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Anotaciones históricas
El transporte en la historia



Ernesto Rivas Gallont / Columnista de LA PRENSA GRÁFICA
netorivas23@yahoo.com
Imprimir Enviar nota Fecha de actualización: 6/1/2008

 

El transporte de pasajeros ha tomado una inusitada importancia por la constante alza en los precios de los combustibles. Pero antes de eso, el transporte de pasajeros o, más bien dicho, los transportistas eran considerados como el gremio más repudiado del país, por su arrogancia, el mal servicio, el deterioro extremo de las unidades y la petulancia de choferes y cobradores. Pero no siempre fue así, aunque las denuncias abundaban.

A fines del siglo XIX San Salvador y Santa Tecla estaban conectados por un ferrocarril a vapor. Poco más tarde sería el tranvía eléctrico. Algo así como a lo que hoy queremos retornar.

La comunicación con San Salvador tomó gran fluidez con la inauguración del ferrocarril en 1894. Partía de la estación de Santa Tecla, situada en la esquina de lo que hoy es la 8ª Calle Poniente y la Avenida San Martín, hacia las fincas Utila, Santa Elenita y Santa Elena; continuaba a la Puerta de la Laguna y seguía hasta “La Ceiba de Guadalupe”. Luego, atravesando la actual Colonia Cucumacayán por lo que aún hoy se llama “Antigua Calle del Ferrocarril”, al Sur del Círculo Militar, terminaba su recorrido en la estación principal ubicada en el barrio El Calvario en San Salvador.

En 1920, don Herbert de Sola, un hombre muy visionario, adquirió el control de la empresa del ferrocarril y de la Compañía del Tranvía, esta con don Ángel Guirola. El parque de equipo del ferrocarril consistía en cinco locomotoras, tres carros de primera y seis de segunda para pasajeros, y para carga, tres carros para cereales y dos plataformas. Al pavimentarse la carretera entre San Salvador y Santa Tecla, a principios de los años treinta, los rendimientos de las empresas de transporte sobre rieles comienzan a declinar y don Herbert de Sola decide liquidar la empresa del ferrocarril. El tranvía eléctrico, el primero de su clase en Centroamérica, inició sus operaciones en 1920 y su recorrido partía del parque Daniel Hernández, por la Avenida San Martín, y seguía a San Salvador por casi el mismo recorrido del ferrocarril.

En los años de la Segunda Guerra Mundial escaseaba todo, y el transporte y los combustibles no eran excepción. Para viajar a San Salvador había “camionetas grandes” o “camionetonas” y camionetas pequeñas, “camionetías”. El pasaje en las primeras costaba quince centavos y veinticinco en las segundas. El servicio de estas últimas era excelente, al grado que, por unos centavos más, o si eras amigo del propietario, pasaban por tu residencia a recogerte o a dejarte. Cuando viajabas a San Salvador buscabas de preferencia en el “punto” del portal de Zablah la “camionetía” de Celestino, “el Rey del Desconecte”, que bajaba desconectado desde el Hospital San Rafael hasta “La Ceiba de Guadalupe”, donde, en los años de Martínez el motorista debía entregar, en la caseta de control de la policía, una lista de los pasajeros que obligadamente tenía que llevar. El “Negro Ramiro” era también otro propietario de “camionetía” en mucha demanda, no solamente para viajar a San Salvador, sino para paseos dominicales a La Libertad o a fiestas por la noche en San Salvador. En aquella época, no había taxis y Ramiro, con su simpatía y buen porte, los suplía adecuadamente. Recuerdo que, entonces las “gasolineras” de mi pueblo estaban en las aceras. La “de los Domínguez” estaba originalmente en la acera del “punto” de “camionetías”, y la “de Chepe Merino”, en la “pavimentada”, esquina opuesta al telégrafo.

¡Qué tiempos aquellos!

Más sobre esa simpática historia, hoy en mi Blog http://netorivas.blogspot.com; en los blogs de LA PRENSA GRÁFICA y en http://www.businessleone.com