Hay hombres que nacen bajo el signo
de las para dojas. Hablo de un cubano que no nació en Cuba; de
un ciudadano de paz, que apostó por la guerra; de una personalidad
pesimista que transmitió optimismo; y que es más conocido
por su segundo apellido, que no era el materno.
Este personaje posee otra singularidad. En nuestro país, donde
cualquiera se consideraba y considera- apto para desempeñar
la primera magistratura, no ambicionó la presidencia de la República;
aunque ocupó el cargo durante seis horas.
Periodista, escritor, diplomático y político, Manuel Márquez
Sterling nació el 28 de agosto de 1872 en Lima, Perú,
bajo el pabellón de la República de Cuba en Armas, pues
su padre era delegado mambí en ese país sudamericano.
Su madre se nombraba Belén Loret de Mola, por lo que en una época
nuestro personaje escribió bajo el seudónimo de M.M.M¸
después optó por el nombre de su progenitor.
Debutó en el periodismo a los 16 años en El Pueblo
y El Camagüeyano, como Manuel Márquez Mola.
En 1893 escribe para La Habana Elegante, El Diario
del Hogar, entre otras publicaciones.
Conoció a José Martí, y en 1895 declaró
en España: Estoy por la independencia de Cuba, y como no
hay otro medio posible para lograrla, estoy por la guerra. Regresa
a La Habana. Cuando va a ser arrestado por separatista, parte a México,
y después a los Estados Unidos.
Trabajó como secretario de Gonzalo de Quesada, cuando éste
era comisionado de Cuba en Washington. Regresó a la Patria durante
la intervención norteamericana, y colaboró con La
Verdad, El Fígaro; y figura en 1901 entre los
fundadores de El Mundo.
Después laboró en La Nación, La
Lucha y el Heraldo de Cuba.
Escribió 15 libros sobre temas diversos: crítica política
y literaria, ajedrez e historia. Analizó, a veces apasionado
y mordaz; otras, con juicio sereno y profundo, la corrupción
de la administración pública. Es fácil gobernar
a un pueblo; pero es difícil gobernar a los gobernantes. A los
gobernantes los gobierna el deber, los gobierna el amor al progreso,
los gobierna el escrúpulo en la interpretación de las
leyes, en la adopción de los mejores y los más limpios
métodos administrativos, escribió el 12 de septiembre
de l916.
René Lufríu, amigo de Márquez Sterling, refirió:
Él, pesimista por temperamento, yo, optimista por hábito,
eslabonábamos el diálogo, situándonos en posiciones
inversas, contradictorias con nuestras propias modalidades. Discutían
sobre la injerencia extranjera, y Don Manuel proponía la solución;
renunciando a su esencia, para dejarnos su presencia. Años antes
había sentenciado: El mal existe, lo que es necesario
es hacer el bien.
Al caer la dictadura de Gerardo Machado, a la que Don Manuel se opuso,
vino un período de inestabilidad republicana. Uno de sus climax
fue el 17 de enero de 1934. El presidente Carlos Hevia había
renunciado por las presiones del coronel Fulgencio Batista. Un vacío
de poder hubiera significado el naufragio de la República. Márquez
Sterling, Secretario de Estado, para evitarlo, aceptó una fórmula:
a las 6 y 10 de la mañana ocupó la primera magistratura,
y al mediodía traspasó el poder a Carlos Mendieta Montefur.
La obra política e intelectual de Márquez Sterling se
destacó por combatir la Enmienda Platt desde los inicios de ésta.
Hasta que, como embajador en Washington, firmó el 29 de mayo
de 1934 el tratado que derogó aquel texto que cercenara nuestra
soberanía durante más de tres décadas; aunque,
como una sombra plattista, continúe la Base Naval de Guantánamo.
Después de rubricar aquel documento, dijo a su secretario personal:
Ya puedo morir tranquilo.
Don Manuel falleció el 9 de diciembre de aquel año . En
1943, la Escuela Profesional de Periodismo, la primera de Cuba, adoptó
su nombre.
Pero la historia de un país no es sólo un cúmulo
de personajes, fechas y anécdotas. Tampoco sus omisiones por
motivos ideológicos. Márquez Sterling sabía que
es la experiencia de la nación, para que sus ciudadanos no cometan
los mismos yerros y superen los éxitos. Por eso, desconocerla
es una irresponsabilidad cívica; mutilarla y tergiversarla, un
crimen de lesa patria.
|
El secretario
de Estado de Estados Unidos, Cordell Hull (de pie), y el embajador
de Cuba en Washington,
Márquez Sterling (sentado), firman en representación
de sus respectivos países,
el Tratado de Relaciones de 1934, por el que se derogó
la Enmienda Platt.
|
Muchos historiadores radicados en Cuba han afirmado, durante las últimas
cuatro décadas, que la República antes de 1959 merece
un apellido: Mediatizada. Exageran los errores y ocultan
los aciertos. Algunos, residentes en el exilio, la idealizan. Monseñor
Carlos Manuel de Céspedes emitió, recientemente, un criterio
que considero más objetivo: Ni angélica ni diabólica;
humana.
Márquez Sterling no confundió como otros confundieron
y confunden- la ética con la ética social, lo cívico
con lo cínico. Su integridad ciudadana y profesional; patriótica,
no patriotera, es un ejemplo para estos tiempos. La carencia de libertades
genera la doble (in)moral, que amenaza con tornarse en una actitud endémica
a un siglo de instaurada la República.
Lo extranjero se torna celestial. Visas y divisas son consideradas palabras
divinas: abren las puertas de un Edén carnal o profesional. Emigrar
es sinónimo de esperanza, como si esta isla no hubiera sido la
tierra de promisión para miles de inmigrantes. Y tal vez el pecado
mayor: para muchos, delinquir es el talante del sobreviviente. ¿Habrá
nacido Cuba bajo el signo de las paradojas?.
Manuel Márquez Sterling, como un profeta criollo, nos legó
un mensaje, un mandamiento:Contra la injerencia extraña,
la virtud doméstica.
Bibliografía:
-Doctrina de la República. La Habana, 1937. Recopilación
de textos periodísticos de Márquez Sterling, con prólogo
de René Lufríu.
-Historia de la Nación Cubana. La Habana, 1952. Publicada bajo
la dirección de Ramiro Guerra y Sánchez, José M.
Pérez Cabrera, Juan J. Remos y Emeterio Santovenia.
-Antología de Periodistas Cubanos. La Habana, 1943. Por Rafael
Soto Paz.
-Proceso Histórico de la Enmienda Platt (1897-1934). La Habana,
1941, por Manuel Márquez Sterling. (Obra póstuma concluida
por su hijo) con prólogo de René Lufríu.
-Palabra Nueva Nº. 104. Enero del 2002. Revista de la Arquidiócesis
de La Habana.
|
10 de
Octubre. 1868 - 2002. (Viñeta de Feliscindo González
)
|