Ficha bibliográfica
Titulo:
El Legendario Zenú
Edición original: 2005-05-13
Edición en la biblioteca virtual: 2005-05-13
Creador: Clemencia Plazas, Ana María Falchetti de Sáenz




INDICE




  EL LEGENDARIO ZENU*

 

Clemencia Plazas

Ana María Falchetti de Sáenz

 

Desde 1533, año en que se fundó Cartagena de Indias, los conquistadores supieron de las enormes riquezas de los entierros indígenas del río Sinú. Desde allí organizaron expediciones y se inició una larga historia de profanación de túmulos funerarios.

Describen las cercanías de la ciénaga de Betancí como:

"...unas largas y rasas campiñas o sabanas de más de quince leguas en contorno, en las cuales, obra de tres leguas metido en lo raso, estaba el pueblo del Cenú [ o Fincenú] el más crecido, lucido y bien poblado de cuantos había en doscientas leguas de contorno". (Fray Pedro de Aguado 1513-?).

Las casas eran de paredes altas rodeadas de otras construcciones menores que asombraron a los españoles por la semejanza con sus propias viviendas. Encontraron también edificaciones mayores para sus ceremonias. El testimonio cuenta que en una hallaron 24 ídolos de madera, vestidos con planchas de oro que tenían sobre los hombros una gruesa vara en que estaba colgada una hamaca donde los nativos dejaban el oro que traían como ofrenda.

Al atravesar el valle del Sinú, los expedicionarios salieron de los dominios de la cacica gobernante para llegar, en el valle del San Jorge, al territorio del cacique Yapel, quien habitaba en un pueblo situado en un alto sobre las sabanas que bordean la extensión cenagosa del bajo San Jorge. Le dieron el nombre de Pueblo Grande, por tener muchos pueblos cercanos con gobernantes que obedecían y pagaban tributo a Yapel.

Fincenú y Yapel (Fig. 1) eran cacicazgos sobrevivientes de una organización social y política que tuvo su esplendor unos seis siglos antes de la conquista española. En ese entonces, el territorio del gran Cenú estaba dividido en tres provincias, gobernadas por caciques pertenecientes al mismo linaje. El Cenufana, ubicado cerca de los ricos yacimientos auríferos del Cauca y el Nechí, era el principal. El Fincenú, segundo en importancia, ocupaba la hoya del río Sinú, y el Pancenú se extendía por el valle del San Jorge.

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Fig. 1. "Provincias del Gran Zenú". Espacialización regional de la producción económica.

El Pancenú ocupaba una tierra plana, donde la mayoría de las elevaciones fueron hechas por el hombre.

En esta región se forma la hondonada de la depresión momposina, donde convergen los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge, formando un delta interior. (Fig. 2) Sus aguas se desbordan, ocasionando inundaciones anuales con 8 meses de duración.

La altura de la zona no sobrepasa los veinte metros sobre el nivel del mar y está rodeada por antiguas formaciones rocosas, prolongaciones de las cordilleras Central y Occidental.

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Fig. 2.

Sus suelos en formación, están compuestos de arcillas pesadas y arenas arrastradas por los ríos. Se calcula que estos suelos se hunden un metro cada 200 años por el peso de los sedimentos traídos por las aguas desde las alturas andinas.

Pobladores de la región 2000 años atrás comprendieron que controlando las aguas aprovecharían la fertilidad de la tierra abonada por las inundaciones, y para lograrlo construyeron un complicado y eficaz sistema hidráulico a base de canales artificiales que cubrían una extensión de 500.000 hectáreas de tierras cenagosas.

Las vías directas de salida de aguas al Magdalena, Caños Carate, San Matías y Rabón, fueron ejes de los más importantes circuitos de drenaje, formados por innumerables canales perpendiculares a ellos. Para drenar esta región de suelos arcillosos y pesados fue necesaria la construcción de innumerables canales con solo 10 mts. de separación entre uno y otro. En invierno, cuando los caños se desbordaban, los canales dirigían el agua rápidamente hacia las zonas bajas, evitando la inundación de zonas aledañas. En la época de decrecimiento de las aguas, los mismos canales facilitaban la evacuación de las ciénagas hacia los caños.

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Fig. 3. Canales artificiales de drenaje en el bajo río San Jorge.

El sistema hidráulico (Fig. 3, Fig. 4) presenta una combinación de canales de diferentes dimensiones y formas, según su función: los canales largos, de 1 a 4 kmts. de extensión, a lado y lado del caño, se utilizaron para dirigir rápidamente hacia las zonas bajas las aguas de los caños. Algunos se unen formando estructuras en espina de pescado, continuados, a menudo, por largos canales terminales. El flujo entre los canales mayores se facilitó mediante la construcción de otros pequeños, (Fig. 5, Fig. 6) perpendiculares a ellos, patrón repetido sobre caños y arroyos menores. En la curva interna de los meandros los canales perpendiculares al curso de agua se adaptan a la curva formando un sistema de abanico. Para recuperar y poder cultivar extensas tierras, cubiertas hoy por ciénagas, construyeron canales más cortos que unas veces se entrecruzan, formando cuadrículas ajedrezadas. Otras, se intercalan frenando las aguas para retener su sedimento en las zanjas y obtener una reserva de humedad para el ardiente verano. La superposición de distintos sistemas de canales indica largos períodos de reacondicionamiento.

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Fig. 4. Sistema de canales en espina de pescado.

Suelos orgánicos enterrados, correspondientes a períodos de uso del sistema de drenaje entre los siglos primero y décimo de nuestra era, se presentan en capas grises ondulantes a lo largo de las orillas de los caños Carate, Los Angeles y otros que todavía conservan sus antiguos cursos.

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Fig. 5. Canales pequeños que unen canales mayores de drenaje.

En las márgenes de los caños principales y sus afluentes (Fig. 7, Fig. 8) la población se estableció linealmente sobre plataformas artificiales que albergaban viviendas aisladas ocupadas por una unidad familiar, o pequeños caseríos de unas 20 casas. Están separadas entre sí por espacios cubiertos de canales pequeños utilizados como huertas. Hacia los extremos de las plataformas, se encuentran los túmulos funerarios, elevaciones semicónicas de 2 a 6 mts. de altura, construidas por el grupo familiar para enterrar a sus muertos.

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Fig. 6. Camellones artificiales para cultivo.

Cada unidad de vivienda estaba formada por dos o tres edificaciones rectangulares con funciones diferentes: dormir, cocinar o hacer vida social; esta modalidad aún se observa en algunas regiones de la Costa Atlántica.

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Fig. 7.

En áreas densamente pobladas, surgieron núcleos urbanos con 600 habitantes en promedio. Estos pueblos se establecieron sobre las márgenes de amplios canales artificiales que se unen formando vértices. Los segmentos triangulares de los poblados antiguos se observan todavía en San Andrés de Sotavento, habitado por indígenas Zenúes (Fig. 9).

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Fig. 8. Viviendas actuales sobre plataformas artificiales prehispánicas. Bajo río San Jorge.

Estos poblados, con unos 4 kmts. de distancia entre sí, se intercomunicaban por vías acuáticas naturales o por largos canales artificiales, ejes a su vez, de múltiples viviendas (Fig. 10).

Esta numerosa población, aprovechó la depresión inundable para la agricultura y la obtención de proteínas de su rica fauna acuática.

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Fig. 9. Estructura de segmentos triangulares del poblado indígena actual de San Andrés de Sotavento.

A comienzos del verano, el bocachico y otros peces de hábitos migratorios semejantes, inician su ascenso por los ríos, en una extraordinaria subienda que se prolonga durante varios meses. La abundancia del pescado, ha determinado la importancia de la pesca en la zona y su amplia comercialización.

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Fig. 10.

En las aguas tranquilas, cubiertas de plantas acuáticas abunda la icotea, esencial para la subsistencia de la población y base de sus transacciones comerciales. También frecuentan estos medios, iguanas, caimanes, babillas, roedores, acuáticos e innumerables tipos de aves como patos y garzas. La riqueza alimenticia proporcionada por la fauna acuática, fue aprovechada por el grupo indígena que hace 2000 años poblaba la región. En los basureros de sus sitios de vivienda, se encuentran abundantes caparazones de icotea junto a otros huesos animales.

El pescado, conservado en sal o ahumado, se distribuía en amplias regiones, aprovechando la facilidad del transporte fluvial permanente.

Actualmente, la producción agrícola de la región es muy baja, a pesar de su fertilidad, debido al régimen incontrolado de las inundaciones. En cambio, los habitantes prehispánicos establecieron un sistema agrícola intensivo y permanente, en zonas bajas, drenadas por canales cortos que recuperaban tierras de las ciénagas.

La producción de yuca era abundante y continua. Su alto contenido en carbohidratos constituía un complemento dietético ideal para la proteína obtenida de la fauna local. Los yucales se cultivaban junto a árboles frutales, guamos, aguacates y caimitos, resistentes a cambios climáticos, pestes y malezas.

Dos mil años atrás, la región inundable del bajo San Jorge o Pancenú, producía alimentos suficientes para abastecer la creciente población del Gran Cenú, en tanto que del Cenufana se extraían materias primas y el Fincenú se especializó en la elaboración de productos manufacturados.

Esta sociedad parece haber desarrollado un sistema comercial avanzado, con centros de distribución ubicados entre la región inundable y las sabanas, donde se almacenaban productos de ambas zonas.

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Fig. 11. Collar de oro martillado procedente de Ayapel.

Los ricos aluviones del Cenufana proporcionaban oro a poblaciones de orfebres (Fig. 11) localizadas en el curso medio del río Sinú. "Eran todos artífices de labrar oro; acudían a ellos de los otros dos Cenues, pagándoles por su trabajo". Los tejedores, fabricaban hamacas de algodón y mantas. "Desde la cintura hasta los pies, las mujeres traen ceñida una manta de algodón... unas pintadas y otras blancas, conformándose con la diferencia del gusto de cada una". Con la fibra de la caña fleche, (Gynerium saccharoides) cosechada en el bajo San Jorge, se elaboraban sombreros, (Fig. 12) diademas, esteras y canastos. Esta manufactura influyó notoriamente en las técnicas y motivos decorativos de la orfebrería, y las formas y diseños de la cerámica. (Fig. 13).

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Fig. 12. Remate de bastón antropomorfo con representación de sombrero tejidoen fibra.

La importancia de los tejidos de fibra, sobrevive a través de los siglos. El producto más popular hoy es el sombrero "vueltiao" o sinuano, elaborado principalmente en los pueblos indígenas de los alrededores de la ciénaga de Momil.

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Fig. 13. Figurina antropomorfa. Tradición cerámica Modelada-Pintada..

 

* Sinopsis del libro "Asentamientos Prehispánicos en el bajo río San Jorge", Banco de la República, Bogotá, 1981, resultado de seis años de investigación arqueológica del Museo del Oro, con apoyo financiero de Cerro Matoso S. A.

 

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