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Código: ZS04090704

Fecha publicación: 2004-09-07

Un libro documenta la ayuda de Pío XII a los judíos en Eslovaquia

Entrevista con su autor, monseñor Walter Brandmuller

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 7 septiembre 2004 (ZENIT.org).- La intervención de la Santa Sede para impedir la persecución de los judíos en Eslovaquia durante la segunda guerra mundial es una de las constataciones que ofrece un volumen de monseñor Walter Brandmuller, presidente del Consejo Pontificio de Ciencias Históricas, según explica a Zenit su autor.

Bajo el título «L'olocausto nella Slovacchia e la Chiesa Cattolica» («El holocausto en Eslovaquia y la Iglesia católica»), el pasado julio la Librería Editorial Vaticana publicó la traducción italiana del libro de monseñor Brandmuller.

En él se analiza, a través de una minuciosa investigación histórica y de la aportación de documentos inéditos --tanto en su idioma original como en su traducción al italiano--, la postura de la Iglesia católica y de la Santa Sede frente a la persecución llevada a cabo contra los judíos en Eslovaquia durante la segunda guerra mundial.

--En su libro se narra la historia de Eslovaquia en un período histórico que va de 1939 a 1945, analizando cómo la Iglesia intervino para salvar a los judíos perseguidos por los nazis. ¿Puede explicarnos la conclusión a la que ha llegado su investigación?

--Monseñor Brandmuller: En mi libro intento, sobre todo, con la necesaria brevedad, describir la situación política, social y religiosa de Eslovaquia entre 1939 y 1945, y tratar a la vez también acerca de las famosas medidas de persecución de los judíos. Al hablar después de la reacción de la Iglesia católica, hago una distinción entre la de la Iglesia en Eslovaquia y el Papa, esto es, la Santa Sede.

Por lo que respecta a la reacción de los obispos, del clero y de los fieles eslovacos, es interesante observar que estuviera por un lado presente un encendido malhumor hacia la influencia --percibida como excesiva-- de la parte judía de la población sobre la vida económica de Eslovaquia; y cómo, por otro lado, se dio la vuelta a esta atmósfera a favor de los judíos en cuanto fueron introducidas las medidas persecutorias.

Claramente aquí se debe hacer una distinción también entre la amplia población católica y el ámbito numéricamente reducido de los nacionalistas-nacionalsocialistas. Los últimos estaban de parte de los nacionalsocialistas alemanes.

--¿Cuáles son las novedades en el terreno histórico contenidas en el libro?

--Monseñor Brandmuller: Nuevamente en este libro está el hecho, por ejemplo, de que por primera vez se presentan, bajo forma de traducción y de documentos originales, los textos de los comunicados de los obispos eslovacos. Además ha sido posible analizar las recopilaciones de documentos del Archivo de la Congregación para las cuestiones eclesiales extraordinarias aún no disponibles para la publicación. También las «Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale», ya publicadas en 1970-1981, han sido empleadas por primera vez.

De estas fuentes surge, entre otros puntos, una valoración muy diferenciada del papel que el presidente de la República eslovaca, Josef Tiso, un sacerdote católico, desempeñó en este contexto.

--¿Cuál fue la política que el Pontífice Pío XII y la Santa Sede adoptaron frente a los perseguidos y en qué modo intervinieron para salvar a los judíos?

--Monseñor Brandmuller: La política de la Santa Sede --o bien del Papa Pío XII-- consistió en influir en el gobierno eslovaco, a través de las vías diplomáticas, a fin de impedir la persecución de los judíos, y en particular para impedir las deportaciones a los campos de exterminio polacos. En esto la diplomacia vaticana desempeñó, bajo el cardenal secretario de Estado Maglio y después de su muerte --ocurrida en 1944-- bajo monseñor Tadini, un papel excelente.

--¿Cuáles son los objetivos que estima lograr con la publicación y difusión de este libro?

--Monseñor Brandmuller: Una atenta e imparcial lectura del libro ha podido hacer entender cómo la interpretación adecuada de las fuentes deja aparecer en una justa luz la contribución de Pío XII y de la diplomacia vaticana en el salvamento de los judíos, contra todas las acusaciones y sospechas que ha habido.

La gratitud y el reconocimiento por la ayuda brindada a los judíos, que fueron tributados a Pío XII por parte judía tanto cuando estaba vivo como después de haber fallecido, estaban por lo tanto bien motivados. Sólo el «Vicario» de Rolf Hochhuth ha volcado en su contra la que hasta entonces había sido la opinión positiva de la gente. Habría que preguntar: ¿por qué?

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