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Peligra su popularidad

Una Francia para Sarkozy en vez de un Sarkozy para Francia

¿Por qué los franceses no quieren a Nicolas Sarkozy? El presidente de la República está sufriendo la cuota de popularidad más baja de su mandato. ¿Es la crisis o hay algo más? Hiperactivo, egocéntrico, amante del protagonismo y convertido en un personaje people a raíz del matrimonio con Carla Bruni, Sarkozy ha alterado la concepción tradicional de la institución que representa. El Elíseo se ha adaptado a él y no él al Elíseo. Eso pasa factura.

Blanca de Ugarte

05-03-2009

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El presidente Nicolas Sarkozy se enfrenta ahora a uno de sus retos más importantes al frente de la República francesa: su gente no le quiere. A su llegada a la Presidencia su nivel de popularidad era altísimo. Hace tan sólo 20 meses, el 65 por ciento de los franceses le apreciaba, creía en él. Ahora, casi dos años después de su victoria, Sarkozy cuenta con el apoyo de un 37 por ciento de sus conciudadanos y se acerca a la peligrosa zona del 30 por ciento, en la que por ejemplo entró François Mitterand en 1991, cuando se encontraba en la etapa final de su mandato.

Muchos analistas consideran que Nicolas Sarkozy está sufriendo el "efecto de la crisis" al igual que el primer ministro británico, Gordon Brown, la canciller alemana, Ángela Merkel, o el propio presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Incluso, algunos pronostican ya problemas en poco tiempo para el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama. La situación es crítica y los gestores políticos están en el punto de mira.

Los franceses piden una respuesta eficaz e inmediata a los problemas de la crisis. Todos miran a su presidente que generó grandes expectativas cuando llegó al poder. Prometió la renovación del enjambre económico pero, a pesar de la puesta en marcha de algunas de sus reformas, no cumplió con todo lo prometido. Según el analista del Gees Juan Francisco Carmona y Choussat, en Francia le piden todo al Estado y “cuando la cosa está mal, la culpa es suya”.

El "hiper presidente" people
Durante estos dos primeros años, Sarkozy interpretó el rol del "híper presidente": el que se ocupa de todo, está en todo y decide todo. Este papel le está pasando factura. Ruedas de prensa, viajes, reuniones, planes de estímulo, cenas con líderes extranjeros… El presidente abarca demasiado y deja poco protagonismo al Gobierno del discreto Fillon. Los franceses sienten la falta de alguien que reflexione, escuche al pueblo, lo comprenda y resuelva sus problemas lo mejor y antes posible.

Para el profesor de Historia Contemporánea de la UNED, Florentino Portero, el peligro está en la combinación del protagonismo con la eficacia. Por mucho que les guste ser el centro del universo, los franceses exigen una buena gestión política. Según Juan Francisco Carmona, este descontento expresa la exigencia de las reformas prometidas.

El romance de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni no ha gustado mucho a los franceses.

Por otra parte, los medios y analistas achacan a Sarkozy exponerse demasiado. El presidente es un showman al que le gusta el espectáculo y la puesta en escena. Es también el jefe del Estado que más ha abusado de los medios de comunicación para dirigirse a la nación.

También llamado presidente people, Sarkozy tiene el fachoso galardón de ser el político que más portadas de la prensa rosa ha protagonizado en los últimos años. Casado con la ex modelo y cantante Carla Bruni, su popularidad ha aumentado sin duda pero habría que preguntarse si ha sido para bien.

Del Francia opina al yo opino
Lo que está claro es que Nicolas Sarkozy, con su carácter egocéntrico e hiperactivo y su matrimonio rosa, ha cambiado la concepción tradicional de la Presidencia de la República Francesa. Hasta ahora los presidentes estaban por encima del bien y del mal, como si de reyes se tratara. Jacques Chirac, François Mitterand y hasta el propio General Charles De Gaule se han posicionado detrás de los muros del Elíseo con una postura discreta y respetuosa con respecto a la institución que representaban: la más prestigiosa y respetada de Francia. Sabían que además de buenos, tenían también que parecerlo. De ahí, que muchos escándalos sobre su vida privada se destaparan después de abandonar la sede presidencial.

Sin embargo, Nicolas Sarkozy ha descuidado las formas propias de un presidente. Se ha separado y casado en menos de un año y ha mostrado en numerosas ocasiones un fuerte carácter difícil de contener. Por ejemplo, durante una entrevista con la CBS, abandonó colérico la sala al no gustarle una pregunta de la periodista y, durante una feria, contestó con palabras groseras a los insultos que le dirigía un ciudadano.



Enfado con una periodista de la CBS

Según Carmen Thous, profesora de comunicación de la Universidad Francisco de Vitoria, Sarkozy ha perdido el Norte: “él no es importante, lo importante es lo que representa”. Equivocado, el mandatario ha adaptado la Presidencia a su carácter, cuando para asegurar el prestigio y respecto de la institución debería de haber realizado lo contrario, amoldándose él a lo que representa.

Sarkozy se encuentra en la tercera fase que atraviesan los políticos: después de mostrarse respetuoso con la intención de voto y de mantener un discurso con la opinión pública a través de las medidas que toma para gobernar el país, Sarkozy ha perdido de vista a la opinión pública. "Pone, incluso por delante de las opiniones de los franceses, su opinión personal”, explica la experta que asegura que ha pasado "del Francia opina al yo opino".

Es por eso por lo que, en este momento, no está excesivamente preocupado por su baja popularidad. Él mismo comentó a sus propios electores que ante la crisis tenía que mantenerse firme y que resignarse a ser impopular. Además Sarkozy ve muy lejanas las elecciones presidenciales y cuenta con la ventaja de no tener rivales en frente; sabe que ni el centrista François Bayrou ni la socialista Martine Aubry pueden hacerle sombra.

Nicolas Sarkozy en la pasada cumbre de la Unión Europea del domingo 1 de marzo. (Efe)

Esta confianza en sí mismo, esta chulería, está despertando el enfado de sus conciudadanos. La crisis de Guadalupe y la huelga de estudiantes son uno de los primeros efectos de un descontento que puede costarle muy caro al presidente.

Para evitar una caída más profunda, los expertos le recomiendan mostrarse más humano y cercano a los franceses. Aún así, a Nicolas Sarkozy no se le puede cambiar. Su carácter es el que es. Pero, en cambio, Carmen Thous le aconseja reorientar sus acciones. Podría dar más protagonismo al Gobierno y centrarse más en la acción exterior para situar a Francia en el primer plano de la política internacional.

Además, Sarkozy debe de reflexionar sobre aquello que presenta. No le vendría mal mirar atrás y analizar qué actitudes permitieron a sus predecesores reconciliarse con su pueblo caracterizado por el orgullo hacia su República y de los valores que ésta representa.



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