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CIRIACO ORTIZ

Ciriaco OrtizTraemos al comentario otra anécdota de la vieja Córdoba. Risueña tal vez por la presencia popular de una figura muy conocida en los ambientes artísticos de entonces. Nos referimos a Don Ciriaco Ortiz (padre). Alla por el 1900 la confitería de Don Ciriaco Ortiz, despertaba el interés no solo de los cordobeses, sino también de los forasteros. Es que su propietario no solo realizaba las tareas inherentes a su negocio (ubicado en la calle Alvear, entre Libertad y Rincón), sino que se desempeñaba como músico, en el corazón del "Barrio Orillero", ya que ese era en realidad su oficio (uno de los mejores bandoneonístas de Córdoba, juntamente con Antonio Moyano). El negocio de Don Ciriaco se constituía, al igual del Bar Victoria de Alvear y Libertad, de los hermanos Pepe y Trinidad Sauret; como la expresión mas auténtica en su género del arrabal cordobés.
Además su propietario tenia la virtud de atraer la concurrencia, porque se le endilgaba de ser responsable de dichos, aventuras y cuentos, que cada persona contaba a su manera y dentro del marco que cada uno creyere conveniente. Esa era la real situación, que repercutía favorablemente para que la confitería de nuestro personaje, estuviera siempre concurrida.

Allá, por enero de 1906, el tango, esa música arrabalera y pegadiza, había conseguido entrar al "centro" de la recatada Córdoba de entonces. Ello se debía, porque al día 4 del mes y año mencionado, el recordado pianista Feliciano Latasa, estrenaba su inolvidable tango: "Gran Hotel Victoria", precisamente en su establecimiento hotelero del mismo nombre del tango, considerado como uno de los mas importantes en su genero, dentro de la ciudad. Nos referimos al hotel de Don Pantaleón Andruet, ubicado en la calle San Martín Nº 133 de nuestra urbe, así casi tímidamente al principio, se comenzó a bailar en los salones aquella danza, que había sido de los orilleros y abrojaleros. Sin duda aquel 4 de enero de 1906, debió ser fecha de recordación para la juventud cordobesa de entonces. Ya que la presencia del tango, permitió con su nuevo ritmo, un acercamiento físico de los bailarines. Alejando pudores y rubores de aquella sociedad, que había permanecido enquistado en una coreografía de bailarines separados, con inclinaciones de zalemas y genuflexiones y roces de manos enguantadas o amortiguadas con pañuelos perfumados. A esa música que llamaban !tango", en esos tiempos se la podría encontrar en la calle Alvear, para ser mas exactos en el bar de Don Ciriaco Ortiz.

Ciriaco OrtizHoy por allí viviremos esta anécdota, al compás cadencioso de esa música y en complicidad de la noche, mientras contemplamos la siguiente escena:
Un agente, se apersonaba al negocio del recuerdo y sacaba poco menos que a los empellones en dirección de la comisaría a "Bombilla de Lata", popular personaje de esos dominios y empedernido habitué a ese lugar. Había ocurrido lo de siempre, el parroquiano, Bombilla de Lata, se había emborrachado y como era una costumbre, molestaba al propietario, Don Ciriaco, sobre todo cuando tocaba su bandoneón, diciéndole: "Mirá Ciriaco, por mas que me quieras envenenar con tus empanadas, esta noche no vas a poder viejito. Sabes ¿Por que?. Porque yo me tome como un litro de zarzaparrilla antes de venir". Lo misterioso del caso, era que nadie sabia quien era el que se encargaba de llamar a la autoridad en estos casos, cuando alguno se portaba mal.
Cuentan que por tal motivo un día, para descubrir su delator, "Bombilla de Lata" decidió hacerse el borracho y simular que como de costumbre se hallaba ebrio en el bar de Don Ciriaco. Grande debió ser su sorpresa, al comprobar que el policía de la esquina, se presentaba en la puerta del bar, en cuanto Don Ciriaco ejecutaba en su bandoneón. Y esto ocurría cuando había algún "cargoso" en su negocio. En este caso "Bombilla de Lata", que sin estar borracho esta vez, lo mismo se lo llevaron preso, no sin antes decirle al propietario de aquel negocio: "Mira Viejito Ciriaco, me voy contento al calabozo, porque te he descubierto que vos y solamente vos , llamas a la policía con los firuletes que haces con el bandoneón.
Como acotación final, dicen que este procedimiento o método para llamar a la policía, fue un exclusivo invento de Don Ciriaco Ortiz, aquel gran bandoneonísta de la vieja Córdoba y de las noches sugestivas y sombrías del barrio Orillero.

 
 
 
 
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