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Texto: Jaime Boites () |
Vestida de gala, la Virgen de la Candelaria sale a las calles para bendecir la pesca, la vida y los sueños de este rincón veracruzano. Desde hace más de un siglo escoltan a su patrona en una fastuosa cabalgata con 600 jinetes, guiados por una capitana, una teniente y una coronela. Sí, la supremacía femenina en esta celebración, que arranca en último día de enero a las tres de la tarde, es indudable. Las mujeres visten el traje veracruzano tradicional, con encajes, joyas, abanicos y peinetas de carey. Al frente de la procesión va el arzobispo del puerto de Veracruz, seguido de las cofradías católicas más importantes de la región, las cuales compiten entre sí para ver quién le canta a la Virgen los mejores temas. A ese duelo de adoraciones se suman los clarines y tambores de la banda de la Escuela Naval Antón Lizardo. La música se escucha por doquier en las calles del pueblo. Conforme se acerca la noche, aparecen los “toritos” los que salen de los talleres de los coheteros, y también esas bebidas preparadas con ron y jugo de frutas. Ni los primeros rayos del sol desaniman a los parranderos. La perla del Papaloapan no tiene un momento de sosiego hasta que termina la fiesta, el 9 de febrero. Y es que en estos días recibe visitantes de todos los rincones del país, que no cesan de imitar a sus anfitriones y a los jaraneros, quienes realizan aquí la cumbre de sus picardías. En este encuentro de músicos, los participantes venden sus instrumentos, intercambian coplas y acompañan con versos y melodías al público durante todo el tiempo que dura esta festividad, sin importar si es de día o de noche. Con un poco de suerte es posible escuchar a los mejores exponentes del son jarocho, esos grupos que nos representan en los festivales internacionales. Mono Blanco, Los Vegas y los Cojolites (estos últimos una agrupación integrada por jovencitos que no alcanzan los 20 años) son asiduos asistentes a esta celebración, a la que también concurren jaraneros de las más humildes rancherías del estado. Pero la belleza no es privilegio de las mujeres, el pueblo también es una joya (por algo fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), y cobra vida como nunca en estos días de fiesta, cuando se llena de mojigangas y de bailadores de fandango que no dejan de zapatear en los tablados para demostrar su alegría. Todo Tlacotalpan brilla con sus tonos pastel, que complementan las herrerías de los ventanales y las arquerías características del lugar, donde los paseantes se resguardan del sol. También pueden verse casas con dos tonalidades diferentes en sus fachadas, en un derroche de imaginación y estética. Del tizmiche a la naranja rellena -------------------------------------------------------------------------------------- Para saber más sobre Tlacotalpan, Veracruz - Tlacotalpan. La música y el color. |
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