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Pedro Luis Barcia

El presidente de la Academia Argentina de Letras todavía recuerda los más de 100 sonetos que aprendió de memoria gracias al ejercicio de reglas nemotécnicas por él instauradas. También las centenares de palabras que recogía del diccionario para aplicarlas en sus conversaciones cotidianas mientras disfrutaba de la pesca en su Gualeguaychú natal o realizaba prácticas de espiritismo.

Por Lic. Diana Cazaux, presidenta de la Asociación Iberoamericana  y Argentina de Periodismo Científico

Especial para Universia Argentina

Tener de vecinas a maestras le sirvió para aprender a leer desde muy chico. "Yo iba todos los días de visita. Después empecé a frecuentar la biblioteca de mi pueblo, Gualeguaychú,  y adquirí el hábito de la lectura que me duró toda la vida. Yo ya tenía buena memoria, pero la ejercité con prácticas de nemotécnica aprendiendo todos los días dos sonetos de memoria y llegué a saber 100", recuerda ante Universia el eminente lingüista Pedro Luis Barcia.

"Saber estos poemas me daba cierta posibilidad de presencia social en alguna reunión y también más adelante me fue útil para cautivar a las damas. Me di cuenta que quien más impresionaba era Neruda al ser tan persuasivo, así que me dediqué a 20 Poemas de Amor y una canción desesperada y tuve efecto", reconoce pícaro.

Los ojos le brillan cómplices de sus remembranzas y las palabras le fluyen mezclando siempre su verba académica con el gauchesco y el coloquial porteño todo sazonado con el humor a flor de labios o la fina ironía que hace sonreír.

Mantuvo la continuidad en la lectura a través de los años y en el fárrago por conocer leyó de todo. Siempre lo atrajo lo agnóstico, lo oculto, lo misterioso sobre lo que profundizó cuanto pudo y hasta concurrió a reuniones de espiritismo, actividad que ignoraban sus padres profundos cristianos.

A los 15 años dio una conferencia sobre espiritismo. "Parado arriba de una mesa un sábado en el club de mi barrio y la gente alrededor escuchando lo que decía este chico...-evoca risueño el Dr. Barcia esta transgresión que le deparó alguna sanción familiar- Fue una experiencia muy importante para mí, porque me motivó mucho el hecho de que me escucharan siendo de tan corta edad".

Entonces comenzó su desafío: tenía que saber de cualquier tema que le interesara más que nadie en la cuadra, luego más que nadie en el barrio y después más que nadie en la ciudad, pasos que iba compulsando gradualmente.

También se interesó por la grafología. Anhelaba develar a las personas más allá de lo aparente. "Yo tenía más que inteligencia, voluntad. Era bulldog, a quien se le acalambra la mandíbula pero no suelta la presa. Así era yo", grafica Don Pedro, como cariñosamente lo conocen sus discípulos y compatriotas.



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