Albert Sánchez Piñol: Un antropólogo en el planeta literario

pinolDescodificar el mundo con los rayos X del antropólogo ha conferido a Albert Sánchez Piñol una estimulante visión de la verdad tras la conspiración de silencio y manipulación que rige nuestras vidas. Esto se ha traducido en una angustiosa obra de ficción superventas (“La piel fría”, “Pandora en el Congo”), donde el monstruo nunca es el que parece y el conflicto y la sorpresa se disputan a dentelladas el corazón humano. La publicación de sus mutantes relatos “Trece tristes trances” (Alfaguara/ La Campana) propicia una conversación de la que ni el apuntador sale incólume. Texto Antonio Lozano

Resulta fácil imaginarle como un niño rendido a las aventuras de Tintín, las novelas de ciencia ficción y las películas de serie B, que de adulto desea recuperar aquellas sensaciones colocándose al otro lado.
Siempre me ha parecido curioso leer entrevistas en las que los escritores aseguran que con 6 años ya habían leído a Tolstói. Mi cultura preliteraria fue la del cómic, fue su herencia la que acabé gestionando y trasformando en mis propios libros. Era un gran fan de los héroes de la Marvel, especialmente de Spiderman, que me parece que es el mito que mejor se ha consolidado y pervivido. Desde el punto de vista de la antropología estructuralista, los superhéroes de las historietas son comparables a cualquiera de las figuras de la mitología clásica, de aquí que se expliquen por medio de diálogos e imágenes.
¿Ha tenido el placer como prioridad?
He optado de manera sistemática por una narrativa popular. Al escribir intento recuperar para el lector aquella ilusión que sintió ante el primer libro que lo enganchó. Sigo una serie de técnicas y principios que buscan su complicidad, pues yo a mis lectores los respeto mucho, ya que se trata de gente que está invirtiendo tiempo y dinero en mí. La literatura elitista es otro rollo, que respeto mucho pero que no va en absoluto conmigo. Según ella, es el lector quien ha de realizar el esfuerzo, mientras que yo apuesto por lo inverso, por que sea el autor quien haga fácil lo difícil. Busco recurrir a un esquema de seducción con el que conseguir que una historia más o menos compleja esté al alcance de un gran número de personas. Poniéndonos intelectuales por un momento, esto es lo que ya dijo Aristóteles en su Poética: “señores dramaturgos, los asientos de este anfiteatro son muy duros, no nos aburran”. En el caso del cuento este control es mucho más costoso, pues radica principalmente en saber qué no escribes.

¿Cómo le cambió la vida convertirse en antropólogo?
Hay un antes y un después. Te fuerza a ver la realidad con otros ojos, es como si llevaras una especie de rayos X incorporados, la descifras en función de las estructuras de poder, las relaciones simbólicas… Si además, como fue mi caso, realizas un trabajo de campo etnográfico que te lleva a una inmersión en un mundo tan alejado del tuyo que casi te estalla la cabeza, la recompensa es impagable. La posibilidad de contrastar tu sociedad con otras, algo que no sueles hacer pues siempre la comparas con variantes de sí misma, te garantiza una experiencia riquísima.

¿Qué le enseñaron los pigmeos a los que estudió sobre nuestra sociedad?
Que se basa por entero en una impostura, que todo es una enorme mentira que aceptamos sin más. Antes de estudiarlos, no me habría podido imaginar que la experiencia humana pudiera ser tan flexible y diferente. Aquí aseguramos que uno de nuestros máximos valores es la libertad, pero su significado queda plenamente en entredicho si nos fijamos en los pigmeos. ¿A qué hora tenemos que levantarnos los lunes? ¿Supone una conquista social la semana laboral de cuarenta horas? Tardamos veinte años en pagar un cubículo de sesenta metros cuadrados mientras que los pigmeos tardan dos días en construirse una casa. ¿Quién es más libre? Ellos no tienen delincuencia ni sistema penal, a nosotros nos sangran a impuestos para costear un sistema represivo. Los caníbales se comen a los suyos, nosotros los vomitamos excluyéndolos de la sociedad en prisiones.

Los pigmeos bien tendrán que castigar a los suyos…
Echan mano de un sistema punitivo muy cruel: la ridiculización. Como el equilibrio social se sostiene en el intercambio, aquel que no comparte es motivo de burlas constantes, no cesan de gritarle a la cara “¡tacaño!, ¡tacaño!”. Esta táctica es exactamente la misma que se empleó con Clinton en el affaire Lewinsky, sólo cambia la escala. Y hablando de ex presidentes americanos, para un pigmeo George W. Bush y Bin Laden son exactamente iguales, dos representantes de sociedades capitalistas y monoteístas. No es extraño pues que, al regresar de convivir con ellos, uno se dé cuenta de que todos estamos como una puta cabra. Qué excelente bagaje para escribir.

¿En qué consistió su trabajo de campo?
Viajé a una zona del este del Congo donde la selva se estaba retirando por diversos motivos, uno de lo cuales era la deforestación causada por los bantús. Me interesaba estudiar cómo los pigmeos se enfrentaban al problema; es decir, si se retiraban selva adentro, transformándose en bantús, o se quedaban donde estaban. Mi tesis era que los pigmeos que permanecerían más puros serían aquellos que se desplazaran selva adentro, mientras que los que se quedaran en su sitio serían los más afectados por los cambios y pronto se desintegrarían. ¡Pues ocurrió justo lo contrario! Los que penetraron en la selva acabaron hechos polvo, consumidos por las enfermedades y las drogas, al tiempo que los pigmeos que permanecieron conservaron su esencia. Conclusiones: es la presión la que fortalece la identidad, el cosmopolitismo lo que devuelve al génesis. Ideas éstas que muchos políticos de aquí todavía no han entendido.

He oído que tuvo que salir por piernas del Congo.
Me enteré por la radio que había estallado una guerra civil. Cometí el error de pensar que se trataba de un 23-F, pero luego comprendí que era un 18 de julio. Cuando reaccioné, todo el mundo se había largado. Pasé diversos controles e interrogatorios en puestos fronterizos, donde me tuve que hacer el tonto para que me tomaran por un folclorista. Abandoné todo el material de estudio, incluso quemé los mapas de la zona que había realizado para que no creyeran que era un espía.

¿En qué estado regresó?
Furioso, allá la gente se mataba de una manera salvaje. Hemos expulsado el dolor y nos hemos retirado a un oasis artificial, la vida humana no tiene valor alguno si se puede exterminar a dos millones de personas sin que nadie mueva un dedo.

Pese a todo, ¿mereció la pena?
Ahora agradezco la experiencia. Cuando algún periodista me pregunta aquello de “¿siente presión porque su próximo libro sea un éxito?”, yo pienso ¿qué carajo de presión es esa? Presión es encontrarte en el Congo y que te puedan pelar.

LAS LÍNEAS ROJAS
En una estancia anterior en África, se le atragantaron de por vida las ONGs.
La primera vez que estuve ahí fue para estudiar por qué los proyectos de la ONG Veterinarios Sin Fronteras no funcionaban. Tenían cuatro cabritas y cuatro vacas, ese tipo de cosas que no sirven para nada y que es para troncharse, vaya, y que no tiran hacia adelante, no por razones culturales, sino porque estamos hablando de una zona consumida por las guerras y las dictaduras, donde el ejército arrasa con todo. Me convertí en un furibundo militante anti ONGs, son una fórmula neoimperialista, un misionerismo de cariz civil. En ellas hay gente buena y honesta, pero el concepto no puede funcionar, ya que en esencia se trata de sustituir un poder autóctono por uno foráneo. ¿Quién demonios nos dice que hemos de acudir allá a enseñarles cómo gestionar sus asuntos? En Camerún hay miles de médicos en el paro y nosotros no dejamos de enviar a los nuestros. Nos enfrentamos a un paradigma que es el opuesto al del antropólogo. Los médicos, ingenieros o misioneros acuden partiendo del hecho de que ellos tienen el conocimiento y se lo van a transmitir a los nativos. Los antropólogos van a estudiar a los nativos con los ojos y las orejas muy abiertos, porque son éstos quienes de verdad atesoran el conocimiento.

Rebobinando, en vez de acabar su tesis, con lo que regresó del Congo escribió La piel fría.
Sí. Un escritor sólo ha de tener alguna cosa que decir. Todo está explicado, pero quedan diferentes formas de hacerlo. Con el trabajo de campo en la cabeza, fue cuestión de tirar de imaginación.
La relación que se establece entre el hombre y la bestia, que resulta por defecto conflictiva, es un motivo recurrente en su obra. ¿Es lógico pues que se tilde ésta de oscura y pesimista?
Una novela trata la relación entre naturaleza y cultura. El inicio del tema en la modernidad está en el debate entre Voltaire y Rousseau a raíz del terremoto de Lisboa. El primero asegura que la naturaleza es malvada ya que las víctimas estaban indefensas. El segundo disiente alegando que ha sido la decisión de las personas de vivir hacinadas la causa de la tragedia. En La piel fría retomé el asunto de cara a mostrar las líneas rojas que establece toda sociedad y que no se pueden cruzar; por ejemplo la manera en que toda guerra se justifica en la legitimación de matar a la bestia. El mundo se sostiene en ideas de lo más simplistas. No paramos de decir tonterías, como que los salvajes son muy ecologistas. Si viesen el modo en que los pigmeos torturan a los monos antes de matarlos…

¿Qué líneas rojas ha cruzado con riesgo para su persona?
¡La de palos que me cayeron cuando dije que me gustaban los toros! ¡En vez de Sánchez Piñol me tomaron por Sánchez Dragó! Intentaba hacerle entender a mucha gente que no han de ir a una corrida pretendiendo ver exclusivamente el sufrimiento del animal, que si te concentras en la sangre te pierdes todo lo demás, que hay que abrir los ojos. Con esto no negaba el padecimiento del animal ni el ambiente rancio que lo rodea.

¿Alguna otra?
El lenguaje es el arma principal del poder, no el ejército. Con él construye realidades a su medida. Sé que puedo meterme en problemas y que debo decir esto con cautela, espero que se entienda que lo hago en cuanto antropólogo: A los que ponen bombas sólo puedes llamarlos terroristas, con lo que eclipsas cualquier debate, eliminas cualquier otra exposición del fenómeno. Pero fíjate que cuando Aznar anuncia la tregua con ETA la denomina Movimiento Vasco de Liberación.

¿Cree que si esto lo dijera un escritor en vez de un antropólogo se armaría un escándalo?
La gente busca en los escritores algo que no son, una suerte de profetas que les suelten sermones, esto es algo que viene de esa Francia del XIX que los confundió con intelectuales.A Shakespeare nadie le preguntaba qué opinaba de los toros o de la monarquía. Con mis libros me sobro y me basto. Al contrario que muchos de mis colegas, no tengo ningunas ganas de que me conviertan en un mártir, pues no hay nada más sencillo que ser polémico.

EL MONSTRUO DENTRO DE TI
¿Todavía escribe textos para las enciclopedias?
Ya no. Antes dedicaba las mañanas a poner el taxímetro y redactar entradas del género que fueran de cara a ganar pasta, y las tardes eran para la literatura, acumulaba cuentos que con suerte ganaban algún concurso y me permitían ir tirando. Ahora no sabría decirte a qué me dedico fuera de mantener muchos encuentros con mis lectores. Afortunadamente nunca he necesitado dinero, no tengo mujer, ni hijos, ni hipoteca y el piso me lo dieron mis padres.
No es una persona especialmente familiar, entiendo.
A nivel antropológico la familia supone el inicio de toda solidaridad humana, pero también de los gángsters. Implica un chantaje emocional muy acusado, si bien comprensible.
¿Cuál es su receta para conectar a los lectores de hoy con las aventuras de toda la vida?
Una novela es esto (traza unas líneas sobre una servilleta entre las que se descifra “1º pag, giro narrativo, 2º gn, ultima página”) y se aplica desde Aristóteles. Algunos han intentado cargársela con dudoso éxito, caso de Proust o de Joyce, sosteniendo que el discurso debía consistir en un torrente de ideas. No me he podido terminar ningun libro suyo, aunque les reconozco el genio. Dispones de treinta o cuarenta páginas para enganchar al lector con un giro narrativo, si lo haces esperar 150 en un libro de 300 lo has perdido. Los escritores de 20 años quieren revolucionar este paradigma y a lo que les sale lo llaman “experimentar”, cuando todo el mundo sabe que si un crítico conjuga ese verbo se está refiriendo a un experimento fracasado.
Entre los escritores catalanes no parece tener mucha competencia.
Por lo general, estos se muestran demasiado influenciados por el modelo de religiosidad artística importado de Francia, por esa pedantería según la cual lo importante son las vivencias, el existencialismo, el ego del autor, su capacidad de erigirse en cronista de su tiempo. ¡La ficción no ha sido solo eso! Kafka explicaba su realidad, si bien simbolizada. Moby Dick despliega tensión con un oponente poderosísimo. Muchos escritores, en vez de hablar de conflictos, hablan de problemas, lo que resulta aburridísimo.
Muéstreme la diferencia.
Si un personaje conduce un 4×4 por la montaña y pincha una rueda, tiene un problema. Si mientras la está cambiando aparece un oso de trescientos kilos, tiene un conflicto. Con un giro narrativo puedes explicar un conflicto o exponer una incógnita. El mejor será aquel que combine ambas cosas. En el siglo XX incorporamos la angustia humana, el existencialismo, otro rollo sin el menor interés.
¿Qué es un monstruo para usted?
Como mostraba en La piel fría, para mí es un vehículo destinado a tratar aspectos muy cotidianos. No me interesa el monstruo según Lovecraft, pues se agota en sí mismo. En mi caso es una catapulta de cara a reflexionar sobre otras cosas. En Pandora en el Congo, el monstruo somos nosotros, los seres humanos.
Trata la fantasía con mucha naturalidad, en el sentido de que la anormalidad es la norma, se integra en la realidad sin necesidad de justificarse.
En ocasiones dicen que hago ciencia ficción y no es verdad. No tengo la menor necesidad de justificar el componente fantástico; por ejemplo, el motivo por el que en uno de los cuentos de Trece tristes trances a uno de los personajes le sale una pata de elefante. Lo que me interesa de esta pata es explicar las relaciones que genera y que deja al descubierto. Mi uso de la fantasía es instrumental, un vehículo para mostrar los conflictos entre un ideal inaprensible y la realidad cotidiana.
La tentación de realizar una lectura simbólica y metafórica de sus obras es muy poderosa, pero ¿hasta qué punto desea trazar parábolas o simplemente ofrecer una buena historia sin más?
Detecto mucha incompetencia a la hora de emplear el simbolismo. En literatura éste resulta peligrosísimo, digamos que es como un torpedo, si lo ves venir ya no funciona, te ha de explotar en la cara. El típico mal uso del símbolo es la imagen del agricultor que, en vez de sembrar alimentos, siembra libros. ¡Nunca has de recurrir a esto! Lo ves todo, el futuro de la humanidad en la cultura, bla, bla, bla. Un símbolo literario es Moby Dick, una ballena blanca que ataca un barco y punto, y a partir de aquí, puede ser lo que desees, la decadencia del imperio americano o cómo la ambición desmesurada mata al individuo. El autor no te lo impone ni subraya.

LA TIERRA DE TODOS
¿Qué ha de tener un cuento para convencerlo?

Hay un principio antropológico que sostiene que toda realidad aparente es falsa y que la realidad verdadera siempre se esconde. Dime tú si esto no es aplicable a la literatura. Uno creía haber estado leyendo una historia cuando llega una última frase y te demuestra que no era así, dejando al descubierto la otra realidad. El impacto psicológico es delicioso. Creo que el giro narrativo ha caído en desuso. Además, resulta más eficaz en un cuento que en una novela o una película. No es por echarme flores pero el desenlace de El sexto sentido lo ví venir de lejos, porque fui descodificando el argumento como narrador. De idéntico modo, no es lo mismo poner un final sorpresa al servicio de una historia de tres páginas que de trescientas, pues resulta excesivo al tener que justificarlo todo. En este sentido, el relato es mucho más flexible.
Admira a Conrad, Henry Miller, Lévi-Strauss, Jünger y Coetzee. ¿Encuentra algún hilo común?
La gracia es que no lo hay. Siempre digo que en la guerra existe la tierra de nadie y que en la vida civil está la tierra de todos, que es la literatura. Gente como Miller, Céline o Lévi-Strauss se darían de bofetadas en la vida real pero, como un buen libro te explica una verdad entre comillas, son compatibles. No me siento heredero de nadie, las influencias resultan tan inconscientes y tangenciales que no las detecto.
Su trilogía sobre monstruos ha quedado interrumpida por una novela titulada Fungus. Convierto una leyenda pirenaica en un western invernal que transcurre en Terranova en el siglo XIX. Predomina la aventura y el elemento fantástico. Si tengo los personajes tengo el argumento y por ahora llevo completados dos, un ángel y un tocino.
También trabaja en una película para televisión.
Sí, se basa en mi cuento Les edats d´or y la dirige Óscar Aibar. Llevamos meses modificando escenas y cobramos la mitad que los protagonistas, los cuales no dejan de lloriquear a pesar de trabajar sólo una semana. Mataría a todos los actores. Ya me lo dijeron los de la agencia literaria: “en este mundo hay mucho glamour y poca pasta”. Aunque tampoco me puedo quejar porque he sido muy privilegiado. Eso sí, soy mucho más conocido fuera que aquí. En Rusia me he llegado a encontrar con cincuenta periodistas en una rueda de prensa. En un aeropuerto cacé a un tipo leyendo un libro mío en alemán y a su lado a otro haciendo lo mismo en francés. Si esto no es cosmopolitismo, ¿qué lo es? ¡Y escribiendo en catalán! Tiene narices…

Etiquetas: , , ,

3 comentarios
Dejar un comentario »

  1. [...] (Ver entrevista con el autor en el número 141) [...]

  2. Continuarem llegint-te, Albert.
    O això espere.

  3. [...] (Ver entrevista con el autor en el número 141) [...]

Dejar un comentario