programa de Fiestas 1996)


Fuerte de San Carlos, o Baterías Alta y Baja de San Carlos.
En 1638, la construcción en Colindres de cuatro galeones para la Armada del Mar Océano promovió el interés real por aumentar las defensas de la Bahía, más ante el sitio de Fuenterrabía realizado por los franceses ese mismo año.
De este modo, se construyó en Santoña en 1638 otro reducto en el sitio de La Torrecilla, que seguramente ya acogía antes una atalaya de vigilancia costera que controlaba el surgidero. Al no tener practicado acceso por la costa, sólo se podía acceder a la batería por la mar: se armó con seis cañones.
En 1688 un particular, el licenciado Juan de Maeda y del Hoyo, propuso al Rey reconstruir a sus expensas el reducto de La Torrecilla, convirtiéndolo en un castillo de mampostería o piedra labrada que llamaría de San Miguel, dotado con diez cañones; del mismo modo, se comprometía a abrir un camino en la falda del monte para disponer de un acceso más adecuado. También ofrecía, si se le entregaba la madera necesaria, pagar el trabajo de confección de las cureñas, aunque los cañones y su munición deberían correr por cuenta de la Corona. A cambio, Juan de Maeda solicitaba una importante serie de privilegios, que mermaban drásticamente el poder del Concejo.
Santoña reaccionó rápidamente ante tal pretensión, que de llevarse a efecto supondría una merma considerable de su autonomía. De este modo, presentó un Memorial al monarca Carlos II en el que solicitaba la no concesión del pedido y anunciaba que, "...sin embargo de sus cortas fuerzas y crecidos empeños de censos que tienen contra sí, se alentó y acordó, para más resguardo y seguridad de la Capitana Real, que a fin de concluirse hasta ponerla capaz de navegar, se halla surta en el canal de dicha villa, hacer y fabricar a propias expensas de sus vecinos e naturales, un fuerte y un castillo, al sitio llamado sobre la Torrecilla.
Tampoco se privaron los portuenses de "insinuar a S.M. el ahorro que resulta de sueldos y pagas de artilleros; respecto de ella, cuidará de mantenerlos y la guarda competente, según lo pidiesesn las ocasiones", aunque las piezas de artillería y sus pertrechos correspondientes los debería proporcionar la Real Hacienda.
Vistos los informes del Consejo de Guerra y del Corregidor, Carlos II decidió a favor de Santoña, que en su honor denominó al fuerte de San Carlos. El Alcalde y Teniente ostentaba el título de Castellano de éste y del de San Martín y la jurisdicción militar sobre los vecinos en tiempo de guerra, siendo el encargado de organizar la vigilancia y defensa.
En 1805 se ejecutaron obras de reparación con fondos del Material de Ingenieros.
Su estado actual data de 1859, en que fue renovado totalmente con fondos del crédito extraordinario de Guerra concedidos por la Ley de 1º de Abril de 1859, destinada a la defensa del puerto y su canal.
Fuerte de San Martín, o Batería Baja de San Martín.
Está formada por dos órdenes de fuegos acasamatados en forma de tambor, y su orden superior a barbeta. Posee alojamiento de 70 m2; repuesto de 72 m2 y algibe. Las dos bóvedas de las casamatas tienen repuestos de piezas.
Poseía 14 emplazamientos para artillería en cada piso de las galerías, y 15 en la barbeta de la parte superior (en total, para 43 cañones).
El conjunto ocupa una superficie total de 2.700 m2.
Con el comienzo del siglo XVII, Santoña levantó el reducto de San Martín (donde se emplazaba una ermita bajo esta advocación) frente a la punta de La Salvé, fuerte del que ya tenemos noticias en 1614, que constaba de una plataforma con cuatro piezas de hierro; fue durante decenios la única que se alzó en Santoña.
En 1655, Santoña no contaba otra defensa "que un pequeno fuerte de Piedra quese començo quando el Arçobispo de burdeos estubo en aquella costa y seesta sin acavar...”·. Pero otro asiento de tres galeones y "...los avisos que sean recivido del disignio que françeses tienen contra las 4 villas yendo adesembarcar asantoña..." impulsaron al Rey a emitir Real Cédula para asegurar la correcta fortificación de la Bahía.
Santoña, como sabemos por la existencia de un Memorial dirigido al Rey, venía reclamando la terminación de la batería de San Martín, sugiriendo que habría que dotarla de "media docena o una del jenero que pareciesse que podran ser delos que se fabrican en Lierganes, que son de buen metal, supuesto que de bronze no los ay...". Además de las ventajas que para la defensa de todo el fondeadero tendría esta ubicación, alegaban la posibilidad cierta de conjurar "...el riesgo de venir aquemar los galeones que en este puerto se fabrican por asentistas para V. Mag. como oy se hazen con efecto”.
Juan de Urbina Eguiluz montó en sus explanadas cuatro cañones, dando orden en junio de acudir a realizar diversas obras de campaña a los vecinos de la Merindad de Trasmiera provistos de "balas, armas, azadas, hachas y ocejos". Estos se negaron a acudir, por lo que se dictó orden de prisión para sus alcaldes y procuradores. Al mismo tiempo, se decretó el alistamiento de todos los caballos y jacas del Bastón. Al continuar el estado de alarma, se reclamó la presencia en Laredo y Santoña de los vecinos del Corregimiento de Reinosa, que se excusaron de acudir; finalmente, enviaron noventa y siete, de un total de quinientos que se les demandaba. Un año después, todavía se reclamaba a la Junta de Parayas el dinero correspondiente por no haber cudido a la vigilancia y fortificación de Laredo.
El Corregidor Andrés de Mieses Alvarado, en ejecución de una Real Orden que informaba del posible ataque de flotas inglesas y holandesas, decidió en 1701 reconstruir la batería o castillo "que esta en la villa de Puerto de Santoña" y armarla con ocho piezas. El repartimiento consiguiente se hizo sólo entre la Merindad de Trasmiera, sin que sirvieran de nada sus alegaciones. La obra, de campaña, precisaba quinientos codos de tabla, treinta barcos de tepes, veintiocho viguetas y ocho cureñas (es decir, la madera que fuera precisa para su construcción). En 1731 estaba en servicio con tres cañones montados.
Su ubicación al pie de la villa defendía ésta y, al caer sobre la canal, protegía la entrada a la parte interior de la Bahía; sin embargo, no siempre se le prestaba mucha atención, y en 1755 tenía sus cinco cañones inservibles y siendo preciso hacer una profunda rehabilitación, consistente en "construir un cobertizo, recomponer la esplanada reparar el Almazen, acerle thejado Puerta y cerrajas nuebas Como tambien la puerta principal del Castillo.
En 1763, era una gran estructura de más de 675 m2 de superficie; tenía una batería con ocho cañoneras y las dependencias se disponían al sur, donde estaba también su acceso. Poseía un repuesto de pólvora con entrada independiente, un gran cuerpo de guardia con un poste sustentador en su centro, y un almacén de pertrechos. Aún conservaba la ermita de donde tomó su nombre, ermita que desaparecerá como tal en años posteriores. Dado lo abrupto del terreno donde se asentaba, la plataforma quedaba a un nivel más bajo que el resto de las estructuras. En el informe que acompañaba al dibujo, Joaquín del Pino aconsejaba que se le dotara de "seis cañones gruessos" para quedar en perfecto estado de defensa.
En 1805 se ejecutaron obras de reparación con fondos del Material de Ingenieros.
Su estado actual data de 1859, en que fue renovado totalmente con fondos del crédito extraordinario de Guerra concedidos por la Ley de 1º de Abril de 1859, destinada a la defensa del puerto y su canal. Las obras concluyeron en 1863, según reza una placa colocada en el frontal de la puerta principal.
En 1916 estaba desartillado, y existía un plantón para su custodia.
Batería de San Felipe
Su construcción tiene su origen en un informe del ingeniero Leandro Bachelieu, quien en 1739 aconsejó la instalación de cuatro piezas en la Peña del Fraile de Santoña. Se construyó por lo tanto la batería, y en 1743 se le estaba levantando el cubierto para los cañones que montaba, un total de seis.
San Felipe adaptó su disposición al terreno en que se asentaba. La batería se disponía en dos niveles, uno superior de reducidas dimensiones en el que se podrían colocar a lo sumo un par de piezas y una gran explanada inferior. El flanco oeste de ésta última quedaba cerrado por la pared trasera del único edificio existente, que albergaba los consabidos cuartos para el oficial y la guardia, el almacén de pertrechos y el repuesto de la pólvora, y que sustentaba el cubierto para las cureñas, que ocupaba todo el frente. Cuando en 1763 Joaquín del Pino fue encargado de reparar las defensas costeras, recomendó la instalación de seis cañones de a 24, y veintiún soldados (Fig. 2). Prácticamente abandonada desde finales del XVIII, los invasores franceses la desmantelaron en la Guerra de la Independencia.
Se ha realizado una intervención arqueológica en su suelo dirigida por R. Palacio Ramos, en 1996.
Fuerte del Mazo
Llamado asi en atención a la peña sobre la que se asienta, y conocido también por De Napoleón.Ya los proyectos de fortificación de Santoña de principios del siglo XVIII recogen la idoneidad de establecer una batería en este punto, puesto que bate el arenal de Berria y la única entrada por tierra, el itsmo. Sin embargo, el reducto fue construido por los ingenieros franceses que ocuparon nuestra villa en 1810.
La declaración de Plaza Fuerte en 1842 permitió construir, como ya sabemos, gran cantidad de nuevos reductos, sino reconstruir y ampliar los ya existentes. Por ello, se reparó y montó de nuevo artillería, y en 1861 se planteó denominarlo oficialmente Fuerte del Príncipe Alfonso, cosa que no llegó a producirse, quedando con el de El Mazo.
El edificio de menores proporciones se levantó en 1872 para que hiciera la función de cuerpo de guardia y alojamiento del oficial. Por fin, en Real Orden de 15 de septiembre de 1877 se aprobó la construcción del edificio mayor con el fin de que sirviera de lugar para que los oficiales y jefes de la plaza arrestados cumplieran sus penas.
Es Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento según Expediente de fecha 4-II-1992. En la actualidad la Escuela Taller de Santoña realiza trabajos derehabilitación del fuerte, existiendo además un proyecto de seguimiento arqueológico de estos trabajos a cargo de R. Palacio Ramos.