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miércoles, 24 abril 2002 


XII FESTIVAL JAZZ EN LIMA










Afinando sonidos
Durante doce años (incluida esta versión) el Icpna ha sido el gestor de la promoción y difusión de esta música que une y reúne, expresión de un movimiento generacional que terminó convirtiéndose en la madre de todas las manifestaciones sonoras.
Al parecer, este año la organización le fue encomendada a la recién formada Asociación Internacional Jazz Perú, cuya buena intención es educar, promover y difundir el jazz en nuestro país. Así lo afirma su fundador y director Gabriel Alegría.

Festival diferente
Con músicos internacionales poco conocidos y figuras nacionales con proyección internacional, el festival marcó su diferencia al incluir clases magistrales, conciertos y jam sessions (realizadas en el asfixiante Jazz Zone).
Lo curioso del caso es que Gabriel Alegría olvidó al público, a los aficionados, que esperaban satisfacer sus apetitos sonoros, no sólo con música, sino también con alguna clase o exposición que aplacara su sed de conocimiento. Y así incrementar la legión de escuchas, quienes son los que sostienen el espectáculo, pero sobre todo a los artistas. Duke Ellington decía: “Los aplausos aumentan cuando la gente aumenta”.
La conferencia inaugural, Introducción al jazz en el Perú, cubrió las expectativas de los músicos asistentes, pero no de los aficionados y del poco público (quizá por el horario). Ellos tan sólo escucharon cómo el festejo y el landó, así como la música afroperuana, sirvieron de base para un jazz nacional, con una didáctica acertada de Hugo Alcázar (batería) y Gigio Parodi (percusión), quienes con ejemplos y temas de ambos estilos mostraron el maridaje con el jazz. Faltó enriquecer esta exposición con orígenes de este género, los primeros músicos, así como su evolución y desarrollo.

Matices y colores
El resto de la semana, el abanico de instrumentos y estilos abarcó desde batería (Johanne Blondin, integrante de las Sister in Jazz Quartet), saxofón (Richard Oppenheim), voz (Katharine Cartwright), piano (Eric Byrd) y batería (Al Young); esto en cuanto a los internacionales.
En lo referente a los jazzmen nacionales: Hugo Alcázar (batería), Pepe Flores (guitarra) y Jorge “Coqui” Pérez-Albela, peruano que radica en Boston, quien también se dedica a la batería. No podemos dejar de mencionar a José Luis Madueño (piano), Carlos Espinoza (saxo), Enrique Luna (bajo) y Pochi Marambio (multiinstrumentista).
El final de fiesta, que fue un lleno total (a diferencia de los otros días), estuvo a cargo de Hugo Alcázar, quien acertadamente invitó al escenario a Kathie Cartwright (quien interpretó el Tamalito versión en inglés, magníficamente vocalizado y con unos arreglos formidables), Tara Davidson (saxo de las Sister in Jazz Quartet), Alonso Acosta (master genius nacional del vibráfono o mejor dicho marimba), Carlos Espinoza y Rubén Romero en los saxos, Eric Byrd y nuestro compatriota José Antonio Aguirre (piano y teclado), Jorge Roeder (bajo y contrabajo), Gigio Parodi (percusión), Laura Robles (cajón), Gabriel Alegría (trompeta) y el anfitrión y líder Hugo Alcázar en la batería, cuyo toque pulcro, espontáneo y contagiante no tiene nada que envidiar a bateristas extranjeros sumergidos en el jazz.

Jazz de esperanza
En conclusión, fue una semana proteica, musicalmente hablando. Pero puede ser mejor. No en vano se ha llegado a esta duodecima edición (XII). Está demostrado que los músicos como empresarios son un desastre, y eso debe entender y comprender Gabriel Alegría, quien junto a su asociación debería asumir el papel de productores artísticos (si es que se hacen cargo de la próxima edición), contemplando una mayor difusión y precios accesibles a músicos, estudiosos, aficionados y público interesado, que siempre lo hay.
A pesar del esfuerzo de las “divas” Loty Castillo y Pilar Ramos, los periodistas brillaban por su ausencia, detalle que se debe revisar cuidadosamente, de manera que una próxima edición sea mucho más didáctica para el público que para los músicos, con horarios y un acercamiento a los medios de comunicación en general. Tal vez sería importante una clase de apreciación musical sobre este género y sus diversos estilos para muchos colegas que gustan de esta música y así pudieran escribir mucho más y en mejor estilo.
Este XII Festival Jazz en Lima merece ir consolidándose aun más de lo que ya está. No puede darse el lujo de experimentar; muy por el contrario, debe ratificar la perseverancia por esta música, por lo que están a tiempo de afinar sus trascendentales sonidos.

José F. Callo Romero


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