Historia de la Academia

La Academia Peruana de la Lengua fue fundada el 5 de mayo de 1887 por Ricardo Palma Soriano, pero tuvo su primera actuación pública el 30 de agosto de ese mismo año en el paraninfo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y eligió como primer presidente actuante al Dr. Francisco García Calderón y Landa que había sido Presidente de la República, hombre de gran coraje cívico en días infaustos para el país. A García Calderón le sucedió Ricardo Palma, primero como Presidente y luego como Director, cuando en 1917 se reorganizó la institución incorporando a intelectuales jóvenes como José Gálvez. Las capacidades de Palma en el campo de la literatura germinaron en su profundo conocimiento de la lengua y su amor acendrado por la manera de utilizar el lenguaje de la gente del Perú. La batalla intelectual que emprendió a través de sus libros Papeletas lexicográficas y Neologismos y americanismos y de sus vigorosas intervenciones en la Real Academia Española en 1892, merece un reconocimiento permanente de todos los peruanos. Satisfacción tendría Palma, si lo supiese, que casi todas las palabras que propuso incorporar a la lengua general a través del diccionario, hoy están siendo aceptadas en todos los países donde se habla español.

La Academia Peruana de la Lengua vivió años difíciles durante el largo gobierno de Augusto B. Leguía Salcedo. ¡Qué paradoja! Una generación joven y vigorosa, original y emprendedora, iniciaba su vuelo intelectual, aquella de Raúl Porras Barrenechea, César Vallejo, Jorge Basadre, y quienes debían apoyar el esfuerzo intelectual y las instituciones que lo fomentan, hacían exactamente lo contrario, deportando escritores y dejando languidecer a las instituciones.

En este año se le está rindiendo homenaje a José de la Riva Agüero y Osma en ocasión del centenario de su libro El carácter de la literatura en el Perú independiente. Y se escuchan voces que elogian su castizo manejo del idioma, su prosa elegante y pausada, su amor profundo por el Perú. Menos difundido es su trabajo en la Academia Peruana de la Lengua que fue sustancial y de profunda importancia. Riva Agüero fue el escritor que sacó a la Academia del silencio en que se encontraba. Entre 1934 y 1944, la reorganizó, le dio vida. Hay una serie de documentos que se encuentran en el Instituto que lleva su nombre que pueden dar luces sobre su trabajo tesonero en defensa de la lengua. A Riva Agüero sucedió Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco, quien fue Director hasta 1966. Hombre de intereses variados, historiador, diplomático, escritor llevó su fina prosa y su verbo elegante a las tribunas y los foros más importantes del mundo.

Entre 1967 y 1979, fue Director de la Academia Aurelio Miró Quesada Sosa, a él le debemos la aparición del Boletín de la Academia que está ahora llegando al número 40 y que publica artículos de académicos nuestros y de otros países y que está bastante bien considerado en la Asociación de Academias. Como dato histórico hay que mencionar que en 1918 Javier Prado publicó un Boletín que no fue continuado, como tampoco aquel otro que publicó Ricardo Palma en los años aurorales de la Academia. Miró Quesada, que también fue Director de la Academia de Historia estimuló la incorporación de nuevos miembros que fuesen destacados en sus disciplinas, entre otros a Mario Vargas Llosa, quien es miembro desde 1975, o Luis Hernán Ramírez, lingüista destacado.

A Aurelio Miró Quesada le sucedió entre 1979 y 1982 José Jiménez Borja, hombre de profundo amor a la lengua y a la literatura al que hoy precisamente recordamos con especial afecto y admiración en ocasión de la publicación de un volumen antológico de sus escritos que será comentado por Carlos Eduardo Zavaleta y Biagio D´Angelo. Quienes fuimos sus alumnos en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en cuanto a gusto literario y a elegante precisión en asuntos controversiales de la gramática como uno de nuestros penates. Ante cualquier duda en asuntos de conjugación o de concordancia, cerramos los ojos, forzamos la memoria y procuramos recordar lo que Jiménez Borja dijo en parecidas circunstancias. ¡Cuánta falta nos hace! En las discusiones sobre asuntos gramaticales, de las muchas que tiene la gente, porque en política y en gramática todos quieren tener la última palabra, ¡cuántas veces he oído decir: “tú no eres Jiménez Borja”. El libro que ahora publican en forma conjunta la Academia Peruana de la Lengua, la Universidad de San Marcos, a través de su Fondo Editorial y la Facultad de Letras y Ciencias Humanas y la Universidad Católica Sedes Sapientae, muestra la voluntad conjunta de una serie de instituciones y personas, de conservar la memoria de uno de nuestros más destacados intelectuales del siglo XX.

En la historia reciente de la Academia han sucedido Augusto Tamayo Vargas entre 1982 y 1988, Estuardo Núñez Hague entre 1988 y 1991 y Luis Jaime Cisneros entre 1992 y 2005. Los tres son figuras que nos son familiares a muchos de nosotros, con personalidad propia y características individuales. Quienes conocimos a Augusto Tamayo Vargas recordamos particularmente su don de gentes, esa delicadeza para comunicarse con todo tipo de personas, en el aula, en la calle, en los paraninfos, escritor y profesor de vertiginosa actividad y múltiples talentos, autor de novelas y libros de poesía, de ensayos, dueño de un prosa ágil y amena, firme trabajador de las instituciones que amó: la Academia Peruana de la Lengua y la Universidad de San Marcos.

Estuardo Núñez Hague es la imagen misma de lo que debe ser un académico: disciplinado, metódico, original, incisivo. Quienes lo leemos con fruición no podemos olvidar sus magníficas páginas sobre la poesía de Eguren, el arriesgado elogio que hizo de la poesía de César Vallejo en 1938, cuando nuestro vate no era todavía suficientemente conocido en el mundo. Se habla ahora mucho de literatura comparada y de globalización literaria. ¿Quién si no Estuardo Núñez es el que ha iniciado estos estudios en el Perú?

Luis Jaime Cisneros Vizquerra es maestro de muchas generaciones en el Perú. Es un arquetipo del profesor. Cuando uno entra a las aulas por primera vez y lo oye hablar, siente que ha ingresado por fin a la universidad, que ese hombre delgado, de movimientos rápidos y nerviosos no sólo nos informa, nos ofrece conocimientos, sino algo más importante: la voluntad de persistir en la búsqueda interminable del saber, el amor por todo lo que atañe al hombre. En todos estos años complejos de deterioro social, de desaliento colectivo, Cisneros, hijo y nieto de miembros de la corporación, (Luis Fernán Cisneros y Luis Benjamín Cisneros) ha sido dentro de la Academia y dentro de la Universidad, un ejemplo en el deseo de conocimiento y un ejemplo en la capacidad de organización. La Academia Peruana de la Lengua en estos años en que ha estado bajo la Presidencia de Luis Jaime Cisneros (puesto que el Director por razones legales se ha convertido en Presidente) ha sabido sortear numerosos peligros, principalmente los que vienen de la incuria de terceros; él la ha vinculado de manera eficiente con la Asociación de Academias y con la Real Academia Española y ha llevado la palabra de los académicos peruanos a distintos foros, encuentros y coloquios internacionales.

Fuente

Discurso de Marco Martos al asumir la Presidencia de la Academia Peruana de la Lengua