Telepuebla fue un proyecto de innovación educativa,
aprobado y subvencionado parcialmente por la Consejería de Educación
de la Junta de Andalucía, que se realizó en el Colegio Público
de La Puebla de los Infantes (Sevilla) entre 1990 y 1994. Fue una televisión
escolar que rebasó el ámbito docente llegando a implicar a todo
un pueblo. La experiencia comenzó dos años antes con un programa
de lectura de imagen que fue evolucionando hacia la elaboración de
imágenes fijas (diapositivas, laboratorio de blanco y negro) y culminó
con la producción de vídeos, que se difundían una vez
en semana gracias a una pequeña emisora. Fueron unos años agotadores,
había que sustraer tiempo a los temarios oficiales y aún así,
el trabajo se prolongaba por las tardes, fines de semana y vacaciones. Los
alumnos de 12 a 14 años, en un principio indiferentes, se fueron enganchando
a la nueva metodología.
Dedicamos poco tiempo a la lectura de imagen. Acababa
de conocer la fotografía estenopeica de la mano de Alejandro Sosa,
y pasamos rápidamente a la acción; con latas, pintura negra
y un pequeño taladro, hicimos varias decenas de cámaras, y en
un cuarto de duchas oscurecido improvisamos un laboratorio. Eso de hacer cientos
de fotos sin cámara y sin carrete fue sólo el principio. Siguió
el laboratorio de blanco y negro, con fotos de grupos o de lo que se les ocurría
y el tirar, revelar en clase y proyectar diapositivas (1).
En enero de 1990 realizamos nuestra primera producción
en vídeo: Teleoctavo. La grabación se realizó a lo largo
de un sábado en el aula de tecnología, que habíamos preparado
como estudio. Un par de reportajes, una entrevista al director, anuncios humorísticos
y un espacio de cocina configuraron este primer programa. Las dificultades
técnicas parecían insalvables. Hubo un segundo intento a finales
de febrero y el resultado tuvo menos errores. Muchos alumnos hicieron copias
del vídeo para verlas en casa; una de esas cintas, sin proponérnoslo,
estuvo varios días pasando a todas horas por un vídeo comunitario
que había en el pueblo, causando un gran impacto. Estaban naciendo
las televisiones privadas en España, y pensé que no sería
demasiado difícil salir al aire (2).
El proyecto Telepuebla fue aprobado
en la siguiente convocatoria, pero con una dotación económica
muy ajustada. Sólo pudimos comprar una cámara VHS, dos vídeos,
algunas cintas y la emisora (3). Comenzamos por preparar el aula, insonorizándola
con cartones de huevos, colocando focos y decorados, a la vez que aprendíamos
el manejo de los aparatos. Los alumnos inventaban los programas, escribían
los guiones y se encargaban de todos los detalles de la producción.
Las grabaciones se hacían en el colegio, y también salíamos
por las tardes, fuera de horario, a hacer reportajes en el exterior. Tuvimos
muchos problemas para editar; sin medios adecuados era un trabajo áspero
y terminé por hacerlo en mi casa, con más recursos, aunque a
costa de dormir menos.
En el primer curso se produjeron y emitieron diez
programas, de alrededor de una hora de duración, con un contenido muy
diverso: reportajes del entorno y de la vida escolar, debates, entrevistas,
dramatizaciones, concursos, encuestas en la calle, etc. La participación
del resto de niños del colegio fue creciendo semana a semana, aunque
pocos profesores se sumaron a la experiencia. Hicimos varios estudios de audiencia,
la señal era recibida bien en un 50% de las casas, con interferencias
en un 25%, y no se recibía en el otro 25%. Los primeros programas fueron
vistos por un 80% de la población; por edades, nos veían casi
todos los niños y jóvenes, pero pocos ancianos. Este primer
curso estuvo lleno de dificultades, pero en conjunto fue muy satisfactorio.
Los niños de este pueblo serrano de menos de 3000 habitantes vivieron
una experiencia inolvidable, que reforzó entre otras cosas su expresión
oral, su autoestima, su capacidad de trabajar en equipo y su identidad cultural.
En el siguiente curso, 1991-92, crecimos en infraestructura.
Una emisora más potente proporcionada por el ayuntamiento, cámaras
y equipos de iluminación por la Consejería de Educación,
además de una subvención más generosa que nos permitió
comprar, por fin, una mesa de mezcla de video. Se produjeron con mayor calidad
otros diez programas, que de marzo a mayo, los jueves a las siete y media
de la tarde, dejaban desiertas las calles del pueblo.
En el curso 1992-93 fui tutor de 3º de Primaria,
y la producción de este año se centró en las actividades
y los intereses de 3º, 4º y 5º. Se emitieron siete programas,
aunque con otro estilo. Aumentó sensiblemente la colaboración
de los profesores del ciclo, pero fue muy difícil compaginar las clases
con la televisión.
En 1994 nuestro proyecto no fue aprobado por la consejería,
y el ayuntamiento nos ofreció una mínima ayuda económica
y un local. No lo pensamos dos veces, podíamos hacer Guerrilla Television
(4). Diseñamos una programación basada en documentales educativos
(lunes y miércoles), reportajes de producción propia (jueves)
y debates en directo (martes). Estos últimos fueron lo más excitante
de nuestra pequeña historia. Los temas tratados fueron diversos, salud,
publicidad, televisión, niños, adultos, etc. Por la realización
pasaron cientos de personas, alumnos, antiguos alumnos, profesores y personas
del pueblo. Cada semana abríamos la emisora unos minutos para que cualquiera
pudiese saludar o decir lo que quisiera, mientras preparábamos el debate.
Moderadores, invitados, cámaras, regidores, realizadores, público,
todos cambiaban cada semana, asumiendo su nuevo papel con la naturalidad de
los mejores profesionales. Los debates seguían un esquema clásico,
un buen reportaje introducía el tema, y seguían las intervenciones
moderadas. No había interrupciones publicitarias, ni se finalizaba
por haber agotado el tiempo; se emitía mientras había opiniones
que expresar. En ocasiones se sumaban personas que habían empezado
a ver el programa en sus casas y tenían algo que decir.
Técnicamente los programas
no fueron perfectos, pero daba igual, estábamos llevando a la práctica
la teoría emirec (García Matilla, 1999). El sueño duró
nueve semanas; a finales de junio el calor en el estudio era insoportable.
Cerramos la emisora, conscientes de que era el final. No solamente la falta
de ayudas y la miopía de las autoridades educativas hicieron que una
iniciativa de estas características no tuviera continuidad (García
Matilla, 1999), hubo otros factores decisivos: no habíamos conseguido
integrar la experiencia dentro del proyecto curricular, la televisión
absorbía todo nuestro tiempo libre, y sobre todo, después de
cuatro años, estábamos agotados.
Notas
1 Simultáneamente trabajábamos en el proyecto
de innovación «Elaboración de diaporamas sobre nuestro
medio físico y social» en el que una clase de 8º de E.G.B.
con muchos repetidores, desarrolló su currículo de ciencias,
geografía e historia realizando montajes de diapositivas (planificadas,
tomadas y reveladas por ellos) que posteriormente sonorizaban con sus comentarios.
2 Había montado algunas emisoras de radio en varios colegios, y acababa
de ver en una revista el anuncio de un transmisor de TV en kit a un precio
asequible.
3 La primera emisora que utilizamos tenía una potencia de ¼
W. Para transmitir señales de TV analógica es más importante
la ubicación que la potencia. En nuestro caso, casi todas las antenas
del pueblo estaban orientadas en dirección al colegio, por lo que la
cobertura era óptima.
4 En 1971, Michael Shamberg y Raindance Corporation publicaron Guerrilla Television,
un libro que acabaría dando nombre a uno de los principales movimientos
contraculturales de la época. Los activistas del vídeo lucharon
contra el poder político e institucional de los 70, pero, sobre todo,
contra el poder mediático de la TV. Y lo hicieron con sus mismas armas,
utilizando una tecnología y unos canales, hasta entonces privativos
del poder. No se trató nunca de un hecho aislado; en diferentes países
del mundo occidental se utilizó el vídeo contra el poder establecido,
contra "el sistema". Muchos creyeron que el nuevo medio se convertiría
en la herramienta definitiva para el arte democrático,... pero si bien
es cierto que los guerrilleros del vídeo encontraron sus espacios de
influencia en la opinión pública, una década más
tarde su rebelión acabó diluyéndose entre los entramados
del poder. Laura Baigorri, Catálogo del Festival de Vídeo de
Vitoria, 1998.
Referencias
GARCÍA MATILLA, A. (1999): «Escuela, televisión y valores
democráticos», en Comunicar,13; 109-110
SHAMBERG, M. (1971): Guerrilla Television. New York. Holt, Rinehart and Winston.