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Pasando y Pasando
Eres un fifiriche, eres un zascandil

Sábado 8 de enero de 2005

Luis Sánchez Latorre


  



Me asombra que alguien se alarme o se ofenda porque un huaso maulino lo llame fifiriche, zascandil o corrupto. ¿A quién no le han dicho alguna vez esas trilladas palabras? ¿De dónde sale, dónde se forja el augusto y delicado funcionario que pone el grito en el cielo al escucharlas? Voy a copiar a la letra una crónica publicada en un semanario santiaguino el 16 de agosto de 1952:

 

“Los honorables senadores Salvador Allende y Raúl Rettig -por apreciaciones divergentes y algunos insultos- se fueron a las manos en el hemiciclo. Intervinieron sus colegas Eduardo Frei y Radomiro Tomic, y nada pasó. Sin embargo, Rettig se consideró ofendido y desafió a duelo a Allende; vinieron los padrinos; surgió la gestión conciliadora del presidente del Senado, Fernando Alessandri, y no hubo arreglo. Ambos senadores llegaron al campo del honor, se dispararon el balazo reglamentario a veinticinco pasos y afortunadamente resultaron ilesos. Ampliamente fotografiado y divulgado fue este duelo entre dos destacados políticos -Allende es candidato a la Presidencia de la República-, que podía tener graves consecuencias. ¿Que no se reconciliaron? ¿Que se demostraron ambos como unos bravos? Esto no tiene importancia ante el hecho cierto y macizo que nada soluciona ni puede solucionar un duelo. Si uno de los dos contendores hubiera muerto al otro, ¿se habría sentido vengado y satisfecho al dejar un hogar desamparado y su nombre mancillado para siempre?

 


¿A quién no le han dicho alguna vez fifiriche, corrupto o zascandil? ¿De dónde sale, dónde se forja el delicado funcionario que pone el grito en el cielo al escuchar esas trilladas palabras?
Es medieval y absurdo, y además anticristiano, el sistema. Una agresión de hecho ante la ofensa podría justificarse y hasta ser una sanción, pero esto otro es absurdo. Por último, si lo grave hubiera pasado, ¿le valdría la pena al abogado Rettig o al estudioso Allende pasar cinco años de cárcel inconmutables, purgando el delito que nuestra legislación penal establece y que ellos muy bien conocen? ¿Se les aplicará, en todo caso, a estos legisladores la disposición legal existente en nuestros códigos, que sanciona a los duelistas. Porque nuestro Código Penal, al respecto, dice lo siguiente: ‘La provocación a duelo será castigada con reclusión menor en su grado mínimo (61 a 540 días de cárcel)’. Y también dice: ‘El que matare en duelo a su adversario sufrirá la pena de reclusión mayor en su grado mínimo (5 años y 1 día a 10 años de cárcel). Si le causare lesiones, la pena será de reclusión menor en su grado mínimo y medio (61 días a 3 años). La misma pena ocurrirá para los padrinos de un duelo’ ”.

Como se ha dicho, Raúl Rettig y Salvador Allende salieron ilesos del duelo, afortunadamente. Pero ¿qué habría pasado si en esa ocasión hubiese muerto Allende? Al margen de la desgracia del hecho luctuoso, no habríamos tenido, con el correr del tiempo, un gobierno de la Unidad Popular encabezado por él. En consecuencia, 1973 habría sido un año apacible para todos los chilenos. Y, continuando el desvarío, si hubiese sido Raúl Rettig el fallecido, no lo habríamos encontrado nunca al frente de la Comisión Rettig, que investigó las violaciones de los derechos humanos que acompañaron el cruento golpe armado contra el gobierno y la persona de Allende. En suma, Pinochet habría tenido una vejez quitada de bulla, sosegada y hogareña.

 

Juan Manuel Vial
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