En
el cementerio Cristóbal Colón no se descansa
La necrópolis de La
Habana, una de las mayores del mundo, se ha convertido
en territorio de profanadores y ladrones, mientras
las autoridades hacen poco por remediarlo. Esta
situación es para muchos fiel reflejo de
la degradación de la sociedad cubana
No sólo profanan las tumbas
y roban los adornos, sino que asaltan a los turistas
que pasean por el camposanto
Carmen Muñoz. ABC,
España, 29 de enero de 2006.
MADRID. Si hay un lugar en La Habana que refleje
la llegada de la revolución y sus consecuencias
en la sociedad cubana, ese lugar es el cementerio
Cristóbal Colón. La que aseguran
que es la mayor necrópolis de América
y una de las más majestuosas del mundo
por su riqueza arquitectónica y escultórica
sufre, sobre todo en los últimos tres lustros,
los robos y profanaciones de sus sepulturas, sin
que las autoridades cubanas ofrezcan suficientes
remedios para evitarlos.
Palabra Nueva, la revista de la archidiócesis
de La Habana, ponía el dedo en la llaga
el pasado noviembre en un documentado reportaje
donde relataba cómo durante la década
de los años sesenta la Iglesia católica
dejó de administrar el camposanto, que
pasó a manos del Estado. En esa época
coincidió que muchas familias burguesas
dejaron la isla, sus panteones y capillas quedaron
abandonados, y que el ateísmo se extendió
por la sociedad.
Desde entonces "casi ningún panteón
ha escapado a la barbarie; ya no falta nada por
robar", resumió un portavoz religioso
del cementerio habanero, en conversación
telefónica con ABC. El ultraje a la memoria
de miles de personas sepultadas en las 56 hectáreas
de la necrópolis, declarada monumento nacional
y plagada de leyendas, ocurre con mayor regularidad
en los últimos diez años, según
el testimonio de este religioso que prefirió
mantener el anonimato. No sólo las tumbas
son profanadas y los adornos robados, sino que
agregó que también los turistas
que pasean por sus calles diseñadas como
un campamento militar romano son víctimas
de los ladrones.
Desde próceres de la patria, intelectuales,
empresarios, aristócratas isleños,
políticos, religiosos, hasta el cubano
más humilde están enterrados en
este cementerio construido entre 1871 y 1886,
en el que no faltan los españoles. Entre
el general Máximo Gómez, el escritor
Alejo Carpentier o los padres de José Martí,
quedaron sepultados gallegos, catalanes, asturianos
canarios o vascos y sus descendientes. El monumento
de los oriundos de Ortigueira (La Coruña)
es el más impresionante de estas comunidades.
Tampoco los panteones de los españoles
han escapado al vandalismo. Mientras por el teléfono
se oía el repicar de las campanas, el religioso
explicaba que recientemente han tenido que restaurar
en dos ocasiones la Virgen de Covadonga del monumento
de los asturianos.
Una de las profanaciones que más ha impactado
al religioso es la ocurrida hace más un
año en el panteón de las carmelitas.
"Los huesos aparecieron desperdigados por
el suelo y se llevaron muchos de ellos".
Los delincuentes no buscaban precisamente alhajas
entre los restos de las monjas. Mientras una de
las causas de este fenómeno es la lucrativa,
los expertos consultados señalaron también
a las religiones paganas. "La secta conocida
como "los paleros", descendiente de
las religiones africanas, utiliza calaveras para
sus ritos y paga a quien se las consiga",
subrayó el trabajador de este cementerio,
que ahora depende de los Servicios Necrológicos
de la Dirección Provincial de Servicios
Comunales del Poder Popular.
"En casi todo Cuba"
Monseñor Ramón Suárez Polcari,
vicario de la Archidiócesis de La Habana,
también apuntó a quienes "buscan
prendas en las tumbas y a las religiones afrocubanas,
no la santería como tal". Suárez
Polcari, que además es canciller de la
diócesis de La Habana, párroco de
la Iglesia de la Milagrosa y experto en religiones
afrocaribeñas, aseguró a este periódico
que aunque el panteón de su familia en
la necrópolis habanera no ha sido profanado,
conocía esta "dolorosa y difícil"
situación que ocurre en "casi toda
Cuba". Nombró a Madruga, un pueblo
del centrooeste de la provincia de La Habana,
donde no hace mucho aparecieron tumbas abiertas
y cadáveres profanados. Monseñor
Suárez Polcari recordó también
que en un acto con motivo del centenario de la
inauguración de la necrópolis, el
director de la Oficina del Historiador de la Ciudad
de La Habana, Eusebio Leal, "habló
fuerte sobre esta situación, en la línea
ética de lo que significaba para las familias,
lo que no le gustó nada al administrador
del cementerio". ABC se ha puesto en contacto
varias veces con la Oficina del Historiador, pero
no ha recibido ninguna respuesta de Eusebio Leal.
En los últimos tiempos, los responsables
del camposanto han reforzado la vigilancia, aunque
parece que con poco éxito. "Han puesto
más vigilantes, pero no vigilan, nadie
ve ni oye nada", remató el portavoz
religioso del cementerio Colón.
El opositor Oswaldo Payá Sardiñas,
líder del Movimiento Cristiano Liberación,
también ha sido testigo directo de este
deterioro y abandono cuando ha tenido que asistir
a algún sepelio o a visitar la tumba de
un familiar. El Premio Sajarov de los derechos
humanos afirmó por teléfono que
lo que sucede en este camposanto "se une
a la corrupción generalizada que desgraciadamente
se ha extendido por la sociedad cubana".
Payá busca la explicación -no justificación-
de estos ultrajes en la "pérdida de
valores, que lleva a muchos a pensar que cualquier
modo para sobrevivir es válido".
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