09 Dic 2006
03 Oct 2006
La historia parece sacada de una novela del Philip K. Dick más desquiciado. Resulta que en 1975, cuando la serie original era ya vieja -las aventuras espaciales de Kirk y Spock sólo sobrevivieron en pantalla tres temporadas por su baja audiencia-, un tal sir JohnWhitmore entró en contacto con Roddenberry, en representación de una organización denominada Laboratorio Nueve (Lab Nine, en inglés). Whitmore, piloto de carreras y adiestrador de ejecutivos -fue después autor de libros de autoayuda-, propuso al creador de Star trek que escribiese un guión televisivo que preparase al género humano para la llegada de los alienígenas a nuestro planeta, que tendría lugar en 1976. El Laboratorio Nueve, explica Sutton, era una organización heredera de la Fundación Tabla Redonda, creada por Puharich en 1948. El grupo se dedicaba a estudiar lo paranormal desde el lado crédulo y, a través de un médium indio llamado Vinod, había establecido contacto telepático en 1952 con unas entidades alienígenas que se identificaban como el Consejo de los Nueve o, simplemente, Los Nueve. Cuando Vinod volvió a su país, Puharich siguió en comunicación con Los Nueve a través de otros mediums, uno de los cuales fue Geller, a quien los misteriosos extraterrestres habrían dotado de sus poderes. Y, cuando el doblacucharas abandonó al parapsicólogo, éste se hizo con los servicios de otros intermediarios psíquicos.
El creador de Star trek tenía fama de desconfiar de las organizaciones religiosas y de ser un escéptico duro acerca de todo lo que rodeaba a los ovnis, aunque estaba convencido de la existencia de fenómenos paranormales como la telepatía, la psicoquinesis y la clarividencia. Inmerso en la resurrección de la serie para la Paramount y con problemas económicos, acabó aceptando una oferta de 25.000 dólares para redactar el guión que los contactados querían. La historia debía basarse en las experiencias del escritor con el Laboratorio Nueve y sus maestros alienígenas. Para ello, Roddenberry se sumergió en otoño de 1975 en el mundo del grupo, asistiendo a sesiones de doblamiento de cucharas y charlando con la médium Phyllis V. Schlemmer para conocer directamente las intenciones de Los Nueve. Así supo que los extraterrestres no querían sembrar el pánico con su llegada y que podrían paralizar a las personas en caso de que fueran a ser agredidos, algo parecido a lo que sucede en la película Ultimátum a la Tierra (1951).
Roddenberry acabó el primer borrador del guión en diciembre de 1975. El relato estaba protagonizado por Jim MacNorth, una especie de alter ego del escritor. La historia no acabó de gustar a los contactados, así que le pidieron que la reescribiera y le dieron otros 25.000 dólares. El creador de Star trek encargó la tarea a su asistente John Povill, cuyo trabajo tampoco agradó a Laboratorio Nueve. Poco después, el proyecto del telefilme se fue definitivamente al garete, según dice Sutton sin dar más detalles. Star trek resucitó en forma de películas de cine -la undécima, Star trek: el comienzo, llegará en 2008- y de series de televisión: Star trek: la nueva generación (1987-1994), Star trek: Espacio Profundo Nueve (1993-1999), Star trek: Voyager (1995-2001) y Star trek: Enterprise. Al Laboratorio Nueve no le fue tan bien: los extraterrestres no llegaron con sus naves en 1976, ni en 1977, ni en 1978, ni...
13 Feb 2006
Todo comenzó cuando Gabriel Naranjo, compadre de Soler y buen amigo de quien escribe estas líneas, rompió una cuchara después de los típicos pases mágicos. La cazoleta cayó ruidosamente sobre la mesa y empezó el espectáculo. Soler tomó el relevo y demostró, durante más de media hora, cómo con habilidad puede hacerse creer a la gente que existen los poderes paranormales. Hizo lo mismo por lo que es famoso Uri Geller desde que abandonó los cabarés de Israel en años 70 para embaucar a periodistas incautos de todo el mundo, aunque no al estadounidense Johnny Carson, ilusionista aficionado. Y es que los que desde el principio le fallaron a Geller fueron los magos, que en seguida se dieron cuenta de que estaban ante uno de los suyos que vendía como poderes mentales trucos de ilusionismo.
Soler tiene un repertorio de doblacucharas que amplía de representación en representación. Lo que vimos ayer en Bilbao miembros y simpatizantes del Círculo Escéptico, como cierre de la primera asamblea anual de la asociación, es un show mucho más completo y trabajado que el de hace años. Es un espectáculo que atrapa a quienes lo ven, como ocurrió con el jefe de sala del restaurante, para quien Soler tuvo que hacer una demostración en exclusiva antes de que abandonáramos el local. Si alguna vez tienen a un mago profesional o aficionado a tiro, no desperdicien la oportunidad: pídanle que duplique las habilidades de Uri Geller. La ilusión persistirá; pero no habrá poderes paranormales de por medio. Como no los hay en nada de lo que hacen el israelí y sus imitadores.
27 Feb 2005
El típico diálogo del dotado con sus seguidores es del siguiente estilo:
-"Hay una referencia en la familia a un payaso o a alguien vestido de payaso", dice Edward mirando al público, a la espera de que alguien se dé por aludido.
-"Tengo un sobrino que se vistió de payaso para Halloween y para su cumpleaños, y vino a enseñárselo a los niños", comenta una mujer.
-"¡Vale! ¿Aún está aquí? ¿Murió?"
-"Sí".
-"¡Vale! Creo que esto es para usted -concluye el médium en referencia al mensaje que presuntamente está recibiendo del Más Allá-. ¿Quién es la mujer que falleció por cáncer de pulmón o pecho?"
-"Mi hermana".
-"¡Vale! ¿El marido también está aquí?"
-"No; era soltera".
-"¿Su marido ha fallecido?"
-"Sí".
-"Porque me dice que está con el marido. ¡Bien! Hay una conexión con el marido. Tengo que identificar a Frank o Fran..."
Edward pregunta y pregunta, cubriendo todas las posibilidades -"¿Aún está aquí? ¿Murió?"-, pasa rápido sobre los errores -la soltería de la hermana-, se aprovecha de la información que le da su interlocutor cuando le pregunta directamente -"¿Su marido ha fallecido?"- y sigue sacando generalidades con las que cualquiera puede identificarse. Así, lanza al auditorio, compuesto por alrededor de un centenar de personas, cuestiones tan concretas como si alguien conoce a una Ellen o le pregunta a una mujer si le dice algo una A como inicial de un conocido. Conocido quiere decir desde el marido hasta el portero de la finca de un tío abuelo, y puede estar en el estudio o no, vivo o muerto hace tiempo. Así, ¿quién puede fallar? Basta ver uno de los episodios de Cruzando al Más Allá para detectar esas burdas trampas, las mismas que practican todos los adivinos, desde el prestigioso que consultan reyes y empresarios hasta el de medio pelo de un canal de televisión local.
La técnica se conoce como lectura fría y permite hacer creer a un individuo que uno sabe de él algo que en realidad no sabe, a partir de lo que el mismo sujeto dice, de su aspecto y de generalizaciones que encajan como anillo al dedo en el 99% de la gente. Esto último es lo que hacen todos los fabricantes de horóscopos, sea Leonor Alazraki en El País o Julio Antonio López en Más Allá. Siempre es la misma estafa, el mismo engaño, el mismo fraude. Se trata de prendas de talla universal que se adaptan a cualquiera gracias a frases como: hace todo lo posible por llevarse bien con los demás, pero no puede evitar algunos arrebatos cuando le sacan de sus cabales; sus parientes y amigos le tienen en alta consideración y suelen pedirle ayuda, algo a lo que únicamente se niega por fuerza mayor...
En su libro The skeptic's guide to the paranormal (2004), Lynne Kelly resume en qué consiste la técnica. "Para tener éxito con la lectura fría, todo lo que usted necesita hacer es dos cosas fundamentalmente: contar a la gente que es humana -todos somos más iguales que diferentes- e incorporar lo que ellos le cuentan, verbal o no verbalmente, a su discurso como si fuera parte de la revelación", explica la escéptica australiana. Si se fijan, es lo que hace Edward en el diálogo anterior, en el que formula un gran número de afirmaciones en muy poco tiempo. Michael Shermer ha llegado a contar casi una aseveración por segundo durante el primer minuto de emisión de un episodio del show. "Piensen en ello: en un minuto Edward dispara sesenta nombres, colores, fechas, enfermedades, condiciones, situaciones, parientes y otros. Va tan rápido que tienes que parar la cinta, rebobinar y volver a escucharlo para poder seguirle", indica el director de la Skeptic Magazine en un artículo sobre Cruzando al Más Allá. A la hora de ver los seis espacios que tengo grabados, he hecho lo que dice Shermer en muchas ocasiones. Es la mejor manera de comprobar que el dotado acierta muy poco y que la mayor parte de las veces es la gente la que le da una respuesta de la que luego él se apropia.
Parece, no obstante, que el éxito de Edward no se basa únicamente en la lectura fría y que no es cierta la sentencia con la que se abre cada una de las entregas del show: "Lo que están a punto de ver es real. John Edward no conoce ningún dato sobre las personas con las que va a conversar". Leon Jaroff, periodista y miembro del Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal (CSICOP), se hizo eco, en marzo de 2001 en un artículo en Time, del testimonio de un hombre, Michael O'Neill, que asistó al programa y comprobó que, durante la larga espera antes de entrar en el estudio, los ayudantes del médium se mezclaban con los invitados, conversaban con ellos y les hacían rellenar tarjetas con su nombre y arbol genealógico. Según O'Neill, en contra de lo que parece en la tele, el programa tiene detrás una concienzuda labor de montaje en la que se eliminan muchos fallos de Edward y se presentan como aciertos videncias que no lo son. Joe Nickell ha revelado, además, en The Skeptical Inquirer que el presunto dotado fue cazado en el programa Dateline cuando intentó colar como un mensaje de ultratumba lo que una persona le había contado antes.
John Edward es un tipo cachas bajo cuyo aspecto bonachón se oculta un desaprensivo, un sinvergüenza que juega con uno de los sentimientos más nobles del ser humano: el cariño por sus muertos. Ver Cruzando el Más Allá exige, por eso, tener un estómago a prueba de bomba. Lo bueno es que desmontarlo con el mando a distancia puede abrir a mucha gente los ojos sobre los manejos de los estafadores del futuro y del Más Allá, usen bola de cristal, cartas de tarot, ouija o cualquier otro artilugio de feria.
28 Ene 2004
15 Jul 2003
Gabriel Naranjo difícilmente olvidará el milagro que Mark Plummer, un gigantón australiano, hizo ante sus ojos en mayo de 1987. A los postres de una cena en una cafetería de San Sebastián, Plummer pidió a uno de los comensales que sujetara una cuchara por los extremos con las manos mientras él frotaba con dos dedos el cuello del cubierto e intentaba reblandecerlo mentalmente. Segundos después, la cuchara se doblaba como si fuera de mantequilla. Naranjo, un vecino de Berriz preocupado por el avance de la charlatanería, aprendió aquella noche el truco que practica en cualquier cita gastronómica a la menor oportunidad, para terror de los camareros.
"Si aprende a engañar a los demás, estará mejor preparado para descubrir la palabrería de los vendedores de ilusiones que intentan persuadirle de sus conocimientos fuera de lo común, tanto en el ámbito de la salud como en el de la vida sentimental o la política", dicen Georges Charpak y Henri Broch en Conviértase en brujo, conviértase en sabio (Ediciones B), obra que llegó en febrero a las librerías españolas. Naranjo está convencido de que quien sabe torcer cucharas y llaves con 'el poder de la mente' no sólo deja de tragarse los cuentos de Uri Geller y compañía, sino que además, siempre que presencia un milagro, se pregunta irremediablemente dónde está el truco.
Explotar la ignorancia
Charpak, premio Nobel de Física de 1992, y Broch, profesor de esa disciplina en la Universidad de Niza-Sophia Antipolis, han escrito un divertido y profundo alegato contra la superchería, del que en Francia se han vendido más de 300.000 ejemplares. "Sólo deseamos comentar algunas experiencias de brujería banal practicadas alegremente en familia y mostrar de este modo cómo engañan algunos brujos modernos al pobre mundo", argumentan. Persiguen en realidad un fin más elevado, ya que creen que lo que está en riesgo es la esencia de la democracia, como advirtió Carl Sagan en El mundo y sus demonios.
Los autores de Conviértase en brujo, conviértase en sabio sienten el mismo "gran respeto" por la salud del planeta que por los auténticos prestidigitadores, los que no venden su destreza como un misterioso poder, sino como una habilidad. Y el mismo desprecio por los embaucadores del misterio que por quienes desde grupos de presión sacrifican la verdad en el altar del alarmismo. Parten de que "una sociedad verdaderamente democrática presupone necesariamente ciudadanos plenamente aptos para la reflexión" y que, por ello, resulta grave que el espíritu crítico se encuentre "ahogado por la credulidad". No les inquieta que la gente se preocupe por la nocividad de fuentes de energía o de ciertos inventos -"nos parece lógico, y en el fondo tranquilizador"-, sino "ver cómo dirigentes más o menos bienintencionados explotan su ignorancia y sus miedos para conducirlos a tomar decisiones quizá catastróficas para el planeta".
Un ejemplo de esa explotación de la ignorancia "como un potente incentivo político" ha sido, para los físicos franceses, el caso del uranio empobrecido usado en bombas en la guerra del Golfo y en Kosovo. Se han gastado millones de euros en analizar los efectos nocivos de un material cuya radiactividad es "inferior a la que se respira a cuatro patas sobre la hierba con la nariz pegada a las flores del campo, a causa de un gas radiactivo natural, el radón, que acompaña la desintegración natural del uranio presente en toda la corteza terrestre y en muchas casas". No citan episodios similares que vienen automáticamente a la mente del lector, como la satanización de los microondas, los móviles y las antenas de telefonía.
Asombrar a los amigos
Georges Charpak y Henri Broch explican varias de las artimañanas de los doblacucharas, telépatas, profetas, videntes y astrólogos que han invadido el universo audiovisual, en algunos casos en incumplimiento de la directiva europea de televisión sin fronteras (Directiva 89/552/CEE). La norma considera "ilícitas la publicidad y la televenta que inciten a la violencia o a comportamientos antisociales, que apelen al miedo o a la superstición".
Transmitir información telepáticamente, atravesarse la lengua con una aguja y que ni le duela ni quede marca, caminar descalzo sobre brasas y elaborar horóscopos son algunos de los trucos que aprenden cada año los 350 estudiantes de ciencias que se apuntan a los cursos de pensamiento crítico que imparte Broch en el Laboratorio Escéptico de la Universidad de Niza. Los físicos se los enseñan al lector para asombrar a sus amistades, y algo más. "Es necesario haber participado uno mismo en ciertas escenificaciones para ver hasta dónde puede llegar la credulidad humana".
El éxito de los brujos se cimenta en hacernos ver lo que quieren que veamos. Gabriel Naranjo, cofundador de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, convence a sus compañeros de mesa de que la cuchara que va a torcer está intacta, como cuando salió de fábrica. Sólo lo parece. Mientras su interlocutor sujeta la pieza por los extremos, él la agarra por el cuello con el índice y el pulgar. Tira hacia arriba y hacia abajo con fuerza -no la suficiente para romperla-, y la cuchara se dobla y acaba por partirse. ¿Milagro? No, en realidad estaba casi rota desde el principio.
"Hay muchos magos que se pasan al lado oscuro"
Son dos caras de la misma moneda. "Hay muchos magos que se pasan al lado oscuro y usan los secretos del ilusionismo para engañar y no para crear ilusión", dice Jorge Blass. Capaz de hacer aparecer de la nada una bola de bolos, el joven ilusionista madrileño reconoce que no han faltado quienes le han preguntado en alguna ocasión si tiene poderes sobrenaturales. No sólo carece de ellos, sino que además es escéptico respecto a su existencia. "No creo en lo paranormal".
Tampoco José Luis Ballesteros cree en la telepatía, la adivinación, la telequinesis, ni cosas parecidas. "Ni como ilusionista ni como persona". Retirado de la magia desde 1988, se dedicó durante un tiempo a la caza de magos disfrazados de psíquicos, como asesor de la Sociedad Española de Parapsicología, cuyo presidente, Ramos Perera, desenmascaró a Uri Geller en 1975 en un libro hoy imposible de encontrar. "Geller no tiene poderes; es un ilusionista -afirma Ballesteros-. Cada uno tiene derecho a montarse la vida como quiera siempre que no perjudique a terceros, como hacen los curanderos".
"Puedo repetir todos los efectos de Uri Geller", afirma Blass, antes de recordar que quien lo hizo hace casi treinta años fue su colega. Ballesteros viajó por toda España con Perera, haciendo demostraciones de sus poderes. Incluso apareció dos veces en Más Allá, el programa de televisión de Fernando Jiménez del Oso, donde dejó claro que un ilusionista puede pasar por un dotado en cuanto quiere y no hay un colega cerca. "A un ilusionista es muy difícil que se la den", apunta Blass. La historia de lo paranormal está llena de dotados cuyos poderes se esfuman en cuanto entra en la sala un mago.
Adivinar el 'gordo'
Ballesteros es, como Anthony Blake, mentalista. Practica la rama del ilusionismo que consiste en simular poderes paranormales. Es capaz de adivinar el nombre de alguien del público, el titular de mañana del periódico, el número agraciado con el gordo... En 1982, hizo lo mismo que Blake hace dos meses, pero con el resultado del mundial de fútbol de España. Con notario, sobre sellado -"yo estaba a distancia cuando se abrió"- y caja fuerte de por medio, su 'vaticinio' se cumplió. "Se puede hacer de muchas maneras", confiesa. "Es un juego de ilusionismo clásico", dice Blass.
El joven no duda de que todo lo que hacen los torcedores de cubiertos y demás brujos "son juegos de magia, aunque algunos los presenten como hazañas mentales". "Un ilusionista es una persona que realiza efectos aparentemente sobrenaturales a través de medios naturales que no son del conocimiento del común de los mortales", explica Ballesteros.
Embaucadores domésticos
Era un desconocido en España hasta que en 1975 dobló cucharas y arregló relojes en Televisión Española junto a José María Íñigo. Nada parecido a lo que ocurrió en Estados Unidos, donde los poderes paranormales de Uri Geller se desvanecieron en The Tonight show de Johnny Carson. El presentador, ilusionista aficionado, controló tan estrechamente al dotado que éste no pudo hacer ningún truco.
Porque Geller tiene sus bestias negras: los magos. Son capaces de duplicar todos y cada uno de sus poderes. Lo demostró el ilusionista y cazador de charlatanes James Randi en 1973 en la sede de la revista Time, cuyo redactor científico, Leon Jaroff, escribió después que estaba claro que, para hacer los prodigios de Geller, "sólo eran necesarias unas manos rápidas y psicología". Dotes que antes habían llevado al psíquico a actuar como mago en Israel.
Hay varios métodos para doblar cucharas milagrosamente. Algunos magos las preparan antes de salir a escena. Cabe pensar que es lo que hace Uri Geller, quien se negó a torcerlas ante las cámaras de la televisión vasca el 12 de noviembre de 1987 -también esta vez invitado por Íñigo- porque se había dejado su juego de cubiertos en el hotel. Un buen ilusionista habría improvisado con una cuchara cualquiera, aunque, si hubiera contado con una cuchara hecha de un metal con memoria, no habría tenido que correr ningún riesgo.
Félix Ares, presidente de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico y director del museo de la ciencia de San Sebastián, lleva desde hace años una cucharilla en un bolsillo. Cuando pide un café y la mete para revolver el azúcar, el cubierto languidece hasta formar una U. Es de nitinol, una aleación de níquel y titanio, con memoria. Su forma original es la doblada y, cuando la temperatura asciende hasta un punto crítico, la cucharilla la recupera. Por eso se tuerce sola con el calor del café.
Doblar una llave es algo que puede hacerse contra algo, aunque también con una sola mano. Pruebe a hacer lo último antes de seguir leyendo. A primera vista, parece complicado y hasta imposible: la llave es muy dura. ¿Demasiado? No. Basta con tener en la mano otra llave con un agujero generoso para ponerla en el llavero. Se mete por él la parte inferior de la llave a torcer, se hace palanca y ya está.
Pare su corazón a voluntad
Atravesarse la lengua con una aguja es cosa de niños, siempre que la aguja tenga, como los cuchillos que se clavan en la cabeza los payasos, una parte con forma de U en la que meter la lengua para que parezca ensartada. Cuénteselo a sus amigos, al tiempo que les advierte de que puede controlar su corazón hasta pararlo. No le creerán. Dígales entonces que elijan a uno de ellos para comprobarlo.
Pida silencio -recuérdeles que en la demostración corre peligro su vida- y extienda el brazo izquierdo para que el elegido le controle el pulso. Tras unos segundos, su pulso desaparecerá. Un minuto después, volverá, momento en el que usted se desplomará teatralmente agotado en el sofá más próximo. ¿Increíble? No.
El prodigio únicamente exige una pelota de goma colocada en la axila y apretarla con la fuerza suficiente para que presione la arteria hasta que se interrumpan las pulsaciones. El resto del efecto es producto de la falsa identificación popular entre el pulso tomado en la muñeca y el latido cardiaco.
El libro
Conviértase en brujo, conviértase en sabio es una obra de Georges Charpak, premio Nobel de Física, y Henri Broch, de la Universidad de Niza-Sophia Antipolis. En Francia se han vendido más de 300.000 ejemplares del libro, el tercero de Broch publicado en España, después de La misteriosa pirámide de Falicón (1976) y Los fenómenos paranormales (1985).
Publicado originalmente en El Correo.
22 Jun 2003
Publicado originalmente en Muy Especial.
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magonia
Luis Alfonso GámezUna ventana crítica al mundo del misterio
Para contactar con el autor:
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