Daniel Espinar (Málaga, 1982) ha reabierto la elasticidad de los sistemas fragmentarios con la narración de su primera novela. Un corpus secuencial diseminado en torno a las aspiraciones de sus protagonistas, que se encargan de abordar la temática del deseo por medio de una estructura casi tricéfala: Simón Levy declara, Alicia Fábregas matiza, y Henry Lukács salpimenta la trama. Un tratado higiénico sobre las relaciones personales donde se intuyen el rédito epidémico entre personajes conectados ocultamente y la metodología multidimensional que acota límites a la percepción, porque Daniel Espinar agota un pulso en la escritura con el que consigue una semántica insinuada, es decir, dejando al lector casi a la intemperie de la palabra no dicha en un campo de preguntas vinculantes.
Huida: ¿La renuncia al pasado es producida por la angustia de los hombres que se buscan entres significaciones?
Simón Levy comprende lo que antes no entendió; lo que sobraba antaño, ahora lo necesita; lo que fue caliente sensación, hoy es frío análisis. Así podría estar enumerando, caóticamente, sin llegar al final. Por ejemplo, a la inversa, imagino que Galileo Galilei, al recibir la noticia de su perdón a los 368 años de su muerte, estaría soñando con demostrar a sus represores lo razonable de su teoría del heliocentrismo, pero ante tanta estulticia reclamaría a voces su vuelta a la eternidad. La constante renuncia a uno mismo, por mucho que hayamos perdonado a María Magdalena y consentido la ingenuidad de Pedro, dicen que conduce a una realización desinteresada, aunque esto es servil y puede que nunca haya forma de ser como realmente se es.
Búsqueda: ¿Implica toda búsqueda un comportamiento político?
Niño hipotético insiste en la idea de la progresión de la identidad, y para ello alude a un esquema psicosocial basado en tres conceptos: reflejo, sombra y huella (empatía, desamparo y derivación). El primer acercamiento puramente relacional entronca de manera firme con una autocontemplación aristotélica tendente, por cansancio, a la conciencia de alteridad o asunción del otro como concordia explotable. Es decir, el estadio diseñado para la gestación de un altruísmo que, con la biología evolucionista en la mano, es siempre recíproco o, dicho de otra forma: las relaciones de interés son las que mejor funcionan y conducen, por último, a través de arquetipos basados en disonancias cognitivas, a la inminente degeneración resultante del ser humano, a la carestía de la ética y al simulacro de la conducta.
Dentro de este dispositivo por resolver actúa como interludio el garbo en los escenarios, ya que Niño hipotético es un compendio de proyecciones marginales pergeñado bajo el gusto desopilante de la seriedad ensoñada: Margaret Thatcher y Helena de Troya compiten en la cima de una pirámide por un hombre, la incompatibilidad de ser un gato y llamarse Baudelaire, policías que leen a Schopenhauer, estudios sobre las tendencias literarias en cada línea de metro, antenistas que buscan un punto en el cielo donde es posible encontrar todas las ondas del mundo, células de alta concentración salina que abogan por el terrorismo, e.t.c. Ejemplos, en definitiva, de un constructivismo matizado, de una gran avenida Nevsky llena de contrastes capaz de arruinar a Robbe-Grillet, que afirma que si la teoría es válida, ya no hay necesidad de obra.
Amigos, Daniel Espinar ha escrito una novela similar a uno de esos naipes eróticos en los que desnudar a la pin up que figura en el dorso depende de la maestría de un interlocutor con la yema del dedo impregnada en saliva, en ganas. Pequeñas variaciones sobre el binomio latente exhibición/exposición.
- Niño hipotético
- Autor: Daniel Espinar
- Género: Narrativa
- Editorial: Alfama
- Año de publicación: 2010
228 páginas
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