Historia y Fortificaciones de Aragón, Condado, Reino y Corona.

La Historia de Aragón, Condado, Reino y Corona.

Aragón, e su larga historia primero como condado, después como reino, como Corona de Aragón y  como Comunidad Autónoma de España, es una de las regiones con mayor núemro de fortificaciones y castillos.

Su historia empieza entre los años 711 y 715, cuando toda la provincia visigótica de Iberia pasó a depender de la administración musulmana, sin apenas resistencia armada.

Por rendición o capitulación se adueñaron de los núcleos urbanos mas destacados. Algunos de los hispanogodos que vivían en estas poblaciones huyeron a las tierras montañosas del Norte, otros se quedaron a convivir con los nuevos pobladores, los llamados mozárabes y otros optaron por convertirse al Islam. A estos se les denominó “muladíes” y algunos llegaron a tener gran influencia política y económica.

Pintura de la techumbre de la catedral de Teruel.

Una vez asegurada la conquista, todo el valle del Ebro entró a formar parte de una de las tres grandes “marcas” en las que quedó dividido al-Ándalus: la Superior , con capital en Zaragoza. El suroeste de Teruel formaba parte de la Marca Media.

Calatayud fue la ciudad musulmana de nueva planta más importante de la marca Superior y su recinto fortificado uno de los más impresionantes, de todo al-Andalus oriental.

Los conflictos entre las dinastías autóctonas de la marca Superior y el califato de Córdoba fueron constantes. Los musulmanes de la marca Superior eran grandes guerreros, sirva el dato que en la misma fecha que se recupera Huesca por los aragoneses, los castellanos llegaban ya a Toledo. Los musulmanes aragoneses eran una raza de guerreros temibles y también muy independientes de Córdoba, prácticamente rebeldes. De entre todos destacan los Banu Qasi, en el siglo VIII o Musa ibn Musa a mediados del siglo IX, constructores de bellos palacios y fortalezas.                                                         

 Hasta finales del siglo X, el predominio islámico en el valle del Ebro fue total. No obstante, los cristianos de las tierras altas comenzaron a poner los cimientos de Aragón desde el siglo VIII con ayuda del Imperio Carolingio. Se formaron los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, gobernados por dinastías de procedencia franca.

      
Miniaturas del codice del Vidal Mayor.
Con el declive del imperio Carolingio a mitad del siglo IX, se convirtieron en dinastías condales independientes.

El condado de Aragón pasó a manos de Aznar Galíndez I, cabeza de una familia que se mantuvo al frente de dicho título hasta primer cuarto del siglo X. En esa época, el condado de Aragón se extendió por la cuenca alta del río Gállego. Al mismo tiempo que se alejaba de la tutela Carolingia, el condado de Aragón se aproximó al reino pamplonés, que se había constituido más al oeste.

La anexión se consumó cuando la heredera del condado de Aragón, Andregoto, contrajo matrimonio a comienzos del siglo X, con el rey pamplonés Sancho Garcés I, época en que se avanza en las Cinco Villas, tomando los castillos de Sibirana y Luesia. El hijo de ambos, Sancho Garcés II, fue desde el 970 rey de Pamplona y conde de Aragón. En esta época ya existían castillos como los de Roda de Isábena y el castillo de Fantova.

La vinculación de ambos núcleos se mantuvo hasta el año 1035, es decir, hasta la muerte de Sancho III el Mayor. En está época se construirá el núcleo primitivo del castillo de Loarre y los de Sos, Ruesta, Uncastillo, Biel y Agüero. Este importante monarca navarro instauró el sistema de tenencias que se extendió por los tres condados y permaneció hasta el siglo XIV.

Hay que destacar la función de control de la población que ejercieron los monasterios ubicados en los valles pirenaicos. Aparte de su función religiosa y cultural, ejercieron una labor de ordenación de la vida económica y social del entorno poniendo en explotación sus bienes con los moradores de las aldeas. Cada valle contaba con un monasterio, San Pedro de Siresa, San Juan de Ruesta, Santa María de Fuenfría, San Martín de Cillas, San Pedro de Taberna, San Andrés de Fanlo, Santa María de Obarra, San Urbéz de Nocito y Santa María de Alaón.

La reforma de la liturgia del siglo XI supuso un revulsivo en el mundo cristiano y también un cambio de estilo artístico. Desaparecieron algunos monasterios y se fundaron otros nuevos, San Juan de la Peña, San Victorián y Montearagón.

Entre 1031 y 1035, dos hechos políticos condicionaron el futuro de Aragón. Por el lado musulmán fue la muerte del último califa y la fragmentación de al-Ándalus en más de cien pequeños reinos taifas, entre ellos los de Zaragoza y Albarracín. Por la parte cristiana, en 1035 con la muerte del rey pamplonés Sancho III el Mayor, los Estados que llegó a gobernar se dividieron.

Ramiro I, su hijo bastardo, recibe el condado de Aragón, elevado ahora a la categoría de Reino de Aragón. Pronto se incorporaron los señoríos de Sobrarbe, con capital en la importante ciudad amurallada de L’Ainsa , y Ribagorza en 1044.

                                                

El nuevo reino carecía de estructura politico-administrativa, excepto la que ejercían los monasterios, creando entonces una institución la “Tenencia”, que tenía carácter administrativo, judicial y político, pero también militar. Quienes desempeñaban esta función se les denominó “tenentes” o “seniores” y desde sus castillos defendían y ordenaban los territorios confiados por el rey. Bastantes tenencias se acumularon en manos de pocas familias y que convirtieron en hereditarias, dando origen a la primera nobleza del Reino. Hubo tenentes extranjeros, franceses venidos en ayuda de Alfonso I, y también algunos que ejercían tenencia en dos reinos distintos.

El hijo y sucesor de Ramiro I, Sancho I Ramírez, aprovechó la vacante que se produjo en el trono navarro en el año 1076 para ser reconocido como rey de aquel territorio. De esa manera, Aragón y Navarra volvieron a unirse, aunque en esta ocasión las dos entidades políticas ostentaban el mismo título, pues ambos eran reinos. Ramiro I t omó el castillo de Barbastro a los musulmanes en 1065. En 1078 construyó el castillo de Castellar, para vigilar la capital musulmana del valle del Ebro, Zaragoza. Se apoderó del castillo de Graus y en el año 1086 el castillo de Monzón. Murió el 4 de junio del año 1094 de una herida de flecha, que recibió sitiando Huesca. Su cuerpo fue llevado al castillo de Montearagón, fundado por él, y después de ganada la ciudad de Huesca, trasladado al de San Juan de La Peña.

Dos años duró todavía el sitio de Huesca después de la muerte de Sancho Ramírez, y el día 25 de noviembre de 1096 entró en ella el rey Pedro I.  Este monarca ganó a los musulmanes los últimos castillos que poseían en el pre-Pirineo, castillos de Ayerbe, Graus, y Alquezar.

Tras su muerte le sucedió su hermano Alfonso I. En 1109 se casó con Doña Urraca, hija única y heredera de Alfonso VI de Castilla y de Constanza de Borgoña, de esta manera, Alfonso I “el Batallador” tuvo la oportunidad de reinar en los reinos de Aragón y Castilla. Pero la discordia no tardó en estallar entre los consortes y fue origen de continuos combates entre aragoneses y castellanos que duraron hasta la muerte de Doña Urraca, acaecida en el año 1126.

Alfonso venció a los musulmanes en más de cien batallas, les tomó sucesivamente Tudela, Zaragoza (1118), en donde estableció corte, Calatayud (1120), Bubierca, Alhama y Ariza después de la batalla de Cutanda.

Se apoderó de Bayona, en Francia, en el año 1131, y en el 1133 del castillo de Mequinenza, situado en las confluencias de los ríos Segre y Ebro. El año siguiente sitió Fraga, y pereció en una gran batalla que se dio al pie de los muros de esta plaza.

Alfonso I impulsó un nuevo sistema de control administrativo “Las Comunidades de Aldeas”, dependientes directamente del rey.

Pintura de F. Pradilla. Ayuntamiento de Zaragoza.

Se constituyeron agrupaciones de aldeas en torno a una villa principal con autonomía jurídica y la doble finalidad de defensa militar y ordenación económico-agraria. Surgirían así las de Calatayud, Daroca, Albarracín y Teruel.

Viéndose sin hijos, Alfonso I había hecho en el año 1131, estando delante de Bayona, un testamento, que ratificó dos años después en Sariñena, en el cual declaró herederos y sucesores de todos sus reinos y señoríos, por partes iguales, a las ordenes de Santo Sepulcro, del Temple, y Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Pero esta disposición quedó sin efecto y volvieron a separarse las coronas de Navarra y Aragón, reunidas por espacio de cincuenta años.  Los navarros eligieron por rey a don García Ramírez, hijo del infante Don Ramiro, que casó con la hija del Cid, y los aragoneses a Don Ramiro, hermano de Alfonso I y monje en el monasterio de Saint Pons de Thomieres, cerca de Narbona.

Con dispensa del Pontífice, Don Ramiro, monje desde hacía cuarenta años, se casó teniendo una hija llamada Doña Petronila , en cuyo favor dejo la Corona de Aragón, después de haberla desposado con el conde de Barcelona, Don Ramón Berenguer. Para retirarse a San Pedro el viejo de Huesca, pero nunca dejo de ser el rey de la Corona. En el primer año de reinado cedió Don Ramiro II a Don Alfonso VII de Castilla, la ciudad de Zaragoza con todo el territorio hasta el Ebro, reconociéndose feudatario y prestándole pleito Homenaje.

De esta manera, este reino, que en tiempos de Alfonso el Batallador parecía que iba a absorber en si todos los Estados cristianos de España, comenzó por sufrir con Ramiro el monje la desmembración de Navarra, continuó por hacerse feudatario de Castilla, acabando así la línea masculina de los esplendidos y enérgicos monarcas aragoneses, ciento cuatro años mas tarde de haber comenzado a reinar el primer Ramiro, todo por haber puesto la corona en la cabeza de un monje.

Ilustración del Castillo de CaspeDoña Petronila heredó con tan sólo dos años el reino de Aragón y se desposó con Don Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, que gobernó en nombre de su mujer con solo el título de príncipe de Aragón. Fueron integrados en el reino de Aragón el condado de Barcelona, después el de Provenza, año de 1166, por haber muerto sin hijos su primo el último conde Don Ramón Berenguer, y más tarde el de Rosellon en 1187. Formandose la todopoderosa Corona de Aragón. Durante su reinado, la Orden del Temple, beneficiaria del testamento de Alfonso I, al que todavía no había renunciado totalmente, recibió castillos como el de Monzón; la Orden de San Juan los de Aliaga (1163) y Caspe (1163). La de Calatrava, Alcañiz, Calanda, Calaceite, Maella,… la de Santiago el de Montalbán y Rubielos de Mora (1204).

Dibujo de Teodoro Pérez Bordetas. Castillo de Caspe.

En tiempos de Alfonso II, que heredó el titulo de rey de su madre, se completó la conquista y ocupación de la mayor parte de las tierras turolenses. Desde el año 1163 prosigue la ofensiva aragonesa en la margen derecha del Ebro (cuencas de los ríos Martín, Guadalope y Matarraña), y se ganan los castillos de La Fresneda, Valderrobles, Monroyo, Calanda, y Cantavieja. En 1169 se tomaron las tierras de Gúdar y Teruel. De esta forma quedó territorialmente perfilado el reino aragonés, cuyas fronteras coincidían con las actuales salvo ligeros retoques e incorporaciones en los reinados de Pedro II (Manzanera) y de Jaime I (Linares de Mora). La única excepción fue el señorío de Albarracín, en manos de la familia navarra de los Ruiz de Azagra, que no se incorporó al Reino hasta 1284. Ya con Jaime I, se concretan la conquista de Valencia. Así Jaime I es rey de Aragón, Valencia, Mallorca, conde de Barcelona y señor de Montpellier.

Don Pedro IV destronó a su primo Don Jaime de Mallorca. En 1356 estalló entre Castilla y Aragón una sangrienta guerra que duró diez años, conocida como la guerra de los dos Pedros, este conflicto, enmarcado dentro de la guerra de los cien años que enfrentaba a media Europa, provocó la remodelación y fortificación de los castillos, sobre todo en las zonas fronterizas, como los de Peracense, castillo de Ojos Negros, Berrueco, Santed

El siguiente momento crucial en la historia de Aragón, tras el Compromiso de Caspe 1410, fue la unión con los Reyes Católicos, de las coronas de Aragón y Castilla, que paradójicamente trajo graves consecuencias para las fortificaciones de ambos reinos, ya que se ordenaron demoler todos los de realengo, de la frontera entre Aragón y Castilla; como los de Magallón y Borja. Se salvaron los castillos de las órdenes militares y señoríos eclesiásticos, Grisel, Ambel, y Añón. La mitra de Zaragoza tenía en 1532, veintitrés castillos.          

Detalle del retablo del Museo de la Colegiata de Borja                                                                                 

En el siglo XVI hay de nuevo una necesidad defensiva en Aragón, que tiene su momento critico cuando Felipe II abolió los fueros históricos. Es también una época de rivalidad entre España y Francia. Serán las zonas de los Pirineos las que sufren un nuevo empuje en la construcción de Fortificaciones como la ciudadela de Jaca, Ainsa, Berdún, fuerte de Santa Elena en Biescas, y gran cantidad de casas fuertes en los valles del pirineo.

La Guerra de sucesión a comienzos del siglo XVIII, supuso de nuevo la entrada en uso de algunos castillos por lo que fueron modificas estructuras antiguas y también la destrucción de algunos de ellos. La fortaleza de Ainsa es incendiada y abandonada en 1706.

En el siglo XIX, los episodios de la Guerra de la Independencia contra Napoleón y posteriormente las Guerras Carlistas supuso la modernización de algunos castillos medievales y la aparición de nuevos fuertes fusileros o la transformación de fortificaciones anteriores. Castillo de Benabarre, el Fortín de Alforque, la torre del Tambor de Sástago, el fuerte de Salamanca en Caspe, fuerte de Novillas y castillo de Ateca.

La invasión de las tropas napoleónicas encontraron la más ferviente y entusiasta defensa de toda España en la ciudad de Zaragoza. Abandonada por el ejercito español, y que supo recobrar toda la memoria de su grandiosa historia y hacer frente al ejercito más poderoso de Europa, produciéndose las famosos Sitios de Zaragoza, donde los ciudadanos ofrecieron una resistencia heroica al invasor, que tuvo que pelear casa por casa, para poder entrar en la ciudad. 

Grabado de los Sitios de Zaragoza por las tropas francesas.     



Entre sus héroes más conocidos hay que destacar al general Palafox y Agustina de Aragón. De la ciudad tan sólo quedo en pie, una de las  puertas que la defendieron, La Puerta del Carmen.                                 

   

Pintura de Francisco de Goya. El General Palafox.                              

   

En el Siglo XX, al finalizar la Guerra civil, el gobierno del general Franco decidió construir una barrera defensiva en los Pirineos. La construcción se llevó a cabo en secreto entre 1944 y 1957. Fueron miles los asentamientos planteados, aunque algunos no se llegaron a terminar. Unos eran simples garitas de vigilancia pero otros eran asentamientos de combate, enterrados y con alojamiento para piezas de artillería, munición y personal. Se conoce este conjunto de fortificaciones como “ La Linea P ”