Lo
que aprendimos y lo que enseñamos
1°
de enero de 1959
En el
mes de diciembre, mes del Segundo Aniversario del desembarco del «Granma»,
conviene dar una mirada retrospectiva a los años de lucha armada
y a la larga lucha revolucionaria cuyo fermento inicial lo da el 10 de
Marzo, con la asonada batistiana, y su campanazo primero el 26 de Julio
en 1953, con la trágica batalla del Moncada.
Largo
ha sido el camino y lleno de penurias y contradicciones. Es que en el
curso de todo proceso revolucionario, cuando éste es dirigido honestamente
y no frenado desde puestos de responsabilidad, hay una serie de interacciones
recíprocas entre los dirigentes y la masa revolucionaria. El Movimiento
26 de Julio, ha sufrido también la acción de esta ley histórica.
Del grupo de jóvenes entusiastas que asaltaron el Cuartel Moncada
en la madrugada del 26 de Julio de 1953, a los actuales directores del
movimiento, siendo muchos de ellos los mismos, hay un abismo. Los cinco
años de lucha frontal, dos de los cuales son de una franca guerra,
han moldeado el espíritu revolucionario de todos nosotros en los
choques cotidianos con la realidad y con la sabiduría instintiva
del pueblo.
Efectivamente,
nuestro contacto con las masas campesinas nos ha enseñado la gran
injusticia que entraña el actual régimen de propiedad agraria,
nos convencieron de la justicia de un cambio fundamental de ese régimen
de propiedad; nos ilustraron en la práctica diaria sobre la capacidad
de abnegación del campesinado cubano, sobre su nobleza y lealtad
sin límites. Pero nosotros enseñamos también; enseñamos
a perder el miedo a la represión enemiga, enseñamos la superioridad
de las armas populares sobre el batallón mercenario, enseñamos,
en fin, la nunca suficientemente repetida máxima popular: «la
unión hace la fuerza».
Y el
campesino alertado de su fuerza impuso al Movimiento, su vanguardia combativa,
el planteamiento de reivindicaciones que fueron haciéndose más
conscientemente audaces hasta plasmarse en la Ley n° 3 de Reforma
Agraria de la Sierra Maestra recientemente emitida.
Esa Ley
es hoy nuestro orgullo, nuestro pendón de combate, nuestra razón
de ser como organización revolucionaria. Pero no siempre fueron
así nuestras exposiciones sociales; cercados en nuestro reducto
de la Sierra, sin conexiones vitales con la masa del pueblo, alguna vez
creímos que podíamos imponer la razón de nuestras
armas con más fuerza de convicción que la razón de
nuestras ideas. Por eso tuvimos nuestro 9 de Abril, fecha de triste recordación
que representa en lo social lo que la Alegría de Pío, nuestra
única derrota en el campo bélico, significó en el
desarrollo de la lucha armada.
De la
Alegría de Pío extrajimos la enseñanza revolucionaria
necesaria para no perder una sola batalla más; del 9 de Abril hemos
aprendido también que la estrategia de la lucha de masas responde
a leyes definidas que no se pueden burlar ni torcer. La lección
está claramente aprendida. Al trabajo de las masas campesinas,
a las que hemos unido sin distinción de banderas en la lucha por
la posesión de la tierra, agregamos hoy la exposición de
reivindicaciones obreras que unen a la masa proletaria bajo una sola bandera
de lucha, el Frente Obrero Nacional Unificado (F.O.N.U.), con una sola
meta táctica cercana: la huelga general revolucionaria.
No significa
esto el uso de tácticas demagógicas como expresión
de habilidad política; no investigamos el sentimiento de las masas
como una simple curiosidad científica, respondemos a su llamado,
porque nosotros, vanguardia combativa de los obreros y campesinos que
derraman su sangre en las sierras y llanos de Cuba, no somos elementos
aislados de la masa popular, somos parte misma del pueblo. Nuestra función
directiva no nos aísla, nos obliga.
Pero
nuestra condición de Movimiento de todas las clases de Cuba, nos
hace luchar también por los profesionales y comerciantes en pequeño
que aspiran a vivir en un marco de leyes decorosas; por el industrial
cubano, cuyo esfuerzo engrandece a la Nación creando fuentes de
trabajo, por todo hombre de bien que quiere ver a Cuba sin su luto diario
de estas jornadas de dolor.
Hoy,
más que nunca, el Movimiento 26 de Julio, ligado a los más
altos intereses de la nación cubana, da su batalla, sin desplantes
pero sin claudicaciones, por los obreros y campesinos, por los profesionales
y pequeños comerciantes, por los industriales nacionales, por la
democracia y la libertad, por el derecho de ser hijos libres de un pueblo
libre porque el pan de cada día sea la medida exacta de nuestro
esfuerzo cotidiano.
En este
segundo aniversario, cambiamos la formulación de nuestro juramento.
Ya no seremos «libres o mártires»: seremos libres, libres
por la acción de todo el pueblo de Cuba que está rompiendo
cadena tras cadena con la sangre y el sufrimiento de sus mejores hijos.
[Patria.
Organo oficial del Ejército Rebelde «26 de Julio»,
Las Villas, año I, n° 2, 1° de enero de 1959.]
Proyecciones
sociales del Ejército Rebelde
27 de
enero de 1959
En la
noche de hoy se impone la evocación martiana, como ha dicho oportunamente
quien me ha presentado ante ustedes, y creo que al hablar de la proyección
social del Ejército Rebelde, nos estamos refiriendo concretamente
al sueño que Martí hubiese realizado.
Y como
ésta es una noche de recuerdo, antes de entrar de lleno en el tema,
en su significación histórica, haremos una breve reseña
de lo que ha sido y es este Movimiento.
No puedo
iniciar mis palabras desde el momento en que fue atacado el Cuartel Moncada
el 26 de julio de 1953. Quiero referirme solamente a la parte que me corresponde
por mi actuación en la serie de sucesos que dieron por resultado
el triunfo de la Revolución el primero de enero pasado.
Comencemos,
pues, esta historia como yo la empecé en México.
Para
todos nosotros es muy importante conocer el pensamiento actual de quienes
componen nuestro Ejército Rebelde: el pensamiento de aquel grupo
que se embarcó en la aventura del Granma y la evolución
de ese pensamiento nacido en la entraña del Movimiento 26 de Julio;
y sus cambios sucesivos a través de las etapas de la Revolución,
para llegar a la enseñanza final de este último capítulo
con que la parte insurreccional ha terminado.
Les decía
que trabé conocimiento con los primeros miembros del 26 de Julio
en México. Era muy diferente la proyección social que tenían
aquellos hombres antes de la etapa del Granma, antes que se produjera
la primera escisión en el 26 de Julio, cuando estaba en él
todo el núcleo sobreviviente del ataque al Cuartel Moncada. Recuerdo
que en una discusión íntima, en una casa en México,
exponía la necesidad de ofrecer al pueblo de Cuba un programa revolucionario;
y uno de los asaltantes del Moncada -que afortunadamente se separó
del 26 de Julio- me contestó con unas frases que siempre recuerdo,
diciéndome: «La cosa es muy sencilla. Nosotros lo que tenemos
que hacer es dar un golpe. Batista dio un golpe y tomó el poder
en un día, hay que dar otro para sacarlo de él. Batista
le ha hecho a los americanos cien concesiones, vamos a darles nosotros
ciento una.» La cosa era tomar el poder. Yo le argumentaba que teníamos
que dar ese golpe basados en principios, que lo importante era saber lo
que íbamos a hacer en el poder. Esa era la idea de un miembro de
la primera etapa del 26 de julio, que como yo les dije, por fortuna para
nosotros, él y quienes mantenían ese criterio se fueron
de nuestro movimiento revolucionario y tomaron otro camino.
Desde
ese momento se fue perfilando el grupo que vendría más tarde
en el Granma, formado con muchas dificultades, pues sufrimos la persecución
continua de las autoridades mexicanas, que llegaron a poner en peligro
el éxito de la expedición. Una serie de factores internos,
como individuos que al principio parecían querer ir a la aventura
y después, con un pretexto u otro, se iban separando de ella, fue
limitando la cantidad de expedicionarios. Al final quedaron los 82 hombres
que tomamos en Granma. Lo demás es bien conocido del pueblo cubano.
Lo que
a mí me interesa y lo que creo importante es el pensamiento social
que teníamos los sobrevivientes de la Alegría de Pío.
Este es el primero y el único desastre que las armas rebeldes tuvimos
en el transcurso de la insurrección. Unos quince hombres destruidos
físicamente y hasta moralmente, nos juntamos y sólo pudimos
seguir adelante por la enorme confianza que tuvo en esos momentos decisivos
Fidel Castro, por su recia figura de caudillo revolucionario y su fe inquebrantable
en el pueblo. Nosotros éramos un grupo de extracción civil
que estábamos pegados pero no injertados en la Sierra Maestra.
Andábamos de bohío en bohío; cierto que no tocábamos
nada que no nos perteneciera, incluso no comíamos nada que no pudiéramos
pagar y muchas veces pasamos hambre por este principio. éramos
un grupo al que se veía con tolerancia pero que no estaba integrado;
y así pasó mucho tiempo... Fueron varios meses de vida errante
en los picos más altos de la Sierra Maestra, dando golpes esporádicos
y volviendo a hacer alto. Ibamos de uno a otro picacho, en donde no había
agua y en donde vivir era extraordinariamente difícil.
Poco
a poco en el campesino se fue operando un cambio hacia nosotros, impulsado
por la acción de las fuerzas represivas de Batista, que se dedicaban
a asesinar y a destruir las casas y que eran hostiles en todas las formas
a quienes, aunque fuera ocasionalmente, habían tenido el más
mínimo contacto con nuestro Ejército Rebelde, y ese cambio
se tradujo en la incorporación a nuestras guerrillas del sombrero
de yarey, y así nuestro ejército de civiles se fue convirtiendo
en un ejército campesino. Simultáneamente a la incorporación
de los campesinos (de los guajiros) a la lucha armada por sus reivindicaciones
de libertad y de justicia social, surgió la gran palabra mágica
que fue movilizando a las masas oprimidas de Cuba en la lucha por la posesión
de la tierra: por la Reforma Agraria. Ya estaba así definido el
primer gran planteamiento social que sería después la bandera
y la divisa predominante de nuestro movimiento, aunque atravesamos una
etapa de mucha intranquilidad debido a las preocupaciones naturales relacionadas
con la política y la conducta de nuestro gran vecino del Norte.
En esos momentos era más importante para nosotros la presencia
de un periodista extranjero, preferiblemente norteamericano, que una victoria
militar. Era más importante que la incorporación a la lucha
de los campesinos que venían a traer a la Revolución sus
ideales y su fe, el que hubiera combatientes norteamericanos que sirvieran
para la exportación de nuestra propaganda revolucionaria.
Por ese
tiempo en Santiago de Cuba sucedió un acontecimiento muy trágico,
el asesinato de nuestro compañero Frank País, que marcó
un viraje en toda la estructura del movimiento revolucionario. Respondiendo
al impacto emocional que produce la muerte de Frank País, el pueblo
de Santiago de Cuba se echó a la calle espontáneamente,
produciéndose el primer conato de huelga general política,
que aunque no tuvo dirección, paralizó totalmente a Oriente,
repercutiendo en parecida forma en Camagüey y Las Villas. La dictadura
liquidó este movimiento surgido sin preparación y sin control
revolucionario. Este fenómeno popular sirvió para que nos
diésemos cuenta que era necesario incorporar a la lucha por la
liberación de Cuba al factor social de los trabajadores e inmediatamente
comenzaron las labores clandestinas en los centros obreros para preparar
una huelga general que ayudara al Ejército Rebelde a conquistar
el poder.
Fue ese
el inicio de una campaña de organizaciones clandestinas llevada
a cabo con una mentalidad insurreccional, pero quienes alentaron estos
movimientos no conocían realmente la significación y la
táctica de la lucha de masas. Se las llevó por caminos completamente
equivocados al no crearse el espíritu revolucionario ni la unidad
de los combatientes y tratar de dirigir la huelga desde arriba sin vínculos
efectivos en la base de los huelguistas.
Las victorias
del Ejército Rebelde y los esforzados trabajos clandestinos agitaron
el país creando un estado de efervescencia tan grande que provocó
la declaración de una huelga general el 9 de abril pasado, la que
fracasó precisamente por errores de organización, entre
ellos principalmente la falta de contactos entre las masas obreras y la
dirección, y su equivocada actitud. Pero la experiencia fue aprovechada
y surgió una lucha ideológica en el seno del Movimiento
26 de Julio que provocó un cambio radical en el enfoque de la realidad
del país y en sus sectores de acción. El 26 de Julio salió
fortalecido de la fracasada huelga y la experiencia enseñó
a sus dirigentes una verdad preciosa que era -y que es- que la Revolución
no pertenecía a tal o a cual grupo sino que debía ser la
obra del pueblo cubano entero; y a esa finalidad se canalizaron todas
las energías de los militantes de nuestro Movimiento, tanto en
el Llano como en la Sierra.
En esta
época precisamente empezaron en el Ejército Rebelde los
primeros pasos para darle una teoría y una doctrina a la Revolución,
dándose demostraciones palpables de que el movimiento insurreccional
había crecido y, por tanto, había llegado a su madurez política.
Habíamos pasado de la etapa experimental a la constructiva, de
los ensayos a los hechos definidos. Inmediatamente se iniciaron las obras
de «las pequeñas industrias» en la Sierra Maestra. Sucedió
un cambio que nuestros antepasados habían visto hace muchos años:
pasamos de la vida nómada a la vida sedentaria; creamos centros
de producción de acuerdo con nuestras necesidades más perentorias.
Así fundamos nuestra fábrica de zapatos, nuestra fábrica
de armas, nuestro taller en el que reconstruíamos las bombas que
la tiranía nos arrojaba para devolvérselas a los propios
soldados de Batista en forma de minas terrestres.
Los hombres
y las mujeres del Ejército Rebelde no olvidaron nunca su misión
fundamental en la Sierra Maestra ni en otros lugares, que era la del mejoramiento
del campesino, su incorporación a la lucha por la tierra y su contribución
llevada a cabo por medio de escuelas que los maestros improvisados tenían
en los lugares más inasequibles de esa región de Oriente.
Se hizo allí el primer ensayo de reparto de tierras con un reglamento
agrario redactado fundamentalmente por el doctor Humberto Sorí
Marín, por Fidel Castro y en el cual tuve el honor de colaborar.
Se dieron revolucionariamente las tierras a los campesinos, se ocuparon
grandes fincas de servidores de la dictadura, distribuyéndose,
y todas las tierras del Estado se comenzaron a dar en posesión
a los campesinos de esa zona. Había llegado el momento en que nos
identificaban plenamente como un movimiento campesino ligado estrechamente
a la tierra y con la Reforma Agraria como bandera.
Más
tarde recogimos las consecuencias de la fracasada huelga del 9 de abril,
pues la represión bárbara de Batista se hizo sentir a fines
de mayo, provocando en todos nuestros cuadros de lucha un decaimiento
muy serio que pudo ser de consecuencias catastróficas para nuestra
causa. La dictadura preparó su más fiera ofensiva. Alrededor
del 25 de mayo del año pasado, diez mil soldados bien equipados
atacaron nuestras posiciones centralizando su ofensiva sobre la columna
número 1, que dirigía personalmente nuestro Comandante en
Jefe Fidel Castro. El Ejército Rebelde ocupaba un área muy
pequeña y casi es increíble que a ese grueso de diez mil
soldados le opusiéramos solamente trescientos fusiles de la libertad,
pues eran los únicos que había en la Sierra Maestra en ese
momento. La dirección táctica adecuada de esa campaña
dio por resultado que sobre el 30 de julio finalizara la ofensiva de Batista,
pasando los rebeldes de la defensiva a la ofensiva y capturamos más
de 600 armas nuevas, más del doble de los fusiles con que habíamos
iniciado esta acción y le hicimos al enemigo más de mil
bajas entre muertos, heridos, desertores y prisioneros.
El Ejército
Rebelde salió de esta campaña preparado para iniciar una
ofensiva sobre el llano, ofensiva de carácter táctico y
psicológico porque nuestro armamento no podía competir en
calidad y menos aún en cantidad con el de la dictadura. Esta fue
una guerra en la que contamos siempre con ese aliado imponderable de tan
extraordinario valor que es el pueblo. Nuestras columnas podían
burlar continuamente al enemigo y situarse en las mejores posiciones,
no sólo gracias a las ventajas tácticas y a la moral de
nuestros milicianos, sino en un grado muy importante a la gran ayuda de
los campesinos. El campesino era el colaborador invisible que hacía
todo lo que el rebelde no podía hacer; nos suministraba las informaciones,
vigilaba al enemigo, descubría sus puntos débiles, traía
rápidamente los mensajes urgentes, espiaba en las mismas filas
del ejército batistiano. Y esto no se debía a ningún
milagro, sino a que ya habíamos iniciado con energía nuestra
política de reivindicaciones agropecuarias. Ante la amargura del
ataque y del cerco de hambre con que rodearon la Sierra Maestra, de todos
los terratenientes de las zonas limítrofes, diez mil reses subieron
a las montañas; y no sólo fueron para abastecer al Ejército
Rebelde, sino que se distribuyeron entre los campesinos y, por primera
vez los guajiros de la Sierra, en esa región que está particularmente
depauperada, tuvieron su bienestar; por primera vez los niños campesinos
tomaron leche y comieron carne de res. Y por primera vez, también,
recibieron los beneficios de la educación, porque la Revolución
trae en sus manos la escuela. Así todos los campesinos llegaron
a una conclusión beneficiosa para nuestro régimen.
Del otro
lado, la dictadura les daba sistemáticamente el incendio de las
casas, el desalojo de la tierra y la muerte; y no sólo la muerte
desde la tierra, sino también la muerte desde el cielo con las
bombas de napalm que los democráticos vecinos del Norte dieron
graciosamente a Batista para aterrorizar las poblaciones civiles, esas
bombas que pesan 500 kilos y cuando caen abarcan en su área de
destrucción más de cien metros. Una bomba de napalm arrojada
sobre un cafetal significa la destrucción de esa riqueza -con los
años de labor acumulados en ella- en un área de cien metros
y se necesitan cinco o seis años para reponer lo que en un minuto
es destruido.
En este
tiempo se abrió la marcha sobre Las Villas. Es importante señalarlo,
no por el hecho de ser actor de ella, sino porque al llegar a Las Villas
nos encontramos con un panorama políticosocial nuevo de la Revolución.
Llegamos
a Las Villas con la bandera del 26 de Julio, en donde ya luchaban contra
la dictadura el Directorio Revolucionario, grupos del Segundo Frente del
Escambray, grupos del Partido Socialista Popular y pequeñas agrupaciones
de la Organización Auténtica. Había que realizar
una tarea política importante y entonces más que nunca se
vio que la unidad era un factor preponderante de la lucha revolucionaria.
El 26 de Julio con el Ejército Rebelde al frente tuvo que gestionar
la unidad de los distintos elementos que estaban disgustados y que se
encontraron como único aglutinante la obra de la Sierra Maestra.
Primero hubo que planear esa unidad, que no debía hacerse sólo
entre los grupos combatientes sino también entre las organizaciones
del Llano. Tuvimos que hacer la labor importantísima de clasificar
todas las secciones obreras que había en la provincia. Fue una
tarea realizada frente a muchos opositores aun dentro de las filas de
nuestro movimiento que todavía padecía la enfermedad del
sectarismo.
Acabábamos
de llegar a Las Villas y nuestro primer acto de gobierno -antes de establecer
la primera escuela- fue dictar un bando revolucionario estableciendo la
Reforma Agraria, en el que se disponía, entre otras cosas, que
los dueños de pequeñas parcelas de tierra dejaran de pagar
su renta hasta que la Revolución decidiera en cada caso. De hecho
avanzábamos con la Reforma Agraria como punta de lanza del Ejército
Rebelde. Y no era una maniobra demagógica, sino simplemente que
en el transcurso de un año y ocho meses de Revolución, la
compenetración entre los dirigentes y las masas campesinas había
sido tan grande que muchas veces ésta incitaba a la Revolución
a hacer lo que en un momento no se pensaba. No fue invento nuestro, fue
conminación de los campesinos. A ellos los convencimos de que con
las armas en la mano, con una organización, y perdiendo el miedo
al enemigo la victoria era segura. Y el campesino, que tenía en
sus entrañas razones poderosas para hacerlo, impuso la Reforma
Agraria a la Revolución, impuso la confiscación del ganado
vacuno y todas las medidas de carácter social que se tomaron en
la Sierra Maestra.
En la
Sierra Maestra se dictó la Ley número 3, en los días
de la farsa electoral del 3 de noviembre, que establecía una verdadera
Reforma Agraria, y aunque no era completa tenía disposiciones muy
positivas: repartía las tierras del Estado, la de los servidores
de la dictadura y las de quienes las poseyeran con títulos de propiedad
adquiridos mediante maniobras dolosas, como los geófagos que se
han engullido miles de caballerías en los deslindes; otorgaba la
propiedad a todos los pequeños colonos de no más de dos
caballerías que pagaran renta. Todo gratuitamente. El principio
era muy revolucionario. La Reforma Agraria beneficiará a más
de doscientas mil familias. Pero no está completa la revolución
agraria con la Ley número 3. Para ello es necesario dictar reglas
contra el latifundio como preceptúa la Constitución. Hay
que definir exactamente el concepto de latifundio que caracteriza nuestra
estructura agraria y es fuente indiscutible del atasco del país
y de todos los males para las grandes mayorías campesinas y aún
no ha sido tocado.
Será
la obra de las masas campesinas organizadas imponer la ley que proscriba
el latifundio, como compelieron al Ejército Rebelde a dictar el
principio de la Reforma Agraria contenido en la Ley número 3. Hay
otro aspecto que debe tenerse en cuenta. La Constitución establece
que toda expropiación de tierra debe de pagarse con dinero antes
de hacerse la misma. Si la Reforma Agraria se acomete de acuerdo con ese
precepto quizá sea un poco lenta y onerosa. También es necesaria
la acción colectiva de los campesinos que se han ganado el derecho
a la libertad desde el triunfo de la Revolución, para exigir democráticamente
la derogación del mismo y poder ir derechamente a una verdadera
y amplia Reforma Agraria.
Estamos
ya en las proyecciones sociales del Ejército Rebelde, tenemos una
democracia armada. Cuando planeamos la Reforma Agraria y acatamos las
demandas de las nuevas leyes revolucionarias que la complementan y que
la harán viable e inmediata, estamos pensando en la justicia social
que significa la redistribución de la tierra y también en
la creación de un mercado interno extenso y en la diversificación
de los cultivos, dos objetivos cardinales inseparables del gobierno revolucionario
que no pueden ser pospuestos porque el interés popular está
implícito en ellos.
Todas
las actividades económicas son conexas. Tenemos que incrementar
la industrialización del país, sin ignorar los muchos problemas
que su proceso lleva aparejados. Pero una política de fomento industrial
exige ciertas medidas arancelarias que protejan la industria naciente
y un mercado interno capaz de absorber las nuevas mercaderías.
Ese mercado no lo podemos aumentar más que dando acceso a él
a las grandes masas campesinas, a los guajiros que no tienen poder adquisitivo
pero sí necesidades que cubrir y que no pueden comprar hoy.
No se
nos escapa que estamos empeñados en la persecución de fines
que demandan una enorme responsabilidad por nuestra parte, y que no son
los únicos. Debemos esperar la reacción contra ellos de
parte de quien domina en más del 75% nuestro intercambio comercial
y nuestro mercado. Frente a ese peligro tenemos que prepararnos con la
aplicación de contramedidas, entre las que se destaca el Arancel
y la multiplicación de los mercados exteriores. Necesitamos crear
una flota mercante cubana para transportar el azúcar, el tabaco
y otras mercaderías, porque la tenencia de ella influirá
muy favorablemente en el tipo de los fletes, de cuya cooperación
depende en alto grado el progreso de los países subdesarrollados
como Cuba.
Si vamos
al desenvolvimiento de un programa de industrialización, ¿qué
es lo más importante para lograrlo? Pues las materias primas que
la Constitución sabiamente defendía y que están entregadas
a consorcios extranjeros por la acción e la dictadura de Batista.
Tenemos que ir al rescate de nuestro subsuelo, de nuestros minerales.
Otro elemento de la industrialización es la electricidad. Hay que
contar con ella. Vamos a asegurar que la energía eléctrica
esté en manos cubanas. Debemos también nacionalizar la Compañía
de Teléfonos, por el mal servicio que presta y lo caro que lo cobra.
¿Con
qué resortes contamos para que un programa como el expuesto se
lleve a cabo? Tenemos el Ejército Rebelde y éste debe ser
nuestro primer instrumento de lucha, el arma más positiva y más
vigorosa y destruir todo lo que queda del ejército del batistato.
Y entiéndase bien que esta liquidación no se hace por venganza
no sólo por espíritu de justicia, sino por la necesidad
de asegurar que todas esas conquistas del pueblo puedan lograrse en el
plazo más mínimo.
Nosotros
derrotamos un ejército numéricamente muy superior con el
concurso del pueblo, con una táctica adecuada, con una moral revolucionaria.
Pero ahora tenemos que afrontar la realidad de que nuestro ejército
no está aún capacitado para las nuevas responsabilidades
adquiridas, como defender íntegramente el territorio cubano. Tenemos
que ir rápidamente a la reestructuración del Ejército
Rebelde, porque al paso hicimos un cuerpo armado de campesinos y de obreros,
analfabetos muchos de ellos, incultos y sin preparación técnica.
Tenemos que capacitar este ejército para las altas tareas que tienen
que arrostrar sus miembros y capacitarlos técnica y culturalmente.
El Ejército
Rebelde es la vanguardia del pueblo cubano y al referirnos a su progreso
técnico y cultural tenemos que saber el significado de estas cosas
en un sentido moderno. Ya hemos comenzado simbólicamente su educación
con un recital presidido casi exclusivamente por el espíritu y
las enseñanzas de José Martí.
La recuperación
nacional tiene que destruir muchos privilegios y por ello tenemos que
estar apercibidos para defender la nación de sus enemigos declarados
o embozados. En ese sentido el nuevo ejército tiene que adaptarse
a la nueva modalidad que ha surgido de esta guerra de liberación,
pues sabemos que si somos agredidos por una pequeña isla, lo seríamos
con el apoyo de una potencia que es casi un continente; tendríamos
que soportar en nuestro suelo una agresión de proporción
inmensa. Y por esa razón debemos prevenirnos y preparar nuestra
avanzada con un espíritu y una estrategia guerrilleras, al efecto
de que nuestras defensas no se desintegren al primer embate y mantengan
su unidad central. Todo el pueblo cubano deberá convertirse en
un ejército guerrillero, pues el Ejército Rebelde es un
cuerpo en crecimiento cuya capacidad sólo está limitada
por el número de seis millones de cubanos de la república.
Cada cubano ha de aprender a manejar las armas y cuándo deberá
usarlas en su defensa.
A grandes
rasgos he expuesto la proyección social del Ejército Rebelde
después de la victoria y su papel impulsando al gobierno a hacer
patentes las aspiraciones revolucionarias.
Hay algo
más interesante que decir para acabar esta charla. El ejemplo que
nuestra revolución ha significado para la América Latina
y las enseñanzas que implican haber destruido todas las teorías
de salón: hemos demostrado que un grupo pequeño de hombres
decididos apoyados por el pueblo y sin miedo a morir si fuera necesario
puede llegar a imponerse a un ejército regular disciplinado y derrotarlo
definitivamente. Esa es la enseñanza fundamental. Hay otra que
deben de recoger nuestros hermanos de América, situados económicamente
en la misma categoría agraria que nosotros y es que hay que hacer
revoluciones agrarias, luchar en los campos, en las montañas y
de aquí llevar la revolución a las ciudades, no pretender
hacerla en éstas sin contenido social integral.
Ahora,
ante las experiencias que hemos tenido, se plantea cuál será
nuestro futuro, que está ligado íntimamente al de todos
los países subdesarrollados de la América Latina. La Revolución
no está limitada a la nación cubana pues ha tocado la conciencia
de América y ha alertado gravemente a los enemigos de nuestros
pueblos. Por eso hemos advertido claramente que cualquier intento de agresión
sería rechazado con las armas en la mano. El ejemplo de Cuba ha
provocado más efervescencia en toda la América Latina y
en los países oprimidos. la Revolución ha puesto en capilla
a los tiranos latinoamericanos, porque éstos son enemigos de los
regímenes populares igual que las empresas monopolistas extranjeras.
Como somos un país pequeño necesitamos el apoyo de todos
los pueblos democráticos y especialmente de la América Latina.
Debemos
informar cabalmente sobre las nobles finalidades de la Revolución
cubana a todo el mundo y llamar a los pueblos amigos de este continente,
a los norteamericanos y a los latinoamericanos. Debemos crear una unión
espiritual de todos nuestros países, una unión que vaya
más allá de la palabrería y de la convivencia burocrática
y se traduzca en la ayuda efectiva a nuestros hermanos brindándoles
nuestra experiencia.
Por último
debemos abrir nuevos caminos que converjan a la identificación
de los intereses comunes de nuestros países subdesarrollados. Debemos
estar apercibidos contra todos los intentos y propósitos de dividirnos,
luchar contra quienes pretendan sembrar la semilla de la discordia entre
nosotros, los que amparados en designios conocidos aspiran a sacar partido
de nuestras discordias políticas y azuzar prejuicios imposibles
en este país.
Hoy todo
el pueblo de Cuba está en pie de lucha y debe seguir así
unido para que la victoria contra la dictadura no sea transitoria y sea
éste el primer paso de la victoria de América.
[Charla
pronunciada en la Sociedad Nuestro Tiempo, 27 de enero de 1959.
Revista Humanismo, enero-abril de 1959, páginas 346-357.]
Discurso
en «El Pedrero»
8 de
febrero de 1959
Compañeros,
Voy solamente
a decirles unas pocas palabras para que después el gobernador de
Las Villas esté con ustedes. Quería decirles solamente,
que es para nosotros motivo de honda evocación el estar en el Pedrero
[inaudible] que todavía conserva las cicatrices de la metralla
enemiga. Cada una de las casas de este poblado puede contar su historia
de la guerra, su historia personal de la guerra, así como cada
uno de los campesinos de esta zona puede contar también su historia
personal de la guerra, su historia de sufrimiento, del sufrimiento que
todo el pueblo de Cuba debió soportar durante 7 años; pero
que en las regiones agrarias alcanzó su máxima intensidad;
ya después de un mes y algunos días de la victoria, las
ciudades han tomado su ritmo, casi no se ven huellas de la guerra, sin
embargo, no tenemos nada más que internarnos apenas, en las primeras
estribaciones del Escambray para ver asimismo el sitiado, como están
el resto de las casas campesinas, tenemos que luchar para que eso no sea
así, tenemos que luchar todos juntos, ustedes y nosotros.
Pero
ya les digo que hoy vuelvo a sentirme como entre ustedes, entre los sombreros
de yarey. (Aplausos.) Yo soy ya, bastante guajiro, les voy a decir,
cuando voy a la ciudad me encuentro realmente, el aire acondicionado no
se ha hecho para mí, y prefiero siempre estar en contacto directo
con el pueblo, incluso cuando se dice de alguno de los que hemos dirigido
esta Revolución de fulano, zutano, se expresan una serie de elogios
desmedidos, me pongo a pensar sinceramente, en la masa de campesinos,
que sí hicieron la Revolución. Todos ustedes, señores,
son los verdaderos triunfadores de la Revolución. (Aplausos.)
Ustedes fueron los que pusieron el hombro día a día, para
hacer que aquella minúscula guerrilla de Oriente, saliera de allí
de la Sierra Maestra, cruzara hasta el Segundo Frente Oriental, llegara
después aquí al Escambray y se extendiera por toda la isla
de Cuba.
El esfuerzo
y los méritos de la victoria son del campesinado cubano (aplausos),
hoy le toca a este campesinado recoger también los frutos de la
victoria y ese fruto es la Reforma Agraria. (Aplausos.) Por eso
hemos venido hoy a hablar con ustedes, para darle la absoluta seguridad,
en nombre del Gobierno y del Ejército Rebelde, de que la Reforma
Agraria seguirá adelante contra cualquier clase de peligro, contra
cualquier clase de valla que se pretenda levantar a su paso. Puedo asegurarles
(aplausos), yo puedo asegurarles, que si la cooperación
del pueblo es tan entusiasta como hasta ahora, no habrá enemigo
latifundista interno, ni enemigo extranjero que pueda impedir la Reforma
Agraria. (Aplausos.)
Quizás
alguno de ustedes, conozca cual es la Ley que se dio en la Sierra Maestra.
Alguna vez tuve oportunidad de decirles que no era una Ley perfecta, en
aquella época no se podía llegar hasta los extremos, hacia
los que hoy podemos llegar, aquella Ley tenía el defecto de no
atacar el latifundio; nosotros estamos decididos hoy, a llegar hasta el
latifundio, hasta atacarlo y destruirlo completamente. Necesitamos para
eso (aplausos), necesitamos señores, para eso, el apoyo
y la fe de todo el campesinado cubano. (Aplausos.)
Yo le
pido a todos, que no tengan duda alguna con respecto a las intenciones
del Gobierno y del Ejército Rebelde, con respecto a la Reforma
Agraria. Ha sido durante los años difíciles de la guerra,
nuestra batalla: un campesino que no tenga una tierra propia y mientras
haya una tierra que no esté trabajada. (Aplausos.) Quería
decirles, que a todos ustedes que han vivido el problema de la tierra
en Las Villas, cuál es la posición de nuestro Ejército,
frente a los latifundios de toda esta zona, quería explicárselos
bien, para que no haya dudas en la manera de actuar de ustedes y de nosotros.
Yo les he asegurado ya, y se lo aseguro con la mano en el corazón,
que el Ejército Rebelde, está dispuesto a llevar la Reforma
Agraria hasta sus últimas consecuencias, lo digo una y mil veces.
(Aplausos.) Pero también, precisamente porque estamos dispuestos
a llevar esa Reforma Agraria adelante, es que necesitamos la cooperación
de todo el pueblo para hacerla ordenada, para que no se cometan abusos,
para que los aprovechados no tomen la tierra.
Ahora
bien, este pedido que les hago, es precisamente para la reforma que va
a venir, la que se va a hacer de ahora en adelante. Pero a la tierra que
al pueblo revolucionariamente (inaudible)... no habrá un
solo comando de nuestras fuerzas, no habrá un solo soldado de este
Ejército que tirará contra los campesinos, nuestros amigos
de siempre. (Aplausos.)
Había
algunos compañeros, que pedían el título de propiedad,
para las tierras, de algunos connotados servidores del régimen.
Eso, señores, es un pedido que está demás hacerlo,
eso pertenece ya a cada campesino, se le dará en el momento oportuno
ese papel, pero ya, no puede haber poder que los separe de su tierra,
sépanlo bien los que la tienen (aplausos), sépanlo
bien los campesinos que revolucionariamente ocuparon esas tierras, que
no hay poder legal, ni debe haber poder extralegal capaz de desalojarlos,
y que si alguien pretende desalojarlos, tienen hasta el derecho último
de agarrar un arma e impedir que los desalojen. (Aplausos.)
Pero
de ahora en adelante, señores, pedimos precisamente la cooperación
de todos ustedes para que no haya ninguna clase de roce entre nuestro
Ejército, que debe garantizar el orden, y entre ustedes, los que
serán en el futuro propietarios de la tierra de Cuba.
Debemos,
señores, ir rápidamente a la constitución de Asociaciones
Campesinas, que sean primero por barrios, como hicimos alguna vez en Gavilanes,
y que después se vayan aumentando en federaciones regionales hasta
constituir una gran federación nacional campesina, que sea la encargada
de distribuir toda la tierra, pero que sea controlada directamente por
el pueblo, es decir, la constitución de estas federaciones debe
nacer de la voluntad popular y no de la voluntad de ningún gobierno,
por bueno que sea. Las Federaciones deben constituirse de abajo hacia
arriba por el voto popular y no de arriba hacia abajo. (Aplausos.)
Quiero
acabar, señores, dándoles un consejo fraterno a los trabajadores
del central «Santa Isabel» que estén aquí, yo
tenía que hablar con ellos, había quedado comprometido a
hablar, pero cuando llegué, ya me dijeron que habían venido
hacia aquí, hasta este mitin. Quería decirles a los trabajadores,
que me enteré al hablar, al ir a hablar que había dos sindicatos,
quería pedirles fraternalmente que mediten sobre el peligro de
dividir, dividir en las entrañas mismas de un central a la clase
obrera, en obreros de este tipo, y obreros de aquel otro tipo; porque
la gran palabra de orden para toda la nación, que es la unión,
debe ir aplicándose también, a todas las fases de la vida
cubana. Así como debemos estar todos unidos frente al peligro común
que nos amenaza, deben estar unidos todos los obreros entre sí,
y deben irse fusionándose los sindicatos para constituir bloques
realmente fuertes que puedan oponer una voz multitudinaria cada vez que
la agresión de los patronos quiera sobarse sobre la masa del pueblo,
eso es todo compañeros. Muchas gracias. (Aplausos.)
[Comisión
para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara.]
Palabras
en la despedida de duelo
de los compañeros
Juan Abrahantes y Jorge Villa
25 de
septiembre de 1959
En nombre
de las Fuerzas Armadas Rebeldes, cumplo este penoso deber de despedir
al comandante Juan Abrahantes, Jefe del Tercio Táctico de Las Villas,
y al teniente Jorge Villa, del mismo destacamento, muertos en el cumplimiento
del deber.
Hoy volvemos
a despedir compañeros caídos por la misma causa y lucha.
No es diferente que haya caído volando un avión no acondicionado
para volar, a los que cayeron en la Sierra. Todo es parte de la misma
batalla... Las mismas fuerzas nos obligan a volar en aviones no equipados
y a que nuestros técnicos tengan que improvisarse.
Todavía
es duro el camino del pueblo. Y cada una de estas muertes, por hondo que
cale, tiene que ser ejemplo para seguir adelante con el pueblo. No habrá
conspiraciones interiores ni exteriores que nos pueda menguar las fuerzas.
Podemos decir, con la conciencia tranquila, que hemos tratado de dar una
técnica al Ejército Rebelde. Pero, honradamente, estas muertes
podían haberse evitado. Son muertes más injustas que las
de la tiranía.
Hoy,
sobre los restos queridos, tenemos que hacer el juramento de ser firmes,
juramento trazado hacia una Cuba mejor, donde el futuro es del pueblo.
Cuando
acompañamos al cortejo, se informa que otro avión de la
Fuerza Aérea Rebelde ha caído. No creemos sea el último.
Sabemos cómo cargan aviones y barcos nuestros enemigos, mientras
a nosotros nos cierran las puertas. Pero sabemos tener fe en la unidad
del pueblo que hará conseguir los fines revolucionarios. Mi último
saludo para Jorge Villa, que antes de ser un técnico tuvo que volar
y para Juan Abrahantes, soldado de la unidad revolucionaria que nos tendió
la mano desde el primer día en Las Villas, para que llegaran nuestras
fuerzas, mi saludo. Con ellos nuestro pueblo seguirá el camino.
Su epitafio de héroes será la victoria del pueblo. Sean
estas las últimas palabras de las Fuerzas Armadas Rebeldes para
ellos.
[periódico
Revolución, 26 de septiembre de 1959.]
Reforma
universitaria y revolución
17 de
octubre de 1959
Estimados
compañeros, buenas noches,
Tengo
que pedir disculpas al calificado público asistente por la demora
en la iniciación de este acto, que es culpa mía y del tiempo
que ha estado muy mal en todo el camino, y hemos tenido que parar en Bayamo.
Es muy
interesante para mí venir a hablar de uno de los problemas que
ha tocado más de cerca a las juventudes estudiosas de todo el mundo;
venir a hablar aquí, en una Universidad revolucionaria, y precisamente
en una de las más revolucionarias ciudades de Cuba.
El tema
es sumamente vasto; tanto es así que varios conferencistas han
podido desarrollar diferentes facetas de él. En mi condición
de luchador, me interesa analizar precisamente los deberes revolucionarios
del estudiantado en relación con la Universidad. Y para eso tenemos
que precisar bien qué es un estudiante, a qué clase social
pertenece, y si tiene algo que lo defina como entidad o como núcleo,
o si simplemente responde en sus reacciones, a las reacciones generales
de las diferentes clases a que puede pertenecer. Y entonces nos encontramos
con que el estudiante universitario es precisamente el reflejo de la Universidad
que lo aloja, porque ya hay limitaciones que pueden ser de diferentes
tipos, pero que finalmente son limitaciones económicas que hacen
que el estudiantado pertenezca a una clase social donde sus problemas
-no sus problemas económicos- no son tan grandes como en otras;
pertenece por lo general a la clase media, no aquí en Oriente,
en Santiago de Cuba, sino en todo Cuba, y podemos decir que en toda América.
Hay naturalmente excepciones -todos las conocemos-; hay individuos de
extraordinaria capacidad que pueden luchar contra un medio adverso con
una tenacidad ejemplar y llegar a adquirir su título universitario.
Pero en general, el estudiante universitario pertenece a la clase media
y refleja los anhelos e intereses de esa clase; aunque muchas veces, precisamente
en momentos como ahora, la llama vitalizadora de la revolución
puede llevarlo a posiciones más extremas. Y eso es lo que tratamos
de analizar en estos momentos: las tendencias generales de la Universidad
respondiendo al núcleo social del cual sale, y sus deberes revolucionarios
para con la comunidad entera.
Porque
la Universidad es la gran responsable del triunfo o la derrota, en la
parte técnica, de este gran experimento social y económico
que se está llevando a cabo en Cuba. Hemos iniciado leyes que transforman
profundamente el sistema social imperante: se han liquidado casi de un
plumazo los latifundios, se ha cambiado el sistema tributario, se está
por cambiar el sistema arancelario, se están creando incluso cooperativas
de trabajo industriales; es decir, toda una serie de fenómenos
nuevos, que traen aparejados instituciones nuevas, están floreciendo
en Cuba. Y todo ese inmenso trabajo lo hemos iniciado solamente con buena
voluntad, con el convencimiento de que estamos siguiendo un camino verdadero
y justo, pero sin contar con los elementos técnicos necesarios
para hacer las cosas perfectamente.
Y no
contamos con ellos porque precisamente estamos innovando, y esta institución
que es la Universidad estaba orientada a dar a la sociedad toda una serie
de profesionales que encajaban dentro del gran cuadro de las necesidades
del país en la época anterior. había necesidad de
muchos abogados, de médicos; ingenieros civiles había menos,
y otras carreras seguían así. Pero nos encontramos de pronto
con que necesitamos maestros agrícolas, ingenieros agrónomos,
ingenieros químicos, industriales; físicos, incluso matemáticos,
y no hay. En algunos casos no existe siquiera la carrera; en otros, está
ocupada por un pequeño número de estudiantes que han visto
la necesidad de empezar a estudiar cosas nuevas, o simplemente han caído
allí porque no había lugar en otra escuela, o porque querían
estudiar y no había nada que les gustara exactamente. En fin, no
hay una dirección estatal para llenar todos los claros que estamos
viendo que existen en la tecnificación de nuestra Revolución.
Y eso
nos lleva al centro preciso del problema universitario en cuanto puede
tener de conflictivo, en cuanto pueden tener de agresivo, si ustedes quieren,
los planteamientos que voy a hacer. Porque el único que puede,
en este momento, precisar con alguna certeza cuál va a ser el número
de estudiantes necesarios y cómo van a ser dirigidos esos estudiantes
de las distintas carreras de la Universidad, es el Estado. Nadie más
que él lo puede hacer; por cualquier organismo, por cualquier instituto
que sea, pero tiene que ser un instituto que domine completamente todas
las diferentes líneas de la producción y esté al
tanto también de las proyecciones de la planificación del
Gobierno Revolucionario.
Grandes
materias que son la base del triunfo de países más avanzados,
como las matemáticas superiores y la estadística, prácticamente
no existen en Cuba. Para empezar a hacer estadísticas de lo que
necesitamos, nos encontramos con que no tenemos estadísticos, con
que hay que importarlos, o buscar algunas personas que han desarrollado
su especialidad en otros lugares.
este
es el nudo central del problema; si el Estado es el único organismo
o el único ente capaz de dictaminar con algún grado de certeza
cuáles son las necesidades del país, evidentemente, el Estado
tiene que tener participación en el gobierno de la Universidad.
Hay quejas violentas contra ello; incluso se levantan entre las candidaturas
estudiantiles en La Habana, casi como cuestión de principio, la
intervención o la no intervención del Estado, la pérdida
de la autonomía, como llaman los estudiantes. Pero hay que definir
exactamente qué significa autonomía. Si autonomía
significa solamente que haya que cumplir una serie de requisitos previos
para que un hombre armado entre en el recinto universitario para cumplir
cualquier función que la Ley le asigne, eso no tiene importancia;
no es ese el centro del problema, y todo el mundo está de acuerdo
en que esa clase de autonomía se mantenga. Pero si hoy significara
autonomía que un gobierno universitario desligado de las grandes
líneas del Gobierno Central -es decir: un pequeño Estado
dentro del Estado- ha de tomar los presupuestos que el Gobierno le dé
y ha de trabajar sobre ellos, ordenarlos y distribuirlos en la forma que
mejor le parezca, nosotros consideramos que es una actitud falsa. Es una
actitud falsa precisamente porque la Universidad se está desligando
de la vida entera del país, porque se está enclaustrando
y convirtiéndose en una especie de castillo de marfil alejado de
las realizaciones prácticas de la Revolución. Y además
porque van a seguir mandando a nuestra República una serie enorme
de abogados que no se necesitan, de médicos que incluso no se necesitan
en la cantidad en que en estos momentos están ingresando, o de
toda una serie de profesiones, por lo menos cuyos programas deben ser
revisados para adaptarlos.
Surge
entonces, frente a esta encrucijada de dos caminos o siglos, el levantamiento
de grupos más o menos importantes, de sectores estudiantiles que
consideran como la peor palabra del mundo la intervención estatal
o la pérdida de la autonomía. En ese momento, esos sectores
estudiantiles, lo digo con responsabilidad y sin ánimo de herir
a nadie, están cumpliendo quizá el deber de la clase a que
pertenecen, pero están olvidando los deberes revolucionarios, están
olvidando los deberes contraídos en la lucha con la gran masa de
obreros y campesinos que pusieron sus cuerpos, su sudor y su sangre al
lado de los estudiantes en cada una de las batallas que se libraron en
todos los frentes del país para llegar a esta gran solución
que fue el primero de enero.
Y esta
es una actitud sumamente peligrosa. No hoy, no hoy porque no se han definido
todavía los campos, porque todavía hay mucha gente que aun
herida en sus intereses económicos, cree que la Revolución
ha sido un acierto, gente que tiene la virtud de ver mucho más
lejos que donde alcanza su bolsillo y ve los intereses de la patria. Pero
todo ese pequeño problema, que gira en torno a la palabra autonomía,
tiene correlaciones e interrelaciones que van aún mucho más
lejos que en nuestra Isla. Desde afuera se van tendiendo las grandes líneas
estratégicas encargadas de aglutinar a todos los que sienten que
han perdido algo con esta Revolución; no a los esbirros, no a los
malversadores o a los miembros del anterior Gobierno, sino a los que quedándose
al margen, o incluso apoyando en alguna forma este Gobierno, sienten que
han quedado atrás o que han perdido algún bien económico.
Toda esta gente está dispersa en distintas capas sociales, y puede
manifestar su descontento con toda libertad en el momento que quiera;
pero la tarea a que está encaminada en este momento la reacción
nacional e internacional es aglutinar todas las fuerzas descontentas contra
el Gobierno, y constituirlas en un conglomerado sólido para tener
ese frente interno necesario a sus planes de invasión o depresión
económica, o quién sabe cuál será.
Y la
Universidad, dando batallas a veces feroces, luchando encarnizadamente
en torno a la palabra autonomía, como naturalmente luchando encarnizadamente
en torno a cuestiones de menor importancia como es la elección
de los líderes estudiantiles, están creando precisamente
el campo para que se siembre con toda fertilidad esa simiente que tanto
anhelan sembrar los reaccionarios. Y este lugar, este lugar que ha sido
en las luchas vanguardia del pueblo, puede convertirse en un factor de
retroceso si no se incorpora a las grandes líneas del Gobierno
Revolucionario.
Y lo
que digo no es un análisis teórico de la cuestión
ni una opinión festinada; es que esto es lo que ha pasado en la
América entera, y los ejemplos podrían abundar considerablemente.
Recuerdo en este momento el ejemplo patético de la Universidad
de Guatemala que fue, como las Universidades cubanas, vanguardia del pueblo
en la lucha popular contra los regímenes dictatoriales, y después,
en el Gobierno de Arévalo primero, pero sobre todo en el Gobierno
de Arbenz se fueron transformando en focos decididos de lucha contra el
régimen democrático. Defendían precisamente lo mismo
que ahora se está defendiendo: la autonomía universitaria,
el derecho sagrado de un grupo de personas a decidir sobre asuntos fundamentales
de la Nación, aun contra los intereses mismos de la Nación.
Y en esa lucha ciega y estéril, la Universidad se fue transformando,
de vanguardia de las fuerzas populares, en arma de lucha de la reacción
guatemalteca. Fue necesaria la invasión de Castillo Armas, la quema
en un acto público de un vandalismo medioeval de todos los libros
que hablaran de temas que fueran mal vistos por el pequeño sátrapa
guatemalteco, para que la Universidad reaccionara y volviera a tomar su
lugar de lucha entre las fuerzas populares. Pero el camino perdido había
sido extraordinariamente grande, y Guatemala hoy está, como ustedes
lo saben, saliendo a medias de aquella situación caótica
y buscando de nuevo, entre tropiezo y tropiezo, una vida institucional
de acuerdo con las normas democráticas. Ese es un ejemplo palpitante,
que todos ustedes recuerdan porque pertenece a la historia de estos días.
Pero
es que podríamos ir mucho más lejos en el análisis
de la gran conquista de la reforma universitaria del dieciocho que precisamente
se gestó en mi país de origen y en la provincia a la cual
pertenezco, que es Córdoba; y podríamos analizar la personalidad
de la mayoría de aquellos combativos estudiantes que dieron la
gran batalla por la autonomía universitaria frente a los gobiernos
conservadores que en esa época gobernaban casi todos los países
de América. Yo no quiero citar nombres para no provocar incluso
polémicas internacionales; quisiera, que ustedes tomaran el libro
de Gabriel del Maso, por ejemplo, donde estudia a fondo la reforma universitaria,
buscarán en ese índice los nombres de todos aquellos grandes
artífices de la reforma y buscarán hoy cuál es la
actitud política, buscarán qué es lo que han sido
en la vida pública de los países a que pertenecen, y se
encontrarán con sorpresas extraordinarias, con las mismas sorpresas
con que me encontré yo, cuando creyendo en la autonomía
universitaria como factor esencial del adelanto de los pueblos, hice ese
análisis que les aconsejo hacer a ustedes. Las figuras más
negras de la reacción, las más hipócritas y peligrosas
porque hablan un lenguaje democrático y practican sistemáticamente
la traición, fueron las que apoyaron, y muchas veces las que aparecen
como figuras propulsoras en sus países de aquella reforma universitaria.
Y aquí entre nosotros, investiguen también al autor del
libro porque también habrá sorpresas por allí.
Todo
esto se lo decía para alentarlos precisamente sobre la actitud
del estudiantado. Y más que en ningún lugar en Santiago,
donde tantos estudiantes han dado su vida y tantos otros pertenecen a
nuestro Ejército Rebelde.
Nosotros,
como tenemos un ejército que es popular y dignidad, a nadie le
preguntamos cuál es su actitud política frente a determinados
hechos concretos; cuál es su religión, su manera de pensar.
Eso depende de la conciencia de cada individuo. Por eso no les puedo decir
cuál será la actitud misma de los miembros del Ejército
Rebelde. Espero que entiendan bien las líneas generales del problema
y que sean consecuentes con las líneas de la Revolución.
Tal vez sí, tal vez no.
Pero
estas palabras no van dirigidas a ellos, una minoría, sino a la
gran masa estudiantil, a todos los que componen este núcleo. Yo
recuerdo que tuve una pequeña conversación con algunos de
ustedes hace varios meses, y les recomendaba entrar en contacto con el
pueblo, no llegar al pueblo como llega una dama aristocrática a
dar una moneda, la moneda del saber o la moneda de una ayuda cualquiera,
sino como miembro revolucionario de la gran legión que hoy gobierna
a Cuba, a poner el hombro en las cosas prácticas del país,
en las cosas que permitan incluso a cada profesional aumentar su caudal
de conocimiento y unir, a todas las cosas interesantes que aprendieron
en las aulas, las quizás mucho más interesantes que aprenden
construyendo en los verdaderos campos de batalla de la gran lucha por
la construcción del país.
Es evidente
que uno de los grandes deberes de la Universidad es hacer sus prácticas
profesionales en el seno del pueblo, y es evidente también que
para hacer esas prácticas organizadamente en el seno del pueblo
necesitan el concurso orientador y planificador de algún organismo
estatal que esté directamente vinculado a ese pueblo, o incluso
de mucho más de un organismo estatal, pues actualmente para hacer
cualquier obra en cualquier lugar de la república, se ponen en
contacto tres, cuatro o más organismos, y se está iniciando
recién en el país la tarea de planificar el trabajo y de
no dilapidar esfuerzos.
Pero
centralizando el tema en el estudio, en el derecho a estudiar y en el
derecho a elegir una carrera de acuerdo con una vocación, nos tropezamos
siempre con el mismo problema: ¿Quién tiene derecho a limitar
la vocación de un estudiante por una orden precisa estatal? ¿Quién
tiene derecho a decir que solamente pueden salir 10 abogados por año
y deben salir 100 químicos industriales? Eso es dictadura, y está
bien: es dictadura. Pero ¿es la dictadura de las circunstancias la
misma dictadura que existía antes en forma de examen de ingreso
o en forma de matrículas, o en forma de exámenes que fueran
eliminando los menos capaces? Es nada más que cambiar la orientación
del estudio. El sistema en este caso permanece idéntico, porque
lo que se hacía antes es tratar de dar los profesionales que iban
a salir a la lucha por la vida en las diferentes ramas del saber. Hoy
se cambian por cualquier método: examen de ingreso, o una calificación
previa; en fin, el método es lo de menos. Y se trata de llevarlo
hacia los caminos que la Revolución entiende que son necesarios
para poder seguir adelante con nuestra tarea técnica. Y creo que
eso no puede provocar reacciones. Y salta a la vista que la integración
de la Universidad con el Gobierno Revolucionario no debe provocar reacciones.
No queremos
aquí esconder las palabras y tratar de explicar que no, que eso
no es pérdida de autonomía, que en realidad no es nada más
que una integración más sólida, como la es. Pero
esa integración más sólida significa pérdida
de la autonomía, y esa pérdida de autonomía es necesaria
a la Nación entera. Por tanto, tarde o temprano, si la Revolución
continúa en sus líneas generales, encontrará las
formas de lograr todos los profesionales que necesita. Si la Universidad
se cierra en sus claustros y sigue en la tarea de lanzar abogados, o toda
una serie de carreras que no son tan necesarias en este momento (no vayan
a pensar que la he agarrado especialmente con los abogados); si sigue
en esa tarea, pues tendrán que formar algún otro tipo de
organismo técnico. Ya se está pensando en La Habana en hacer
un Instituto Técnico de Cultura Superior que dé precisamente
una serie de estas carreras, instituto que tendrá una organización
diferente a la Universidad quizás, y que puede convertirse, si
la incomprensión avanza, en un rival de la Universidad o la Universidad
en una rival de esa nueva institución que se piensa crear en la
lucha por monopolizar algo que no se puede monopolizar porque es patrimonio
del pueblo entero, como es la cultura.
También
esas cosas que se están creando en Cuba se han hecho en otros países
del mundo, y sobre todo de América. También se han producido
esas luchas entre los miembros de organismos, de escuelas técnicas
o politécnicas de un grado de cultura por lo general menor y la
Universidad.
Lo que
yo no sé si se ha dicho o si se ha precisado bien claro, es que
esa lucha es el reflejo de la lucha entre una clases social que no quiere
perder sus privilegios, y una nueva clase o conjunto de clases sociales
que están tratando de adquirir sus derechos a la cultura. Y nosotros
debemos decirlo para alertar a todos los estudiantes revolucionarios,
y para hacerles ver que una lucha de esa clase es sencillamente la expresión
de eso que hemos tratado de borrar en Cuba, que es la lucha de clases,
y que quien se oponga a que un gran número de estudiantes de extracción
humilde adquiera los beneficios de la cultura, está tratando de
ejercer un monopolio de clases sobre la misma.
Ahora
bien, cuando aquí se hablaba de reformas universitarias, y todo
el mundo ha estado de acuerdo en que la reforma universitaria es algo
importante y necesario para el país, lo primero que se ha hecho
es, por parte de los estudiantes, tomar en cierta manera el control de
las casas de estudio, imponer a los profesores una serie de medidas e
intervenir en el gobierno de la Universidad en mayor o menos grado. ¿Es
correcto? Esa es la expresión de un grupo que ha triunfado, ha
triunfado y ha exigido sus derechos después del triunfo. Los profesores
-algunos por su edad, otros por su mentalidad incluso- no participaron
en la misma medida en la lucha, y los que lucharon y triunfaron adquirieron
ese derecho. Pero yo me pregunto si el Gobierno Revolucionario no luchó
y triunfó, y no luchó y triunfó con tanto o más
encarnizamiento que cualquier sector aislado de la colectividad porque
fue la expresión de la lucha toda del pueblo de Cuba por su liberación.
Sin embargo, el Gobierno no ha intervenido en la Universidad, no ha exigido
su parte en el festín, porque no considera que esa sea la manera
más lógica y honorable de hacer las cosas. Llama simplemente
a la realidad a los estudiantes; llama al raciocinio, que es tan importante
en momentos revolucionarios, y a la discusión, de la cual surge
necesariamente el raciocinio.
Ahora
se están discutiendo programas de reforma universitaria y enseguida
se vuelve la vista hacia las reformas universitarias del año dieciocho,
hacia todos los supersabios que traicionaron su ciencia y su pueblo después
pero que en el momento en que lucharon por una cosa noble y necesaria
como era la reforma universitaria en aquel momento, no conocían
nada de nada, eran simples estudiantes que la hicieron porque era una
necesidad. Teorizar, teorizaron después, y teorizaron cuando ya
tenían un sentido malévolo de lo que habían hecho.
¿Por qué nosotros tenemos entonces que ir a buscar la reforma
universitaria en lo que se ha hecho en otros lados? ¿Por qué
no tomar aquello sino simplemente como información adicional a
los grandes problemas nuestros, que son los que tenemos que contemplar
por sobre todas las cosas, a los problemas que existen aquí, que
son problemas de una revolución triunfante con una serie de gobiernos
muy poderosos, hostiles que nos atacan, nos acosan económicamente
y a veces también militarmente; que riegan de propaganda por todo
el mundo una serie de patrañas sobre este Gobierno, de un Gobierno
que ha hecho la reforma agraria en la misma manera que yo aconsejo hacer
la reforma universitaria, mirando hacia adelante pero no hacia atrás,
tomando como simples jalones lo que se había hecho en otras partes
del mundo, pero analizando la situación de nuestro propio campesino;
que ha hecho una reforma fiscal y una reforma arancelaria, y que está
ahora en la gran tarea de la industrialización del país,
de este país de donde hay que sacar entonces los materiales necesarios
para hacer nuestra reforma; de un país donde se reúnen los
obreros que no han logrado todas las reivindicaciones y que aspiraron
y lógicamente aspiran, y resuelven, en asambleas multitudinarias
y por unanimidad, dar una parte de su sueldo para construir económicamente
al país; de un Gobierno Revolucionario que lleva como bandera de
lucha a la Reforma Agraria, y que la ha impulsado de una punta a la otra
de la Isla, y que constantemente sufre porque no tiene los técnicos
necesarios para hacerla, y porque la buena voluntad y el trabajo no suple
sino en parte esa deficiencia, y porque cada uno de nosotros debemos volver
sobre nuestros pasos constantemente y aprender sobre el error cometido,
que es aprender sobre el sacrificio de la Nación.
Y cuando
tratamos de buscar a quien lógicamente nos debe apoyar, a la Universidad;
para que nos dé los técnicos, para que se acople a la gran
marcha del Gobierno Revolucionario, a la gran marcha del pueblo hacia
su futuro, nos encontramos con que luchas intestinas y discusiones bizantinas
están mermando la capacidad de estos centros de estudios para cumplir
con su deber de la hora.
Por eso
es que aprovechamos este momento para decir nuestras verdades quizás
agrias, quizás en algunas cosas injustas, muy molestas quizás
para mucha gente, pero que transmite el pensamiento de un Gobierno Revolucionario
honesto, que no trata de ocupar o de vencer una institución que
no es su enemiga, sino que debe ser su aliada y su más íntima
y eficaz colaboradora; y que busca precisamente a los estudiantes porque
nunca un estudiante revolucionario puede ser, no enemigo, ni siquiera
adversario del Gobierno que representamos; porque estamos tratando en
cada momento de que la juventud estudiosa, aúne al saber que ha
logrado en las aulas el entusiasmo creador del pueblo entero de la República
y se incorpore al gran ejército de los que hacen, dejando de lado
esta pequeña patrulla de los que solamente dicen.
Por todo
eso he venido aquí, más que a dar una conferencia, a presentar
algunos puntos polémicos, y a llamar, naturalmente, a la discusión,
todo lo agria, todo lo violenta que se quiera, pero siempre saludable
en un régimen democrático, a la explicación de cada
uno de los hechos, al análisis de lo que está sucediendo
en el país, y al análisis de lo que sucedió con los
que mantuvieron las posiciones que hoy mantienen algunos núcleos
estudiantiles.
Y para
finalizar, un recuerdo a los estudiantes interesados en estos problemas
de la reforma universitaria: investiguen la vida futura, futura pero ya
pasada, desde el momento en que se inició la reforma del dieciocho
hasta ahora; investiguen la vida de cada uno de aquellos artífices
de la reforma. Les aseguro que es interesante. Nada más.
[Intervención
en el ciclo de conferencias acerca de «Universidad y Revolución»,
en la Universidad de Oriente. Revista Mambí, 15 de octubre
de 1968, páginas 4-10.]
Discurso
en la concentración
ante al Palacio Presidencial
26 de
octubre de 1959
Nos hemos
reunido aquí, en este Palacio de Gobierno, para responder conjuntamente
a la gran interrogación que se ha formulado. ¿Es que este
Gobierno Revolucionario y este pueblo que está aquí cederá
ante las presiones extranjeras? ¿Claudicará? (Gritos: ¡No!,
¡no!) ¿Dejará que poco a poco se vayan marchitando
sus leyes revolucionarias? ¿Y logrará así la benevolencia
que están ofreciendo en la otra mano, la que no empuña el
garrote, o bien este pueblo y este Gobierno unidos se levantarán
como un solo hombre frente a la agresión y harán coraza
de sus pechos para defender lo que tanta sangre y tanto sacrificio ha
costado? La propia presencia multitudinaria de hoy es la respuesta que
todos conocíamos. El pueblo de Cuba frente a la agresión
sabe elegir su camino de sacrificio, de sangre, de dolor, pero de victoria.
Una vez más se plantará frente a los traidores, se plantará
frente a la agresión y dará un paso adelante, otro más,
lo que le sitúa bien al frente de todos los países de América.
En esta lucha que estamos todos realizando para salvarnos de las cadenas
coloniales.
Hoy aquí
con esta respuesta de ustedes se está defendiendo más que
una causa nacional, más aún que la causa del pueblo de Cuba
y lo noble que es esta causa, se está defendiendo la causa entera
de América, se está mostrando a los pueblos de todo el Continente
lo que puede hacer un pueblo cuando está unido.
Nuestra
respuesta, compañeros, es histórica... frente a la traición,
a la ignominia, frente a la fuerza bruta, al ametrallamiento brutal, respondemos
una vez más con un paso al frente, respondemos que seguiremos en
nuestro camino revolucionario y que no habrá invasiones de tiranuelos
de América ni traidores a sueldo que logren doblegar a la Nación
cubana.
Pero,
¿por qué se ha producido todo esto y por qué necesitamos
una vez más reunirnos aquí? Todos lo sabemos, es decir:
estamos dispuestos a seguir en nuestro camino revolucionario. Se ha producido
porque esta Revolución, que nunca mató un prisionero de
guerra, que nunca tomó la menor medida contra ningún periódico
insolente, que permitió los más desaforados e ignominiosos
insultos, fue demasiado clemente porque ha permitido que los enemigos
de dentro y de fuera desarrollaran sus campañas.
Estábamos
ciertos, como lo estamos ahora, y ahora más que nunca, que el pueblo
no iba a ser engañado, pero ellos sabían también
que jugar a la Revolución y al terrorismo era una tarea sencilla
y sin riesgo, que estos señores podían venir en aviones
y entregarse al primer tiro y podían obtener la clemencia, la benevolencia
del Gobierno Revolucionario. Tan es así, que han venido en días
pasados a cometer el más extraordinario crimen que recuerda la
América contra un pueblo pacífico, desde la más grande
potencia de todo el Continente, con la anuencia interesada de uno de los
Estados mayores y más fuerte de América, de donde vinieron
aviones asesinos, violaron el cielo cubano y sembraron de víctimas
la Capital de nuestra República. Después vienen las quejas
hipócritas, después los periódicos hablan no del
terror que implantó Pedro Díaz Lanz con su «hazaña»
(gritos de: «fuera, fuera»)... nada de la traición,
nada del ametrallamiento, sino del peligro del comunismo que hay aquí.
Ellos no han tenido una palabra de reproche para el asesino, sino palabras
de condenación para los que defienden la Revolución, para
los que defienden a todo el pueblo de Cuba, y por eso estamos aquí
reunidos.
Curiosamente,
el mismo día en que se perpetra la agresión contra Cuba
desde bases extranjeras, un comandante de nuestro Ejército inicia
también el camino de la traición (gritos de: «fuera»)
y se viste esa traición con el mismo manto que todos los hipócritas
y todos los traidores, con el ropaje del anticomunismo que usa Jules Dubois,
que usa el Time y que usan los monopolios extranjeros, que usa
el periódico Avance y que usa el Diario de la Marina.
Y al
amparo de la libertad que hay en este pueblo, publicaban sus cartas de
renuncias insidiosas, y la señora de Hubert Matos se permitía
dudar, en carta pública, que su marido fueras asesinado en una
celda. Nosotros, que hemos muerto a quienes teníamos que matar,
de frente a la opinión pública de América entera
y mostrando la verdad de nuestra causa, que nunca hemos asesinado, que
nunca hemos maltratado un solo prisionero de guerra en los momentos más
difíciles, ahora estábamos acusados de intento de asesinato
en una celda, de intento de asesinato a quien podíamos llevar al
paredón por traidor a la Revolución. (Gritos y aplausos.)
Lo que
no saben esos traidores de aquí dentro y lo que no saben los agresores
de afuera es que aún siendo inmenso el poder de este pueblo, no
está solo; que no tendrán que agredir solamente a la isla
de Cuba, situada en el mar Caribe, de seis millones de habitantes y ciento
diez mil kilómetros cuadrados. Ellos no saben que tendrán
que agredir también a un continente que empieza en el Río
Bravo y acaba en el mismo Polo Sur, de 160 millones de habitantes y veintitantos
millones de kilómetros cuadrados. Y parece que no saben tampoco
que más allá de los mares, la fuerza incontenible del movimiento
revolucionario ha sacudido los pilares coloniales en el Asia y en el Africa
y que hay más de mil seiscientos millones más de seres que
nos apoyan con todas sus fuerzas. Lo que ellos ignoran es que están
solos, lo que ignoran es que son el pasado en la Historia que avanza siempre
y que no se repite y por eso, porque no se repite, nosotros no seremos
Guatemala, nosotros somos Cuba, la que se yergue hoy a la cabeza de América,
la que muestra a sus hermanos de Latinoamérica cuál es el
camino de la liberación y la que responde a cada agresión
y a cada golpe con un nuevo paso, con una nueva Ley Revolucionaria, con
una más encendida fe del pueblo en los altos destinos de nuestra
nacionalidad. (Aplausos.)
[Comisión
para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara.]
Discurso
en el auditorium
de la Universidad Central de las Villas
(al recibir el doctorado honoris causa)
28 de
diciembre de 1959
Queridos
compañeros, nuevos colegas del Claustro y viejos colegas de la
lucha por la libertad de Cuba: tengo que puntualizar como principio de
estas palabras que solamente acepto el título que hoy se me ha
conferido, como un homenaje general a nuestro ejército del pueblo.
No podría aceptarlo a título individual por la sencilla
razón de que todo lo que no tenga un contenido que se adapte solamente
a lo que quiere decir, no tiene valor en la Cuba nueva; y cómo
podría aceptar yo personalmente, a título de Ernesto Guevara,
el grado de Doctor Honoris Causa de la Facultad de Pedagogía, si
toda la pedagogía que he ejercido ha sido la pedagogía de
los campamentos guerreros, de las malas palabras, del ejemplo feroz, y
creo que eso no se puede convertir de ninguna manera en un toga; por eso
sigo con mi uniforme del Ejército Rebelde aunque puedo venir a
sentarme aquí, a nombre y representación de nuestro ejército,
dentro del Claustro de Profesores. Pero al aceptar esta designación,
que es un honor para todos nosotros, quería también venir
a dar nuestro homenaje, nuestro mensaje de ejército del pueblo
y de ejército victorioso.
Una vez
a los alumnos de este Centro les prometí una pequeña charla
en la que expusiera mis ideas sobre la función de la Universidad;
el trabajo, el cúmulo de acontecimientos, nunca me permitió
hacerlo, pero hoy voy a hacerlo, amparado ahora, además, en mi
condición de Profesor Honoris Causa.
Y, ¿qué
tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como
función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir
que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los
alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero
y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el
patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba, y si este pueblo que
hoy está aquí y cuyos representantes están en todos
los puestos del Gobierno, se alzó en armas y rompió el dique
de la reacción, no fue porque esos diques no fueron elásticos,
no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para poder
frenar con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha
triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su
fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad,
y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero,
de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y
él pintará la Universidad con los colores que le parezca.
Ese es
el mensaje primero, es el mensaje que hubiera querido decir los primeros
días después de la victoria en las tres Universidades del
país, pero que solamente pude hacer en la Universidad de Santiago,
y si me pidieran un consejo a fuer de pueblo, de Ejército Rebelde
y de profesor de Pedagogía, diría yo que para llegar al
pueblo hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que quiere,
qué es lo que necesita y qué es lo que siente el pueblo.
Hay que hacer un poquito de análisis interior y de estadística
universitaria y preguntar cuántos obreros, cuántos campesinos,
cuántos hombres que tienen que sudar ocho horas diarias la camisa
están aquí en esta Universidad, y después de preguntarse
eso hay que preguntarse también, recurriendo al autoanálisis,
si este Gobierno que hoy tiene Cuba representa o no representa la voluntad
del pueblo. Y si esa respuesta fuera afirmativa, si realmente este Gobierno
representa la voluntad del pueblo, habría que preguntarse también:
este Gobierno que representa la voluntad del pueblo en esta Universidad,
¿dónde está y qué hace? Y entonces veríamos
que desgraciadamente el Gobierno que hoy representa la mayoría
casi total del pueblo de Cuba no tiene voz en las universidades cubanas
para dar su grito de alerta, para dar su palabra orientadora, y para expresarlo
sin intermedios, la voluntad, los deseos y la sensibilidad del pueblo.
La Universidad
Central de Las Villas dio un paso al frente para mejorar estas condiciones
y cuando fue a realizar su forum sobre la Industrialización, recurrió,
sí, a los industriales cubanos, pero recurrió al Gobierno
también, nos preguntó nuestra opinión y la opinión
de todos los técnicos de los organismos estatales y paraestatales,
porque nosotros estamos haciendo -lo podemos decir sin jactancia- en este
primer año de la Liberación, mucho más de lo que
hicieron los otros gobiernos, pero además, mucho más de
lo que hizo eso que pomposamente se llama la «libre empresa»,
y por eso como Gobierno tenemos derecho a decir que la industrialización
de Cuba, que es consecuencia directa de la Reforma Agraria, se hará
por y bajo la orientación del Gobierno Revolucionario, que la empresa
privada tendrá, naturalmente, una parte considerable en esta etapa
de crecimiento del país, pero quien sentará las pautas será
el Gobierno, y lo será por méritos propios, lo será
porque levantó esa bandera respondiendo quizás al impulso
más íntimo de las masas, pero no respondiendo a la presión
violenta de los sectores industriales del país. La industrialización
y el esfuerzo que conlleva es hijo directo del Gobierno Revolucionario,
por eso lo orientará y lo planificará.
De aquí
han desaparecido para siempre los préstamos ruinosos del llamado
Banco de Desarrollo, por ejemplo, que prestaba 16 millones a un industrial
y este ponía 400 mil pesos, y estos son datos exactos, y esos 400
mil pesos no salían tampoco de su bolsillo, salían del 10
por ciento de la comisión que le daban los vendedores por la compra
de las maquinarias, y ese señor que ponía 400 mil pesos
cuando el Gobierno había puesto 16 millones, era el dueño
absoluto de esa empresa y como deudor del Gobierno, pagaba plazos cómodos
y cuando le conviniera. El Gobierno salió a la palestra y se niega
a reconocer ese estado de cosas, reclama para sí esa empresa que
se ha formado con el dinero del pueblo y dice bien claro que si la «libre
empresa» consiste en que algunos aprovechados gocen del dinero completo
de la nación cubana, este Gobierno está contra la «libre
empresa», siempre que esté supeditada a una planificación
estatal, y como hemos entrado ya en este escabroso terreno de la planificación,
nadie más que el Gobierno Revolucionario que planifica el desarrollo
industrial del país de una punta a la otra, tiene derecho a fijar
las características y la cantidad de los técnicos que necesitará
en un futuro para llenar las necesidades de esta nación, y por
lo menos debe oírse al Gobierno Revolucionario cuando dice que
necesita nada más que determinado número de abogados o de
médicos, pero que necesita cinco mil ingenieros y 15 mil técnicos
industriales de todo tipo, y hay que formarlos, hay que salir a buscarlos,
porque es la garantía de nuestro desarrollo futuro.
Hoy estamos
trabajando con todo el esfuerzo por hacer de Cuba una Cuba distinta, pero
este profesor de Pedagogía que está aquí no se engaña
y sabe que de profesor de Pedagogía tiene tanto como de Presidente
del Banco Central, y que si tiene que realizar una u otra tarea es porque
las necesidades del pueblo se lo demandan, y eso no se hace sin sufrimiento
mismo para el pueblo, porque hay que aprender en cada caso, hay que trabajar
aprendiendo, hay que hacer borrar al pueblo el error, porque uno está
en un puesto nuevo, y no es infalible, y no nació sabiendo, y como
este Profesor que está aquí fue un día médico
y por imperio de las circunstancias tuvo que tomar el fusil, y se graduó
después de dos años como comandante guerrillero, y se tendrá
luego que graduar de Presidente de Banco o Director de Industrialización
del país, o aún quizás de profesor de Pedagogía,
quiere este médico, comandante, presidente y profesor de Pedagogía,
que se prepare la juventud estudiosa del país, para que cada uno
en el futuro inmediato, tome el puesto que le sea asignado, y lo tome
sin vacilaciones y sin necesidad de aprender por el camino, pero también
quiere este profesor que está aquí, hijo del pueblo, creado
por el pueblo, que sea este mismo pueblo el que tenga derecho también
a los beneficios de la enseñanza, que se rompan los muros de la
enseñanza, que no sea la enseñanza simplemente el privilegio
de los que tienen algún dinero, para poder hacer que sus hijos
estudien, que la enseñanza sea el pan de todos los días
del pueblo de Cuba.
Y es
lógico; no se me ocurriría a mí exigir que los señores
profesores o los señores alumnos actuales de la Universidad de
Las Villas realizaran el milagro de hacer que las masas obreras y campesinas
ingresaran en la Universidad. Se necesita un largo camino, un proceso
que todos ustedes han vivido, de largos años de estudios preparatorios.
Lo que sí pretendo, amparado en esta pequeña historia de
revolucionario y de comandante rebelde, es que comprendan los estudiantes
de hoy de la Universidad de Las Villas que el estudio no es patrimonio
de nadie, y que la Casa de Estudios donde ustedes realizan sus tareas
no es patrimonio de nadie, pertenece al pueblo entero de Cuba, y al pueblo
se la darán o el pueblo la tomará, y quisiera, porque inicié
todo este ciclo en vaivenes de mi carrera como universitario, como miembro
de la clase media, como médico que tenía los mismos horizontes,
las mismas aspiraciones de la juventud que tendrán ustedes, y porque
he cambiado en el curso de la lucha, y porque me he convencido de la necesidad
imperiosa de la Revolución y de la justicia inmensa de la causa
del pueblo, por eso quisiera que ustedes, hoy dueños de la Universidad,
se la dieran al pueblo. No lo digo como amenaza para que mañana
no se la tomen, no; lo digo simplemente porque sería un ejemplo
más de los tantos bellos ejemplos que se están dando en
Cuba, que los dueños de la Universidad Central de Las Villas, los
estudiantes, la dieran al pueblo a través de su Gobierno Revolucionario.
Y a los señores profesores, mis colegas, tengo que decirles algo
parecido: hay que pintarse de negro, de mulato, de obrero y de campesino;
hay que bajar al pueblo, hay que vibrar con el pueblo, es decir, las necesidades
todas de Cuba entera. Cuando esto se logre nadie habrá perdido,
todos habremos ganado y Cuba podrá seguir su marcha hacia el futuro
con un paso más vigoroso y no tendrá necesidad de incluir
en su Claustro a este médico, comandante, presidente de Banco y
hoy profesor de pedagogía que se despide de todos.
[periódico
Hoy, 1° de enero de 1960, páginas 2-4.]
Tomado de: Escritos y discursos, tomo
4, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana
1977, páginas 1-50.
Con la colaboración
de
Pentalfa Ediciones - Grupo Helicón S.A. (Oviedo, España)
Universidad Central de Las Villas (Santa Clara, Cuba)
1997 treinta años después...
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