Boletín Cultural y Bibliográfico, Número 16, Volumen XXV, 1988
Saguanmachica, primer zipa de Bogotá, 1470.


La conquista del cacicazgo de Bogotá

EDUARDO LONDOÑO L.
Fotografías y reproducciones: William Nuñez F.

LA SABANA de Bogotá, así como los demás altiplanos fríos algunos valles calientes de la Cordillera Oriental de Colombia, eran en 1537, a la llegada de los conquistadores españoles, el territorio del pueblo muisca.

Dicha nación alcanzó, sin duda, una densa población y alta complejidad política, que en buena medida responden por la fundación en este lugar de Santafé de Bogotá, la capital colonial con mayores problemas de comunicación con la metrópoli española. Sin embargo, el nivel de organización política muisca aún da pie para discusiones entre los investigadores. Los cronistas coloniales nos hablaron de reyes, reinos y estados a semejanza de los europeos. Pero los antropólogos modernos distinguen del estado un sistema que, aunque tiene marcadas centralización y jerarquías, no otorga a sus gobernantes más poder que el del consenso. En el cacicazgo, en efecto, el cacique no puede imponer sus determinaciones a sus seguidores, pues sólo ejerce coerción a través de su magia y su carisma, fuertes pero volubles.

¿Llegaron los muiscas al nivel estatal, lo que los igualaría, en la América prehispánica, a los aztecas y los incas? ¿O fueron más bien un cacicazgo, tal vez el más complejo de Colombia? Para estudiar este punto no podemos hoy confiar en la simple opinión de los cronistas pero nos queda el recurso de examinar la reacción de los muiscas ante las tropas del licenciado don Gonzalo Jiménez de Quesada, su conquistador.

Los muiscas nunca escribieron sus impresiones acerca de este episodio, pero para investigarlo contamos con numerosos documentos de origen español. Lamentablemente, casi todos los relatos históricos sobre los primeros años del Nuevo Reino de Granada se derivan en última instancia de una sola fuente: el mismo Jiménez de Quesada, quien redactó la crónica —hoy perdida, por cierto— de su propia conquista 1 . Con genial habilidad, el licenciado logró imponer una versión de su historia que lo favorecía en los innumerables pleitos y demandas que enfrentó desde que sujetó el Nuevo Reino hasta el fin de sus días. Al leerlo, entonces, hay que sopesar cada dato preguntándose:
¿a quién le conviene?

Así mismo, a pesar de su dependencia común respecto de la versión quesadista, las crónicas del Nuevo Reino presentan insalvables contradicciones entre ellas. Con frecuencia se trata de divergencias de opinión: el cacique que para este cronista es generoso y magnánimo, es para aquel un tirano. Los indios, por lo tanto, lloran la muerte de su caudillo o la saludan con festejos, según la disposición de quien la cuenta. Pero las divergencias llegan inclusive al ordenamiento cronológico de los sucesos, de manera que parece inoficioso buscar interpretaciones históricas de los mismos. Esto es, sin embargo, lo que nos proponemos hacer con el encuentro entre los españoles y el cacicazgo muisca de Muequetá o Bogotá, tras establecer la verdadera cronología de la conquista.

EL PRIMER CONTACTO ENTRE DOS MUNDOS

Nuestra historia se inicia en Santa Marta cuando, el 5 de abril de 1536, Quesada y su tropa salen a explorar los tesoros del río Magdalena por comisión del gobernador don Pedro Fernández de Lugo. Días más tarde se reúnen con varios bergantines que los acompañan hasta el Magdalena medio, donde ya parece imposible continuar entre la selva inundada. El licenciado decide entonces remontar el río Opón, atraído por las perspectivas de grandes riquezas que parece reservarle el altiplano. Los heridos se quedan en los bergantines y regresan a Santa Marta llevando ricas noticias:

De 600 hombres que fueron [...] no quedaban 170, [...] con los cuales 
el licenciado Jiménez, que iba por general, se partió en demanda de la 
Laguna de la Sal, en la cual, según tenía por nueva de indios, había muy 
gran poblazón de muchos bohíos y muchas muestras de oro, tan grandes 
como ollas, y muchas mantas, y que los indios no tenían flechas sino 
unas lanzuelas y dardos. [...] Según me dicen de la disposición de la tierra 
y de lo que se cree de ella, es muy rica, en tanto grado, que dicen ser otro 
Perú. [9 de mayo de 1537. En Friede, 1960: doc. 7].

En efecto, la expedición de Quesada llegó a la meseta muisca a principios de marzo de 1537. Diezmados y harapientos, los sobrevivientes del Magdalena se repusieron durante varios días entre indios que los acogieron pacíficamente en sus casas, prósperas en maíz, venados y curíes.

¿Qué pensaron los muiscas de los recién llegados, barbudos como Bochica? Quesada nos dice que los consideraron dioses y los llamaron usachíes, hijos del sol y de la luna. Como a tales, al pasar por Guachetá les ofrendaron víctimas humanas 2 . Un paralelo con la cultura de los tunebos —esos vecinos sobrevivientes de los muiscas, miembros, como ellos, de la familia chibcha— nos hace caer en cuenta de tres casualidades que los divinizaban tanto más: los españoles pasaban por Guachetá a mediados de marzo, fecha del equinoccio, y en su ruta desde Vélez hacia la sal siguieron un rumbo NE-SO, que coincide con el eje de los solsticios en la cosmología chibcha. ¡No podía pensarse otra cosa de quienes eran enviados del sol! Así mismo, su recorrido los llevó por cada una de las lagunas que había en aquella región —Fúquene, Cucunubá, Suesca y Tibabuyes— y las lagunas eran entonces, como lo son hoy para el pueblo tunebo, los lugares sagrados de comunicación con el mundo inferior 3 .

A su vez, al salir del territorio de los pequeños cacicazgos independientes y aproximarse a la región de Bogotá, más densa y ricamente poblada, la opinión de los españoles sobre los muiscas va en franca mejoría:

Llegados a estos pueblos de la sal, ya aquí la tierra mostró lo que en 
ella había y lo que había adelante, porque era muy gruesa y de muchos 
indios, y a manera de los edificios de casas diferentes de los que hasta 
entonces habíamos hallado. En especial una jornada más
adelante del dicho Pueblo de la Sal entramos en la tierra del más principal 
señor que hay en ella, que se dice Bogotá, y bien mostró ser
así, porque le hallamos una casa de su aposento que para ser de paja -
se podía tener por una de las mejores que se han visto en Indias. 
[San Martín y Lebrija, /1539/: 58]

Serán tantas las alabanzas al cacique de Bogotá, que resulta incomprensible que apenas dos meses más tarde Quesada abandone sus dominios sin haberlos conquistado. Aunque en su Epítome don Gonzalo diga que inició la conquista desde que tocó el país muisca, Manuel Lucena Salmoral destaca cómo el Real en su totalidad 4 es desplazado hacia las minas de esmeraldas de Somondoco. Jiménez de Quesada no deja fundada en la sabana ninguna población que legitimice la ocupación y apropiación del territorio. El Real se instala inicialmente en Turmequé, pero no tiene reparo en continuar bajando hasta Tenza, cuando la avanzada que va a investigar las esmeraldas descubre a la vez los llanos, donde los venezolanos situaban el Dorado conocido como Metha. Claro testimonio, según Lucena, de que la conquista de los muiscas no presentaba ningún interés, ante la perspectiva de la nación más rica que pensaban encontrar más adelante, y donde seguramente necesitarían toda la gente de armas que había logrado alcanzar con vida el altiplano.

LA EXPANSION MILITAR DE BOGOTA

¿Qué información podemos reunir sobre el cacicazgo de Bogotá que los descubridores abandonan? Las tradiciones orales de los muíscas recogidas por los españoles coinciden en que el poder de este cacique era muy grande, aunque tiránico y de reciente fecha. Una de ellas es la que Juan Rodríguez Freyle consignó en 1636, reconstruyendo lo que le contó en su juventud el anciano cacique de Guatavita, don Juan, quien a la llegada de los conquistadores se preparaba para asumir su cargo. Según don Juan, apenas un año antes de la conquista española el territorio muisca estaba dividido en dos enormes cacicazgos: Ramiriquí y Guatavita. El cacique de Bogotá era sólo el brazo militar de este último:

Ya queda dicho cómo Bogotá era teniente capitán general de Guatavita 
en lo tocante a la guerra; pues sucedió que los indios de Uba que, Chipa 
que, Pascas, Foscas, Chiguachí, Unes, Fusagasugá y todos los de aquellos 
valles que caen a las espaldas de la ciudad de Santafé, se habían rebelado 
contra Guatavita, su señor, negándole la obediencia y tributos, tomando las 
armas contra él para su defensa, y negándole todo lo que por razón de señorío 
le debían y eran obligados...

Bogotá cumple tan bien con la orden de castigar a estos rebeldes, que se gana el aplauso de muchos que lo incitan a derrocar al tirano e inútil Guatavita. En efecto, pronto voltea las armas contra su señor, obligándolo a emprender la retirada. Lo despoja de la obediencia de sus súbditos, así como del contenido de sus despensas. El cacique dorado reúne un ejército en los valles aún fieles de Gachetá y con él sube hasta donde Bogotá le espera para otra batalla. Según Freyle, los guerreros muiscas de ambos bandos solían celebrar juntos los ritos e invocaciones previos a los combates; pues bien, Bogotá, que ya la primera vez había atacado al amanecer y sin dar aviso, traiciona nuevamente enviandoa sus hombres armados a la ceremonia. A una señal convenida, éstos asesinan a los desprevenidos guatavitas, "con pérdida, según fue fama, de más de diez mil indios". Sin embargo, pronto el Bogotá se entera de que los panches han irrumpido en la frontera que quedó desprotegida y que el Ramiriquí ha salido de Tunja para vengar a su aliado Guatavita. Dirige entonces sus tropas contra el Ramiriquí, pero la noticia de la llegada de los españoles los obliga a pactar una tregua.

El gobernante de la Conquista. Gonzalo Jiménez de Quesada, en 1538. El conquistador Sebastián de Belalcazar (1478-1551) a quien se debe nuestra Plaza de Bolívar.

Una versión diferente aparece en la crónica del obispo Piedrahita, basada en los manuscritos de Quesada y de Juan de Castellanos. Esta tradición, recogida probablemente por Quesada entre los Bogotaes, narra los hechos de tres "Zipas" o caciques de Bogotá a lo largo de 67 años. No divide el territorio en dos unidades iniciales, como Freyle, sino en un mosaico de cacicazgos medianos de poderío similar, uno de los cuales era el de Bogotá (mapa 1).

Al relatar los conflictos acontecidos bajo el gobierno del zipa Saguanmachica, el cronista enumera los límites originales del cacicazgo de Bogotá: Pasca y Chiazaque son las fronteras que traspasa Saguanmachica para ir a conquistar a Fusagasugá; por Pasca y por Usme lo amenaza el Ubaque, a lo cual el zipa replica castigando a Chipaque y Une. En Zipacón y Tena rechaza a los panches, y el Guatavita, coligado con el Tunja, incursiona hasta Chía y Cajicá. El zipa Saguanmachica muere finalmente al sur de Chocontá, cuando intentaba invadir Tunja, y es sucedido por Neméquene, quien

heredó todo lo que entonces comprendían las tierras llanas y dehesas 
que hay desde las montañas (que son dominios de los Panches) hasta 
la cordillera que corre sobre Sant afé; y desde Cajicá y Chinga, norte-sur 
hasta Usme y Sibaté, sin [descontar] lo conquistado por su antecesor de 
la otra parte de la montaña hasta confinar con los Sutagaos.

Con Neméquene cambia la política, porque las guerras ya no son de reprimenda sino de conquista y porque no conserva en sus cargos a los caciques vencidos sino que los reemplaza por gobernadores escogidos entre sus fieles. De esta forma va a extender en poco tiempo sus dominios, asegurando a Fusagasugá y sometiendo las provincias de Zipaquirá, Guatavita, Ubaque y Ubaté, hasta morir, como su antecesor, al enfrentarse a Tunja. Su sobrino Tisquesusa hereda el cargo, pero su preparación como cacique de Chía y su experiencia en la campaña de Fusagasugá no bastan para hacerlo un buen guerrero. Es el general Saquezazipa quien continúa al mando de los ejércitos, incursionando en la provincia de Sutatenza, aplastando el levantamiento de Ubaque y luego de Ubaté, y dirigiendo los preparativos para ir de nuevo contra el zaque Quimuinchatecha. La batalla contra este último se suspendió por una tregua que logró el "Pontífice de Iraca", Sugamuxi, y luego por la llegada de los españoles.

Nemequeme, segundo zipa de Bogotá, 1490. Saquesazipa, cuarto zipa de Bogotá, 1538.
 

A pesar de sus diferencias, las versiones de Freyle y Piedrahíta coinciden, por ejemplo, en atribuir una enorme extensión a los dominios del zipa, que abarcaban desde Chocontá hasta Fusagasugá: la mitad del territorio muisca. Esto hacía verdaderamente poderoso al Bogotá, máxime cuando Tunja, Sogamoso y Duitama no parecen haber formado una sola unidad política sino tres cacicazgos separados de tamaño mediano 5.

Pero nuestros dos cronistas comparten otros puntos que resultan improbables en un cacicazgo. Ambos relatos presentan ataques a traición al clarear el alba, generales al mando de ejércitos, irrespeto al carácter sagrado del Guatavita, codicia de tesoros y miles de muertos. Estos elementos de índole estatal se compaginan mal con nuestra idea del cacicazgo como un gobierno de consenso sobre el gobernante tiene, a lo sumo, un poder mágico en cuanto es garante de la fertilidad de los cultivos 6 . Si los desechamos, al mismo título que expresiones etnocéntricas como "vasallaje", "tributos", "sangre y fuego", mercenarios que combaten por dinero, "gobernadores", "Pontífices" o el "Código de Neméquene", corremos el riesgo de no dejar nada de substancia en dichas tradiciones. ¿Existió acaso un estado prehispánico en la provincia de Bogotá? Que hay al menos un intento en este sentido nos lo señala el análisis de su reacción ante la conquista española, al que volveremos en seguida.

LA BREVE CONQUISTA DE LOS MUISCAS

Retomando el hilo cuando los europeos-salen del Pueblo de la Sal, encontramos la primera resistencia armada a la invasión española. El zipa asalta la retaguardia del ejército, compuesta sobre todo por enfermos, lo que nos confirma su espíritu guerrero y ventajista. No teme enfrentarse a los usachíes, como antes no se detenía ante la investidura del Guatavita. Sin embargo, es fácilmente vencido y tiene que buscar refugio en las montañas, donde organiza una guerrilla.

Los invasores se apropian sucesivamente de sus cercados de Pueblo Nuevo y Bogotá, la actual Funza. Aun así, pronto abandonan todo para ir hacia los llanos, como se indicó atrás. Los múltiples intentos por descubrir el Dorado resultan decepcionantes, porque las avanzadas exploradoras caen en un terreno anegadizo cuyos habitantes viven en los árboles y se alimentan de hormigas. Pero en su búsqueda del Metha van a enterarse de la existencia de los cacicazgos de Tunja. Duitama y Sogamoso. Se trataba de unidades territorialmente menos extensas que el "Imperio" bogotano; unidades a las cuales, de acuerdo con Jiménez de Quesada y sus copistas, el zípa no tenía por qué envidiar. Y sin embargo, despierta entonces en los españoles un ímpetu conquistador que no tuvieron cuando descubrieron a Bogotá. Ante la desilusión con el Dorado soñado, los expedicionarios se consuelan con unos muiscas menos gloriosos pero mucho más tangibles 7.

Ciertamente, hasta este punto no se llevó a cabo un verdadero saqueo de botín. Castellanos refiere que, antes de internarse en el Nuevo Reino, Jiménez de Quesada ordenó no tomar a los indios pacíficos sino lo que éstos buenamente quisieran dar; en efecto, en el libro de apunte del botín la gran mayoría de las entradas registradas entre Guachetá y Chocontá empiezan con "En tal día dieron los indios en este pueblo...". De Turmequé a Ciénega dicen: "se pesó aquí una partida de oro", pero de ahí en adelante dirán directamente: "se hubo":

Lunes, a veinte de agosto, se hubo en el valle 
de Tunja, cuando se tomó el cacique de él, 
ciento y treinta y seis mil quinientos pesos 
de oro fino... 136.500 pesos.

Mas, se hubo en el dicho pueblo, catorce
mil pesos de oro bajo... 14.000 pesos

Mas, se hubieron doscientos ochenta piedras
de esmeraldas, chicas y grandes y de todas 
suertes, 280
8 . [DIHC:4:88].

La verdadera conquista será breve. Motivados por el tesoro del Tunja y con el Real instalado en este pueblo, los soldados del licenciado someten en pocos meses a Sogamoso, a Duitama y a distintos cacicazgos independientes, como Sáchica y Saquencipá. Hacen inclusive una rápida expedición hasta Bogotá, pero no les es posible capturar al zipa ni su anhelado tesoro.

Sorprendentemente, en junio de 1538 la hueste conquistadora decide repartir el botín ganado y disolver la "compaña". ¿Por qué hacerlo cuando nada apremia y todavía no poseen el tesoro del zipa, que estiman en diez millones de pesos de oro? 9 . La situación es doblemente extraña, por cuanto partir lo ganado no es un acto puramente económico: significa el final de la conquista, como nos lo confirma Jiménez de Quesada en el Epítome y en el propio documento de reparto:

[...] cuando se vinieron a hacer partes entre la gente de guerra, 
después de haber pasado la conquista [...] [Epítome,/1547/: 289].

Vista la pacificación. de la mayor parte de este Nuevo Reino 
conquistado, [...] mandaba y mandó hacer partes de todo el dicho 
oro y piedras ganados hasta hoy [...] para que se reparta entre toda 
la gente del dicho Real, a cada uno lo que le cupiere según justicia y 
razón [...] [En Friede, 1960: doc. 12].

¿Cómo podía el licenciado considerar conquistados a los muiscas si aún no tenía de su lado al Bogotá, el cacique que dominaba la mitad del territorio?

LA CONQUISTA DE BOGOTA

Resolver este problema no resulta fácil, por cuanto las crónicas —a pesar de que copian a Quesada— incurren en las contradicciones más insospechadas. La versión que hemos expuesto hasta aquí coincide con lo sostenido por Castellanos, Simón y Piedrahíta. A la conquista de Tunja y sus vecinos, escribe Castellanos, le siguen dos intentos más por descubrir el Dorado en la provincia de las Minas (Neiva) y en la de las Amazonas (no identificada), y viene el reparto del oro acumulado en esas empresas. En seguida se narra un asalto a la "casa de monte" donde se refugiaba el zipa Tisquesusa. Este muere en la refriega, aunque el campo español sólo se entera más tarde de la noticia. El general Saquezazipa o Sagipa entra a ocupar la vacante del zipazgo, infringiendo la tradición que estipulaba que el cargo le correspondía al cacique de Chía. Tras guerrear un tiempo contra los invasores, Sagipa decide entregarse e incluso va con ellos a someter a los panches. Pero al regreso la gente de Quesada le exigirá el tesoro del zipa que murió siendo rebelde. No alcanzando a reponer un tesoro que tal vez nunca existió, Sagipa entregará su alma de infiel, a consecuencia de las torturas.

Una relación diferente de estos mismos hechos, aislada y solitaria, es la contenida en la "carta al Rey" de los capitanes Lebrija y San Martin. "Los oficiales de Su Majestad, que se hallaron en el mismo viaje con este Licenciado" 10 se separan de Castellanos porque colocan la muerte de Sagipa entre Tunja y Neiva, pero coinciden con él en lo demás: se distribuye el saco y se concluye la conquista antes de tener al zipa y su tesoro
(cuadro 1).

Algo más razonable se encuentra finalmente en los escritos de Oviedo, Aguado y Zamora. La división del botín ocupa aquí su lugar más lógico, luego de la desaparición de Sagipa y, con él, del secreto sobre el escondite del tesoro. Al parecer, estos autores se dieron cuenta del problema y decidieron resolverlo reordenando la historia. Se nota que lo hacen con mala conciencia, porque Oviedo nombra el reparto superficialmente y a último momento, y Zamora lo disuelve en dos distribuciones, una al empezar en Tunja la conquista y otra al darla por concluida en Bogotá.

Tisquesusa, tercer zipa de Bogotá, 1514. Tundama. cacique soberano entre los tunjanos. Quimuinchatecho, zaque quinto rey de Tunja.

CUADRO 1:

LA CONQUISTA DEL NUEVO REINO: INCONSISTENCIAS CRONICAS

Conquista de Tunja Mure Bogotá-Sapipa Visita a Neiva Reparto -fin Conquista Sagipa se entrega a Quesada Sagipa es juzgado y muere
1539 Lebrija/S.M. 1 2 3 4 5 6
1548 Oviedo 1 2 3 (6) 4 5
1581 Aguado 1 2 3 6 4 5
1601 Castellanos 1 4 2 3 5 6
1625 Simón 1 4 2 3 5 6
1688 Piedrahíta 1 4 2 3 5 6
1701 Zamora 1 3 2 1/6 4 5
Archivos 1 2 3 5 6
2OAGO 12OCT 16FEB  15JUN 3AGO 2NOV  
1537 1537  1538 1538 1538 1538

Felizmente poseemos también algunos documentos de la época de la conquista copiados en el Archivo de Sevilla por Juan Friede 11 . Con ellos podemos fechar los diferentes sucesos y ordenarlos cronológicamente. Pues bien, ¡es la versión minoritaria de San Martín y Lebrija la que resulta confirmada! 12 . La autoridad de Castellanos se derrumba no sólo por las fechas, sino porque los repartidores del oro ya sabían de la muerte de Bogotá: en el documento mencionan que en la misma escaramuza murió un caballo.

Nuestro problema permanece, es cierto, pero ahora podemos acudir a la carta de Lebrija y San Martín para resolverlo. Antes del reparto del botín, relatan, no sólo murió Bogotá y se alzó Sagipa. sino que los pequeños cacicazgos de la sabana dieron la paz o fueron instados a hacerlo, unos tras otros, por Quesada:

[Al regreso de Neiva] el dicho Teniente se volvió al valle de Bogotá 
sin ver más de los llanos. Y desde allí envió a llamar al Real, que 
estaba cerca del valle de Bogotá, con un cacique que se llama 
Suesca, el cual había venido de paz [...] y con el mismo cacique
vinieron otros muchos señores comarcanos dél [...] En poco espacio 
de tiempo vinieron todos a los mas, si no fueron algunos que con el 
Sagipa andaban alzados en la Sierra
13 .

Sugamuxi, sumo sacerdote de la nación Muxca, 1515   Aquiminzaque. tiltimo rey de Tunja. En la entrada a la Capilla del Sagrario. se observa en las dos columnas la figura de una rana sagrada.

Al apropiarse del poder, Sagipa cumplió bastante bien con la tendencia estatal de su política, que en ese momento requería un hábil guerrero y no un muchacho sagrado como Chía. Pero la entrega de la mayoría de sus súbditos implica que éstos no apoyaron al único que los podía salvar 14 porque no aprobaban su comportamiento, cada vez más alejado de la lógica consensual y tradicional de un cacicazgo. La estructura del cacicazgo de Bogotá se fue captando así pieza por pieza, unas con amistad y otras por la fuerza. Esto lo convierte en el conjunto muisca más arduo de conquistar, pero no por su poder sino, al contrario, por su debilidad. Al ser una unidad tan reciente y conflictiva, resultaba demasiado deleznable para que al coger la cabeza cayera con ella todo el cuerpo, como sucedió en Tunja, Duitama y Sogamoso.

EPILOGO: LA DOBLE FUNDA ClON DE SANTA FE

Tras conquistar a los muiscas Jiménez de Quesada toma la determinación de partir para España a dar cuenta de sus hazañas al emperador y a solicitar la gobernación de lo descubierto. Debe escoger entonces un lugar más seguro para asentar lo que dejará del Real, porque en Bosa yen Bogotá (Funza 15 ) éste ha sido incendiado continuamente por los indios. Pero además debe fundar una ciudad, por cuanto el licenciado bien sabe que sólo poblando se acreditala ocupación de un territorio.

Después de consultar con los Bogotaes y los capitanes conquistadores, el sitio más apropiado resulta ser Teusacá o Teusaquillo, pequeño conjunto de casas pertenecientes a Bogotá. El arquitecto Carlos Martínez es convincente al localizarlas en la actual plazuela del Chorro de Quevedo, calle 14 entre carreras 2a. y 3a. 16. Este es un lugar alto, estratégicamente protegido por la pendiente y desde donde se observa buena parte de la llanura. A diferencia del Bogotá indígena, no colinda con un pantano que le sirve más a los indígenas asaltantes que a los caballos. Tiene también un río y alimentos suficientes, de manera que es el lugar apropiado para los vencedores.

Examinémoslo ahora desde la visión de los vencidos. Autores como Zamora dicen que Teusaquillo era un lugar "en que tenían su recreación los reyes de Bogotá". Freyle, que tomó del cacique de Guatavita algunos datos de honda raigambre indígena, agrega que era un "cercado del Santuario",

y junto a este cercado en la misma plaza sacaron los conquistadores un santuario donde se hallaron más de veinte y mil pesos de buen oro, y no era esto el santuario grande que los indios decían, porque este era sólo del cacique de Bogotá. El otro estaba en la sierra [¿Guadalupe? ¿Monserrate?], a donde todos acudían a ofrecer, entrando por una cueva, en que nunca los conquistadores la pudieron descubrir, aunque se hicieron muchas diligencias. [Freyle,/ 1636/: 48]

¿No es éste el lugar más a propósito para que vivan los que son hijos del Sol? Sitúan a los usachíes en el santuario del zipa podría verse incluso como una confirmación más de las fuerzas tradicionales en el cacicazgo de Bogotá.

El viaje de Quesada se aplaza una y otra vez por la demora de Sagipa en entregar el tesoro del zipa. Cuando Sagipa muere, al final del año 38, una noticia distinta detiene al licenciado: otras dos huestes descubridoras se aproximan al territorio de sus conquistas. Se trata de Nicolás de Federmann, que llega de Venezuela por el llano, en muy malas condiciones, y de Sebastián de Belalcázar, quien viene desde el Perú cosechando victorias 17 .

Federmann se amista fácilmente cuando Jiménez de Quesada, no sólo ofrece comprarle sus perros y herraduras por miles de pesos de oro, sino dejar a la mitad de sus soldados en el Nuevo Reino con iguales derechos que los que lucharon por la conquista. Belalcázar se muestra más reacio, porque cree que los muiscas aún pueden ser suyos: el perulero trae la noticia de la muerte del gobernador de Santa Marta, don Pedro Fernández de Lugo, de quien Quesada es delegatario. Esto significa que el conquistador de los muiscas queda en un limbo legal, pero también sin trabas para pedir y comprar la gobernación del Nuevo Reino. Por cierto, hace tiempo que el licenciado no obedecía a Lugo, como se ve en que deseara ir ante el rey y no a Santa Marta y en que al repartir el oro se cuidara de sus exsocios de los bergantines, pero no de dar al gobernador todo lo que le corresponde.

Don Gonzalo es sin duda un gran licenciado y un mejor estratego, porque con Federmann a su lado convence a Belalcázar de aplazar sus disputas y dejar fundada en regla una ciudad 18 . Teusaquillo ya no es necesario ante la llegada de refuerzos; de manera que se traza una nueva plaza en un sitio más llano y agradable y se procede al reparto de solares en Santafé de Bogotá.

Nuestra plaza de Bolívar, es cierto, se debe más a Belalcázar que a los indígenas. Pero en el atrio de la iglesia, agazapada al pie de la capilla del Sagrario, la figura de una rana sagrada de los muiscas observa todavía lo que sucede en el corazón de la nación.

BIBLIOGRAFIA

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* Las reproducciones son tomadas de la colección de miniaturas de la Biblioteca Luis-Angel Arango, dibujos realizados por Manuel Paredes Alvarez.

1 Véase el estudio de Demetrio Ramos Pérez, 1972. (regresar1)

2 En Oviedo, /1548/: 108. (regresar2)

3 De acuerdo con las investigaciones de Ann Osborn, 1985 y 1982: 3. Agradezco a Ana María Falchetti y a la autora el acceso al manuscrito de 1982. (regresar3)

4 Real es el campamento de la conquista. (regresar4)

5. Londoño, 1985.  (regresar5)

6 En Piedrahita, 1688: 53. (regresar6)

7 Manuel Lucena Saimorai, 1975; E. Londoño, 1985. (regresar7)

8 DIHC: 4: 88; Castellanos,/160l/: 176-180. Lo habido en Tunja es más de dieciséis veces superior a lo que tenían recaudado hasta el momento y el 65% del botín final de la conquista. (regresar8)

9 Friede, 1960: doc. 17. (regresar9)

10 La carta-relación fue publicada por Oviedo / 1548/: 83, con algunas modificaciones (regresar10)

11 DIHC: 4: doc. 846; Friede, 1960: doc. 12; 1979: 57. (regresar11)

12 La etnohistoria reciente confía cada vez menos en las crónicas, salvo donde las confirman los documentos de archivo. (regresar12)

13 San Martín y Lebrija, / 1539/: 63-64; Oviedo, /1548/: 87. (regresar13)

14 Los invasores no llegaban a 180 , dependían para todo de los muiscas e incluso una vez fueron envenenados pasajeramente con "burundanga". ( regresar14)

15 Véase el artículo de Sylvia Broadbent, 1974. (regresar15)

16 La "Calle de Pueblo Viejo". Martínez, 1976: cap. 2. (regresar16)

17 Demetrio Ramos Pérez, 1983. (regresar17)

18 Sólo un documento dice que el Real instalado en Teusaquillo era ya una ciudad; bien pudo haber sido compuesto al saber que se acercaban otras huestes, para hacer valer la ocupación del territorio por Quesada. (regresar18)