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S.J. MARTIN DOBRIZHOFFER

HISTORIA DE LOS ABIPONES

 

DE LA CRIA ARTIFICIAL DE MULAS Y SUS PROPIEDADES

 

Caballos y mulares pacen juntos en Paracuaria; por tanto, no los separaremos tampoco en nuestra historia. Hay muchos mulares que se igualan en tamaño a los caballos pero, sin embargo, los más son más chicos que los españoles e italianos. Puede formarse una idea de la gran cantidad de mulares si se considera que anualmente se remiten alrededor de ochenta mil desde Paracuaria al Perú. /307 Los Paracuarios los truecan con no escasa ganancia contra todas las cosas preciosas con que hacen ostentación sus iglesias y casas. Un mular arisco de dos años vale en Paracuaria tres pesos españoles pero en el Perú de diez a catorce. Pero quién pudiera contar todos los mulares que se usan diariamente en Paracuaria, tanto en las ciudades como en las estancias, bien para llevar cargas o el jinete. Muchos miles se cargan con yerba paraguaya para llevarla desde los bosques a las ciudades. En esto perecen tropillas enteras, ya por la inclemencia del camino como por la de sus arrieros. Conozco estancias que cuentan alrededor de cuatro mil y aún más yeguas destinadas a la cría de mulares. Pero todo esto exige diligencia y práctica que los Europeos ora desconocen ora descuidan, por cuya causa los mulares son también entre nosotros tan raros y caros. Con la mayor brevedad y moderación posibles expondré todo lo que puede ser de provecho en los medios rurales, particularmente en Hungría.

El campo donde pacen las yeguas y sus hechores, los asnos, debe estar cercado por todos lados por una zanja, un cerco, un bosque o un río, para que las yeguas no puedan llegar a los padrillos ni los asnos a las burras, pues conforme a su instinto natural buscan sus similares. La procreación de un mular es siempre una obra artificial y violenta, desciendan ellos de un padrillo con una burra o de un asno con una yegua, como es uso en Paracuaria. Para que sea concebido un mular, este animal tan traicionero y astuto, es preciso proceder con todo engaño y astucia. Los asnos que han de cubrir yeguas deben criarse con artificio. /308. Hay que tener lista una tropilla de burras que deben parir burros y (una de) yeguas que deben parir potrillos. En cuanto la yegua ha parido, se mata y se cuerea su cría. En este cuero estando aún fresco, se mete un asno igualmente recién nacido y se lleva a la yegua madre del potrillo muerto. Como ella ve sus largas orejas, se rehusa al principio a reconocerlo como hijo suyo y lo rechaza, pero engañada por el olor emanante del cuero de su potrillo, comienza a dudar si el burro no sería su cría. En esta incertidumbre se fía más de su instinto natural que de sus ojos y lo deja mamar. Más tarde, cuando ambos se han acostumbrado mutuamente, se quita el cuero caballar al burro que ahora desenmascarado se alimenta con la leche de la madre y se cría entre yeguas. Ahora se le coloca en el campo donde pacen las yeguas destinadas a la crianza de mulares y separadas de los padrillos. Pero éstas no apetecen los asnos amamantados por ellas y no los admitirían. Por lo tanto, hay que agregarles un padrillo retajo que, si bien puede comenzar la monta, no puede cumplirla. Por lo tanto, éstos no deben ser castrados del todo sino solamente mutilados en ciertas partes (espero que me entiendan). Me encuentro indeciso. Por no ofender la decencia, me vuelvo obscuro, pero prefiero carecer de claridad que de reticencia. A quienes les interesa saber todo a fondo, puedo manifestarle todo en sus pormenores. Se puede decir al oído a un hombre prudente, lo que no puede manifestarse ante el público sin sonrojarse. Los asnos criados para la crianza mular, se llaman en español burros hechores y los padrillos mutilados retajados. Estos últimos se venden caros, /309 porque en la dolorosa operación de la mutilación muchos perecen. Generalmente se elige prudentemente yeguas de talla menor para ser madres de mulares por acomodarse mejor a la estatura del asno. Todo lo que he anotado, se observa muy puntualmente en Paracuaria. Por esto hay tanta abundancia de mulares. En estancias medianas donde se criaban una suficiente cantidad de yeguas junto con algunos burros correspondientes para este negocio, observamos que anualmente nacían doscientos y aún más mulares. Escrito esto en provecho de las provincias austríacas aunque con pluma huidiza para que ellas no estén precisadas a importar con tantos costos nuestros mulares desde Italia. Hungría sobre todo, por poseer caballos, grandes campos y las más feraces praderas, podría presentar en pocos años mulares en gran cantidad, si sus habitantes quisieren aprovechar conforme al ejemplo de Paracuaria, las ventajas que les ofrece la naturaleza. Sin duda, el comercio de mulares que las provincias lindantes comprarían ávidamente, les reportaría más que el comercio de vinos y trigos.

Si bien los mulares ni procrean ni paren, montan, sin embargo, cual chivos las yeguas que a causa de esto se vuelven estériles. Por esto los mulares jóvenes, al llegar a la edad de un año, se separan de las yeguas para conservar a éstas su fecundidad. Los más se castran y a los dos años se doman para cargueros o animales de silla. Como son extraordinariamente ariscos esta tarea les cuesta diariamente a los domadores mucho tiempo y trabajo. Por más dóciles y obedientes que ellos se muestren en los años siguientes, no se les debe confiar mucho, pues un mular sirve a su amo, como dice /310 el proverbio español, durante setenta años para poder matarlo a veces finalmente. La verdad de este proverbio se confirma por una cantidad de sucesos trágicos que yo mismo he visto. Muchos (jinetes) fueron arrastrados por el suelo, o rompieron sus piernas o perdieron sus manos o destrozaron sus cabeza contra los árboles y piedras, etc. Pues, si bien los mulares en su totalidad son más fuertes que los caballos y pisan más firmemente en las selvas, caminos pedregosos y campos intransitables, y casi nunca chocan con sus cascos, los jinetes deben cuidarse de ellos más que de todos los caballos porque siendo de naturaleza miedosa, temen peligros en todas partes. En el camino se detienen atónitos de repente, olfatean por todos lados entre las hierbas, escuchan con las orejas paradas y parpadean con ojos vagos hacia los contornos más lontanos. Una planta desconocida, un olor peregrino, el gorjeo de un ave, el estridor de los árboles en las selvas y el zumbido de las hojas movidas algo más fuertemente por el viento, los hace sospechar un tigre, especialmente bajo la luz crepuscular o en la obscuridad. Un terror pánico se apodera de ellos, disparan con el jinete y, si él no ha estado prevenido, lo voltean o lo arrastran un trecho por el suelo si hubiera quedado colgado en los estribos. El cocear de los mulares es muy peligroso porque cocean por largo rato y en muy repetidas veces. Por esto hay que temer mucho más los mulares cuando ellos temen, porque entonces no son de sofrenarlos y parecen estar enloquecidos. Quien puede tener un caballo, no monte por la mañana un mular, pues en la hora temprana hay generalmente huellas y exhalaciones de los tigres que han pasado o dormido en el campo /311 pero ellos se asustan ante la sola sombra de este animal que les infunde un miedo mortal. En la localidad de S. Carlos uno de más Abipones había muerto con su lanza un tigre, lo había despedazado y lo había traído a caballo a su casa a fin de preparar para sus compañeros un espléndido banquete. En el camino perdió, sin saberlo, un cuarto de éste por haberse cortado la correa de la cual pendía. En el mismo día, me aproximé a este lugar sin saber nada de este asunto. Pero el mular, sobre el que yo cabalgaba, olfateo ya desde lejos el asado perdido, se asustó y corrió conmigo hacia fuera del camino. Aún después de muchos meses recordaba su susto y no pudo ser inducido de modo alguno a pasar por el sitio donde había estado echado el cuarto de tigre. Por esto yo tenía que dar siempre un rodeo aunque ya no restaba del tigre ni un pelo ni el menor huesito. Hemos visto mulares de naturaleza sumamente mansos que por una sola vez que un tigre los asustó, se volvieron tan ariscos que por mucho tiempo no admitían jinete alguno ni carga cualquiera. El terror Se apoderó de sus fibras más íntimas en forma de perderse de su memoria solo muy tarde y con dificultad. Tanto provecho como peligro da a los comerciantes el negocio de mulas en Paracuaria a causa del increíble miedo de los mulares y de su inclinación a disparar. Frecuentemente diez mil mulares completamente sueltos, sin estar atados con correas, se arrean al Perú por unos pocos Españoles. De repente todos disparan asustados aún sin moverse una hoja y huyen veloces a todos lados por las inmensas llanuras y las infinitas soledades. Vanos son todos los empeños de los jinetes y la velocidad de los caballos de volver a traerlos al camino justo. /312 Recuerdo que una vez alrededor de unos dos mil mulares perecieron para su dueño en el territorio cordobés. Una camisa colgada sobre un árbol para secarse y agitada por los vientos tormentosos, fue el origen de su huida y del daño tan considerable para el negociante en mulas. Frecuentemente se oyen casos de una disparada semejante y de tal pérdida; muchos se arruinan en consecuencia.

He conocido hombres enérgicos e intrépidos que, acobardados por tantas contrariedades, resolvieron a no volver a sentarse en toda su vida sobre un mular. Ellos solían decir: ni mulas ni mulatos (25e) es decir que no había que fiarse ni de mulares ni de mulatos; éstos son hombres descendientes de un blanco y de una negra. Pero conozco también muchos otros que para viajar prefieren los mulares a los mejores caballos. Por esta preferencia no se les debe vituperar, pues si bien los mulares son miedosos y traicioneros, poseen, sin embargo, muchas ventajas sobre los caballos. Especialmente, si son andadores, tienen un tranco extraordinariamente suave y no obstante firme y pisan seguros en todas partes, aunque el viaje vaya por rocas ásperas o por lugares pantanosos. Pero para cruzar los pantanos de mayor profundidad valen más los caballos por ser más altos. Un solo mular aguanta un viaje largo y arduo, para el cual alcanzan apenas cuatro caballos. También se contentan aún con el peor pasto que se les aparece en el camino y, sin embargo, están generalmente gordos y gruesos. Muchos corren también con una velocidad mayor que los caballos ligeros, lo que he observado frecuentemente durante las carreras de los soldados. También tienen una vida más larga que otros animales, tal vez porque no se aparean. En S. Joaquín tuve mulares hasta de 30 años de edad y a pesar de toda su vejez, /313 admitían un jinete y, en ocasiones, también lo tiraban a corcovos. Tienen fuerzas grandísimas y una robustez increíble. Cargados de yerba paraguaya, llevan sobre el lomo un peso de cuatro quintales a través de los más ásperos caminos muchos meses continuados. En una palabra, no puede decidirse fácilmente si en los mulares prevalecen las virtudes o los defectos. Como corolario agrego aún lo siguiente: entre la gran cantidad de mulares que he visto en Paracuaria, únicamente conocí un solo procreado por un caballo y una burra. No era inferior en altura y tamaño a un caballo, pero sobrepasaba a todos en mansedumbre. Unicamente las orejas indicaban que pertenecía a la variedad mular. De por sí, venía diariamente a nuestro patio y hasta a nuestro cuarto porque le dábamos pan y sal. Cuando lo echábamos para afuera del cuarto, metía su cabeza por entre la ventana cual mendigo. Como en muchas ocasiones el mular recibía de mi mano esta regalía, corría tras de mí, tanto por la plaza como por el campo, me acompañaba hasta la casa, extendía hacia mí su cabeza para que le restregara las orejas, me mostraba los dientes para que le diera sal y me rogaba cual perro oprimiendo su cabeza contra mi hombro. Hubiera podido estimarse una pantomima. Los indios han reído frecuentemente ante esto y siempre se han admirado. En los viajes por caminos ásperos, a pesar de las grandes distancias, él se mostraba siempre incansable e intrépido. Lo siguiente no es indigno de la atención de los filósofos: Aunque este mular habría sido procreado por un padrillo y parido por una yegua [burra?] y en nada se diferenciaba de los caballos en su tamaño y cuerpo y figura, excepto en las orejas, aborrecía, sin embargo, siempre, la sociedad /314 con los caballos y también con los mulares se juntaba siempre con los burros, si veía o husmeaba algunos de éstos. Tanto lo inclinaba la propensión natural hacia el género materno. Yo diría que para el mular tantas veces mencionado, cabía aquel axioma de los jurisconsultos? Partus sequitur ventrem.

No se debe omitir la mención de los burros por su parentesco con los caballos y los mulares. En las llanuras de Paracuaria vagan en cuadrillas y no conocen más dueño que el que los capta y se los lleva. Sus relinchos llenan los aires y no dejan dormir a los pobladores. En Italia y en Portugal, como yo mismo he visto, los asnos son los animales más empleados y útiles, tanto para el cesto de carga como para el recado. En Paracuaria pueden estar sin hacer nada. En las estancias muy grandes se mantienen también grandes manadas de asnos para tener siempre a mano los recién nacidos que se precisan más tarde para procrear mulares. Los burros no son tan fecundos como podría creerse sin que se sepa su causa. Además los tigres causan diariamente crueles estragos entre ellos, especialmente entre los que se mezclan con las yeguas. A éstos atacan primero. ¿Les parecerá más sabrosa su carne? Creo que sí, porque ésta hiede, pues los tigres suelen preferir el más oliente negro al Español y la carne podrida a la carne fresca como supimos por experiencia. Ningún americano tildará de cobarde al burro, pues ellos rechazan con sus cascos al tigre que se le acerca y se defienden con mayor pertinacia que todos los caballos. Pero como son tontos y, como en todas partes, tardíos, son vencidos por el astuto y veloz tigre generalmente por ardides. Los Españoles matan igualmente no pocos burros por las grasas que tienen en la nuca a diferencia de la constitución natural de los demás animales y que los curtidores precisan para curtir los cueros de ciervos. Otros las usan en diferentes formas. Dada la increíble cantidad de caballos y mulares en Paracuaria, todo Español y aún el negro más mísero considerará una vergüenza montar en un burro. Pero en derredor de las pequeñas ciudades de la Rioja y Catamarca donde a causa de los pocos campos hay también pocos caballos, los Españoles se dignan montar también sobre los burros. Una ley muy saludable [dada por nosotros] para todos prohibe a nuestros Guaraníes poseer caballos para quitarles toda ocasión de andar vagando en perjuicio o a lo menos para peligro de los demás. Ellos en su totalidad, sin distinción de sexo, usan los burros propios para llevar a casa los frutos de los campos vecinos. Pero los encargados del cuidado del ganado y de los asuntos en la localidad tenían siempre prontos [y listos] caballos y mulares.

 

DE LA CRIA DE LAS OVEJAS

 

Así como Paracuaria posee una abundancia de otros ganados, abunda también en numerosas majadas de ovejas que son completamente iguales a las nuestras y por las cuales Europa podría envidiar a esta provincia. Algunas reducciones paracuarias cuentan alrededor de treinta mil, otras menos según el número de sus habitantes y la feracidad de los campos de pastoreo. La lana se emplea principalmente para vestimenta de los Indios, pues las Indias no llevan más que un paño blanco de algodón para cubrirse. La ocupación de las muchachas era juntar el algodón maduro en el campo, pero la de las mujeres era hilar no solo éste sino también la lana de las ovejas; los hombres finalmente tenían que teñir diversamente los hilos y /316 tejerlos. En cada localidad hay un gran taller de tejidos donde se trabaja de continuo para vestir en todos los años muchos miles de pobladores. Un indio jamás estará contento de su suerte, salvo que tenga lleno su estómago y bien vestido su cuerpo por lo cual para la conservación de estas reducciones se precisa especialmente una cantidad de vacunos y ovejas por dar carne para alimentación del primero y lana para vestimenta del segundo.

El ganado lanar por ser más débil exige mayor cuidado y atención que el ganado de asta. Por esto procuramos diligentemente como cuidadores hábiles y leales no imitar a los lobos. A los indios recomendábamos muy especialmente que arrearan a horas fijas la majada al redil (un lugar provisto de un techo sin paredes laterales) para que estuvieran seguras contra el rocío nocturno, el calor solar de medio día y los asaltos de leones y tigres. No debían largarlas al campo antes de que el sol había secado el rocío Con cuidado debían mantener alejadas las ovejas de lugares pantanosos, pastos con rocío, cardos y espinas, pues la humedad excesiva les causa frecuentemente una tos mortal y las espinas les arrancan mucha lana. Ellos debían buscar solícitamente los campos de pastoreo feraces donde había salitre y agua. Ellos tenían que castrar para el engorde los carneros superfluos que, sin duda, hubieran sido nocivos a las ovejas. Asados son más útiles en la mesa que vivos en el campo. No debían admitir ningún género de chivos ni siquiera en la cercanía de las ovejas para que su lana no perdiera su suavidad, por el comercio con los chivos. Los ovejeros tenían que cuidar también muy bien de elevar los corderos tiernos /317 a un sitio seguro a ser amamantados y lamidos por su madre ovina. Sin esta precaución son pisoteados por los más crecidos. Deben cuidar también que no sé críen gusanos en los ombligos húmedos de los corderitos. Para el enriquecimiento de las estancias contribuye mucho que todo el ejército de ovejas que suma de diez a treinta mil cabezas se divida en grupos menores y se destine a cada uno de éstos un corral particular, donde puedan guardarse de noche, un campo de pastoreo y cuidadores propios porque entonces estos, en su mayor número, dividen entre sí el cuidado de la cría ovina y pueden realizar sus tareas con mayor facilidad y esmero. Por este cuidado las estancias de los Guaraníes aumentaron en ovejas diariamente y de un modo increíble para los Europeos.

 

DE LA TEMPERATURA VARIADA Y DE OTRAS PROPIEDADES DEL SUELO PARACUARIO

 

Teniendo Paracuaria tan considerable abundancia en ganado de toda clase, ¿quién consideraría esta provincia, como una tierra pobre aunque ella carezca de minerales? Ella produce igualmente una infinita variedad de especies salvajes, anfibios, árboles, frutas, plantas medicinales, etc. En otro lugar daré una descripción más detenida de ellas. Aún resta decir algo sobre el clima en Paracuaria y las demás propiedades atmosféricas de allá. La condición del aire varía, según la diversidad del lugar. Cuanto más se acerca un lugar al sur (que allá es la región más fría), tanto más aumenta el frío. En la Terra Magallanica o el país de los Patagones que también se incluye en Paracuaria, reina el frío más acérrimo, en la sierra cercana hay nieve permanente y los tormentosos ventarrones /318 del sur soplan sobre aquellos mares con una furia formidable temida por todo navegante. Aún en el territorio de Buenos Aires, situado bajo el grado 34 de latitud, el clima es aún demasiado riguroso para que puedan subsistir o ser producidos el tabaco, caña de azúcar, yerba paraguaya, monos y diversas clases de papagayos, aunque la cosecha de trigo es muy copiosa allá y también prosperan muy bien limones, duraznos, membrillos, granados, higos, etc., si sólo la diligencia de los plantadores responde a la fertilidad del suelo.

Yo no he visto nieve en ninguna parte salvo en las sierras cerca de Chile. Hay también estaciones anuales como en Europa, pero en otro orden. Pues cuando los Europeos tienen verano, hay invierno allá, pero cuando tienen primavera, hay otoño en Paracuaria. Pues noviembre, diciembre y enero forman el verano; febrero, marzo y abril el otoño; mayo, junio y julio el invierno, finalmente agosto, septiembre y octubre la primavera. En agosto brotan los árboles, las aves nidifican y las golondrinas se hacen ver de nuevo. En invierno no cae nieve alguna, muy raras veces escarcha de manera que en muchos lugares prosperan los melones y las legumbres sin padecer por el aire áspero como yo mismo he visto. En los bosques de Taruma, donde he morado durante ocho años, caen tres escarchas subsiguientes. Pero lo que debe admirarse es que a la tercera que es más, mucho más rigurosa que las dos precedentes, sigue hacia el mediodía, siempre en el mismo día, una tormenta con rayos, truenos y copiosa lluvia por la cual la hierba quemada por la escarcha reverdece o brota nueva. Según la diversidad de los vientos /319 se diferenciaban también las variaciones del aire. El viento sur trae frío, el viento norte calor. Por lo tanto, en un mismo día teníamos verano e invierno cuantas veces se relevaban ambos vientos. No se puede fijar con certeza ni en general, en qué el invierno se distingue del verano. Pues algunos países como el Brasil se remojan entonces por una lluvia continua, otros, en cambio, se secan por completo por una sequía persistente por muchos meses como en el territorio de Santiago del Estero. Las tempestades de truenos no son propios solo del verano sino comunes durante todo el año. Tampoco puede decirse de ningún mes invernal que él esté exento de granizo, relámpagos, rayos y truenos. El calor veraniego es muy molesto al jinete pero a la sombra y debajo de un techo frecuentemente es más soportable que en Austria cuando allá el calor ha alcanzado el más alto grado. Lo he experimentado suficientemente. Que el frío del invierno no es tan penetrante en Paracuaria se puede deducir por el hecho de que los Indios e Indias sin distinción de edades pueden aguantarlo con pies desnudos y generalmente también con cabeza descubierta y solo envolviéndose en una tela liviana sin peligro de enfermarse y que el ganado queda en el campo día y noche. Sin embargo, los jinetes indígenas suelen protegerse a veces mediante una manta de cueros de nutria contra el aire riguroso. El día más corto en Paracuaria es en el mes de junio, es decir, en el solsticio de verano en Europa. Entonces sale el sol a las seis horas treinta y dos minutos y entra a las cinco horas siete minutos. El día más largo cae en diciembre en la época del solsticio de verano y dura desde las cinco horas y siete minutos hasta las seis horas cincuenta y dos minutos de la tarde. Yo entiendo esto /320 acerca de la posición celestial [geográfica] en la cual están situadas las localidades guaraníes, eso es desde el grado 24, 25, 26, 27, 28 y 29 de latitud. De ahí manifiesta que en Paracuaria los días jamás son tan largos ni tan cortos como en Alemania. El aire en este país es diferente, generalmente es sano y capaz de prolongar la vida por muchos años. En comparación con Europa allá hay tan pocos enfermos como es crecido el número de ancianos. No pocos Españoles, Indios y Negros viven más de cien años. Pero los jinetes indígenas tienen la más larga vida. La causa de esta extraordinaria fuerza vital expondré en la Historia de los Abipones que pronto he de empezar como también una cantidad de otros asuntos solo peculiares a Paracuaria que he omitido para la brevedad.

 

DE ALGUNAS FIERAS SINGULARES, TALES COMO EL TIGRE, EL LEON, EL ANTA, EL OSO HORMIGUERO, GUANACOS, ETC., ETC.

 

Con razón podría reprocharse a mi historia de insuficiente si yo no mencionara brevemente y como al pasar por lo menos las propiedades más memorables de los cuadrúpedos, anfibios, aves, peces, plantas, árboles y sus frutas. Sin duda yo habría contemplado de más cerca y con mayor atención estos espectáculos de la naturaleza en Paracuaria, si hubiera previsto que escribiría acerca de ellos en Austria. Quien quiere conocerlos en forma más completa y amplia, consulte al célebre Linneo y al sabio holandés Guillermo Piso que ha estado mucho tiempo en el Brasil y aún otros que han descripto todo a propósito minuciosamente en su orden. Sin embargo, celebro poder entretener /321 a más lectores, si no me equivoco mucho, con diversas cosas notables que estos escritores famosos no han visto ni comentado. Bien se advertirá que también una gallina ciega escarba un granito de trigo. Como los Abipones son el argumento principal de mi historia, debí mencionar solo al paso lo necesario para ilustrarla, por el temor de que los prolegómenos fueran más amplios que el texto y el prefacio más grande que la misma historia. Comencemos con los animales cuadrúpedos. Salga a la escena, primero, el tigre.

 

TIGRE

 

En Paracuaria hay más tigres de lo que puede creerse: porque esta provincia abunda en ganado, alimento del tigre. Todos los tigres tienen manchas negras pero con la diferencia que en algunos el color de la piel es blanco, en otros amarillo. Así como los leones africanos sobrepasan en tamaño y ferocidad en mucho a los de Paracuaria, los tigres a su vez sobrepasan los africanos en tamaño. En la estancia San Ignacio perteneciente al Colegio de Córdoba, encontramos al llegar desde Alemania el cuero de un tigre matado el día antes, fijado con estaquitas de madera contra el suelo. Este medía tres varas con dos pulgadas. Los Españoles no exigen un mayor tamaño ni a un buey desarrollado. El tigre más grande es también de una formación mucho más esbelta y liviana que la de cualquier buey. Sea que los tigres asaltan cual gatos contra algo o que huyan, su corrida es siempre extremadamente veloz pero no de mucha duración. Un buen jinete los alcanzará fácilmente y los matará en el campo.

En el bosque se esconden tras los árboles o dentro de un escondrijo y se defienden pertinazmente al ser atacados. Es increíble cuantos daños causan diariamente en las estancias. No les cuesta trabajo matar vacunos, ovejas, caballos, mulares y burros. Arrastran a sus cuevas los cadáveres para comerlos recién cuando comienzan a podrirse. Por lo general prefieren comer la carne podrida y mal oliente antes que la fresca. Para ejemplo sirvan las siguientes experiencias. Cuando en el campo un Español, un Indio y un Negro duermen en un mismo lugar ante el mismo fogón, el tigre dejará a un lado al español y al indio y sin titubear atacará al negro para desgarrarlo y devorarlo, pues ellos son extraordinariamente afectos de la carne de Negros cuya piel, especialmente al sudar huele abominablemente. Ellos devoran hasta al último bocado los cadáveres de caballos donde ya crecen los gusanos, aunque ante su vista pasen caballos vivos con los cuales podrían saciar su apetito. Como los tigres causan tantísimo daño, los Españoles y los Indios los persiguen en todas partes. Aquellos suelen llevar al lugar donde ven huellas de un tigre un gran cajón de aspecto de trampa de ratón formado por gruesos tablones y colocado sobre cuatro ruedas cual un carro. En un rincón dentro del cajón se pone un trozo de carne sumamente mal oliente a guisa de un cebo. Ahora cuando penetra el tigre y lo prende para comerlo cae la puerta y queda prisionero el ladrón que luego se mata a tiros o es traspasado por una lanza por entre las aberturas de las tablas. En la localidad del S. Rosario vimos una vez en el bosque, más o menos a un tiro de fusil de mi casa /323 a un tigre no del todo crecido, que ya espiaba a los transeúntes. Por esto para librarnos de él para siempre, marché contra él junto con tres Españoles armados. Apenas nos notó, huyó por entre los árboles y matorrales de modo que lo perdimos de vista. Seguimos sus huellas y lo hallamos escondido dentro de un gran árbol completamente hueco que estaba echado en el suelo. Para quitar al tigre toda posibilidad de escaparse hice obstruir el hueco con los pedazos de palo más a mano y a la vez abrir en un lado un agujero pequeño para poder matarlo con nuestras armas. Al fin lo maté sin el menor peligro con muchos tiros de fusil y lanzazos. En cuanto el tigre ya tuvo algunas heridas en el cuerpo, pegaba en el hueco del árbol unos saltos terribles por arriba y para abajo cual el mercurio en el barómetro. Su cuero estaba acribillado por balas y lanzadas cual una zaranda y por lo tanto completamente inutilizado pero los Abipones se holgaron de su carne. Yo no los envidiaba en realidad. Por lo demás un hombre solo no debe atreverse en el campo abierto contra un tigre dada la fuerza extraordinaria, velocidad y astucia de estos animales. No niego que a veces a un Indio o Español aislado le fue posible matar a lanza o ahogar con el lazo al tigre que lo asaltó, pero también muchas veces Españoles e Indios han sido desgarrados o devorados por ellos cuando el lanzazo les falló o no causó una herida mortal. No hay animal con nervios tan firmes cual acero, que muera sin rabia, salvo que esté herido gravemente en la cabeza, corazón o en la espina dorsal; por lo general ataca tanto más ferozmente [a] su agresor cuanto más gravemente quedó herido. /324.

Cuando se quiere pues cazar esta temible bestia, se asocian siempre unos cuantos y algunos llevan lanzas ya que el uso del fusil es peligroso pues si no se mata el tigre al primer disparo, salta en seguida hacia donde vino la bala y desgarra al que disparó el tiro. Para salvar la vida del tirador deben hallarse a ambos lados de él dos hombres armados con lanzas para atravesar con ellas al tigre que tras el tiro se abalanza contra él. Los peligros pasados por otros son para mi suficientes testimonios de que en este caso hay que proceder cautelosamente con pólvora y plomo. Una vez viajé con seis Mocobíes desde Santa Fe a la localidad de S. Javier y a orilla del Lago Redondo pernocté a campo abierto como allá se acostumbra. El cielo era nuestro techo y el suelo nuestro lecho. El fuego, fortaleza nocturna contra los tigres ardió vivamente por un tiempo, pero luego languideció cada vez más. Los Indios, para no aparecer como desconfiados de la amistad de los Españoles, se habían puesto en viaje desarmados. Yo tenía conmigo un fusil pero éste estaba descargado, pues no pensé en un peligro. Ordené a mis compañeros que tiraran un tizón tras otro contra el tigre que se aproximó, lo que cumplieron con mucha habilidad de modo que cada vez el tigre retrocedía rugiente, pero siempre recobraba nuevo coraje y se abalanzaba amenazante. Interin cargué mi fusil. Pero como en esa obscuridad no tenía esperanza en acertar debidamente y solo deseaba ahuyentarlo, cargué mi fusil con doble carga de pólvora sin bala y lo disparé. El estrépito /325 extraordinario ahuyentó al tigre, mientras nosotros volvimos a cobrar el sueño bien alegres de que nuestro propósito hubiera resultado acertado; pues no quisimos quitar la vida o la piel al tigre sino salvar las nuestras. Este mismo mediodía, cuando íbamos cabalgando por una senda angosta cerrada a un lado por un lago profundo, y por el otro por el bosque, se nos cruzaron dos de tales fieras que los Españoles persiguiéndolas, las hubieran enlazado si ellas no se hubieran escapado por entre el boscaje.

Todos los años los jinetes españoles e indios se apoderan de una cantidad innumerable de tigres echándoles el lazo, que luego arrastran en plena carrera y finalmente los ahogan. Los naturales australes que nosotros llamamos Pampas pegan con una caña dura en el lomo y con esto lo matan en seguida. En otras ocasiones tiran con gran habilidad contra estas bestias unas flechas más fuertes o tres bolas de piedras pendientes de correas. La fuerza [de los tigres] puede conocerse por lo siguiente: cuando ven paciendo por el campo dos caballos acollarados saltan de improviso sobre uno, lo matan y lo arrastran junto con el otro a su cueva. Yo supondría una fábula si no lo hubiera visto en más viajes que hice con algunos soldados de Santiago del Estero.

Su astucia corre pareja con su fuerza. Cuando ellos no encuentran alimento en el bosque o en el campo, la buscan en el agua. Como saben nadar excelentemente se sumergen hasta el pescuezo en un lago o río y escupen desde sus fauces una espuma blanquizca que nada sobre el agua y cual cebo /326 es atrapada ávidamente por los peces hambrientos. El tigre los prende con sus garras puntiagudas y los tira rápidamente a tierra [cercana]. También agarra las tortugas de las cuales hay en los ríos una gran cantidad, las saca con mucha destreza de su concha y las devora. Cuando yo estuve en la localidad de S. Fernando entre los Yauacanigas, topé un día junto con mi compañero a orillas del Río Negro con un tigre que estaba comiendo una tortuga. Estimé peligroso entretener mis ojos mucho tiempo con este espectáculo y me alejé rápidamente. A veces se esconden entre el pasto alto o entre un matorral, ven tranquila y ocultamente un escuadrón de jinetes que pasa cerca de ellos y asaltan impunemente recién al último que cierra [el grupo]. Cuando llueve o hay una tempestad nocturna, se deslizan, astutos y silenciosos, muy lentamente a las casas, no para robar ni matar sino para resguardarse del agua y del viento frío que aborrecen. En la ciudad de Corrientes una madre se hallaba acostada con su hija en la misma cama. Cuando la hija se levantó vio echado un tigre bajo la cama. Hizo seña a su madre que no se moviera por nada y buscó unos hombres para que mostraran la puerta al convidado peligroso. La empresa difícil obtuvo el éxito deseado. Cuando el Paraná sale de sus orillas en tiempos fijos, los tigres nadan presurosos desde las islas inundadas hacia la tierra. Uno de estos, en momentos en que trepaba por la costa correntina, fue herido de un tiro por un Portugués que llegaba y corrió al patio de nuestro Colegio. Todos los Padres comenzaron a temblar. Al fin un Español, mediante ayuda de algunos otros, lo mató con un lazo. Este suceso /327 dio motivo a un litigio visible, pues el portugués que había herido primero al tigre quiso apropiarse también el cuero, pero éste fue adjudicado con justicia al Español que había concluido de matarlo.

Aunque debe precaverse contra todo tigre, debe temerse especialmente los que ya han probado en alguna ocasión carne humana. Tal tigre se llama en español tigre cebado (26e) y es tan ávido de la carne de los seres humanos que los acecha continuamente. El sigue por muchas leguas sus huellas como yo he visto, hasta que al fin alcanza al caminante. En una ocasión un tigre semejante lastimosamente desgarró en varios días unos diez Españoles descuidados en el camino real de Santa Fe a Santiago, donde diariamente se encuentra numerosos viajeros. Como crecía el peligro, el teniente gobernador de Santiago envió algunos soldados para terminar de una vez con el horror de este impúdico salteador de caminos y restablecer la seguridad en este camino tan concurrido. Esta insignificante expedición costó tiempo y trabajo pero obtuvo el éxito más feliz. En aquel entonces yo estaba entre los Abipones en Concepción y cerca del lugar de andanzas donde la fiera hacía estragos. Con esta oportunidad he de mencionar algunos medios de salvación contra el tigre. El tigre trepa también al árbol por el cual su víctima sube para escapar. Sin embargo, pronto puede remediarse esto. Lo orina sirve en tal caso en lugar de las armas. En cuanto se le echa alguna en sus ojos abajo al pie del árbol, ya no debe temerse nada. El tigre huye en seguida. Una gran fogata presta seguridad contra sus ataques. El teme también los perros aunque a veces les arranca lastimosamente el cuero /328 o los desgarra. Los Españoles tienen ciertos perros de presa que él teme especialmente. En S. Fernando un tigre se deslizaba frecuentemente al corral donde se guardaban de noche las ovejas. Chupaba la sangre de las ovejas que mataba, les quitaba las cabezas y dejaba los cuerpos abandonados. Como no quisimos soportar más esta insolencia, pusimos en acecho alrededor del anochecer unos veinte Abipones armados con lanzas para quitar al animal pernicioso las ganas de volver. En el centro colocamos uno con pistolas. Aunque ellos se escondieron en un pajar cercano y, sin dejar oír ruido alguno, acecharon en espera del tigre, éste debió oírlos u olerlos, pues no se atrevió a hacer la habitual visita a las ovejas: Ellos perdieron toda esperanza de prenderlo y por esto, antes de romper el día, regresaron a casa. Apenas se dieron vuelta, cuando el tigre apareció y desgarró alrededor de diez ovejas. Para seguirle el rastro, todos los Abipones, que estaban en casa, emprendieron al anochecer la marcha con las lanzas bajas a ambos lados [tanto para meterlas como para arrojarlas si la bestia estuviera visible]. A su pedido yo seguía al último, armado con pistola y fusil con bayoneta calada. Después que hubimos recorrido casi toda la vecindad, regresamos a casa sin haber obtenido nada y fuimos mofados bien por las mujeres. Sin embargo, el mismo tigre se atrevía diariamente al anochecer a acercarse a la localidad para proporcionarse un pedazo de carne de un caballo muerto sin que los indios vigilantes pudieran agarrarlo. Los Abipones luchan diariamente con estas fieras y los vencen siempre, excepto cuando al meter la lanza ésta se les quiebra. Por esto raras veces un tigre come a un Abipón, pero éstos sí comen numerosos tigres. Por abominable que sea su olor, que emana aún de su carne fresca, todos los jinetes indígenas que conozco la apetecen ávidamente. Ellos derriten el sebo de tigre, lo beben y lo conceptúan un medio reconfortante. Ninguno come gallinas, huevos, ovejas, pescados, tortugas de agua, porque creen que el consumo de estos tiernos alimentos les deja cobardía, timidez, y debilidad de cuerpo y de alma. La consecuencia es también muy natural. También Julio César escribió el libro V, de Bello Gállico folio 74 acerca de los antiguos británicos: Leporem, et Gallinam, et enserem gustare, fas non putant; haec temen alunt animi, voluptatisque cansa (27t). Y al contrario los Abipones apetecen ávidamente la carne de tigres, todos ciervas, puercos monteses, osos hormigueros y antas porque según su opinión este alimento les proporciona fuerza, audacia y resolución. En los frecuentes combates con los tigres muchos Abipones quedan heridos por sus garras aunque por otra parte los vencen. Las cicatrices les producen, aún después de haber sanado, una irritación y los dolores más insufribles contra los cuales no pueden ni tiempo ni medicamentos. He conocido a varios que quedaron infelices y desalentados por toda su vida. También los tigres padecen muchas veces de inflamación en sus garras. Para curarse las refriegan frecuentemente en el ceibo y hacen surcos en su corteza. Este árbol produce las flores más bellas; en lo demás no sirve para nada, pues su madera es tan blanda que con un cuchillo común se le puede cortar cual una manzana pero no puede usarse ni para el fuego ni emplearla de alguna otra manera. La corteza de este árbol presta un medicamento al tigre, ¿no le daría también al hombre, si se exploraran mejor sus propiedades?

El tigre no perdona a ninguna clase de animales: él ataca a todos pero con desigual ventaja y suceso. Por lo común los caballos y mulares sucumben si no se salvan mediante la fuga veloz. Cuando el asno tiene seguridad a espaldas, repele generalmente a su enemigo dando coces continuadas y dándose vuelta cual una rueda. Pero a campo abierto pierde por lo general el destinado a procrear mulas, porque el tigre los persigue particularmente con gran daño para las estancias. Las vacas defienden intrépidamente a sí y sus terneros mediante sus astas contra todos los ataques de tigre; las yeguas, en cambio, abandonan sus potrillos apenas él los ataca y emprenden la huida. Las antas, cuya fuerza se dice sobrepasa toda imaginación, esperan su enemigo a decir así con los brazos abiertos echadas de espaldas y lo oprimen en cuanto los asalta. Así cuentan por lo menos los indígenas. Así como es peligroso el tigre vivo, así también es de provechoso cuando está muerto. Su grasa es un remedio probado contra los gusanos y sus garras calcinadas mitigan los dolores de muelas como expondré ampliamente en otro lugar. Los Abipones usan los cueros de tigre ya para corazas, ya para alfombras y mantas. Un cuero vale en España cuatro y hasta seis florines de nuestra moneda. Con la esperanza de una buena ganancia se reúnen frecuentemente en Paracuaria varios Españoles y emprenden una caza de tigres. Todos los años se envían a España una gran cantidad de cueros de tigres. En Santa Fe conocí un Español originariamente pobre que había reunido en corto tiempo una riqueza considerable por el comercio de cueros de tigres. Parece admirable que de tantos jesuitas que han recorrido casi todos los campos, bosques, /331 costas, islas y soledades inmensas en Paracuaria desde el siglo anterior, ni uno solo ha sido desgarrado ni siquiera herido por un tigre aunque estas fieras ocasionan casi diariamente muchos estragos entre los Españoles y los indios jinetes. Lo mismo hay que decir de las muchas víboras existentes en Paracuaria muchas veces infecciosas y muchas veces mortíferas, por las cuales a mi saber nadie de nuestra Sociedad ha sido mordido. Lo consideramos un especial beneficio de la Providencia que ha velado sobre nosotros. Que en una ocasión un tigre se me había acercado apenas a diez pasos durante mi sueño a orillas del río Salado, me lo manifestaron al romper el día las más recientes huellas hondamente impresas en la arena. Iguales huellas se notaron también varias veces en la nueva localidad de Concepción en el umbral de mi choza que no tenía puerta de madera. En los bosques de Mbaeverá más Indios acompañantes ahuyentaron con tizones y lanzas un tigre que me acechaba por la noche mientras dormía. Atribuyo a la Divina Providencia el haber pasado indemne entre tantos peligros y animales antropófagos. El tigre del cual he hablado hasta aquí, se llama entre Guaraníes Yaguareté, entre los Abipones en tiempos pasados Nihiranák, más tarde Apañigehak, finalmente Lapriratraye, pues ellos suelen modificar a su antojo, como expondré en otro lugar, sus nombres y las denominaciones de las cosas. Entre la clase de los tigres se cuenta también dos géneros de tigres que son más chicos y menos sanguinarios. Uno se llama Onza, el otro entre los Guaraníes, Mbaracayá pero estos atacan raras veces a los otros animales. En cambio, visitan de noche los gallineros y casi no se dejan ver durante el día.

 

LEON  /332

 

Los leones paracuarios son indignos de este nombre tan temible. porque no se igualan con los leones africanos ni en la forma ni tamaño ni en sus demás cualidades. Jamás lo emprenden con caballos, vacunos y gentes; únicamente los terneros, potrillos y ovejas son objeto de su ansia devoradora. Sobre los leones paracuarios recae el viejo refrán de los Españoles: "No es tan bravo el león como lo pintan". Su carne apenas puede distinguirse de la carne de vaca, por lo cual los Españoles e Indios la comen con avidez. Su cuero es amarillo oro y por intervalos blanquizco; su cabeza es grande y redonda; su nuca carnosa; sus ojos brillan inquietos y su bigote velloso consiste en pelos largos y finos cual cerdas. Yo mismo les he tocado con mi mano. Óigase en qué ocasión. Los cuidadores de las estancias, españoles e indios, colocan sobre postes en los corrales del ganado, las cabezas de los tigres y leones muertos por ellos, como trofeo o testimonio de su vigilancia y valentía más o menos como en los lugares de ajusticiamiento se fijan en la horca las cabezas y manos de los malhechores. Una vez en una estancia, subí al cerco, revisé una por una las cabezas de los tigres y leones de las que hay allí siempre una gran cantidad, observé sus ojos, orejas, dientes y arranqué diversos pelos de los bigotes de los tigres los cuales, en la raíz eran gruesos y elásticos como un alambre. Por largo rato me detuve para admirarlos y los llevé a casa para mostrarlos a unos compañeros recién llegados. No comprendo porqué los Abipones no crían los leoncitos mientras tanto se deleitan con tigrecitos, si bien un placer de esa clase /333 siempre está unido con un peligro. Chicos aún testimonian su innata ferocidad y atacan con sus dientes a cuantos se les acercan especialmente cuando el calor solar hace hervir su sangre. Hubo quien arrancó a un tigrecito los dientes y garras para que no pudiera hacer daños pero aún así huérfano de armas atropellaba niños y terneros y sin duda los hubiera muerto o ahogado si algunos defensores no hubieran acudido en su socorro. Para que con el aumento de edad no aumentara su ferocidad, hubo que poner fin a su vida mediante un tiro.

 

GATO MONTES

 

En la mayoría de los bosques de Paracuaria se ven gatos monteses que se semejan casi en un todo a los mansos nuestros salvo que su cola en la punta está más aplanada y comprimida y que ellos parecen ser algo más grandes que aquéllos. Hay tales gatos en diversos colores. Los Indios no tienen repugnancia en comerlos asados, pero les cuesta mucho trabajo agarrar alguno, porque son extremadamente veloces y ariscos. En Concepción nació una gatita de una gata mansa y un gato montés. En mi vida no he visto una mayor y más bella pero tampoco más feroz y huidiza. Ella vino a ser como el padre y no pudo ser amansada ni por el transcurso del tiempo ni por las caricias aunque su madre por su especial mansedumbre ganó por completo nuestro afecto. Este felino se llama en abipón Kapaik, en guaraní Chibí, en español gato, un animal que en Paracuaria, donde hay tantas ratas y ratones es no solo útil sino sumamente necesario.

 

ANTA (28e), O GRAN BESTIA

 

Por las selvas más profundas hacia el norte vaga el alce que se llama en latín alce, en español anta y la gran bestia, en italiano dante, en francés élan, en guaraní Mborevi y en abipón Alalek, en alemán Elendthier. Esta, asemeja en tamaño a un burro desarrollado y en cuanto a la cabeza, ojos y patas a un cerdo. Tiene orejas cortas enhiestas hacia el frente, dientes muy afilados y una boca de ternero cuyo labio superior tiene aspecto de trompa. Cuando se enoja, suelen tender hacia adelante este labio. Sus patas delanteras se hienden en dos uñas huecas, las posteriores en tres. Un pequeño apéndice liso y pelado representa en ella la cola. El cuero del anta es pardo obscuro y sumamente grueso. Por esto los Españoles y Abipones lo secan al aire y se hacen con él unas corazas que resisten a las flechas y los sablazos pero no resisten a las lanzas ni a las balas. Este animal huye a la vista del hombre aunque posee una fuerza tan grande que, cuando se le echa el lazo de cuero, arrastra consigo al jinete y caballo. De día duerme casi de continuo y solo durante la noche vaga por entre los bosques en busca de su alimento. Cuando anda así por entre el boscaje, quiebra las ramas con mucho estrépito y denunciando su presencia. Una vez he seguido armado con mi fusil durante un rato a tal bestia, cuando ésta regresaba de su aguada bajo el crepúsculo, pero me fue imposible alcanzarla porque a causa del suelo pantanoso no pude avanzar. Los indios habitantes de las selvas forman unas trampas con palos o se esconden entre un matorral, imitan muy hábilmente su voz /335 y, cuando éstas acuden, las matan a flechazos. Los naturales se alimentan diariamente con su carne que comen ya sea fresca o la resecan al aire aunque luego, a causa de su dureza, no es muy sabrosa. Pegado al estómago, como receptáculo de la comida, tienen las antas una bolsa dentro del cual se han hallado con mucha frecuencia varias piedras de bezoares. Estos bezoares no son más grandes que una avellana, ni alargadas ni ovales, sino poligonales y de color plomizo o gris ceniza. Los médicos los consideran mejores y de mayor eficiencia curativa que los provenientes de otros animales. Arapotiyu, el adolescente Indio al cual, junto con otros, he conducido a S. Joaquín desde los bosques Mbaeverá (los naturales los llaman Mborebiretá, la patria de las antas), me ha ofrecido una gran cantidad de semejantes piedras de bezoares. Toma, Pater – dijo – estas piedras saludables provienen de las antas que yo mismo he matado.

Cuando yo le pregunté sobre la virtud de estas piedras y cómo las usaban ellos en los bosques, me respondió: En cuanto notamos en alguna parte de nuestro cuerpo una inflamación, calentamos estas piedritas sobre el fuego y friccionamos con ellas nuestros miembros. Esto nos sana siempre.

Los entendidos en la medicina deben juzgar este uso de las piedras bezoares, pues yo confieso no haberlas usado en mi vida. Los Españoles estiman altamente estas piedras como amuletos de salud contra el aire maligno. Se dice que se venden también en Europa en las farmacias para diversos usos medicinales, especialmente para la epilepsia, las viruelas y escarlatina, como informa Woyts en su Almacén Medico-físico. Él relata también junto con otros o por informes de otros que las antas son acometidas frecuentemente por la epilepsia y que, para mitigarse el dolor /336 se rascan con las uñas de la pata trasera la oreja izquierda. En alemán e llama Elendthier, bestia miserable, a causa de la epilepsia a que está expuesta. Los que han propalado primero estos cuentos sabrán sin son ciertos o no. Los antiguos alemanes la llamaban Elck, conforme con la griega άλχή o la latina alx o alce. Yo sabía por todos los historiadores que las antas en las regiones nórdicas europeas tienen cornamenta, pero como no los tienen las de Paracuaria, como yo mismo he visto, nació en mí la duda si éstas no se diferencian de las otras en el género y se asemejan únicamente en la similitud del nombre. Yo encuentro muy extraño lo que Julio Cesar en el sexto libro del Bello gállico ha escrito sobre el alce: Hay también allí – dice cuando habla de los animales exóticos – animales de la clase que se llaman alces. Se asemejan bastante a las cabras fuera de que son más grandes y tienen cuernos mochos.

Esto es tan inaudito como increíble porque contradice completamente al testimonio de los otros autores. Yo no puedo imaginarme que Julio César haya visto un anta ni siquiera de lejos si él las indica parecidas a las cabras. Tal vez se ha dejado engañar por vagos rumores o tal vez las operaciones bélicas han atraído tanto su atención que ni quiso ver ni pudo contemplar estos animales en la Alemania tan guerrera de entonces. Cuando él vino a nuestra patria, /337 se preocupaba únicamente por humillar los pueblos que se le habían opuesto y someterlos bajo su dominio. La figura exterior de las fieras no le preocupaba mucho. Por esto no es extraño que él se haya equivocado tanto en la descripción de estas antas como en otras cosas de no menor interés. Yo no osaría contradecir a tan gran general e historiador, si en el Suetonio Tranquilo, en la edición de Jorge Grotius (página 29), no me hubiera llamado la atención en la vida de Julio Cesar las siguientes palabras: "Pollio Asinius parum diligenter, parumque integra veritate a caesare compositos putat: cum Caesar pleraque, et queper alios erant gesta, temere crediderit. et quaepers se, vel consulto, vel etiam memoria lapsus, perperam ediderit: Existimatque rescripturum, et correcturum fuisse. (29t) "etc". Tal era la opinión de Pollio Asinus, el familiar del emperador Augusto, muy alabado por Quintiliano acerca de la historia de Cesar. Tampoco soy de la opinión de los que llaman a las antas unos equiciervos y de ahí unos híbridos como procreados por un ciervo y una yegua. Esto no puede ni siquiera imaginarse acerca de las [antas] paracuarias, porque ellas habitan las selvas más intransitables y donde no sólo no existen ciervos y equinos sino donde tal vez no ha llegado ninguno de ambos. Las antas no hallarían por cien leguas alguna llanura donde pudieran encontrarse con ciervos y caballos. De cualquier modo yo creo que en este caso debe /338 prestarse fe a los que en nuestro tiempo se han dedicado debidamente al estudio de la historia natural.

 

GUANACO

 

Como al animal que en español se llama Guanaco y en abipon Hakahátak no tiene nombre en latín, ¿qué nos prohibe llamarlo ελαΦοκαμηλον, un ciervocamello, así como hay avestruces que son conocidos bajo el nombre Struthiocamelis, pues por la cabeza, pescuezo, dorso, el labio superior hendido y la cola de largo de un jeme, asemeja a un camello pero en lo demás a un ciervo. Los pies de aquel son partidos en dos partes, el cuero es velloso y generalmente rojizo. Los sombrereros usan los pelos. Los Españoles e Indios comen la carne. Las armas del guanaco consisten en su velocidad. No causa mal a nadie, ni con los dientes ni con las uñas. Más, si alguien le ofende, él se enoja y le escupe. Según la creencia general, esta espuma ha de causar el principio una ampolla roja, pero más tarde la sarna. Los guanacos suben cual gamuzas por los cerros y rocas más empinadas, pero descienden también en tropillas al campo situado abajo en el valle cuantas veces se les ocurre. Ínterin algún macho monta la guardia sobre una colina y divisa diligentemente en derredor si no amenaza por algún lado un peligro. Si un susto repentino, ahuyenta a toda la tropilla, corren adelante las hembras y en zaga de ellas los machos. Este temor los invade muchas veces no sin razón, pues los jinetes españoles los enlazan muchas veces cuando pacen en la llanura pero para esto se precisan los caballos más ligeros /339 porque corren con una velocidad extraordinaria. Un galgo excelente que me acompañaba, persiguió por mucho tiempo a un guanaco pequeño sin poder alcanzarlo. En mi viaje a través de las sierras cordobesas en Tucumán, he hallado manadas enteras de tales guanacos. En cuanto oyen los caballos, corren por cuadrilla a las cimas de las rocas más altas, se colocan ea largas filas cual soldados y otean los jinetes que pasan y lanzan tras ellos un relincho muy parecido a la risa humana. Más enseguida, como son tímidos por naturaleza, emprenden asustados la huida hacia todos los lados. A los europeos este espectáculo nos causaba risa y hasta deleite. Los guanaquitos se amansan muy felizmente en las localidades aunque generalmente son tímidos y ariscos. Hemos visto no sin admiración uno en la Colonia de Sacramento, en cuyo puerto entramos primero. El corría cual perro por la plaza. A más de la carne y el cuero de los guanacos se aprecia también la piedra Bezoar (los Españoles la llaman piedra Bezar) que se halla ocasionalmente en sus entrañas. A veces pesa más de una libra, es siempre oval, casi tan grande como un huevo de gallina y pintado de los colores más exquisitos, cual un mármol. Su poder curativo se debe probablemente al efecto de las hierbas más saludables que los guanacos ramonean en las sierras, pero según se dice, los médicos modernos, despreciadores de las cosas antiguas, ya no las aprecian o a lo menos ya no en tanta medida. Yo me conformo con ello con tal de que nuestros entendidos en la medicina reemplacen estos medicamentos traídos con tanto gasto desde América por otros no solo menos costosos sino igualmente saludables. Es natural que no se debe hacer traer /340 desde el exterior lo que se encuentra igualmente en casa.

 

OVEJAS PERUANAS, O LLAMAS

 

En el Perú colindante con Paracuaria hay también animales en cuyas vísceras crecen piedras bezoares de diverso color, tamaño y forma: es decir, las ovejas indígenas que los Indios llaman Llamas, pero los Españoles carneros de la tierra y las usan cual acémilas para conducir pequeña cargas que no pasan de un quintal.

 

VICUÑA

 

Además hay las Vicuñas que asemejan en tamaño a nuestras cabras pero que no tienen cuernos, su lana amarilla obscura y sedosa es muy estimada por los Europeos. La vestimenta hecha de ella refresca el cuerpo en verano y se dice que mitigan los dolores de riñones y los martirios de la gota. Los Indios comen la carne de las Vicuñas aunque no es nada sabrosa y a veces la usan como medicina. Cierto hombre en el Perú había caminado por demasiado tiempo por entre las nieves, contrajo una enfermedad a la vista. Una India le colocó sobre los ojos carne fresca y aún sangrienta de vicuña y en seguida habría cesado el dolor.

 

PACO, MACOMORO, [sic] TARUGA

 

Además de llamas y vicuñas viven en el Perú también los Pacos, Tarugas y Mocomoros que son casi iguales a ellas, y se emplean en la misma manera y también producen piedras bezoares.

 

OSO HORMIGUERO

 

El oso hormiguero es un animal digno de vista y risa. En guaraní se llama Tamanduá, Yoguí y Nurumí, en español oso hormiguero, /341 en abipón finalmente Heteyrei. Tiene su nombre de las hormigas, su alimento. Hay que saber, sin embargo, que él no come indistintamente todas las hormigas junto con sus huevos sino solo las que los Guaraníes llaman Cupís. En carencia de éstas, se satisface con gusanitos, insectos voladores, miel y carne desmenuzada. Es tan grueso como un chancho pero más largo y más grande. Su cabeza no está en ninguna relación con el cuerpo restante. Una pequeña hendidura angosta colocada en su larga trompa forma su boca, dentro de la cual hay escondida una lengua negruzca, tersa y aún más delgada que una pluma [de ganso] de escribir, pero de más de veinte pulgadas de largo. Mete la lengua en los hormigueros excava con sus uñas y la retira recién cuando está llena de hormigas y de huevos que él devora. Tiene pequeños ojos negros, orejas medianas y casi redondas, un cuero negruzco y casi motoso. En la terminación de las manos sobresalen cuatro uñas corvas de las cuales las del centro son durísimas y de un largo de alrededor de tres pulgadas. El oso hormiguero necesita indispensablemente estas armas para cavar y remover la tierra bajo la cual están escondidos los hormigueros. Las patas posteriores tienen un largo de cinco pulgadas y se hallan provistas de otras tantas uñas con las cuales al caminar imitan pisadas de un muchacho. Los pelos de su cola son cerdas enhiestas, más largas que una crin de caballo y tan largos como su cuerpo entero. La cola es tan ancha que el oso, al dormir, se cubre por completo con ella extendiéndola cual un espanta-mosca o abanico y dirigiéndola contra la cabeza, se protege no solo contra el frío sino también contra la lluvia, más o menos como nuestras ardillas suelen cubrirse con su cola doblada. /342 Este animal no puede correr por mucho tiempo de modo que no solo cualquier jinete sino también todo peatón puede cazarlo fácilmente. Los Indios comen de su carne pero no con gran placer. El tiene en lo demás fuerzas gigantescas. Atacado por el tigre, lo recibe bien sea sentado, o bien, echado de espalda con los brazos abiertos y lo ahoga como yo [poco] antes he dicho. Los osos hormigueros jóvenes se amansan pronto en las reducciones indias pero es raro que se vea alguno porque se alimentan solo de hormigas que hay que juntar trabajosamente. Por este motivo he rechazado el hormiguero que me han ofrecido los indios. Estos cazan anualmente innúmeros de ellos.

 

PUERCOS MONTESES

 

Puercos monteses, llamados por los Guaraníes Tayacú, por los Abipones Abergranraik y por lo que yo sé hay en cuatro especies. Los más notables entre ellos son aquellos en cuyo lomo se nota una carnosidad henchida cual un ombligo, esponjosa y llena de una aguaza blanca parecida a leche y de olor a almizcle. En cuanto se mata este puerco montés suele amputarse también esta excrecencia, si no el insoportable olor de almizcle infestaría toda la carne y la volvería incomible por las gentes. En los bosques en cuyo derredor hay campos pantanosos, migran por cuadrillas y los indios les matan sigilosamente con flechas o a palos. Así como los indios aprecian la carne de puercos monteses, así también aborrecen la del cerdo doméstico. /343 Esta abstinencia de carne de cerdo robustece la opinión de muchos que dicen que los Americanos descienden de hebreos y en su comprobación usan argumentos que en realidad no me convencen pero que sin embargo contienen mucha probabilidad. En una ocasión una piara entera de puercos monteses irrumpieron en la reducción de San Fernando, tal vez en la esperanza de encontrar comida, tal vez también por algún otro impulso. Pero los Abipones acudieron en tropillas y mataron a flecha, dardos y garrotes una gran cantidad con que prepararon las más hermosas comilonas por unos cuantos días. He oído también por otros que los puercos monteses han irrumpido en igual cantidad en las localidades sitas en la costa del Uruguay. Las mujeres abiponas hacen del cuero de éstos unas alforjas de viaje, y lían las cerdas en ataditos que usan a guisa de peines.

 

DIVERSOS ZORRILLOS Y EL ZORRINO

 

Los zorrillos de allá son [completamente] distintos a los nuestros y hay de tres clases. Los más grandes se llaman en abipón Kaál, los medianos Licheran y los pequeños Lichera. A una clase de zorros los Españoles llaman zorrino, los Guaraníes yaguané. Los franceses del Canadá le dan con razón el nombre de bête puante, animal hediondo, o enfants du diable, cría del diablo. Estos animales tienen el tamaño de gamuzas pequeñas, son de color pardo-castaño y listados por ambos lados de un color blanco. Así como su graciosa figura cautiva los ojos, así es de insoportable de cerca su hedor para la nariz. Son hermosos pero nada corteses, pues a todos los que se les acercan los orinan con un jugo tan pestilente que el perro acertado por éste, /344 se revuelve lastimeramente un rato por la tierra como si se le hubiera regado con agua hirviente. Si algo le penetra en los ojos, enceguece de seguro. Si con esto se ensucia una ropa de lana, [o de género] un bastón o cualquier otro objeto, deben ser desechados a causa del hedor que se apega sin poder quitarse más. Según algunos, este se perdería paulatinamente mediante una fumigación con lana negra o un encerramiento bajo la tierra pero la experiencia convence a todos de lo contrario. Si en el campo libre el zorro larga su agua, el mal olor se propaga por el viento hasta una legua de distancia. Este jugo blanco luce de noche cual fósforo y donde quiera que pasa se ve un rayo de fuego. Si esta bestia penetra a veces en las casas y arroja allá su orina temible, sin excepción huyen como si hubiera un incendio en la casa, ya a la plaza, ya al campo libre para no ahogarse por el olor y poder respirar libremente. Débil y pequeño como es este zorro, es temido por los tigres, los perros de presa y todas las gentes. Sus armas consisten en el hedor con el cual nada puede compararse. El que quiere cazarlo sin daño para sacarle su hermosa piel, debe agarrarlo por la cola y oprimirle la cabeza contra el suelo pues de este modo no puede usar su caño de orina ni arrojar su veneno. Algunos creen que la grasa que crece contra los riñones del zorrino fuera la causante y la fuente del hedor y que si ésta se quitara, su carne sería no solo comestible sino también sabrosa. A nadie envidio por esta comida de regalo. El señor Nerville, un francés /345 gobernador de la isla Malvina antes de que fuera vendida por los franceses a España que regresaba con nosotros en el mismo buque a Europa había traído consigo una manta de cueros de zorrinos que los Indios magallánicos habían unido muy hábilmente. El la hacía tender frecuentemente sobre la cofa mayor y orearse bajo el viento para que no sufriera daño ni por estar depositada ni por las polillas y no dudaba que esta vestimenta americana causaría admiración en toda París.

Muchos han escrito acerca del zorrino, pero los más por relatos de otros. Yo escribo – lo deploro – por experiencia propia; aquellos por haber oído, yo porque lo olí. Recelo y me avergüenzo en renovar la memoria de un suceso triste que me ocurriera. Sin embargo, he de vencerme para dar a mis lectores una prueba de mi sinceridad. Cuando habíamos llegado desde Europa a Buenos Aires, viajamos poco tiempo después, unos cincuenta Jesuitas, desde este puerto a través de la inmensa llanura de ciento cuarenta leguas hacia Córdoba en Tucumán. Cada cual viajaba en una carreta que era tirada por cuatro bueyes pues en estas soledades la carreta debe hacer las veces del techo y de la cama. Uno se acuesta sobre los cojines y viaja así día y noche según el tiempo, el camino y la temperatura. El sacudimiento de este vehículo groseramente construido es insoportable y extremadamente fatigoso. Por esto una caminata o un paseo a caballo al anochecer, cuando había buen tiempo, nos servía de descanso. Cuando yo paseaba así con dos Españoles de mi Sociedad vi venir con paso suave desde lejos un pequeño zorrillo. Miren – dije a mis compañeros – qué /346 bello y gracioso animalito es éste. Nos fiamos demasiado del color, y ninguno de nosotros se imaginó el horrible veneno que estaba oculto debajo de la piel tan bella. Quisimos agarrar al animalito y corrimos tras él como de apuesta. Desgraciadamente yo corría más ligero que los Españoles. Cuando el zorrillo traicionero vio que yo me encontraba cerca de él, se detuvo como si quisiera dejarse prender y parecía rendirse en realidad. Como yo no quise fiarme de las lisonjas de un animal desconocido, lo toqué solo suavemente con una caña de india.. El levantó de inmediato pata y me chorreó su orina infernal, especialmente sobre mi mejilla izquierda. Tras esto huyó victorioso cuanto pudo. Debo considerar todavía como una bendición que el zorrillo no dañara a mis ojos. Yo quedé ahora como tocado por el rayo y estaba insoportable hasta para mi mismo, pues el horrible hedor corrió desde la mejilla orinada por todo el cuerpo y dentro de mis ropas interiores y hasta sobre el bastón. Como este hedor se propagó al momento por todo el campo en derredor, conocieron en seguida mis compañeros lo que me había ocurrido.

Ahora todos, jinetes y peatones, se apuraban para contemplarme entre sonoras carcajadas. Pero apenas me olieron desde lejos, cuando se retiraron aún con mayor ligereza de la que habían venido. Al igual de un anatema tirado fui evitado por todos y no fui admitido en la carpa donde debía haber cenado junto con los demás. Yo volví entonces a la carreta y pregunté a mi carretero español [se llamaba Quintero] si él no olía algo desagradable. El me contestó que hacía años había perdido el olfato. Qué bien – pensé entre mí, pues si el carretero /347 hubiera podido oler todavía, también me habría desterrado de mi carro.

Después que hube desechado de mí todas mis ropas, me lavé, restregué y sequé repetidas veces la cara, pero fue como lavar un negro. Esa noche yo hubiera deseado salir de mí mismo, tanto había penetrado la exhalación en todas mis fibras. En mi mejilla ardía casi un fuego. Todas las ropas que me había quitado y que colgué diariamente sobre el techo del carro por más de un mes al viento, lluvia, polvo y al sol, no perdieron el hedor y por esto jamás pudieron volver a usarse. Si yo tuviera cien lenguas, no podría expresar el olor pestilencial y penetrante. Ignoro hasta esta hora si el líquido que lanza esta bestia hedionda es orina o alguna otra humedad. Es indudable que ni Teofrastro ni Paracelso ni todos los químicos juntos con todo su saber y todas las farmacias y crisoles han podido producir artificialmente ningún hedor más diabólico e intolerable para la nariz humana como el que el zorrino exhala naturalmente. Cualquiera que tome de cerca el olor de un zorrino, estimará al espíritu el cuerno de ciervo y cualquier otro hedor aún peor como si fuera canela, mirro, clavos de olor o rosas fragantes. Puede felicitarse la Europa por hallarse separada bastante de América, aunque solo sea por que allá no se sabe nada de esta bestia asquerosa y odiada. Por la experiencia hecha en mi primer viaje en Paracuaria, fui más cauteloso y evité más tarde con todo cuidado estos zorrillos. Sin embargo, cuando en ocasiones pernocté a campo libre, estuve cerca de ser orinado por ellos.

 

VIZCACHA

 

A los hediondos zorrinos hago seguir las ridículas vizcachas. En abipón se llaman Nehelaterek, tienen un aspecto bastante parecido a una liebre, una cola de zorro, pelos cual terciopelo y una piel de manchas negras y blancas. En los campos, con mucho artificio, cavan en lugares más elevados unas cuevas donde quedan defendidas completamente contra la lluvia. Ellas dividen estas cuevas en diversos compartimentos porque en un mismo lugar viven diversas familias de tales vizcachas. También se ven en la superficie de la tierra diversas entradas en cuyo derredor, bajo el crepúsculo, ellas se sientan en tropillas y escuchan con las orejas listas si alguien produce un ruido al acercarse. Si todo permanece tranquilo y la noche es clara, salen a buscar alimento devastando lastimeramente los campos porque son muy afectas al trigo turco y en general al cereal. Si en cualquier otra parte hay cereales, desestiman la hierba. Por esto se encontrará difícilmente en los campos solitarios una cueva de vizcacha. Cuando en el viaje se descubre alguna, es seguro que no está distante de las colonias de los Españoles. Frecuentemente extrañé que no se encuentren vizcachas ni en el territorio de los Abipones, ni en los campos de los Guaraníes donde, sin embargo, crecen también muchas clases de frutos. En derredor de las entradas a sus cuevas, se hallan huesos secos, retazos de leña y otros semejantes desechos que ellos juntan diariamente. Nadie puede adivinar su idea al respecto. Los campesinos españoles se divierten muchas veces con su caza. Se vuelca cántaros de agua en sus cuevas subterráneas. Para no quedar ahogados, estos animales salen saltando al campo y, como todas las oportunidades de huir fueron cortadas, son muertos a palos. /349 Hasta los Españoles comen su carne si no son demasiado viejas.

 

LIEBRE

 

En Paracuaria hay también liebres, que se distinguen de las europeas únicamente por el tamaño, pero son pocas. Yo deduzco esto porque he visto una sola en todos más viajes por este país y mientras estuve entre los Indios, los que no perdonan ningún género de animales. Sin embargo, sé por el relato de otros que en el Tucumán hacia Perú no son raros.

 

CONEJOS DIVERSOS

 

Los conejos son en Paracuaria tan numerosos cuanto de muchas variedades. Los Españoles llaman conejos a todos en conjunto, los Abipones a los mayores Cañan, a los más chicos Névege. Algunos habitan, debajo de tierra como los nuestros, y son multicolores. Otros se esconden entre los arbustos y cultivos, son más chicos que las liebres y más grandes que los conejos nuestros, de color bayo o más bien castaño. Su carne es muy sabrosa y llega hasta la mesa de los más nobles. Se dice que en tiempos pasados una persona que a través de Paracuaria quiso viajar al Perú, habría traído desde España algunos casales de estos animalitos. Cuando una vez hizo descanso a mediodía en el campo, dejó salir de la jaula algunos conejos de ambos sexos, pero ellos vieron su provecho y huyeron. Aún hoy día se ve su numerosa descendencia en Tucumán, especialmente en derredor de Santiago. Hay también otros conejos que los Guaraníes llaman Aperea. Son apenas más grandes que una rata campestre y se esconden ya debajo de los /350 cercos de los campos de cultivo, ya en cuevas subterráneas. El cereal se daña mucho por sus devastaciones porque hay tantísimos. Cuando los Abipones, que frecuentemente emprenden los viajes más largos sin provisión para el camino, quieren almorzar o cenar, suelen encender el pasto seco y alto y matan y asan los animales que se hallan escondidos debajo y salen ahora por miedo al fuego. Si no encuentran ni tigres, venados, ciervos o avestruces, no les faltan jamás los conejos. Ellos los atan por centenas en una cuerda y los traen desde la caza como los Alemanes las cebollas. Barreda, un jefe veterano de los santiagueños, me ha contado que en tiempos pasados los Abipones, cuando durante una marcha forzada, no tenían tiempo para cazar, usaban los conejos secados al aire como abastecimientos.

 

CIERVO

 

A orillas de los ríos Paraná y Paraguay y en sus islas más grandes hay en casi todas partes una gran cantidad de ciervos que no se diferencian en nada de los europeos. Fuera de ahí no se ve casi ninguno en toda Paracuaria. Los Abipones sobre sus caballos veloces cual flecha alcanzan los ciervos, aún más ligeros, los agarran de los cuernos y les dan la puñalada mortal con el cuchillo o la lanza. Pero cuando cazan en bosques donde no pueden cruzar sus caballos los matan a tiros con flechas más grandes. Los bárbaros, antes de conocer el uso del hierro, colocaban la punta de un cuerno de este ciervo en sus lanzas y causaban con ellas unas heridas muy considerables. Aún en mi tiempo, cuando yo estaba entre los abipones, los ancianos y pobres usaban aún las lanzas con cornamenta de ciervos /351 y eran muy temidos. Mediante la grasa de yegua que se carnean a este fin en gran cantidad, Españoles curten y preparan los cueros de ciervos que luego emplean en objetos varios. Ellos creen también que el menor pedacito de cuero de ciervo llevado por ellos en derredor del cuerpo, los preserva por completo contra todas las mordeduras de serpientes porque consta que no solo los gamos sino también los otros pelean con casi todas las serpientes que les salen al encuentro. Yo por lo menos he apreciado siempre el polvo calcinado de cuerno de ciervo porque es bueno para muchísimas enfermedades.

 

VENADO

 

Cuando en Paracuaria se sale al campo, se encuentra por todas partes unos corzos que se asemejan por completo a los europeos. Los Abipones los llaman Heëgehák los Españoles venados. Los que quedan en el campo son de un color claro pardo-castaño, los de los bosques son algo más obscuros, pero ambos manchados con puntos blancos. Los Guaraníes llaman a los corzos del monte Guazubirá, los corzos campestres en cambio, Guazuty. Mientras son pequeños, no cuesta ningún trabajo el amansarlos. Yo mismo he criado en mi cuarto con leche de vaca un venadito recién nacido de pocos días que me había traído un Abipón. Cuando ya más crecido, salía diariamente al campo a pastar cual un ternero junto con las vacas que se ordeñaban en un patio de la casa con sus terneros, pero para volver no se atenía a ley alguna. Si encontraba cerrado mi cuarto, pegaba con las patas contra la puerta y me recordaba frecuentemente en la noche profunda que él se hallaba presente. Si yo salía, fuera a caballo, o a pie, me acompañaba siempre como un perro. /352 El encaraba impávido la tropilla de perros que corría hacia él, pateaba con los pies contra el suelo y los ahuyentaba a todos. El collar con cascabeles de metal que yo le ceñía, asustaba a todos los perros y los engañaba de tal manera que lo suponían algún animal extraño y peligroso. El comía carne, pan, raíces e hierbas, pero a sus ojos nada era más precioso que una hoja de papel. Mi Filosofía que, al uso de entonces, el maestro nos había dictado durante tres años, la devoró poco a poco excepto algunas hojas acerca del magneto que yo reservé para mi uso futuro. Me hurtó en mi ausencia, para gran fastidio mío, unas notas musicales de sobre la mesa y las comió. Como el collar que yo le había atado cuando era todavía chico, le era demasiado angosto en los años últimos, quise ampliárselo. Pero el venado debe haber creído que yo me proponía causarle la muerte y vio en mi un enemigo, pues el huyó y vagó por más de un mes entre los bosques más lejanos sin retornar. Los Indios lo vieron algunas veces. Yo me había propuesto reconciliarme con el animalito y atraerlo y para ello le mostré desde lejos una hoja de papel que hizo tal efecto sobre él que se me arrimó temblando y me siguió hasta mi cuarto porque yo le daba de rato en rato una hoja tras otra. El olvidó toda enemistad y su susto y quedó lealmente a mi lado hasta el fin de su vida. En frecuentes ocasiones peleaba con las mulas, un espectáculo ameno y digno de verse al cual acudían los Indios en tropilla. El gamo se colocaba sobre las patas traseras y con las manos pegaba en la cabeza del mular; como ahora éste /353 quería retribuir en la misma manera [el gamito] hacía diversos saltos laterales, ya a la derecha, ya a la izquierda, y con ellos con su increíble ligereza, escapaba siempre de las coces y la venganza del mular airado. Tras tantas victorias que reportó sobre estos mulares, chocó también en el campo con un mular de lo más indómito, el que quebró a coces al venado, ya de dos años, la espina dorsal y le causó así la muerte cuando ya habían comenzado a crecerle las astas – era un machito. Apenas pude imaginarme cuanto nos apesadumbró la pérdida de este animal. Poseo aún un libro de música encuadernado en su piel. Sé también de otra venadita que fue criada en la localidad guaraní a los Santos Apóstoles. En busca de un marido se escurrió por el bosque. Todos los habitantes deploraban la pérdida de la fugitiva cuando después de algunos meses de ausencia se presentó ante su dueño de nuevo con un venadito acabado de nacer como con rédito. Todos admiraron el instinto natural y la lealtad de este animal.

 

YKIPARÁ

 

Los Ykipara, una especie de topos, habitan debajo de la tierra y producen un horrendo estrépito. Es lo mismo que si se oyera tocar desde lejos la bocina. Los extranjeros, desconocedores de esto, lo oyen no sin temblar. Yo no describo la figura exterior de este animalito, pues aunque lo he oído muchas veces, no lo he visto jamás. Supongo que su voz se estrella contra los huecos, curvas y pasillos /354 serpenteantes de la tierra y se acrece por esto.

 

GÉNEROS DE MONOS

 

Si yo quisiera describir detenidamente la figura, nombres y propiedades de los géneros de monos de la Paracuaria norteña, llenaría con ello solo un libro. Por esto mencionaré sólo lo más notable. Todos los monos se llaman en español monos, pero en abipón Nichika trana. Los Guaraníes dan a cada clase un nombre especial. Los Carayá son los más numerosos pero también los más feos. Tienen pelo negro rizado y muestran siempre un aspecto de tristeza, continuamente se quejan y son perezosos y mordaces. Como lloran día y noche nadie desea amansarlos. Se sientan por tropillas en los árboles y brincan sobre ellos en busca de la comida. Si duplican el llanto es seña de una lluvia cercana o de una tempestad. El llanto se asemeja al chirrido de los carros no engrasados desde hace mucho tiempo. Se oye por varias leguas porque siempre están reunidos algunos cientos [de simios]. Son de un cuerpo mediano.

 

CAYÍ

 

Los monitos chicos que se llaman Cayí tienen apenas un jeme de largo aunque sean ya adultos, son alegres, vivos y admirablemente dóciles si se les amansa desde sus primeros días. Pero no se puede dejarlos andar libres por el cuarto, porque quieren probar y tocar todo y en tal ocasión vuelven tinteros y vajillas, desgarran los libros, derraman todos los líquidos y rompen todo cuanto es de vidrio. /355 Meten sus uñas en las cajas, lámparas y jarras, las olfatean y ensucian mesa y ropas. Si ven algo comible, lo hurtan. Por esto se les ata con un correón largo y delgado para que puedan correr de ida y vuelta. En S. Joaquín teníamos un monito de esta clase que, ni bien desmontábamos del caballo, nos desataba lo más prontamente las espuelas. He visto algunos que durante el viaje se sientan sobre un perro, imitan al hombre y cual actores ejecutan para la risa y admiración toda clase de piruetas. Por esto no es extraño que estos monos tengan mucho valor no solo para los Indios sino también para los Europeos y que muchas veces éstos los compren con grandes costos. Las batatas que los Alemanes llaman Erdaepfel son su alimento diario y más sano aunque comen también carne, pan y otras comidas farináceas. Hay que cuidar mucho de no darles demasiado, pues ellos devoran tanto que el estómago se les revienta. En la selva las monas madres llevan sus críos sobre el lomo los que, cual niños, se apegan con sus manitos contra su pescuezo, y los conducen por las ramas de los árboles donde hallan su comida. Cuando el Indio quiere pues conseguir un monito vivo, mata a flecha la madre de la cual, aún en sus últimas contorsiones el hijito no se deja separar sin gemidos. Aún más memorable y casi increíble es lo siguiente: Los Guaraníes permanecen cazando frecuentemente por cuatro días en selva. Cuando han muerto una cantidad suficiente de monos, comen algunos de ellos en el camino y llevan los demás asados a casa para que no se pudran bajo el calor solar. Los monitos que ellos conservan para diversión reconocen aún sus madres ya asadas y negras como carbón, /356 y se cuelgan tenazmente de sus hombros sin que les ocurriera la menor idea de huir. ¡Quién no admirara este amor de los críos para con sus padres entre los monos que en otras cosas son solo unos imitadores de los hombres, pero en este punto pueden ser de seguro sus maestros!

 

BARBUDOS

 

Los Españoles paracuarios que preparan las hojas del árbol Caá para una bebida encuentran frecuentemente unos monos grandes y muy tristes y sumamente barbudos a los cuales a causa de la barba han dado un nombre ridículo que callo prudentemente. Ellos gustan los escondrijos y huyen ante los hombres y la luz del día. Son de temer a causa de sus armas, pues ellos tiran su suciedad, que siempre está en derredor de ellos, apretándola cual bala contra todos los que se le acercan. Sin embargo, este hedor con toda su asquerosidad comparado con la orina de los zorrinos, es aroma de rosa y azafrán. A nadie se le ha ocurrido prender o amansar tales monos.

 

CARAGUA

 

Fin los bosques más profundos vagan unos monos que los Guaraníes llaman Caraguá pero los españoles diablos del monte. Yo estaría tentado de llamarlos faunos y sátiros si conforme con la fantasía de los pintores y poetas tuvieran pies de chivo y cuernos. Están cubiertos de pelos y casi son las clases más grandes de monos. Caminan también erguidos sobre las patas posteriores. Sus pisadas semejan a los de un joven de catorce años. Estos monos aman la soledad y no acechan al hombre. /357 Pero si alguien se les acerca de repente en los laberintos de los bosques, lo desgarran lastimosamente. Sé que un Guaraní ha muerto en la reducción S. Esteban, gravemente herido por un Caraguá. Otro Indio de la misma reducción mató un mono similar en un bosque muy lejano. Temiendo las molestias de largo viaje bajo el fuerte calor solar, dejó ahí el cadáver y solo le cortó las horrendas garras que son más formidables que una bayoneta y se las mostró al P. Pedro Pablo Danesi, un romano que entonces dirigía la reducción. Más tarde fueron exhibidas en las demás localidades de los Guaraníes para que por las garras reconocieran al Caraguá y aprendieran a conocer y temer sus armas terroríficas, en cuantas ocasiones habría que emprender un viaje por los bosques menos visitados. Faltó poco para que yo también fuera presa de este mono feroz. Cuando en una ocasión yo pernoctaba con los Indios y mi compañero Pascual Villalba en los bosques de Mbaeverá y éstos roncaban con toda su alma, oí durante un rato un ruido de ramas de árboles rotos y a la vez un son parecido a la voz humana. Estuve ansioso por saber qué podía ser. Como la voz y el ruido se acercaba cada vez más a mi descansadero algo distante del fogón de los Indios, temí un peligro y grité preguntando a más Indios qué ave o qué fiera emitiría este ruido. Mi llamada los despertó finalmente. Ellos y el Español escucharon por un rato y dijeron unánimemente que se acercaba un Caraguá o diablo del monte. En seguida acudieron todos con tizones y lanzas. Su proximidad asustó a la bestia que huyó a pasos acelerados. Más yo respiré liberado del peligro. /358

 

QUATI

 

El animal Quati me parece ser un híbrido; porque se asemeja en su trompa a un lechón, en su cabeza a un zorrillo y en lo restante a un mono mediano. Es de color algo amarillento, su cola que sobrepasa en longitud a todo el cuerpo, se divide como por anillos y es de muchos colores. Ellos corren sobre los árboles como los monos y comen sus frutas, aunque nosotros hemos visto una vez una numerosa tropilla de ellos sentando sobre el suelo. Hasta los adultos son amansados admirablemente por los Indios en pocos días pero no están seguros de ellos ni las gallinas ni sus huevos a los cuales son muy afectos, según se dice.

Que nuestra reseña de los monos termine con el Ay. Este animal no posee de ningún modo la ligereza y la viveza de los monos y por su innata pereza y lentitud se denomina por los Guaraníes Ay y por los Españoles La Pereza o por ironía el Perico ligero. Es de tamaño de un zorro nuestro y tiene una cabeza pequeña, una boca angosta, ojos pequeños y negros, largos vellos de color ceniciento que penden del cuello cual una crin; una lista parda sobre el dorso, una boca siempre abierta, una nariz desnuda, en cada pie uñas largas y corvas, una cola obtusa, dientes débiles y no tiene orejas, en fin todo cuanto se ve en él es absurdo y tétrico. El Ay vive en las copas de los árboles, se alimenta de sus hojas y a veces también de pequeñas hormigas. Jamás camina sobre las patas posteriores, menos se le ve beber sino que parece contentarse /359 con el rocío solo. Más lento que cualquier tortuga teme el más suave movimiento de modo que tanto al trepar como al descender por un árbol, pasa reptando fácilmente un día. Asombrosamente se estremece si algunas gotas de lluvia caen sobre él. Siempre pronuncia gimiendo la letra "i", fuera de esto jamás rompe el silencio eterno y ama sobre todo la quietud. Se dice que su cuero es muy resistente, pero los Indios, en cuanto yo sé, encuentran asquerosa su carne. Por todo esto se manifiesta que la bestia perezosa no tiene nada de común con los monos. Estos no pueden estar sentados tranquilos ni por un momento sino que corren, juegan y brincan todo el día. Su cansancio diario por el continuo movimiento los enflaquece tanto que apenas quedan en ellos cuero y huesos. Sin embargo, los Indios comen en sus viajes los monos asados como algo delicioso. Yo reí de corazón cuando uno de ellos convidó a una gran cantidad de sus compañeros de viaje con un mono asado que en mi presencia él había bajado de un flechazo de la copa más alta de un árbol, pues no creo que a cada uno le tocara un huesito, pero ellos preferían roer un hueso que padecer hambre después que por una voracidad intempestiva ya habían engullido la bien abundante provisión de viaje. La carne de mono es la comida más común y deliciosa de los Indios en diversos países de América. Es muy natural que ellos la encuentren sabrosa porque muchos de ellos han comido antes carne de los humanos a los que los monos se asemejan más. Los americanos más tontos hasta creen que los monos pueden hablar pero que simulan estar mudos para no ser obligados a trabajar por los Españoles y ni siquiera cuchichean aunque a veces ríen /360 y lloran. Cuando un mono queda herido por una bala de fusil, aprieta en seguida con la mano la herida para conservar la sangre y la vida e impedir a su alma la partida. Aún cuando ya está exánime, rígido y frío, la mano permanece pegada sobre la herida. La experiencia me ha enseñado lo nocivo y peligroso que son los dientes de los monos. Un sacerdote de mi sociedad fue mordido una vez por un mono furioso y la erisipela se propagó desde el brazo hasta la cabeza. Su consecuencia fueron una violenta irritación y hinchazón junto con unos dolores insoportables y casi mortales. En Europa he visto muchos monos que no eran conocidos ni de nombre y que Paracuaria desconoce. En distintos países hay variedades de monos que de acuerdo con la diversidad de lenguas llevan distintos nombres. En Lisboa se venden en las tiendas de comercio diversas clases de monos americanos asiáticos y africanos los que jamás he visto en Paracuaria. Esto debe entenderse también de los papagayos.

 

ARMADILLO O TATÚ

 

El animalito cuadrúpedo que los Españoles llaman Armadillo, pero los Guaraníes Tatú, no es mayor que una tortuga común, de aspecto extraño es, sin embargo bueno para comer. Todo el cuerpo está armado con hileras de escamas coráceas manchadas de negro y blanco. Cuando encuentra un peligro esconde su cabeza, que se asemeja a la de un lechón y que al caminar él saca para afuera, bajo su coraza cual una tortuga común.

Su pescuezo es muy largo y sus escamas cubiertas de pelos blancos a izquierda y derecha especialmente debajo la barriga. Tiene pies de tortuga /361 con cinco dedos desiguales y uñas muy filosas mediante las cuales cava cuevas debajo de la tierra y se prende tan firmemente en ellas que ni el más fuerte puede arrancarlo de ahí. Su cola larga con la cual los Abipones se construyen pífanos de guerra es igualmente acorazada. Las orejas de los armadillos no tienen ni pelos ni escamas. En su nuca hay dos coyunturas para que puedan torcer su cuello a la derecha y a la izquierda. Ellos corren muy ligeros, generalmente en zigzag, para no ser agarrados por los hombres y perros que los persiguen. Comen raíces y hierbas. Beben mucho y también engordan mucho. Los perros, mediante su olfato, los descubren en sus escondrijos subterráneos. Ellos no incuban huevos sino que paren críos vivos y generalmente varios a la vez. Ya los críos nonatos tienen armadura si bien de suma finura. Yo he visto muchos cuando los soldados abrían armadillos [hembras] grávidos antes de asarlos. En Paracuaria hay tres clases de tales animalitos que se distinguen en figura, tamaño y sus nombres. A la primera pertenecen los de un largo de dos jemes y algo mayores que un lechón. Tienen uñas más largas y pelos en parte pardo, en parte rojos y por esto se llaman entre la plebe española Kirikincho [quirquincho] peludo o los armadillos hirsutos, entre los Guaraníes Tatú poyú, entre los Abipones finalmente Yauík laip. Si la armadura de los armadillos rojos, medio quemada y molida en polvo se desparrama sobre el lomo herido o pelado de los caballos, éste sana. Como los armadillos mayores comen los cadáveres de caballos y mulares en el campo, la mayoría les tiene asco. Sin embargo, la gente ordinaria usa /362 en la cocina sus amplísimas cáscaras o corazas en vez de platos y fuentes. Los armadillos de la segunda clase son mucho más chicos que los anteriores, no comen osamenta y por ello dan una carne gorda y sabrosa. Los Españoles los llaman mulita (mular pequeño), los Abipones Katoiraik. Los terceros y más pequeños se cierran en una bola cual los erizos, cuando se les antoja. Pero sus corazas son tan fuertes que los carros cargados pasan sobre ellos sin aplastarlos y que no pueden ser abiertos de manera alguna salvo que se les eche agua. En cuanto se mojan, abren de por sí mismos la bola. Los Españoles las llaman bolita, una bola chica, los Abipones Kaitavalk. Su carne es blanca y llena de jugo. Todo Europeo preferiría sin duda ésta a gallinas, gallos, capones y faisanes. Su grasa es usada también para medicamentos. En casi todas partes en los campos paracuarios abundan estos animales acorazados. De seguro que cuando yo cruzaba con los jinetes españoles por estas soledades, me dieron frecuentemente la comida para el medio día y la noche.

Hasta aquí he tratado de los animales cuadrúpedos, indígenas en Paracuaria. En otro lugar he hablado de los caballos, mulares, burros, vacunos y ovejas de este país. Paracuaria no conoce elefantes, rinocerontes, camellos, panteras, hienas, renos, linces, tejones, osos, ni lobos vulgares. Por esto pasemos a los anfibios.

 

EL COCODRILO O CAIMAN

 

Encabece el cocodrilo los anfibios que Cicerón llama ancipites bestias (animales dobles). A este animal que es mucho mayor /363 que los otros, pero también mucho más lento, llaman los Abipones ahora Kaéperhak antes lo llamaban Peété, los Guaraníes jacaré, los negros del Congo Cayman, los Españoles cocodrilo o lagarto, porque cuando sale del huevo, tiene una longitud apenas de más de medio jeme y asemeja a nuestras lagartijas en los jardines. Pero en los años siguientes aumentan hasta un tamaño extraordinario. En América se ven en todas partes cocodrilos de una longitud de diez pies. Eoliano les da, en su Historia de los animales, libro 17, capítulo 6, una longitud de veintiséis varas, otros una aún mayor. Plinio dice en el libro 8, capítulo 25: Nullum certe animal ex minori origine in majorem creseit magnitudinem (30t). Esto no es tampoco un milagro porque los cocodrilos (según la opinión del vulgo) crecen mientras viven. Como ahora alcanzan una edad muy alta y según Eoliano a veces hasta sesenta años y a veces aún más, no se puede calcular fácilmente su crecimiento. Los pueblos del Asia podían saber la edad de los cocodrilos que ellos criaban con religiosa solicitud en los lagos para el culto o en los fosos de los murallas urbanas para la defensa de sus ciudades, y siempre procuraron que si los cocodrilos viejos perecían por cualquier causa fueran reemplazados por otros jóvenes. En una ocasión durante una sequía de dos años, en que se secaron varios lagos y ríos, vimos en Paracuaria errar por los campos, en unión de otros animales acuáticos, un gran número de cocodrilos y perecer de sed por no hallar agua en ninguna parte. Bestias y monstruos terroríficos de una magnitud nunca vista hasta entonces, llegaron diariamente a nuestros ojos. Los cocodrilos logran su edad avanzada por un beneficio especial de la naturaleza que al darles tantas armas de defensa, ha dificultado enormemente su matanza. /364

Aquí va un burdo esquicio para dibujar estos animales. Su cabeza es grande y achatada, su boca muy abierta, armada con dientes muy filosos pero desparejos en ambos maxilares. Sus ojos son grandes, redondos y grises, tienen una pupila negruzca y brillan torvos y amenazantes desde entre las olas. No tienen lengua sino en su lugar un cuerito completamente inmóvil. Sus cuatro pies están provistas de garras como las de aves. Lo usan en parte para nadar, y en parte para ambular lentamente en la costa. El tronco del cuerpo restante es cual bloque de un tamaño disforme y termina en una larga cola puntiaguda en cuya punta extrema, arriba, existe pegada una bola negra sin abertura alguna para signo distintivo del sexo femenino, como dijeron más Abipones que en conocimiento de la naturaleza son tan versados, como ignorantes en lo restante. Los cocodrilos machos no tienen esta bolita. Su cuero es áspero y acorazado con escamas duras como hierro y pintadas elegantemente con colores negros y amarillos coma conchas. Estas hacen impenetrables a todo tipo de armas principalmente la cabeza, el dorso y la cola. El vientre, los costados y pies están igualmente elegantemente pintados pero más bien ornadas con escamas que armadas. Unas figuras, ya circulares, ya en forma de paralelogramos manchadas de color amarillo y pardo por intervalos, sobresalen cual conchas de la superficie del cuero como las verrugas en la piel humana. La cola consiste en anillos negruzcos y una aleta dentada para la natación. El cuero que rodea el pescuezo es más blando y por ello más fácil de herir. Cuando un cocodrilo es atacado por un tigre, se defiende con la cola y lo mata, pero /365 él perece si es herido en el pescuezo o en el vientre donde el cuero es más blando por un animal, ya sea de asta o de garras o si es acertado por una flecha, una bala o una lanza. Aún gravemente herido trata de escapar nadando, pero por lo general los Indios los alcanzan a nado y lo traen a la costa. Cuando el viento sur sopla con fuerza quedan ateridos de frío los cocodrilos que durante la noche permanecieron en los helados lagos y a la mañana se colocan cual troncos en la orilla próxima para calentarse al sol. Como se encuentran aletargados y todos sus miembros están casi helados, son atravesados sin trabajo ni peligro con las lanzas por los Abipones. Estos dejan los cuerpos y retiran sólo los dientes junto con algunos huesitos de la espina dorsal con los cuales por ser duros como acero y filosos y elásticos cual lesnas, suelen por jactancia perforar sus articulaciones cuando ellos beben en conjunto, una costumbre de la cual hablaremos más en otro lugar. Los Abipones llevan, ya en un cordel en el brazo o venden a los Españoles en alguna ocasión, los dientes de cocodrilo que los americanos estiman altamente como medio preservativo o curativo contra las mordeduras de las serpientes. La carne de cocodrilo es tan tierna y blanca que sería difícil distinguirla de la del esturión, el mayor y más sabroso de los peces de río, el que se pesca en Hungría en el Danubio y en Tisza. En tiempos pasados el cocodrilo fue un dios de los egipcios y ahora es un alimento de los americanos y africanos. Aquellos lo adoraban, éstos lo comen. Se dice que muchas naciones en las islas del Orinoco y de otras viven de su carne, pero en Paracuaria, según mi saber, nadie excepto los Payaguás [salvajes] que viven a orillas de los ríos /366 come su carne porque esta provincia posee abundancia no solo en ganado manso y cerril sino también en frutos de tierra y de árboles. De seguro creo que ningún Europeo despreciaría la carne de cocodrilo si ella no oliera tanto al almizcle que esta bestia lleva en parte en las fauces, en parte en los testículos. Los sacerdotes suelen envolver una partícula de tal glándula en seda o en una tela de lana y colgar en el tabernáculo para ahuyentar los gusanos que de otro modo se asientan en las sagradas hostias bajo un clima tan húmedo o caluroso. También los antiguos Germanos parecen haber conocido este remedio contra los gusanos. En Austria vemos un gran número de arcas antiguas que huelen a almizcle y por esto no han sido atacadas por los gusanos y han quedado intactas durante siglos. No sin razón Athanasius Kircher y otros naturalistas escriben que todo olor penetrante detiene y ahuyenta las pulgas, chinches, mosquitos y otros insectos similares. Los Vieneses cuentan con todo mi aplauso por haber llamado al cocodrilo, el reptil del buen olor (der achmeckende Wurm) en su lengua provincial en el escudo de un antiguo almacén de especias.

Si se oye [decir] que los cocodrilos son venenosos puede contarse esto de seguro entre las leyendas, pues es bien seguro que los Indios los comen impunemente. También los Europeos los comerían ávidamente si su carne no estuviera impregnada de olor de almizcle. Los dientes de estos cocodrilos están hondamente metidos en sus celdillas, huecos en la raíz, pero en la punta superior donde se vuelven puntiagudos, son muy espesos y los cocodrilos pueden morder con ellos las cosas más duras. Lo terrible es que este animal ya no suelta más lo que ha agarrado una vez con los dientes. Si /367 se oye pues que en Nueva Granada un cocodrilo se prende con la boca al brazo de un indio que nada y los compañeros que acuden en su ayuda le cortan apresuradamente el brazo, es porque no saben otro modo de salvarle la vida. Los campesinos españoles suelen llevar consigo durante el viaje dentro de un cuerno de ternero, bien labrado, lino a medio quemar y algodón que usan en lugar de yesca al hacer fuego. Un Español en el Perú (yo lo he conocido muy bien) se servía – en vez de esta cajita – de un diente de cocodrilo que era más grueso que el pulgar de un hombre. De ahí puede conjeturarse el tamaño del diente, y por el diente el tamaño del animal que lo lleva en sus fauces al igual como de una garra, el león. Lo siguiente es su génesis. Las hembritas ponen durante varios días seguidos cerca de unos treinta y tantos huevos que son de forma cilíndrica y del tamaño de huevos de ganso. Ellas los entierran en la arena y los hacen incubar por el sol. Al fin nacen unas crías cual nuestras lagartijas. Como los cocodrilos tienen patas cortas y arrastran su vientre grueso contra el suelo, destruyen al caminar muchos huevos. Esto es una precaución de la Providencia sin la cual en América desde hace mucho no hubiera quedado un espacio libre ni para los peces ni para otros animales. Yo encuentro muy natural que los Indios no solo coman los huevos sino que los estimen también un bocado de regalo. No sé si también huelen a almizcle, pues no los quise probar. En la localidad de Concepción un Abipón había llevado dos cocodrilos recién nacidos, un machito y una hembrita a mi colega, por cuyo consejo yo los crié. Justo en el primer día el machito se perdió de mi cuarto y pese a toda lo búsqueda no fue vuelto a encontrar. Pero a los ocho días /368 volvió espontáneamente al lado de su hermanita. Para que no volviera a escaparse, encerró a ambos en un mortero de madera de considerable altura y amplitud en el cual generalmente molíamos el trigo turco. De tiempo en tiempo les daba agua fresca y les echaba barro, pececillos y carne desmenuzada. Tales fueron su vivienda y alimento hasta el séptimo mes. En ocasiones los sacaba del agua y los dejaba caminar por el patio. Los abipones observaban con placer especialmente cómo los animalitos jugaban de pronto sobre el césped, ya abrían su pequeña boca, ya se enderezaban. Yo tenía un perro joven aún y por lo tanto muy juguetón. Este ladraba a los cocodrilos y al fin saltó imprudentemente contra ellos. En seguida uno [de los cocodrilos] se prendió de la nariz con sus dientes ya entonces muy puntiagudos. Como el animalito pendiente de su nariz le causaba dolores insufribles, el perro recorría aullando todo el patio, pero como nadie podía librarle de su molesto apéndice, corrió finalmente a casa para implorar nuestro socorro y entonces los Abipones presentes, que no podían verlo sin reírse, quitaron de su nariz el pertinaz cocodrilo. Recordando el dolor padecido, el perrito huía cuantas veces veía, aunque fuera solo desde lejos, uno de estos animalitos. Que ellos tienen un oído muy fino, puede deducirse de la circunstancia de que oían el ruido más imperceptible que un hombre estaría lejos de oír, p. e. el trueno más lejano desde una nube debajo del horizonte lo oían en la noche y me avisaban en mi sueño por un repetido murmullo -ú-ú-ú-ú. Llegados a la edad de siete meses y cuando apenas tenían una longitud de un jeme justo, se congelaron cuando yo /369 hice con los soldados españoles un viaje de veintiún días a fin de mudar la reducción y llevé conmigo dentro de una olla de cobre los animalitos. Una fuerte helada (viajábamos en invierno) mató a mis alumnos. En una libertad completa y con alimentos correspondientes a su naturaleza hubieran crecido sin duda a un tamaño mucho mayor en tantos meses.

Durante mucho tiempo se ha escrito mucho acerca de la crueldad de los cocodrilos contra el hombre. No contradigo a nadie pero no puedo quejarme de los cocodrilos en el Paraguay sin hacerles una injusticia. En los veintidós años que yo he pasado en ese país, no he oído ni de un solo [mortal] que hubiera sido muerto o herido por ellos. Los más de los Abipones hombres y mujeres, muchachos y niñas suelen refrescarse diariamente, en diversos sitios según la diferencia de sexos, y a la tarde cuando más calienta el sol nadan y se bañan en los arroyos, ríos, lagos y lagunas donde habitan los cocodrilos. Jamás han hecho un mal a alguien los cocodrilos que nadan a su lado y tampoco nadie les teme. Más bien se asustan por el estrépito de los Indios que nadan y emprenden la huida, especialmente [los cocodrilos] negros. Los Abipones estiman más osados y peligrosos a los de color rojizo. Pero yo he reconocido a ambos por una larga experiencia como unos animales completamente innocuos, tanto en tierra como en el agua. En las repetidas veces en que crucé los ríos en cuero de buey o en canoa, los vi tender frecuentemente hacia arriba sus cabezas, hacer centellar sus ojos y nadar con las fauces abiertas muy cerca de mí, pero siempre sin el menor peligro. En la localidad del Santo Rosario había un lago en el /370 cual hormigueaban estos animales y que distaba ni un tiro de fusil de mi casa. La localidad de S. Fernando estaba rodeada por todas partes por grandes lagunas. Durante el crepúsculo paseábamos muchas veces para tomar aire fresco. En este paseo veíamos cocodrilos de ambos sexos y edad diversa que cruzando de un lado a otro se nos acercaban hasta seis o siete pasos sin que hubiéramos sido intranquilizados por uno solo aunque no teníamos armas con nosotros. A esto empero atribuyo nuestra seguridad pues me parece que estos animales atacan solo a aquellos por los cuales son atacados. Si no se les hace nada, ellos tampoco hacen nada. No me entraña que en Quito, Nueva Granada y algunas otras regiones de Asia y Africa ellos atacan tan ferozmente las gentes porque los indígenas de allí comen su carne, los acechan diariamente, los persiguen, los asustan, cazan y matan. Hasta el gusano se retuerce cuando se le pisa. En cambio los Paracuarios no suelen comer ni perseguir los cocodrilos porque poseen o carne de vaca o de caza montesa, ambas en abundancia, y por esto no son atacados por ellos. Este género de animales parece pagar en la misma moneda y querer vengar el asesinato con el asesinato. El que ha jurado sobre las palabras de Plinio, Aristóteles y no sé cuales otros escritores naturalistas, ha de prestar difícilmente fe a mi relato. En su opinión los cocodrilos tendrán sed de sangre en todas partes, solo han de matar y después que han comido su presa, lloraran puras lágrimas y todas sus venas estarán hinchadas de un veneno mortal. Resumiendo, todos estos animales semejarían bastante en Asia y Africa a los de América; /371 no obstante, pueden estimarse aquellos como más astutos y crueles que éstos, pues en los leones y tigres hemos visto que el tamaño corporal y las propiedades de los animales responden a la diversidad de los países. Estos no son temibles a nadie en Paracuaria, en el Africa a todos. Los tigres paracuarios son mucho más grandes y peligrosos que los africanos, como ya he referido. Lo mismo ocurre con otros géneros de animales y plantas como yo sé de cierto. No se emplea en todas partes la misma manera de cazar y matar los cocodrilos. Algunos bogan con canoas por el río y echan al agua un pedazo de madera contra el cual se ha colocado como cebo un pedazo de carne y se ató una soga larga. Aquellos devoran la carne junto con la madera y como ya no pueden sacar ésta de sus fauces, se les arrastra por las sogas a tierra y se los mata. Otros suelen solo hundir hondamente en sus fauces una vara larga y puntiaguda y de este modo los matan en seguida. Los Abipones los matan por lo general con sus lanzas, cuando en la madrugada encuentran algunos extendidos en la ribera y rígidos de frío. La flecha por más fuerte que sea es siempre un instrumento incierto y débil para matarlos si no se le acierta en el pescuezo donde la piel es más delgada. Lo mismo vale también para el fusil. Si poco peligrosos son los cocodrilos para los seres humanos, tanto más lo son para los peces a los cuales ellos comen o ahuyentan. También se usan mucho para asuntos de medicina. Las heridas causadas por un cocodrilo, se untan con su grasa y se sanan felizmente. Su estómago interior, omaso (una entraña gorda y gruesa) secado y pulverizado mitiga los dolores de cálculos. Según se dice, también /372 las pequeñas piedritas parecidas a nuestras guijas que se encuentran en su estómago, serían un excelente remedio contra la fiebre cuartana y contra los cálculos de los riñones si se toma pulverizadas. Ya arriba he dicho y diré aún más en su lugar que los dientes de cocodrilos preservan contra las mordeduras venenosas de las serpientes o aún las curan. Yo ya había escrito esto cuando tuve la idea de leer la obra del P. Maffei sobre los asuntos de la India que se observan en el Oriente, para saber lo que piensa este célebre escritor acerca de estos animales. En toda su vasta obra él ha tocado esta materia una única vez o sea en el libro segundo, capítulo 35, donde escribe: Stagana quoque passim occurrunt ingentia, grandibus plena lacertis ad crocodilo effigiem. li tergoris duritie conchyliorum instar impenetrabili, enormi capite, ingentia, grandibus plena lacertis ad crocodilo effigiem. li tergoris duritie conchyliorum instar impenetrabili, enormi capite, duplici dentium serie, horrendo prorsus hiatu in hominem furenter invadunt. Eorum halitus oris est suavissimus (31t). Con tales palabras pinta al cocodrilo como yo lo he visto siempre en América y como es también en el Africa, según relato de otros escritores. Tampoco puede deducirse de aquellas palabras: atagna plena lacertis ad crocodili effigiem 'lagunas llenas de lagartos semejantes a cocodrilos’ que aquellos /373 lagartos se distinguen de los cocodrilos pues los Españoles y los Portugueses denominan con ambos nombres estos animalitos pero, sin embargo, no todos los lagartos (pues hay también en el campo lagartos como los nuestros) son cocodrilos pero todos los cocodrilos se llaman en español lagartos y también cayman o cocodrilos. Esto último es latín corrupto, lo mismo como el vulgo suele pronunciar en vez de iglesia Cathedral, Catredal, en vez de tigre trigue, en lugar de pobre probe, a causa de una metátesis de las letras que tampoco es inusual entre los latinos. Maffei hubiera podido decir con mayor corrección y claridad crocodilos que semejan a lagartos, pues por la comparación con un animal conocido había explicado un animal desconocido a los Europeos. Si estos animales en Asia, Africa y algunos países de América atacan furiosos al hombre in hominem furenter invadunt, ¿porqué no hacen lo mismo en Paracuaria? He indicado arriba la causa de esta diferencia. Ellos no se enfurecen contra los Paracuarios porque éstos los enfurecen raras veces atacándolos. Finalmente por las palabras: su aliento es muy aromático (eorum halitus oris est suavissimus) se confirma mi anterior relato, es decir, que los cocodrilos huelen fuertemente a almizcle por todo el cuerpo, pero especialmente en sus fauces y los testículos. En parte por amor a la verdad y en parte por la brevedad omito lo que se encuentra de verdadero y falso en los demás escritores. Si me he extendido demasiado acerca del cocodrilo, me han de perdonar mis lectores porque usaré mayor brevedad en la descripción de anfibios menos memorables. /374

 

AGUARA, PERRO ACUATICO

 

En lagos y ríos habita un perro acuático que los guaraníes llaman aguará, y que yo mismo he visto a menudo en los terrenos ribereños. Semejante al dogo por su tamaño, es muy huidizo de todas las cosas, máxime del hombre, y no debe ser temido. Parece un perro por su cabeza, con orejas de asno. Posee abundantes, fuertes y agudos dientes. Los españoles lo llaman zorro grande. Los abipones lo cazan solo por su piel, que se distingue por una línea oscura y brillante, velluda, en mitad del lomo. Es de pelos suaves y largos, y los españoles la usan para apaciguar dolores de ciática, artritis o dolores viscerales, cubriéndose con esas pieles como mantas; yo mismo lo he visto y experimentado su calor en el cuerpo; aún me lamento haberme dejado robar la que traía a mi regreso a Europa en el barco.

 

YAGUARO, O TIGRE DEL AGUA

 

En las aguas más profundas se esconde generalmente un animal no más grande que cualquier perro de presa y llamado Yaguarô por los guaraníes, y tigre de agua por los españoles. Tiene el cuero motudo, una cola larga y puntiaguda y /375 fuertes uñas. El arrastra a las profundidades caballos y mulares que nadan en ríos hondos. Poco después se ven en la superficie del agua las entrañas del animal desgarrado por el tigre de agua. Por tantos ríos que he navegado, no ha llegado felizmente ninguno a mi vista, aunque a causa de ellos temía siempre, especialmente cuando navegaba por el lago Mbururú. Todos cuantos viajan desde S. Joaquín a Asunción deben cruzar este lago en un cuero de buey en cuantas ocasiones él crece por la mucha lluvia. Los Españoles que deben cruzarlo en su viaje de regreso desde los bosques, con la yerba paraguaya, se quejaron muchas veces que el yaguaró les había arrebatado unos mulares. El P. Juan Bautista Marquesetti, oriundo de Fiume, me contó que en la travesía sobre el río Aguapey en la costa de la localidad de S. Cosme y Damián fue agarrado, en el año 1760 en presencia de los indios, un mular por semejante bestia. El Yaguaró permanece generalmente en las más hondas profundidades de las aguas pero también se excava en las colinas ribereñas unas grandes cuevas donde pueden esconderse él y los suyos. En la alta ribera del Paraguay oímos frecuentemente desde el buque un horrible fragor que en suposición de los marineros y soldados provenía le las cuevas de los tigres de agua que por las aguas afluyentes quedan socavadas poco a poco y finalmente se derrumban.

 

 

Uno de los animales de rapiña más feroces con cabeza de tigre y uñas de tigre en el tamaño de un perro grande de presa es el Aó, voz que entre los Guaraníes /376 denota vestimenta y que se dio a este animal porque en tiempos pasados los naturales se tejían ropas de su lana. No tiene cola y es tan feroz cuan veloz. Los Aós vagan en tropillas ya por las lagunas y los esteros ya en los bosques intransitables y lejanos. Si algún Indio cazador tiene la desgracia de cruzarse con ellos, se terminó si no se salva rápidamente por la huida o trepa por un árbol alto, y de este modo escapa a sus terribles dientes y garras. Pero tampoco está seguro en las ramas más altas pues la feroz bestia por no poder ascender por el árbol, excava sus raíces hasta que el mismo tronco cae y con él el Indio. De mejor manera proceden aquellos que desde un principio disparan todas sus flechas contra estos terribles animales. Así cuentan y creen todos los Indios y Españoles nacidos en el país. Yo que he viajado de a caballo y de a pié por tantas selvas, llanuras y pantanos no he visto ni la sombra de un Aó. Por lo tanto supongo con razón que éstos no deben ser frecuentes ni comunes en todo el país. Sería de desear que no se encontrara ninguno en todo Paracuaria. Los escritores mencionan al Famacosio como uno de los animales más feroces. Los más de nosotros opinan que éste se distingue del Aó únicamente por el nombre.

 

CAPIIGUARA O PUERCO DE AGUA

 

No solo en los ríos mayores sino también en los menores hay puercos de agua que se denominan entre los Guaraníes Capiiguará, pero entre los Abipones Atopehénra. A veces salen a pastar en los campos cercanos pero comen también hierbas causando gran perjuicio de los cultivos. Adultos son tan grandes /377 como puercos de dos años a los cuales asemejan también bastante en lo demás salvo que tienen una cabeza grande y globosa y casi como los gatos un bigote en el labio superior. Sus orejas son pequeñas, los ojos grandes y negros, los pelos pardos y muy cortos. Su boca aunque amplia está cerrada por labios angostos. No tienen cola, tienen cuarenta y ocho dientes no incluidos los dos grandes y curvos colmillos que sobresalen del hocico. Estos dientes son planos arriba pero huecos abajo y por esta causa están insertados firmemente en sus alvéolos diversos huesitos lo que sería demasiado largo y difícil de describir con palabras. Sus patas son como las del puerco; las anteriores tienen cuatro dedos, las posteriores tres. Nadan y caminan en tropillas y cruzan con asombrosa rapidez los ríos. De noche relinchan como los burros y asustan a veces los viajeros que aún no poseen bastante experiencia de América. Su carne asemeja bien en algo a la del puerco pero como huele a pescado, no la come casi nadie excepto los Indios. Pero hasta los Europeos encuentran sabrosos sus lechones. No es un arte sino una felicidad prender un capiiguará después de haberlo herido con lanzas, flecha o balas de fusil pues si bien siente la herida se sumerge debajo del agua y como estos animales son excelentes nadadores y zambullidores, llevan consigo las lanzas y flechas como he visto en muchas ocasiones. Cuando yo navegaba una vez por el Paraná Grande, vi en su ribera una tropilla de tales puercos de agua. Yo desembarqué y disparé un tiro al medio de ellos. Mi tiro acertó pero sin resultado, pues todos se tiraron al río sin que volviéramos a ver ni uno solo. Los Abipones que se ocupan /378 frecuentemente en esta caza, siguen nadando tras los puercos heridos hasta que los alcanzan debajo del agua. El cuero de Capiiguará es muy grueso y labrado convenientemente [por los curtidores] es de mucho y variado uso.

 

NUTRIA

 

Las que entre los Españoles se llaman nutrias y entre los Abipones Nichigehé abundan tanto en todos los ríos y lagos como entre nosotros las ranas en las charcas. Me parecen ser algo más pequeñas que las europeas, en lo demás son completamente iguales. Las más se ven en los territorios de los Abipones y en derredor de las ciudades de Santa Fe, Córdoba y Corrientes. En las distantes regiones boreales entre los Mocobíes y Tobas son más raras. Los salvajes las aprovechan en diversas maneras. Ellos comen la carne de las nutrias. Las mujeres quitan las patas de los cueros y los estiran bien cuadrados con palitos de madera para secarlos sobre el suelo. Una vez seco lo pintan de rojo en cuadrados como un tablero de damas. Con estos pellejos que curten solo a mano, componen unas mantas con tanto arte que aún el más perspicaz no descubre en ellas ni costuras ni comisuras. Su aguja es una espina fina y su hilo una fibrita delgadísima de caraguatá. Con estas mantas que son completamente cuadradas cual sábana o manteles, se cubren los Abipones día, y noche contra el riguroso viento sur. Los ancianos y las viejas las llevan aún bajo el calor solar más fuerte y las sostienen tan pronto con el pelo para afuera o para, adentro según se les ocurre. Cuando los Indios sudan sus mantas exhalan un olor casi insoportable para los circunstantes a causa de que los cueros de nutrias, /379 de los cuales ellas se componen, se curten solo por manos de mujeres y no se preparan debidamente por peleteros. Los Abipones salen generalmente a cazar nutrias cuando durante una sequía de largos años se secan casi por completo también los ríos y los lagos que entonces pueden vadearse de a pie. Ellos envían adelante sus galgos y en un solo día matan algunos cientos de nutrias. Como estas bestias tienen dientes extremadamente peligrosos y son mordedoras, los indios y perros vuelven en no pocas ocasiones con graves heridas de una caza de nutria. Lo sé por propia experiencia. Una vez yo pescaba con anzuelo en el río Narahegem. Mi perro, se llamaba Yapitalaká, se lanzó contra una nutria que asomaba desde el agua. Ambos nadaron luchando pertinazmente por obtener la victoria pero que no se inclinaba hacia ninguno mientras de pronto la nutria y de pronto el perro sacaban la cabeza. Al fin volvió mi Yapitalaká gravemente herido en el costado hacia mí, cuando yo había reído ya bastante ante esta lucha, que ya duraba más de un cuarto de hora y que el mismo Catón hubiera juzgado digna de risa. La herida grande sanó al fin mediante el continuo lamer del perro, pero después de algunos meses volvió a abrirse en algunas ocasiones. De ahí deduje cuan peligrosos debían ser los dientes de las nutrias.

 

CASTOR

 

Los castores pertenecen también a la clase de las nutrias pero por más que se ponderan en todas partes la arquitectura de sus cuevas, la suavidad de sus pelos y el castoreum que suministran a las farmacias, no he de referir nada de ellos porque son tan desconocidos en la América meridional /380 como abundan en la América del Norte. Por lo tanto, puede consultarse al respecto los escritores de este país que han escrito circunstancialmente sobre la materia de los castores.

 

YGUANA, O LAGARTO

 

La Yguana, un animal cuadrúpedo que en guaraní se llama Teyuguazú y en abipón Navolgraik, es de la clase de los lagartos y generalmente muy parecido al dragón que los pintores colocan debajo del caballo del santo caballero Jorge. Su longitud importa a veces más de una vara. Su vientre es grande y su cuero ornado con escamas verdes, blancas amarillas y también coloradas. Desde la cabeza hasta la punta de la cola sobresale en el dorso una aleta dentada casi como una sierra. Su cola es gruesa, larga y formada como por anillos, acá y acullá con manchas rojas y muy puntiaguda en la extremidad. La Iguana tiene ojos grandes y negros, una nariz doblemente abierta, cercana de la boca, dientes cortos, una lengua partida en dos que ella, al estar enojada, agita con extrema ligereza, y cuatro patas con cinco dedos prensados a lo ancho cual una suela y unidos por una fina membrana para nadar y con los cuales de pronto nada en el agua y de pronto asciende por los árboles. Este animal se esconde a veces en los rincones de las casas y puede aguantar el hambre por un tiempo extremadamente largo. No hace mal a ningún ser humano sino que se alimenta solo con avispas, huevos de aves, naranjas, limones, dulces y otras frutas de los árboles. La vida de las Yguanas es increíblemente tenaz. Puede quitárseles la piel, golpearles por la cabeza y pincharlas; ellas no mueren hasta que no se les corta la cabeza. Así como es horrendo su aspecto tiene buen sabor su carne blanca para muchísima gente. Mi colega me engañó en una ocasión de modo que /381 una vez la comí por un pescado y otra vez como gallina y ambas veces la encontré muy sabrosa. Sin embargo, a sabiendas no he podido jamás vencerme a comerla, tanto horror me infundía a mí y otros la figura exterior de este lagarto. E. P. José Gumilla que ha pasado muchos años en las reducciones de Nueva Granada [Colombia] confiesa en su descripción del río Urinoco [Orinoco], que él aborrecía a las Iguanas porque ella como todas las serpientes caía muerta en seguida ni bien se le introducían hojas de tabaco en la boca. Este ensayo lo movió a contar a la iguana en la familia de las serpientes y a tenerla por venenosa. Más esta sospecha queda evidentemente refutada por la experiencia mía y de tantos otros que han comido impunemente esta carne. Las hembritas ponen en posturas seguidas por unos días alrededor de cuarenta huevos que son redondos, del tamaño de nueces, blancos y amarillentos como huevos de gallina. Algunos los comen fritos. Como tienen grasa propia, se echa en la sartén solo un poco de agua en lugar del aceite y de la manteca. Se dice que en la cabeza se encuentran a veces unas piedritas que, pulverizadas y bebidas en alguna porción saludable, o también solo atadas sobre el vientre, expelen o alejan piedras de riñones. Otros afirman que en no sé cual otra parte de estos animales se halla otra piedra blanca de un peso de una onza que pulverizada y bebida en agua tibia, despide la orina contenida. Yo no he visto ni las piedras grandes ni chicas y menos las ensayé. En Paracuaria se ven aún otras clases de lagartos que son de diversa figura y color pero no tan memorables. /382 El camaleón que asemeja mucho a un lagarto, se ve sólo muy raras veces. Yo he visto desde una canoa uno solo, tendido en lo seco sobre la ribera, que saltó sin darme tiempo a observarlo.

 

LOBOS DE AGUA

 

En la mayoría de los ríos y aún hasta en los arroyuelos se encuentran dos clases de lobos. Los Abipones llaman Canelkiraik a los más grandes, a los menores Lakopách [pron. alemana: Lacopaj]. Las mujeres abipones amansan en sus casas sus críos y les dan hasta sus propios pechos. Algunas de ellas prestan este servicio amoroso también a los perros jóvenes, aunque ninguna mujer debe amamantar el niño de otra, porque su marido lo estimaría una ofensa y la repudiaría. Tales lobos están casi siempre escondidos debajo del agua aunque a veces salen a la ribera o permanecen en las cuevas que ellos excavan en la orilla alta. Aunque su carne no sirve para nada, los Abipones los matan, sin embargo, con dardos distintos, para poder usar su cuero que es pardo, con manchas amarillentas y extremadamente suave al tacto. Cuando los lobos nadan contra la corriente y parecen bailar con cierta alegría, los habitantes, como he dicho ya antes en algún otro pasaje, quieren adivinar una inundación cercana o una tormenta inminente. He encontrado muy acertadas estas señales en tantos ríos grandes por los cuales he navegado. En una ocasión hubiéramos sucumbido todos si no hubiéramos respetado el aviso agorero que nos dieron los lobos de agua y no hubiéramos anclado en un lugar seguro. Una de las tempestades más furiosas del Sur /383 sopló tan borrascosamente sobre el río que nos hacía temblar en nuestro mismo ancladero durante tres días.

 

LOBOS MARINOS

 

Los lobos marinos son extremadamente grandes. Se les ve innumerables en el Río de la Plata, especialmente en su desembocadura [por la cual cae el mar] La primera isla que aparece a los navegantes río arriba, lleva el nombre de sus muchos lobos (la isla de lobos). Nosotros hemos visto correr allá tropillas enteras de estos animales y hemos reído de las hembritas que asustadas por el estrépito de nuestro barco disparaban hacia todos lados con sus crías. Tienen más grasa que carne de manera que debe reinar hambre extrema para resolverse a comerla. Su cuero tira a amarillo, es muy hermoso y tiene sobre el lomo una lista negro y suave. Los Europeos pagan por él un precio muy alto. Aquellos de nuestra Sociedad que por orden del Rey Felipe V, rey de España, habían visitado las costas magallánicas informan en su pequeña descripción de viaje que los lobos marinos de allá son más grandes que un ternero de dos años, están parados derechos como a cordel sobre sus patas posteriores y pelean y que se equivocan muchos geógrafos que atribuyen a estos lobos una crin y el nombre de leones marinos. Poco me preocupo por esto. Otros den sentencia en esta disputa, yo la conceptúo cuestión de nombre. /384

 

RANAS, SAPOS

 

Sean los últimos de los anfibios los sapos y las ranas de los cuales se hallan llenos no solo todos los ríos, lagos y pantanos sino también todos los campos. Pero ¿cuál es su provecho, cual su actitud? Ellos continúan cantando su antigua queja aunque en Paracuaria no tienen motivo de quejarse porque allá están borrados del número de comestibles y excluidos de la cocina y por eso no encuentran aficionados ni perseguidores de manera que gozan su vida en plena seguridad. Su suerte es indudablemente más feliz que la de las Europeas que ya hervidas, ya fritas satisfacen el paladar de los antojadizos y deben restaurar la salud de los enfermos aunque a nadie envidio por ello. He deseado ya desde hace mucho que los indios voraces apetecieran su carne y exterminaran por completo las ranas. Es increíble cuanto nos ha cansado el croar de tantas ranas cantando en coro cuando nosotros dormíamos al aire libre a orillas de los lagos y ríos. Ellas tienen tan múltiples voces cuantos colores. Algunas cantan un tiple claro y de sonido puro, pero otras acompañan a estos cantores palustres con sus roncas voces de bajo. El estridor de un carro no engrasado nos habría sido diez veces más tolerable. En otro lugar hablaremos de los sapos, sanguijuelas u otros insectos venenosos. La rana se llama en abipón Oergeteté, pero el sapo Hiymeya.

 

AVES

 

Paracuaria no tiene aves europeas fuera de golondrinas, pero en cambio tiene aves indígenas que /385 en Europa se desconocen por completo. A aquellas las recomienda [la suavidad de] su canto, a éstas más el color de su plumaje. He de describir solo algunas de esta gran cantidad.

 

AVECILLA PICAFLOR

 

Entre todas las aves llama la atención una avecilla que es tan pequeña como hermosa. Los Abipones la llaman Cachimiegrâra, pero los Españoles Picaflor, o Lisonjero, y esto con razón porque ella pellizca en las flores y liba cual abeja el jugo. Es imposible ver algo más coloreado o gracioso que sus plumas. Todo el cuerpo del Picaflor no es más grande que una oliva o una nuez moscada. Tiene una pico largo y aún más puntiagudo que una aguja, ojos vivos y una lengua ancha pero tan delgada como un hilo de seda. Gorjea a veces bastante agradable pero casi imperceptiblemente. En una ocasión encontré en un santuario ya abandonado un nido de tales avecillas no más grande que una nuez y pendiente de un pelo de caballo desde los dos rincones de la pared. La hembrita incubaba ahí sobre dos huevos que en el tamaño semejaban a nuestras arvejas. Por este nido puede suponerse el escaso peso y la pequeñez de la avecilla. Sus plumas son ya de un verde claro (pues hemos descubierto nueve clases de estas avecillas) ya azules, ya amarillas de azafrán, ya rojas y también anaranjadas. Empero todas éstas parecen revestidas con el oro más refulgente. Al dar el sol sobre ellas, la vista humana no puede soportar su esplendor. El color de oro que se encuentra en la cola extendida del pavo real o en el cuello de los patos, es sólo una sombra al lado del color áureo de esta avecilla. Cuando liba /386 el jugo de las flores, no parece estar parada sobre ellas con sus pies sino colgar en el aire y siempre da vuelta aleteando y con las alas trémulas. Algunos llevaron estas avecillas a sus casas y aunque las alimentaron diligentemente con azúcar diluida en agua, éstas no pasaron jamás de cuatro días de vida por estar habituadas únicamente al jugo de las flores. Se dice que los indios del Perú en tiempos pasados habían compuesto con estas plumas tan inimitable y hermosamente coloradas y doradas unas imágenes tan artísticas que cualquiera hubiera jurado que estaban pintadas con el pincel y ornadas en oro. La observación de estas avecillas muy comunes en Paracuaria ha llamado frecuentemente toda mi atención y hallé tantas bellezas amontonadas en un cuerpo tan chico cual magna Iliada de Homero apretujada en una angosta nuez. Cuando en una ocasión un Europeo vio por primera vez el Picaflor, se asombró ante la gracia [que cabe] a las pequeñas cositas y admiró el gran Creador de la Naturaleza en la más pequeña de sus criaturas. Estas aves que junto con el nombre vulgar Picaflor se denominan en los vocabularios también Colibrí, Quentos, Quindos Rabilargos, Quachichil etc. se denominan en alemán Blumenhacker [hachadores de flores]. Sería más correcta llamarlos Blumensauger [libadores de flores].

 

CÓNDOR, O BUITRE

 

Pasemos desde la ave más pequeña a la. más grande. El Cóndor o como escriben otros, el Cuntùr, de la clase de los buitres, habita en las cimas de las más altas sierras de Tucumán y otros países desde donde desciende volando a los valles abajo para alzar una presa de entre los rebaños de ganados. /387 Su tamaño es [casi] increíble. Cuando extiende sus alas, mide diez y, según otros, hasta dieciséis pies. Cada cañón de pluma es grande como un dedo de hombre. He visto el ala de tal cóndor que se conservaba en Córdoba en nuestro colegio, tocado con las manos pero no la he medido. Tiene agudas uñas de gallina y un pico tan fuerte y filoso que con él perfora un cuero vacuno. Es negro y solo manchado por algunas partes con plumas blancas. Tiene sobre la cabeza una cresta cual gallo pero que no es tan dentada. Su fuerza iguala a su tamaño. El persigue mucho ciertos animales, especialmente a los terneros recién nacidos y los potrillos. A éstos les saca a pico primero los ojos, los mata y los devora como he visto con propios ojos. Se dice que transporta consigo corderos por el aire. Es increíble el estrago que causa entre el ganado lanar y de asta. Siempre vuelan varios en conjunto para una rapiña y en cantidad formidable arremeten hasta contra las bestias grandes. Como después de haberse saciado llenando su estómago de carnes se vuelven demasiado pesados para levantar vuelo, se alivian mediante vómitos para poder volar. Como los españoles cuidadores de ganado han notado esto, les tiran carne muy salada; los cóndores la devoran con avidez y como no pueden vomitarla y por lo tanto no pueden volar, corren por el campo donde se les mata generalmente a palos y a pedradas. De esto puede deducirse cuán beneficiosa es la sal para el cuerpo humano.

Una bandada de cóndores en vuelo produce un espantoso ruido cuando extienden sus enormes alas de modo que se asustan todos /388 cuantos lo oyen. En el aire no parecen más grandes que nuestros gorriones, tal es la altura a que se elevan. Cuando viajé por la sierra de Córdoba, he visto muchos, tanto volando como acechando al ganado en el campo y jamás he podido dejar de admirar bastante tan grandes máquinas corporales. Siempre creí que los buitres de gamuzas que existen en diversas sierras de Alemania a pesar de su tamaño no pueden ser comparados con los cóndores americanos.

 

AVESTRUZ

 

Los avestruces abundan mucho en las llanuras de una gran parte de Paracuaria y son demasiado conocidos en Europa para que yo debiera describir extensamente su figura. Sin embargo, he de mencionar brevemente sus cualidades más notables. En español se llama avestruz, en abipón Gejeñk, por otros [se llama] también Chuni. Se considera al avestruz un ave por ser alado aunque sus alas son demasiado débiles para su gran cuerpo para poder volar con ellas. Todo uso que él puede hacer de ellas consiste en acelerar su corrida pedreste como con remos y velas, especialmente cuando sopla un viento favorable pues el viento contrario lo retarda mucho. Su persecución no es fácil porque corre no solo con suma velocidad sino también en zigzag. Cuando se le persigue de a caballo, éste se confunde por tantos cambios de rienda y camino y cae junto con el jinete. De ahí puede deducirse que los cazadores de avestruces deben tener los caballos mejores y ser los jinetes más hábiles. Los peatones agarran con mayor dificultad y más raramente los avestruces porque éstos /389 huyen hasta ante la sombra de un ser humano, salvo que ellos [los peatones] fueran tan numerosos que por su multitud pudieran rodearlos. Cuando el avestruz mantiene erecto el cuello, llega hasta al vértice del hombre más alto pero esto solo debe atribuirse a la longitud del pescuezo y de las patas, pues su cabeza en si es muy pequeña. Por sobre los pequeños ojos penden unas cejas inmensamente grandes. El cuerpo equivale en peso al de un cordero. Los Indios comen y ponderan su carne que es generalmente muy gorda. Los Españoles consideran comibles y como lo mejor en el avestruz solo las alas y al comienzo los comí también pero posteriormente les tomé asco. Los Abipones se hacen alforjas, bolsas, cojines, etc. de sus plumas. Una parte de éste o sea de las posaderas se la coloca sobre la cabeza en vez de una gorra o de un yelmo. Ellos emplean muchísimo y para diversos usos las plumas. Con ellas se hacen también espanta moscas, abanicos contra las moscas y quitasoles que los Españoles nobles y las mujeres abiponas cuando van a caballo sostienen delante de sí para que el sol no les queme en demasía sus caras. Los hombres, en cambio, estiman que una cara quemada por el sol da gloria al guerrero y por esto religiosamente no tocan quitasol alguno. Los indios de todas las naciones suelen fijar en la parte más posterior del recado unas plumas de avestruz largas porque al moverse el caballo, se sacuden igualmente y ahuyentan con esto las moscas, tábanos, avispas y mosquitos que por lo común vuelan de todos lados en su derredor. Todas las avestruces hembritas que están próximas ponen sus huevos en un mismo lugar que luego sin ayuda humana o de un animal son incubados por el sol. Las crías son alimentadas por el machito, no por las hembritas. Los primeros /390 suelen abrir a picotazos los huevos aún llenos para que los ya dados a luz encuentren que comer y se alimenten con ellos. De este modo los hermanos nonatos son comidos por los recién nacidos. En un solo nido se encuentran a veces más de cien huevos. Los Españoles los comen ya asados, ya cocidos aunque son difíciles de digerir sin vino. Nosotros los hemos comido siempre con placer en los viajes por las llanuras. Con un solo huevo pueden saciarse varios [hombres], pues se pueden vaciar dentro de la cáscara de un huevo de avestruz, más o menos treinta y seis huevos de gallina. Afirmo esto de acuerdo con un médico anónimo que según su aserto ha hecho él mismo este experimento. Cualquiera puede convencerse que es realmente así, pues en Viena, donde escribo, se venden o exponen en todas las especierías huevos de avestruz. Su cáscara es firme y puede destinarse a diversos usos como una vasija de barro. Algunos la usan como incensario, otros adornan sus altares con ellos. Según el informe de alguno escritores, los turcos y los persas dejan colgar tales huevos cual adornos desde el cielo raso por entre las lámparas de sus mezquitas. Jamás pude presenciar sin asco, cómo los Abipones elegían entre los demás, los huevos ya podridos en los cuales ya se percibía el pollo de avestruz y lo engullían ávidamente. Yo comprendí muy bien esto porque sabía por experiencia que a todos los indios se les hacía agua la boca cual ante una delicia al ver los terneros nonatos que se retiraban de los vientres de las vacas carneadas. Los avestruces comen hierba, cereales, frutas, en total todo cuanto encuentran en el campo. Cuando por descuido engullen hierro o huesos, los expelen sin digerir y enteros. /391 Ellos visitan por la sombra las pequeñas isletas sitas en los campos. Con placer vi frecuentemente salir por cuadrillas y andar paseando, pero mi alegría no duraba mucho tiempo, pues ni bien venía algún jinete o peatón huían en seguida. Las crías se amansan pronto, caminan cual gallinas y perros por la localidad o el patio, juegan sin recelo con los niños y no se escapan jamás aunque el campo esté ante su vista. Casi no hay localidad india alguna donde no se encuentren tales avestruces mansos. En lo demás sus cualidades y su tamaño se diferencian también según la región como ocurre también en los diversos animales, plantas y árboles. Los de los alrededores de Buenos Aires y de Tucumán son los más grandes, negros, blancos y gris-cenicientos. Los del Estrecho de Magallanes son menos pesados de cuerpo pero tanto más hermosos pues sus plumas níveas tienen puntas negras y las [plumas] negras, blancas. Ellas ornarían insignemente los casquetes y sombreros de los europeos. Los Españoles estiman altamente los quitasoles hechos con ellas.

 

TUNCÃ [TUCÁN]

 

El tucán es notable principalmente porque su pico, en longitud, iguala a todo el cuerpo. El [pico] es muy liviano cual papel, de color amarillo limón con una lista negra y una mancha negra en el extremo. En la orilla está dentado cual una sierra. Esta ave tiene una lengua larga y ojos grandes y vivaces a los cuales rodea un pequeño círculo verdoso y a este otro más grande muy amarillo. Sus plumas se aproximan en mayor parte al color negruzco /392 excepto en el pescuezo que es blanco y la cola que en el extremo es elegantemente roja. También hay azules. Tienen en general el tamaño de una paloma. Algunos denominan al Tunca: el pájaro predicador (der Predigervogel), acaso por su voz resonante. Esta ave no admite relación social con ninguna otra aunque se la ve en todas partes en gran número. Ella come la semilla madura del árbol Cáa de cuyas hojas se hace el té paraguayo pero como no la puede digerir por su abundante goma, la expele otra vez de manera que de ahí nacen otros árboles y por su aumento unos bosques enteros para increíble provecho de los indígenas. He conocido un Abipón de la tribu Yaaukanigas que en toda ocasión de ir a un combate, se ataba en la nariz un gran pico de Tucán para aparecer tanto más terrorífico a los enemigos que intentaban atacar nuestra reducción.

 

CARDENAL

 

Los cardenales cantan primorosamente y en mi opinión quitarían la fama de nuestros canarios si pudieran hacer de continuo los trinos como éstos. Tienen su denominación por el magnífico color rojo purpurino en el cual lucen todas sus plumas. Solo el vértice de la cabeza está cubierto por un penachito negro como con una cofia. Su tamaño asemeja al de los jilgueros. Sobre los campos áridos que en su mayoría están cubiertos por cardos, vuelan en bandadas grandes y se dejan cazar con facilidad por los niños. A éstos se les paga en Corrientes una aguja por tres o cuatro cardenales vivos. Igualmente he conocido allá un viejo hermano lego francés de nuestra Sociedad /393 que estaba tan encantado con el canto de estas aves purpurinas que durante varios años ha dado de comer a las que llenaban un cuarto entero. Yo he visto también otros cardenales que semejaban por completo a los primeros excepto que eran más grandes que estorninos y por lo tanto más grandes que los anteriores.

 

CHOPÎ

 

Los Chopí son tan grandes como nuestras golondrinas, de plumas negras o azules pero cuando sobre ellas brilla el sol, vuelan en bandadas como los gorriones sobre los techos, en los campos de cereales y cantan muy agradablemente. Alguien esparcía diariamente en nuestro patio a medio día migas de pan y granitos y gran cantidad de aves acudían volando para comerlos. Hay aún otras aves muy pequeñas cuyos nombres ya no sé que cantan muy hermosamente en los jardines entre las ramas de los árboles, pero no aguantan mucho en la jaula.

 

QUIRAPÚ

 

Un ave del tamaño de las palomas se llama Quirapú que en guaraní denota una ave sonante porque su voz suena como una campana de metal. Ella es de color gris ceniciento o blanquisco, tiene unos bellos ojos, una gran cabeza y una garganta verde que se hincha cuando trina. No permanece mucho tiempo en un mismo lugar sino que vuela con la mayor velocidad desde un árbol al otro. Por esta causa se cazan muy pocas y solo con gran trabajo. Conozco aún otras aves que llevan este mismo nombre (los Quirapú miri), pero que son más pequeñas y de color blanco y pardo. /394 Vuelan reunidas en bandadas. En cuanto una empieza a cantar, callan todas las demás.

 

TIÑINI

 

El ave Tañini imita especialmente durante la noche la voz humana y asusta a veces los extranjeros que pernoctan en el bosque, pues ellos sospechan un asalto enemigo o por lo menos un espía enemigo. Conozco a alguien que por ello permaneció despierto durante toda la noche ya que más tarde el mismo me contó.

 

TIJERAS

 

Los Españoles llaman Tijeras (Schere) a una ave completamente blanca, algo menor que nuestro gorrión, por que abre y cierra su larga cola compuesta por dos largas plumas níveas.

 

VARIAS PALOMAS SILVESTRES

 

La Apicazú, Yerutí y otras clases de las palomas silvestres vagan en bandadas y dañan detestablemente los cultivos y jardines, especialmente las vides, si las hormigas que destruyen todo han dejado algunos racimos de uvas. Ellas deleitan la vista por su elegante mezcla de colores pero más aún al paladar cuando están hervidas o asadas.

 

IÑAMBÚ

 

Aquellas regiones están llenas de un ave que los Españoles denominan perdiz, los Guaraníes Iñambú, pero los Abipones Uimiral o Nahál. /395 Asemeja en parte a una perdiz, en parte a una codorniz. Su carne es por cierto muy blanca y sabrosa pero muy seca. Difícilmente se habrá visto una ave más estúpida que se deja prender con mayor frecuencia y facilidad. Si uno cabalga algunas veces en su derredor cuando está sentada sobre el césped, como ella también gira, se le abate sea con un correón de las riendas o con una caña. Diariamente se traen innumerables a Buenos Aires donde se venden a muy bajos precios.

 

MARTINETAS Y GALLINETAS

 

Entre las perdices se cuentan también las que son más grandes que una gallina, ornadas de diversos colores y un bello copete y que son muy sabrosas para comer. Los Españoles las denominan Martinetas y Gallinetas pero los Abipones Yauik Loapel a causa de su yelmo de bellos colores rojos.

 

ESPECIES DE FAISANES

 

Hay en Paracuaria una cantidad de aves que semejan mucho a los faisanes. Las más numerosas son las llamadas Yacú por los Guaraníes, por los Abipones Akilgitá, por los Españoles la Pava y por otros Indios Charrata [charata]. Son del tamaño de un pollo desarrollado, de color renegrido y un bocado delicioso para el paladar. Prefieren estar en los bosques cercanos a ríos o lagos. Al salir o entrar el sol, se hallan muchas sobre algún árbol. Si se baja a tiros a alguna, las demás no se ausentan volando sino que quedan sobre la misma rama sobre la cual estaban sentadas y se acercan siempre más entre ellas de manera que todas unas después de la otra pueden ser bajadas a tiros. Yo he hecho esto frecuentemente y siempre extrañé muchísimo que estas /396 aves no se asustaran ni por el estruendo de la pólvora ni por la caída de sus hermanos. Esta inmovilidad que se debe admirar como una virtud heroica en un soldado que en medio de los cadáveres permanece impertérrito en el lugar de combate, es en las Yacú un testimonio de su increíble estupidez. Todas las demás aves, lejos de imitarla, emprenden en cambio la huida ante el menor ruido. En la localidad de S. Fernando que se halla rodeada casi por completo por bosques y lagos, el P. José Klein mató durante veinte años innumerables faisanes paracuarios.

 

MBITUÚ

 

Con mayor razón merece ser contado como perteneciente a los faisanes el Mbituú, un ave semejante al gallo de Calcuta, que el vulgo denomina gallo de India. Sus plumas negras terminan en puntas blancas, pero su vientre es de variado color como las perdices. Sobre la cabeza eleva, cual yelmo, un copete de plumas negras y blancas y suaves como seda, las que él extiende en la ira. Su pico es largo, corvo o negruzco; Tiene una cola larga y ancha. En su cabeza elegante se hallan metidos unos grandes ojos negros y brillantes. Sus altas piernas se paran sobre cuatro dedos de gallina. En S. Joaquín [las] hemos mantenido durante un tiempo en nuestra casa. Se amansan pronto y le gustan los sitios altos. Todos ponderan su carne tierna. Ojalá fuere tan numerosa en el bosque cuan sabrosa es en la fuente.

 

GENEROS DE LOROS

 

Los loros son en Paracuaria infinitamente variados y numerosos. Todas estas variedades se distinguen entre sí por la diferencia de su conformación corporal, su voz y plumas como los regimientos por el color de su uniforme, sus armas y divisas. /397 En español todos se llaman loro y papagayo y en abipón Kahaora. Los Guaraníes denominan sus especies con un nombre especial. Los más conocidos son: Paracau teé, Paracau bay, Iribaya, Aruay, Tuî, Mbaracana, Quaá y, según otros, Guacamayo, en abipón Natalgelá, latenk, Caninde, Catita, en abipón Kikilk y otros muchísimos más que puedo aún memorar muy bien pero cuyos nombres ya he olvidado. De cada [clase] conocida por mi, aduciré lo más esencial. Paracauteé significa un legítimo y verdadero papagayo porque éste posee el mayor talento en imitar las voces de las gentes y de los animales. Tiene el tamaño de una palomita y no sólo plumas verdes sino también amarillas, rojas y azules sobre la cabeza, cola y alas. Yo alimentaba uno durante cinco años que se llamaba Don Pedro y me acompañó en los viajes más largos. El pronunciaba muchísimas palabras y hasta oraciones enteras en español, guaraní y abipón, pues con estas naciones he tratado por intervalos. Aprendió de mi hasta una cancioncita española. Además imitaba hábilmente la tos fuerte, la risa, llanto, ladrido y cien otras pruebas semejantes. Uno hubiese jurado estar oyendo un ser humano. En cuantas veces yo salía de a pie o a caballo, se colocaba sobre mi hombro y charlaba y hacía comiquerías. Cuando yo, harto de su gritería, no quise llevarlo más y por ello lo di a mi acompañante indio, mordió enojado a éste en la oreja y revolaba apurado hacia mí. Por mucho tiempo rió tras una guaraní que montada en un asno se cruzó con nosotros. Si bien todo el día permanecía muy tranquilo sobre mi hombro, se tornaba, muchas veces rebelde como las gallinas /398 a la hora del crepúsculo y muchos días aleteaba y me picoteaba repetidamente en las orejas, para recordarme amigablemente que debía formar el campamento nocturno. Cuando al siguiente día, yo volvía a montar a caballo, él estaba de nuevo alegre y vivaz y no sabía dar fin a los cantos y risas. En la localidad se paseaba sobre un largo cordel estirado entre dos columnas pero solo de día, pues él pasaba la noche en mi cuarto para no ser comido por el gato. Cuando yo pasaba al comedor, me seguía apurado, recorría cual centinela la mesa mientras almorzábamos y picoteaba siempre en plena ira contra el indio que retiraba las fuentes con las comidas sobrantes. Lo que le placía probaba, robaba y lo engullía en seguida. Cuando paseaba por el patio, restregaba y afilaba su pico en la arena que comía a veces como una medicina. Si caía un chaparrón, extendía ampliamente sus alas y ponía terriblemente de punta las plumas de la cabeza, torcía los ojos a derecha y izquierda, abría la boca y dejaba para que, como un espectro, su cuerpo se remojara bien bajo la lluvia. Cuando estaba completamente remojado, y temblaba de frío, volaba a mi cual náufrago al puerto porque el sabía que yo iba a secar y calentarlo. A mi me parecía que el quería ahogar mediante este baño la sabandija que se ponía sobre su piel. Al principio atacó con el pico por envidia a otro papagayo chico al que yo acariciaba. Pero las adulaciones del pequeño conquistaron de tal modo al viejo que no solo lo hacía dormir debajo de sus alas sino que lo trataba también como su discípulo y casi diría, /399 como su hijito. Lo que el viejo le pronunciaba primero con su voz ronca repetía el joven con su voz suave. Nadie ha contemplado sin reírse esta enseñanza. Los Guaraníes atan del pie a todos los papagayos con un hilo sobre una larga caña para impedir su huida. A nosotros nos disgustaban tales ataduras, nosotros recortábamos las plumas en nuestros papagayos en una de las alas en parte para que no pudieran volar ni poco ni mucho ni sostenerse volando y en lo demás les dejábamos la libertad de ambular como quisieran. Al fin a pesar de su fidelidad de tantos años, se le ocurrió a mi don Pedro, cuando las alas le crecieron en demasía sin notarlo yo, escaparse y no retornar. Tras mucho buscarlo, no pudimos dar con un indicio de él. A los tres días cuando yo cruzaba el bosque, me vio y me reconoció desde un alto árbol. Inmediatamente se arrastró apresuradamente mediante sus garras y pico a través de los árboles hacia mi y voló sobre mi hombro repitiendo de continuo su Don Pedro (32e). Sin embargo, sus adulaciones no le absolvieron de la pena por su infidelidad pues yo le recorté las alas traviesas. Frecuentemente he admirado que este papagayo empleaba tan convenientemente sus palabras como si hubiera comprendido su sentido. Cuando él tenía hambre, decía con voz lastimera: Pobre Don Pedro (33e), hasta que al fin se le daba raíces, pan o alguna otra comida. He querido referir algo más circunstancialmente tal cosa de mi papagayo del cual recuerdo siempre con placer, para dar un testimonio del buen carácter de los animales y demostrar que se exhiben más agradecidos y obsecuentes con sus maestros que muchos salvajes. Las hembritas aprenden a hablar más pronto y mejor que /400 los machitos. Así mi colega tenía una que podía recitar excelentemente en guaraní al padrenuestro: "Orerúba ybaté ereybae, etc.". Yo creía frecuentemente escuchar un niño orante. Esto es extraño y admirable porque encontramos mudas y casi carentes de canto las hembritas de las demás aves. Jamás he comprendido de qué manera los papagayos traídos por los ingleses y holandeses a Europa desde los más extremos confines de Asia Africa y América y obligados a peregrinar frecuentemente por muchos meses y también por años aprenden, sin embargo, frases alemanas y francesas o de cualquier lengua europea mientras en Paracuaria se estiman aptas para aprender a hablar únicamente las aves aún sin plumas y recién sacadas del nido. En realidad hemos encontrado siempre más indóciles los mayores. Ellos aprenden mejor y más certeramente durante la noche o en un lugar obscuro donde no ven, no oyen, aunque también en el patio sobre su vara o atados al cordel aprenden a imitar el ladrido de los perros, el relincho de los caballos, el mugido de las vacas, la tos de los ancianos y los silbidos, risas y llantos de los niños porque son muy atentos a todo. Hemos notado también por una larga experiencia que los papagayos se dejan enseñar de mayor grado y mejor por los muchachos y las mujeres que tienen una voz más suave, que por los hombres.

Los Paracaubay son del mismo tamaño y figura que los Paracauteé excepto que tienen únicamente plumas verdes y entre ellas sólo unas pocas azules sin que se pudiera descubrir en la cabeza, cola o alas una anaranjada o rosácea. Parlotean, en esto es maestra la naturaleza, como sermoneando algo /401 que nadie entiende. Ellos no pueden aprender a proferir jamás una voz articulada y sólo sirven para ser comidos.

Los Arnay son algo más chicos, muy bellos, ornados magníficamente con plumas de color rosáceo, amarillas y verdes y muy locuaces si uno se ocupa de ellos.

El Iribaya es casi no mayor que un jilguero con plumas de color verde obscuro a las cuales hay mezcladas también algunas rojas y azules. Un círculo rojo rodea sus ojos y lo distingue de todos los demás. Es más vivaz, locuaz, inquieto y mordaz pero no tiene, sin embargo, disposición alguna para aprender a hablar y tiene una voz estridente. Son tan numerosos en algunos bosques que en ellos no se deja ver ningún otro papagayo.

Los Mbaracana y otros papagayos similares completamente verdes, no son en lo más mínimo bellos ni dóciles, pero no obstante los Indios crían muchos de ellos. Los Tuy son de color distinto. Todos se reconocen por el color gris de su plumaje. Los más pequeños no son mayores que el dedo meñique de una mano de hombre pero muy muy alegres y también más mordedores que los otros.

Los Papagayos más grandes y más bellos en el Paraguay son los Quaá o, como dicen otros, los Quacamayo y Canindé. Las plumas de este último son de un azul de Berlin [Prusia] y de color sumamente amarillo. Las del primero son rojas y azul obscuras. Su cola reluce con plumas de un largo de una vara. Ambos se parecen tanto en la figura como en el tamaño, en el cual sobrepasan mucho al gallo. Tienen un pico tan fuerte que de un solo golpe rompen las cáscaras de almendras más duras y, /402 por ello deben ser tratados con cautela [con las manos]. Para amansarse no tienen sus iguales. En S. Joaquín tuve unos meses un Quaá y Caninde. Ellos paseaban durante todo el día en nuestro patio. No podían ser separados pero cuando estaban juntos, reñían de continuo entre sí. Así les correspondía literalmente el verso [de] algún poeta: [No puedo vivir contigo ni sin ti]. Habiendo buen tiempo, ascendían muchas veces por la escalera de madera al campanario que de acuerdo con la costumbre del país está construido por cuatro columnas de madera y hacían ahí de predicadores; bajo continuo aleteo, elevación y mudanza de la voz dirigían la palabra a los circunstantes pero que no significaba nada, pues fuera de su nombre Quaá que pronuncian frecuentemente con voz ronca fuerte y perceptiblemente no aprenden palabra alguna. Yo envié estos papagayos al célebre vencedor y gobernador de Buenos Aires Pedro de Zevallos que entonces se hallaba con quinientos dragones en la localidad guaraní de San Borja en la costa oriental del Uruguay. Para mayor seriedad militar, él solía ostentar siempre gran gravedad, no obstante se entretenía de buen grado con estas dos aves, especialmente con el Canindé por llevar el color del uniforme de sus dragones, es decir azul y amarillo. Muchas veces he expresado el deseo de obtener algún Canindé aún implume, recientemente sacado del nido, porque de seguro le habría enseñado a hablar. Mas mis deseos fueron vanos y los Indios más ancianos nacidos y criados en el bosque me respondían todos unánimemente. Tupã immanangára nõte oiquaá. (Sólo Dios el Omni-creador sabe donde los Canindé /403 tienen sus nidos). Pues se cree que ellos incuban sus crías en los bosques remotos donde muy raramente llega alguien y salen volando con éstas al aire libre recién cuando ya están crecidas, hacia las pequeñas palmeras llamadas Yatai que ofrecen a las bandadas de loros sus frutos comestibles. Los Indios, escondidos entre las ramas, cazan con lazos gran cantidad de estos papagayos. En Viena he admirado en el antiguo palacio imperial, hoy Belvedere, en la galería de cuadros donde se guardan obras artísticas de los más famosos pintores de los tiempos antiguos y modernos un Canindé fielmente pintado conforme con la naturaleza y deseé que los historiadores escribieran tan sinceramente la historia de América como el pintor esta ave americana. Aunque los papagayos de todas las clases se hallan en venta en comercios en Lisboa como también se exhiben en los jardines zoológicos de grandes señores, no he visto ningún Canindé fuera del Paraguay que en belleza ceda ante papagayo alguno. Es cierto que en el Paraguay no se le ve en todas partes porque, como los otros papagayos de las especias más bellas, él tiene sus lugares de vivencia sólo en los bosques situados hacia el Norte. En las regiones sureñas vagan volando en bandadas en los bosques unos papagayos grandes, obscuros y verdes obscuros, especialmente en los palmares causando una abominable gritería. En estas mismas regiones existen también diferentes e innumerables [papagayos] verde pálidos pequeños en el tamaño de una paloma. Los Españoles los llaman Catitas, los Abipones Kikilk. Estos son alegres, ágiles, vivos, astutos y bastantes hábiles para aprender algunas palabras. Se guardan dentro de jaulas de cuero. Es increíble cómo devastan los campos de trigo turco. Es preciso sostener cuidadores especiales para ahuyentarlos de vez en cuando. En San Joaquín /404 tuve una vez sobre una mesa de pata torneada que podía ser movida de un lugar a otro, y crié y observé, nueve papagayos que habían sido reunidos en algunos meses, y que eran todos de distinta clase y de diferente nombre. Una vez, estando yo ausente, un gato se comió a algunos y el más lindo, un aruay, se escapó; de modo que dejé en libertad a los demás. Los indios saben cambiar el color natural de los papagayos por otro que ellos eligen a voluntad. Vale la pena explicar este singular artificio. Arrancan de raíz las plumas naturales, y frotan mucho con la mano ese lugar de donde se arrancó la pluma, hasta que se enrojece y brota sangre. Si inyectaron un líquido amarillo, azul o rojo, nacerán alas amarillas, azules o rojas. Esta es la costumbre entre los bárbaros brasileros, guaraníes, y, según lo atestigua el Padre José Sánchez Labrador, entre los mbayás. Pero, como él mismo pudo observar y los indios le enseñaron, en otoño las plumas verdes se cambian con gran facilidad en amarillas, pero si se arrancan las amarillas, no vuelven a crecer verdes. ¿No querrían los europeos hacer esta experiencia con sus aves? Sería en verdad un ave rara y preciosa un canario rojo, un jilguero azafranado o una alondra azulada. No les faltarían a ellos los jugos de donde podrían obtener variados colores. Los indios usan la cochinilla para el rojo grana; para un rojo más débil el achote urucú, para el amarillo brillante la virga áurea, para el azul, el índigo y para el negro, el ñandipá. Los /405 papagayos tienen un color lindo y una alegre garrulidad y son tan preciosos para deleitar el estómago como los ojos y el oído. Como su carne es algo dura, es preciso macerarla algo para tornarla más blanda. Pero ni yo ni los Indios nos tomábamos este trabajo cuando nos encontrábamos de viaje. El hambre es el mejor condimento. Los dientes pueden masticar con algo más de trabajo con tal que el estómago impetuoso en sus exigencias quede satisfecho. Como los papagayos son muy desconfiados, no conviene cualquier tiempo para cazarlos. Mientras están sentados en reunión sobre las ramas más altas de los árboles, uno de ellos monta la guardia sobre la cima más elevada, desde donde al ver a alguien, previene en seguida con un fuerte grito a sus camaradas contra el peligro y les da la orden de huida. En hora de crepúsculo, se aprestan para el sosiego como las gallinas; generalmente una cuadrilla entera baja a sentarse sobre un solo árbol. Como cada uno pretende ocupar un lugar más alto, surge diariamente entre ellos una pelea porque cada cual trata de empujar al otro hacia afuera del sitio ocupado. En esto gritan horriblemente y en cantidades vuelan las plumas que ellos se arrancan mutuamente ya con el pico, ya con las uñas. Durante esta pelea por el sitio más elevado, el Indio [o el español] se allega con pasos cautelosos y baja, mediante el arco y el fusil, las partes litigantes. Es la vera imagen de los ambiciosos que muchas veces sucumben los unos junto con los otros mientras tratan de hundirse mutuamente. En el bosque por el cual corre el río, en una noche en que yo pasé allí con indios compañeros de viaje, cayó un rayo en un árbol ocupado por innúmeros papagayos que en seguida se desparramaron por todos lados y llenaron con su espantosa gritería nuestros oídos y /406 todo el contorno. Si a veces en diversas casas distinguidas se oye denominar los papagayos de un modo diferente al que yo he usado hasta aquí, puede creerse con seguridad que son traídos bien sea por los Ingleses, Holandeses o Portugueses desde el Asia, Africa u otras provincias americanas o han recibido otros nombres arbitrarios. En el Paraguay no se conocen los papagayos con los penachitos rojos que se llaman entre nosotros Cacatúa, los gris cenicientos de los cuales he visto muchos en Alemania y otros semejantes. Los pequeños que nosotros llamábamos en guaraní Tuy, se llaman en francés Perroquét. Y los grandes de plumas rojas y azules que llamamos Quaá o Quacamayo, los Alemanes denominan erróneamente cuervos indios. En seguida diré lo que son cuervos americanos.

 

CUERVOS AMERICANOS

 

Si bien los cuervos americanos son también negros como los europeos, son, sin embargo, mucho más grandes que éstos. Su cabeza y pescuezo hasta donde nacen las alas son desnudos, sin ningunas plumas y arrugados. Ellos comen también sólo los cadáveres y las entrañas de los animales carneados. Cuando de acuerdo con la costumbre de aquel país se sacrifican bueyes en el campo, se allegan en seguida desde los techos y los árboles los cuervos a las tripas abandonadas y después de que cada uno las ha agarrado de una [u] otra extremidad, las llevan en pleno vuelo cual sogas largamente tendidas al aire. Su rey es blanco como nieve y, las raras veces que se hace ver vuela siempre rodeado por varios negros, cual satélites. Yo mismo he observado en S. Jerónimo esta cosa antes increíble para mí porque los Abipones me /407 habían hecho notar el arribo del rey de los cuervos. Ellos llaman a éste Oaeñik, pero a los cuervos comunes [los llaman] Rateghám, Hapeú, Roerepiglemarát. Como los similares entre si se reúnen de buen grado, los Abipones que anteriormente vivieron del robo, crían en sus casas los pollos de estas aves de rapaces y los amansan admirablemente hasta un cierto grado. Los grandes vuelan tras sus amos cuando estos cabalgan por los campos, a veces a distancias de muchas leguas o van a la caza, se detienen cuando éstos se detienen y vuelven con éstos al hogar sin dejarse seducir por los cuervos comunes que encuentran durante el viaje, a una deslealtad para con sus amos. La mayoría de los naturales usan estas plumas [de cuervos] para sus flechas por ser muy fuertes.

 

CARACARÃ, O CARRANCHO

 

Son compañeros de tribu y ayudantes de los cuervos ciertas aves que los Españoles denominan Caracarás o carranchos pero los Abipones Eeprai. Sus plumas son negri-pardas y jaspeadas con puntos amarillos y blancos. En el tamaño asemeja a una gallina pero en la cabeza, pico corvo, sus largas y puntiagudas garras y la larga cola (asemejan) a un halcón. Ellos, como los cuervos, apetecen los cadáveres, y acechan constantemente las gallinas y demás aves. Su carne no sirve para nada.

 

HALCONES VARIOS

 

A los caracarás hago seguir los Kirikirí, halcones manchados con puntos de diversos colores. No terminaría si yo fuera a considerar todos los pájaros pertenecientes a la familia de los halcones. En ella /408 se cuentan los Nariam o Gavilanes y el Kataingit o halcón, etc. De entre los búhos son los más conocidos el Kikik [o sea la] lechuza, Kaalekavalk [o sea el] mochuelo, etc. El "Fledermaus" se llama en abipón Kahit, y en español Murciélago. Hay una gran cantidad de ellos y de varias especies como informaré en otro lugar.

 

ANSAR

 

En el Paraguay se ven tantas y tan diversas aves acuáticas que si yo quisiera describir debidamente todas, llenaría con ellas un tomo entero. Por esto sólo mencionaré algunas. En los lagos encontré aunque más raramente, una increíble cantidad de ánsares como los europeos. En cambio hay no sólo en los lagos sino también en la mayoría de los ríos, tal cantidad de patos que no pudimos beber el agua a causa del estiércol de éstos animales que nadan en ella.

 

PATOS DIVERSOS

 

Los de plumas negras y blancas a los cuales los Españoles llaman patos reales (Königsenten), pero los Abipones Kaénra, son los más frecuentes y (viven) de día en el agua y de noche sobre los árboles cercanos al agua. Con mayor facilidad y frecuencia se los mata con fusiles fuera del agua. Muy raras veces sus pollos se domestican en los pueblos. Hay también otras especies de patos denominados Roakabí por los Abipones y que tienen plumas de muchos colores y patas rojos. Los patos chicos, en abipón Ruililié, vuelan en bandadas durante la noche con grandes silbidos y los Abipones supersticiosos los suponen espíritus, fantasmas o ánimas de los difuntos (Mehalenkachié). Especialmente memorables [entre muchos otros] me parecen ciertos patos /409 de un tamaño mediano que desde la cabeza hasta a la cola son de un color rosado y a la vez un símbolo de belleza humana pues tanto como por su figura amena, deleita los ojos, tanto más incomodan por el fétido olor que les es propio de naturaleza. Debajo de las plumas de las alas y del resto del cuerpo de hermosísimo color (no solo las plumas sino también los canutos con los que escribimos, están teñidos de rojo vivo) se esconde una piel, huesos y una carne muy escasa y de muy mal olor. El olfato de quienes arrancan de este abominable las plumas rosadas, debe padecer extremadamente durante esta ocupación. Sus plumas son más delgadas y más finas que las plumas de ganso. Los Abipones las usan para sus coronas de plumas. He escrito con ellas durante mucho tiempo.

 

CIGÜEÑAS

 

El Paraguay no carece tampoco de aves fluviales que semejan mucho a las nuestras. Los españoles las llaman cigüeñas y garzas; los abipones las denominan Nétagrãnak y Yavige lichil, respectivamente.

 

HARIA

 

La Haria, una ave del tamaño de una cigüeña, es un enemigo acérrimo de todas las serpientes. Las mata con su pico y las come. En las casas de los Españoles se amansa pronto y es muy útil en sus huertas pues las limpia de toda sabandija nociva o la mantiene alejada por el temor.

En muchas ocasiones tuve que reír también por otra ave fluvial grande, la cual, al extender su pescuezo, sobrepasa los hombres más altos y pesa más de un cordero. Ella es completamente blanca, tiene patas largas y por varias horas queda parada inmóvil dentro del agua en un estado meditabundo. Confieso haber olvidado su nombre.

 

CUERVOS ACUATICOS

 

En el río Paraná y también en otras partes se ven numerosos cuervos acuáticos en abipón Halemraye. Los naturales comen con gusto sus crías a pesar de tener todos un /410 asco invencible a los pollos [gallinas], y aves. Sería demasiado extenso si yo fuera a mencionar todas las diversas especies de aves acuáticas que vagan en bandadas por los grandes ríos y viven de pescados.

GOLONDRINAS

Antes de pasar desde las aves a los peces quiero agregar como un apéndice lo siguiente con referencia a las gallinas y golondrinas comunes. Estas se asemejan por completo a las europeas en la figura, el canto y costumbres. Aunque en el Paraguay no cae nieve alguna, sin embargo como el viento frío del sur causa una temperatura áspera, migran las golondrinas al comienzo del otoño, quien sabe hacia donde, para pasar allá el invierno y regresar al comienzo de la primavera.

 

GALLINAS BRASILEÑAS

 

Las gallinas paracuarias son formadas y emplumadas como las europeas. Hace unos pocos años fueron traídas al Paraguay desde el Brasil algunas gallinas que sobrepasan a las gallinas comunes en tamaño, pero no en la calidad de la carne pues ésta es en ellas dura y no sabrosa. Sus crías una vez salidas de los huevos andan desnudas por mucho tiempo y después de algunas semanas les salen las plumas. Los gallos son insólitamente grandes y en lugar de la cresta de gallo de los nuestros tienen grandes coronas purpurinas de una magnificencia especial. En el año 1748 vi en el criadero del gran duque de Toscana diversas gallinas asiáticas y africanas cuya extraña constitución yo no me cansaba de admirar. Ahora vamos a contemplar también la grey escamífera paracuaria. /411

 

Algunos peces chaqueños. (Pulsar sobre el ícono para obtener la imágen)

 

GENEROS DE PECES

 

No he visto en toda Paracuaria peces europeos pero, en cambio, no pocos en muchos aspectos se asemejan a los nuestros. Aquí mencionaré sólo aquellos que conozco y que tienen denominaciones indias o españolas. Sé aún de unas veinte y tantas especies a saber: los Dorado, Pacú, Corvino, Mungrúllu, Sábalo, Boga, Armado, Zurubí, Palometa, Patí, Peje blanco, Dentudo, Raya, Vagre o Ñundiá, Mandiy, Machete, Suchí, Mojarra, Vieja, Anguilla, Murena, Peje Rey, Sardina, Almeja grande, Lisa, varios Piquí, etc.

 

DORADO

 

El Dorado, denominado por los Guaraníes Pyrarú y por los Abipones Henegelraik ha recibido del brillo de oro de sus escamas el nombre de un pez dorado. En frecuentes ocasiones es muy grande y tiene una carne granulosa, blanca y muy sabrosa. Su cabeza cuenta entre los bocados de regalo aunque por lo general en Paracuaria vienen a la mesa casi todos los pescados sin la cabeza, la cual se corta en la cocina y se desecha. Tales peces dorados se pescan en los ríos. Pero pescamos también muchos de ellos en ciertas regiones del mar, especialmente cuando una tormenta se acercaba violenta. Ellos picaban apresurados en nuestros anzuelos como si hubieran adivinado la tempestad y hubieran temido ser zangoloteados en el mar. /412

 

PACÚ

 

El Pacú, en abipón Katlaán lanza, se distingue no sólo por su largo y ancho sino también por su sabor exquisito. Es muy gordo. Sus escamas son pardas y en algunos sitios también amarillas como azufre. Su cabeza parece ser demasiado chica en relación con el resto de su cuerpo. En el río Paraná como también en otros ríos menores que se reúnen con éste, se encuentra muy frecuentemente este pez sabroso.

 

CORVINO

 

Por lo general el Corvino se pesca comúnmente con anzuelo en las bahías de Montevideo y Maldonado y en sus cercanías donde el agua dulce del Río de la Plata se une con el agua salada del mar. Es casi igual a una carpa, pero mucho mayor y más sabroso, de modo que es solicitado también por los habitantes de ciudades más distantes.

 

MUNGRÚLLU

 

El Mungrúllu es el pez más fuerte y más grande de todos los peces fluviales en el Paraguay y pesa más de un quintal. Su carne es gorda y rojiza.

 

ZURUBÍ

 

El zurubí, en abipón Etapranak, no es mucho más chico que el anterior y no tiene escamas sino una piel de color casi ceniciento, lisa y escurridiza, la que está muy jaspeada y atigrada, con grandes puntos negros. El brinda una carne blanca, gorda, sabrosa y sana. Su peso, /413 puede conocerse por el hecho de que dos indios tienen bastante peso si se le cuelga en una vara.

 

PATÍ

 

El patí se considera casi igual al anterior, tanto en peso como en buena calidad.

 

ARMADO

 

El armado merece sin duda su nombre ya que está armado en los costados y en el lomo con ocho aletas agudísimas y branquias. Mientras el pescador le retira de su boca el anzuelo, él, rugiendo horriblemente y revolcándose, trata de herirlo. Por esto, cuando se le saca del río, es necesario pegarle primero fuertemente con un palo en la cabeza la cual, parecida a una cabeza de sapo, se halla cubierta en su anchura con una cáscara negra cual un escudo. Tiene ojos chicos pero claros rodeados por un círculo áureo amarillo oro, una boca angosta pero terrorífica por el grueso mostacho erizado cual corresponde a un militar. El cuerpo es de color de hierro y acorazado con espinas largas y duras. Este pez es más grueso que largo y frecuentemente pesa cuatro, seis y aún más libras. Su carne es un plato muy sabroso y también muy sano para los enfermos como se cree. Este noble pez abunda en el río Paraguay. Cuando navegábamos desde Asunción hacia Buenos Aires, pescábamos diariamente unos cuantos con el anzuelo. Como yo había envuelto mi mano con el cordel con el cual pescaba hubiera sido casi arrastrado desde la proa del buque para dentro del río /414 por un gran Armado que tiraba del anzuelo. Cuando estaba en peligro pedí auxilio y un soldado español me salvó cual Rafael a Tobías en época Pasada, pues mantuvo contra sí con ambas manos el cordel para que yo pudiera desatar mis manos.

 

BAGRE

 

El bagre, en abipón Ypik o Ybeloraye, pero en guaraní Ñundiá, pertenece a la familia de las truchas. Una cáscara dura cubre su cabeza. Su piel es viscosa, desnuda y ornada de manchas rojas. Su carne es muy sabrosa. En los diversos ríos se encuentran diversas especies de ellos que se distinguen por su cantidad, tamaño y colores de las aletas, branquias y barbas pero todos son muy sabrosos de comer. Si se macera la vejiga con los dientes y luego se vierte aguardiente sobre ella se produce una cola excelente con la cual los Españoles con el mejor resultado pegan sus violines y los indios Vilelas, muy hábiles tiradores de flechas, adhieren las plumas y las puntas de sus flechas en la caña. Los artesanos europeos hacen un uso parecido con la vejiga del husón, un pez húngaro.

 

SÁBALO

 

El sábalo se parece en algo a nuestra carpa pero es más fino y más sabroso. Será difícil encontrar uno que pese más de dos libras. También está lleno de espinas. No se le pesca con el anzuelo aunque abunda mucho en la mayoría de los arroyos y lagos.

No comprendo por qué los indios le han dado a éste el nombre de pez por antonomasia, pues no se distingue mayormente de los otros. Entre los Abipones se llama también Noay, voz /415 que denota pez en general. La misma cosa noté también entre los indios Matarás.

 

BOGA

 

La boga, en abipón Parik, se diferencia poco del sábalo pero es más sabrosa y más rara.

 

PEJERREY

 

Peje Rey significa un Rey de los peces. En realidad pese a su mediocridad en cuanto a su tamaño sobrepasa a los demás en buen sabor. La cabeza y la boca son extremadamente grandes en él. No tiene grasitud alguna y sólo se pesca en el río Paraná en la región de Santa Fe o en los arroyos vecinos donde pone sus huevos. El pejerrey fresco llega a la mesa de la gente distinguida como un bocado de regalo principal. Sin ser salado y solo secado al aire, se le envía desde Santa Fe, aún a otras ciudades y se conserva por mucho tiempo. Pero si se humedece en el camino es atacado en seguida por la podredumbre. Los Abipones lo llaman Lalagraik, el pescado blanco.

 

LA VIEJA

 

La vieja que denota "altes Weib" [mujer vieja] es un pez extraño y raro. En abipón se llama Aoraik. Todo su cuerpo está cubierto por una cáscara dura o una corteza córnea de modo que ningún cuchillo puede traspasarla. Por esto debe ser puesto al fuego dentro de su cáscara, cuando se le quiere asar y comer. Este pez se pesca con el anzuelo sólo en muy escasas ocasiones. /416 Casi nunca pesa más de una libra. Cuando los ríos después de una sequía de casi dos años se habían secado casi por completo, distinguimos muchos ya muertos o moribundos en el fondo.

 

DENTUDO

 

Casi en todas partes se encuentra con gran frecuencia el dentudo que sería muy agradable al paladar si fuera menos espinoso. Apenas pesa una libra. He pescado con anzuelos innumerables Dentudos y los he comido pero también he perdido en esta ocasión no pocos anzuelos porque ellos cortan con sus fuertes dientes el cordel.

 

RAYA

 

La raya es un pescado de una figura tan extraña que no se le debía contar entre la familia de los peces. En abipón se llama Eparañik. Tiene el aspecto de un plato sopero chato y ovalado. Su lomo es negro y su vientre es blanco. En el centro de éste se percibe una boca angosta. Su cola es larga, delgada, redondeada o dentada como una sierra y su extremidad está armada con un aguijón venenoso. Muchas veces la raya se esconde en la orilla de los ríos dentro de la arena y con él pica lastimosamente en los pies a los marineros que andan descalzos. Esta herida se hincha en seguida, se inflama y acarrea la muerte si no se le cubre en seguida con ceniza caliente. Por esta causa los marineros precavidos cuando ya no quieren adelantar su buque mediante los remos contra la corriente sino arrastrarlo con una soga suelen enviar adelante a alguno de ellos que con un palo revuelve /417 en la orilla la arena y pega de continuo sobre ella para descubrir y ahuyentar las rayas por si hubiera algunas escondidas. Es admirable como para sangrar, los Abipones usan impune y felizmente a guisa de lanceta tal aguijón venenoso.

Su carne es comestible pero nadie la apetece salvo en caso de una hambruna. Sin embargo, debo confesar que estando bien asada, me ha sabido bien. El tamaño y la figura de las rayas (conocemos varias especies de ellas) varían. Consta que son vivíparas. Frecuentemente se han encontrado en su vientre los embriones.

 

PALOMETA

 

Los nadadores deben temer las palometas, en abipón Rakík más que a todos los cocodrilos. Su armamento consiste en sus quijadas cada una de las cuales está armada con catorce filosos dientes triangulares como con otras tantas bayonetas. Con ellos acomete cualquier parte del cuerpo humano y lo atraviesa al primer mordiscón. Yo mismo he visto la planta del pié de un fuerte abipón hondamente partida y los cuatro dedos del pié de un muchacho abipón cortados y colgantes solo de la piel. He conocido también dos soldados españoles que el cruzar un río a nado tras sus caballos fueron castrados completamente por las palometas. El primero de ellos, oriundo de Santa Fe, cruzaba al río Rey (los Abipones lo llaman Ychimaye) que en entonces estaba muy crecido; el segundo de Corrientes cruzaba nadando el Paraná donde éste ya se ha unido con el Paraguay. Se ha de encontrar tanto más /418 creíble esto si digo que las mujeres abiponas usan aún hoy día las quijadas de las palometas a guisa de tijeras de esquilar ovejas y que en el pasado los mismos Abipones antes de tener cuchillos de hierro les cortaban con ellas las cabezas a los Españoles. Este pez abunda mucho en todas partes pero con la diferencia que en os ríos chicos es también de menor tamaño y pesa apenas una media libra, pero que en los mayores crece hasta obtener dos a tres libras sin que su largo jamás responda a su anchura. Su lomo es corvo, su cabeza roma, la boca ancha, la cola es hendida y ancha. Sus ojos son pequeños y redondos. Fuera de su dentadura temible tiene para oponer a sus atacantes unas grandes agallas y siete aletas filosas. Una de estas aletas corre por el centro del lomo hasta la cola. El cuerpo está cubierto por escamas de color gris-ceniciento pero sin embargo acá y acullá surge un color azul, ígneo y amarillo. La carne de la palometa es firme, blanca y no solo comible sino también muy sabrosa, pero también muy espinosa. He pescado muchas con el anzuelo y las he comido. Cuando se retira el anzuelo de su boca hay que tener mucho cuidado de no ser alcanzado por sus dientes o sus aletas espinosas, pues sabemos por experiencia que la herida causada por ellas no solo es muy dolorosa sino también muy peligrosa.

 

MBUZU

 

En los arroyos pantanosos y también en las lagunas se ven a veces unos peces similares a nuestras anguilas. Los Guaraníes los llaman Mbuzú, vale decir grandes, pero los Abipones Nauin. Nadie los come porque tienen aspecto de serpientes. Cuando en una ocasión comimos un pez semejante que se había sacado casualmente del Río Salado /419 corrió en seguida entre los Indios el rumor de que los Europeos comían víboras. No me animo a decidir si estos peces deben contarse entre las anguilas o las serpientes. De los demás peces cuyos nombres ya he indicado no sé referir nada especialmente memorable.

 

CANGREJOS FLUVIALES

 

Si bien en Paracuaria. abundan variadas clases de excelentes peces, casi se desconocen los cangrejos. Sólo en algunos arroyos en tierra del Uruguay hay según el relato que se me hizo al respecto algunos pocos muy chicos y según su figura más parecidos a nuestros cangrejos fluviales que a los cangrejos del mar. En Concepción, una localidad en el Uruguay, se nos ha colocado en la mesa a nosotros mismos algunos, pero estos cangrejos son tan chicos que comparados con los nuestros tienen más al aspecto de pigmeos o de embriones. Como durante mis muchos viajes por tierra y agua y cuantas veces he pescado no ha llegado a mi vista cangrejo alguno, creo que en el Paraguay no debe haber casi ninguno o por lo menos muy pocos. El cangrejo se denomina entre los Abipones Oatelec. Es extraño que ellos poseen un nombre para un animal que acaso ninguno de ellos o a lo menos poquísimos habrán visto.

 

CANGREJOS MARINOS

 

En Paracuaria hay cangrejos de mar de diversas especies y tamaños. Los menores se llaman en latín squillae, los medianos gamari, los grandes astaci. Su tamaño puede conocerse por lo siguiente: en Lisboa /420 el 16 de agosto de 1748 llegó a una mesa a la cual fui invitado, una pinza de un cangrejo de mar que fue servida cual un jamón en un fuentón. La mayoría de los sesenta y tantos invitados comieron de ella y, sin embargo, quedó un sobrante. Admiramos cual una rareza esta terrible pinza de cangrejo pero no la encontramos ni en lo más mínimo sabrosa.

 

TORTUGAS DE RIO

 

Las abundantes tortugas suplen en Paracuaria la escasez de cangrejos las cuales a pesar de ser mucho más grandes que las nuestras, no son mejores de ninguna manera. Los Abipones las llaman Eparêk. Los ríos, arroyos y lagos están repletas de ellas. Apenas bajábamos al agua nuestro anzuelo, se colgaba de él una tortuga la que desechábamos en cada vez pues en Paracuaria no la comían ni los Españoles ni los Indios. Los Abipones temen que comiendo las tortugas adquieren la lentitud innata de éstas. Durante nuestra navegación de dos meses en los ríos Paraguay y Paraná, las pescábamos diariamente con el anzuelo. Si en ocasiones pescábamos una tortuga, los marineros la arrojaban en seguida por la borda. Ellos decían que era una mala seña y si las tortugas quedaban en el buque, habría que temer un naufragio o a lo menos una tardanza en el viaje. ¡A quien no parecerá ridícula tal increíble estupidez! Pero quién ignora que en pueblo ordinario en todas partes se hallan metidas en su mente cientas de tales simplezas supersticiosas. En el pueblo de San Jerónimo hicimos cocer una tortuga unas cuantas veces seguidas. Pero a pesar de este cocimiento repetido ella permaneció tan dura que nuestros dientes no consiguieron masticarla. El único /421 provecho que dan las tortugas en Paracuaria consiste en sus cáscaras que las gentes ordinarias suelen usar como fuentes y platos.

 

TORTUGAS MARINAS

 

No solo por diversos escritores sino también por mi propia experiencia se que en el mar hay grandísimas tortugas de más de un quintal de peso. Cuando a fin de enero habíamos hecho velas desde Livorno hacia Lisboa, no pudimos movernos por unas horas cerca de Argel a causa de una calma persistente. Sobre la mar inmóvil y pareja cual espejo flotaban de un lado a otro innumerables tortugas dormidas. Nuestro capitán Cornelio Jansen, un sueco muy buen hombre, permitió a unos marineros a su solicitud, bajar un bote y pescar algunas de estas tortugas. Ellos colocaban contra las tortugas dormidas dos remos debajo del vientre y de este modo trajeron con mucha habilidad a su embarcación treinta y dos. El capitán las pesó en nuestra presencia y encontró que las más pesaban cerca de cincuenta libras excepto dos crías que él se propuso llevar consigo a Suecia. El mandó colocar éstas en un bote chico y verter agua sobre ellas. Ahí los observaba yo con toda comodidad. Su dentadura era tan firme que destrozaban de un solo mordiscón como si fuera paja un pedazo de madera presentado a ellas. Durante la noche roncaban en el sueño cual marineros ebrios. Los suecos comieron poco a poco las tortugas. Ellos nos regalaron una pero para hacerla comible debían habernos prestado a tal efecto sus dientes. El capitán cedió dos al teniente del buque de guerra inglés /422 Príncipe Federico que tenía el encargo de revisarnos (fue en tiempos de guerra). Sin embargo, estas tortugas no eran de la especie de cuyas corazas se fabrican tabaqueras y diversos estuches, pues sus corazas no parecían ser sólidas sino compuestas de diversos pellejos como de capas de cebollas. Las preciosas para labores artísticas se traen desde las islas de Cuba, Jamaica y otras provincias. En Quyana [Guayana] hay overas, blanco, rojas y azules. Se dice que en Acadia [América Francesa] tienen dos pies en diámetro, y aún más en otra región.

 

TORTUGAS TERRESTRES

 

Así como los Abipones Guaraníes y otros Indios con los cuales he tratado no sólo no comen las tortugas sino que también las aborrecen en manera invencible, los Chiquitos las consumen durante la mayor parte del año como el alimento principal. Ellos juntan con gran trabajo estos crustáceos de variados colores en los bosques y sobre las rocas para que no les falte el bastimento durante los meses de la inundación cuando sus paraderos llegan a estar anegados, pues como sus terrenos son más boscosos y rocosos que llanos, ellos no pueden carnear por la falta de campos de pastoreo los suficientes vacunos necesarios para su sustento y que se carnean en las reducciones guaraníes y abiponas. Por esto los Chiquitos comen tortugas en lugar de carne vacuna. En guaraní se llaman Carumbé /423.

 

CARACOLES

 

En los bosques, campos y a orillas de las lagunas se ven en todas partes caracoles [o babosas encerradas en sus conchas] en cantidades innumerables. Los Españoles las llaman caracoles, los Abipones, en cambio, Nalaginiga, pero según mi saber nadie los come en Paracuaria. Los Guaraníes queman como cal sus conchas y cáscaras y enlucen con ellas sus paredes porque les faltan piedras calizas aunque muchos usan para tal operación la tierra blanca Tobaty, de aspecto que semeja a la tierra tripolitana y se saca con frecuencia. Los Vilelas, indios pedestres labran con increíble paciencia unos disquitos o esferas redondas, las perforan en el centro y así las venden a los demás Indios. Los Abipones se cuelgan en sus cuellos unos cordeles extremadamente grandes y pesados de tales disquitos. Los hombres y las mujeres se estiman tanto más adornados cuanto más cargados se hallan por ellos. A orillas del río Uruguay se ve una especie especial de caracoles que son más grandes que un puño de hombre; los Indios los asan en sus conchas y los comen con avidez. No tengo que referir nada digno de mención de los restantes crustáceos y conchiles. Paracuaria no posee piedras preciosas ni perlas de las cuales se enorgullecen las restantes provincias de América. El ganado de asta y de lana es la principal fuente del bienestar económico de sus habitantes. He dicho esto en repetidas veces y lo afirmo de continuo.

 

MODOS DE PESCAR

 

Después de haber dicho lo más notable de los peces debo mencionar también los diversos métodos /424 de pescar. En Buenos Aires los pescadores españoles penetran cabalgando al Río de la Plata en cuanto pueden. Dos sostienen con las manos la extremidad de la soga con la cual se extiende o se cierra la red y así traen a la costa en pocas horas una gran cantidad de los peces más preciosos que luego se ponen en venta a cualquiera. Las naciones indias de los Payaguás y Vilelas viven principalmente de la pesca en la cual son muy hábiles porque tienen sus paraderos a orillas de los lagos y ríos y nadan tan bien como los mismos peces. Usan para pescar solo una red muy pequeña, la atan cual cinturón en el bajo vientre y sostienen la otra con ambas manos. Ceñidos de esta manera saltan desde la orilla al agua. Si ven en el fondo algún pescado, le siguen nadando, lo rodean con la red que tratan de colocar debajo de su vientre y lo arrastran a la costa. En frecuentes ocasiones se verá surgir con su presa desde la profundidad del agua y tras largo rato y a gran distancia, a un indio que cualquiera hubiera ya dado por ahogado. Ellos merecen ser denominados más bien zambullidores que pescadores. Pero si el agua es clara y diáfana, como en el Río Salado, de modo que pueden ver los peces, los atraviesan a veces con una flecha, a veces con una lanza y también frecuentemente con un tridente de hierro. Los indios silvícolas pescan más peces mediante astucia y habilidad que con la fuerza. A veces cercan en el río una gran extensión con palos y a ambos lados de éstos entretejen hábilmente ramas de árboles de modo que los peces pueden penetrar pero no pueden volver a salir, casi del mismo modo como en nuestros ríos en varios lugares los pescadores suelen colocar sus llamadas nasas (cestos tejidos de sarmientos o juncos), /425 de las cuales los pescados no pueden huir una vez entrados. Otro modo, los Indios echan al agua también la planta Ycipotingi que se enreda en los árboles, o las hojas del árbol Caraquatá, y también las raíces frescas bien molidas de este árbol. Por éstas los peces se embriagan y como ya pierden su propio dominio flotan sobre el agua y pueden ser agarrados con las manos. En frecuentes ocasiones [los indios] baten las aguas con las hojas de un cierto árbol que crece abundantemente en la orilla del río Atingy. Su jugo, según se dice, es muy perjudicial a los peces. Recuerdo haber oído siendo aún muchacho que también los Europeos con este mismo propósito emplean ciertas nueces del Egipto y de la costa malabar llamadas vulgarmente (Cocculi de Levante). Los indios echan mano a veces de ciertos ganchos de madera o cañas. Nuestro único y general instrumento para la pesca era un anzuelo de hierro en el que colocábamos como cebo carne vacuna. Para no tener que comer carne en días de ayuno, en las nuevas reducciones de los Abipones nosotros mismos íbamos a la pesca en los ríos distantes y arroyos a veces con peligro de nuestra vida a causa de los salvajes errantes, pero jamás sin muchas molestias porque los mosquitos que volaban cerca del agua en grandes cantidades nos rodeaban. Y a pesar de esto tuvimos que regresar frecuentemente con las manos vacías.

 

PESCA MARITIMA

 

No solo los Portugueses que nos condujeron a América, sino también los Españoles que nos trajeron de vuelta a Europa se dedicaban mucho a la pesca, unos para pasar el tiempo, otros para satisfacer su hambre, pues todos preferirían los pescados frescos /426 a la carne ahumada, salada y podrida, y a las lentejas y porotos. Se pescaba de diversas maneras. Los Portugueses ponían en sus anzuelos para atraer los peces un pedazo de trapo rojo de aspecto de carne. Los Españoles, en cambio, arrancaban a sus gallinas unas plumas blancas del trasero a las cuales los peces grandes suponen pececillos y por esto picaban ávidamente. De ahí deduzco que los peces marinos o son más hambrientos o son más tontos que los peces de río porque aquellos se dejan engañar y pescar por la simple figura de carne mientras los segundos han de mirar u olfatear primero la carne o las lombrices antes de picar. He observado en muchas ocasiones que cada región del océano alimenta sus propios especies de peces. En la primera semana captábamos solamente dorados, pero después de un considerable trecho [de muchas leguas] únicamente bonitos sin que hubiéramos vuelto a ver un dorado.

 

PECECILLOS VOLADORES

 

Este pez (dorado) persigue con preferencia, especialmente durante una tormenta, los pececillos voladores o pez golondrina que los españoles llaman peje volador, los Guaraníes Pirabebé. Los peces voladores vuelan para fuera del mar para no ser devorados. Los marineros portugueses temen muchísimo el día de S. Francisco de Asís porque según su creencia él flagela e irrita la mar con sus sogas. Ellos basan esta creencia ridícula y abiertamente supersticiosa en su experiencia que nosotros hemos compartido también por una simple casualidad, pues en este día a causa de un viento que, aunque favorable, soplaba furiosamente, el mar se elevaba a tanta altura que entonces recién tras muchos días de nuestra navegación pudimos ver los peces voladores en grandes cantidades. No pocos de ellos cayeron en nuestro buque donde pudimos contemplarlos con toda atención. Su tamaño iguala /427 al de un arenque. Su cuerpo es redondeado a lo largo y más angosto hacia la cola; la cabeza es grande y comprimida. La boca es mediana sin dientes, pero con una mandíbula que es levemente dentada cual una lima; la cola es ancha y partida en dos. Los ojos son grandes y globulares con una pupila negra cual carbón, a la cual rodean un arco amarillo y otro aún más grande negruzco; las aletas son igualmente grandes y consisten en una membrana más sutil que papel, de un color gris liviano de ceniza. Este pescado tiene seis aletas, una corteza ósea y espinosa en la extremidad con escamas de diferente color y forma de manera que luce cual un arenque. Para evadir a las persecuciones de los dorados, vuela para fuera de las olas. Sin embargo, este vuelo perdura solo unos pocos momentos pues cuando se secan las alas al aire, el pez vuelve a caer al mar, las humedece de nuevo y vuela otra vez. Su figura y tamaño difieren según los mares. Los marineros portugueses no despreciaban su carne.

 

TUBURON, UN PEZ MUY GRANDE [TIBURON]

 

Esta clase de hombres tienen más hambre que otros y un estómago más amplio; por lo tanto no se satisfacen con pececillos sino que apetecen más grandes, especialmente tiburones de los cuales han pescado una gran cantidad, con un anzuelo de varias libras, durante nuestra navegación. Los tiburones nadan en zaga de los barcos y devoran ávidamente cuanta carroña u otro desperdicio se echa sobre la borda. Son tan grandes y pesados que doce marineros robustos tenían que esforzarse bastante cuando con la soga tiraban alguno por fuera del mar al barco. En esto no hay nada incomprensible ya que semejante pez tiene un largo de nueve pies y un ancho de tres y aún más. En sus horrendas fauces hay plantados en una fila triple unos dientes triangulares y de muchas puntas /428 prontos para triturar cuanto les llega a su alcance. Su mirada es siempre atroz y vigilante y su cuero es de varios colores y sumamente áspero. En cuantas ocasiones los marineros desollaban alguno, otras tantas el estómago de éste nos presentaba un espectáculo digno de risa. Creíamos tener ante nosotros una tienda ropavejera. Encontrábamos adentro ropas viejas, camisas usadas, sombreros echados por los vientos al mar, gallinas enteras y cuanto los marineros habían echado al mar. Un repentino golpe de viento quitó durante la noche a uno de mis compañeros su pequeño gorrito denominado Soli Deo [solideo] y lo hizo caer al mar. Al otro día lo encontramos en el estómago de un tiburón cazado antes de mediodía pero cubierto de una mucosidad verdosa cual musgo. El gorrito fue devuelto a su dueño que se alegró muchísimo por ello pues no poseía otro para cubrirse. Pero nosotros opinábamos que no siguiera cubriendo su cabeza con un gorrito que durante una noche entera había estado en el vientre de un tiburón sino que lo hiciera guardar en un gabinete de cosas raras. Algunos sostienen, ignoro con qué razón, que el profeta Jonás habría sido engullido por un pez de esta especie y que tal pez se llamaba Canis Carcharia o Lamia. Yo sé que a los cadáveres se les cuelgan balas de cañón o piedras para bajarlos al fondo del mar, si no serían devorados en seguida por los tiburones si flotaran en la superficie del mar. Fuera de los marineros hambrientos, nadie como la carne de este pescado por blanca que ella sea aunque aún éstos no comen las hembras. Ni bien la reconocieron como tal, volvieron a echar al mar a una que con trabajo habían cazado en mi presencia. Desconozco la causa de esta diferencia. En cambio, los Abipones /429 comen las hembritas de langostas pero tienen asco y horror ante los machitos. ¿Porqué? Lo sabrán ellos.

 

DELFINES

 

Durante los nueve meses que he pasado [navegando de ida y vuelta] por el Mar Mediterráneo y en el Océano, he visto también grandes monstruos marítimos, pero los marineros no pescaron nada [de esta familia de Neptuno] fuera de tiburones y otros pescados de tamaño mediano. Frecuentemente durante una calma vimos jugar alegremente en la mar los delfines como si bailaran, sin que tales juegos nos hubieran causado una gracia especial, ya que la alegría de los delfines es comúnmente el presagio de un ventarrón o tempestad cercana como muchas veces hemos experimentado.

 

BALLENAS

 

El aspecto de las inmensas ballenas, aunque ellas no se acercaron a nuestro buque, no fue raro para nosotros pero en dos ocasiones sumamente terrible. Una vez creíamos ver en las desiertas costas del Brasil un buque pirata. Para prevenir toda desgracia, fue despertado el capitán que en este momento se hallaba durmiendo. Este descubrió pronto [con su anteojo] desde la extremidad del mástil una grandísima ballena. Al revolcarse entre las olas, esta bestia representaba un barco. La aleta surgente en alto que, según se dice, tiene a veces la altura de cincuenta pies, tenía el aspecto de un mástil. Ella echaba desde sus terribles agallas, como de una gran manga contra el incendio, una increíble cantidad de agua que, desparramada por el viento e iluminada por el sol (fue justamente después de mediodía), blanqueaba como una vela de barco. Esto fue la causa de nuestro error y pánico y poco después /430 de la risa general pues, cuando la ballena se nos acercaba, se enderezaba de pronto cual una columna, de pronto se echaba dentro de la mar y nos representaba diversas gesticulaciones teatrales. En nuestro viaje de retorno a Europa vimos al agua formar las olas de un modo insólito y chocar no lejos de nuestro buque. El capitán en su sospecha de que hubiera cercanos bancos de arena y arrecifes mandó girar el buque pero el inaguantable hedor nos descubrió pronto el horrible cadáver de una ballena contra el cual chocaba el agua de reflujo y así nos quitó nuestros temores. A causa de esta infernal exhalación empleamos en una hora tabaco español [rapé] en una cantidad mayor que la que tomábamos generalmente en un día. Las ballenas sucumben igual que los buques pues si llegan a bancos de arena están perdidos sin salvación. En ocasiones el mar arroja sus cadáveres durante el flujo y reflujo a la orilla donde los vimos varias veces. En otro lugar he mencionado las melotas, una clase de peces grandísimos de las cuales un ejército entero nos acompañó por semanas en el mes de noviembre. Si se quiere conocer más de cerca los peces de río y de mar junto con los moluscos, debe consultarse la ictiología de Klein, de Linneo, Aldrovandi, Gessner, Rondelet, Lister, Rumpf y otros parecidos escritores famosos que nos han expuesto especialmente de manera amplia y sistemática esta materia. Yo he anotado sólo al pasar mis observaciones porque paso ligero al objeto principal de mi libro, los Abipones que prefieren su carne vacuna y su caza montesa a todos los pescados, si bien en América no faltan naciones ictiófagas que los comen con el mayor placer. Pasemos ahora del agua a los campos y bosques de /431 Paracuaria, tan magníficos por sus plantas y árboles extraños.

 

PLANTAS

 

Nuestro P. Tomás Falkner, inglés, uno de los médicos más expertos y botánico que ha conquistado los méritos más importantes durante muchos años entre los bárbaros del Sur cerca del Estrecho de Magallanes, decía frecuente y públicamente que la Naturaleza benéfica habría brindado a Paracuaria tantas plantas, raíces, resinas, maderas y frutas que si se conocieran todas sus fuerzas y cualidades, no se necesitarían para ninguna enfermedad las farmacias europeas pues, según el testimonio de Séneca, la ciencia médica consistió en tiempos antiguos en el conocimiento de unas pocas hierbas de modo que recién poco a poco ha sido ampliada a este grado de su inmensidad actual. Describiré en el orden en que vienen a mi mente las principales de las muchas plantas paracuarias que sirven ya para medicinas y ya para algún otro uso. Sin duda los botánicos habrán escrito sobre ellas de manera más exacta y metódica; si también más verídicamente no me atrevo a decir de algunos.

 

QUINA, O CORTEZA PERUANA

 

En la región de los indios chiquitos hay abundancia de árboles que ellos denominan Pizóes. Son memorables porque su corteza suministra la China Chinae (Cortex peruvianus) o la quina. Este árbol es de un tamaño mediano y produce una frutita casi redonda, en el centro algo elevada, pero no comestible que encierra dos carozos amarillos y surcados en todas partes como las cáscaras de las almendras. Ella contiene /432 también un jugo pardo, balsámico, agradablemente oloroso y muy amargo. Los Indios mitigan con [este jugo] sus dolores de ojos, de garganta y de estómago cuando éstos son una consecuencia del resfrío. La corteza del árbol es blanca por naturaleza pero apenas sacada del árbol, se torna amarilla poco a poco en su lado exterior y adquiere unas manchas algo pálidas. En el interior es de color canela más que purpurino, pero en un modo que refleja algo amarillo. Es de sabor amargo, aromático y de un olor si bien agradable algo rancio. Esta descripción podría parecer superflua a muchos ya que actualmente la quina se puede conseguir y ver en todas partes. Como esta corteza se usa tan ampliamente en topas partes, no solo para las fiebres sino también en otras enfermedades, ya no debería haber desde mucho tiempo, según mi opinión, existencia alguna en los bosques de pizóe en el Perú y Quito que es donde más abunda. Algunos denominan también polvo jesuita a la quina porque los misioneros peruanos de esta Sociedad han dado a conocer la espléndida virtud de ella contra la fiebre. El célebre médico Woyts dice que el jesuita español y más tarde Cardenal de Lugo había traído en el año 1650 esta medicina por primera vez a Europa.

 

ZARZAPARRILLA

 

La zarzaparrilla es la raíz de una planta sarmentosa, verde y a intervalos armada con espinas menudas. Sus hojas tienen el largo de casi un jeme. Donde éstas empiezan crecen para afuera dos vástagos rizados que se envuelven en derredor de otras plantas. Las flores nacen en forma de racimo a las cuales suceden bayas al principio verdes, luego rojas y finalmente cuando maduraron, negras /433 y rugosas cual cerezas secas a las cuales asemejan también en el tamaño y en la forma externa. Esta planta se llama en guaraní Yuapecangá pero en español Zarzaparrilla, por ser espinosa, como se dijo, pues zarza es en español una planta espinosa, por ejemplo zarza mora pero parrilla significa rejilla sobre la cual se asa la carne. Como las hojas de esta planta con sus tres grandes nervios y los otros menores cruzando a través, representan en cierto modo una parrilla, se le dio el nombre de parrilla con la cual algunos botánicos indican la enredadera peruana pero otros un sarmiento indio. A orillas del Uruguay y del Río Negro que según dicen, llevan agua especialmente sana, crece en gran abundancia la zarzaparrilla. También se la encuentra a orillas del Río Tercero cerca de Santa Fe y en algunos otros países de América. Se ponderan en mayor modo las del territorio de las Honduras. Sus raíces en las cuales reside la virtud medicinal, apenas, más gruesas que una pluma [de ganso] de escribir, son rugosas y pardas en el lado externo pero blancas en el interno y todas crecen del mismo condilo o nudo. Carecen de un sabor u olor especial y están constituidas por resina y goma formando la segunda la parte más blanca y si se las hace hervir tiñen de color roja el agua; Los médicos y los enfermos conocen demasiado bien el múltiple uso de ellas, para que yo deba perder una palabra al respecto. Hay aún una Yuapecanga de una especie diferente que, según dicen, sería un remedio especial contra las mordeduras de animales venenosas y, según otros, el Vejucus serpentium y aun la Radix Chinae. /434

 

RUIBARBO

 

El Rhabarbarum, en español Ruybarbo, es la raíz de una planta del género de los lapathos. De la vaina de sus hojas brota un manojo de flores que se reparte en diversas ramitas y sobre el cual se perciben cuatro flores rodeadas de hojas. De estas flores sale una semilla triangular. Las raíces de la planta del ruibarbo son alargadas, algo esponjosas, bastante pesadas, amarillas afuera pero adentro jaspeadas cual nuez moscada y de un sabor acre y amargo. Es repugnante al ser mascada y tiene olor aromático. En las diversas regiones de Paracuaria especialmente en las altas montañas (la Cordillera) (34e) cerca de la ciudad de Asunción, también a orillas de los ríos Ypane miri y Tapiraguay crece un ruibarbo que asemeja mucho al de Alejandría en color, sabor, olor y propiedad y se diferencia de éste únicamente en que las hojas de la alejandrina son puntiagudas en la punta y anchas atrás, mientras las del ruibarbo paracuario cual hojas de lirio, se ensanchan en la punta y se angostan al final. Así refiere el P. José Sánchez Labrador en cuya fe escribo esto. Oigo que los médicos prefieren el (ruibarbo) proveniente de las Indias Occidentales, Persia, Moscú y Tartaria al de América.

 

RAIZ JALAPA

 

En el Paraguay crece en abundancia la raíz Jalapa. Su planta se denomina entre los botánicos planta mirabilis Peruviana. Estas raíces son algo largas, gruesas y resinosas. Si ella tiene en el exterior un color ceniciento pardo pero reluciente, y en el interior, sin ser cariada en lo más mínimo, /435 se conceptúa especialmente buena. Ella expele del cuerpo no sólo la bilis y la flema sino también otros malos humores. Se hace de ella la resina de jalapa, resina de positiva utilidad. La jalapa se denomina por algunos también el mechoacán negro.

 

MECHOACAN

 

La raíz de mechoacán, grande y liviana, brota al principio completamente blanca pero luego se torna parda cenicienta. Algunos la llaman Bryonia índica. Pero aunque asemeja a la raíz, de Bryonia su planta, sin embargo, es arrollada y produce hojas en forma de un corazón. El mechoacán se llama también el ruibarbo blanco y es muy conveniente a los niños para purgarlos suavemente pues el polvo producido de su raíz no tiene sabor y aparente aspecto de harina.

 

SASAFRAS

 

El sasafrás, árbol que no es raro en América, se recomienda por su belleza y su virtud sanitaria. El tronco es rectísimo, liso y de una altura de treinta pies más o menos, antes de que su copa se abra en ramos y gajos. No sólo la madera de este árbol sino también su corteza y su raíz huele a hinojo. Como este olor resiste a la podredumbre y a la carcoma; esta madera dura muchísimos años y es muy estimada no solo de los farmacéuticos sino también de los artífices. Su color es amarilloso pardo-ceniza como la madera del sándalo. Tiene un sabor acre condimentado /436 pero un olor agradable. Los farmacéuticos deben cuidarse mucho en no recibir en su compra a los comerciantes del exterior madera de abeto hervida en hinojo en lugar de sasafrás. Hay también árboles de sasafrás de una especia diferente. Estos producen hojas de laurel y una fruta de buen olor que al madurar ennegrece. Su corteza es de color rojo obscuro y gris cenizo. Ambos árboles poseen, según se dice, iguales propiedades para promover sudor y orina en las enfermedades por resfrío, mal venéreo, oclusión intestinal, dolores del útero. Pero basta de esto. Nuestros médicos conocen muy bien el uso y las propiedades de esta saludable madera. Los árboles Apiterebí que se ven en gran cantidad en el Paraguay del Norte, parecen ser una especie de los árboles sasafrás.

 

PALO SANTO

 

El árbol llamado por los españoles Palo Santo, por los Abipones Enéraranrat, y en latín lignum sanctum, no es muy alto pero sí de una gran amplitud y echa hojitas casi redondas que crecen siempre de a dos en un pedúnculo y en la orilla tienen una incisión. Las flores que en parte en el medio, y en parte en la punta de las ramas, brotan aisladas o en pares son amarillas. La madera es una de las más duras y de una duración casi eterna en el agua. La médula del árbol es de color plomizo. La resina que el árbol exuda es amarga, aromática y, según algunos, un remedio, lo mismo que su madera. Esta y la goma se convierten también en polvo que los paraguayos usan como remedio contra la disentería, si se toma en agua caliente. /437 No indicaré aquí en qué otras enfermedades puede ser útil porque no es asunto mío. Los habitantes españoles guardan en sus casas las cucharas, vasijas para el té paraguayo y tabaqueras talladas en Lignum sanctum cual cosas santas y remedios caseros generales, Este árbol no crece en la Paracuaria del sur sino únicamente en la del Norte donde viven los Mocobíes y los Abipones y en algunas regiones del Tucumán superior. En tiempos pasados la guarnición de Corrientes partió bajo el mando del teniente gobernador Nicolás Patrón en una expedición al Chaco con el objeto de volver a encontrar el camino a través de Valbuena por donde antes se acarreaba té paraguayo hacia Salta y castigar en caso dado los Mocobíes, entonces aún salvajes, que de continuo atacaban la cercana localidad de S. Fernando. Pero ya entrados profundamente al Chaco y descansando a medio día en plena seguridad, fueron sorprendidos y aterrorizados por el cacique Amokin con una gran cantidad de sus Mocobíes. El teniente de gobernador, a pesar de ser un hombre valiente e intrépido, no encontró conveniente pelear con el número superior de sus enemigos y, mediante su lenguaraz Casco, un español que fue cautivo de los Abipones durante mucho tiempo, prefirió ceder ante los Mocobíes que llegar a manos con ellos. El les prometió montañas de oro y les negó redondamente que hubiera tenido intenciones hostiles con ellos. Tampoco osó seguir avanzando sino que regresó a su casa sin haber hecho nada. Los soldados trajeron a la ciudad en lugar de las palmas y ramas de laurel el palo santo que habían abatido en el camino y creyeron haber salvado bastantes ventajas de su empresa si /438 por la medicina traída habían puesto su salud en salvo. Tal fue el vano final de la expedición emprendida con tanto ruido que más tarde llegó a ser la comidilla de la ciudad y objeto de la risa general. Yo me hallaba entonces cerca de la ciudad de Corrientes en el nuevo pueblo abipón de S. Jerónimo. Más tarde cuando trasladado a la localidad de S. Fernando me hallaba a causa de asuntos en Corrientes, tuve que servir de interprete a dicho cacique Amokin que con una cuadrilla de Mocobíes hizo inesperadamente una visita al teniente de gobernador. Pero recién entonces el buen hombre comprendió que al verse sorprendido por los Mocobíes en el Chaco, les había prometido más de lo que estaba en sus fuerzas [y facultades].

 

GUAYACAN

 

Sin duda se equivocan quienes consideran como iguales el palo santo y la madera Guayacán, si bien yo concuerdo con ellos en que si poseen iguales virtudes sanitarias, ambos árboles se distinguen manifiestamente no sólo en el nombre sino también en la forma. El Guayacán, en abipón Eneraranrat Laérana, crece más o menos a la altura de un nogal y se halla cargado de muchas ramas de las cuales brotan unas hojas duras, pequeñas y parecidas a las hojas del árbol algarrobo, en el cual crece el pan de San Juan [algarroba]. Sus flores son de un amarillo azafrán. De ellas se producen frutas con una semilla gruesa. La médula del árbol, cuanto más negra es, contiene tanta más resina. Su corteza es igualmente resinosa, dura, compuesta de varias pellejos o telas, de color gris-ceniza del lado de afuera, /439 con manchas entreveradas de rojizo pálido del lado interno, de sabor amargo pero de olor agradable y, según se dice, posee mayor eficiencia medicinal que las mismas partículas leñosas. Los médicos Juan Fabri de Florencia, Fracastor, Hutten, Neerhace, ponderan hasta al cielo como el remedio más eficiente contra el mal venéreo al árbol Quayacán o como ellos [dicen en ese pasaje] Quayacum. Los célebres marqueses y médicos imperiales de cabecera, van Swieten y A. Stöck como también otros médicos más experimentados de Viena estiman aún hoy día en mucho la quina, Ruibarbo, Zarzaparrilla, Jalapa, Mechoacán, Sasjafrás, Palo Santo y Guayacán, aunque ellos han desestimado y desacreditado una gran cantidad de otros medicamentos muy estimados entre los antiguos. Esta consideración me indujo a detenerme algo más en la descripción de estas plantas. En la descripción de las otras que me vienen a la mente y de sus varios usos, seré más breve.

 

ZUYÑANDY

 

El Zuyñandy es un árbol grande y alto, tiene una madera blanda y una corteza gruesa de mucho jugo. El produce una flor roja que parece una hoja grande desdoblada. La corteza, desnuda de la áspera piel externa, machacada bastante y colocada sobre las heridas causadas por los dientes y garras del tigre, es admirablemente saludable, según dicen.

 

ZAMUU

 

La forma del Zamuu es tan ridícula como su denominación. Los Españoles le dan el nombre de /440 palo borracho, el árbol ebrio. Crece muy alto. Su tronco está ceñido con grandes espinas en todas partes. Sus flores son grandes y de bello color rojo. Su tronco tiene un aspecto extraño. Arriba y abajo es delgado pero en el centro es ancho cual un barril. Por esto mismo se fabrican de buen grado de su madera blanda unas botijas o barriles. Cuanto más dista de los ríos, tanto más se expande. Tanto teme al agua, pero no por ello es estéril pues produce una fruta redonda parecida a los zapallos grandes y de cáscara dura que al quedar madura se abre por sí misma y entonces exhibe en su interior unas vedijas lanosas cual algodón. Estas son finas como la seda pero de hebritas tan cortas que solo con mucho trabajo pueden hilarse. Las espinas del Zamuu parecen haber crecido no en perjuicio del ser humano sino para su provecho pues machacadas y hervidas en agua, la enrojecen y la hacen muy curativa para ojos enfermos. Igual virtud tienen también sus hojas.

 

MANGAY

 

El Mangay crece del tamaño de un cerezo y tiene flores blancas y de buen olor. Su fruta tiene el aspecto de una ciruela grande de color áureo. Es también muy sana y sabrosa. El árbol y la fruta abundan en un cierto jugo lechoso y resinoso. Si se practica en la corteza una incisión, emana en abundancia el Mangaycy (pues así se llama este jugo en guaraní) y se capta con la mano o una tabla. El se coagula al aire y forma una especie de pellejo. Este se comprime en pelotas que poseen tal elasticidad /441 que rebotan muy en alto aún si los jugadores las tiran con suma suavidad contra el suelo. Cada una de ellas vale en el Paraguay un peso español (esto es en las ciudades), donde corre aún una moneda: en las otras se da, en cambio, como en otras clases de compra y venta alguna mercancía como ser algodón, tabaco, azúcar, etc. que vale un peso. Este mismo jugo resinoso del Mangay es, según se dice, un remedio valioso contra la disentería. Es de deplorar que muy pocos se dedican a juntar esta resina que en Europa sería de una gran utilidad.

 

SANGRE DE DRAGON

 

Los árboles Caá verá de los cuales procede la sangre de dragón, en latín sanguis draconis, en español sangre de drago, son de tamaño mediano tanto en su tronco como en su altura. Algunos botánicos le dan el nombre de palmas prunígeras con hojas de jaco, pero en mi opinión no tienen nada que ver con las palmeras. Cuando en una ocasión navegábamos desde Asunción a Buenos Aires, encontramos a orillas del Paraguay y Paraná donde pasamos tantas noches, bosques enteros de tales árboles. Si se hace una profunda incisión en un tronco, emana un jugo parecido a sangre en su color y en su espesor. Hervido al fuego se condensa en una resina de color de hígado. Los médicos se quejan a veces que los comerciantes extranjeros venden frecuentemente en su substitución sangre de cabrón mezclada con bolo o palo de Brasil rojo, mezclado con goma arábiga. Algunos recomiendan limpiar los dientes con el polvo saludable del árbol Caávera aunque un proverbio español dice: con oro o plata o bisnaga o nada, ( ) este significa que se debe /442 limpiar los dientes con oro, plata o bisnaga o no tocarlos. La bisnaga es una planta parecida al hinojo y crece en todas partes en el Paraguay. La mayoría usa sus tallos para mondadientes como en otros lugares los de los lentiscos.

 

CUPAY

 

Los árboles paraguayos ofrecen abierta y espontáneamente a los habitantes sus frutas pero brindan el aceite contenido en ellas recién cuando se abaten o reciben una incisión. A este número pertenece también el árbol grande y amplio Cupay que tiene hojas de un medio pie de largas y venas y nervios rojizos. A más de la madera rojo oscura que es dura y muy apropiada para ser elaborada, él produce una fruta de un color externo pardo cuyo carozo semeja en forma y tamaño a un hueso de nuez. Los indios comen también esta fruta que es más carnosa que dulce y los monos la conceptúan un bocado de regalo. El árbol Cupay debe agradecer toda su estima y todo su valor a su aceite noble. Para hacer salir este jugo tan saludable, es preciso proveerse de herramienta y no escatimar el esfuerzo. Indicaré aquí el correcto método conforme con mis múltiples experimentos propios. Se hace una incisión hasta la médula en el tronco del árbol que no debe ser ni joven ni viejo. A poco después, de la incisión hecha se percibe un suave ruido del aceite que se escurre para abajo desde las ramas y la copa pues el aire caliente penetra por entre los pequeños poros del árbol inciso y enrarece /443 y licúa el aceite resinoso y grueso por sí. Para obtenerlo con mayor seguridad es menester colocar en los lados del árbol inciso ramajes secos ardientes por cuyo calor el aceite desparramado en las fibras de los árboles, se derrite paulatinamente y fluye en abundancia hasta el recipiente colocado debajo del tronco. Dentro de pocas horas la jarra estará llena de este aceite. Si se quiere llenar varias de ellas, debe hacerse la incisión en varios árboles de Cupay. Ellos son frecuentes en el Paraguay en los bosques sitos hacia el Norte. En otras partes se ven muy pocos o ninguno. Tal operación debe realizarse en la primavera en septiembre y tan luego bajo luna llena, pues bajo luna menguante en verano o invierno todo trabajo es inútil y no se extraerá ni una gota, de aceite pese a todo el trabajo hecho. Esto lo se de cierto de mi múltiple experiencia propia. Por esto me parecen ridículos los naturalistas que a la luna niegan toda influencia sobre las plantas pues la tierra y el mar han dado demasiados testimonios de lo contrario. También es muy comprensible que los árboles del Cupay se dejan quitar su aceite únicamente en la primavera porque en esta estación se encuentran llenos de jugo. Este aceite se diferencia poco del agua en su color, es de sabor amargo, ni bien ni maloliente y es muy usada no solo por los médicos sino también por los pintores. No conozco su virtud por experimentos propios sino solo por lo que otros me han referido al respecto. Si este aceite se coloca estando caliente sobre una herida, sujeta la sangre y la sana en corto tiempo. Sirve también para curar las mordeduras de víboras y para la cura completa de las cicatrices antiguas. Untado al pecho sana la languidez estomacal y mitiga el dolor de barriga surgido de un resfrío. /444 Dos o tres gotas servidas dentro de un huevo pasado por agua mitigan la disentería y otros males parecidos y a los intestinos les devuelve su natural tensión y energía. Este aceite se mezcla a veces con azúcar y disuelto en agua de llantén o aceite rosado se emplea en vez de un enema. Pero ésta debo usarse sólo conforme con la aprobación de los médicos que deben conocer muy bien al enfermo y la enfermedad. Quisiera mencionar esto en general, por cuanto he hablado sólo del uso de las propiedades curativas de las plantas; hago aquí las veces del historiador, no del médico. Sólo éste debe decidir sobre lo útil o perjudicial al enfermo. Jamás se me ha venido a la mente entrometerme también en materia de otros.

De este mismo aceite Cupay se hace en el Brasil y más frecuentemente en la provincia Marañón, que abunda en estos árboles, el bálsamo Cupayba tan famoso en Europa, pero a este bálsamo se mezclan también otras resinas especialmente del árbol Ybirapayé, del cual más adelante hemos de hablar, como se puede deducir por su olor fuerte y agradable. No sólo los pintores europeos sino también los americanos saben usar en diversas maneras el aceite Cupay. Hervido con ajo es uno de los mejores barnices y si se preparan las pinturas con él en lugar del aceite de linaza, brinda a las pinturas un brillo especial que nunca palidece. Nada es tan útil como este aceite para dar el color de carne en la cara y las manos de las estatuas de madera. Apenas puedo crecer que éste [aceite Cupay] llegue puro y sin mezcla desde América a nuestros talleres, /445 porque los negociamos, para lograr un mayor peso con él, suelen agregarle no sé qué mezclas heterogéneas. En el Paraguay hay tres especies arbóreas muy parecidas por su nombre pero que en sí son completamente diferentes o sea el Cupay, Curupay y Curupicay. Hasta aquí hablé del primero. El Curupay brinda una corteza al igual del çevil que los Indios usan para preparar los cueros vacunos. Para teñirlos de rojo mezclan con la corteza de Curupay, otra del árbol Caatiguá (que los Abipones denominan Achité). El árbol Curupicay no es más grande ni más duro que una planta de saúco y tiene una madera esponjosa que, según mi saber, no puede emplearse para nada. Apenas se la toca suavemente, larga un jugo lechoso y, en opinión del vulgo, venenoso.

 

PIÑON DEL PARAGUAY O NUECES PURGANTES

 

Estos crecen en un arbusto muy parecido por sus hojas, forma y madera blanda a nuestra higuera. Si se aprietan con la mano su tronco o sus hojas, mana de ahí un jugo lechoso mezclado con mucho suero. Sus frutas son unas nueces pardas debajo de cuyas cáscaras duras y negras se hallan colocados, divididos en tres cámaras, tres granos blancos igualmente cubiertos con una membrana blanca y que asemejan a las almendras tanto en dulzor como en la forma. Tales granos se llaman ahora piñones del Paraguay, en guaraní Mandubiguazú, pero entre los médicos nueces catharticae, nueces de purga o ricini americani. Si se tragan dos o tres de tales nueces /446 después de haberles quitado, conforme al consejo de algunos médicos, su membrana blanca, haberlos macerado en vino y haberlos tostado algo al fuego para disminuir su fuerza purgante, causan el vómito, limpian los intestinos y expelen los humores nocivos.

Nuestros Abipones, toda vez que habían rellenado su estómago con un exceso de carne vacuna y se sentían incomodados por una indigestión, solían pedirnos en seguida tales nueces como un remedio y las usaban con el mejor resultado. Los primeros españoles que vinieron al Paraguay y, por lo tanto, aún no conocían por experiencia propia los efectos de las frutas americanas, recurrían, a falta de alimentos a estos granos y los consumieron con gran avidez y sin medida, porque saben más dulces que almendras. Pero pronto pagaban su voracidad intempestiva por el violento vómito y la diarrea incesante que, a pesar de fatigarlos, no les pudo impedir que estallaran en franca risa al notar que en vez de comida habían consumido una medicina. Ignoro si estos granos se venden en las farmacias europeas y si se recetan por nuestros médicos también a los enfermos. Lo cierto es que se debe conocer bien las fuerzas del paciente y usar de toda precaución antes de servirse de ellos. Si se corta un gajo de este arbusto y se planta en tierra, echa raíces en seguida y crece en corto tiempo.

 

VAINILLA

 

La planta de vainilla (un nombre caro a todos los afectos al chocolate) crece en lugares húmedos en forma sarmentosa /447 y se enreda en ciertos palmares para hacerse sostener por ellos. Tiene hojas grandes, más o menos de un jeme y pequeñas flores blancas. En esta planta brotan como en las leguminosas unas hojas o vainas que son del largo de un cuarto de vara, triangulares y que ya maduras se tornan pardas y relucientes en el lado externo, expenden un olor agradable y penetrante y están llenas de finísimas semillitas cual las higueras. Las mujeres indias suelen hilarse de éstas sus rosarios y llevarlos como collares. En tiempos anteriores los bárbaros no supieron hacer uso de la vainilla aunque los monos y aves las tragaban ávidamente. A causa de estar encerrada, esta fruta en una chaucha o vaina, los Españoles la denominan vainilla, pues ellos modifican el vocablo latino vagina, una chaucha; en vaina y vaginula en vainilla. La descripción que esta planta, que desde la invención del chocolate ha resultado tan rendidora a los americanos, pertenece al P. José Sanchez que ha recorrido la tierra de los Chiquitos, donde crece, como en el Perú y otros países americanos. En esta parte de Paracuaria que yo he recorrido no se ve en ninguna parte.

La causa no se debe atribuir al suelo sino a la pereza de los habitantes pues si ella se cultivara en las zonas [más calientes] septentrionales nacería sin duda.

 

CACAO

 

No muy distinto de la vainilla es el cacao. El árbol en que crece este grano es algo más grande que un naranjo pero en lo demás /448 se le parece. Su copa lleva una especie de corona. Las frutas producidas por él, asemejan a los melones grandes. Dentro de ellas se perciben granos gruesos cual almendras que están separadas entre sí por una membrana algo blancuzca y sumamente dulce como mediante una pared divisoria. Anteriormente los Indios, por no conocer su uso en el chocolate, solían desecharlos y mascar y sorber únicamente la membrana dulce cual la miel. Los árboles de esta especie nacidos en sus bosques crecen hasta una altura grandísima y con sus hojas y ramas cubren sus melones de modo que pueden ser vistos sólo por los circunstantes más cercanos. En otro suelo no llegan a ser tan grandes; en Paracuaria, en un jardín, he visto un solo árbol de Cacao que aún no había logrado su pleno crecimiento por haber sido plantado pocos meses antes. En el Perú entre los Moxos, en México y en la mayoría de las provincias americanas, hay bosques enteros de estos árboles frutales tan provechosos. Sin embargo, en los distintos países se nota en las frutas y en los árboles una diferencia que la experiencia nos muestra también en otras plantas y animales.

 

TAMARINDO

 

Los tamarindos que se conocen muy bien en las farmacias europeas, son una especie de ciruelas de un sabor algo agrio pero agradable, cubiertas de una cáscara parda y llenas de bellos y grandes granos. Si se las deja por un tiempo en agua fresca, apagan no sólo la sed más ardiente sino que purgan suavemente también el vientre. Crecen en árboles de un aspecto de palmeras y producen ramas y hojas tan grandes /449 que pueden cubrir a un buen número de gentes y pueden protegerlos, mediante su sombra, contra el calor solar. Los tamarindos que los botánicos denominan Dactili acidi (dátiles agrios), son oriundos del país de los Chiquitos y de otras regiones. En las demás regiones del Paraguay se desconocen.

 

RESINA YCICA

 

Dentro del árbol Yciy existe una resina que, según algunos, es completamente idéntica a la trementina veneciana, pero, según otros, se asemeja a la goma Elemi proveniente de Etiopia, aunque la resina paraguaya es más cálida que la goma según los vénetos. Esta resina se encuentra debajo de tierra, al lado de las raíces de los árboles, donde suele correr en abundancia por el gran calor solar. Entre los Guaraníes se denomina Ycica y se usa no sólo como un remedio en las enfermedades sino también a falta de pez, para calafateo de los barcos.

 

ARBOL ABATI TIMBABY

 

El árbol Abati timbaby es uno de aquéllos que se extienden ampliamente y exudan bajo el sol ardiente una gran cantidad de goma color oro diáfano cual el cristal más puro, con que los españoles ordinarios y los Indios salvajes suelen fabricarse cruces, pendientes y collares. He aquí todo el secreto del arte: ellos colocan contra el árbol sus modelos labrados en madera o caña de modo que la goma goteando hacia abajo penetra en ellos donde luego se endurece al aire y toma completamente la figura de las cruces, pendientes y collares. /450 Podría jurarse que tales figuras fueran de cristal. Ellas resisten también a la humedad aunque por otra parte son tan quebradizas como el vidrio. De tal manera este grano llega a ser bello, [sino también] duro. En mi opinión los artífices europeos podrían fabricar con ella diversos botones, hebillas, figuritas y otras cositas graciosas. Tal vez podría prestar buenos servicios en la medicina, pero hasta ahora nadie ha indagado sus virtudes.

 

CEDRO

 

En las selvas sitas hacia el Norte en Paracuaria y Tucumán, se ven innumerables cedros. Como su tronco crece sumamente recto y a una altura increíble, no hay para la construcción de naves una madera mejor que la del cedro, porque no se carcome y resiste por una eternidad debajo del agua. De ningún árbol americano pueden cortarse tablones tan largos y anchos como éstos; pero por ser serruchados por mano de hombre y no con máquinas hidráulicas, y luego transportados en carros desde Tucumán a Buenos Aires, que carece de árboles, a una distancia de trescientas leguas, suben a un precio elevado. Por la misma causa se transporta también desde los bosques más alejados de la ciudad de Asunción, en balsa, hasta en dos meses. En Tucumán un hermano lego nuestro de Alemania construyó una máquina aserradora que, por ser movida por agua, ahorraba mucha fatiga y trabajo al cortar los tablones. Pero los habitantes, enemigos de toda innovación, la descuidaron y más tarde la destruyeron /451 por completo. De un solo tronco de cedro se ahueca a veces una canoa grande para cuya impulsión alcanzan apenas 30 remeros. El célebre gobernador de Asunción y Buenos Aires, Fernando Arias, ha usado, según se dice, una semejante canoa en los diversos viajes realizados por ambas provincias. Tal cosa no es nueva ni inaudita pues si queremos dar fe a Plinio y a otros autores, los cedros crecen en la isla de Chipre hasta una altura de más de 130 pies y en un grosor que cinco hombres no los puedan abrazar. No niego que también del árbol Timboy se hacen tablas y canoas pero más cortas y más angostas que las de cedros, las que irrefutablemente tienen la preferencia sobre las otras tanto por el grosor y derechura del tronco como también por la elasticidad de la madera y su perpetua duración debajo del agua. El cedro se llama en guaraní Ygary y, por lo tanto, una canoa que por lo general se construye en cedro, se denomina Yga o Ygara, pero desembarcadero o ancladero Ygarupá. Los Guaraníes denominan, en cambio Ygaratá una embarcación no ahuecada de un cedro sino unida por diversas tablas. En realidad ignoro qué nombre dan los Abipones al cedro. Los Mocobíes, en cuya región crece en abundancia, lo llaman Otelalarik. En Paracuaria hay cedros de dos clases. La madera de uno es de un hermoso color rojo, la de otro es más pálido pero de ambas surge una fragancia suavísima. Bajo el fuerte calor solar mana comúnmente del tronco y de las ramas abundancia de una goma ya blanca, ya roja, pero siempre diáfana. Nosotros hacíamos de ella para encolar e iluminar un uso igual a la goma arábiga. Tampoco carece de virtudes medicinales: /452 cuando se bebe agua con astillas de cedro hervida, ésta expele la sangre salida de los vasos para fuera del cuerpo de los contusos por una fuerte caída del caballo o de un árbol o por cualquier otro fuerte golpe, aunque en caso de tales accidentes para acelerar el restablecimiento de los contusos, se les da a beber quinoa, una leguminosa de granos muy chicos hervidos en agua. Otros machacan esta quinoa en un mortero, vierten encima agua hirviente y forman así una cataplasma que se debe colocar sobre la parte contusa o herida. Expele también los males humores más pronto de lo que osa esperar el médico o el enfermo. Escribo esto por mi propia experiencia. Esta misma leguminosa es también uno de los alimentos más sanos, para cualquiera.

 

PINO AMERICANO CURIY

 

El Curiy asemeja mucho al pino europeo en altura y en las hojas, pero tiene una madera más dura que es blanca y jaspeada con venas rojas. Especialmente los nudos o las excrecencias sobresalientes que el pino americano produce, no ceden en dureza ante las piedras. De estos grandes nudos los guaraníes tallan muy artísticamente sus estatuas de santos o tornean sus rosarios. Si se colocan cerca del fuego, sale derretida por el calor la resina contenida en la madera, de modo que brillan cual barniz [como dice el vulgo] y toman un bello color rojo. Mientras el árbol Curiy está aún verde, exuda bajo el calor solar una resina rojiza que huele agradablemente y sirve mucho para curar las heridas [además produce unas piñas o piñones semejantes por su tamaño a calabazas. De su corteza áspera se extrae la pulpa que es muy apetecida. Por ningún lado se ven pinos, pero en algunas selvas de Paracuaria parecen verse a lo lejos, por lo que los españoles llaman "los pinares". Esos Curiy, trasladados a los huertos domésticos, crecen muy bien; yo mismo los he visto en varias fundaciones guaraníticas.] /[402].

 

ALGARROBA O SILIQUA GRAECA

 

[Este árbol recibe muchos nombres: su fruto es llamado por los españoles algarroba; siliqua graeca por los latinos, kagátiov por los griegos, por Galeno, keediwvía pan de San Juan por los agricultores alemanes, y capricorno por el pueblo. Pero la algarroba americana difiere por el tamaño, la forma y el color de la que se encuentra por doquier en Alemania y que los españoles llaman algarroba de Berbería, ya que de ahí fue trasladada por los moros a España y Portugal y hoy nacen abundantísimos en sus selvas a tal punto que – yo mismo lo he visto – a diario se ofrece en aquellos lugares como forraje a bueyes y mulas. La vaina de la algarroba española es más grande, y los granitos que contiene son también más grandes, de color obscuro, aunque su pulpa sea dulce y blanquecina. Las vainas de la algarroba paraguaya son largas como una palma y algunas del ancho de un dedo pulgar de hombre; están cubiertas por una película amarilla, y llenas de semillas más pequeñas, más blandas y más apetitosas. De los muchos géneros de algarroba que nacen en Paracuaria, recuerdo dos: una llamada blanca y otra negra. A ésta los abipones llaman Róak, a aquélla óik. La blanca se come seca, cuando cae del árbol, ya sea molida en el mortero, ya en infusión. Corresponde a las mujeres el trabajo de recolectarla en las selvas, llevarla a caballo hasta la casa, molerla en el mortero y verterla en una especie de vasija de piel de buey mezclada con agua fría; allí, sin otro añadido, después de unas doce horas /[403] toma un color semejante al mosto y entra en ebullición, resultando finalmente de acre que era, una bebida completamente dulce y saludable. Su uso desmedido produce la inestabilidad en la cabeza y los pies, como también de la lengua. Los abipones no necesitan ni del vino de Falerno ni del Tocaino para embriagarse, ya que les basta con esta bebida de algarroba, durándole su efecto varias horas y aun a veces días continuados. Pero del mismo modo que se embriagan, provocándose muchas veces caídas y lastimaduras, si la usaran con moderación sería para estos bárbaros un instrumento de salud y fortalecimiento. Más de una vez vimos a un abipón sospechoso de caquexia o de alguna otra enfermedad crónica; entonces solíamos decirle: "Vive mientras macere la siliquia graeca"; el infeliz, invariablemente reanimado por ella, convalecía con toda seguridad. Tan saludable era, que a los que yacían postrados con sus fuerzas marchitas, revivían escanciando abundantemente de esta dulce bebida, para maravilla nuestra,] (35e) /455 Los caballos, mulares y vacunos no son jamás gordos y más fuertes que cuando se les mantiene con el pan de San Juan. Por donde quiera, todos los bosques están llenos de esta fruta, especialmente en el Chaco y Santiago, aunque en las regiones inmensurables de Paracuaria no se ve ni una ramita de este árbol. A lo menos en las regiones de los Guaraníes que pueblan treinta y dos localidades y por lo tanto ocupan una región vastísima, no se ve ni uno solo. Pero tampoco encontrábamos bien transplantar para allá tales árboles, por más ligero que crezca, para que los indios no comenzaran a beber y se emborracharan. Por este mismo propósito teníamos entre los Guaraníes una prohibición de preparar aguardiente de las cañas de azúcar que crecían abundantes en muchas localidades, si bien esto no regía para los duraznos, naranjas, membrillos y otras frutas semejantes. La semilla de algarroba crece segura y rápidamente sobre cualquier gleba haciéndose árbol aunque sólo por un acaso haya sido desparramado ahí. Sobre el campo donde antes a orillas del río rojo (Río Bermejo) ha estado la ciudad de Concepción, destruida ya hace mucho por los Abipones, se ve hoy en día uno de los bosques más espesos. Las semillas echadas diariamente en las calles y provenientes de la algarroba tomada por los habitantes, a decir así, de día y de noche, les dieron origen. Por la misma causa en todas las llanuras donde los Abipones han permanecido durante un tiempo, nacen los bosques. Hay aquí aún otras cosas memorables acerca de este árbol. EL algarrobo blanco suministra no sólo alimento y bebida sino también medicina y la madera más excelente para la construcción de carros, casas y naves. Ella es de color azul violeta, laborable y muy firme en el agua. /456 Con ella se construía la mayoría de las quillas de barcos que navegaban por el Paraguay y el Paraná. Los baos y tirantes hechos de la misma, se metían luego cual costillas en el espinazo. En los bosques de Santiago y en la costa boscosa de Corrientes hacia el Poniente se ven dondequiera los algarrobos más largos y más gruesos. No menos abundantes son también allá los árboles de una especie diferente que a pesar de su largo y grosor no sirven para ser laborados por el crecimiento torcido de sus troncos. Las hojas de ésta, llamada Oaikík, por los Abipones, son pequeñas como sus flores, de un color amarillo pálido, de las cuales brota el Pon de San Juan en vainas como las habas. Estas maduran in Noviembre y duran hasta Marzo en los bosques si no se juntan paulatinamente y se guardan en las casas por previsión. Los abipones comienzan a contar su año desde el florecimiento de los algarrobos. Por esto la voz Yñiera denota simultáneamente la flor de su fruta y el año. En vez de preguntar: "¿qué edad tienes?", dicen: "¿cuantas veces en tu vida ha florecido el pan de San Juan?" (Hegem leyera yñierachi?) Ante esto los otros, en vez de responder, ya que en su idioma no tienen una palabra que expresa más de tres, muestran sus dedos de manos y pies. En otro lugar hablaré más de la aritmética de los Abipones. La otra especie del algarroba, llamada por los Europeos el negro pero por los Abipones Roáka semeja por completo a la primera excepto que aquella es más pequeña y más dulce. Su cascara parda tiene manchas rojas. Si se comen muchas crudas, deleitan por cierto al paladar por su dulzor pero raspan la lengua y la dificultan para hablar. Lo se por propia experiencia. Cuando una vez en un viaje largo me faltaron /457 los alimentos, recogí al cabalgar tales frutas de los árboles más cercanos y los comí ávidamente para contentar mi estómago. De seguro aplaqué el hambre pero de pronto perdí el habla. El permanecer callado por unas horas constituía la enfermedad, y a la vez su remedio, mientras más compañeros se reían ampliamente de mí. De seguro esta clase de pan de San Juan se emplea con mayor frecuencia para la comida que para la bebida. Sus cáscaras se machacan dentro de un mortero de madera hasta formar una harina, luego se limpian a través de un colador y se echan en una vasija redonda de madera donde se amasa con las manos la papilla. Como ésta es muy resinosa, se torna de por sí en un pan y endurece cual piedra pues la espesa resina de la harina es la cola que la mantiene compacta. Tales panes llamados patay, se hacen especialmente en la colonia de Santiago y se envían también a otras ciudades donde sirven no sólo para la comida sino también para medicamentos y principalmente a los Europeos que padecen mal de piedra o mal de orina. Lo cierto es que ambas algarrobas; tanto la blanca como la negra, comida o bebida, prestan irrefutablemente los servicios más oportunos a los tísicos o a los atacados por retención de orina porque esta fruta posee una gran fuerza diurética. A lo menos los nativos que desde su juventud comen diariamente pan de San Juan, no conocen ni de nombre tales molestias. Algunos sostienen, mediante procesos químicos, que de ambas especies se podría sacar una esencia muy saludable a los atacados de piedra y a los tísicos. No debemos olvidar la tercera especie de la algarroba. Algunos la estiman completamente igual a la acacia, una planta egipcia /458 de la cual mana la goma arábiga. Su madera es dura y roja obscura. Sus hojas se parecen a las especies de este árbol ya mencionadas pero sus flores son conglobadas, pequeñas, de un color amarillo de azafrán y exhalan un olor aromático. La corteza de la vaina es gruesa y negra. Las semillas encerradas en chauchas asemejan a las lentejas pero son más duras. Las vainas contienen junto con su pulpa algo resinoso; son de un sabor acre y áspero y no son ni comibles ni potables. Los habitantes de [Córdoba y] Santiago tiñen en negro su lana ovina o algodón mediante esta fruta, con un agregado de alumbre o vítriolo. De este mismo árbol mana una resina que tiene el idéntico aspecto de la goma arábiga. A éstas agrego aún una especie de arbolito como cuarta especie de la algarroba. Sus vainas tienen aspecto purpurino o casi pardo. No tienen sabor alguno ni dulce ni amargo. Los habitantes preparan de ella una bebida que es esencialmente febrífuga y por esto, según el testimonio del P. Tomas Falconer, médico, restituye la salud a muchos que en Europa sanarían solo con la cura de saliva.

 

PALMERAS VARIAS

 

Solo las palmeras (que los Abipones denominan Neboque, pero que los Guaraníes llaman diversamente, según sus especies me darían bastante materia para un grueso volumen, si yo quisiera exponer los nombres de las diversas especies, sus figuras, propiedades y utilidad. Los palmares americanos pueden ser denominados con razón el arsenal, la farmacia, el guardarropa y la despensa de los americanos, pues las palmas /459 les dan de pronto comida y bebida, de pronto medicamentos, ya armas y ropas y frecuentemente también un techo. Voy a aducir aquí solo algo de la gran cantidad de las muchas que yo mismo he visto en Paracuaria.

 

CARANDAY

 

Las palmeras Caranday crecen altas, expanden sus hojas cual mosqueadores y tienen dátiles dulces que también el Europeo come con placer. La corteza del árbol es dura cual hierro y hendida con el hacha y librada de la médula [o pulpa] consistente en puras espinas puntiagudas, se usa en algunas ciudades en lugar de tablillas y tejas para techar las casas. Se construyen hasta chozas con ella pues se talan las palmeras en un cuarto de luna propicio o sea bajo luna menguante. Su corteza perdura muchos años como yo mismo he experimentado. También es cierto que entre estas palmeras crece la hierba mejor y más sana para el ganado porque el agua de lluvia al caer desde sus ramas a la tierra adquiere cierta salobridad y produce sal nitro por todas partes que es el mejor y más sabroso condimento para el ganado. En los bosques situados cerca de las localidades, los Abipones hacen pacer frecuentemente algunos miles de caballos pues éstos no engordan con tanta seguridad y presteza en ningún parte como aquí.

 

PINDÓ

 

Los Pindó, una especie de palmeras muy altas y numerosas tienen una corteza blancuzca y áspera y en lugar de la madera una pulpa rala y liviana cual esponja y consistente en hebritas que se encienden rápidamente. Produce dátiles que los Guaraníes denominan Ybapyta. Estos se machacan en un mortero antes de comerlos o beberlos con agua. /460 Los bosques están completamente llenos de los dátiles caídos de las abundantes palmeras. Por su dureza natural causan, al ser pisados, increíbles dolores a los Indios aunque éstos, durante toda su vida, no usan zapatos y, por lo tanto, tienen plantas muy duras. Por esto cada cual puede juzgar lo que yo, acostumbrado desde mi juventud a llevar calzado, tenía que sufrir por estos granos duros cuando a veces por varios días caminaba con pies descalzos entre los bosques, pues los zapatos y medias de cuero quedaban tan ablandados y gastados que ya no podía usarlos más y, por lo tanto había tenido que tirarlos. Pero en la misma medida en que estos árboles incomodan al viajero le favorecen también. Cuando los Guaraníes pernoctan en la selva y se acerca una tempestad, buscan bajo las palmeras una protección contra la lluvia. Ellos abaten unos cuantos de las más cercanas y de los troncos blandos y esponjosos construyen rápidamente una choza que cubren con hojas de palmera tejiendo artificiosamente sus hojas a la derecha e izquierda. Debajo de ellas uno se encuentra cubierto por completo. La lluvia puede caer en la mayor cantidad pero ni una sola gota pasará a través de este techo. En tales chozas construidas rápidamente he pasado seco con frecuencia muchas noches tempestuosas bajo truenos y rayos, bajo lluvia torrencial, y con tal ocasión he admirado la prontitud y la bondad de los Guaraníes. Si a veces escribo que yo estaba completamente mojado y penetrado por la lluvia, es preciso pensar que no me acompañaba Guaraní alguno, o que los Guaraníes no habían hallado algunas palmeras de la especie del Pindó. De sus hojas se tejen a veces como de mimbres unas sogas y cestos. /461 No sólo crecen estos árboles hasta a una altura extraordinaria, sino también sus ramas crecen muy graciosamente y brindan así una agradable vista a los ojos como también un adorno espléndido para los jardines.

 

YATAY

 

El Yatay, una especie de palmeras pequeñas, produce en sus copas fuera de los dátiles, un germen tierno que es blando cual manteca y de un color en parte de oro, en parte blanco. Se come crudo tal cual se recoge del árbol y todos lo encuentran agradable. Los papagayos visitan [diariamente] en bandadas estos árboles por sus nueces.

 

YATAY GUAZU

 

El Yatay guazú posee hojas muy anchas y de un verdor muy alegre como también un tronco esponjoso y de un largo no menor de cinco varas. Sus frutas consisten en nueces de figura de huevos; los Españoles los llaman cocos. Estas nueces tienen poca pulpa, pero comestible si se cuece. Cada uno contiene tres granos grandes que saben al paladar cual almendras pero son más gordas que ésas.

 

MBOCAYAY

 

El Mbocayay crece frecuentemente en las colinas. Su tronco y sus hojas están provistas de espinas largas y fuertes. En este árbol crecen racimos de dátiles que tienen un aspecto ovalado [dulces como almendras] y se comen ya crudos, ya tostados. De ellos se prensa un aceite que es /462 casi igual al aceite de oliva. Este mismo árbol produce también fibras más fuertes que las fibras del cáñamo y de las cuales los naturales suelen hacer sus cuerdas de arco y sus líneas para los anzuelos. Yo mismo he usado una de ellas en el mar. En el contorno de Córdoba se ven palmeras cuyo nombre desconozco pero de cuyas hojas se hacen escobas de barrer tan cómodas y duraderas que se exportan en grandes cantidades aún hasta a las más distantes ciudades. Los Españoles de Santiago que en los bosques buscan cera y miel, hachan con la segur en ciertas palmeras hasta adentro en la médula. En estos árboles hallan a su vuelta, después de unas semanas, unos gusanos grandes y gordos que ellos cuecen en una olla o sartén y luego comen con mucho apetito. Me detendría demasiado si quisiera examinar todas las especies de las palmeras que crecen en América y sus diferentes utilidades. Todavía me quedan tantos árboles, arbustos y plantas fructíferas o medicinales o útiles en una u otra forma, que, aunque no los describa detalladamente, sin embargo, no pueden ser omitidas totalmente.

 

ARBOLES FRUTALES

 

En Paracuaria no se ven casi árboles europeos. No he visto casi nunca o a lo menos raras veces manzanas, peras, ciruelas, cerezas, avellanas, castañas, aunque he recorrido una parte tan gran del Paracuaria. Aunque se cultiven diligentemente y se rieguen tales árboles, no se logran, pues el clima y el suelo paracuario /463 les son completamente contrarios. Por lo tanto producen únicamente hojas, o a lo menos unas frutas de un aspecto tan extraño que más bien deben ser considerados unos abortos que unos deleites para el paladar. La escasez de las mencionadas frutas queda substituida por la increíble cantidad de higos, duraznos, membrillos, granadas, limones dulces y de otras especies y de grandísimas naranjas en una abundancia envidiable [para Europa]. No sólo los huertos sino bosques enteros están llenos de tales frutas que en parte se plantan por las manos de los Europeos, en parte han nacido de las semillas llevadas por el viento. Estas nobles frutas se comen crudas pero por lo general cocidas o hervidas con azúcar y empleadas en diversas pociones y confituras. En el reino vecino de Chile donde el aire de las sierras es muy riguroso, prosperan muy bien casi todas las frutas europeas junto con las muchas otras indígenas por lo cual se secan y se exportan con gran provecho a las demás provincias. Pero aunque Paracuaria carece de frutas europeas, posee en cambio, también muchas nativas que en Europa no se conocen ni de nombre. Mencionare aquí estos árboles y arbustos sin diferencia y como vienen a mi mente pero sin entrar en pormenores.

 

MISTOL

 

Con la madera pardo roja, dura y pesada del altísimo árbol Mistol se pueden tallar las mas excelentes manos de mortero y palos de lanza. Su fruta los Abipones la llaman Naalá, es roja, del tamaño de una castaña y asemeja al Ziziphus que en español se llama azofaifa, pero en el lenguaje farmacéutico /464 jujuba y en tiempos pasados se ha llevado desde Africa a España e Italia. Ella tiene una piel tierna, un carozo bastante grande y duro y una pulpa comible. Se hace de ella también una bebida dulce y hasta un pan que a los indios les parece tan sabroso como insípido a mi. Los médicos en Europa recetan la ziziphum o sea la jujuba en las enfermedades del pecho, de la tos, convulsa y pleuresía. Ignoro si el mistol paracuario posee esa misma virtud.

 

CHAÑAR

 

La madera del árbol Chañar o Apehik, como lo llaman los Abipones, es muy dura y amarillenta; su fruta parece algo a la anterior aunque es menos roja y dulce. En abipon se denomina Apehé. Ella se come y se bebe; algunos la secan y la guardan en casa.

 

YACANÉ

 

La fruta del Arbol Yacané es de color amarillo azafrán. En el tamaño es igual a un limón mediano y en el sabor a una pera rancia.

 

QUABYRA GUAZU Y QUABIYÚ

 

Las quabyra guazú asemejan a las ciruelas y las quabiyú a las cerezas y se usan en parte para la comida y en parte para bebida. Las quabyra crecen en gran abundancia y son muy apreciadas por los Indios. Yo les he tenido asco siempre porque huelen a chinches. Ambas especias productoras de tales frutas, /465 tienen una madera que es especialmente apta para ser torneada.

 

QUABYRA MIRI

 

El quabyrá miri o la [quabyrá] más chica es completamente diferente a la anterior y, en mi opinión, se debe preferir a todas las frutas del Paraguay tanto por su salubridad como su suavidad. Ella consiste en una pequeña manzana parecida en figura y tamaño a una nispola. Su piel es algo dura y al principio verde pero se torna purpurina ni bien madura la quabyra miri. La pulpa mezclada con tiernas semillas es de excelente sabor al paladar aunque es algo agridulce y exhala un olor balsámico que existe también en la cascara mondada y en las hojas. Esta, reducida a polvo se desparrama sobre el té paraguayo para darle un olor agradable y acrecer su valor. Lo extraño es que sin perjuicio ni peligro se pueden comer cuantas se quiera de estas frutas ardientes por naturaleza. La quabyrá miri crece en arbustos que tienen un aspecto como los enebros austríacos, pues estos también crecen en otros lugares hasta hacerse arboles. El arbusto de quabyra miri tiene un tronco delgado pero muchas raíces gruesas y nudosas que se extienden amplia y largamente debajo de la tierra. Ella prospera sólo en un suelo arenoso donde por lo general no prosperan gramíneas mayores. En los campos de Taruma donde fundamos la localidad de S. Joaquín, en los contornos de la villa Curuquati y hacia el Brasil, territorio de la ciudad de San Pablo, se la ve generalmente, pero [en estas regiones de tierras abundantes en esta fruta] se han de encontrar también unos prados menos fértiles, sea porque la arena quema el paste, o sea que los mencionados /466 arbustos absorben los mejores jugos de la tierra. En la Paracuaria restante que yo he recorrido y donde he percibido un suelo más fértil, no ha llegado a mi vista ni un vestigio de una quabyrá miri. Debo mencionar aquí otra utilidad que presta esta planta. Las hormigas hacen sobre sus ramas una cerca más blanca que la nieve y así cual el bálsamo más noble llena todo su derredor con el perfume más agradable. Esta cera consiste en unos granitos sumamente chicos y blancos desparramados sobre la planta. Las mujeres la juntan con mucho trabajo, la derriten y fabrican con ella unas velas que se usan en las iglesias y que al arder expanden un olor muy agradable. Debe deplorarse que esta cera excelente no posee dureza alguna pues las velas hechas con ella se derriten con facilidad y no arden por mucho tiempo. Para prolongar su duración, yo agregaba frecuentemente a la cera de las hormigas la vulgar cera de abejas. Yo deploraba y extrañaba muchas veces que no se había llevado a Europa esta cera excelente la que, de seguro, todos encontrarían admirable. Probablemente sería muy bien recibida por la nobleza y tal vez sería muy conveniente a los enfermos.

 

LA GRANADILLA O LA FLOR DE LA PASION DEL SEÑOR

 

Sigue a la anterior una fruta sumamente saludable que los Españoles denominan la granadilla, los Guaraníes Mburucuyá y los Abipones Netegniklepá. Ella crece abundantemente sin distinción de la estación en los campos y eso en una planta que se adhiere cual la hiedra /467 a los cercos y setos. Hay diversas especies pero se distinguen entre si únicamente por la conformación de sus partes y variedad de colores. Todas presentan un pomo de color de oro y jaspeado de rojo en un tamaño mediano. Son de un sabor agridulce pero adentro están llenos de semillas redondas y negras y huelen muy bien. Siempre conviene al cuerpo humano comerlas crudas o beberlas en agua fría confitadas en azúcar cual limones, pues su jugo de néctar fortalece el estómago y refresca muy especialmente los miembros agotados por el calor solar. Si se contempla con alguna atención esta flor, se encontrarán representados en ella el látigo, la corona, la cruz, los clavos, la columna, los dardos, la hiel y las demás señales de los instrumentos martirizantes mencionados en la historia de la pasión de nuestro Salvador. Yo ridiculizo todos aquellos que explican esto como una ficción fantástica de una devoción fanática y una fútil interpretación de las obras de la naturaleza. A este respecto se conocen unos antiguos versos latinos de un autor anónimo. El original dice:

 

Pulcer in America moscho redolentior est flos,

qui fert occisi nobile stemma Dei (36t).

 

Por esto ella se llama generalmente la flor de la Pasión y mereció que en tiempos pasados se la llevara desde América a Roma bajo el sumo pontífice Pablo V. Esta flor se halla descripta prolijamente por nuestro Eusebio Nieremberg en su Historia Natural en el libro 14 capítulo 10 y ha sido /468 dibujada diversas veces por varios, pero para presentar a todos una cabal comprensión de ella es preciso pintarla debidamente en colores.

 

QUEMBÉ

 

Cuanto más desconocida es la fruta Quembé aún a aquellos que han encanecido en Paracuaria tanto más notable es ella. En realidad ella crece únicamente en los bosques norteños de este país. Su largo importa más de un jeme, su grosor en el centro es la de un puño de un hombre pero menor en las extremidades, de manera que parece casi una paloma de forma cilíndrica y desplumada. Algunas pesan más de dos libras. Su piel delicada es amarillenta y cubierta de una gran cantidad de verruguitas que en el centro tienen un punto negro. Su pulpa es jugosa, sumamente dulce pero llena de espinas invisibles que se sienten únicamente en el paladar. Por esto no hay que mascarla mucho sino tragarla rápidamente pues si se la mueve largamente bajo los dientes, la lengua se irrita por las espinas ocultas y queda impedida en el habla por un rato. El marlo existente en el centro así como en el trigo turco contiene algo leñoso y por esto se desecha. Es increíble cuán agradable y sana es esta fruta y cuánto repone al ser humano cansado por una larga caminata y chorreando de sudor. Yo he conocido su benéfica virtud durante mis muchos viajes a pie por los bosques a buscar naturales. La Quembé tan pesada crece en un arbusto flexible de aspecto de una soga y se enrosca cual hiedra alrededor de los árboles altos y pende de ellos como un cordel. /469 Cuán fuerte es este arbusto que en guaraní se denomina quembepí, puede deducirse del hecho de que los indios más robustos cuando al juntar la miel hacen con el hacha aberturas en los árboles altos se sientan sobre el Quembepí enroscado en las ramas y el tronco y permanecen ahí un gran rato sin el menor peligro. Los Españoles y Portugueses tejen en ocasiones de dicho quembepí los cabos para los barcos que se rompen aún menos que los hechos de cáñamo.

 

TATAYY, UNA MORERA

 

Sobre el tatayy, uno de los árboles más altos y grandes, crecen moras que no se distinguen en nada de las nuestras, ni en sabor, ni en forma, pero que son amarillentas y más grandes. Los Guaraníes las llaman Tatayyba. La madera de este árbol es muy dura, elástica y de color amarillo (azafrán). Los Indios tornean de ella muy bellas flautas, pífanos, cajas y otras cosas como los Europeos del boj. Las astillas cocidas en alumbre se usan con el mejor resultado para teñir de color amarillo la lana y el algodón.

 

MAMONES

 

Los mamones, una fruta más o menos del tamaño de un membrillo y a veces aún mayores, aparecen en color verde amarillo en el mismo tronco del árbol y esto en el tiempo de su madurez. Como penden de tallos cortos, semejan unas mamas, de donde toman su nombre. Su pulpa asemeja a los melones en color y sabor y se come ya cruda ya cocida con la carne, lo cual es mejor. El árbol en que crecen /470 es de un tamaño mediano y grueso y asemeja en su corteza de color ceniciento a un nogal pero en sus hojas anchas y anguladas a una higuera. Su madera débil rebosa de un jugo lechoso e insípido. ¡Tal es la segunda causa por la cual sus frutas llevan su nombre de las mismas! Estos árboles florecen y fructifican durante todo el año, y por esta misma fertilidad no perduran más de cuatro años. Desde su plantación necesitan sólo un año para crecer y dar frutos. Hay dos especies de las cuales una se dice ser la masculina, la otra la femenina. Por cierto se diferencian en algunas partes pero es erróneo que una sin la otra queda estéril. Tal diferencia sexual ha sido atribuida a diversas plantas y árboles. Con la frecuencia con que se encuentran los mamones en el Brasil y algunos otros países de América, tan raramente se ven en Paracuaria, y casi nunca fuera de los huertos.

 

ALABAS

 

Un arbusto o, para decir mejor, un cardo bajo y espinoso que prospera de la mejor manera sobre un suelo arenoso produce la alabas o Pitaháyas como en California denominan esta única golosina de los indígenas. Son frutas del grandor de un huevo de gallina con una piel gruesa, dura y cubierta con delgadas espinas puntiagudas debajo de la cual se esconde una pulpa roja, frecuentemente nívea y jugosa. Esta pulpa, entreverada completamente con semillitas sumamente chicas, menores aún que los granos de la pólvora, tiene un excelente sabor y refresca al cuerpo cuando uno casi desmaya de calor. /471 Si se tuvieran tales alabas en Europa, ocuparían sin duda una colocación excelente como manjares delicados de los nobles. Se las encuentra en abundancia en algunas regiones de Paracuaria y en otras con rareza. Durante los viajes apagaban frecuentemente como medio rapidísimo mi sed.

 

AGUAY

 

El Aguay es un árbol grueso y produce frutas [completamente] parecidas a ciruelas. Como éstas contienen un jugo acre, se comen con mayor frecuencia y menor peligro cocidas en agua. Por su nombre es afín a otro árbol pero completamente diferente en sí y en su forma.

 

ANGUAY O YBIRA PAYÉ

 

El Anguay es un árbol de una altura extraordinaria y grueso, de una madera muy dura, rojiza, fragante y muy excelente para labrarla. En lugar de frutas produce semillas duras parecidas a las almendras que tienen también su sitio entre los medicamentos. Como estos granos violáceos y triangulares brillan espléndidamente, los Indios bárbaros se los cuelgan en derredor de sus cuellos y creen ornarse como con collares. La resina que mana de este árbol exhala una fuerte fragancia y es sumamente saludable. El bálsamo brasilero y peruano de fama mundial se compone de ésta con el agregado de aceite [del árbol] Cupay y otros ingredientes. La misma se usa en las iglesias en lugar de incienso al cual la resina mencionada supera mucho. Iguales servicios presta también la corteza del Anguay porque ella contiene mucha resina. Este árbol tiene este nombre porque los Guaraníes tallan de él la mayoría de sus morteros. /472 En el idioma de este pueblo se denomina también Ybira payé el árbol de los hechiceros, pues payé denota un hechicero, mago, médico, profeta, en fin, un embustero. Cuando los bárbaros que hacen profesión de este charlatanismo esperan la visita de sus contertulios y son consultados, suelen ahumar su tugurio con esta resina echada al fogón para engañarlos, para aparecer como si aspiraran algo divino.

 

YBA POROYTY

 

El Yba poroyty es una fruta pequeña afín de la cereza, algo agria pero sabrosa. De este árbol se hace un bálsamo.

 

TARUMAY

 

La fruta del árbol Tarumay se parece algo a las olivas pero dista muchísimo del sabor de ésa. Como estos árboles crecen en abundancia en el terreno donde habíamos colocado el pueblo de S. Joaquín, se denomina Taruma por los Españoles e Indios. Nadie apetece sus frutas.

 

GUAYABA

 

El árbol Guayaba produce una pera oval y completamente llena de granos cuyo lado externo se torna amarillo al madurar. Su pulpa es roja. Hervida en azúcar es más sabrosa y también más sana. Si se cuecen antes de madurar, fortalecen el estómago y sujetan la disentería. Este árbol prospera también en un suelo menos fértil. /473

 

VINAL

 

El gran árbol Vinal se halla cubierto con hojas parecidas a las hojas del olivo pero más grandes. Produce unas vainas similares a las de la algarroba negra pero que en su largor no igualan a las del pan de San Juan. De esta fruta se prepara una bebida. El Vinal está cubierto también con unas espinas de un jeme de largas, muy puntiagudas y fuertes. Los picados por ellas, se sienten mal no sólo por el dolor causado sino también por el peligro inherente. Tan venenosas son sus espinas. Sin embargo, este árbol es también útil al hombre pues de sus hojas, después de haber sido bastante machacadas, se exprime un jugo que, untado sobre los ojos, proporciona, según se dice, un gran alivio de los dolores de ojos, especialmente cuando un humor nocivo los ha causado.

 

YBYRA YEPIRO

 

Algunos soben preparar del Ybira yepiro un bálsamo excelente pero cuyo uso no he conocido.

 

CAAYCY

 

El caayçy que, según algunos, es una especie del mastique, exuda una resina diáfana y fragante.

 

AGUARIBAY

 

Con el arbusto Aguaribay, que también se cuenta entre los lentiscos o sean mastiques, se prepara también un bálsamo /474 considerado muy útil para limpiar y curar las heridas. Colocado en la boca contiene la hemorragia y la tos.

 

MOLLE

 

Los artífices obtienen del conocido árbol molle una madera firme pero muy expuesta a la carcoma. Sus hojas siempre verdes cual laurel se machacan y se usan luego para curtir los cueros caprinos y aún para medicamentos. Su tronco expele una gran cantidad de goma de hermosa fragancia que se enciende en lugar del incienso. Sus frutas son negras y cuando maduran toman una corteza azul-pálido. Los Abipones la denominan aparañi. Como estas frutas son aún más dulces que el pan de San Juan, se las cuece en agua y se prepara con ellas un jarabe dulce y fuerte que mezclado con agua proporciona una bebida agradable y espiritual. La ebriedad originada por ella no solo hace brillar los ojos en cierto fuego feroz sino que apenas se pierde en dos días. Los médicos saben sacar de las ramas y la resina de este árbol diversa utilidad para manifiesto provecho de sus enfermos, como yo sé por propia experiencia.

 

BACOBA Y BANANA

 

Las frutas bacoba y banana, tan altamente apreciadas por los americanos, pertenecen al género de los higos. Ellas son ovales y rojas. Los arbustos en que crecen no tienen ni semillas ni ramas pero largas hojas anchas y de un verdor magnífico de cuyo centro brotan el germen y la fruta. El tronco /475 del arbusto es delgado y débil. Después de haber dado fruta una sola vez, perecen, pero son substituidos por sus brotes que crecen desde sus raíces. Las frutas de las bananas son algo más largas, cuadradas, con cáscara de color azafrán, por adentro blandas, no muy jugosas pero frescas y por esto, si no son bien maduras, perjudiciales al estómago. La bacoba es por lo tanto más sana que la banana. Sin embargo, ambas frutas, bien preparadas, prestan buenos servicios en las diversas enfermedades. El jugo exprimido embriaga si se bebe en exceso. Sus plantas prosperan en el suelo más estéril y dan fruta en todas los estaciones. Algunos llaman platanus a las bacobas pero entre los platanus paraguayos y romanos existe una diferencia muy grande.

 

ANANÁS, O PIRA DEL PARAGUAY

 

Los españoles nacidos en el país llaman piñas del Paraguay a las ananás, esta delicia de los nobles Europeos y adorno de sus huertos, porque tienen algún parecido con los piñones. Ellas crecen en gran abundancia en la parte norteña de Paracuaria y se llaman por los Guaraníes naná (que significa cardo). Como entre nosotros se las ve no sólo en los huertos de los grandes señores sino que se venden frecuentemente también en el mercado, encuentro completamente superflua su descripción. Sin embargo, agregaré como apéndice lo siguiente: En la región de Taruma, donde he pasado ocho años, crece espontáneamente en gran abundancia esta fruta pero, a pesar de esto, la he comido sólo dos veces porque tras esto siempre sentí un enfriamiento en mi estómago. Algunos sostienen con Monard que los Ananás refrescan y otros con Cristóforo Acosta, que calientan. ¿Quién dará el fallo al respecto? /476 Según más observaciones, las ananás son más grandes en el Paraguay, pero más dulces en Europa. Su jugo es agradable al paladar cual el de las frutillas pero no estando bien maduras, es acre y cáustico. Por esto la fruta cortada en rebanadas según el largor se desvirtúa primero en vino generoso. Su jugo especialmente el producido por el fuego, despierta la languidez del alma, acrece el apetito, disminuye la retención de orina y los dolores nefríticos y restituye a los ancianos el calor natural. Algunos endulzan también en azúcar las ananás para conservarlas. Cada planta da anualmente sólo una fruta, luego exhausta perece poco a poco. En su lugar se recoge una pequeña planta que brota de la corona del ananá madurado y se coloca en tierra para que de fruta al año siguiente. Lo mismo ocurre también en campo libre sin que nadie ayude con la mano pues el brote nuevo cae de la planta y echa raíces.

 

MANDIOCA

 

La raíz mandioca es por naturaleza mortífera a todos los animales pero preparada convenientemente, es un alimento sano de una gran cantidad de pueblos salvajes y la principal vitualla de los brasileños que carecen del trigo europeo. Como se menciona frecuentemente esta raíz en las historias de América, merece la pena, de seguro, de exponer algo más ampliamente su origen, forma, preparación, uso y utilidad. La mandioca es una raíz de la pequeña flor mandió que crece más o menos hasta la altura de un hombre mediano. El tronco del mandió /477 es muy derecho, esbelto, del grosor de una pulgada más o menos, nudoso como caña de laguna, en su corteza semejante a una planta de avellano y en su médula esponjosa y llena de leche como un saúco. Arriba en la copa lucen ramas – y ramitas, hojas bellas, largas pero angostas, adornadas por un verde ameno cual de Rosa de Peonia. Sus flores son de un amarillo pálido. En vez de frutas tiene grandes raíces, a veces del largo de un pie pero frágiles, a las cuales frecuentemente no iguala en grosor un brazo de hombre. Su corteza es de color obscuro como la de los avellanos pero su médula es nívea y llena de un jugo lechoso, pegajoso y venenoso. Al igual que en los árboles de canela se puede aprovechar sólo la corteza, en el arbusto Mandió es útil para el ser humano únicamente la raíz. Los americanos ya conocen unas veinte y tantas especies que se diferencian en forma y propiedades. El mandió produce esa semilla no desemejante a la semilla del piñón del Paraguay, Ricimus Americanus, pero completamente inútil para la propagación de la planta. A este fin el tallo de un arbolito desarrollado se corta en unos gajos de más o menos dos jemes de largos en que se colocan siempre de a tres en unos montículos de tierra, de manera que sobresalen un, jeme para afuera de la tierra. Ellos germinan, echan hojas y crecen en corto tiempo. No deben ser regados jamás pues el agua y la sombra son muy contrarias a esta planta que prospera únicamente en un campo arenoso y libre. Su plantación debe hacerse en una tierra completamente seca y en los meses de verano. A los seis meses ya se encontrarán comibles sus raíces aunque necesitan un año entero /478 para su completo desarrollo y llegar a una madurez total. Aún si después de ese lapso no se sacan de la tierra, se conservan, sin embargo, por mucho tiempo bajo tierra sin echarse a perder, pero si se las saca, se pudren rápidamente a los tres días. Por esto es menester que las raíces desenterradas sean sin tardanza limpiadas prolijamente, mondadas, recortadas y secadas bajo el sol durante dos días. Con esto quedan blancas cual greda y tan dura que se las puede usar hasta para grabar signos. Machacadas en un mortero de madera, forman ellas una harina y de ésta se hace un pan de diversas formas que si bien es sano, puede parecer sabroso únicamente a quien no ha probado nuestro pan de trigo. Este pan americano consiste en tabletas redondas, blancas y delgadas que semejan en dureza a las cortezas sacadas del alcornoque y se denominan Mbeyú por los Guaraníes. Se parecen a una especie de pastas que en Alemania se hacen de harina mezclada con miel, pero no tienen sabor alguno. Generalmente se exprime de la raíz de mandioca el jugo que a las dos horas deposita un residuo blanco en el fondo de la vasija. Se seca este residuo y se hace de él una harina, de esta harina unas pastas, bollos y no sé qué otras cosas más. Igualmente se retira a veces de la raíz mandioca este mismo jugo recocido a fuego y se hace una papilla que los Guaraníes denominan Mingaú y usan no sólo para aplacar su hambre sino también para almidonar su ropa y hasta para encolar el papel. Hay aún otra especie de Mandió cuya raíz, depositada en agua durante unos días, pero frecuentemente asada entre la ceniza, se come sin perjuicio. Yo no terminaría si fuera a mencionar los diversos métodos por los cuales se pueden extraer de la mandioca ya una comida y bebida, ya un medicamento. Cocida con /479 manteca, arroz y azúcar, puede transformarse en una especie de confitura. ¡Felices Americanos que podéis engañar y contentar vuestros estómagos mediante tan diversos artificios! Por mayor hambre que yo pasaba a veces durante mis viajes, no pude, sin embargo, jamás dominarme lo suficiente para admitir como un elemento de aplacar mi hambre la mandioca, de cualquier manera que estuviera preparada. La he probado muchas veces pero siempre la he desechado. Basta que sepa a los Americano; los envidio por ella tan poco cuanto extraño su sabor. Sin embargo, debo confesar que esta raíz, dejada entera y limpiada debidamente y hervida con carne vacuna, no es de desechar del todo. Unicamente preparada de este modo, la encontraba sabrosa aunque jamás he dudado que preparada también de otras maneras aunque insípidas a los europeos, produce también nueva sangre y jugos buenos. Entre las muchas experiencias aduciré pues una sola: Cuando las madres americanas, amamantan sus hijos y sus pechos son demasiado secos, suelen comer algunas mandiocas recién cocidas y sus pechos rebosan nuevamente de leche. Los Portugueses se proveen únicamente con harina de mandioca, farinha do pao, para los viajes de cuatro meses y aún más largos que realizan de a pie a través de inmensas soledades. También los marineros portugueses detenidos frecuentemente por muchos meses en los puertos brasileros o navegando de retorno a su patria, se alimentan principalmente con esta raíz como la mayoría de los indígenas, pues como la lluvia abundante no deja crecer el trigo, únicamente los nobles comen pan de trigo a cuyo fin hacen traer la harina para ellos con grandes costos desde Lisboa a través del Océano. También los Americanos del Norte aprecian y cultivan diligentemente la mandioca. Los Mexicanos la llaman Yucá y el pan cocido con ella /480 Cazave. En opinión de los Indios del Brasil y del Paraguay, el santo apóstol Tomás, según una antigua tradición (del cual hablaremos más en otro lugar) habría descubierto esta raíz [mandio]. Ellos lo consideran también un beneficio especial de la Providencia porque sin ella frecuentemente habrían de morir de hambre. Cuando las langostas, las hormigas u otros insectos voraces o también una sequía persistente no dejan madurar completamente el trigo turco (maíz) [legumbres], leguminosas, melones y frutas de los árboles, persiste, sin embargo, debajo de tierra la mandioca y suple a todo lo demás. Esta raíz crece y se conserva también en el mejor estado cuando su planta pierde sus ramas y hojas por cualquier causa fortuita. La sequía bajo la cual padecen tanto todas las otras plantas es muy propicia a la mandioca.

Es extraño y de seguro digno de investigar brevemente porqué causa el ganado puede comer sin perjuicio las raíces crudas mientras en cambio el jugo exprimido de ellas mata tanto al ganado como a las gentes cuando este mismo cocido es tan saludable a todos. Pues, si diversas especies de veneno se tornan por el calor aún más activos y destructores, ¿porqué el fuego quita a este jugo su malignidad? Cárdenas, el médico, opina que el jugo de la mandioca consiste en dos ingredientes uno de un vapor fino, venenoso y el otro de una substancia gruesa, pegajosa y muy saludable a los animales. El fuego destruiría al primero y dejaría la segunda. Tal es su opinión. Al que quisiera adherirse a otra, no he de refutar. Lo cierto es que una gran cantidad de cosas que, ya por su natural frialdad demasiado grande, o ya por el calor /481 no convienen al cuerpo humano, se modifican y mejoran por el fuego mediante operaciones químicas, de manera que lo que antes era un veneno, llega a ser por una preparación metódica el medicamento más saludable. Esto es cierto en cuanto a la cicuta y cientos de otras hierbas. Sin embargo quiero aconsejar a los Europeos recién llegados de no servirse ciegamente todos los platos preparados de mandioca o de otras frutas americanas sino hacerse dirigir por los nativos que conocen en óptima forma sus comidas y que saben distinguir lo comible de lo venenoso y lo nocivo de lo inocuo. La fruta más bella que llama la vista de cualquiera, causará al ser comido dolores o algún otro malestar. La semejanza nominal me induce a pasar del mandió al mandiyú.

 

MENDIYÚ O ALGODÓN

 

Así como el mandió brinda a los americanos su alimento principal, el mandiyú (en latín Gossipium, en español algodón) les da la mayor parte de sus tejidos. Los Europeos ven y tocan diariamente el algodón y, sin embargo, ignoran de dónde procede. Voy a contarlo. Crece en una planta de una altura no mayor que las de una planta nuestra de avellano pero que en la madera y corteza semeja a un saúco. Tiene hojas muy suaves con muchas incisiones. Entre tres hojitas iguales a las que nuestras avellanas verdes tienen en su derredor, crecen unas flores que son mayores que rosas y consisten en cinco hojas anchas, amarillas y listadas en rojo. De la concavidad interna brotan hebritas de color amarillo-azafrán. Finalmente /482 se forman de las flores unas frutas verdes ovales o más bien globulosas que semejan a los pimpollos de rosas y una vez abiertas son aún más grandes que ciruelas grandes. Al tiempo de la madurez, su color verde ennegrece y se divide en tres partes de donde expele el algodón blanco. Este algodón está completamente lleno de granitos negros, en tamaño y forma parecidos a los pistachos debajo de cuya corteza está escondida una médula blanca-amarilla, dulce, grasosa y muy conveniente contra la tos y dificultad respiratoria. El aceite exprimido de la semilla del algodón aleja, según se dice, los dolores de piedra y las manchas en la piel. El algodón quemado contiene la sangre. Como madura paulatinamente y luego de pronto salta para fuera de su encierro, no se lo recoge de una sola vez sino que es preciso enviar diariamente alguien al campo para juntarlo. En las localidades de los Guaraníes, ésta es la tarea de las muchachas que recorren despacio el campo y recogen suavemente la fruta para no dañar las plantas. El algodón cosechado diariamente, se extiende en el patio de la casa sobre cueros vacunos y se coloca al sol para secarse. Si todo esto se cumple debidamente, puede hilarse cuando se quiera, o guardarse en una bolsa de cuero por muchos años. Los indios fabrican con él telas, cambray, muselina y lienzos. Pero para desprender del algodón la semilla, sus mujeres emplean una máquina de madera que consiste de dos rodillos de un grosor de dos pulgadas. En ésta colocan el algodón y luego la dan vuelta a mano. De este modo cae al suelo toda la semilla porque queda exprimida a causa de ser demasiado angosto el espacio entre los dos rodillos. No sin motivo los alemanes llaman lana arbórea al algodón, /483 porque a veces proviene también de árboles aunque ordinariamente se recoge de arbustos. En la ciudad de Santiago vi un árbol bastante viejo de una altura y grosor mediano cuya lana arbórea se usaba para pabilo de la lámpara de plata que en nuestro templo arde comúnmente día y noche para significar la presencia del Sacratísimo. En algunos lugares de Paracuaria se ve, aunque más raramente, algodón amarillo. Todo el algodón restante [en esa provincia] es blanco como nieve y crece en arbustos que nacen de las semillas sembradas. En ciertos bancales crece en el campo de cultivo y da frutas por mucho tiempo. Si alguno se seca o envejece, se coloca solo la semilla de donde brota un arbusto nuevo que ya en el primer año echa fruto. Los arbustos de algodón prefieren un campo abierto, alto y pedregoso por donde el viento puede pasar libremente por todas partes. Sitios cenagosos, rodeados de selvas o lugares pantanosos y la lluvia persistente son perniciosos a estas plantas. Por la lluvia copiosa y la humedad excesiva se procrean innumerables gusanos que roen lastimosamente las ramas, hojas, cortezas y frutas aunque no impunemente, pues unos pájaros muy grandes, su nombre ya se me fue de la memoria, vuelan en bandadas hacia los arbustos y devoran los gusanos sin que el agricultor saque de ahí algún provecho porque el agro ya está devastado. EI campo destinado al cultivo del algodón, exige un cuidado especial. Es preciso ararlo varias veces y limpiarlo prolijamente de malezas y otras hierbas. Los surcos o fosos en que cada vez se colocan tres o cuatro semillas de algodón nuevas, deben tirarse en una línea recta y estar entre sí a una distancia tal que entre dos surcos pueda pasar arando una yunta de bueyes. El campo debe ser arado de nuevo cada año. Fin la primavera /484 se podan las vides las ramas de los arbustos desnudados en el invierno tras lo cual echan pronto nuevas. He hablado algo más detalladamente sobre el cultivo del algodón para que también en Austria se reflexione sobre su introducción como he deseado desde hace mucho para que no se haga venir con tantos gastos al algodón de Candia, Malta y otras islas de América y el Archipiélago. No niego que el arbusto prospera únicamente bajo un clima muy benigno y por lo mismo tampoco prospera en todas partes en América. En derredor de Buenos Aires y en los territorios restantes situados más al Sur no se descubrirá ni un sólo arbusto de algodón. Tal vez éste sería tan raro allá si también en esas regiones se plantara algodón. Fundamento esta opinión sobre cierta experiencia. La localidad de Yapeyú que lleva también el nombre de los santos Tres Reyes y es habitada por siete mil Guaraníes, está situada en la orilla occidental del Uruguay a más o menos doscientas leguas al noreste de Buenos Aires. Todos los años ésta debió comprar de otras localidades guaraníes situadas más al Norte el tabaco, yerba paraguaya y algodón, elementos necesarios de los cuales no pueden carecer los Indios porque siempre se creía que el aire más áspero de esa zona obstaba al cultivo de dichas plantas. Por miles se entregaban ovejas y vacunos de los cuales la localidad poseía una abundancia superior a la creencia de los europeos contra algodón, tabaco y yerba paraguaya. El P. Francisco Serdahély, húngaro, uno de mis compañeros en Austria y en el mar y párroco en Yapeyú varios años, sembró estas tres plantas y las cultivó con tal éxito que luego la cosecha resulto ubérrima contra toda expectación, para manifiesto /485 provecho de la localidad. Aunque no todo crece sobre todo terreno, muchas zonas se acusan sin embargo, por los agricultores perezosos, de ser estériles. Si la semilla se confiara sólo a la tierra y ésta se cultivara debidamente, habría que admirarse frecuentemente por las frutas con las cuales premiaba el cuidado dispensado a ella. Muchos campos en el Banato, en Eslavonia y Hungría, que producen en abundancia tabaco y vino generoso rendirían también algodón en gran cantidad. Yo sostengo esto con tanta mayor confianza con referencia a Gorizia y el territorio cercano de esa ciudad por reinar allá un aire más benigno. ¡Qué inmensurable cantidad de seda no se recoge en estas provincias! ¡Quién podrá contar las moreras plantadas en ellas con cuyas hojas se alimentan los gusanos de seda! Los nietos venden con una ganancia increíble la seda que sus abuelos y antepasados han conocido sólo de nombre. En el noble Reino de Hungría, ese país tan bendecido en oro, plata, cobre, ganado, vino, trigo y toda clase de frutas, ha sido descubierto esta nueva fuente de riqueza nacional recién bajo la augustísima, María Teresa y ahora la ganancia premia y estimula la diligencia de los habitantes. Cómo sería, si también se arraigara el algodón bajo José II, su dignísimo sucesor en el trono y heredero de todos sus Reinos y Estados que ha elevado el comercio de sus súbditos en tierra y mar a un grado de altura que el vecino contempla solo con el ojo torvo de la envidia. ¡Cuántas ventajas afluirían a la monarquía austríaca y cuántas sumas quedarían en el país si de una vez se pudieran obtener en casa los productos que hay que traer desde afuera! Que uno solo ponga manos a la obra y verá /486 coronados sus esfuerzos con el resultado más feliz contra todas sus esperanzas. Tampoco le faltarán imitadores a quienes la esperanza de la ganancia y la facilidad del cultivo algodonero inducirán a empresas iguales. El cáñamo exige mucho mayor trabajo que el algodón pues éste, ni bien cortado de la planta y secado en algunas horas, ya puede ser entregado a la hilandería. ¡Cuántas manos humanas ocupa al contrario el lino antes de llegar al telar! Primero arrancado en el campo y limpiado de las semillas debe quedar depositado en alguna laguna, luego tostarse al horno y ser rastrillado para separar las cortezas y hebritas. Hasta que todo esto se haga en debida forma, pasan algunas semanas. Mucho menos trabajo exige el algodón que con una gran economía de tiempo y trabajo se lleva desde el campo a la rueca o el huso y de ahí al telar. Para no tener que hacer este gasto de tiempo y trabajo los guaraníes no plantan el lino aunque éste en sus regiones prospera muy bien, sino el algodón con el cual se visten diariamente casi cien mil indios. Sin embargo, nosotros sembramos en sus localidades semilla de lino pero sólo a fin de poder exprimir de las semillas del lino el aceite, igualmente preciso para los médicos y los pintores, pero el herbaje se desechaba siempre a causa del gran trabajo que necesitaba su preparación. Los Españoles ordinarios usan camisas de algodón pero los ricos de hilo. Estos prefieren más bien traer desde Europa con increíbles gastos la tela, que emprender ellos mismos las molestias del cultivo de lino. ¿Y no serán menos vituperables muchos Europeos que prefieren /487 hacer traer con grandes costos el algodón antes de plantarlo ellos mismos en su patria que les brinda en abundancia este producto? Esto mismo vale del cultivo del arroz que igualmente debía ser introducido en Austria.

 

ARROZ

 

En los primeros años de mi estada en Paracuaria el arroz era allá tan escaso y caro que muy raras veces vimos este plato sobre nuestra mesa por ser necesario traerlo desde tierras extrañas. El arroz no se sembraba en ninguna parte ni se le ocurrió a ningún Español juntar y traer el que crece espontáneo en las orillas más lejanas de Paracuaria hacia el Norte porque temían a los Payaguás de aquellas regiones. Instruidos por los Portugueses nosotros nos dedicamos finalmente también al cultivo del arroz en las localidades guaraníes y cosechamos tanto que no pudimos consumir nuestra cosecha. Como el descascarar los granos de arroz es algo trabajoso, los Indios se hastían pronto de este trabajo y prefieren comer trigo turco que sin molestias se pisa en el mortero antes que el arroz. Con esta ubérrima cosecha teníamos este fruto en tanta abundancia cuanto antes era caro y escaso. Nadie debe imaginarse tampoco que su siembra y cultivo presupone mucho conocimiento, pues se siembra y cosecha como el trigo europeo únicamente con la diferencia del que al principio de la primavera la semilla debe quedar bajo tierra en un campo húmedo. Que el arroz crece sólo en lugares pantanosos y cenagosos es creencia errónea pues el que sembramos en lugares boscosos o más bien /488 donde anteriormente había existido un bosque, resultó mucho más rendidor que el sembrado en lugares pantanosos. El sitio donde ha habido árboles guarda por mucho tiempo una cierta humedad. Si se queman en su lugar los troncos abatidos la humedad del suelo crece de modo increíble por su ceniza. Sobre tales campos los Guaraníes suelen sembrar con el mejor resultado tabaco, maíz y otros frutos excepto el algodón. Unicamente mi cálido amor patrio, me indujo a describir todo esto más prolijamente. Desde mucho tiempo mis más fervientes deseos eran ver realizados en nuestros países este cultivo de algodón y arroz porque el arroz es el alimento principal y más sano de una gran cantidad de pueblos orientales, brinda al cuerpo un vigor especial y restituye a los convalecientes en corto tiempo su vigor. Yo lo sé por una experiencia múltiple. En muchos viajes largos de muchas semanas, el arroz fue mi único y mejor sustento de ruta. Quien fuera gustoso ensaye su cultivo y difícilmente se arrepentirá de su esfuerzo. Sin embargo, le aconsejo hacer el ensayo en lugares diversos y en estaciones diferentes hasta que la cosecha responda a sus esperanzas. ¡Cuántas flores y frutas, cuántas plantas oriundas de Asia, Africa y América se han traído a Europa y aclimatado felizmente en nuestro suelo! Pero, ¡en qué laberinto de árboles, arbustos y plantas me he metido!

¡Cuán difícil me resulta hallar la salida de ahí! Sin embargo, me entretendré con él aunque sólo sea por un corto rato y tras el haber tratado sobre los árboles útiles para frutas y medicamentos, voy a repasar también los útiles para ser labrados o notables en algún otro concepto. /489

 

TAYY, URUNDEY, QUEBRACHO

 

A más de los árboles ya mencionados, palo santo, guaycán, mistol, tatayy, anguay, algarrobo, molle, etc., se distinguen por su dureza y tamaño los árboles tayy o tajibo, urundey y los quebrachos ya rojos o ya blancos. Ambos árboles se denominan entre los Españoles quebrachos o quebrahacho, porque si no intervienen hachadores o carpinteros expertos, ellos quiebran en pedazos las hachas al primer golpe, pues en dureza igualan al hierro. El quebracho rojo o quebracho colorado es de color amarillo pálido, mientras se halla cubierto por su corteza, pero cuando se abate y se labra, enrojece en seguida por su resina abundante que se derrite al aire cálido y fluye hacia el lado exterior de la madera y así luce cual mármol porfídico. Los Guaraníes queman las astillas del árbol tayy, recogen el hollín obtenido en una fuente limpia o un plato, lo revuelven en agua caliente y mezclándole algo de goma o azúcar, fabrican con él una tinta bastante buena.

 

LAPACHO

 

El lapacho es especialmente pesado y duro y por esto presta excelentes servicios en los molinos donde se exprimen las cañas de azúcar, olivas y otros elementos, como también en las ruedas de los carros.

 

VIBARÓ

 

El viraró tiene una madera blanca, no muy dura pero resistente.

 

ESPINILLO

 

El espinillo, en abipón Apagnik o Aparék, tiene de cierto también una madera firme pero que por ser tan poco elástica sirve mejor en el fogón que en el taller. /490

 

NETERGE

 

El árbol Neterge se llama en español palo de dardo. De su madera se hacen las mejores lanzas y astas de lanzas. Su tronco es de una altura y grosor insignes. Sus hojas, semejantes a grandes espinas redondas alargadas, penden hacia abajo. En lugar de frutas produce cual la algarroba [negra] unas vainas del largo de un jeme que huelen a bálsamo. La médula de este árbol es casi tan dura como el hierro. Es violácea pero ennegrece cuando ha sido manejada con las manos durante un tiempo. En otro lugar referiré de qué manera los naturales tallan de ella sus palos de lanza.

 

YBARÓ

 

Al Ybaro, un árbol de gran tamaño, llaman los Españoles palo de rosario, porque en él crecen bolitas negras y relucientes del grandor de una avellana las cuales se taladran en el medio para hacer con ellas rosarios. En algunos campos hay también una gran cantidad de arbustos que producen tales bolitas negras aunque mucho más pequeñas, que en Europa llamamos frutillas.

 

CEVIL

 

La corteza del árbol Çevil se usa para curtir cueros. Los indios salvajes encendían en tiempos pasados las vainas o chauchas que brotan de él, cerraban estrechamente sus chozas y con boca, nariz y todo el cuerpo aspiraban su humo removido con fuelles, de modo que con él llegan a emborracharse, enloquecerse y, a veces, a enfurecerse. Pero /491 tan abominable costumbre ha cesado hace mucho. Hoy en día no se contentan con el humo solo sino que buscan emborracharse y enloquecerse con diversas bebidas. De esto diré más en otro lugar.

 

SEIBO

 

El seibo, en abipón maiñík, un árbol mediano, produce flores violáceas y ramas torcidas; posee una madera esponjosa que es blanda cual el corcho y en seguirla se deja cortar cual una manzana aunque una vez seca, resiste aún al hacha. Cada rama de este árbol colocada en tierra arraiga en seguida y crece ligera. Se dice que el tigre, cuando una irritación le causa dolores en sus garras, las estriega contra la corteza de este árbol para mitigar sus dolores.

 

PALO DE LECHE

 

El árbol llamado por los Españoles palo de leche, se denomina entre los Abipones nichiegík, porque su madera es aún más blanca que la leche y tan elástica que con un cuchillo común puede ser cortada y labrada.

 

YÇAPY

 

El árbol Yçapy es grande y muy alto. Sus hojas son como las hojas de los limones pero más chicas y de un verde más pálido. Lo extraño es que de todas sus hojas, mientras hay calor, gotea día y noche un agua copiosa que humedece y embarra todo el lugar del terreno situado alrededor del árbol /492 de modo que nosotros frecuentemente tuvimos que padecer muchísimo en nuestros viajes a través de los bosques. La madera de este árbol es muy liviana, dura y resistente aún a la humedad. Por esto se usa para estribos, pues la gente vulgar usa únicamente los hechos de madera. Juan Verkens de Leipzig relata en sus noticias del viaje que en tiempos pasados los Holandeses emprendieron bajo Pedro Guillermo Verkuffen hacia las Indias Occidentales, que en la isla Ferro, una de las islas canarias, existía un gran árbol del cual de continuo destilaba agua. Los habitantes colocan debajo del árbol grandes jarras en las que recogen agua para ellos y su ganado, porque allá se padece una increíble carencia de agua dulce. Si es así, estimo a ese árbol como igual al que los Guaraníes en el Paraguay denominan el Yçapy. Dicen que esta agua posee también una virtud medicinal pero ignoro en qué consiste.

 

ARBOL DE HORMIGAS

 

El Ameisenbaum, árbol de hormigas tiene una madera floja y esponjosa. Este árbol está ahuecado completamente y habitado por hormigas. Quien lo conoce no se acercará ni desde lejos, pues ni bien se toca el árbol, parece que hubiera dado a las hormigas la orden de mando. Salen en cantidad incalculable de sus cuevas y cubren al árbol y a quien está junto a éste. Por lo tanto es menester huir en seguida si uno no quiere ser atormentado lastimosamente por las hormigas. /493

 

UMBÚ [OMBÚ]

 

El árbol se llama en abipón AkalMaík. Este árbol es de tanto grosor en sus ramas y su tronco que su parte más baja no recibe jamás la luz del sol. Cincuenta hombres podrían descansar cómodamente a su sombra y protegerse suficientemente también por sus ramas contra la lluvia. Los tilos europeos comparados con un umbú viejo son puros arbustos.

 

SAUCE

 

En algunas islas del Paraná y en las costas de algunos ríos no se ven más que sauces, pero, en cambio, en otros sitios no se ve ni uno solo por muchas leguas de camino. En español se llaman sauces, pero en abipón aparañik. Sus hojas y madera se emplean en parte para medicamentos y en parte a otro uso. Hemos buscado siempre ambos con mucho trabajo. Del origen y la pérdida de los bosques de sauces y sus mismas islas, he informado lo necesario en otro lugar.

 

AMBAY

 

El ambay del género de las higueras silvestres crece de pocos meses a una mediana altura. Su tronco es delgado y hueco cual un tronco de saúco y cubierto con una corteza propia a las higueras. Su madera semeja a los abedules por su color blancuzco pero es tan blanda que puede ser cortada con el cuchillo. El ambay tiene sólo en la extremidad de la copa hojas grandes y plegadas y algunas pocas ramas de modo que la mayor parte del tronco /494 queda desnuda como las palmeras. Los Indios plantan de buen grado estos árboles en derredor de sus chozas porque saben aprovecharlos en diversas maneras. Secan sus raíces y luego restriegan contra ellas unos palitos de madera dura lo más rápidamente posible para producir mediante la fricción de ambas maderas entre si el fuego que luego captan con cáñamo, papa o una hoja seca. En lugar de la raíz de ambay otros usan también la madera de Caraguatá o Urucuy. No usan eslabón ni pedernal. Además el ambay no sólo deleita la vista por su ameno color verde sino que es muy estimado entre los Indios por su fuerza medicinal que ofrecen su corteza, hojas y juego [jugo?] en la gonorrea, menorragia y la disentería.

 

NOGAL

 

El nogal paracuario no se diferencia ni en la forma ni en la fruta del nuestro y crece en abundancia en los bosques de Tucumán pero con mayor rareza en otras regiones. De su madera se hacen cajas de fusiles y también se hacen manijas y otras herramientas para los carpinteros ebanistas. Hay diversas clases de nueces. Algunas son grandes y de corteza blanda pero otras son bajas y tienen una corteza igual a una piedra.

 

URUCUY

 

El urucuy, un arbusto arborescente, asemeja en el color negro de la corteza y la blandura de la madera a un avellano. Sus hojas son grandes y tienen la forma de un corazón. Sus flores consistentes en cinco hojas son iguales en el tamaño a una rosa común, /495 pero no tienen aroma alguno. En lugar de frutas el urucuy produce vainas, al principio verdes, pero más tarde rojas, en cada una de las cuales se hallan cual arvejas más o menos unos diez granos aplastados por ambos lados y blancos adentro igual a los granos de manzanas. Su lado exterior brilla en un espléndido color rojo que mancha las manos ni bien se toca. Las vainas maduras se abren por sí mismas. Los granos frescos o secos suplen al minio. Los naturales los machacan, vierten agua sobre ellos y con esto adornan ya su cuerpo, ya sus flechas u otras cosas para pintar o teñirlas. Esta pintura es muy resistente si los granos de urucuy se preparan en agua caliente y luego agrega orina o alumbre. Estos mismos granos se echan también al agua hirviente. De la pintura, que se deposita al fondo se hacen tablitas que son usadas no sólo por los pintores y tintoreros sino también por las mujeres europeas para el cosmético. Ellos ocupan en la farmacia un lugar tan bueno como en la cocina porque se las prepara y mezcla de diversas maneras. Como ya he dicho antes, los Indios friccionan de la madera del urucuy al fuego. De las cortezas se hacen cabos para barcos, sogas que igualan en fuerza al cáñamo. Una región cortada por bosques, peñascos, pantanos y lagunas se llama Urucuti por los abundantes árboles urucuy que crecen en ella. Yo la he recorrido en mis viajes numerosos, ya de a caballo, ya de a pie, cuando moraba aún en la localidad de S. Joaquín. Como he hablado ahora del origen de la pintura purpurina, mencionaré también las plantas que suministran los tintos azules, rojos, amarillos y negros. /496

 

AÑIL O INDIGO

 

La masa azul llamada por los Españoles añil o añir, pero por lo demás Europeos índigo, se hace de una planta cuya raíz es delgada, larga y repartida en varias ramas. De éstas brotan otras que en parte se tienden sobre la tierra y en parte se doblan hacia arriba. En un lado son rojas y provistas de gajos y hojas redondas iguales a una uña de un dedo meñique; de un lado tienen aspecto verde obscuro, pero del otro un color mate-plata. Las florcitas rojas de esta planta son algo amarillentas, pálidas y parecidas a las flores de arvejas o, como otros se expresan, a un yelmo abierto. A éstas siguen vainas repletas con semillas de color aceituna y pendientes de un tallo. Las hojas de la planta se atan al tiempo de su madurez en líos, se machacan en un mortero de piedra y luego se pasan a una tetera llena de agua tibia o, como parece mejor a otros, de agua fría para dejarlas depositadas por algún tiempo e ínterin se revuelven fuertemente con frecuencia. Luego se vuelcan sobre una mesa de madera rodeada por un marco [de madera] algo alto en la cual se han ahuecado repartidos unos pequeños pocitos. Como el agua pura se agota, queda asentada en estos pocitos la materia gruesa de la tintura, se espesa, se une y endurece. Los grandes pedazos firmes sacados de ahí, se secan en algunos días, pues cuanto más secos son, tanto más se acerca su color azul llamado de Venecia. Tal es el método de preparar el índigo, aunque otros proceden de diferente manera y usan también diferentes instrumentos. Los que en Paracuaria quieren teñir en color azul sus telas y paños, agregan la orina de muchachos en vez de alumbre. La planta del añil se siembra en algunos lugares; en el Paracuaria crece generalmente espontánea en los campos. Sin embargo, /497 los habitantes la desatienden mucho como tantas otras plantas de las que podrían sacar provecho, pues su industria en lo general no responde a la liberalidad de la naturaleza. En cierto predio de la ciudad de Santiago, una semejante fábrica de índigo rindió mucho a su propietario como aún hoy día puede conocerse por los libros de cuentas conservados, por morteros de piedra y no sé que otros instrumentos de la fábrica abandonada que se ven aún hoy día. Indudablemente esta planta prosperaría también en algunas otras regiones más templadas de Europa, pero sería preciso colocar la semilla en un terreno blando y bien labrado. Sería menester también trasplantar las plantas tiernas al igual de la ensalada y de la col para quedar debidamente distantes entre sí. El horticultor estaría obligado a extirpar la mala hierba que podría ahogar las plantas tiernas. Cómo se llama en latín esta planta, es difícil de determinar. Los Arabes llaman nil o nir al color azul y a la conocida planta isatis o glastus. Los Españoles han dado el mismo nombre a la planta preponiendo a la palabra nil la sílaba an, como un artículo, más o menos en la manera como se suele decir alquimia en vez de química y alcorán en vez de corán, el código de la religión mahometana. Tal al se considera ser el artículo. Consúltese al respecto el diccionario antiguo de Antonio Nebrija. En otros diccionarios se consideran sinónimos isatis y glastum. Aquella voz es de origen griego, y ésta de origen latino, aunque otros con mayor razón lo consideran una antigua voz británica. César dice en el libro V, cap. 14: Omnes vero se Britanni vitro inficiunt, quod caeruleum efficit colorem; atque hoc horridiore sunt in pugna aspectu (37t). /498 Otros alegan con todas sus fuerzas [en muchas páginas] que no debe leerse vitro sino glastô. Los que comentaron los comentarios de César, o más bien los obscurecieron, disputan sobre la correcta lectura de un modo tan acre cuan inútil, porque en todo se trata, si vitrum es una palabra latina y glastum una británica, pero ambas significan la yerba que da el color azul. Pues Plinio en su libro 22, cap. 1, escribe: Simile plantagini Glastum in Gallia vocatur, quo Britannorum conjuges, nurusque toto corpore oblitae quibusdam in sacris, et nudae incedunt, Aethiopum, colorem imitantes (38t) es decir, un aspecto negruzco, como tiñe la planta glastum pues su azul no es como el azul de Berlín o celeste sino obscuro. Pero que glastum y vitrum son palabras sinónimas puede atestiguarse manifiestamente para pasar a otros testimonios por Humfredo Lhuyd, un británico de Gales. Este dice: Nec hi, sed Britonni, ut Caesar, et alii referunt, corpora Glasto in caeruleum colorem, tu hostibus terribiliores viderentur, pingere soliti. Et nobis in hunc diem, quod antiquitatem probare videtur,caeruleus color Glas dicitur, que nomine et herba illa plantagini haud dissimilis, et mercatoribus nunc optime cognita nuncupatur (39t).

Así escribe el británico sobre Inglaterra. Nosotros, los alemanes, llamamos aún ahora Glas al citrum. Quien desee estar más informado al respecto, consulte los comentarios del célebre holandés Francisco Oudendorp acerca del capítulo catorce acabado de citar del libro quinto de César. Los que en nuestros tiempos han tratado de la historia natural, distinguen la isatidem tinctoriam, en alemán der Waid, que crece en Francia, Turingia y también en otros lugares, /499 de la tintura americana índigo. Pero esto es sólo una disputa sobre palabras que otros deben dirimir.

 

COCHINILLA

 

La cochinilla o, como escriben otros, la cochinella, es un tinte conocido que los Abipones llaman cachil pero los Españoles grana, porque semejan en algo a las bayas de quermés que se recogen de la coscoja, una especie de encina. Este arbolito crece en abundancia en España, especialmente en Bética la antigua provincia de los turdetanos, igualmente en Portugal y en algunas regiones de Francia. En sus hojas crecen bayas de un rojo carmesí pero que en realidad, según dice, son sólo nidos de gusanos, pues unas moscas chicas taladran en las hojas y depositan en ellas sus huevos. De ahí formarán las bayas de quermés que los pintores y tintoreros usan para el color rojo o carmesí, como se obtiene también del múrice un caracol o conchil por otros. La cochinilla paracuaria proviene de unos insectos alados que se asientan en ciertas plantas de cardos que los Españoles denominan tunas pero otros, higos indios y que se alimentan de su jugo. Hay varias especies de estos cardos que se diferencian en su figura y frutas. Entre los Abipones algunas se llaman laká, otras Roayami, Kakée Nanaprahéte, pero todas dan frutas comestibles. El cardo sobre el cual se encuentra la cochinilla, es denominado por los Españoles tuna, por los Brasileros jamacarú, por los botánicos opuntia. Su tronco descansa sobre una raíz muy corta, es grueso, verde, de un crecimiento torcido, de madera blanca y frágil, ya triangular, ya cuadrado y totalmente rodeado de espinas. /500 En lugar de hojas y ramas, echa otros troncos bastante largos muy jugosos y completamente iguales a derecha e izquierda. A sus flores amarillas, suceden frutas rojas más grandes que higos comunes, agridulces y por esto muy agradables de comer. Su pulpa está llena de pequeñas semillas negras como granos de uva. Mondadas tienen un sabor admirable especialmente cuando uno padece sed o se halla decaído por el calor. De estas plantas recogen las mujeres en la mayoría de los campos, la cochinilla, que consiste en unos granitos muy pequeños, blancos, flotantes y mucosos. Se juntan diversas partículas de ellas, se forman laminitas redondas y éstas se colocan al aire donde se tornan rojas y duras. Con esto ya sirven para pintar y teñir. A veces se encuentran en esta masa blanca unos gusanitos sumamente blandos y casi invisibles, pero los cuales, en cuanto se les toca aunque sólo suavemente, se diluyen entre los dedos de manera que no queda alguna seña de estos animalitos. Algunos creen que la cochinilla es un insecto indio que tostado o molido a mano da un color rojo. Si estos escritores han hablado de la cochinilla americana, en general es imposible que yo no pueda contradecirles porque me fío más en mis ojos que en palabras de extraños. He visto en veces innumerables esa masa blanca y fluida tal como las mujeres la han recogido de los cardos, la he tocado con mis manos y la he usado para pintar flores y teñir rojo al vinagre sin que hubiera notado en ella ni la menor partícula de un insecto. Si los Europeos hallan algunas veces tales mescolanzas entre la cochinilla, pueden estar convencidos que ahí se cometió un fraude por parte de los comerciantes extranjeros que tratan de aumentar su mercadería y su ganancia mediante diversos agregados. Que ellos entremezclan entre sus tamarindos, ciruelas nuestras me ha /501 confesado sinceramente un farmacéutico. Hace pocos años, en una droguería pública, he comprado cochinilla que estaba tan corrompida y viciada por no sé qué inmundicias que debí desecharla por no dar color. El afamado médico Woyts refiere en su gazofilacio que los comerciantes extranjeros importan a Europa tres o cuatro clases de este color muy distintos entre ellas. Desconozco en qué manera se procede en otras partes para preparar la cochinilla. En cuanto a la paracuaria de la cual sólo trato aquí, supongo ser el excremento de los insectos que se asientan sobre las tunas o mejor dicho ser su simiente, más o menos como la seda proviene de los gusanos de seda. Lo mismo que éstos se alimentan de las hojas de la morera, aquellos viven de los cardos de las tunas. Como éstas dan frutas purpurinas, los insectos que se alimentan con estos cardos expiden al principio un jugo blanco pero más tarde, al secarse, purpurino, del mismo modo que las hormigas que se alimentan de las fragantes plantas de guabyramiri hacen una cera de un suavísimo color.

El jugo recogido de los insectos que, secado al aire, se forma en una masa purpurina, sea lo que fuera, se denomina cochinilla en Paracuaria y se emplea sin otra preparación para pintar o teñir. Entre los muchos miles de ramilletes que yo mismo he preparado, para las iglesias he usado una inmensa cantidad de cochinilla sin encontrar en ella la menor partícula de un insecto. Si en esta masa se hallan algunas moscas o unos gusanitos, éstos deben haber entrado por casualidad como en las comidas, cuando ella estaba aún líquida /502 o haber sido mezclados fraudulentamente por los comerciantes para darle un mayor peso. Yo sé de cierto que en el Paraguay ningún pintor ni tintorero usa los insectos sino únicamente el jugo que se halla en los cardos. Ignoro si los insectos que en vida expelen el tinte carmín, contienen muertos también tal tinte, porque nunca se nos ocurrió hacer un ensayo al respecto por no haber carecido nunca de la cochinilla natural. Los granos que en el tamaño semejan a un grano de pimienta, de aspecto generalmente negruzco, a veces claro, pero en lo demás redondo, cuadrado o rugoso y que se ven en casi todas las droguerías de los talleres de tintoreros, se llaman también cochinilla, pero en realidad parecen ser la aulaga, verdosa planta de quermés o coscoja que se ha traído probablemente desde España, Francia o alguna otra provincia europea, salvo que viniera de las islas americanas que recibieron el nombre del español Juan Bermúdez y del inglés Gregorio Sommer; pues, según algunos, allí crecen unas bayas que entre nosotros se llaman Sommerinselrotholz, y que tienen por completo el color de la cochinilla. Sea como quiera, yo afirmo por lo menos que no he visto en Alemania cochinilla alguna que iguale en algo a la americana. Yo veo que todos los granos que imitan un poco el rojo carmín se denominan cochinilla al igual que los indios llaman vino a toda bebida exprimida de uvas o de otras frutas porque el efecto del abuso de ambas es embriagar al ser humano. Nuestro P. Juan Marchiseti, oriundo de Fiume, párroco en la localidad guaraní Nuestra Señora de Santa Fe, hizo plantar en su amplísimo huerto tales cardos de tunas para ahorrar a sus feligreses el trabajo /503 de tener que juntar en el campo la cochinilla que les era necesaria.

Cuando los cardos alcanzaron la altura suficiente hizo traer en canastos por los Indios los insectos alados semejantes a chinches y repartir entre ellos. El resultado sobrepaso todas las esperanzas pues él juntó una cochinilla tan copiosa y excelente que todos los párrocos de la vecindad emularon en comprarla para sus localidades al precio que fuere porque ella especialmente al ser regada con jugo de limón, sobrepasaba en brillo y amenidad de color a la cochinilla campestre y silvestre. En los años siguientes el P. Marchiseti cercó con estos cardos todos los accesos a su localidad para que no pudieran asaltarla con tanta facilidad los bárbaros jinetes por los cuales los habitantes habían padecido tanto y debían temer aún más. Este cerco vivo que los Españoles plantan en casi todas partes en derredor de sus huertas y estancias, era no solamente una especie de valladar contra los enemigos sino también un permanente semillero de la cochinilla que sirve a los Paracuarios no sólo para el tinte más hermoso sino también para una medicina, es decir, para vigorizar el corazón, producir el sudor y para contraveneno, de modo que ella puede mezclarse sin peligro con el vinagre u otros licores, ya para pintar o ya para condimentar. Tal cosa digo sólo de paracuaria, pues de las otras cochinllas que desconozco no me fío y traería nada de buen grado a mis labios. Como apéndice anotaré especialmente que el abate Vidaure escribe que los chilenos perforan con agujas los insectos asentados en las hojas de la Opuntia para captarlos. Aún concedido que esto ocurre en Chile, estoy convencido por mi experiencia de muchos años, /504 que esto no puede afirmarse del Paraguay.

 

VIRGA ÁUREA

 

La virga áurea, en abipón nakalík, tiene un tronco sumamente recto, hermosas flores amarillas y ramas desde arriba hasta abajo. Tiene una altura de cuatro a cinco pies y crece en abundancia en muchos campos paracuarios. Su tronco y sus hojas mezcladas con alumbre [hervidas en agua] dan un espléndido color amarillo de azafrán para pintores y tintoreros. Si se le agrega el color azul, se obtiene el más hermoso verde. Las astillas del árbol tatayy dan también, como ya he dicho en otro lugar, un color amarillo pero que no es muy vivo. Esta misma virga áurea es muy apreciada por los médicos que la usan de diversas maneras. Recuerdo que una vez en Santa Fe una distinguida matrona que debió guardar cama durante muchos años y cuya enfermedad se opuso a la ciencia de todos los médicos y a la eficiencia de sus medicamentos, se restableció rápida y felizmente por un alemán recién llegado mediante el uso de esta planta. Hay varias especies de esta virga áurea. En el Paraguay conocí una sola.

 

RAICES DE COLOR ROJO

 

Los Guaraníes suelen sacar de los campos pantanosos ciertas raíces negruzcas que ellos denominan ysipó y con las cuales tiñen en color rojo púrpura sus tejidos de lana y de algodón. No me atrevo a afirmar que esta raíz sea la llamada vulgarmente Grapp (radix rubia tinctorum), porque aún no he visto ninguna /505 aunque en Austria se la cultiva mucho.

 

CORTEZA CAATIGUÁ

 

La corteza del árbol caatiguá, en abipón achite, sumergida en el agua, tiñe con color rojo pálido, especialmente al cuero al ser curtido.

 

MATERIAS TINTÓREAS DE COLOR NEGRO

 

Para teñir en color negro las telas, se usan ora una especie de pan de San Juan que crece en un árbol parecido a la acacia egipcia, como he dicho en otra parte, ora la hierba paraguaya y en ocasiones también una arcilla gorda negra como carbón. El algodón toma también el color negro pero su tinte es de poca duración. Como nuestras ropas en Paracuaria eran generalmente de algodón y el color negro se perdía, quedaban sin color alguno. Únicamente las mujeres españolas de Santiago y los [indios] Chiquitos poseen el secreto de teñir en color negro duradero el algodón.

 

ARBUSTO ANÓNIMO, QUE SIRVE PARA EL COLOR VERDE

 

Cuando yo paseaba una vez a orillas del arroyo Nárahagein, descubrí una planta desconocida en cuyas hojas lucía un verde tan brillante que sentí la tentación de gustarla. La encontré tan dulce como el azúcar y creí que con ella se podría endulzar el té paraguayo en lugar de ésta. En secreto me felicité por mi descubrimiento y alcancé estas hojas también a mi colega, un español, para que las probara. Sin embargo, éste no se fió de la planta desconocida, y tuvo razón pues le pareció no deber probarlas. Consultamos al respeto a las indias viejas en la localidad. Respondieron que dichas hojas tenían un color verde, pero contenían también algo venenoso. Yo me reprochaba luego haber llevado con mano precipitada a la boca una planta desconocida. /506

 

MADERAS TINTÓREAS

 

En el Paraguay, hacia el lado del Brasil, se encuentran también otras maderas tintóreas de diversos colores que se llevan a Europa desde el Brasil, Guayana y otras regiones americanas. Estimo que lo mismo rige también para las raíces de los árboles, sus aceites, jugos, resinas, goma y carozos.

 

CARDONES O CIRIOS

 

No debemos separar de las tunas o higueras indias los cardones, que los botánicos denominan cerei y los Abipones alagarík. Su tronco es grueso y largo, su madera es esponjosa y quebradiza. En lugar de hojas y ramas tienen unos tallos sumamente largos y flores blancas. Sus frutas son mayores que un huevo de ganso, ovales y rojas oscuras y los lndios las comen impunemente. En las soledades de Paracuaria he encontrado bosques enteros de estas plantas de cardos. Se pondera mucho la miel que se encuentra sobre ellas. Los Europeos y Americanos emplean el jugo exprimido de ellas para medicamentos. Hay diversas especies de diferentes formas monstruosas. [Algunas /507 se arrastran por el suelo] otras se enderezan hacia arriba. La más notable entre ellas es sin duda el gran cerco peruano espinoso, cercus peruvianus, que tiene una altura de cerca de veinte pies y un grosor de un pie. Su tronco forma diversos ángulos y canales. Tiene también espinas y verrugas, una corteza verde y una pulpa blanca y jugosa. Esta planta espinosa florece parcamente. Quien desea informarse mayormente sobre el cardón, visite los huertos de los grandes señores donde se presenta digno de verse.

 

DIVERSAS ESPECIES DE CARAGUATÁ

 

Los árboles caraguatá que los Abipones denominan kalité pero los Mexicanos magüey o metí, se ven en gran cantidad en todas partes. Ellos prestan diversa utilidad. Como tienen alguna afinidad con el áloe, muchos los consideran una especie de éste y por ello se llama en español [acibar] o zábila según el léxico de Antonio Nebrija. En Paracuaria se ven varias especies de ella. Mencionaré [parcialmente] las más conocidas. La caraguatá guazú o la grande se apoya sobre una raíz gruesa pero corta. Consiste en veinte y tantas hojas extremadamente gordas, dentadas como un serrucho por ambos lados y muy agudas, de un largo de dos pies. En el centro se eleva su tallo como el tronco de un árbol hasta cinco pies y aún más alto. Su copa se halla coronada por flores amarillas azafrán. De las fibras de las hojas las Indias hilan unos hilos como de cáñamo o lino y se fabrican sogas, ropas y hamacas que cuelgan de dos árboles para dormir. Tales hilos jamás llegan a tener una blancura perfecta y todos los artificios al respecto son vanos; tampoco /508 retienen ningún color por mucho tiempo. En la provincia Guayana, según el testimonio de un escritor digno de fe, se hilan de estos hilos de caraguatá, que los Españoles llaman hilo de pita o chaguar, unas medias tan lindas que a veces en Francia se las prefiere a las de seda a causa de su duración y suavidad. En los bosques se ve también otra especie de caraguatá, casi en nada diferente de la anterior, pero que no es apta para hilar. Por esta causa los Abipones la llaman hermano de la caraguatá "kalite mañalhevoa". En los bosques Mbaéverá, sitos entre los ríos Acaray y Monday, al Noreste, las Indias selváticas no hacen un hilo de la caraguatá sino de la corteza del árbol pino que primero limpian prolijamente y lo elaboran para ropas que son tan blancas como nuestro lienzo de lino más hermoso, como he visto asombrado en diversas ocasiones. El tejido hecho de la corteza de pino expuesto al sol y regado frecuentemente, no sólo emblanquece perfectamente sino que acepta y conserva inextinguible todos los colores. Sería de desear que el árbol pino se encontrara no sólo en los bosques sino también en otras regiones de Paracuaria. Hay aún otra especie del caraguatá que asemeja a un ananás o alcachofa, rinde frutas purpurinas y produce una semilla abundante encerrada en un tallo recto y esbelto. En derredor de estas plantas crecen unas hojas sumamente grandes dentadas como un serrucho y dobladas hacia abajo en cuyo centro los viajeros encuentran frecuentemente una regular porción de agua purísima. En las grandes soledades áridas, donde a veces no se encuentra ni una gota de agua, apagan con ella la sed. Aún otra caraguatá tiene hojas que semejan perfectamente a una España y por ambos lados se hallan armadas /509 de una terrible serie de espinas. Su fruta es de color amarillo pálido por afuera y por adentro, llena de semillas negras y de un jugo agrio agradable. Pero no es tan fácil extraerla incólume de entre las muchas espinas con las cuales es defendida por las hojas de la caraguatá. Esta fruta mezclada con azúcar se torna no sólo en una excelente bebida sino también en un medicamento tan saludable en diversas circunstancias pero del cual deben precaverse mucho sin embargo las mujeres grávidas porque corren el peligro de abortar. Los americanos sacan un increíble provecho de ésta y otras especies del caraguatá. Si se las planta en derredor de los huertos y edificios administrativos, se vuelven un cerco vivo que no sólo resiste a toda intemperie sino que por sus espinas es casi infranqueable para el ganado y las gentes. Sus hojas se dejan hilar como el lino y se usan también para techar chozas levantadas con apuro. Sus espinas prestan el servicio de agujas de coser. De sus hojas se exprime también un jugo graso que las lavanderas usan en lugar del jabón. Hervido es consumible. Los Indios comen diversas frutas del caraguatá. Si sus hojas se rallan con un cuchillo mana una cantidad de jugo dulce que puesta al fuego se espesa. Por lo tanto no hay nada incomprensible en el nuevo descubrimiento anunciado con tanta pompa en Francia por el señor Bouchery de exprimir azúcar de las melisas. De este mismo jugo del caraguatá mezclado con semillas de naranjas y melones y agua, se forma una especie de vino, pero expuesto al sol se avinagra. Yo me extendería por demás si describiera todos los accidentes y heridas que son curadas con el jugo del caraguatá.

[452] [Para éstas el caraguatá suele crecer como el Polypodio, preferido por los médicos a cualquier otro europeo. Pese a que presta a los indígenas tantas y tan grandes utilidades, debo reconocer que yo nunca lo usé en todos esos años; pese a que más de una vez fue para mí obstáculo en más caminos ya sea a pie o a caballo. Y como perros melosos que acosan con la boca abierta, así se cruzan en el camino de los transeúntes lastimándolos con sus hojas densamente expandidas. Pocos años antes de dejar la metrópoli de Hungría el excelentísimo compañero Erdödi me mostró su huerto, digno de ser admirado, adornado con todo tipo de plantas exóticas. Aquí y allá contemplaba atónito tunas, cardos, cardones, caraguatáes y otros frutos de América; al mismo tiempo le exponía sus nombres, usos y propiedades. Ponderando asimismo, que se gastara tanto en trasladarlos de América, cuando en Paraquaria no bastan ni trescientas industrias ni segures para desarraigarlas.]

 

CAÑAS VARIAS

 

[Tanto en los campos pantanosos como en las selvas, por todas partes hay gran cantidad de cañas. Unas son macizas y otras huecas; algunas exceden el espesor del fémur de hombre,] (40e) /511 mientras otras tienen apenas una pulgada de diámetro. Muchas son más delgadas que una pluma [de ganso que usamos para escribir] pero bien de un largo de diez brazas, se envuelven en los árboles más próximos y se denominan Tacuarembó por los Guaraníes. Una caña en general se llama tacua en guaraní, en abipón Akatleraye, pero en español Caña. En todas partes se encuentran cañas de un grandor tan extraordinario que por la carencia de madera usan hasta para construir casas, barcos y carros pues si se cortan en el tiempo oportuno, son superiores a ésa en dureza y duración. De las cañas mayores se hacen también botellas para vino en los viajes a causa de que las de vidrio no sirven al respecto a causa de su fragilidad. Como en la diversas zonas de Paracuaria crecen también diferentes cañas, los indios saben descifrar muy bien de las flechas de caña que hallan, acaso los nombres y la patria de los naturales que las han perdido.

En muchas ocasiones hemos cruzado a pie bosques enteros de caña y también hemos pernoctado en ellos aunque siempre entre temores e insomnios, pues como el cañaveral crece únicamente en sitios pantanosos, lo habitan sólo insectos, víboras, mosquitos, etc., los que, especialmente durante una calma, no cesan de incomodar con su zumbido y sus aguijones los oídos y la piel de los viajeros. Pero cuando se levanta un viento algo más fuerte, éste ventea los tizones del fogón en cuyo derredor se asienta la gente, hacia las cañas secas que en seguida se encienden. Como no se tiene nada a mano para apagarlo en seguida ni hay otro modo dé salvación, se corre en no raros casos el peligro extremo de quedar quemado como también en realidad muchos han perecido por esta causa. De las cañas /512 que los Alemanes llamamos cañas españolas, y los Españoles de Indias usan como bastones, no crece ninguna en Paracuaria si bien éstas no son ni raras ni caras en la América septentrional. En Paracuaria nadie puede usar una caña de india salvo los comandantes de las tropas.

 

CAÑA DE AZÚCAR

 

En las regiones más cálidas hacia el Norte, la caña de azúcar se produce perfectamente si los colonos trabajan con diligencia. En el mes de agosto, esto es a fin de invierno, se plantan en un terreno bien arado en surcos parejamente distantes unos pedazos de caña de azúcar de uno o dos pies de largo. En el sitio donde se pudren estos pedazos, nace el brote de nuevas cañas de azúcar que llegan a una altura de ocho pies y a los diez meses a su madurez; entonces se las corta. Cuanto mayor tiempo se las deja en el campo de cultivo, tanto más espeso y dulce llega a ser su jugo que luego los Americanos prensan de diversa manera y con instrumentos varios. En Paracuaria se quita primero el follaje a las cañas de azúcar y luego se las corta en pedazos de un largo de un pie y medio; éstos se meten a mano entre dos grandes rodillos hechos de la madera más fuerte y girados por dos bueyes mediante una gran rueda de madera. Los Paracuarios denominan trapiche a la máquina aquí descripta. El jugo exprimido por los rodillos estrechamente unidos entre ellos, fluye para dentro de una vasija de madera colocada debajo tras lo cual éste se hierve en una caldera de cobre en mayor o menor intensidad según su uso. /513 Pero si se le va a usar como bebida, a modo de miel, o como comida, se la espesa menos al fuego y se la conserva herméticamente cerrada. En el fondo, después que se consume la miel, aparecen unos pequeños cristalitos blancos por la coagulación de la miel – yo siempre los he encontrado – a los que el vulgo llama azúcar purísima y natural de Candi. La otra que se vende, rubia, en las tabernas, parece artificial. Si este licor extraído de la caña fuera destinado a asarse como azúcar, debería espesárselo más hasta reducirlo a una masa. Se la limpia en ollas hechas de arcilla, con el fondo perforado en varios lados, trasvasada a un lugar donde pueda ser expuesta al sol por más tiempo; de allí la destilan en vasijas colocadas junto a las ollas, y obtienen así un azúcar más blanca y noble. Los españoles hacen con los heces destilados, ya sea un azúcar más barata, o ya un agua de vida, como la llama el vulgo, clarificándola al fuego gota a gota. Para tal fin otros usan las cañas ya gastadas pero no privadas del todo del azúcar. En nuestras fundaciones dejamos estos restos de las cañas para forraje de caballos y mulas, ¡y con cuánta avidez son comidas por todos los animales, en verdadera lucha! Debe advertirse además esto: las ollas en las que se expone este licor dulce al sol, deben cubrirse cuidadosamente con limo recién mojado. Cualquier cosa que se prepare con esta caña, tanto en Paraquaria como en el vecino Brasil, se obtiene de ello una especie de harina de trigo. [Los /514 portugueses como he visto, tienen un gran asco a este azúcar transformado por varios artificios sospechosos a ellos y prefieren siempre la natural y no transformada. Pero sus preocupaciones son completamente infundadas como se advierte. Como en el Paraguay la diligencia de los habitantes jamás se corresponde con la fertilidad del suelo, no tienen suficiente azúcar con el que cultivan y menos piensan en exportarlo a Europa. Brasil en cambio obtiene desde Europa por sus plantaciones de azúcar, sumas extraordinarias, como que el azúcar es el objeto principal de comercio de los portugueses y fuente principal de sus riquezas. Las cañas de azúcar se llaman en guaraní Tacuarey, en español caña dulce, en abipón Akatleraye noëté. Ellas no difieren casi en nada de las cañas, excepto en que tienen más nudos y menores divisiones] (41e). En éstas relucen la punta con hojas de un espléndido verde y grandor. Esta caña tiene un grosor de cuatro pulgadas y un largor de siete a ocho pies. Una gran parte de la punta debe ser desechada por tener demasiado follaje y escaso jugo. Ella se produce en el modo más óptimo en un suelo fértil y fondo húmedo al igual que las otras cañas. En las colinas no se desarrolla mucho por más que se la riegue. A la caña recientemente plantada hay que arrimar más tierra en el verano para que no se seque pero menos en el invierno para que crezca en demasía y reciba menos follaje pero más jugo. Hay que extirpar prolijamente la mala hierba que esquilma el suelo. Heladas moderadas engrosan el jugo de las cañas de azúcar y por esto les son muy convenientes, pero los fríos las perjudican porque agotan la planta. En cuanto a las hormigas que atacan lastimosamente las cañas crecidas, /515 ningún cuidado puede ser excesivo. Por abreviar omitiré lo restante que se debe observar en el cultivo de las plantaciones en el exprimir y elaborar el zumo de azúcar. He hecho mención sólo en general de la mayor parte, para ofrecer a los Europeos que saben aprovechar espléndidamente el azúcar algunas ideas referentes también a su origen y hacerles comprender la causa por la cual este dulzor producido tan trabajosamente se vende en Europa muchas veces a un precio tan excesivamente alto.

 

MIEL DE ABEJAS

 

De la piel exprimida de las cañas de azúcar pasaremos a la miel elaborada por las abejas. En todo Paracuaria no se ve ni una sola colmena de las que en Europa exigen tanto trabajo a los apicultores. Es que las diversas especies de las abejas expelen de sí su miel abundante y preciosa, ya en los árboles huecos, ya en las hendijas terrestres y en parte también en el campo libre, especialmente donde el clima es suave o hay cerca una llanura florida. Según la diferencia de los lugares, estaciones y abejas, la miel se diferencia también en su denominación y sabor. Los Abipones la llaman Nahérek, la escondida debajo de la tierra. En algunos lugares es agria, pero en otros completamente dulce. De una sola de tales cuevas terrestres se extrae frecuentemente una porción ingente para la cual no alcanza a veces una cantidad mayor de jarras. La miel juntada al comienzo de la primavera en las plantas o sobre la alta hierba se denomina entre los habitantes españoles Lechiguana, entre los Abipones Naátek o Naáhurek. Las materias componentes de los panales asemejan a papel secante, pero de un diámetro tan grande que se los puede /516 abarcar apenas con los dos brazos. Algunas avispas en Europa forman sus panales casi de un modo igual. Puede deducirse la excelente calidad de la miel Lechiguana por el hecho de ser producida por las primeras flores primaverales y que si por algunos meses se la deja oculta y sin tocarla, endurece como un azúcar y viene a ser aún más dulce que ésta. Ninguna cera se encuentra en ella. Los que quieren retirar tal panal de las plantas, cubren prudentemente su cabeza bajo un lienzo de lana para ponerse a cubierto de los aguijones de las abejas que defienden de la manera más acérrima su casa y su labor. Los incautos deben pagar frecuentemente muy cara esta bebida de dioses. Aunque tanto debajo de tierra como en el campo se encuentran diversas categorías de miel, los bosques, sin embargo, son las verdaderas fábricas de miel donde las abejas depositan en los troncos huecos de los árboles su existencia en cera y miel. Los Abipones la llaman generalmente Neélgék o Aaloeyák pero los Guaraníes Ybiraey aunque estos últimos designan con un nombre especial toda clase de abejas y de la miel como puede verse por sus diccionarios. La diferencia de miel proviene de la diferencia no sólo de las abejas sino también de los jugos que ellas liban. Recibe diferentes nombres y propiedades hasta del sitio donde se deposita. Los Españoles de Santiago conceptúan como la mejor la que se encuentra en los ya mencionados cardones. Pero los Guaraníes y todos los peritos, prefieren con razón la Eyrobáña como la más pura y más dulce. En un vaso nadie la distinguirá a primera vista del agua de fuente más pura. Pero por lo cierto ninguna miel puede compararse con ésta en caso /517 de hallarla en este árbol Ybirapaye de tan excelente olor arriba mencionado, porque entonces toma la hermosa fragancia de este árbol. Mi relato sería tan superfluo cuan extenso si yo indicara todas las denominaciones y especies de las abejas y de su miel pues esto ha sido realizado extensamente por otros. Sin duda yerran aquellos que con Isidoro Pelusiota (libro I, epístola 132) indican Mel sylvestre summe amarum, et gustatui omni infestum, atque inimicum, existimant. (42t). Si tal era la miel entre Jerusalén y Jericó, según Menochius, lib. 2, cap. I, es decir desde Anatot hasta Thecue y Engaddi, la residencia de S. Juan que vivía de la miel, esto debe atribuirse tal vez a aquellas abejas o tal vez al jugo libado por ellas sin que con razón pueda reprocharse esta acidez en otros lugares a la miel silvestre. Pues si bien toda miel silvestre es dulce, este dulzor queda a veces entremezclado con alguna acidez cuando, las abejas liban en la ruda, el absinto, rosmarin o la artemisia. Los aborígenes creen que los meses de junio, julio y agosto que en Paracuaria constituyen los meses invernales, no les es saludable la miel y por esto se abstienen muy religiosamente de ella. Los Españoles de Santiago marchan reunidos en cuadrillas hasta los bosques más lejanos para juntar miel y cera. Ellos la emblanquecen con ímproba labor al sol y más tarde la venden con una ganancia bastante mediocre a los habitantes de Chile y el Perú. A los Abipones no les cuesta el menor trabajo buscar y retirar los panales ocultos en las selvas. Cuando hay buen tiempo y el sol brilla con claridad, cabalgan hacia el campo. Como ellos tienen una vista increíblemente fina, observan las /518 abejas en su vuelo de acá para allá, dejan a la entrada del bosque sus caballos y les siguen de a pie hasta descubrir el árbol donde las abejas tienen su depósito. Ellos trepan por el árbol tan ágilmente como los monos, ensanchan con el hacha la abertura por donde entran y salen las abejas diligentes, retiran la miel y la cera y las llevan en un recipiente de cuero a casa donde sus amigos, hijos, esposas se deleitan ya lamiéndolas cual ambrosía, y sorbiéndolas cual néctar en cordial alegría de este plato de dioses. Cuando entre los hombres se ha anunciado un beberaje en común, se mezcla la miel con agua fría y se revuelve con cualquier palo más a mano. Después de algunas horas, comienza a fermentar de por sí sin otro agregado, forma espumas, llega a semejar a vino y embriaga a los Indios cual el vino más fuerte aún si ellos lo beben con parsimonia. Dos o tres jarradas de esta bebida embriagadora sobran para privar al indio de su escaso entendimiento, como lo sé por experiencia. La cera denominada por los Abipones Loapál y los Guaraníes Yraitin, no se usa entre los indios porque el fogón ardiendo de continuo sobre el suelo de su choza suple durante el día las veces de cocina y en la noche las de vela. Pero si acaso tienen alguna cera en casa, la entregan a los Españoles contra cualquier juguete o baratillo. En otra parte explicaré que el múltiple consumo de la miel no contribuye poco al floreciente estado de salud y la longevidad de los Abipones.

 

SAL

 

Hagamos seguir a la miel, la sal. Los bárbaros como el ganado, la apetecen increíblemente, aunque raras veces la consiguen. Aunque /519 en Paracuaria abunda en algunos lugares la sal natural y artificial, muchas regiones extensas de este país carecen de ella salvo que este elemento preciso se aporte con grandes costos desde alguna otra parte. Así en las localidades de los Guaraníes, por más distantes que se encuentren entre si, no hay ni cal, ni sal. Ambos deben traerse desde las colonias españolas más distantes, parcialmente por agua, parcialmente en carros y comprarse a un precio insoportablemente alto. Con frecuencia no se la consigue ni por dinero. Sin embargo, en el territorio cordobés y también en otras regiones, los lagos, al agotarse durante una sequía persistente dan una especie de sal coagulada. Pero aún en este tiempo es lo más difícil llegarse a un lago semejante, porque en los campos por donde debe viajarse, no se halla ni una gota de agua, ni para los carreteros, ni los bueyes de tiro que deben acarrear la sal a la ciudad. En los años húmedos en que los lagos no se reducen, tampoco se coagula la sal. Como tales años ocurren muy raramente, la sal es allá increíblemente rara y cara. En algunos lugares en los dominios de las ciudades de Asunción y Santiago obtienen una sal de cocina del nitro juntado en el campo y en parte del agua amarga que se hierve en unas ollitas. A la localidad de Concepción nos trajeron una vez una sal que había sido hervida en la localidad de Santa Lucía, pero era tan amarga que preferíamos dejar sin sal nuestra carne que mortificar nuestro estómago con esta amarga acidez. Se conceptúa como la mejor de las sales la que se elabora en la localidad india Lambaré y en Cochinoca en la frontera del Perú por ser la más dura, la más blanca y la más conveniente para medicamentos. Los habitantes de Buenos Aires hacen venir /520 a veces para ellos la sal por naves desde la mar del Sur y en ocasiones también por tierra en carretas desde las lagunas donde se encuentra una abundancia de la sal más blanca. Pero como estos lagos están situados a muchas jornadas hacia el Estrecho Magallanes, no puede llegarse allí jamás sin grandes costos y muy raras veces sin peligro. Frecuentemente una cuadrilla entera de Españoles que con la licitación de buscar sal marcharon hacia las regiones australes, han sido muertos por los bárbaros del Sur y toda la existencia de carros y animales de carga ha llegado a ser botín de los inhumanos de modo que a veces no ha escapado a sus manos ávidas de sangre ni uno solo que hubiera llevado a la ciudad la noticia de la matanza de sus compañeros. Si se consideran estas dificultades, se comprenden fácilmente la rareza y la carencia a veces casi absoluta de sal en Paracuaria. En Moppa, una localidad perteneciente al territorio de Santiago, un Español principal, por el cual fui hospedado espléndidamente, a mi llegada desde el Chaco, hizo ofrecer una vez en todas las calles del lugar un precio cualquiera a ser fijado por el mismo dueño por una cantidad como la que se precisa para dos huevos pasados por agua, pero no la consiguió. En ese tiempo una libra de cera se pesaba en todas partes contra una libra de sal. Los Guaraníes comen generalmente sin un granito de sal su carne y es todo cuanto comen pues cada dueño de casa recibe de su párroco para toda la semana sólo una cucharada de sal y eso aún por pura generosidad de su párroco en el día domingo. Sin embargo una porción tan pequeña vino a costar muy cara a la localidad, porque algunas contaban cerca de mil y otras setecientas a ochocientas familias. Como una arroba de sal (un peso español de veinticinco libras) se compraba por cuatro pesos o sean ocho florines austríacos, /521 la libra costaba más o menos veinte Kreauzer, de nuestra moneda aunque se entregaban allá hojas de tabaco, cueros vacunos y telas de algodón en lugar de dinero que allá no se usaba. Los bárbaros que viven en las más distantes soledades comen sin sal la mayoría de sus alimentos porque no poseen ni sal, ni salinas y esto me pareció ser también la causa de estar plagados de sarna tantos de ellos. Los más diligentes, especialmente entre los Abipones, suelen quemar las plantas llamadas por los Españoles la Vidriera, por los Guaraníes Yuquí, por los Abipones Achibiraik o Ataraik de las que sacan sal, y a veces también otras plantas y servirse de sus cenizas en lugar de sal para sus comidas y medicamentos. Aquellos para quienes la miel es su diario sustento y bebida perderían pronto sus dientes, si no los socorrieran con un remedio que les dejaron sus mayores: dan a comer hojas de tabaco a las indias viejas. Después que estas viejitas los han triturado bien con los dientes, escupen el tabaco junto con la saliva en la palma de sus manos, espolvorean con sal esta masa y la revuelven y amasan con el dedo hasta que se vuelve negra, resinosa y semejante a la triaca, llaman los indios esta masa compuesta de tabaco, sal y la saliva de las mujeres viejas, Noetá, su medicina, la llevan consigo pendiente en sus ropas en un cuerno delgado desde su juventud, cortan de tiempo en tiempo con las uñas una partícula y la introducen en la boca. La ofrecen también a sus amigos como nosotros el rapé. Esta medicina, que al Europeo espectador causa asco y horror hasta vomitar, presta increíbles servicios a los bárbaros que la usan durante toda su vida, pues la mayoría de ellos jamás conocen dolores de muelas y llevan toda su dentadura incólume a la sepultura. Casi diariamente concurrían los Abipones a nuestras viviendas para pedir /522 el tabaco, más la sal preciosa para su medicina. Anteriormente, cuando aún no habían plantado tabaco, usaban en su lugar una raíz llamada Coro por los Españoles y Noctá por los Abipones.

 

LA PLANTA CORO

 

Por la forma de sus hojas, acritud y la fuerza productora de saliva se le parece mucho. En otras partes he tratado sobre el cultivo del tabaco y su variedad. Los Guaraníes llaman Pety al tabaco pero los Abipones Npeeték que no es otra cosa sino la palabra guaraní corrupta por la pronunciación abipona. También los latinistas llaman hoy Petum al tabaco, una palabra derivada indudablemente del Pety guaraní. Otros designan esta planta con la locución herba nicotiana porque se escribe que Juan Nicot, un Portugués, la habría traído primero desde Brasil a Europa hace más o menos ciento ochenta años. En cuanto al nombre Tabaco me parece haber derivado de la isla americana Tobago de donde él arribó en tiempos pasados.

Pero ¿cuándo terminaría yo con mis descripciones aún si sólo indicara los nombres de todos los arbustos y plantas? En algunas localidades guaraníes he encontrado verdaderos bosques de romeros, rudas, artemisa, virgae áurea, mentas y ajenjo. Conocíamos también tres especies de salvia de diversas formas pero de idéntica fuerza. La salvia real como la denominan los Españoles, se ve muy poca pues casi nadie la planta. Allí crece también en todas partes la borraja, llantén, el álamo, el orégano, berro hortense, buglosa, verbena fumaria, Portulaca, el orozuz [o regaliz] y la pimienta, de tres clases a saber, la pimienta común, en guaraní Gy /523 el cumbary, que es muy fuerte pero de granitos chicos, y el Ají llamado turco, que crece también entre nosotros en Europa. La pimienta se llama en abipón generalmente Keeráye, pero a casi nadie gusta comerla por ser acre y amarga. El jenjibre se produce abundantemente de su raíz plantada. En una extensión de tierra tan grande, no he visto jamás las ortigas europeas. Finalmente la naturaleza ha provisto a Paracuaria con una abundancia de hierbas medicinales como ser Contrayerba, etc.

Referente a los frutos que sirven mayormente de alimentos a los Indios mencionaremos los pocos siguientes:

 

MAIZ, TRIGO TURCO

 

La principal provisión de los Americanos es el trigo turco que los Españoles denominan Máyz, los Guaraníes Abati y los Abipones Nemelk, algunos Europeos Kukurúz. Hay trigo turco de diversos colores y especies. Entre las cultivadas por los Guaraníes, conozco mejor al Abati hatá cuyos granos son extremadamente duros, al Abati morotí, que tiene granos sumamente blandos y blancos; ál abati miri, que madura en un mes pero produce sólo espigas pequeñas y enanas; finalmente también el maíz Bisingallo, más célebre de todos y cuyos granos son angulosos y puntiagudos. Machacándolo en un mortero de madera, rinde una harina muy sabrosa y sana. Si se bebe esta harina sea sola o mezclada con miel o azúcar y agua, apaga al instante la más ardiente sed y el hambre. La harina de maíz Bisingallo [Pisingalo] es por esto también el mejor viático de los soldados de Santiago cuando persiguen los indios fugitivos. Con él realizan grandes y arduas excursiones en pocas jornadas sin /524 necesitar de encender un fuego. Durante mis viajes efectuados con tantas contrariedades no tenía yo frecuentemente bajo el mayor calor del sol ningún otro alivio que esta harina. Las indias preparan de los granos del maíz, ya dejados enteros, ya pisados en un mortero de madera, diversas comidas, cuecen también sobre el fuego un pan delgado pero el que no place mucho a los europeos salvo en el caso de una epidemia de hambruna. El pan en general se llama en guaraní Mbuyapé o también Chipá o sea tortilla, pero en abipón Etantá. Las mujeres españolas cuecen para ellas de la harina de maíz, después de haberla purificado con todo cuidado por un colador, un pan blanco y muy sabroso cuando recién cocido. Yo, por lo menos, lo prefería a todos los panes hechos de cereales. Si los granos de maíz se machacan en un mortero y se vierte agua sobre ellos, llegan a fermentar tras unas horas y brindan al Español ordinario, pero más comúnmente a los Indios, una bebida que llaman Chicha o Aloja. Basta sólo ver la madera de la preparación de esta bebida para perder toda apetencia de ella. En cuantas ocasiones los bárbaros han convenido celebrar una orgía en común, hacen venir unas indias viejas y hediondas las que trituran con los dientes los granos de maíz presentados y luego los escupen salivados en un recipiente. Los indios consideran esa saliva como la mejor acidez para la fermentación y como el mejor condimento. Las mujeres jóvenes quedan excluidas del honor de poder triturar los granos de maíz porque se les atribuyen humores impuros. ¿A quién no le dará náuseas y vómitos tal bebida, mezclada de agua y esta masa inapetitosa? Los Abipones poseedores de abundancia de miel y pan de San Juan, comen también [con avidez] el trigo turco pero no hacen /525 ninguna bebida de él. Además el maíz tiene sobre los restantes cereales muchas y manifiestas prerrogativas; pues crece también en un suelo inferior y responde frecuentemente por mil veces a la siembra. Sus espigas estando aún tiernas y lechosas, eran tostadas, o ya cocidas con carne, que gusta a Americanos y Europeos. El trigo turco de cualquier manera que se le prepare, fortalece el cuerpo, aumenta la sangre y contribuye no poco a prolongar la vida como experimentan diariamente los indios. No conocemos tampoco cebo ninguno con el cual engordaran tan pronto las gallinas y otros animales.

 

BATATAS

 

Ocupan también un lugar prominente en la despensa de los Indios ciertas raíces que los Españoles llaman Batatas o Camotes de Málaga. Los Guaraníes Yetí y los Alemanes Erdäpfel. Sería llevar agua al Danubio, si se tratara de describir una fruta tan generalmente conocida, pero indiscutiblemente las patatas alemanas son superadas por las paraguayas tanto en magnitud como en calidad. En Paracuaria tales raíces – yo las llamaría más bien nabos – son blancas, rojas y a veces también amarillas. En mi opinión las rojas son inferiores, las amarillas, llamadas por los Guaraníes Yetí paracá, son las mejores.

 

MANDUBÍES [MANÍES]

 

Un fruto por el cual hay que envidiar a América y que sería de desear para Europa es el Mandubí, como lo llaman los Guaraníes, o Maní, como lo denominan los Españoles. En su esencia aceitosa, su dulzor y forma, excepción hecha de su cáscara semeja a una almendra. /526 Ella nace debajo de la tierra en una bella planta de una altura de más o menos dos pies. Su tallo es cuadrado, peloso, verde y algo rojizo. Cada una de sus ramas esbeltas posee cuatro hojas ya verdes ya blancuzcas y está cubierta por una especie de lana. En el nacimiento de las ramas, brotan flores de color de azafrán y rojas en sus orillas, en un pecíolo pequeño rodeado por tres hojas. Las raíces de esta planta son cortas, angostas y tortuosas. De ellas cuelgan unas vainas alargadas y de un color amarillo pálido con una cáscara débil. En cada una de ellas están encerradas uno o dos granos (pues hay también varias clases de Mandubí). Estos granos tienen una bella cáscara, purpurina y una carne sumamente blanca y aceitosa. Algo tostadas o asadas son muy apetecidas por los Europeos. El aceite prensado de ellos es tan bueno o más bien aún mejor que el aceite de oliva y se usa en lugar de la grasa vacuna o de manteca en la ensalada y también en otros alimentos. He conocido un italiano de Bérgamo que regaba con este aceite su tabaco de rapé después de haberlo preparado convenientemente y con esto lo hacía similar al tabaco español. Muchas veces he deseado ese fruto para nuestra Europa porque rinde un provecho tan múltiple.

 

DIVERSOS GENEROS DE LEGUMBRES

 

Fuera de lentejas, habas, alubias y otras legumbres que se han traído desde Inglaterra, Italia, Alemania y Africa al Paraguay (Los Abipones los llaman Nauvirgila, pero los Guaraníes Cumandá), hay allí también en increíble variedad melones, zapallos y pepinos comibles que se preparan de diversas maneras y no sólo llenan el estómago sino que deleitan /527 al paladar. Los Españoles los llaman zapallos de los cuales los más dulces han sido traídos en tiempos pasados desde Angola, una provincia africana, pero otros se denominan por los Guaraníes Quarahiá, Carapepé. Los Curuquá, una especie de zapallos, son muy grandes, penden de un tallo y se enroscan en los cercos y árboles más cercanos. Este zapallo estando cocido, es una comida agradable y un medicamento muy célebre para los atacados con la fiebre terciaria. Pueden ser conservados por varios meses en las casas donde sus granos llenan los cuartos por una fragancia incomparable. Los melones azucarados crecen en todas partes. Ellos son extremadamente dulces pero se vuelven amargos si no se los cosecha en seguida, de madurar; también se les adhiere después una especie de chinches de abominable hedor. Los melones de agua que los Españoles denominan Sandias, pero los Abipones Kaamálaká, comida de los Españoles, se ven en todas partes en abundancia y en gran tamaño. En Santiago del Estero crecen únicamente a causa de un suelo arenoso extraordinariamente dulces y de un tamaño monstruoso, si bien en otros lugares se los encuentra también bien grandes. Su pulpa es ya rosada o ya azafranada pero siempre fría cual el hielo y deleita de sobremanera la garganta sedienta y los miembros lasos sin que en ello el estómago corra peligro, especialmente si tras su consumo se bebe agua, pues con el vino – cosa muy extraña – no se llevan muy bien. Colgados en un lugar donde no haya corriente de aire, pueden ser conservados incólumes durante la mayor parte del año. Los años húmedos dañan mucho a los melones aún no plenamente desarrollados por tragar tanta agua que antes de madurar revientan, o si llegan a madurar se pudren. /528

 

LECHUGA

 

La lechuga, que en latín se llama Intybus sativus y en español Escarola, sea aquella crespa o que se compone al igual de la col, se produce por cabezas, en abundancia en los meses de invierno si se la cultiva debidamente, pero muy raras veces en los meses de verano, salvo en las orillas de los arroyos, pues en los jardines se va en vicio al menor calor y echa semillas.

 

RÁBANOS

 

Los nabos europeos crecen durante el primer año en que fueron sembrados, pero en el segundo año degeneran generalmente en el rábano más negro y más acre pues el suelo de Paracuaria conviene especialmente al rábano. Solo de la semilla que el viento desparrama al acaso crecen en los campos de cereales unas cantidades tan estupendas que les causan un gran perjuicio.

 

MOSTAZA

 

La mostaza, este condimento tan sano en la carne, se ve en casi todos los huertos.

 

MASTUERZO

 

El mastuerzo europeo, cuyas raíces los Alemanes comen con la carne bovina, es desconocido en todo Paracuaria, si bien el berro hortense o el de las fuentes, en español Mastuerzo, crece espontáneo en todos los lugares húmedos.

 

AZAFRÁN

 

Igualmente falta en toda Paracuaria el croco, llamado en español Azafrán. El americano tiene en común con el nuestro únicamente el nombre y la figura ya se use solo para teñir de amarillo pero no para condimentar las comidas.

 

ESPÁRRAGOS

 

El espárrago, pero solo el amargo, crece en el campo y es tan delgado cual un hilo, pero crecería más grande si se le cultivara en los huertos.

 

CEBOLLA Y AJO

 

La cebolla y el ajo, este ornamento de la cocina y delicia de la mesa, primer alimento de muchos pueblos en Europa, se planta con increíble diligencia /529 y gasto por los españoles que los comen con mucho apetito aún crudos en el desayuno.

 

HONGOS

 

En los bosques y campos hay también diversos hongos aunque nadie se anima ni a tocarlos ni a probarlos. La Berenjena, en latín Melongena, los tomates, en alemán manzanas del Paraíso, y otros tales bocados delicados mejor conocidos en España que en Alemania se ven en todas partes en los huertos y frecuentemente sobre las mesas. Como los Indios apetecen los dulces rehusan con toda fuerza el rábano, la mostaza, el berro hortense, la lechuga preparada con vinagre y en general todo lo acre, amargo o ácido. Cuando los Abipones vagaban aún sin asiento fijo, no pensaban en una siembra ni necesitaban cosechar, comían aves a semejanza de las fieras cuanto llegaba a su alcance durante sus depredaciones o lo que durante la caza les llamaba la atención en productos de bosques, campos, lagos y ríos. Cuando no hallaban nada en la superficie de la tierra, buscaban debajo de ella y en el agua ciertas raíces de las cuales llaman algunas Neyeka, otras Hakamik y las demás leékate. En la mayoría de los bosques se encuentran también una especie de habas extremadamente chicas que entre ellos se denominan Nauvirgilá. Cocidas apagan en realidad el hambre pero no son sabrosas.

 

TRIGO

 

El suelo paracuariense, especialmente en el campo de Buenos Aires, Montevideo, Santiago [del Estero] y Tucumán, es muy fértil en trigo. Lo extraño pero sin embargo lo cierto es, que la mayoría de los Españoles nativos en el país apenas si prueban una vez en su vida el pan de trigo porque temen /530 las dificultades de sembrar y moler el trigo. En Paracuaria entera no se ve ni un solo molino hidráulico. Las piedras de molino deben ser movidas por caballos o mulares. Sin embargo, en algunos lugares existen también molinos de viento. He visto sólo dos de éstos en Buenos Aires. El trigo paracuario se diferencia del europeo en poseer un tallo más corto, espigas más largas y granos más grandes. Los segadores guaraníes cortan con un cuchillo común sólo las espigas y dejan en pie los tallos para quemarlos más tarde porque su ceniza abona mejor los campos que cualquier abono. En cada una de las localidades de los Guaraníes no se siembra sólo la cantidad de trigo que se cree suficiente para el año. Si la cosecha ha sido próspera, se reparte gratuitamente en bolsas todo el trigo sobrante aún del año anterior a los indios, los que a causa de su natural pereza prefieren comerlo cocido que molerlo y panificarlo. Todos los días se servía en el almuerzo a los dos sacerdotes, encargados del cuidado de la localidad, un panecillo recién cocido de la harina de trigo más fino. Conforme con una antigua tradición, se enviaba también a mediodía justo a los enfermos en sus casas un panecillo junto con una buena porción de carne vacuna que se había cocido en nuestra cocina. En las localidades populosas que frecuentemente contaban cuatro pies y hasta siete mil habitantes, era muy crecida la cantidad de los panes [blanquísimos] a entregar diariamente a los enfermos. Tales panes elaborados de flor de harina, se servían también a las autoridades de la localidad en ciertos días del año en que se les ofrecía una fiesta. Además cuando las circunstancias lo permitían, dábamos tales panes no sólo a los enfermos y a los indios principales sino también a los Indios comunes de manera que el trigo fue consumido indiscutiblemente en su mayoría por aquellos que lo sembraron y cosecharon /531 lo que me parece muy equitativo. El trigo no se trilla mediante trillos sino se quiebra por los caballos que se arrean en rueda en número de cien hasta doscientos en el lugar donde yacen las espigas. Con esto se ahorra mucho tiempo y trabajo.

 

AVENA

 

Los Paracuarios no conocen la avena ni siquiera de nombre, pues en la misma España, como he oído a los mismos Españoles, no se cultiva ninguna. Lo que allá crece de esta clase de cereal, crece cual yuyo pues los caballos reciben como pienso en vez de avena, la cebada.

 

VINO

 

Excepción hecha de las ciudades tucumanas Córdoba, Rioja y [el valle de] Catamarca, no existe allá la vendimia. Pero el vino elaborado en estos lugares no alcanza ni para la misa de manera que se necesita traer con indecible trabajo y extraordinarios gastos el necesario desde las ciudades pequeñas de Chile, Mendoza, San Luis y San Juan. Los Españoles en Paracuaria no desprecian ni el vino ni la vinicultura. El suelo y el clima es allí especialmente favorable a los sarmientos y el vino producido allá es generoso y sano pero muy escaso en consideración a la extensión del país pero lo que no se debe inculpar a la pereza de los habitantes sino a la infinidad de voracísimas hormigas que destruyen las esperanzas de los viticultores y las vides. Las uvas escapadas a la voracidad de las hormigas son saqueadas por las avispas y las palomas silvestres que durante la noche se allegan por bandadas. Pero en esto recuerdo ya haber dicho en otra parte lo correspondiente.

 

PETRIFICACIONES DE MADERAS Y CUERNOS

 

A lo ya escrito referente a los lagos y ríos en Paracuaria, /532 no hallo nada memorable que agregar. Ya he mencionado en otro lugar que en el Río Paraná se petrifican trozos de madera muy grandes que sin duda serían vendidos muy caros en Europa, especialmente en Francia, patria de los más célebres artistas y adornarían los gabinetes de los príncipes y de sus armarios de joyas. En el bosque Urucutyy he visto también cuernos vacunos mudados en piedras cual mármol de diversos colores y chispeantes cual sílices cuando con el pedernal se pegaba contra ellas y las he llevado a San Joaquín para hacerlas ver igualmente por mis colegas.

 

TERMAS

 

En las regiones paracuarias que he cruzado no ha llegado a mi vista en ninguna parte una fuente de salud o alguna otra fuente mineral. Sin embargo, el P. José Sanchez Labrador del cual he hecho mención honorífica, ya una vez, ha descubierto en sus viajes a través de los pueblos de los Chiquitos en dos sitios unas termas que he de describir casi con sus propias palabras.

La fuente de una de estas termas se halla no muy distante de la localidad de Santiago en medio del bosque. Es amplia y de una profundidad de alrededor de tres pies. Como el agua surge desde abajo, produce un sonido como si estuviera en una caldera de cobre sobre el fuego. Si se introduce el pie, se ha de sentir un calor vehemente pero al poco rato se la hallará más soportable. Sobre el agua nadan pequeños peces pero que no incomodan a nadie. Unicamente el olor a azufre es algo desagradable. La orilla de la fuente está cercada por piedras calizas. Cuanto más distante de su fuente corre el agua, tanto más pierde su calor originario y finalmente forma un arroyo que pasa por la localidad del Sacratísimo Corazón de Jesús y se pierde a tres leguas de allá entre los grandes bosques de palmas. Muchos /533 enfermos desde largo tiempo y de gravedad han recuperado su salud en esta terma. A la vista de la localidad de S. Juan brota de la orilla de una roca otra fuente pequeña de agua hirviente. Ella forma en el valle cercano una laguna de la cual sale luego un arroyo. En la fuente originaria esta agua es caliente, pero después, a cierta distancia, se enfría cada vez más y es bebida por los Chiquitos. Al beberla es mucho más desagradable. En realidad muchos atribuyen a ella la menor fecundidad de las Indias en esta localidad. Por lo mismo se quejan también los habitantes de Santiago. De esto deduzco sólo que esta agua es más sana para el enfermo que se lava con ella que para el sano que la bebe.

Cuanto he dicho ahora acerca de los Chiquitos y algunas noticias más se debe a las observaciones y relatos del P. José Sanchez, uno de los exploradores de la naturaleza más diligentes con el cual no sólo he alternado muchísimo diariamente no sólo en Paracuaria, sino también en varias navegaciones por meses. Ojalá yo tuviera a mano los excelentes dibujos que él ha trazado con la pluma de fieras, pájaros, peces y plantas. Ellos bien merecerían ser grabados en cobre por un cincel vienés, para adorno de mi historia.

En otro lugar he hablado de los metales o más bien de la falta de metales en esta tierra. Sólo someramente he pasado sobre los animales, árboles y plantas cual una persona que apresura su viaje. Quise anotar sólo lo más preciso y en general, si bien con la más severa fidelidad. Quien desee informarse mayormente acerca de esto debe consultar los herbarios y botánicos /534 que han tratado especialmente esta materia en grandes volúmenes. Si en lo mío se encuentra algo contrario a estos escritores, no se debe reprochar a ellos ni a mí un error o un desconocimiento por existir entre ellos por centenas las discordias acerca del nombre, la forma y propiedades, especialmente de los productos americanos y el uno niega lo que el otro afirma. Frecuentemente ambos piensan de igual modo y difieren entre sí sólo por palabras, por incomprensión entre uno y otro al hablar éste sobre cebollas y el otro le responde por los ajos. La multitud de los idiomas y la falta de conocimiento fue en muchas ocasiones la única fuente de sus discrepancias, de manera que es difícil determinar a cuál de los dos hay que asentir. Por mi parte, desde que comencé a dedicarme a la descripción de los asuntos paraguayos, me he propuesto fiarme más en mis ojos que en noticias de extraños pero en lo más mínimo en aquéllos que, o no han visto nada de América o sólo como viajeros con una mirada fugaz o superficial. Pero no aconsejaré a nadie a jurar sobre mis palabras. En más afirmaciones no soy pertinaz pues sé demasiado bien que frecuentemente tropieza el caballo aún mejor enseñado y en cuantas ocasiones aún los escritores más célebres se engañan y yerran. Pero basta. Paso a mis Abipones como principal tema de mi Historia para no merecer el reproche de haberme detenido demasiado tiempo en la entrada de mi obra.

 

FIN DEL PRIMER TOMO

 

INDICE ONOMASTICO

 

Abad y Llana, Manuel

Abiazú, Ignacio

Acosta, Cristóforo

Albarrazín, deán

Aldrovandi

Altamirano, Luis

Alvarez, Andrés

Amokín, cacique

Amson, almirante

Anchieta, José

Andonaegui, José de

Andrade, Gómez Freire de

Angulo, Francisco

Aníhal

Antequera, José

Arabebe, cacique

Arapotiyu, indio

Ararendi, indio

Arboulin, señor de

Arce, Agustín de

Arce, José

Argandoña, Pedro Miguel

Arias, Fernando

Arias, Hernando

Aristóteles

Armini, Leonardo

Asinus, Pollio

Atienza, Juan

Avila, Pedro de

Avila, Pedro Esteban de

Balda, Lorenzo

Bárbara de España

Barco, Martín del

Barreda, jefe santiagueño

Barzena, Alfonso

Benedicto XIV, papa

Blende, Bartolomé

Bolaños, Luis

Boroa, Diego

Bouchery, señor de

Boungainville, Luis Antonio de

Bucarelli, Franciseo de Paula

Buffon

Burges, Francisco

Campo, Sancho del

Cangapol, cacique

Cárdenas, Bernardino

Cárdenas, médico

Cardiel, José

Carlos III de España

Carlos V

Carvalho de Pereira, José

Casco, lenguaraz

Castañares, Agustín

Castellanos, Domingo de los Reyes

Cataldino, José

Catani, Antonio

Cicerón

Clemente XII

Clemente XIII

Coletti

Colón, Salvador

Columella, naturalista

Collado, Matco

Collao, Matías

Condamine

Cortada, Antonio

Chanal, cacique

Charlevoix, Francisco Javier

Danesi, Pedro Pablo

D’Anville

Danzig, Gotardo Artus de

Díaz de Melgarejo, Rui

Díaz de Solís, Juan

Duffo, Policarpo

Durán, Manuel

Durán, Nicolás

Enis, Tadeo

Eoliano

Epaguini, cacique

Erdödi

Escandón, Juan

Fabri, Juan

Falconer, Tomás; ver Falkner, Tomás

Falkner, Tomás

Felipe V

Fernández, José

Fernández, Juan Patricio

Fernando VI

Filds, Tomás

Flores, Manuel de

Fontanelle

Fracastor

Francisco Javier, San

Frías, Manuel de

Fritz, Samuel

Gaboto, Sebastián

Garay, Juan de

García, Alejo

García Ros

Garzía, Diego

Garzía, Juan

Gató, cautivo

Gessner

González de Avila, Egidio

González, Roque

Gottfriedt, Juan Luis

Grao, Esteban de

Grotius, Jorge

Guillelmo, José

Guiraquera, cacique

Gumilla, José

Gutiérrez, Manuel

Haffner, Miguel

Hervás, P.

Homero

Hübner

Hutten, médico

Inocencio XII, papa

Jansen, Cornelio

José, indio

José I de Portugal

José II de Austria

Julio César

Kircher, Athanasius

Klein [Jacobo T]

Klein, José

Le Franc

L’Hermitte, Jacobo

Lhuyd, Humfredo

Linneo

Lister

Livio, Tito

Lorenzina, Marcelo

Lozano, Pedro de

Machoni, Antonio

Maffei

Magnin, Juan

María Teresa de Austria

Marike, cacique

Marchiseti, Juan; ver Marquesetti, Juan Bautista

Marquesetti, Juan Bautista

Martínez Fontes, José

Mascardi, Nicolás

Mattilla, José Martín

Mayran

Mazzetta, Simón

Mendoza, Pedro de

Menochius

Moctezuma

Monard

Moneda, Rafael de la

Montesquieu

Morphi, Carlos

Morelli, Ciriaco; ver Muriel, Domingo

Muratori, Antonio

Muriel, Domingo

Nassau, Mauricio de

Nebrija, Antonio

Neenguirú, Nicolás

Neerhace

Nerville, señor de

Neumann, Juan

Nicolás, Rey

Nicot, Juan

Nieremberg, Eusebio

Nussdorfer, Bernardo

Oliveras, Joaquín de

Olmo, Salvador Martín de

Ortega, Manuel

Ovidio

Oudendorp, Francisco

Pablo III, papa

Pablo V, papa

Palos, obispo de Asunción

Paracelso

Paranderi, cacique

Patrón, Nicolás

Pelusiota, Isidoro

Peralta, José de

Piso, Guillermo

Pizarro, almirante

Pizarro, Francisco

Planes, Antonio

Plinio

Pons, José

Prasanelli

Primoli

Querini, Manuel

Quesa, Lucas

Quirayú, cacique

Quiroga, José

Ramírez, Basilio

Ranconier Jacobo

Reyes, Diego de los

Robertson

Robles, Francisco

Rodríguez, Lucas

Romero, Pedro

Rondelet

Roy, cacique

Ruiz de Montoya, Antonio

Ruiz Puente, Felipe

Rumpf, naturalista

Sacachú, cacique

Saloni, Juan

Salustio

Sánchez Labrador, José

Santo Bono príncipe de

Sarmiento, Alfonso

Sarricoles y Olea, Juan de

Sepp, Antonio

Serdahély, Francisco

Solano, Francisco

Somodevilla, Marqués de la Ensenada

Stöck, A

Strada

Strobl, Matías

Szentivani, Martín

Tabera, cardenal

Tácito

Tapari, cacique

Taychocó, cacique

Techo, Nicolás

Teofrastro

Tibulo

Torre, Jacobo de la

Torre, Manuel de la

Tupanchichú, cacique

Ulloa, Antonio

Urbano VIII, papa

Urizar, Esteban

Valdelirios, marqués de

Van Swieten, médico

Varela, Diego

Velho, Feliciano

Vera Muxica, Antonio de

Veraripochiritú, cacique

Verkens, Juan

Verkuffen, Pedro Guillermo

Viana, Joaquín de la

Victoria, Francisco, obispo

Vidaure

Vieira, Antonio

Vilert, Agustín

Villalba, Pascual

Villagarzía, Felix

Virgilio

Woyts ;

Xarque, Francisco

Xavier, cacique

Ximenez, Bartolomé

Yahati, cacique

Yazuca, cacique

Ybáñez, Bernardo

Yegros, Miguel de

Yegros, Sebastián de

Yeyú, cacique

Yupanqui, Inca

Zavala, Bruno Mauricio de

Zea, de, padre

Zenón

Zevallos, Pedro

Zierhaim, Ignacio

 

INDICE TOPONIMICO

 

Acadia

Africa

Alemania

Alpes

Altos, pueblo

Amberes

América

América del Norte

América Meridional

Anatot

Angola

Arecaya

Argel

Argos

Arica

Asia

Asturias

Asunción del Paraguay

Asunción de Yyuy

Atingy

Atirá, pueblo

Atlántico

Austria

Bahía de Barragán

Bahía de Maldonado

Bahía de San Julián

Bahía de Todos los Santos

Banato

Banco Inglés

Banco Ortiz

Bética

Belén, reducción

Belém, ciudad de Brasil

Berbería

Bérgamo

Bohemia ;

Brasil

Bretagne

Bruck

Buenos Aires

Buen Retiro

Caazapá, reducción

Cabo Blanco

Cabo San Antonio

Cabo Santa María

Cabo Verde

Cachinoca

Cádiz

Calamuchita

California

Callao

Cambay, arroyo

Canadá

Candelaria, reducción

Candi

Candia

Cariy

Catamarca

Cayastá

Ciudad Real del Guayrá

Ciudad de las Siete Corrientes: ver Corrientes

Colonia Portuguesa: ver Colonia Sacramento

Colonia Sacramento o Colonia del Santísimo Sacramento

Concepción, reducción guaraní

Concepción, reducción de abipones

Concepción del Bermejo, ciudad

Corazón de Jesús, reducción

Córdoba

Cordillera de Chile

Córdoba, sierras de

Corrientes

Cuba

Cuyabá

Curuquatí

Chaco

Charcas

Chichas

Chile

Chipre

Chuquisaca

Dinamarca

 

Egipto

Engaddi

Eslovenia

España

Esteco

Estrecho de Magallanes

Europa

Etiopía

Falerno

Fiume

Fortín Santa Rosa

Francfort

Francia

Gales

Ganges

Gran Bretaña

Gorizia

Guadalcázar, ciudad

Guayana

Guayrá

Quyana: ver Guayana

Hamburgo

Holstein

Honduras

Hungría

Indias Occidentales

Indias Orientales

Inglaterra

Islas Canarias

Isla de Flores

Isla del Fuego

Isla de los Conejos

Isla de los Lobos o de los Lobos Marinos

Isla de los Orejones

Isla del Paraíso

Isla Dos Hermanas

Isla Falkland

Isla Ferro

Isla Juan Bermúdez

Isla Maldonado

Isla Martín García

Isla San Gabriel

Isla Santa Catalina

Isla Sommer

Islas Canarias

Islas Filipinas

Islas Fortunadas

Islas Malvinas

Itacurú

Italia

Jamaica

Jerusalén

Jesús, reducción

Jesús y María, reducción

Jesús María: estancia cordobesa

La Estacada: ver Fortín Santa Rosa

Lago del Dorado

Lago Lauricocha

Lago Redondo

Laguna Blanca

Laguna de los Caracaras

Laguna de los Porongos

Laguna de los Xarayes

Laguna Yberá: ver de los Caracaras

La Habana

Lambaré

La Plata: ver Chuquisaca

La Rioja

Lasco, reducción

Leipzig

Lima

Lindongasta

Lipes

Lisboa ; ól;

Livorno

Londres

Loreto, reducción ;

Luxemburgo

Llanos de Manso

Madre de Dios de los Desamparados

Madre de los Desamparados, reducción: ver Madre de Dios de los Desamparados

Madrid

Magdalena

Maguncia

Malta

Mandibó, aldea

Manila

Manogasta

Mamoré

Mar Mediterráneo

Marañón, provincia de

Matará, reducción

Mattogrosso

Mbaequá

Mbaeverá

Mbaracayú

Mborebiretá: ver Mbaeverá

Mbururú

Méjico

Mendoza

Miraflores

Montreal

Moppa, reducción

Montevideo

Moscú

Mur

Nápoles

Navara

Neuchatel

Nuestra Señora de Santa Fe, reducción

Nuestra Señora del Pilar, reducción

Nuestra Señora del Rosario

Nueva Escocia

Nueva Granada

Pacífico, océano

Pamplona

Palestina

Paracuaria

Paraguay, gobernación

París

Persia

Perú

Portugal

Potosí: minas de

Punta Gorda

Quanuco, ciudad

Quanugasta, reducción

Quarambaré

Quayrá: ver Guayrá

Quebeck

Quirahunguay, arroyo

Quito

Rioja ver La Rioja

Río de Janeiro

Río Aába

Río Acaraná

Río Acaray

Río Acary

Río Aguapey

Río Alcaray

Río Alcaraz

Río Amamby

Rio Amazonas

Río Anemby

Río Aquapey

Río Araguaay

Río Araxes

Río Areco

Río Arias: ver río Salado

Río Atopenhenra lanaté

Río Atopenhenra Lavaté: ver Atopenhenra lanaté

Río Bermejo

Río Blanco

Río Caañabe

Río Caapivary

Río Camapuá

Río Campana

Río Carcaranal

Río Carema

Río Caimán

Río Centa

Río Cononda

Río Corrientes

Río Cuchipó Guazú

Río Cuchipó Miri

Río Curyi

Río Cuyabá

Río Danubio

Río de Gómez

Río de la Plata

Río de los Arrecifes

Río de los Astores

Río de los Charrúas

Río de los Porrudos

Río de los Topes

Río del Rey

Río Dniester

Río Dulce

Río Eleya

Río Embalsado

Río Empalado

Río Espinoza

Río Eufrates

Río Grande: ver Bermejo

Río Grande de San Pedro

Río Guadalquivir

Río Gualeguay

Río Guaycuruy

Río Mboymboy

Río Mbororé

Río Mbutuy

Río Miriñay

Río Monday

Río Monday Guazú

Río Monday pirí

Río Monday mirí

Río Monicy

Río Narahaquem: ver Inespín

Río Naraheguem

Río Neboquelatél: ver Malabrigo

Río Negro (afluente del Paraná)

Río Negro (afluente del Uruguay)

Río Nilo

Río Ñucorá

Rio Ocloyas

Río Orinoco

Río Pacú

Río Paraná

Río Paraná Pané

Río Paraguay

Río Pardia

Río Pardo

Río Pasaje

Río Pilcomayo

Río Piquiry o Pepiry

Río Piratiny

Río Po

Río Pucará

Río Quanquilaró

Río Quanumbacá

Río Quarambaré

Río Quaray

Río Quibay

Río Riachuelo

Río Rin

Río Hernandarias

Río Indo

Río Inespín

Río Iñaté

Río Jaurú

Río Jujuy

Río Las Conchas

Río Leghigusna

Río Luján

Río Madera

Río Madera

Río Malabrigo

Río Mandiy

Río Mando

Río Matanza

Río Mbaery

Río Mbotetey

Río Rojo: ver río Bermejo

Río Rubio

Río Saladillo

Río Salado

Río San Ambrosio

Río San Francisco

Río San Juan

Río San Lorenzo

Río San Lorenzo (Canadá)

Río San Martín

Río San Salvador

Río Santa Lucía

Río Simancas

Río Tajo

Río Támesis

Río Tapiraquay

Río Taquary

Río Tareyty

Río Tebicuary

Río Tepoty

Río Tercero

Río Timbó

Río Timboy

Río Tisza

Río Tobaty

Río Toropy

Río Tortugas

Río Turugón

Río Uruguay

Río Uruguay Miri

Río Uruguay Pitá

Río Urinoco: ver Orinoco

Río Vacaretá

Río Verde

Río Vermejo: ver Bermejo

Río Yabebiry

Río Yacuary Guazú

Río Yaguarapé

Río Yapucá

Río Ybaroty

Río Ybirayty

Río Ybucuy

Río Ycabaqua

Río Ychimaye: ver Río del Rey

Río Yeyuy

Río Ygarype

Río Ygatimí

Río Ygay

Río Ygayry

Río Yguazú

Río Ygurey

Río Ymuncina

Río Ypanequazú

Río Ypané miri

Río Yquairy

Río Yribotá

Río Yú

Río Yyuy

Río Grande (provincia de)

Roma

Rosario, arroyo

Saint Maló

Sacratísimo Corazón de Jesús

Salabina, reducción

Salta

Salto Grande

San Andrés, reducción

San Borja, reducción

San Carlos, reducción

San Carlos de Caapi, reducción

San Cosme y Damián, reducción

San Cristóbal, reducción

San Estanislao, reducción

San Esteban, reducción

San Fernando, reducción

San Fernando, ciudad: ver Catamarca

San Fernando y San Francisco Regis: ver San Fernando, reducción

San Ignacio, estancia de Córdoba

San Ignacio de Loyola

San Ignacio Mirí

San Jacobo ver Santiago del Estero

San Javier, reducción

San Jerónimo, reducción

San Joaquín, reducción

San Juan, ciudad

San Juan Bautista, reducción

San Lorenzo, reducción

San Luis, ciudad

San Luis, reducción

San Miguel, reducción

San Miguel, villa peruana

San Miguel del Tucumán

San Nicolás, reducción

San Pablo (Brasil)

San Pedro y San Pablo, reducción

San Salvador de Jujuy

Santa Bárbara, reducción

Santa Cruz de la Sierra

Santa Fe

Santa Lucía

Santa María, puerto

Santa María la Mayor

Santa Teresa, reducción

Santiago del Estero

Santo Rosario

Santos Angeles

Santos Apóstoles de Caazapaquazú, reducción

Santo Tomás

San Vicente, Capitanía

San Yago: ver Santiago del Estero

Sevilla

Sicilia

Silipica, reducción

Soconcho, reducción

Suecia

Tabotí

Tacuma

Talavera de Madrid

Tapebi

Tarija

Taruma

Tarumay

Tartaria

Terecañy

Terra Magallánica

Thecue

Tobago

Tocaino

Todos Los Santos de Caaró, reducción

Toledo

Tucumán

Turumay

Turingia

Urucutiy

Valbuena, Fortín de

Venecia

Viena

Villarrica: ver Curuquaty

Virginia

Visitación de María, reducción

Xavier, reducción

Xerez

Yaguarón

Yapeyú, reducción

Yberá, laguna

Yhirapariyara

Ybiti Caray

Yta, reducción

Ytapé, reducción

Yuquiry, arroyo

Yuti, reducción

Zacynto

 

 

INDICE DE VOCES INDIGENAS

Aaloeyák

Aba paye

Abaporú

Abati

Abati hatá

abati miri

Abati morotí

Abati timbaby

Abergramaik

abipón o Abipón

abiponas o Abiponas

abipones o Abipones

abipónicas

achate urucú

Achibiraik

Achité

achite

aguará

Aguaribay

Aguay

Akalmaík

Akatleraye

Akatleraye noete

Akilgitá

alagarík

Alalek

ambay

Amokebit

aná

ananás

anguay

Anguay

aña

añangá

Añeyrac

Aoraik

Aós

Apagnik

Apañigehak

aparañi

aparañik

Aparék

Apehé

Apehík

Aperea

Aperea Caá

Apicazú

Apiterebí

Aquilotes

ara

Araucanos

Aruay

aruay

Ataraik

Atopehénra

aucanigas

aucás

Ay

Ayu anga

ayúca

batatas

Bohanes

Caá

Cáa

Caá miri

Caá mîri

Caá guazú

Caará

Caatiguá

Caa Verá

Caayçy

Caayguas

Cacao

Cachimiegrara

calchaquíes

Caninde

Cauindé

caraguatá guazú

Canelkiraik

Cañan

Camotes

capiguara

Capiiguará

Caracará

Caracarás

Caracoas

Caraguá

Caraguatá: Ver Caraquatá

caraguatáes

caraguatá guazú

Caranday

Carapepé

Caraquata: Ver Caraguatá

Caraquatá Ver Caraguatá

Carayá

Carayrubichabere

Carumbé

Cayí

Caypotades

Cazave (casabé)

Colibrí

Condor

cóndores

Cumandá

cumbary

Cuntur

Cupay

Cupayba

Curiy

Curupay

Curupicay

Curuquá

Chaco

chaguar

Charrúas

Chenas

Cheraci

Cherassi

Chibi

Chichas

Chipá

Chiquitos

Chiriguanás

Chocolate

Chuni

Chunipies

Churumates

Eeprai

Enéraranrat

Eparañik

Eparêk

Ereyupa

Etantá

Etapranak

Eyiguayegis

E’yiquayegis

Eyrobáña

Foxistines

Frentones

garandumba

Gejeñk

guabyramiri

guanacos

guanaquitos

guano

guaraní

guaraníes o Guaraníes

guaraníticas

guaraníticos

guayacán

Guayacán

guayaquíes

Guayaquíes

Guaycurú

Guaycurúes

Guaycurus

guaycurús

Guaycurús

guazú

Guazú birá

Guazuty

gy

Gy

Hakahátak

Hakamik

Halemraye

Hapeú

Hastores

Hegem leyera yñierachi

Heëgehák

Henegelráik

Heteyrci

Hissipo

Hiymeya

Homoampas

Iguana: ver Ygunana, Yguanas

Iñambú

Iribaya

Itacurú

ltapurus

Itatines: ver Ytatines

Itatinquas

jacaré

Jalapa

Jamancarú

Kaál

Kaalekavalk

Kaamálaká

Kaénra

Kaéperhak

Kahaora

Kahit

Kaitavalk

Kakée

kalité

Kalité mañalhevoa

Kapaik

Kataingit

Katlaan lanza

Katoiraik

Keeráye

Kikilk

Kikik

kirikiri ver quiriquiri

Kiriquincho ver quirquincho

laka

Lakopach

Lalagraik

Lapriratraye

lechiguana

Lenguas

Linchera

Licheran

Loapál

Loro

Lules

Llamas

Mahuey

maiñik

maíz

Malbalás

mandió

Mandio

mandioca

Mandioca

Mandiy

mandiyú

Mandubiguazú

Mandubí

Mangay

Mangaycy

Maní

Mataguayes

Mataguayos

Matarás

maté

Maynas

Mbaeberá

Mbaracana

Mbaracaná

Mbaracayá

Mbayas

Mbeyú

Mbituú

Mbocayay

Mborebireta

Mborevi

Mburubicha

Mburubichabere

Mburubicha guazú

Mburucuyá

Mbuyapé

Mbuzú

mechoacán

Mehalenkachie

Mendiyú

Mingau

mini

Minoanes

mocobí

mocobíes o Mocobíes: ver Mocovíes

Mocovíes: ver mocobíes

Mogosnas

molle

Moxos

Muluches

Mungrullú

Mungrúllu

Naáhurek

Naalá

Naátek

Naetarat

Nahál

Nahérek

nakalík

Nalaginiga

naná

Nanaprahéte

Natalgelá latenk

Natekebit

Nariam

Nauvirgila

Nauvirgilá

Nauin

Navolgraik

Ndecaray ndcary angá, nderemimo a eyrupi oroyu yebi ndererahabone

Neboque

Nehelaterek

Neélgék

Nemelk

Nétagrânak

Netegnikepá

Neterge

Névege

Neyeka

nichiegik

Nichigohé

Nichika trana

nichilicheraneta

Nihiranák

Niyololas

Noayi

Noay

Noetá

Npecték

Nurumí

Ñande Rey marangatur

Ñanderubicha

ñandipá

Ñio

Ñundiá

Oaeñik

Oaikik

Oaekakalot

Oatelee

Oergeteté

Ohomás

oik

Ojotades

omaso

Orejones

Oreruba y bapé ereybae, ete, (Padre nuestro)

Otelalarik

Pacú

Palomos

Pampas

Parà

Pará

Paracau bay: v. Paragaubay

Paracauteé

Paracau teé

Paragaubay v. Paracaubay

Paraguayos

Paraguazú

Parik

Patagonas

Patagones

Patí

patí

Pay Abare

Payagua

Payaguáas v. Payaquas y payaquás

Payaquas

payaquás

Pazaines

Peékate

Peété

Peguenches

Perabazones

peti

Peti

Pety

Pindó

Pinó

Piquí

Pirabebé

Pitaháyas

Pizóes

poti

Puelches

Pyrarú

Qua

Quaá

Quabira miri

Quabiyú

Quabyra quazú

quabyrá mirí

Quachichil

Quanas

quarçi

Quarahía

quarassi

quaratschi

Quatí

Quayacán

Quayaki

Quaycurú v. Guaycurú y siguientes

Quaycurúes

quaycurus

Quaycurus

Quaycuruti

Quemalcas

Quembé

quembepí

Quenoas

queratschi

Quetiadegodis

Quiehua

Quinoa

Quirapú

Quirapù miri

quiriquiri: v. kirikirí

quiriquincho: v. kiriquincho

Quaycurús

Rakík

Rateghám

Ròak

Roáka

Roakabí

Roayami

Roerepiglemarát

Ruililié

seibo

Suchí

tabaco

tacua

Tacuarembó

Tacuarey

tajibo

Tamanduá

tambetá

Tanos

Tañini

Tapes

Tarumay

tatayy

Tatayy

Tatayi

Tatayyba

Tatú

tatupoyu

Tatù poyú

Tayacú

Tayy

Teyuguazú

Tiburón

Timboy

Timbus

Thuelchús

Tobantiguas

tobas

Tobas

Tobatines

Tobaty

Tonocoté

Tubicbá

Tucán

Tuî

Tupâ

Tupa

tupa

Tupá immangngára note oiquaá

Tupíes

Turumay

Tuy

Uimiral

umbú

Urtueses

Urucutyy

Urucuy

urundey

vicuñas

vilelas

viraró

vizcachas

Y

yaaucanigis: v. Yauacanigas

Yaaucanigas: v. Yauacanigas

Yacané

Yaçi

Yacú

yachacatá

yaguané

yaguareté

yaguaró

yaguarô

Yapitalakas

yaquarô

Yaros

Yarós

yassi

Yatai

Yatay

Yatay guazú

Yatschi

Yauacanigas

yauík laip

Yauik Loapel

Yavige lichil

Yba poroyty

Ybapyta

Ybaró

Ybeloraye

Ybiraey

Ybirapayé

Ybira payé

Ybira yepiro

Yçapy

Ycipotingi

Ycica

Yciy

Ychibachi

Yeruti

yetí

Yetí

Yetí paracá

Yga

Ygara

Ygaratá

Ygaroños

Ygarupá

Ygary

Ygunana: v. Ignana

Yguanas: v. Iguana

Ykipara

Yñiera

Yogui

Yook Ocoles

Ypik

Yraitin

Ysipó

Ysistines

Ytacurú: = Itacurú

Ytatinguas

Yta robá

Ytatines

Ytatinqua

Ytatinquas

Ytú

yu

Yuapecangá

Yuapceanga

Yuca

Yuquí

zamucos

Zamuu

Zapitalakas

Zuyñandy

Los índices onomástico y toponímico han sido realizados por la profesora Helga Nilda Goicoechea El índice de voces indígenas por el profesor José Isidoro Miranda.

 

INDICE GENERAL DEL PRESENTE VOLUMEN

 

Advertencia editorial

Noticia biográfica y bibliográfica del Padre Martín Dobrizhoffer

Historia de los Abipones (Vol. I)

Indice onomástico

Indice toponímico

Indice de voces indígenas

 

INDICE

HISTORIA DE LOS ABIPONES (Vol. I)

 

Libro preliminar sobre la condición de Paracuaria.

De su largo y de su ancho.

De las cartas geográficas de Paracuaria, y de sus errores.

De las divisiones de toda la provincia.

De la ciudad, puerto y habitantes de Buenos Aires, así como también del origen de su nombre.

De la colonia del Santísimo Sacramento, antes portuguesa y ahora de dominio español.

De los límites de Paracuaria, convenidos por los españoles y portugueses en la última paz.

De la ciudad de Montevideo, su puerto, fuerte y defensas.

De la bahía de Maldonado y por que razón podría ser defendida desde la vecina isla de los Lobos.

De las ciudades de Santa Fe y de las Siete Corrientes.

De los treinta pueblos de Guaraníes, sometidos a la jurisdicción del gobernador de Buenos Aires.

De la rebelión de los [guaraníes] del Uruguay, al tener que ceder sus siete pueblos a los portugueses.

Del fabuloso Rey Nicolás, y del origen de esta fábula.

Del gobernador de Buenos Aires, el preclaro general Pedro Zeballos.

Del Tucumán, y de sus ciudades Córdoba y Santiago.

De Santa Cruz de la Sierra y los pueblos de Chiquitos.

De los jesuitas que el obispo del Tucumán Francisco Victoria llamó a su diócesis.

De la provincia del Paraguay y de su capital Asunción.

De los nuevos pueblos de San Joaquín y San Estanislao, de indios ytatinguas.

De los bárbaros que yo descubrí en Mbaevera, junto al río Empalado.

Del pueblo que pensaba fundar para ellos, y que fue frustrado por un hombre malvado.

Del pueblo de Belén, erigido para los bárbaros jinetes Abayás.

De los frutos nativos de esta provincia.

De la yerba paraguaya, su origen, preparación, comercio y usos.

De la preparación del tabaco, según la manera brasileña.

De los bárbaros Payaquas, Quaycurus, abipones, mocobíes, etc. que intranquilizan esta provincia.

De la provincia del Chaco, refugio de estas naciones bárbaras.

De las restantes naciones indias que deambulan fuera del Chaco, y especialmente los que habitan más al sur.

De la singular fidelidad y voluntad con que los guaraníes han servido siempre en el ejército español.

De los colonias que habíamos fundado para los indios de la Tierra Magallánica, y su destino.

De la navegación de tres jesuitas, emprendida por orden del Rey Felipe V para explorar las costas Magallánicas.

Del naufragio de los españoles cerca de la Isla del Fuego.

De los habitantes de esta isla.

De la isla Malvina, ocupada por los franceses y más tarde vendida a los españoles.

De los Mamelucos brasileños, destructores de los pueblos guaraníes y cazadores de indios.

De la servidumbre de los indios, ya prohibida, ya atemperada por la legislación real.

De los ríos principales, el Paraná, el Paraguay y el Uruguay, y otros menores afluentes de aquellos.

De la terrible catarata del Paraná y de otra menor.

Del nacimiento de nuevas islas y de la destrucción de otras. De las islas flotantes.

De las dos inundaciones anuales.

Del Paraná, que cerca de la ciudad de Buenos Aires se llama Río de la Plata; su magnitud, sus puertos y pasos.

De los muchos peligros a que está expuesta la navegación por este río.

De la escasez de metales y piedras preciosas en Paracuaria.

De las varias tentativas y fábulas de los españoles y portugueses, que soñaron con metales allí existentes.

De la increíble cantidad de caballos, mulas, vacas y ovejas.

De la caza del ganado, que es del primero que lo toma.

De la voracidad de los indios.

De la forma, variedad, doma, enfermedades, curación etc. de los caballos paracuarios.

De la cría artificial de mulas y sus propiedades.

De la cría de las ovejas.

De la temperatura variada y de otras propiedades del suelo paracuario.

De algunas fieras singulares, tales como el tigre, el león, el anta, el oso hormiguero, guanacos, etc., etc. [incluye los siguientes subtítulos, no indicados en el índice tigre, león, gato montés, anta o gran bestia, guanaco, ovejas peruanas o llamas, vicuña, paco, macomoro tarúga, osos hormigueros, puercos monteses, diversos zorrillos zorrino, vizcacha, liebre, conejos diversos, ciervo, venado, Ykipará, géneros de monos cayí, barbudos, caruguá, quatí, Ay, armadillo o tatú]

De los anfibios, como el cocodrilo, lobo marino, nutria, puerco acuático, iguana, ete. [incluye los siguientes subtítulos, no indicados en el índice el cocodrilo o caimán, aguará, porro acuático, yaguarô o tigre del agua, Aó, capiiguára o puerco del agua, nutria, castor, Yguana o lagarto, lobos de agua, lobos marinos, ranas, sapos]

De las aves raras, como el avestruz, loros, tucán, cardenal, etc. [incluye los siguientes subtítulos, no indicados en el índice la avecilla Picaflor, cóndor o buitre, avestruz, tuncá [tucán], cardenal, chopí, quîrapú, tiñini, tijeras, varias palomas silvestres iñambú, martinetas y gallinetas, especies de faisanes, mbitúu, géneros de loros, cuervos americanos, caracará o carrancho, halcones varios, ánsar, patos diversos, cigüeñas, haria, cuervos acuáticos, golondrinas, gallinas brasileñas]

De varias especies de peces ignorados en Europa, y de las formas de pescarlos. [incluye los siguientes subtítulos, no indicados en el índice dorado, pacú, corvino, mungrúllu, zurubí, patí, armado, bagre, sábalo, bóga, pejerrey, la vieja, dentudo, raya, palometa, mbuzú, cangrejos fluviales, cangrejos marinos, tortugas de río, tortugas marinas, tortugas terrestres, caracoles, modos de pescar, pesca marítima, pececillos voladores, tuburón, un pez muy grande [tiburón], delfines, ballenas.]

De los árboles principales, como el palo santo, guayacán, cedro, cupay, etc. [incluye los siguientes subtítulos, no indicados en el índice palo santo, guayacán, zuyñandy, zamuû, mangay, sangre de dragón, cupay, piñón del Paraguay o nueces purgantes, vainilla, cacáo, tamarindo, resina Ycica, árbol abati timbaby, cedro, pino americano curiy, algarroba o siliqua graeca, palmeras varias, caranday, pindó, yatay, yatay guazú, mbocayay, árboles frutales, mistol, chañar, yacané quabyra guazú y quabiyú, quabyra miri, granadilla o la flor de la Pasión del Señor, quembé, tatayy, una morera, mamones, alabas, aguay, anguay o ybira payé, yba poroyty, tarumay, quayaba, vinal, ybîra yepiro, caaycy, aguaribay, molle, bacoba y banana, ananás o piña del Paraguay, mandioca, mandiyú o algodón, arroz, tayy, urundey; quebracho, lapacho, viraró, espinillo, neterge, ybaró, cevil, seibo, palo de leche, ycapy, árbol de hormigas, umbú [ombú], sauce, ambay, nogal, urucuy]

De las plantas medicinales, como la virga aúrea, ruibarbo, vainilla corteza peruana, sasafrás, etc. [incluye las siguientes, no indicadas en el índice quina o corteza peruana, zarzaparrilla, ruibarbo, raíz jalapa, mechoacán, sasafrás. Este capítulo está incluido antes en el índice, pero su ubicación en el texto es posterior al de árboles principales]

De los frutos americanos, caña de azúcar, algodón, arroz, mandioca, etc. [incluye los siguientes, no indicados en el índice añil o índigo, cochinilla, virga aúrea, raíces de color rojo, corteza caatiguá, materias tintóreas de color negro, arbusto anónimo, que sirve para el color verde, maderas tintóreas, cardones o cirios, diversas especies de caraguatá, cañas varias, caña de azúcar, miel de abejas, sal, la planta coro, maíz o trigo turco, batatas, mandubíes [maníes] diversos géneros de legumbres, lechuga, rábanos, mostaza, mastuerzo, azafrán, espárragos, cebolla y ajo, hongos, trigo, avena, vino, petrificaciones de madera y cuernos]

Termas

En los cinco últimos capítulos del índice que compuso Dobrizhoffer, no hay concordancia entre los títulos de éste y el orden de las materias incluidas en el texto. (n. del edit.).

 

SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EL DIA 4 DE DICIEMBRE DE 1967  

EN LA IMPRENTA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL  

SANTA FE REP. ARGENTINA

 

NOTAS DEL TRADUCTOR Y DEL EDITOR

 

25e- en español en el original (n. del ed.).

26e- en español en el original (n. del ed.).

27t- En su creencia es inconveniente comer liebres, gallinas o gansos, pero los crían a su placer y gusto (n. del trad.).

28e- en español en el original (n. del ed.).

29t- Pollo Asinius cree que César había compuesto algo negligente y poco verídicamente sus comentarios de bello Gallico, por haber agregado hechos de otros, generalmente sin previa averiguación, y por haber emitido incorrectamente los propios, ya a propósito, ya por lapsus de memoria. El opina también que los habría redactado de nuevo y corregido (n. del trad.).

30t- Ningún animal que al principio es tan chico crece a semejante magnitud (nota del trad.).

31t- "Allá (él habla de Kananor) se ven también grandes lagunas donde todo está lleno de inmensos lagartos similares a los cocodrilos. Estos tienen al igual que los animales conchíferos un dorso duro impenetrable, una cabeza extremadamente grande, una hilera doble de dientes y unas fauces horrendas de grandes. Ellos atacan furiosos al hombre. Su aliento es muy aromático.

32e- en español en el original (n. del ed.).

33e- en español en el original (n. del ed.).

34e- En español en el original (n. del ed.)

35e- Tomado de la edición latina, por faltar el texto correspondiente en la traducción de Wernicke. (n. del ed.)

36t- En América florece una espléndida flor, llena de magnífico aroma que lleva en si las preciosas señas del Hombre asesinado (n. del Trad.)

37t- Todos los británicos untan con un color de vidrio que tiñe de azul y les da en la lucha un aspecto más horrible. (n. del trad.)

38t- Una planta parecida al llántén se denomina glastum en Galia. Las mujeres de los británicos y sus nueras untan con ella todo su cuerpo, asisten así a ciertos ejercicios religiosos y andan desnudas de manera que tienen el aspecto de los moros. (An. del trad.).

39t- No estos sino los británicos solían, como refieren César y otros, teñir de azul su cuerpo con glastum para aparecer más horribles a sus enemigos. Por esto hasta el día de hoy, llamamos glas al color azul, que testimonia la edad provecta de esta palabra. Solemos indicar con ella también la planta parecida al llantén, bien conocida de nuestros comerciantes. (n. del trad.)

40e- Tomado de la edición latina, por faltar el texto correspondiente en la traducción de Wernicke. (n. del ed.)

41e- Tomado de la edición Latina, por faltar el texto correspondiente en la traducción de Wernicke (n. del ed.)

42t- La miol silvestre como sumamente amarga, repelente al gusto 3’ perjudicial para el paladar. (n. del trad.)