Calígula
Los puristas del marquismo, los autodesignados guardianes de la doctrina, viven en un espacio que no existe, hablan de duopolio, comparan a Frei con Piñera y los catalogan de iguales, no manifiestan una postura clara, tergiversan, especulan, analizan mucho y actúan poco, centran todo en el líder .
Calígula mató a Tiberio, su abuelo-padre adoptivo, y a su hermanastro Tiberio Gemelo para ser César. Al llegar al poder se deshizo de su mejor amigo y general más leal, Marco. Enamorado de su hermana Drusila, perdió la razón, al final de sus días se creía un dios, exclamaba que de su cuerpo salían rayos de luz. Terminó siendo asesinado por un guardia que lo custodiaba, mientras el imperio clamaba por el fin de su espantoso gobierno.
Pero antes de su debacle, era un joven brillante, generoso, honrado, algo asustadizo y lleno de buenas intenciones. Pero el mal de alturas y la sed inagotable de poder lo condujeron a destruirse.
La política chilena tiene mucho de Calígula, todos desean negar al padre, matar lo antiguo, rechazar su origen, aniquilar lo más rápidamente posible a las personas que te hagan sombra, y no son pocos los que creen que de su cuerpo se emite una luz brillante que muestra el camino como verdad absoluta.
Algunos funcionarios de la campaña de Marco están cometiendo un grave error, quieren transformar algo maravilloso, espontáneo, ciudadano, constructivo y crítico, en un culto a la personalidad.
Los puristas del marquismo, los autodesignados guardianes de la doctrina, viven en un espacio que no existe, hablan de duopolio, comparan a Frei con Piñera y los catalogan de iguales, no manifiestan una postura clara, tergiversan, especulan, analizan mucho y actúan poco, centran todo en el líder y no en las ideas de ese líder y, sobre todo, critican los códigos clásicos de la transición, sin darse cuenta de que para finalizar con este ciclo histórico debemos enfrentar al conservadurismo político, valórico y económico de la derecha.
Tenemos la oportunidad de que nuestras ideas triunfen construyendo un gobierno de unidad nacional y mayoría progresista, que busque mejorar la vida de millones de compatriotas. Con su visión miope, los puristas del marquismo terminarán haciendo de Marco un ídolo y no un líder político.
Marco puede ser hoy, y no mañana, el protagonista de un nuevo Chile. La política, por ser el arte de la realidad, está relacionada con los problemas concretos de la vida, de cómo transformar a través del uso del poder una sociedad intrínsicamente injusta, en un espacio libre y equitativo. Y cuatro años es mucho tiempo para quién espera soluciones urgentes para sus problemas. Debemos pasar de la preocupación a la ocupación de los problemas públicos.
Quizás para algunos millonarios y personas bien contactadas, dé lo mismo si gobierna Piñera o Frei, ya que ellos seguirán usufructuando de sus privilegios y posiciones familiares, pero para la inmensa mayoría de los chilenos no da lo mismo si el poder dominante llega a La Moneda. Y, sobre todo, a los fundadores del marquismo no nos da lo mismo.
Cuando junto con el diputado Álvaro Escobar, dirigentes de la juventud socialista y del mundo independiente, como Lorenzo Martínez, Julio Muñoz y Diego Cabezas, entre tantos otros, fundamos la campaña presidencial de Marco, lo hicimos con el objetivo de frenar el inmovilismo, de terminar con los silencios, de refundar la centroizquierda, de proponer un sentido de urgencia para proyectos públicos destinados a transformar la vida de los chilenos. Fue un basta ya a la transición. Lo hicimos en nombre de las ideas representadas por el decálogo para el futuro, del decálogo de la juventud y en nombre de las más de doscientas cincuenta leyes presentadas por Álvaro y Marco.
Por esto, lo más importante no es lo que pase con cada uno de nosotros, ni siquiera con Marco, todos somos instrumentos de un bien superior, las ideas. Por eso estamos dispuestos a seguir sacrificándolo todo por hacer de Chile una patria más justa, amable, alegre y democrática.
La estrategia del comando central de Marco fue derrotada y tengo la sensación de que lo que partió como un proyecto colectivo, liderado por jóvenes representantes de un recambio real, terminó siendo un espacio sin conducción, ambiguo y sin claridad. Nuestro magro resultado parlamentario, demuestra que la gente felicitó la audacia presidencial pero criticó la postura colectiva de una lista que no fue capaz de mostrar identidad política. Cometimos el error de cuidar el jaque al rey, exponiendo a los alfiles, torres y caballos a una brutal derrota.
Marco puede continuar con su proyecto de partido político, otros ya hemos fundado movimientos a partir de la experiencia de la campaña presidencial, pero los partidos y movimientos sólo tienen razón de ser, si son capaces de interpretar y, sobre todo, representar el interés de una causa colectiva.
Qué duda cabe de que los partidos políticos están en crisis, por eso el anuncio del candidato de la Concertación en sentido que gobernará con independencia de las cúpulas partidarias va en la dirección correcta y es el primer paso de la refundación nacional, pluralista y progresista de la izquierda chilena.
Frente a la pregunta qué es más funcional para Marco, los funcionarios del comando contestan que Marco no será funcional, porque ser funcional significa tomar partido en lo que sucede políticamente en Chile. Creo que eso es irresponsable, porque si hay algo que nos caracterizó fue hacernos cargo de la realidad para transformarla. Los ciudadanos no pueden esperar cuatro años para ver cómo empeora su vida, el sentido de urgencia es algo fundamental.
Durante estas semanas hemos visto la alegoría vacía del candidato del poder económico, que busca vestirse con el ropaje del marquismo, atribuyéndose la categoría de ser el portador del cambio. Si existe algo lejano a lo que representamos durante la campaña es el modelo económico y político que propone Piñera.
En cambio, en el candidato de la centroizquierda hemos visto una apertura hacia propuestas nuestras, como terminar con el sistema binominal, profundizar la democracia, realizar una reforma tributaria solidaria y terminar con el control de los ministerios por parte de las cúpulas y tendencias partidarias, gobernando con los más capaces y preparados.
Sin importar lo que digan o nos traten de hacer creer los analistas de turno, caminamos rápidamente hacia la construcción de un gobierno del pueblo y para el pueblo encabezado por el recambio real que Chile necesita. //LND
*Periodista, integrante de Recambio Real, ex coordinador del comando de Marco Enríquez-Ominami.
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