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25/12/2007

El retorno triunfal del español a las Filipinas

No hubiese podido hacer un anuncio más feliz la presidenta Gloria Macapagal Arroyo: el español como acto de habla y escritura regresará a Filipinas a través de la enseñanza escolar y con el apoyo del mismo Estado asiático. Vuelve la lengua de Cervantes de donde nunca debió irse pues, no obstante su proscripción por los norteamericanos durante casi cuarenta años desde el inicio del siglo XX y su marginalidad provocada desde la independencia del archipiélago en 1946. Lo cierto es que en ese período el español permaneció como parte de la cultura hispanolatina universal en el alma de ese pueblo en el oriente extremo. Ese es el cordón umbilical que une a los filipinos con los iberoamericanos en el inicio de este siglo XXI y allí reside también toda la importancia de la lengua castellana para la presencia y expansión cultural y comercial en curso de los latinoamericanos en el Asia.

Por Néstor Díaz Videla (aresprensa.com)

En su reciente visita de Estado a España -primera semana de diciembre- la presidenta Gloria Macapagal Arroyo hizo el anuncio que las agencias de noticias transmitieron como un contundente hecho de la política filipina: la lengua española vuelve a la educación de ese país, alentada por España y, acompañada, de manera indirecta aunque firme por la voluntad de más de 400 millones de hispanoparlantes en el mundo. El discurso de la mandataria -hija del también presidente filipino Diosdado Macapagal (1961-1965)- fue menos contundente al respecto, pero mantiene viva la esperanza del extenso mundo de habla española por un renacimiento y expansión de su lengua madre en la nación asiática.

La jefa del Ejecutivo de Manila dijo que había dado órdenes al ministerio de educación de su país para que se dispusieran medidas dirigidas a "promover la enseñanza del español en las escuelas e instituciones de educación" en los distintos niveles y modalidades de preparación formal. La mandataria advirtió que esperaba la colaboración del gobierno de Madrid en el empeño.

En paralelo con el anuncio, está circulando por el universo hispano la información extraoficial de que, en enero de 2008, se oficializaría la decisión de reintroducir la lengua española en la educación formal del archipiélago. Ese es el primer paso -el fundamental- para una futura reoficialización posible del habla de Cervantes, en un país que se formó espiritual y políticamente bajo orientación española pero, en la práctica concreta, desde el virreinato de Nueva España. Vale decir: México.

La lengua española fue proscrita por la autoridad norteamericana que puso punto final al Imperio en el Pacífico y el Caribe, en 1898. Desde principios del siglo XX y hasta la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, el uso de la lengua ibérica fue una forma de resistencia a la presencia de los Estados Unidos en las islas.

En la segunda mitad del siglo, posterior a la derrota del Japón y su corta presencia en Filipinas, el uso del español declinó de manera vertical con la voluntad indirecta, o abierta, de la nueva élite filipina, ya educada en inglés. No obstante, siguió siendo una de las tres lenguas oficiales del país hasta la década de los años 70, cuando el gobierno de Ferdinando Marcos la marginó como forma de expresión del Estado. Después, en 1987, la presidenta Corazón Aquino, mediante reforma constitucional, desplazó al español de la educación formal.

Esquizofrenia cultural

Todos estos antecedentes contranatura de las tradiciones y la forma de expresión de un pueblo como el filipino, conformado en su sensibilidad por la mentalidad hispanolatina explican, en parte, este reencuentro posible del país asiático, anunciado por Macapagal Arroyo, con el habla castellana y con el Continente latinoamericano. En efecto, la visión de mundo, la sensibilidad y la racionalidad en la relación con su entorno y en el manejo del tiempo y el espacio de los filipinos está anclada en dos mundos: el Asia por un lado y la racionalidad occidental en su particularidad hispana por el otro. Nunca esa mentalidad ha estado vinculada con la mirada de mundo sajona, ello aun a despecho de la imposición a martillazos del inglés. Esto último, incluso, en la intención de injertar la precariedad de la gramática inglesa al tagalo, la lengua nacional de Filipinas.

La esquizofrenia cultural colectiva frente al universo hispano, que generó la política lingüística de Estados Unidos en Filipinas, puede comenzar a restañarse con la recuperación de la lengua española a través de las escuelas filipinas y un posterior avance de su enseñanza en parte de las asignaturas de los programas educativos, en sus distintos niveles: primarios, secundarios y superiores. En particular, en aquellas materias vinculadas con la historia y las ciencias sociales.

Tan sólo así Filipinas, con políticas de Estado fuertes y de largo plazo, se podrá reconstruir el tejido cultural desarticulado y roto durante casi un siglo. Eso abriría un escenario viable para que, en dos generaciones, los filipinos puedan enriquecer más aún su patrimonio cultural y determinar de manera libre su habla para ligarse con el mundo, sin odiosas marginaciones lingüísticas. En la actualidad, los estudios universitarios de quienes aspiren a ser historiadores en Filipinas exigen una obligatoria proficiencia en español. No puede ser de otra manera, un ochenta por ciento de los documentos de la historia filipina están escritos en español. Esta nueva instancia que abre la administración de Macapagal Arroyo, permite pensar en la reconstrucción del puente con América Latina, actualmente quebrado por la historia

La marginación radical del español en Filipinas, en apariencia definitiva, que generaron las medidas de los gobiernos de Marcos y Aquino en los años 70 y 80 -afirmativas de la esquizofrenia indicada- se produjo en momentos en que el universo hispano y su lengua se afirmaban en el mundo como segundo idioma moderno de uso extendido. Este fenómeno global de ensanche lingüístico incontenible del español ha incluido a los Estados Unidos, su verdugo inicial en Filipinas.

En el año 2005, el Brasil introdujo la obligatoriedad de su enseñanza en todo el espectro educativo y eso sumará, en una generación, otros doscientos millones de hablantes, lo que conformará en el tiempo venidero inmediato un total superior a los setecientos millones de seres humanos que podrán comunicarse en español. Puerto Rico nunca dejó de hablar y expresar su universo vital en lengua hispana, aun cuando desde 1898 hasta hoy, siguió como en Filipinas con imposición del inglés.

Aunque en el caso de la isla caribeña se mantuvo el vínculo de soberanía con los Estados Unidos, lo cierto es que los portorriqueños jamás han aceptado reemplazar al español por el inglés y mantienen a este último como una herramienta de apoyo y trabajo que amplía las posibilidades de la gente en términos de relación global, sin sacrificio del español para el uso diario, político y cultural.

GEOPOLÍTICA Y COYUNTURA

Además de las razones antropológicas ya señaladas, existen otros motivos de tipo empírico y de coyuntura que argumentan la decisión del gobierno de Macapagal Arroyo, en favor de la lengua española. El requerimiento del Estado filipino para ingresar a la comunidad de países iberoamericanos (CEI) tiene una exigencia estratégica: las lenguas básicas de este grupo de países son el español y el portugués. Por eso, por ejemplo, Timor Oriental está en condiciones de acceder a esta comunidad, ya que su idioma oficial es lusitano.

Las posibilidades de Filipinas estarían limitadas para su ingreso a la CEI, mientras el nexo con la lengua y la espiritualidad hispana continuase roto, tal como lo terminaron de romper Ferdinando Marcos y Corazón Aquino. Esa restricción le ha puesto cortapisas a Filipinas para la apertura y el acceso actual a mercados potenciales de casi seiscientos millones de personas, en más de 20 países y tres Continentes. Además, le cancelaría a Manila la posibilidad de ser el punto natural de apoyo entre Latinoamérica y el Asia.

La Universidad Sergio Arboleda, en Bogotá Colombia, comenzará a desarrollar en 2008 y durante tres años, una macroinvestigación sobre el potencial de Filipinas para la apertura de mercados latinoamericanos en el Asia, a partir de las afinidades lingüísticas, históricas y culturales. El proyecto está previsto para desplegarse en Red de Investigación que comprometería a varios países y universidades en América Latina. Ese único ejemplo hace evidente la importancia inmediata y futura de la decisión adoptada por el gobierno de Macapagal Arroyo.

Por otro lado, las exigencias laborales de los jóvenes filipinos están presionando por el uso del español, junto con el inglés ya incorporado, para aspirar a mejores condiciones salariales. Esto señala que, para Filipinas, la recuperación de la lengua española -presente en sus tradiciones, manera de ser y dialectos locales- es un potencial de riqueza, en tanto que su desaparición definitiva es un factor de prolongación de la pobreza.

Existe en Filipinas una lengua derivada, convertida en un habla criolla del español, llamada chavacano. Es expresión colectiva, en especial, de la ciudad sureña de Zamboanga, aunque de forma marginal también es la manera de comunicarse en otros puntos de Filipinas, como Cavite, e incluso en Sabah, en Malasia. Unos seiscientos mil filipinos hablan chavacano, en tanto que el Instituto Cervantes de Manila estima que más de dos millones de personas tienen al español como lengua materna o secundaria en el archipiélago. Esto hace suponer que, en la actualidad, unos tres millones de filipinos se expresan en español o, al menos, lo comprenden.

Las estadísticas oficiales, hasta hace poco tiempo, indicaban que sólo unos pocos miles de filipinos se expresaban en la lengua de Cervantes. Esto ha sido señalado como otra de las evidencias de la conspiración permanente que enfrentó el idioma español en las islas asiáticas. La presidenta Macapagal tuvo el carácter de afrontar en una misma semana dos desafíos: un intento de golpe militar y el ir contra una solapada corriente que, con certeza, se sigue oponiendo al retorno de la lingua franca histórica del país: el español. Eso pone de relieve que es una mujer de temperamento, con la misma reciedumbre del espíritu hispano, capaz de ser universal sin apartarse de los intereses locales. Ha demostrado ser una mujer con los pantalones bien amarrados.

Gloria Macapagal Arroyo es integrante de la Academia Filipina de la Lengua Española y, según informaron en su momento algunos de sus miembros, había un compromiso político de la campaña presidencial que la llevó al Palacio de Malacañáng: el reimplantar en el archipiélago la lengua de Castilla que, de manera pionera, fue instrumento de consolidación y unidad nacional, además de haber sido herramienta para la comunicación oficial con el mundo de sus próceres fundacionales, José Rizal, Andrés Bonifacio y Emilio Aguinaldo, entre otros

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