- Azarías H. Pallais
- (1884-1954)
Indice de poemas:
- LOS CAMINOS DESPUES DE LA LLUVIA
- AHORA QUE ESTÁS ILUMINADO
- NOTICIAS BUENAS Y MALAS
- ENTIERRO DE POBRE
Ficha de Azarías H. Pallais en Diccionario de escritores nicaragüenses
- Regreso a Panorama de la literatura nicaragüense
- Regreso a Dariana
- LOS CAMINOS DESPUÉS
- DE LAS LLUVIAS
- Desde que era muy niño, saltaba de alegría
- cuando la fresca lluvia de los cielos caía.
- Chorros de los tejados, vuestro rumor tenía
- el divino silencio de la melancolía.
- Los niños con las manos tapaban sus oídos,
- y oyendo con asombro los profundos sonidos
- del corazón, que suena como si fuera el mar,
- sentían un deseo supremo de llorar.
- Y como por la lluvia, todo era interumpido,
- se bañaban las cosas en un color de olvido.
- Y vagaban las mentes en un ocio divino,
- muy propicio a los cuentos de Simbad el Marino.
- Las lluvias de mi tierra me enseñaron lecciones...
- con Alí Babá, pasan los cuarenta ladrones.
- Y cantaban mis sueños en la noche lluviosa:
- Lámpara de Aladino, lámpara milagrosa!
- Y al caer de la lluvia, la criada más antigua
- desgranaba sus cuentos en una forma ambigua.
- Otro de los milagros que en la lluvia yo canto
- es que, al caer sus linfas, se pone un nuevo manto
- mi ciudad, que al lavarse... yo pienso en una de esas
- austeras e impecables ciudades holandesas:
- una ciudad lavada, sin polvo, nuevecita,
- donde reza el aseo de su plegaria bendita...
- Son todos los caminos como flor de aventura
- para el dulce Quijote de la Triste Figura.
- Regreso al inicio
- AHORA QUE ESTÁS ILUMINADO
- Ahora que estás iluminado
- hueles tanto, que nunca las más perfectas rosas
- supieron hasta dónde llega tu buen olor;
- como la Magdalena, tus manos olorosas
- ya tocan los fragantes pies de Nuestro Señor,
- ahora que que estás iluminado.
- Ahora que estás iluminado
- es de cielo tu boca, son de gloria tus labios,
- pues gustan en la mesa del reino. Tontería
- el néctar de los dioses, el vino de los sabios
- y las viandas insulsas de la teosofía,
- ahora que estás iluminado.
- Ahora que estás iluminado
- tocas al Que nos toca divinamente. ¡Manos
- más dichosas las tuyas!, tus manos tocadoras.
- Tocas, estás tocando con tus dedos cercanos,
- a Jesús, el Espejo sin mancha de las horas,
- ahora que estás iluminado.
- Regreso al inicio
- NOTICIAS BUENAS Y MALAS
- Noticias buenas y malas.
- Siempre la tragi-comedia.
- Libres. Esclavos. Paz. Balas.
- Modernismo y edad media.
- Y bárbaros, sobre todo.
- La barbarie nunca falta.
- El hombre, fiera, sin modo
- sobre sus víctimas, salta.
- Sus víctimas!, si pudieras
- contarlas! No, no podrías,
- arrojadas, en las eras
- hondas de las tiranías.
- Nerón-Calles. Y tus labios
- manchados por este nombre.
- Homo Sapiens de los sabios,
- homo lupus es el hombre
- sin Jesús. Y punto y coma.
- Lindbergh vuela, vuela, vuela.
- Yanquilandia, mitad Roma
- y mitad Cartago, vela.
- De tanto velar, se enreda.
- Y aunque no se ve camino,
- todos pasan, sólo queda
- indeclinable Sandino.
- Por sus pequeños hermanos
- ¡Dios se lo pague! Sandino
- protesta con las dos manos
- alzadas. Será molino
- de viento, como los otros?
- Será juego del interés?
- Y que relinchen los potros?
- Y que hablemos en inglés?
- Regreso al inicio
- ENTIERRO DE POBRE
- Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
- No quiero que vengan los otros conmigo.
- Los otros, aquellos del otro camino,
- los que me dijeron: es agua tu vino.
- Los que sacudieron mi rama florida.
- Para tejer burlas, en charlas subida.
- Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
- Sin flores horribles de trapo, contigo,
- y mis cuatro hermanos bellos, silenciosos,
- sin esa etiqueta, sin esos curiosos,
- sin los obligados que dicen: debía
- venir al entierro y en charla vacía,
- prosiguen narrando su gracioso cuento.
- Entierro de pobre. Mi acompañamiento
- será de pocos. La misa temprano,
- de aquel padre Valle, canto gregoriano,
- en iglesia pobre y un solo cantor
- misa verdadera de Nuestro Señor.
- También te suplico, me libres, hermano,
- del insulto magno. Al diario profano,
- que a diario blafema, dile, que no es cierto,
- que quién le ha contado que me hubiese muerto
- que estoy bueno y sano y así no dirán
- sus majaderías de parrampamplán:
- noble, generoso, digno, caballero,
- ciudadano probo, patriota sincero,
- de firme carácter, hombre superior...:
- y otros disparates del mismo color.
- Acuérdate hermano de todos aquellos
- versos de mis libros, silenciosos, bellos.
- Del "Agua Encantada" de estos mis "Caminos"
- que son el consuelo de los peregrinos,
- de "Espumas y Estrellas:, del "Libro Menor"
- que a todos encanta por su buen olor.
- Entierro de pobre, ya sabes, amigo.
- No quiero que vengan los otros conmigo.
- Regreso al inicio
- Regreso a Panorama de la literatura nicaragüense
- Regreso a Dariana
- Alfonso Cortés
- (1893-1969)
Indice de poemas:
- UN DETALLE
- LA DANZA DE LOS ASTROS
- LA GRAN PLEGARIA
- LA CANCIÓN DEL ESPACIO
- YO
- IRREVOCABLEMENTE
- UN DETALLE
- Un trozo de azul tiene
- mayor intensidad que todo el cielo;
- yo siento que allí vive, a flor
- del éxtasis feliz, mi anhelo.
- Un viento de espíritus pasa
- muy lejos, desde mi ventana,
- dando un aire en que despedaza
- su carne una angélica diana.
- Y en la alegría de los gestos,
- ebrios de azur, que se derraman...
- siento bullir locos pretextos,
- que, estando aquí, ¡de allá me llaman!
- Regreso al inicio
- LA DANZA DE LOS ASTROS
- La sombra azul y vasta es un perpetuo vuelo
- que estremece el inmóvil movimiento del cielo;
- la distancia es silencio, la visión es sonido;
- el alma se nos vuelve como un místico oído
- en que tienen las formas propia sonoridad:
- luz antigua en sollozos estremece el Abismo,
- y el Silencio Nocturno se levanta en sí mismo.
- Los violines del éter pulsan su claridad.
- Regreso al inicio
- LA GRAN PLEGARIA
- El tiempo es hambre y el espacio es frío
- orad, orad, que sólo la plegaria
- puede saciar las ansias del vacío.
- El sueño es una roca solitaria
- en donde el águila del alma anida:
- soñad, soñad, entre la vida diaria.
- Regreso al inicio
- LA CANCIÓN DEL ESPACIO
- La distancia que hay de aquí a
- una estrella que nunca ha existido
- porque Dios no ha alcanzado a
- pelllizcar tan lejos la piel de la
- noche! Y pensar que todavía creamos
- que es más grande o más
- útil la paz mundial que la paz
- de un solo salvaje...
- Este afán de relatividad de
- nuestra vida contemporánea --es--
- lo que da al espacio una importancia
- que sólo está en nosotros, --
- y quién sabe hasta cuándo aprenderemos
- a vivir como los astros--
- libres en medio de lo que es sin fin
- y sin que nadie nos alimente.
- La tierra no conoce los caminos
- por donde a diario anda --y
- más bien esos caminos son la
- conciencia de la tierra... --Pero si
- no es así, permítaseme hacer una
- pregunta: --Tiempo, dónde estamos
- tú y yo, yo que vivo en ti y
- tú que no existes?
- Regreso al inicio
- YO
- Muchos me han dicho: --El viento, el mar, la lluvia, el grito
- de los pastores... Otros: --La hembra humana y el cielo;
- otros: --La errante sombra y el invisible velo
- de la Verdad, y aquellos: --La fantasía, el mito.
- Yo no. Yo sé que todo es inefable rito
- en el que oficia un coro de arcángeles en vuelo,
- y que la eternidad vive en sagrado celo,
- en el que engrenda el Hombre y pare lo infinito.
- Por eso, mis palabras son silencio hablado,
- y en la fatal urdimbre de cada ser, encuentro
- difícil losabido y fácil lo ignorado...
- Yo soy el Mercader de una divina feria
- en la que infinito es círculo sin centro
- y el número la forma de lo que es materia.
- Regreso al inicio
- IRREVOCABLEMENTE
- Por donde quiera que escrudriña la mirada,
- sólo encuentra los pálidos pantanos de la Nada;
- flores marchitas, aves sin rumbo, nubes muertas...
- Ya no abrió nunca el cielo ni
- [la tierra sus puertas!
- Días de lasitud, desesperanza y tedio;
- no hay más para la vida que el fúnebre remedio
- de la muerte, no hay más, no hay más, no hay más
- que caer como un punto negro y vago
- en la onda lívida del lago,
- para siempre jamás...
- Regreso al inicio
- Regreso a Panorama de la literatura nicaragüense
- Regreso a Dariana
- Salomón de la Selva
- (1893-1959)
Indice de poemas:
- LA BALA
VERGÜENZA
HERIDOS
CARTA [3]
PRISIONEROS
NOTICIAS DE NICARAGUA
- PUEBLO, NO PLEBE
- ALEJANDRO HAMILTON
- EVOCACIÓN DE PÍNDARO
- Regreso a Panorama de la literatura nicaragüense
- Regreso a Dariana
- LA BALA
- La bala que me hiera
será bala con alma.
El alma de esa bala
será como sería
la canción de una rosa
si las flores cantaran
o el olor de un topacio
si las piedras olieran,
o la piel de una música
si nos fuese posible
tocar a las canciones
desnudas con las manos.- Si me hiere el cerebro
me dirá: yo buscaba
sondear tu pensamiento.
Y si me hiere el pecho
me dirá: (Yo quería
decirte que te quiero!
- VERGÜENZA
- Éste era zapatero,
éste hacía barriles,
y aquél servía de mozo
en un hotel de puerto- Todos han dicho lo que eran
antes de ser soldados;
¿y yo? ¿Yo qué sería
que ya no lo recuerdo?
¿Poeta? ¡No! Decirlo
me daría vergüenza.
- HERIDOS
- He visto a los heridos:
¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre!
Y los hombres que se quejan mucho;
y los que se quejan poco;
y los que no han dejado de quejarse!
Y las bocas retorcidas de dolor;
y los dientes aferrados;
y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua
y la lleva de fuera, morada, como si lo hubieran ahorcado!
- CARTA [3]
- Ya me curé de la literatura.
Estas cosas no hay cómo contarlas.
Estoy piojoso y eso es lo de menos.
De nada sirven las palabras.- Está haciendo frío
por unas razones muy sencillas
que no recuerdo ahora.
Tal vez porque es invierno.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
la razón de las temperaturas.
Cuando me escribas, dime
por qué hay calor y frío.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!- Las luces Verey son
lo más bello del mundo.
La No Mans Land parece
un país encantado.
He visto mi propia sombra
alargarse al infinito.
Y me han brotado mil sombras
rápidas de los pies.
Y se han ido estirando
más veloces que un sueño;
y después han corrido
de nuevo a mis zapatos.
Todavía les tengo
más temor a las sombras que a las balas.
Aunque son un encanto
las luces: verdes, blancas,
azules, amarillas
Me he diluido en sombras
y me he ido corriendo
a más allá del mundo.
Me han parecido música
las luces. Me he sentido
el Prometeo de Scriabin.
Después me ha dado espanto.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
el por qué de los miedos.
Cuando me escribas, dime
cómo se es valiente.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!
- PRISIONEROS
- Son gente.
De eso no cabe duda.
Gente como nosotros,
que come, que duerme, que se entume, que suda,
que odia, que ama.
Gente como toda la gente,
y sin embargo diferente.- Como les hemos arrancado
todos los botones,
caminan agarrándose
los pantalones,
y llevan el cuerpo doblegado.- Pudiera ser cansancio,
pero no es eso.
Pudiera ser vergüenza
En fin, qué nos importa:
¡Son nuestros prisioneros!- Está prohibido darles cigarrillos.
Bien. Se los daré a escondidas.
Alguno de ellos debe haber leído
a Goethe; o será de la familia de Beethoven,
de Kant; o sabrá tocar el violoncelo
- NOTICIAS DE NICARAGUA
- Puesto que Nicaragua entró en guerra,
lo justo es que el Obispo diga misas
por el triunfo de las armas aliadas.- En las tertulias y en las barberías
se malgasta saliva
defendiendo "la causa".- Ya no pueden los periódicos
con los sonetos a Bélgica
y las odas a Francia.- Pero cuando supieron
que venía a la guerra yo,
nicaragüense,
a pelear por Nicaragua,
los beatos,
y los discutidores en público,
y los hacedores de versos,
convinieron en que yo estaba loco.- (Selección de El soldado desconocido, [publicado en México, en 1922, con ilustraciones de Diego Rivera]
- PUEBLO, NO PLEBE
- La independencia fue para que hubiese pueblo
- y no mugrosa plebe:
- hombres, no borregos de desfile;
- para que hubiese ciudadanos;
- para que júbilo goce la infancia
- en decencia de hogares sin miseria;
- para que abunden los jardínes de recreo
- infantil; y los juguetes; y,
- [mejores que las flores,
- y más bulliciosos que los pájaros,
- más dulces que las frutas,
- crezcan los niños y maduren
- en salud y alegría que el Estado ampare
- y el buen gobernante garantice,
- porque la Patria, antes que todo, es madre.
- Regreso al inicio
- ALEJANDRO HAMILTON
- Sonata
- I. ANDANTE
- Al nombre de los Adams, en Boston
- como al sonido de la lira de Orfeo
- en los llanos pantanosos de Beocia,
- surgen maravillosas estructuras,
- puertas abiertas a todos los caminos:
- Mont Saint Michel en peligro del mar
- (piedra sobre piedra sostenidas por milagrosos
- arbotantes)
- que un sol de nueve siglos roe en vano
- y lamen los aullidos de un viento sin fin,
- podría ahora derribarse al abismo
- con sólo un leve susto de gaviotas.
- Y Chartres, con sus flechas impecables,
- y el portal de la Virgen filósofa,
- reina de Salomón y de Aristóteles,
- con el vitral glorioso del árbol de Jesé,
- y el júbilo de arco iris en danza
- que cantan en colores por sus naves
- ya puede ser el blanco de los Berthas monstruosos.
- Porque en el libro de un Adams --Henry Adams--
- clara y precisa,
- áurea y preciosa
- minuciosa y magnífica
- como una abeja en ámbar,
- su belleza está a salvo
- hecha palabras.
- Y Henry es sólo un Adams: ¡hay docenas!
- La estirpe de los Adams es edificio fuerte:
- cinco generaciones como cinco moradas,
- como cinco torreones de castillo,
- como torres y cúpulas de un templo,
- y la basa del todo aquel zorruno
- puritano manido y presuntuoso
- que fue el primer Adams presidente,
- fundamento de granito recio y duro,
- acantilado de prejuicios basálticos,
- que ajeno a las ensoñaciones sutiles
- de que sólo son capaces los hombres prácticos,
- a salvo contra el mar fuerte y contra el viento,
- sordo al contrapunto florentino,
- mal entendía y mal quería a Hamilton.
- II. SCHERZO
- Hamilton, tropical, nacido en isla,
- criado al rumor caribe y los rumores
- de los flacos deslices de su madre,
- fuerte de vista para ver el sol
- en cabriolas de luz sobre las olas,
- supo mirar, sin deslumbrarse, el alba
- del Día Yanqui, y al claror primero
- se puso a trabajar hablando océanos
- --Neptuno mismo-- para edificar Troya
- donde, eternal Helena, la belleza,
- del mundo hila raptada y teje tela de oro.
- Y era orgullo de océano el de Hamilton
- --Neptuno mismo--
- terco para batir acantilados,
- raudo para mover arenas crepitantes,
- de empuje brioso y de fatal resaca:
- Por quítame esas pajas, en un llano
- de hierba seca, envuelto en gris neblina,
- se dio de tiros con rival político
- (enemigo de México, por cierto)
- y así murió. En Wall Street descansa.
- Antes había dicho
- Washington de él, viéndolo en los combates:
- --Es el enamorado de la muerte.
- Y este bravo
- de voz de mar y de alma tempestuosa
- palidecía, sin embargo,
- y la soberbia boca suya se amargaba
- caída de los lados,
- y la sal de su sangre fluía en amargura,
- y en el fondo de su ser seres lamosos
- de escamas verdes se envolvían
- fríos y ateridos en vidriosas
- fosforecencias lívidas
- cuando el Adams primero de los Adams famosos,
- zorro bien informado, calladito
- le decía al oído: --¡Hijo de puta!
- Igual que el padre murió el hijo, en duelo,
- y no hay familia Hamilton. Con el nieto
- finó el linaje que en las Islas Vírgenes
- inició la hugonota desdichada
- que fue burla de amor entre marinos.
- Cierto que abuela puta no es lo mismo
- que puta madre, y bisabuela es menos,
- y si hubiera descendientes de Hamilton
- ya delante de los Adams no se pondrían pálidos.
- ¡Pero considerad el fondo de vergüenza
- de Hamilton el único!
- Su mujer, que era Schyler, criada en muelle
- tradición de limpiezas holandesas,
- con alma de interior de Van der Meer,
- hecha a colchones suaves y sábanas aseadas
- donde el amor se hunde y reblandece,
- era poco dulzor para aquel temple
- fundido en fuegos acres.
- Los frescos muslos y los brazos frescos
- en rosicler que de ellos mismos mana,
- los pechos blancos de azuladas venas
- con transparencias como de porcelana
- no pudieron, es claro, amansar el martirio
- infinito de Hamilton.
- Y el primer secretario del Tesoro,
- el que le redactaba los discursos a Washington,
- el que hizo la Unión Americana
- sobre base económica
- (¡Mont Saint Michel en peligro del mar,
- si hubiese sutileza entre los Adams!),
- por cuyo sortilegio se poblaron
- los Estados agrícolas de fábricas
- (¡Chartres la de las flechas impecables,
- si hubiera misticismo entre los Adams!)
- el padre de los Bancos
- (¡Helena es oro en bóvedas de tálamo,
- inocente, y brillante, y resignada!)
- fue adúltero en secreto:
- Pecador y vergonzante
- se dio a una aventurera de ojos negros,
- pagó chantaje y tuvo tratos ruines
- para justificar el pecado de su madre
- y no eregirse en juez
- del ardor de su sangre.
- III ADAGIO
- A veces la conciencia de la herida
- que recibió en la infancia
- era dolor insoportable.
- Esto lo entenderán los dispépticos
- y los que tienen ulcerado el duodeno
- si en vez de estómago y de tripas
- consideran eso otro que llamamos el alma.
- Así, una vez le impresionó, en la tarde,
- que le dijeran, cuando cumplió siete años
- el hijo suyo: --¡Señor, es su retrato!--.
- ¡Oh, no! --dijo él--. La boca es de su madre
- y esa dulzura que en sus ojos mansos
- parece la mañana recogida,
- agua de luz verdosa, en la copa de un valle...
- Y más que las palabras era el tono
- de voz lo que llevaba angustia,
- solicitud desesperada,
- de que su hijo fuese diferente,
- como si algún destino tenebroso
- le hubiese dicho: Vengo por tu cara
- en la cara del niño
- para sembrar dolor que eche raíces
- entre los tiernos músculos
- y le dejen arrugas imborrables,
- y él contestase con aquel aplomo
- de los que ya perdieron la esperanza
- de salvación y lucha con fiereza
- de condenados: ¡No, que el niño es de otra cara!
- ¡Fijarse bien que es de otra cara mi hijo!
- Esa noche
- cenaría con Washington.
- Eran de mucho rumbo
- los otros invitados:
- Monroe y su esposa, jóvenes
- y virginianos:
- Él, orador florido;
- ella, la más famosa de todas las bellezas
- de Norteamérica y a quien Francia misma
- llamaría la belle Américaine.
- Por eso
- quería Hamilton que su mujer probase
- a superarse en lujo y señorío,
- que vistiera brocados de la India
- y las perlas de Java;
- y el chico tuvo que irse
- con sólo la institutriz sureña
- al sacramento de meterse en cama.
- Ya el carruaje estaba en la cochera,
- los caballos piafando,
- y Hamilton consultaba su reloj
- recordando que a Washington
- le irritaban las gentes impuntuales,
- por lo que --¡Vamos, Elizabeth! --decía--
- o echaremos carrera peligrosa!--
- Y ella: --¡Un momento, sólo un momento!
- Tengo que verlo antes de que se duerma
- o no comeré a gusto...
- Y fue un momento corto su tardanza,
- pero tiempo bastante
- para que Hamilton, herido, recordara
- hasta qué largas horas,
- toda la noche a veces, él se estaba,
- acurrucado y dormilón e incómodo,
- afuera de la puerta de su casa
- oyendo el mar genir
- y viendo sombras, sombras, en la playa,
- esperando a que el huésped de su madre
- se largase, y poder meterse en cama
- al lado de ella, tibia,
- cansada, sin palabras,
- curvada como la luna,
- su cabellera como florón de palmas.
- IV RONDO
- La mujer de Monroe, bella ciertamente,
- como rosal de la cintura arriba,