Texto: Carmen Fuentes
19/02/2004
|
|
CORONACIÓN.
Realizado en 1987, encierra una pequeña
carroza. Es la pieza más importante de
la colección.
|
Los huevos imperiales de Pascua vuelven a Rusia.
La colección Fabergé, de la familia Forbes,
prevista para ser vendida en las subastas de Sotheby's
de Nueva York, fue adquirida la pasada semana contra
todo pronóstico por un industrial ruso que quiere
devolver las famosas piezas al país de donde
salieron. Con un valor estimado de 90 millones de dólares,
las 180 piezas, entre ellas nueve huevos creados por
el célebre orfebre Peter Carl Fabergé
para los zares Alejandro III y Nicolás II, fueron
vendidas a Victor Vekselberg, quien pagó una
cifra no revelada y evita la dispersión de la
colección.
Un magnate compra las famosas
piezas imperiales de Fabergé, puestas
a la venta por la familia Forbes, para devolver
a Rusia el legado de los zares
|
|
Desde la muerte de Malcolm Forbes hace unos años
uno de los mayores editores del mundo, los
hijos no se ponían de acuerdo con el magnífico
legado artístico que a lo largo de su vida coleccionó
el patriarca. Por eso habían decidido «que
lo disfruten otros coleccionistas», subastándolo
al mejor postor.
El comprador ha explicado que era «la oportunidad
de una vida de devolver a mi país uno de sus
tesoros más venerados». La colección
Forbes es tal vez el elemento «más significativo
de nuestra herencia cultural fuera de Rusia. El contenido
religioso, espiritual y emocional de esos huevos toca
el alma del pueblo ruso», declaró este
hombre de 44 años, cuyas actividades comprenden
el petróleo, el gas y los minerales.
Los herederos de Malcom Forbes indicaron en un comunicado
que estaban «encantados de que el advenimiento
de una nueva era en Rusia permita el regreso de esos
objetos extraordinarios». «Hace más
de 80 años, los huevos imperiales de Fabergé
fueron dispersados a través del mundo. Nuestro
padre pasó décadas intentando reunirlos
con apasionamiento», agregó la familia.
Todo empezó en el siglo XVII en el seno de una
comunidad francesa protestante: los hugonotes. Tras
la maldita matanza de la noche de San Bartolomé,
Luis XIV decide expulsar a los hugonotes, entre ellos
la familia Fabri, que se instaló en Alemania,
no sin antes cambiar de nombre. Tomaron como apellido
primero Fabriger y después el de Fabergé.
Con el tiempo la familia se instaló en Rusia.
Gustave Fabergé, padre de Carl, nació
en 1814 en San Petesburgo y fue él a quien le
entró el gusanillo de la joyería.
Empezó a trabajar en el taller del prestigioso
orfebre André-Ferdinand Spiegel y en la casa
Keibel, la que hacía las famosas joyas de la
corona rusa. Allí aprendió el oficio y
los secretos de la joyería. Todo un juego en
oro, platino y piedras preciosas y sueños. Cansado
de trabajar para otros, en 1842 Gustave Fabergé
se independiza y monta su propio negocio en la calle
Bolchaya Morskaya el equivalente a la Rue du Paix
de París de San Petesburgo, que llamó
Casa Fabergé. A partir de aquel momento la historia
de la joyería rusa dio una vuelta de tuerca porque
Gustave no escatimó esfuerzos en enviar a su
hijo Karl a estudiar a Inglaterra, Francia e Italia,
donde el joven mantuvo los ojos bien abiertos. Con 27
años volvió a San Petesburgo y se puso
al frente del negocio de su padre. Tenía un talento
excepcional, lo que explica el gran «aire»
y la sofisticación que dio a la casa Fabergé,
ejemplo típico del desarrollo técnico
y económico de la Rusia del siglo XIX.
El dios de la joyería rusa
Y empezaron los encargos. Tal era su prestigio, que
el zar Alejandro III le nombró proveedor de la
Corte. Desde ese momento toda la aristocracia rusa de
la época, la rica burguesía y las grandes
familias del mundo se convirtieron en sus clientes,
porque decir Fabergé era nombrar al mismísimo
dios de la joyería. Su obra era sinónimo
de lujo, fantasía y refinamiento, y su fama atravesó
las fronteras rusas.
Un día el zar Alejandro III, que se había
casado con la princesa danesa Dagmartomaría
el nombre de María Fiódorova, le
hace un encargo especial: una joya-huevo para regalársela
a su esposa el día de Pascua. La tradición
de regalar huevos en Pascua se remontaba al siglo XVI,
pero no había joyas-huevo a excepción
de una que Luis XV había mandado hacer para regalársela
a madame du Barry (una esculturita de Cupido metida
en un huevo), y de un perfumador en forma de huevo que
Catalina II encontró en 1770 y se conserva en
Copenhague, en las colecciones reales del castillo de
Rosemborg. Allí lo vio la zarina María
Teodorova y le habló a su esposo de tan preciada
joya, por lo que el zar no dudó en mandar a Fabergé
a que lo viese. De aquel viaje salió el primer
huevo imperial que realizó Fabergé en
1885, comienzo de los 54 que realizó para los
zares entre 1885 y 1916 (sólo se ha seguido el
rastro de 50, los otros 4 están perdidos), hasta
la revolución bolchevique, que se apoderó
de la casa Fabergé. Karl emigró a Suiza
y murió en Lausana.
La familia Forbes poseía nueve huevos de Pascua
imperiales, la mayor colección privada del mundo.
De los otros huevos que realizó Fabergé,
diez se conservan en el Museo Kremlin de Moscú,
ocho están en colecciones privadas europeas,
entre ellas uno, realizado en 1887, que es propiedad
de la familia Niarchos y lo tiene en la colección
de obras de arte que posee en París. También
hay otro en el Museo de la Relojería de Le Locle
(Suiza); seis más están en diferentes
museos y colecciones privadas y en fundaciones de América.
Pero de todos los huevos que realizó Fabergé,
el de Pascua de la Coronación es el más
famoso y también pertenece a la familia Forbes.
Fue realizado en 1897 y en su interior, como en casi
todos, había una sorpresa: una carroza, con todo
lujo de detalles, realizada en oro, diamantes y otras
piedras preciosas. Como joyero de la Corte tuvo contratos
con otras Cortes, como la inglesa, pero el estalinismo
acabó con los huevos de oro de Fabergé.
- Karl Fabergé fabricaba accesorios para
escritorio que eran verdaderas joyas, cajitas,
animales en miniatura, broches, polveras, pitilleras,
mangos de paraguas... y todo combinando oro, plata,
perlas y piedras preciosas. Un auténtico lujo.
|
|
|
|
Regalo
del zar
Imperial: Encargado por Nicolás
II.
Princesa: María Flodorova lo recibió
en 1916.
|
L'oeuf
au coucou
Refinamiento:
Encargo del zar Alejandro III.
Joya: Costó 1.760.000 dólares
|
Naturaleza
y arte
Creativo: El huevo es la copa de un naranjo.
Lujo: Ejercicio de imaginación. |
The
Valley Egg
Fantasía: Huevo abrazado por unas
lilas.
Perlas: Con piedras preciosas |
|