Después
del combate de Buin, el General Manuel Bulnes prosiguió su retirada
durante la noche y, a mediodía del 7, llegaba al campamento de
San Miguel delante de Caraz. Se reunió allí al grueso del
Ejército y se realizaron enseguida los reconocimientos al enemigo,
que también hacía lo mismo, y los trabajos de fortificación
consiguientes. Mientras tanto, los guerrilleros acechaban por todos lados,
dificultando el aprovisionamiento de las tropas. Se pensaba que el Mariscal
Santa Cruz no atacaría, sencillamente porque no necesitaba hacerlo.
También se estaba consciente que era imposible mantenerse en San
Miguel por muchos días, y que la retirada o él reembarco,
constituirían un desastre mayor. Los chilenos entonces, se mostraron
resueltos a pasar al ataque. Gamarra y los demás jefes peruanos,
aun cuando reconocían la imposibilidad de mantenerse a la defensiva,
se manifestaron más reservados. Al día siguiente, Santa
Cruz, ya al tanto de las resoluciones anteriores, ocupaba una posición
en la zona de Yungay-río Ancash. Este río corre de este
a oeste, al norte de la población de Yungay. A pesar de que su
caudal no es considerable, constituye un obstáculo importante
debido a la pendiente abrupta de sus riberas, especialmente la del costado
sur. Al N.E. se yergue el cerro Punyán. Una estribación
suya hacia el S.W. forma un montículo casi aislado, sumamente
escarpado y conocido como cerro Pan de Azúcar. El terreno desciende,
en general, hacia el N.W.
El día 16, una gruesa columna confederada se aproximó hasta unos
tres cuartos de legua: se trataba de un reconocimiento dirigido personalmente
por Santa Cruz. El enfrentamiento era inminente. En la mañana del 20
de enero, el Ejército Protectoral – 6.100 hombres – ocupaba
la posición elegida. El general Anselmo Quiroz, con 5 compañías
(600) plazas en el cerro Pan de Azúcar (3 de ellas, en la pequeña
plazoleta de la cumbre y las 2 restantes en las lomas vecinas de Punyán).
La línea principal corría paralela al Ancash y estaba protegida
por la barranca de 15 metros de altura que bordea su ribera sur y por la muralla
de piedra y barro que había ordenado construir Santa Cruz. Formaba el
ala derecha la división boliviana del general Ramón Herrera,
apoyando su flanco derecho en los cerros de Ancash, con 2 batallones en primera
línea y 2 en segunda línea. El ala izquierda estaba constituida
por la división del general Tristán Mora, con dos y medio batallones
en primera línea y uno en segunda. Su extrema izquierda tocaba en el
río Santa, entonces invadeable. La caballería (600 jinetes) fue
ubicada a la espalda de la infantería, en la planicie situada entre
la ribera sur del Ancash y el pueblo de Yungay. Santa Cruz se ubicó atrás,
en una loma que le permitía abarcar el desarrollo de la batalla y dirigirla.
A las cinco de la mañana del citado día, salió el Ejército
Restaurador en dirección al Ancash.
Bulnes ordenó al comandante Pablo Silva, del batallón Aconcagua,
que despejara las alturas y las laderas del Punyán. Las dos compañías
que las ocupaban se replegaron sobre el Pan de Azúcar luego de un breve
tiroteo. A su vez, Bulnes envía a una columna de 400 hombres, bajo el
mando del coronel Jerónimo Valenzuela, en dirección al citado
Pan de Azúcar. Los soldados emprendieron la dificilísima ascensión
del cerro, con ayuda de su fusil, sorteando a las piedras que rodaban desde
lo alto y las descargas de fusilería de los bolivianos. Fuertemente
diezmados, los soldados chilenos lograron llegar a la cima del Pan de Azúcar.
En sus filas había marchado la cantinera Candelaria Pérez, que
ese día se batió como el más intrépido de los soldados
del Ejército Restaurador. A las 10 de la mañana, el sargento
del batallón Valparaíso, José Segundo Alegría,
clavó el tricolor nacional en la cumbre del disputado cerro. Las compañías
adversarias que defendían su posición, perecieron todas, y con
ellas, el general Quiroz que las mandaba y sus oficiales.
Santa Cruz ordenó que el batallón N°4 cruzase el Ancash y
atacase a las fuerzas chilenas por la espalda. Advertido de esta maniobra,
Bulnes dispuso que le saliera al encuentro el Colchagua. El comandante Urriola
guió a su gente al abrigo de unos matorrales, recibió al batallón
enemigo con una descarga colectiva y eliminó la tercera parte de sus
efectivos. El N°4 armó la bayoneta y cargó con tal ímpetu
sobre el Colchagua que fue necesario reforzar a este último con 5 compañías
del Portales. El batallón boliviano se vio obligado a retroceder y a
lanzarse sobre las aguas del Ancash, mezclado con sus perseguidores hasta la
ribera opuesta.
Envueltas por todos lados, las fuerzas chilenas debieron replegarse y repasar
el río con grandes pérdidas. Capturado el Pan de Azúcar,
el General en Jefe dispuso un ataque frontal a la posición. Los batallones
Carampangue, Colchagua, Portales, Aconcagua, Valdivia, Cazadores del Perú y
medio batallón Huaylas se precipitaron al cauce profundo del Ancash.
Los atacantes, ya disminuidos en la difícil ascensión de la barranca
del río, eran el blanco de las descargas de los fusiles enemigos apostados
detrás de las tapias. Los nuestros habrían sufrido un descalabro
mayúsculo, a nos ser por la notable actuación de la artillería
propia. Efectivamente, mientras los disparos adversarios pasaban por alto,
los 5 cañones del coronel D. Marcos Maturana – emplazados en la
altura del Puyán – demolían la pirca que servía
de abrigo a la infantería enemiga. El otro cañón estaba
en la extrema derecha, a las órdenes del general Castilla. A pesar de
ello, las fuerzas adversarias no cesaron sus ataques, hasta que el batallón
Portales, que llevaba más de 4 horas de extenuante lucha, empezó a
ceder. Las demás fuerzas chilenas también sentían el agotamiento
y se lanzaban al Ancash en medio de una confusión indescriptible. Pero
justo en aquel momento, emerge la figura del general Bulnes, quien conservaba
toda su presencia de ánimo y que contaba con la caballería y
con dos y medio batallones de infantería en la reserva. Junto a Bulnes,
aparece el coronel Don Fernando Baquedano, que se destacó por su bravura
y coraje en el campo de batalla. Ya hacia las cuatro de la tarde, la victoria
era total.
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