LA
PLATA.-Comenzó hoy
la etapa de declaraciones testimoniales en el juicio
oral contra el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz: la
primera en declarar fue la ex detenida-desaparecida
Nilda Eloy, cuyo secuestro y torturas se investigan en
esta causa. Nilda, que en aquel momento tenía 19 años,
contó cómo fue detenida ilegalmente por una patota
comandada por el mismo Etchecolatz, y describió su
paso por seis centros clandestinos de detención que
integraban el “circuito Camps”.
Cerca
del mediodía, Eloy fue convocada al estrado, para
narrar el horror que vivió en manos de Etchecolatz,
que en ese momento era Director de Investigaciones de
la Policía de la provincia de Buenos Aires, y mano
derecha del entonces jefe de la fuerza, Ramón Camps.
El
represor no estuvo presente para escuchar el relato de
su víctima, porque pidió al Tribunal no asistir a
las audiencias testimoniales por supuestos problemas
de salud. Actualmente, pasa su tiempo en su chalet del
Bosque Peralta Ramos, en Mar del Plata, en donde goza
de arresto domiciliario.
Nilda
declaró hoy que fue secuestrada en la noche del 1 de
octubre de 1976, por un grupo de tareas comandado por
Etchecolatz (“daba las órdenes”, puntualizó), y
que también integraban los policías Hugo Guallama y
Francisco Ezequiel Avellaneda junto a otra decena de
represores. Aunque en ese momento no sabía quiénes
eran sus captores, años después pudo reconocer a
Etchecolatz “porque lo vi en la televisión”. A
Guallama y Avellaneda los identificó con nombre y
apellido durante el Juicio por la Verdad de La Plata,
cuando los dos represores tuvieron que ir a declarar
por otras causas recientemente.
La
testigo subrayó que en todos los campos de
concentración por los que pasó, el personal que
“atendía” a los prisioneros “era policial”,
personal que estaba subordinado a Miguel Etchecolatz a
través de la Dirección de Investigaciones de la
fuerza. “Todos estos lugares dependían de lo mismo,
eran lugares de funcionamiento policial —aseguró—,
y de acuerdo a cómo estaba estructurada la Policía
en ese momento, todos dependían del Área
Metropolitana, donde funcionaban las tres direcciones:
tanto de Investigaciones como de Inteligencia y
Seguridad”.
El
primer centro clandestino al que fue trasladada fue el
conocido como “La Cacha”, que funcionó en la
localidad de Lisandro Olmos, en las cercanías de la
Unidad Penal Nº 8. “Fui ingresada directamente a la
sala de torturas”, señaló la testigo, y agregó
que fue sometida a sesiones de picana eléctrica,
golpes y amenazas.
“Al
lugar concurría un sacerdote al que le decían «el
padre Manolete». Ese sacerdote era el mismo que atendía
en la Catedral a los familiares: monseñor
Callejas”, recordó Eloy, y agregó que “lo que
hacía era hacernos poner las manos adelante, para
poder pisarlas”.
Allí,
luego de ser torturada durante tres o cuatro días,
fue llevada ante Etchecolatz, quien habría decidido
su traslado, junto a varios otros prisioneros, a lo
que fue su segundo destino: la Brigada de
Investigaciones de Quilmes, conocida como el “Pozo
de Quilmes”. En el camino, los detenidos fueron
bajados del camión que los transportaba y sometidos a
un simulacro de fusilamiento: “Yo no sé si volvimos
a subir al camión todos los que bajamos”.
Eloy
indicó que en el “Pozo de Quilmes” —centro
clandestino que también dependía operativamente de
Etchecolatz— “los tres pisos de calabozos estaban
llenos”.
Allí
se encontró con Emilce Moler, a quien conocía del
Bachillerato de Bellas Artes, y que hoy también
declaró como testigo por el caso de Nilda. “Que
alguien te reconociera en ese momento era volver a la
vida”, expresó la sobreviviente. “Mientras estuve
en Quilmes, siempre pasaba un supuesto médico, que lo
que hacía era manosearnos con Pancután”, añadió.
Luego
de cinco días, fue trasladada con un grupo de
prisioneros al llamado “Pozo de Arana”, otro de
los centros clandestinos que componían el llamado
“circuito Camps”. “En un momento supuestamente
nos iban a liberar —contó—, pero nos fueron
llamando por una lista y yo quedé última. Entonces
vino uno de ellos (los represores) y me dijo ‘decí
alpiste’. Cuando logró que yo lo dijera, me dijo
‘perdiste’ y que me habían borrado de la
lista”. “Eso significó casi tres años más”,
remarcó la testigo.
“Arana
era un lugar muy particular, porque se torturaba muy
cerca de donde estaban los calabozos —recordó—.
Era todo el día. La tortura era escuchar la
tortura”.
De
allí fue llevada pocos días después, con un grupo
de cerca de 30 detenidos, a otro centro clandestino,
que podría ser el conocido como “El Vesubio”,
ubicado en el cruce de la Autopista Riccheri y el
Camino de Cintura (partido de La Matanza).
Allí
encontró, entre otros prisioneros, a Marlene Kegler
Krug, una detenida ilegal paraguaya —hoy
desaparecida—, “que había sido crucificada en
Arana”. “Todavía tenía las marcas en las palmas
de las manos, en los pies. Se estaba recuperando”, añadió.
También
compartió ese cautiverio con muchas otras personas,
entre ellas Horacio Matoso (quien mañana declarará
como testigo en el juicio). Nilda compartió con él
todos sus destinos posteriores.
“En
ese lugar fui golpeada por quien después reconozco en
un libro como (el coronel Pedro Alberto) Durán Sáenz”,
detalló.
El
siguiente campo de concentración al que fue llevada
fue la Brigada de Investigaciones de Lanús (con
asiento en Avellaneda), conocido como “El
Infierno”: “Cuando éramos trasladados, nos decían
que miráramos el camino, porque del lugar a donde íbamos
no se salía más. Que íbamos al infierno y que de ahí
no se sale”.
Nilda
describió que el calabozo en el que fueron alojados
los prisioneros trasladados era tan pequeño “que
nos turnábamos para sentarnos”. Explicó que las
condiciones de detención en esa dependencia —también
bajo la órbita de la Dirección que manejaba
Etchecolatz— “eran sumamente rígidas”. “Cada
cuatro o cinco días nos pasaban una manguera por la
mirilla de la puerta y había que abrir la boca para
tomar agua, y cada 12 o 15 días nos daban algo sólido”,
señaló. Cuando Eloy salió de ese centro
clandestino, pesaba 29 kilos.
Desde
ese lugar, explicó la testigo, se hacían —como en
tantos otros campos de concentración— falsos
traslados en los que se sacaba del campo a un grupo de
prisioneros, se los bañaba y vestía, y se los
asesinaba, haciéndolos aparecer como “muertos en
enfrentamientos”.
El
último centro clandestino de detención por el que
pasó fue la Comisaría 3º de Lanús, que dentro del
“circuito Camps” cumplía la función de alojar a
los prisioneros que serían “legalizados”.
“Supongo que el comisario que estaba a cargo se debe
haber impresionado, porque hizo traer una balanza y
nos pesó”, indicó Eloy.
En
este campo de concentración, los prisioneros pudieron
empezar a recibir visitas de sus familiares, pese a
que todavía no eran detenidos “legales”: “No
figurábamos en ningún lado, no existíamos”, afirmó.
Fue gracias a los parientes de uno de sus compañeros
de cautiverio que la familia de Nilda se pudo enterar
que ella seguía viva.
“De
ahí pasé directamente a (el penal de) Devoto”,
contó la testigo. Allí estuvo hasta principios de
1979, ya puesta a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional. “Estar ‘a su disposición’ —detalló—
significaba que cada vez que había un movimiento
dentro de los mandos militares, o el Mundial, de
Devoto y de otras cárceles se retiraban rehenes que
eran llevadas a distintos campos y vueltas a traer en
caso de que no ocurriese nada”.
“Ese
fue mi ‘turismo’ por el circuito Camps”, ironizó
Eloy hacia el final de su declaración. “A medida
que uno iba avanzando en el circuito, de lugar en
lugar, era como que uno se iba hundiendo —contó—.
Todo estaba preparado para que uno se cosificara. No
solamente habíamos perdido nuestro nombre, nuestra
relación con el exterior, con el día, con la hora:
era como un túnel continuo, con cada traslado”.
En
varias oportunidades, cuando la voz se le quebraba al
relatar el horror que vivió junto a tantos otros
prisioneros, el Tribunal le ofreció hacer una pausa
en su testimonio. “No puedo parar. Son demasiados años
de silencio”, respondió Nilda a los jueces. “Yo
estoy bien. Tengo que estar bien”.
A
Etchecolatz “no lo querían por ladrón”
El
Tribunal también recibió hoy los testimonios de dos
sobrevivientes de la dictadura que compartieron el
cautiverio con Nilda Eloy en diferentes centros
clandestinos. Se trata de Emilce Moler, una de las
sobrevivientes de “La Noche de los Lápices”, y
Mercedes Borra, una ex detenida-desaparecida que viajó
desde Formosa para dar su testimonio en este juicio.
Moler
relató su secuestro, ocurrido en La Plata el 16 de
septiembre de 1976. Fue trasladada al centro
clandestino de Arana, y luego a la Brigada de
Investigaciones de Quilmes, en donde se encontró con
Nilda Eloy. Tiempo después, las dos prisioneras
volvieron a encontrarse, esta vez en la comisaría 3º
de Lanús, el paso previo a ser “legalizadas”. Al
igual que Nilda, Emilce fue puesta a disposición del
Poder Ejecutivo Nacional y trasladada al penal de
Devoto, en enero de 1977, en donde estuvo alojada
hasta que en abril de 1978 la liberaron, pero bajo una
suerte de “libertad vigilada”. Ni siquiera le
permitieron quedarse en la ciudad de La Plata, y tuvo
que mudarse junto a toda su familia a la ciudad de Mar
del Plata.
La
testigo contó que su padre era comisario, pero que no
quiso hacer gestiones ante Miguel Etchecolatz, a quien
conocía desde antes de los tiempos de la dictadura,
cuando el represor era su subordinado. “Mi padre no
lo quería porque decía que era una lacra de la policía”,
recordó hoy la sobreviviente. Cuando uno de los
jueces le preguntó por qué su padre decía eso,
Moler respondió con contundencia: “No lo querían
por ladrón”.
Por
su parte, Mercedes Borra también contó ante el
Tribunal su periplo por varios centros clandestinos de
detención, desde su secuestro en Capital Federal. La
testigo contó que fue trasladada a un campo de
concentración que podría ser el llamado “Proto
Banco” —denominado así porque funcionó en el
mismo lugar en el que luego se emplazó el centro
clandestino conocido como “El Banco”—, ubicado
en la zona del cruce de la autopista Riccheri y el
Camino de Cintura, próximo a “El Vesubio”.
Su
siguiente destino fue la comisaría 60º de Monte
Grande, otro de los campos de concentración que
conformaron el “circuito Camps”. De allí,
Mercedes fue trasladada a la comisaría 3º de Lanús.
Fue allí en donde compartió el cautiverio con Nilda
Eloy y con Emilce Moler. La sobreviviente contó que
un tiempo después fue liberada, desde ese mismo
centro clandestino.
Los
próximos testigos
Para
mañana se prevee la declaración de otros cuatro
sobrevivientes de campos de concentración que
funcionaron bajo el mando del represor Etchecolatz.
Oscar Solís, Adolfo Paz, Horacio Matoso y Eduardo
Castellanos declararán también en el marco del caso
de Nilda Eloy: narrarán lo que vivieron durante su
paso por los centros clandestinos del “circuito
Camps”, en donde todos compartieron el cautiverio
con ella en distintos momentos.
JUSTICIA
YA EN LA PLATA
22
de junio de 2006
JUSTICIA
YA EN LA PLATA está integrado por: Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos La Plata; Asociación
Anahí; Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos
(AEDD); Central de Trabajadores Argentinos La
Plata-Ensenada; Central de Trabajadores Argentinos
Prov. de Bs. As.; Centro de Profesionales por los
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la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (CODESEDH);
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La Plata); Liberpueblo; Liga Argentina por los
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(La Plata); Movimiento Ecuménico por los Derechos
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