Alberto Chimal (México, 1970) es un narrador incorregible, riguroso y prolífico como él solo. Ha publicado los libros de relatos El rey bajo el árbol florido (1996), Gente del mundo y El ejército de la luna (ambos en 1998) y El país de los hablistas (2001), así como la colección de ensayos La cámara de maravillas (2003). En el año 2002 obtuvo en México el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí con el libro Estos son los días y en 2006 añadió un galardón más a su prontuario literario con la colección de relatos fantásticos Grey. Recientemente, como para ratificar que nunca se cansa y que aún tiene las pilas bien puestas, lanzó los volúmenes La ciudad imaginada y otros cuentos y la novela porno-satírica Los esclavos, ambos editados en 2009. Alberto Chimal no es solo miembro del Sistema Nacional de Creadores de México sino también un monstruo comegalletas. Y hoy, aunque su esposa le haya pedido que vigile la estufa en vez de responder a esta clase de interrogatorio, Alberto, incondicional como siempre, ha preferido ponerse en una situación incómoda.
¿Qué se siente al ser Alberto Chimal? ¿Es divertido? ¿Implica algún tipo de cólico? ¿No es gran cosa?
En este año, serlo ha implicado todo un surtido de padecimientos que me han tenido en cama por un buen rato. Además, en dicho lapso, como estaba débil y no podía defenderme, una multinacional se apoderó a la mala de varios amigos a los que ha puesto a trabajar de semáforos, mi gato decidió abrir un burdel para felinos en la sala de la casa y, en una breve invasión zombi, mi cerebro se asustó y se fue. No ha vuelto.
Me consta que muchas personas consideran que tu bitácora personal: www.lashistorias.com.mx, es el centro de esta galaxia, o al menos una especie de Aleph para cibernautas empedernidos. ¿Qué nos dice esto del hombre contemporáneo, Alberto? Y además, ¿qué clase de sustancia utilizas para dopar y embaucar a tanta gente?
Nada de dopaje: esa dirección es el centro de la galaxia, pero ya estaba así cuando la encontré. Cuando mucho puedo darme crédito de descubridor. Lo demás ha sido inventar locuras para publicar, que en todo caso tienen una capacidad de atraer visitantes muy inferior a la del porno o las noticias de espectáculos. (Dicho esto, a juzgar por la forma en que escriben comentarios los visitantes de esos sitios de internet, no los quiero cerca por nada del mundo.)
El año pasado publicaste dos libros que merecen citarse para referencia de nuestro público. Uno de ellos fue Los esclavos (Ed. Almadía), del que no hablaré porque está lleno de perversiones y órganos reproductores, cosas que me prohibieron en la escuela y estoy seguro tus maestros tampoco hubieran aprobado, y el otro La ciudad imaginada (Libros Magenta), del que sí hablaré. ¿Por qué en uno de los textos de ese conjunto, “Mesa con mar”, específicamente, el marinero diminuto es tan arrogante? Es decir, es un marinerito cabrón el enano ése.
Te diría que se siente mal (el marinerito) por medir apenas uno o dos milímetros y por lo tanto se venga del mundo tratando mal a la gente. Pero no: sería igual de cabrón si midiera dos metros y medio, siempre fue así y siempre lo será. No hay trauma ni nada que lo obligue. De hecho lo contraté inicialmente para Los esclavos pero era tan desagradable que nadie lo quiso en la novela y tuve que inventarle otro papel.
Sé que eres un entendido en lo que respecta a la literatura de ciencia ficción, Philip K. Dick, John M. Ford, Anatoly Dneprov, ¿te han dicho alguna vez, sin embargo, que tienes un cuerpo de ciencia ficción?
No, pero es que en estos días tengo un cuerpo de la Nintendo Corporation: hago ejercicio diariamente con un Wii, que es el mejor preparador físico que he tenido (aunque de hecho no he tenido ningún otro) y además habla con una voz parecida a la de Benito Bodoque, lo que es muy bueno porque HAL 9000 es más intelectualmente interesante pero sospecho que como entrenador sería un plomazo.
¿Te gustan las donas rellenas o solo las glaseadas?
De las rellenas me gustan unas que hacen acá con puré de manzana…, aunque creo que no son donas porque no tienen agujero. También me gusta un pan mexicano que se llama oreja y es tautológico porque tiene forma de oreja.
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[...] La entrevist aanterior, sumamente seria, es todo lo contrario de ésta, que me hizo Salvador Luis para su columna, “Situaciones incómodas”, en el excelente [...]