CLIENTELISMO

 

 

I. Origen del término

 

El análisis de las relaciones interpersonales en el sistema político ha incluido con frecuencia la noción de clientelismo. En particular, el término se ha utilizado para describir el sistema de relaciones políticas en las sociedades de Europa del Sur, el Medio Oriente y América Latina. Pero el uso del término no se agota en el análisis de estas sociedades con un componente rural importante. Según Eisenstadt and Roniger (Patrons,Clients and Friends, Cambridge University Press, 1984), el clientelismo varía en la forma en que opera y el lugar que ocupa en distintos regímenes socio-culturales y políticos. En Europa del Sur, el Medio Oriente, América Latina y el Sudeste Asiático, las relaciones clientelistas son parte central del contexto institucional. En el Japón y la India tradicional, las relaciones clientelistas constituyen una dimensión identificable dentro de la matriz institucional, es decir, un aditivo legítimo en el contexto institucional. Y en países como Estados Unidos y otros con sistemas democráticos, las relaciones clientelistas son más bien un aditivo informal a la matriz institucional.

 

En cuanto a su origen, fue en las regiones del Mediterráneo que el clientelismo se identificó inicialmente como fenómeno social. En un principio, las relaciones diádicas clientelistas se identificaron entre terratenientes y campesinos con poca o ninguna tierra, tanto en las ciudades agrarias del mezzogiorno latifundista en Italia, como en el caciquismo español. Estas relaciones que en principio se identificaron con la sociedad campesina, se transformaron con el proceso de integración nacional para hacerse parte del marco institucional vinculado a los partidos políticos y las burocracias de la sociedad política moderna.

 

La extensión de las relaciones clientelistas fuera del marco rural en que inicialmente se habían desarrollado motivó un auge en la investigación sobre la temática, enfatizándose la funcionalidad de las relaciones clientelistas en el sistema político. Según Kaufman (“The Patron-Client Concept and Macro-Politics: Prospects and Problems”, Comparative Studies in Society and History, Vol.16, No.4, 1974), la relación entre el cliente y el patrón se hizo central en el análisis para comprender cómo algunos sistemas políticos operan, constituyendo esa relación en algunos casos la base más importante de articulación de intereses y control socio-político.

 

II. Características de la relación clientelista

 

La relación patrón-cliente ha recibido múltiples atributos en la literatura socio-política. Puede definirse como un tipo especial de relación diádica que asume en gran medida un carácter instrumental en el cual el individuo de estatus socio-económico más alto (el patrón) usa su influencia y recursos para ofrecer protección y beneficios a la persona de estatus más bajo, quien a su vez retribuye al patrón ofreciendo apoyo, asistencia y servicios personales. Según Kaufman (1974), la relación patrón-cliente se define como un tipo especial de intercambio mutuo que muestra las siguientes características: a) la relación ocurre entre actores que tienen poder y estatus desigual; b) la relación se base en el principio de la reciprocidad; esto es, en una forma de intercambio personal cuya estabilidad depende de los resultados que cada actor espera obtener mediante la entrega de bienes y servicios al otro, lo cual cesa cuando las expectativas dejan de materializarse; y c) la relación es particularista y privada, ligada sólo de manera difusa a la ley pública.

 

Para Eisenstadt y Roniger, las principales características de la relación entre el patrón y el cliente son las siguientes: a) las relaciones son usualmente particularistas y difusas; b) la interacción que sirve de fundamento a esa relación se caracteriza por un intercambio simultáneo de recursos de diferentes tipos, sobre todo, económicos y políticos (apoyo, lealtad, votos y protección), y promesas de reciprocidad, solidaridad y lealtad; c) el intercambio de recursos es usualmente combinado en “paquetes”, es decir, los recursos no se intercambian de manera separada sino conjuntamente; d) tiende a haber un fuerte componente de reciprocidad y confianza en la relación que se proyecta en el largo plazo; e) la obligación impersonal permea la relación –esto se expresa usualmente en términos de lealtad personal o reciprocidad entre el patrón y el cliente– mientras que el elemento de solidaridad puede ser muy fuerte como en el caso de las relaciones primarias típicas del patronazgo clásico o débil como en el caso de las maquinarias modernas; f) las relaciones entre patronos y clientes no son fundamentalmente legales o contractuales, se basan en mecanismos informales de entendimiento y con frecuencia se oponen a la ley formal; g) a pesar de su persistencia y consistencia, las relaciones entre patronos y clientes se inician de manera voluntaria y pueden, teóricamente por lo menos, romperse voluntariamente; h) las relaciones clientelistas se asumen en forma vertical –siendo la manifestación más simple la diádica– y tienden a subvertir la organización horizontal tanto entre los patronos como entre los clientes, pero sobre todo entre los clientes; i) las relaciones entre patronos y clientes son muy desiguales y expresan la diferencia de poder entre unos y otros con los patronos monopolizando recursos que necesitan o desean los clientes. Plantean también Eisenstadt y Roniger que la combinación de estas características sugiere que el intercambio entre clientes y patronos ocurre a diferentes niveles y genera contradicciones que constituyen uno de los elementos centrales de la relación. Estos elementos contradictorios son: primero, una relación de desigualdad y asimetría de poder conjuntamente con solidaridad mutua expresada en términos de identidad personal y sentimientos interpersonales de obligaciones; segundo, la de un ejercicio potencial de la coerción o la explotación en el contexto de relaciones supuestamente voluntarias y de obligaciones mutuas; tercero, el énfasis en las obligaciones mutuas, la solidaridad y la reciprocidad entre patronos y clientes en el contexto de relaciones en cierta medida ilegales o semilegales.

 

Además de las características propias de las relaciones clientelistas que se han enumerado, se observa también diversidad en la forma concreta que asumen dichas relaciones. Las diferencias pueden apreciarse en dos áreas. La primera es el lugar que ocupan las relaciones clientelistas en el contexto institucional más amplio, es decir, determinar la medida en que las relaciones clientelistas representan un componente esencial o no de la matriz institucional de una sociedad, del modo de organizar intercambios, ejercer control, y articular intereses. La segunda se refiera a la dimensión organizativa o a las formas concretas de relación clientelista.

 

III. Variaciones en las relaciones clientelistas

 

Las relaciones clientelistas pueden encontrarse en una gran variedad de sociedades o diversos niveles de desarrollo y modernización. Las relaciones clientelistas se desarrollan en las plantaciones agrícolas donde se estructuran en torno al acceso a la tierra y otros medios de subsistencia de los campesinos.

 

Emergen también entre deudores y acreedores, entre los campesinos y comerciantes que tienen acceso al mercado. Surgen también en contextos urbanos entre políticos y marginados, en las maquinarias políticas.

 

Dimensiones importantes a considerar para especificar variaciones en las relaciones clientelistas incluyen: a) el alcance, posición institucional y carácter organizativo de las relaciones clientelistas. Al respecto, las principales distinciones son si las relaciones clientelistas se caracterizan por una estructura personal focalizada o si los patronos intermediarios y clientes están relacionados a un marco institucional más amplio tales como los órganos centrales de administración y organización formales como partidos políticos y sindicatos. b) El tipo de supuestos en los que se base la relación patrón-cliente, que está relacionado sobre todo con la existencia o ausencia de barreras normativas acerca de la adopción de roles por parte de diferentes actores sociales, ya sean colectividades o individuos los que asumen los roles de patrón y clientes. c) La forma de fundación de la relación clientelista: o se establece la relación de manera implícita o a través de mecanismos formales, ceremonias o contratos? d) El contenido de los intercambios clientelistas que pueden distinguirse de acuerdo a relaciones de corta o larga duración, los tipos de recursos intercambiados, el grado de discresión, pasividad y restricciones socio-morales que prevalecen en la relación. e) El grado de continuidad o inestabilidad de los patrones clientelistas.

 

Según Eisenstadt y Roniger, lo que da cuenta de las variaciones en los patrones organizativos de las relaciones clientelistas son aspectos del orden institucional relacionados con la estructura de la división del trabajo y la distribución del poder, así como la interrelación entre ambos. Entre los aspectos que tienen potencialmente un efecto se encuentran el nivel de modernización económica y política; la estructura del centro (de las élites y estratos de poder), sobre todo de las coaliciones en su interior; el carácter y la configuración de los principales actores sociales y de los grupos de donde se reclutan los patronos y clientes potenciales; y el acceso diferente de los principales grupos a los recursos deseados. Específicamente se plantea que el nivel de desarrollo económico y político afecta el alcance de las relaciones clientelistas. Las sociedades más tradicionales evidencian un patrón de relación clientelista más focalizado en personas y su extensión está relacionada con el crecimiento económico y la diferenciación política, incluyendo la cristalización de los partidos políticos y la penetración de las fuerzas del mercado en zonas agrarias periféricas.

 

Con el proceso de comercialización de la economía, la urbanización, la capacidad extractiva y la movilización de recursos de la administración central se facilitó la diversificación de la sociedad, se debilitó el poder de los patronos tradicionales y se facilitó el surgimiento de alternativas para las clientelas en la forma de votos. En otras palabras, se debilitó al patrón tradicional pero se matuvieron patrones clientelistas aunque reorganizados. Y es la persistencia de estos patrones clientelistas lo que motivó el análisis de este fenómeno al margen del contexto de la sociedad campesina; es decir, como componente de un sistema político modernizado. Los problemas teórico-metodológicos planteados por esta transformación han sido analizados por Kaufman, quien señala tres problemas recurrentes en la literatura sobre el clientelismo. Ellos son: el nivel de análisis en que se utiliza el concepto (micro y macro), la diferenciación entre clientelismo y otras formas asociativas, y el estatus del concepto de clientelismo como variable explicativa.

 

El problema que presenta la literatura sobre el clientelismo en el nivel de análisis en que se utiliza el concepto es producto de la confusión que resulta de analizar diversos niveles simultáneamente. A veces el énfasis es en el síndrome de las normas y los roles esperados en el contexto de los sistemas de personalidad de los actores (por ejemplo, identificaciones particularistas, concepciones de autoridad jerárquica, orientaciones instrumentalistas hacia la acción social). Otras definiciones de clientelismo enfatizan la dimensión “objetiva” de la relación de poder que puede o no estar basada en orientaciones culturales. Más aún, mientras la mayoría de los autores comienzan con una elaboración de la relación diádica, su enfoque se expande rápidamente a otras unidades de análisis más amplias como los partidos políticos, las burocracias, o el sistema político.

 

Los múltiples focos de la literatura sobre el clientelismo es, según Kaufman, una de las virtudes del concepto como base potencial de estudios comparativos. Pero esto a su vez plantea dos cuestiones: ¿cómo hacer la transición conceptual del nivel micro al macro? y ¿a qué nivel macro es el clientelismo un concepto organizativo útil? Kaufman plantea tres opciones para la utilización del concepto patrón-cliente a nivel macro de análisis: a) el clientelismo como variable atributo de todo macro-sistema; es decir, asumir que el clientelismo es un atributo de todo sistema político cuya variación radica en el grado de importancia dentro del sistema. b) El clientelismo como concepto paradigmático que refiere a una relación vertical de poder característica de todo sistema social complejo cuyas distinciones no son de grado sino de tipo c). La derivación de sistemas clientelistas de la red de relaciones diádicas. En cuanto al nivel en que el concepto de clientelismo es útil, Kaufman sugiere que se adopte la relación patrón-cliente sólo como uno de los factores que afectan el funcionamiento del sistema.

 

Para diferenciar los sistemas clientelistas de otros, Kaufman sugiere los siguientes atributos basándose en los escritos de Scott, Lande y Power (1977). En las colectividades clientelistas, la organización de la obediencia depende en gran medida del control que tengan los líderes de recursos escasos y su capacidad de utilizar estos recursos en intercambios directos con sus seguidores. Así, las relaciones de poder clientelistas tienen un carácter instrumental y particularista que las distingue de otras formas de relación con autoridad. En las colectividades clientelistas, los clientes tienen objetivos particularistas y tienden a ser un grupo socialmente heterogéneo que es difícil unificar en términos de raza o etnia. Las colectividades clientelistas son cuasi-grupos, son menos estables y más fluidas que otras formas de asociación.

 

Finalmente, el poder explicativo del concepto de clientelismo se relaciona con la propia definición que se adopte del concepto y el nivel de análisis en que se utilice. En concreto, las posiciones varían desde aquellas que plantean que la fuerza explicativa del concepto está en definir la conducta política de los sectores sociales más pobres –particularmente campesinos o sectores urbanos marginados, en tanto son reclutados, movilizados e incorporados al proceso político– y las que enfatizan la utilidad del concepto para dar cuenta de formas sistémicas más globales.

 

IV. Condiciones favorables al clientelismo

 

A un nivel muy genérico hay cuatro condiciones que según Clapham (Private Patronage and Public Power: Political Clientelism in the Modern State. New York, St. Martin’s Press, 1982) parecen favorecer el surgimiento de relaciones clientelistas.

 

La primera es que recursos necesarios o deseados son controlados por un grupo particular mientras muchos otros son excluidos. El tipo de recurso varía dependiendo de la sociedad en cuestión, pero son generalmente recursos percibidos como importantes. Implícito está el que los patronos puedan (o den la impresión de poder) ofrecer los recursos en cuestión. La segunda se refiere a que los patronos deben desear o necesitar los servicios que pueden ofrecer los clientes para tener un incentivo de ofrecer los recursos deseados por los clientes. Un factor importante es que los patronos necesiten los clientes para competir con otros patronos en la acumulación de recursos. La tercera es que los clientes como grupo deben estar incapacitados (por represión u otros motivos) para obtener recursos mediante una acción colectiva. La cuarta es la ausencia de una ética de distribución pública basada en criterios universalistas y no en consideraciones particularistas y personales. Para Clapham, la importancia del clientelismo en el ejercicio del poder estatal se debe a que las estructuras del Estado pueden reproducir las condiciones enumeradas. En específico, el clientelismo de Estado es más variable cuando los gobernantes tienen un control efectivo de recursos deseados y no están constreñidos por normas burocráticas para hacer un uso personalista de ellos. También cuando el apoyo de los subordinados es deseado pero se busca fraccionarlos. En el contexto de estas condiciones generales favorables al clientelismo hay que enfatizar, dice Clapham, que hay diferencias sustanciales tanto en el grado de clientelismo como en el tipo de clientelismo que se observa en distintos sistemas políticos.

 

V. El clientelismo en América Latina

 

En el caso de América Latina, Eisenstadt y Roniger (1984) plantean que el surgimiento de las relaciones clientelistas fueron el resultado de dos procesos. Por un lado, la conquista y el dominio colonial que gestó una sociedad basada en una relación de poder fuerte entre los distintos estratos sociales y una preocupación por el orden jerárquico, el prestigio y el honor. Por otro, el debilitamiento de las instituciones centrales de control y la focalización de las relaciones de poder. Las relaciones clientelistas aparecieron en diversas esferas de la sociedad. Primeramente, en las haciendas se encontraban los terratenientes con poder económico y político y los trabajadores que obtenían acceso a la tierra y otros medios de subsistencia y seguridad a cambio de un trabajo leal. Posteriormente, a partir de mediados del siglo XIX, el surgimiento de estados-nacionales y el desarrollo del parlamentarismo basado en la expansión electoral promovió el desarrollo de relaciones clientelistas dentro de las nuevas estructuras políticas tales como los partidos políticos y la burocracia estatal. Así, el voto se convirtió en el referente de relación leal. En América Latina, tanto regímenes autoritarios como democráticos han hecho uso del clientelismo para establecer, expandir y/o mantener su base social de apoyo. La existencia de Estados propietarios de empresas facilitó la expansión del clientelismo a través de empleos públicos, unido ésto a una burocracia estatal de bajo entrenamiento y sueldos. Facilita también el clientelismo en los países latinoamericanos la corrupción administrativa y el bajo nivel de institucionalización del Estado.

 

 

Vocablos de referencia:

 

Comportamiento electoral

Partidos políticos

Poder

Bibliografía:

 

Clapham, Christopher (ed.): Private Patronage and Public Power: Political Clientelism in the Modern State. St. Martin’s Press. New York, 1982.

Eisenstadt. S.N. y L. Roniger: Patrons, Clients and Friends: Impersonal Relations and the Structure of Trust in Society. Cambridge University Press, Cambridge, 1984.

Gellner, E y J. Waterbury (eds.): “A Conceptual Framework for the Study of Clientelistic Behavior”. European Journal of Political Research, No.4. London, 1976.

Kaufman, Robert: “The Patron-Cliente Concept and Macro Politics: Prospects and Problems.” Comparative Studies in Society and History, Vol.16, No.4. London, 1974.

Kettering, Sharon: Patrons, Brokers and Clients in Seventeenth Century France. Oxford University Press, Oxford, 1986.

Mintz, Sidney and E. Wolf: An Analysis of Ritual Co-Parenthood (Compadrazgo). Southern Journal of Anthropology, No.6. London, 1950.

Schmidt, S. W., J. C. Scott, C. Lande, and L. Guasti (eds.): Friends, Followers and Factions: A Reader in Political Clientelism. University of California Press. Berkeley, 1977.

Strickon, Arnold y S. Greenfield (eds.): Structure and Process in Latin America: Patronage, Clientage and Power Systems. University of New Mexico Press. Alburqueque, 1972.

 

Rosario ESPINAL