Fuente externa/Refugios
LOS HAITISES: RESERVA PROTEGIDA
Las maravillas de Los Haitises
Por: Adriana Peguero/Listín Digital | | Autor: Adriana Peguero/Listín Digital

Los túneles de manglares de Caño Hondo y Caño Chiquito, el nacimiento del río Ojo del Cielo en el interior de una caverna, las cuevas de San Gabriel y de La Arena, así como los cayos Los Pájaros y Las Garzas, y la desembocadura del río Los Naranjos hacen del Parque Nacional Los Haitises un espacio único en República Dominicana.

La vista que imprimen los mogotes y cayos, unidos a la parte litoral, constituyen paisajes de extraordinaria belleza escénica, y pueden ser observados desde una embarcación, que desembarca en los puntos estratégicos de la costa, desde donde se penetra con facilidad a los rincones más hermosos de esta área protegida.

Las personas que aman la naturaleza tienen en este rincón de la isla una gama de atractivos que pueden apreciar y van desde observación de aves, muchas en proceso de extinción, como otras especies de animales que habitan en un estado salvaje.

Aves y plantas se unen en Los Haitises

Desde que el visitante llega al espacio natural de Los Haitises y empieza a internarse por sus senderos, es “saludado” por el canto y la danza de las aves y la suave brisa fresca que parece acariciar la piel, al unísono con las ramas de los árboles.

Un fin de semana resulta corto para disfrutar toda la belleza que ofrece este espacio, pues además de su importancia por la biodiversidad, la flora y la fauna que la caracteriza, guarda valores históricos, culturales y antropológicos de valor incalculables.

El vuelo en bandadas de cotorras, pericos, palomas coronitas, auratiñosas, gavilanes, tijeretas, barrancolíes, carpinteros, garzas, gaviotas y alcatraces, con el escurridizo correr de los caos y alcatraces, invitan al visitante a quedarse un día más dentro de esta jungla. Las aves constituyen un grupo muy rico en esta reserva natural, donde habitan 110 especies de las 230 reportadas para el país. Hay 32 especies migratorias.

En las cuevas habitan numerosas especies de murciélagos, que pueden ser observados al momento de penetrar a ellas, mientras que en la densa vegetación el solenodonte y la hutía suelen dar la “bienvenida” a los turistas que se internan en su “corazón”. Los búhos se observan por las noches.

A lo largo de la Bahía de Samaná, los Haitises es conocido por la delicada diversidad ecológica de su costa de manglares, la más grande de la República Dominicana. Hay tours disponibles.

Maravillas

Penetrar a una caverna y encontrar en su interior el nacimiento de un caudaloso río de agua dulce que sale a borbotones de la roca y desemboca en el mar a 300 metros, constituye una experiencia inolvidable.

El río Ojo del Cielo, que nace en la cueva que lleva su mismo nombre, brota “juguetón” y en su recorrido deja ver aguas profundas, cristalinas y turbulentas. Dentro de su vasto sistema de cavernas se pueden apreciar imágenes talladas en la piedra con pictografía y petroglifos que manifiestan la cultura de los aborígenes que vivieron allí.

Los recursos históricos y culturales de la raza taina, representados en las cavernas, y sus extensos paisajes costeros en donde priman los manglares, conjugan los atractivos de este Parque Nacional de singular importancia para la República Dominicana.

El bosque húmedo, adonde se llega por numerosas ensenadas, entre cayos, mogotes y esculpidas riberas de manglares, es de las tantas ofertas que tiene este espacio para el turismo de montaña.

Su vegetación está constituida por la existencia del Copey (Clusia rosea), cuyas largas raíces llegan a cubrir poco a poco otros árboles, sobre los cuales se posan, estrangulándolos hasta hacerlos morir, empero existen especies de madera preciosa endémica de la isla.

El parque Los Haitises fue creado primeramente como una reserva forestal, en 1968, y en 1976 fue declarado como Parque Nacional.

En 1996 sus límites fueron ampliados, asignándosele una extensión de 826 kilómetros cuadrados ratificado por la Ley General sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, en el año 2000. Jaime David Fernández Mirabal, secretario de Medio Ambiente, define el parque como “un don de Dios”.

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